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Esclava mía, de Pablo Neruda

Esclava mía, témeme. Ámame. Esclava mía!

Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo,

y en él despunta mi alma como una estrella fría.

Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos.

Mi propio latigazo cae sobre mi vida.

Eres lo que está dentro de mí y está lejano.

Huyendo como un coro de nieblas perseguidas.

Junto a mí, pero dónde? Lejos, lo que está lejos.

Y lo que estando lejos bajo mis pies camina.

En los árboles del huerto


hay un ruiseñor:

Canta de noche y de día

canta a la luna y al sol.

Ronco de cantar

al huerto vendrá la niña

y una rosa cortará.

Entre las negras encinas

hay una fuente de piedra

y un cantarillo de barro

que nunca se llena.

Por el encinar

con una blanca ella

no volvera

Tristeza de amor

Nos juramos tanto amor

nos amamos tanto, tanto

que nunca superó el llanto,

el deseo que escapó.

Fuiste mi fe, yo tu rosa

y adornaba tu mirada,

con mis petalos de esposa

y nada nos perturbaba

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