Marian Jimena Bejarano Duque Laura Ximena Quiñones Uni
En noches como estas, la melancolía inunda mi habitación y los recuerdos de su
ser abruman mi corazón. Aún recuerdo ese día de campo, donde el sol era tan radiante como tu sonrisa y el color del cielo tan intenso como tus ojos. Todavía recuerdo con detalle lo que había allí: majestuosas palmeras que luchaban por ser las primeras en tocar el cielo; los gigantes rocosos que nos rodeaban, con ese verde fascinante que me dejó perplejo como esa noticia inesperada. El sol se ocultó y tras él llegó la noche fría, en el que las estrellas y la luna fueron testigos de tan amarga noticia. Ella: Hay algo que tengo que confesarte Él: ¿Qué sucede? Ella: Hace un tiempo venía síntiendome mal, fui a muchos consultorios clínicos pero no daban respuesta alguna. Después de tantos exámenes acertaron. Él: ¿A qué te refieres? Ella: Tengo VIH y me queda poco tiempo de vida. Jamás supe reaccionar frente a tal noticia, aún tengo el recuerdo vivo de todo lo que ourrió esa noche, de cada palabra y silencio. Desde ese día me aferré más a ella, no estaba en mis planes perderla. Han pasado más de 3 meses desde que ella decidió contarme aquello que la consumía lentamente. Me dijo que no conocía la razón de su enfermedad, no sabía de su procedencia y el porqué terminó en ella. Yo, siendo consciente de que tenía poco tiempo a su lado, decidí no juzgarla. Ni ella ni yo conocíamos la razón de su enfermedad, pero sí sabíamos que tendría que irse pronto. Desde ese momento, el tiempo se convirtió en nuestro mayor enemigo. Aunque sabíamos que era una lucha perdida, decidimos resistir juntos. Hoy, 28 de octubre del 2020, se cumplen 5 años desde su partida. Todo ocurrió en un atardecer. Nos encontrábamos frente al mar, las olas y el viento nos golpeban con rudeza mientras el sol se escondía. Ella, quien claramente se mostraba débil, emanaba felicidad. Sus últimos días de vida fueron a mi lado, puedo asegurar que tenía más miedo yo de perderla que ella misma de morir, ella ya estaba preparada para partir. Aunque muchos no lo crean, el pasado nos persigue No podemos librarnos de él fácilmente, nos acompaña por el resto de nuestras vida y, seguramente, en nuestra muerte. Hoy expreso con libertad que la amo, puedo estar seguro de que la amé hasta el final y la amaré por siempre. Su recuerdo sigue vivo en mí, su figura viva me seguirá hasta el resto de mis días. Creí firmemente que durante un tiempo no podría volver a aquel lugar, cada parte de él me transporta a su recuerdo, olvidar no tiene nada que ver con superar, lo digo porque hoy pude volver a recordar sin afligirme. Hoy, de vuelta en este paraíso, sentado en nuestro lugar favorito, me doy cuenta que recordar es lo que me hace sentir vivo.