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Este artículo ofrece una reflexión bioética desde una perspectiva criminológica,
multidisciplinar (antropológica, sociológica, filosófica, forense, jurídica), global del
fenómeno de la mutilación genital femenina, para –posteriormente- centrarse en el
tratamiento legal dispensado por ordenamiento jurídico español, con un análisis de
resoluciones dictadas por los órganos judiciales, del tratamiento dispensado en otros países
así como el papel del Derecho y la Criminología en la resolución de las cuestiones bioéticas.
PALABRAS CLAVE
Mutilación genital femenina, ablación del clítoris, derechos humanos, tradición, derecho
penal, bioética, criminología.
ABSTRACT
KEYWORDS
Female genital mutilation, clitorisablation, human rights, tradition, criminal law, bioethic,
criminology
En este sentido, destacaba que “El hecho de que una práctica perjudicial haya existido
durante mucho tiempo no justifica que se continúe. Todas las “tradiciones” que degradan,
deshumanizan y lesionan son violaciones de los derechos humanos que debemos combatir
activamente hasta que desaparezcan”. (1)
INTRODUCCIÓN
El criterio ético fundamental que regula la Bioética es el respeto al ser humano, a sus derechos
inalienables, a su bien verdadero e integral: la dignidad de la persona.
La práctica de esta costumbre ancestral (se tiene constancia de que en el Antiguo Egipto ya
se realizaban ablaciones genitales femeninas, pues así lo avalan algunas momias que exhiben
caracteres que permiten concluir -de manera taxativa- que habían sido objeto de dicha
intervención) se ubica extramuros de los Derechos Humanos. Afirmación ésta que puede ser
adjetivada como inconcusa, a la vista del amplio consenso internacional alcanzado en esta
materia, que se evidencia en diferentes instrumentos entre los que cabe citar, sin afán
exhaustivo, en el año 1993, la Declaración de Naciones Unidas sobre Eliminación de la
Violencia contra la Mujer, cuyo artículo 4, compelía a los Estados a no argüir costumbres,
tradiciones o consideraciones de carácter religioso que dieran pábulo o impidieran la
obligación estatal de perseguir y erradicar este tipo de conductas, o la Convención sobre los
Derechos del Niño de 1989, entre otros, y la trasposición a los diferentes ordenamientos
internos que evolucionan y se manifiestan en una dirección análoga.
Pese a implicar una contravención de los derechos humanos, pese a los múltiples riesgos que
entraña en distintos órdenes, pese a las consecuencias nocivas en la salud de la mujer (tanto
complicaciones inmediatas que entrañan un posible riesgo vital – hemorragia, shock
hipovolémico, shock neurógeno, shock séptico,….-, como complicaciones tardías o diferidas
– infecciones subagudas (vulvares urinarias, inclusive tétanos, hepatitis o infección por VIH),
consecuencias psicológicas, psiquiátricas (en la actualidad se ha identificado un síndrome
específico denominado genitally focused ansiexety depression)-; o complicaciones
ginecológicas, obstétricas, urinarias y sexuales), se siguen ejecutando mutilaciones genitales
femeninas.
Estas cifras estremecedoras nos conducen a delimitar los estímulos tan poderosos que abocan
a esta práctica.
Tomando consciencia del estado de la cuestión, a partir de los datos procurados por UNICEF
o la OMS, la comunidad internacional –como se apuntó en los parágrafos precedentes-, no
obstante la pasividad inicial amparada en el respeto a otras culturas, tras constar la magnitud
del problema y detectar en la población emigrante la persistencia de la práctica de la
mutilación genital femenina en los países receptores de la comunidad inmigrante, decide
actuar.
Esta actividad internacional (son numerosos los instrumentos legales que la comunidad
internacional arbitra en defensa de los Derechos Humanos, tales como la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, la Convención de la ONU sobre la eliminación de todas
las formas de discriminación contra la mujer –destacando en su artículo 5, la eliminación de
prejuicios o prácticas consuetudinarias basadas en la idea de inferioridad o superioridad de
los sexos-, la Convención de los Derechos del Niño, la Declaración de la ONU sobre la
eliminación de todas la formas de Intolerancia y Discriminación fundadas en la religión o
convicciones que protege los derechos del niño contra los abusos cometidos en nombre de
una creencia o tradición cultural determinada, los programas del Fondo para el logro de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM) y del Fondo de Población de las Naciones
Unidas (UNFPA), así como la Resolución de la Asamblea General 56/128 sobre Prácticas
Tradicionales o Consuetudinarias que afectan a la Salud de la Mujer o la Niña,…) será
positivamente recibida por los estados quienes la implementarán en sus ordenamientos
jurídicos y agendas.
