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Jean-Pierre Miquel

¿Existen las técnicas actorales? Frecuentemente nos hacemos esta pregunta. Pero,
¿exactamente qué es lo que entendemos como técnicas? Hay técnicas de respiración,
de colocación vocal, de control del cuerpo, de dicción y de vocalización, de análisis de
texto...; y todo eso es susceptible de aprenderse.
Pero en  en occidente, donde la actuación no está definitivamente codificada, las
técnicas pueden corresponder a una estética, a un estilo que hay que encontrar e
imponer. Por tanto, las técnicas en sí no son sino bases de trabajo, puntos de partida
sobre los cuales desarrollar otras aproximaciones, con otros medios para realizar el
trabajo. Ganamos tiempo partiendo de esas bases, porque siempre servirán, directa o
indirectamente.
 
A fin de cuentas, la singularidad del trabajo actoral surge del hecho de que él es el
instrumento y el instrumentista. Por tanto cada actor tiene sus propias técnicas, que
corresponden a su propia personalidad. En la formación, habrá que encontrarlas y
ponerlas a punto. Es asombroso constatar como eso mismo puede diferir. Por ejemplo
en el plano de la concentración, de la preparación a interpretar; algunos tienen
necesidad de mucho tiempo, mientras que otros desencadenan el juego casi
instantáneamente. Circunstancias naturales.
 
La cuestión es que una buena técnica no reduce para nada la espontaneidad, ni la
famosa personalidad que el actor quiere desarrollar e imponer. Por supuesto, algunos
actores, sin ninguna singularidad, no son sino técnica, y aburren rápidamente. Pero no
hace falta hacer sofismas. Las técnicas ayudan a encontrar una verdadera creatividad
en la interpretación, eso es lo esencial. Y la técnica que consiste en saber respetar los
elementos concretos, materiales (lugares, tiempos, gestos precisos) no son para el
buen actor obstáculos para la interpretación, sino formas de encontrar otra libertad,
aquella que se ejerce en un límite necesario, y no es sinónimo de anarquía o del todo
es válido.
 
Una de las técnicas más importantes —aunque no sea siempre inmediatamente
visible, pero a la que el espectador siempre será a fin de cuentas sensible— es la
facultad de poder desplegar una cierta energía. La energía, es la forma teatral de la
generosidad indispensable, esa llama que guía, consume, impone y es absolutamente
personal.

 
Ariane Mnouchkine 
Interpretar es aprender a escalar una montaña. Hace falta coraje, paciencia, necesidad
de altura y unas buenas pantorrillas. El cuerpo debe de estar lo más libre posible, lo
más entrenado posible.
Le hace falta imaginación, una imaginación entrenada, y una inmensa necesidad de
superación.
Hay que creer en lo que uno encarna, en lo que el otro encarna, creer en su confusión,
en su fuerza, en su cólera, en su alegría, en su sensualidad, en su amor, en su odio.
Hay que creer en ello. Hay que trabajar para dejar pasar la imagen. Partir con una
obra, es partir a la aventura.
Busquen su pequeña música interior que ritma las acciones. Dejen que venga la
imaginación. Lo difícil es dejar hacer, haciendo. La imaginación es un músculo. Se
forma, se enriquece, se nutre. El actor es un receptáculo activo, esto no es una
contradicción, pero sí una dificultad. Debe ser cóncavo y convexo. Cóncavo para
recibir y convexo para proyectar.

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