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alcanzado una meta, un deseo o propósito que se haya propuesto. Para Aristóteles, la felicidad
estaba relacionada con el equilibrio y la armonía, y se conseguía mediante acciones
encaminadas a la autorrealización. Epicuro, por su parte, señalaba que la felicidad suponía la
satisfacción de los deseos y los placeres. Los estoicos, en cambio, consideraban que la felicidad
se alcanzaba dominando las pasiones y prescindiendo de las comodidades que impiden la
aceptación de una existencia determinada.
Las religiones teístas suelen coincidir en que la felicidad es un estado de paz que solo se
alcanza en la comunión con Dios. Los budistas, por su parte, afirman que la felicidad
únicamente se consigue a través de la liberación del sufrimiento y la superación del deseo, a lo
cual se accede mediante el entrenamiento mental. Para Sigmund Freud la felicidad es algo
utópico, pues considera que, para que sea posible, no podría depender del mundo real, donde
los individuos están expuestos constantemente a experiencias desagradables, como el fracaso
y la frustración y, en este sentido, sostiene que a lo máximo que podría aspirar un ser humano
es a una felicidad parcial.
El conocimiento puede contribuir a la felicidad humana porque nos hace más sabios de las
cosas, nos hace entender mejor el mundo y sus contradicciones y, como se ha concebido
desde siempre, el conocimiento es poder, pero no un poder para explotar o esclavizar al otro,
sino para liberar y fortalecer la condición humana. Todas las personas desean ser felices o por
lo menos, acercarse a ese ideal. Generalmente, también les preocupa la felicidad de los demás.
Y, aunque cada persona entiende la felicidad de manera particular, se podría decir que la
felicidad es aquella situación en la cual se siente que todo va conforme lo deseado.