En el caso de España, durante los años ochenta del siglo pasado, la mutilación genital
femenina era vista como una rara avis, una situación “exótica”, cuya incidencia -en número
de casos- era poco significativa. Una década después, y también en los albores del siglo XXI,
el contexto se va modificando (debido al aumento de la población inmigrante en nuestro país
de personas oriundas de países en los que la práctica de la mutilación genital femenina está
socialmente aceptada –tales como Guinea, Egipto, Malí, Chad, Costa de Marfil, Eritrea,
Mauritania, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Yibuti,….-, los pediatras y
ginecólogos[10] detectan mujeres y niñas mutiladas genitalmente lo que suscita alarma social
y una situación que precisa de una respuesta desde la Justicia –que se encontrará en una
delicada tesitura-.
Respecto de la mutilación genital femenina deviene ineluctable la tutela por parte del Derecho
Penal toda vez que aquélla implica un ataque frontal, como mínimo, a la integridad física de
la persona sobre la que se llevan a cabo tales prácticas.
El artículo 149.2 del Código Penal, redactado según el número seis del artículo primero de la
L.O. 11/2003 [11], de 29 de septiembre, de medidas concretas en materia de seguridad
ciudadana, violencia doméstica e integración social de los extranjeros, dispone que “El que
causara a otro una mutilación genital en cualquiera de sus manifestaciones será castigado con
la pena de prisión de seis a 12 años. Si la víctima fuera menor o incapaz, será aplicable la
pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda
o acogimiento por tiempo de cuatro a 10 años, si el juez lo estima adecuado al interés del
menor o incapaz” (10). No obstante, y tras la reforma operada en el Código Penal mediante
L.O. 1/2015 -por la que se modifica la L.O. 10/1995, del Código Penal– se introduce la
referencia al término “persona discapacitada necesitada de especial protección” (11), en
sustitución al concepto de “incapaz” empleado en la citada modificación de 2003 resultando,
por tanto, en vigor -desde el día 1 de julio de 2015- el siguiente texto, a saber, el que causara
a otro una mutilación genital en cualquiera de sus manifestaciones será castigado con la pena
de prisión de seis a doce años. Si la víctima fuera menor o persona con discapacidad
necesitada de especial protección, será aplicable la pena de inhabilitación especial para el
ejercicio de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento por tiempo de cuatro a
diez años, si el juez lo estima adecuado al interés del menor o persona con discapacidad
necesitada de especial protección.
La específica inclusión de esta conducta, hasta ese momento subsumible del delito de lesiones
“genérico”, supone un avance positivo al dar entidad propia a los hechos constitutivos de la
acción típica, antijurídica y culpable. La Exposición de Motivos de la citada norma justifica
la reforma en la necesidad de combatir estas conductas con la máxima firmeza sin que quepa
la posibilidad de que sean amparadas en razones pretendidamente culturales o religiosas.
Asimismo, en la misma Exposición de Motivos, se explica la necesidad de contemplar la
posibilidad de aplicar la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la patria potestad
–si el juez lo estima adecuado al interés del menor- ya que, en la mayoría de los casos, son
los propios padres de la menor –o familiares cercanos- quienes las obligan a someterse a este
tipo de mutilaciones aberrantes, por lo que la inhabilitación es absolutamente necesaria, con
una finalidad tuitiva, a saber, proteger a la niña de futuras agresiones o vejaciones.
Los órganos judiciales españoles, en aplicación de la normativa vigente, han dictado múltiples
resoluciones. Entre otras, la Sección Novena de la Audiencia Provincial de Barcelona, en
fecha 13 de mayo de 2013, dictó sentencia de fallo condenatorio (posteriormente la Sala de
lo Penal del Tribunal Supremo declaró no haber lugar al recurso de casación interpuesto), en
la que declara la responsabilidad criminal de los acusados en tanto autores de dos delitos de
mutilación genital femenina (ablación del clítoris).
Los hechos que se declaran probados refieren que el padre y la madre de las menores
(debidamente escolarizadas), naturales de Gambia y residentes legales en España -desde hacía
veintidós años, en el caso del padre, y desde 1998, en el caso de la madre-, en fecha no
determinada de los últimos seis meses del año 2010, “dichos procesados, puestos de común
acuerdo, bien directamente o bien a través de persona de identidad desconocida, pero
contribuyendo eficazmente a tal fin, extirparon el clítoris a ambas menores, motivados por
sus creencias culturales y religiosas, siendo conocedores ambos procesados de la
prohibición de tal práctica en su país de residencia, y sin que durante dicho periodo de
tiempo las mencionadas menores hayan salido del territorio nacional. (…) Como
consecuencia de los hechos descritos, ambas menores resultaron con lesiones consistentes
en ausencia del glande del clítoris, no imposibilitando la relación sexual pero sí alterando el
placer sexual”.(12)
La misma sentencia afirmaba que, dicha resolución, no entraña un atentado contra el respeto
hacia otras costumbres y tradiciones; sino que, una vez que éstas han alcanzado la entidad
suficiente como para que sea reputada como una conducta aberrante, inaceptable y lesiva, se
legitima la intervención de la potestad sancionadora del estado a través de la aplicación del
Derecho Penal.
No se puede obviar, con ocasión del análisis tanto de la resolución judicial citada como de la
normativa penal aplicable, la habitual invocación de la pretendida concurrencia de error de
prohibición[12]; o dicho de otro modo, que se intente exonerar de responsabilidad criminal a
los autores de los hechos por considerar que éstos actúan en la creencia de estar obrando
lícitamente. Pese a la circunstancia de que en el país de origen la ablación del clítoris sea una
práctica habitual, no puede ser excusa para elaborar una teoría del «error de prohibición
fundado en los factores culturales a los que pertenece el sujeto», y ello porque el respeto a
las costumbres tiene un límite infranqueable, a saber, el respeto a los Derechos Humanos.
La elección de la sentencia analizada no ha sido gratuita sino que, por su relato fáctico, ha
posibilitado el análisis del tipo penal de una forma dinámica e interactuando con
potencialidades que concurren en el hecho de autos (tales como la circunstancia de la
apreciación del error de prohibición o la atenuante de reparación del daño basada en la
reconstrucción quirúrgica del clítoris – sin examinar por cuestiones de logística-).
Del estudio que se venimos practicando no cabría, en modo alguno, predicar su completud si,
en este mundo globalizado, no se hace referencia, si quiera de modo sucinto, al tratamiento
dispensado desde otros ordenamientos jurídicos a este fenómeno.
Si hubiera que definir con una única palabra el modo de abordar el tratamiento de la
mutilación genital femenina por los países receptores de migración ésta sería heterogeneidad.
En Estados Unidos, en el año 1997, se promulgó una norma que penalizaba la mutilación
genital femenina. Práctica ésta que viene coadyuvada por otras iniciativas tales como la
propuesta de no prestar ayuda externa a los países que carecen de programas educativos para
erradicar la mutilación genital femenina, o la posibilidad de que las víctimas que huyen de
sus países de origen para protegerse de tales agresiones soliciten asilo político en USA.
Inglaterra, ya en el año 1985, prohibía y castigaba con legislación ad hoc -norma específica-
la mutilación genital femenina; pero carecía de medios para impedir que las niñas fueran
trasladadas fuera de sus fronteras para someterse a esta mutilación y practicada, regresaran
garantizando la impunidad de los autores; a fin de subsanar esta incidencia, en 2003, introdujo
en su ordenamiento la noción de “extraterritorialidad” y, con ella, la penalización de la
mutilación genital femenina practicada en niñas inmigrantes nacionales o residentes
permanentes en su país.
En el año 1983 el Tribunal de Casación francés declaró que la ablación del clítoris constituye
un crimen de violencia que implica una mutilación. En esa misma década, al plantearse la
procedencia de una normativa específica se concluyó que la normativa general daba debido
amparo a la penalización de esta práctica por lo que, entendieron, no se precisaba de una
regulación específica.
El Protocolo de Maputo[14] se pronunció por primera vez en el año 2003 contra la mutilación
genital femenina; aunque el Parlamento de la Unión Africana prohibió en agosto del año 2016
esta práctica en sus cincuenta estados miembros, considerándola ilegal, existen países que
aún no lo han ratificado. En Etiopía, tanto la Constitución de 1994 como el Código Penal lo
prohíbe expresamente, castigando con penas de entre cinco y veinte años de cárcel por esta
práctica; en Kenia existen dos leyes que protegen a la mujer contra la mutilación genital,
estableciendo una de ellas, desde el año 2011, un mínimo de tres años de prisión para los
autores y penas para aquellos que discriminan a las mujeres que no han sido mutiladas; sin
embargo, siguen existiendo enclaves en el país donde persiste la ley de la costumbre que
tradicionalmente sancionan los ancianos, con lo que se mantiene esta sangrienta ceremonia
en la clandestinidad.
Si bien se evidencia un mosaico de respuestas por parte de los estados ante la mutilación
genital femenina, existe un nexo de unión común a todas ellas, propugnado por la
Organización de Naciones Unidas, cual es el principio de tolerancia cero.
Coincidimos con PEREZ VAQUERO cuando señala que, a la hora de luchar contra la lacra
de las mutilaciones genitales en las mujeres, “no basta con tipificar esta conducta como
delito; aunque sea imprescindible rechazar y castigar estas prácticas de un modo claro y
rotundo, el problema que subyace con las medidas penales es que deben ir acompañadas de
otros programas de actuación” (15). El Derecho tiene una aproximación propia a los temas
relacionados con la Bioética, ya que incorpora un punto de vista que parte tanto de la
estructura del Derecho (su condición relacional), como de los valores que necesariamente
debe asumir (derechos humanos). En este sentido, indica SERRANO RUIZ-CALDERÓN,
que la intervención del Derecho -dentro de las cuestiones bioéticas- a veces es necesario
“cuando regulaciones de carácter tradicional y esencial al propio ordenamiento, como
podría ser la filiación, se ven afectadas por la evolución de las técnicas aplicadas. En muchas
ocasiones, intervendrá contra principios que siempre se han considerado como esenciales al
propio Derecho, en otras se producen fórmulas de regresión respecto a adquisiciones que se
consideraban indiscutibles”. (16)
El VII Congreso de las Naciones Unidas, sobre “Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente” celebrado en Milán en 1985, aprobó la Declaración sobre los principios
fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder, consciente de
que millones de personas en todo el mundo sufrían daños como resultado de delitos y abuso
de poder y que los derechos de estas víctimas no habían sido reconocidos en forma adecuada,
formulando el concepto de lo que se entiende y/o puede considerarse víctima con arreglo a
dicha Declaración:
La intervención cultural, por su parte, fija su horizonte en que, a medio o largo plazo, sea la
sociedad la que ejerza esa presión, que en la actualidad compele a las familias y a las mujeres
a someterse a esta mutilación, a que no se sometan a la misma; a que sea el grupo social el
que reaccione con estupefacción e indignación ante la mutilación genital femenina. Porque
será justo en el momento en el que se invierta la presión social a favor de la repulsa de la
mutilación genital femenina cuando la abolición de ésta sea auténtica.
Dentro de ámbito jurídico, la palabra o figura jurídica de víctima posee un concepto limitado,
en el sentido de que la conducta generadora de la acción debe estar tipificada por la ley penal;
es decir, que la conducta que un sujeto provoque debe estar prohibida por la ley para que la
persona o colectividad en quien recaiga la acción pueda ser considerada víctima de esa
conducta; sin embargo, desde un punto de vista criminológico, existen daños no tipificados
que pueden ser más perjudiciales –como es el caso de las afectadas por la mutilación genital
femenina- que otros muchos de los tipificados en las normas penales.
Frente a quienes consideran que la mutilación genital femenina tiene una justificación en la
cultura o en las costumbres, la Bioética personalista, considera que son actos éticamente
cuestionables, por aberrantes, crueles e irreversibles para el derecho y la dignidad de las
mujeres.
La Bioética es, sin duda, una disciplina que tiene una enorme utilidad y potencial en la
sociedad actual para afrontar los problemas (presentes, futuros, pendientes), con el uso
juicioso de la razón y a la luz de los valores y principios coherentes con la específica forma
de ser de la persona, de su libertad y de su derecho a decidir ante cualquier ataque que afecte
su cuerpo, defendiendo la premisa de que el hecho infligir dolor contra un ser humano de
forma gratuita y con consecuencias imborrables, no debe considerarse jamás como parte del
bagaje cultural de ningún pueblo, sino –en palabras de AMIRIAN y ZEIN- como “un síntoma
que refleja los déficit de los derechos de sus miembros”. (18)
NOTAS
[1] Término utilizado por la población musulmana en los países donde se practica (v. gr.
Sudán, Etiopía).
[2] Término que proviene de la lengua mandinga, la cual se habla de forma mayoritaria en
Gambia y está ampliamente difundida en Guinea Bissau, Sierra Leona, Malí y sur de Senegal.
[7] Los bambara, que habitan en Burkina Fasso, Gambia, Mali, Mauritania y Senegal, son
uno de los grupos más estudiados de África Occidental. Creen en la existencia de fuerzas
espirituales que dotan a los individuos de la capacidad de crear una atmósfera de armonía,
prosperidad y bienestar. También poseen una cosmología muy compleja. La iniciación se
practica en el seno de asociaciones de hombres más o menos activas según los pueblos: el
nâ´tomo; el komo, que rige la vida comunitaria; el nama; el kono, que regula las afrentas a la
moralidad.
[8] Los emberá chamí, es uno de los más de un centenar de pueblos indígenas reconocidos
por Colombia que habita principalmente en comunidades situadas en las cordilleras
occidental y central de los Andes colombianos, han vivido históricamente siguiendo los
modelos tradicionales y con su propia forma organizativa, marcada por la
cosmovisión jaibaná que garantiza actividades fundamentales de la vida, la salud, la
sociedad, la subsistencia y la continuidad de los ciclos de la naturaleza; actualmente su
población se encuentra en una grave situación de vulnerabilidad afectada por la pobreza, la
discriminación y la limitación de recursos.
[9] Somalia, junto con Egipto, lidera la clasificación mundial de mujeres sometidas a
mutilación genital, por delante de Etiopía, Nigeria e Indonesia, superando el 90% el número
de mujeres casadas con edades entre los 15 y 48 años que han sufrido esta práctica.
[10] La Conferencia Mundial Women Deliver, patrocinada por la OMS -durante el mes de
mayo de 2016 en Copenhague- presentó una guía ad hoc cuya finalidad era proveer a los
médicos de atención primaria, principalmente, de los mecanismos y estrategias para manejar
las necesidades específicas y las secuelas de una niña mutilada.
[11] La reforma penal, no solo tipifica este delito como autónomo –en tanto variante del delito
de lesiones-; sino que, además, excita al legislativo para modifique la Ley Orgánica del Poder
Judicial, lo que se materializará en la promulgación de la L.O. 3/2005 (concretamente el
artículo 23.4, apartado g) a fin de atribuir competencia jurisdiccional (consagra el principio
de universalidad o de justicia mundial, la extraterritorialidad penal) a los Tribunales españoles
para conocer de los delitos relativos a la mutilación genital femenina siempre y cuando los
responsables se encuentren en España (en la actualidad modificado por la L.O. 1/2014, de 13
de marzo).
[15] En este sentido JOHN HENDRA, Subsecretario General y Director Ejecutivo Adjunto
de ONU Mujeres, sostiene que la experiencia de ONU Mujeres en Burkina Faso, en Benín y
en otros países indica que mientras los esfuerzos por tipificar la mutilación genital como
delito son primordiales, tienen que estar respaldados por servicios para las víctimas, haciendo
participar a los que tienen influencia y apoyando las actividades comunitarias para cambiar
las normas sociales, y tomando medidas prácticas para llevar a los culpables ante la justicia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS