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SEMINARIO MAYOR DE LA INMACULADA CONCEPSION

TRINIDAD

INFORME DE LECTURA
LIBRO: EL DIOS DE NUESTRA FE, DIOS UNO Y TRINO; CELAM
MAXIMINO AÑAS REYERO

LECCION PRIMERA

JAIRO ALBERTO GONZALEZ LARA


III AÑO ETAPA CONFIGURADORA

ALEXANDER AVELLANEDA PBRO.

GUIRARDOT CUNDINAMARCA ABRIL DE 2020


Lección Primera

LA PREGUNTA POR DIOS

Sumario

La pregunta por la existencia y el ser de Dios ha ocupado a los hombres en


todas las épocas de la historia. Es algo muy personal e insoslayable. Él creyente
pregunta desde su misma fe, para comprenderla y asimilarla más.

Sin embargo, la pregunta o el diálogo no son el último fin de la actividad del


creyente. Su fin es la contemplación y adoración del Dios en quien cree.

LA PREGUNTA POR DIOS


Hay preguntas que se han hecho y contestado muchas veces y, sin embargo,
vuelven a hacerse y contestarse como si fueran nuevas. El hombre siempre ha
preguntado por la existencia, el modo de ser y de actuar de un Ser superior.
Según su situación personal, existencial; según su situación intelectual, histórica y
cultural ha hecho las preguntas y ha dado las respuestas. Estas preguntas no han
perdido actualidad.
Quizás, para algunos, signifique una realidad fascinante, todopoderosa; para otros
algo horrendo, terrorífico; para otros, una pura fantasía de la mente humana.
Esta pregunta por qué o auién es Dios surge, evidentemente, en el indeciso, en el
que duda, en el que pasa por una crisis. Aquí la pregunta toma un angustioso
sentido: ¿Es posible que exista Dios cuando ocurren estas atrocidades? ¿Lo que
yo pensaba que era Dios existe realmente? ¿Es como yo lo pensaba y como me
dijeron que era? ¿No he vivido engañador

1.1. La pregunta del creyente


¿Es posible que la realice un creyente? ¿Qué razones pueden motivar a un
creyente a hacerse la pregunta por la existencia de Dios? ¿Se puede preguntar
alguien por la existencia de un Ser en el que dice creer? ¿No lo hará para
defender artificiosamente su fe?
El creyente necesita hacerse continuamente esta pregunta. Para eso no necesita
abandonar la fe. La fe pregunta porque quiere ser vivida, hecha carne y sangre.
Grandes creyentes se la han hecho.
El pueblo creyente que se manifiesta en el Salmo 27 se anima a sí mismo a
buscar continuamente "el rostro de Dios" y exclama como en un suspiro "sí, Señor,
tu rostro busco, no me ocultes tu rostro", convencido de que su oración será
atendida.

El auténtico punto de partida para conocer a Dios es creer en él. Pero esta misma
fe impulsa al creyente a entender lo que cree. Con la reflexión no desaparece la fe
ni se convierte en razón. Se muestra más y más la belleza de creer.

La fe, aunque se represente algunas veces con los ojos vendados, no es ciega y
mucho menos irracional^. "Deseé con la inteligencia comprender lo que vi", dice
San Agustín. Hay un conocimiento del corazón, un conocimiento afectivo. Y lo que
es más, hay un conocimiento inspirado por Dios, revelado. Dios se da a conocer al
hombre, de una manera que sólo a él le es propia.

La pregunta por Dios tiene una doble cara: es también, al mismo tiempo, una
pregunta por el mismo hombre. El creyente se encuentra siempre entre estos dos
polos: Dios y el hombre. Si pregunta por Dios es porque no puede concebir al
hombre sumergido en una desconcertante historia sin sentido, sin principio ni fin.
Cuando el hombre pregunta por sí mismo, cuando se hace la pregunta ¿quién es
el nombre?, ;por qué existe?, ¿cómo ha de vivir y hacerse?, ¿hacia dónde ha de
orientarse?, su respuesta no llega a tocar fondo si no incluye la pregunta por Dios.
Dos preguntas hay que el hombre no puede evitar: ¿Quién soy yo? y ¿quién es
Dios?.

La pregunta por Dios tiene en el hombre su centro, y en Jesucristo su respuesta.


Por esto mismo, porque en la pregunta por Dios esta incluido el hombre, es la
pregunta de las preguntas. No es una pregunta más.

A la larga "no se puede creer en Dios "porque sí", por una opción arbitraria,
caprichosa, infundada, tomada con conciencia de que igualmente podría uno
tomar la opción contraria. Creer ' porque sí" es en definitiva, creer en su propia fe,
y esto ya no es creer en Dios: es creer en sí mismo".
1.2. La pregunta del no creyente
¿Puede hacer esta pregunta el no creyente? Es claro que muchos hombres no
creyentes hablan y tratan de las cosas de Dios. Hay investigadores de la historia
de la religión, de la fenomenología de la religión, de la filosofía religiosa. Se
preguntan más que por Dios, por las ideas que el hombre, a lo largo de su historia,
se ha ido haciendo de lo que se llama Dios. Existe, sin embargo, el no-creyente en
búsqueda. Existen, sin duda, aquellos que no "apartan voluntariamente de su
corazón a Dios", los que no "soslayan las cuestiones religiosas", pero no pueden
aceptar a un Dios tal y como se les presenta15. De estos dice el Concilio Vaticano
II que "carecen de culpa"16. ¡Qué gran misterio y qué gran dolor! No pocas veces
se encuentran hombres y mujeres que desean creer, pero que no son capaces de
dar intelectual o afectivamente el paso a la fe y a la confesión de fe. La historia de
San Agustín se repite en nombres y mujeres de toda clase y condición.
¿Y el ateo positivo? El que mantiene que Dios no existe, no puede hablar de Dios.
Nadie puede hablar de quien no conoce, de quien afirma que no existe. "Puede
decir que aquello que los creyentes llaman Dios no lo es realmente, sino que es
sólo un fenómeno -quizá interesantísimo- de orden psicológico, social, cultural o
quien sabe qué"17.

1.3. La pregunta del teólogo


La pregunta por Dios es la pregunta del teólogo, del que se dedica al estudio de
Dios. Todo lo que trata la Teología lo trata bajo el punto de vista de Dios. Dios es
el objeto, o mejor, el sujeto de la teología. El que más ha'creído es el que más ha
preguntado; el que más ama, es quien más pregunta. ¿Quiénes son éstos sino los
teólogos santos?.

La Teología tiene por tarea la de hacer que la fe comprenda lo que cree. Está al
servicio de la fe. También es necesario reflexionar la fe, para ayudar a otros
creyentes a profundizar y plenificar su fe. Esta es la labor que realizan los
catequistas, los formadores y animadores de comunidades, los teólogos.

La fe y el diálogo
El creyente que pregunta por Dios sabe de los límites de su pregunta. Por eso
tiene una comprensión amplia y tranquila de la situación del ateo. Comprende las
razones que puede tener el que niega a Dios. El ateísmo, el nihilismo, el
agnosticismo y escepticismo son fenómenos de nuestro tiempo. El creyente ha de
entrar en contacto y en diálogo con los hombres implicados en estos fenómenos,
con amplitud de corazón y sin esa agresividad, que es signo de debilidad e
inseguridad. ¿No ha experimentado acaso el creyente las ficciones y el engaño?
¿Qué es el corazón del creyente sino un corazón humano?23.
El creyente ha de hacer un esfuerzo para mostrar, desde la misma realidad
humana, la posibilidad de iniciar un camino que lleve al reconocimiento de la
existencia de Dios y de algunas de sus cualidades.

La fe y el silencio de la adoración
El cristiano sencillo vive su fe, la mayor parte del tiempo, razonablemente, pero en
un silencio religioso. El silencio de la adoración, de la admiración, es muy
frecuente, cuando se llega a la playa cansado de bracear en el misterio insondable
de Dios. Existe un conocimiento íntimo, recóndito, gozoso y sosegado de Dios en
muchos cristianos sencillos.

TRABAJOS

4.1. Profundización Teológica

 Estudiar el tema del "cristianismo anónimo", "cristianos anónimos" o


"creyentes anónimos". Ver la diferencia que existe entre estas
expresiones.
ANTECEDENTE: El Vaticano Il afirmó sin reticencia una verdad a veces
eclipsada: la posible salvación de aquellos que no profesan la fe explícita en
Cristo: "Los que sin culpa propia ignoran el evangelio de Cristo y de su iglesia y,
sin embargo, buscan a Dios con sincero corazón y se esfuerzan, bajo la influencia
de la gracia en cumplir en sus obras la voluntad de Dios que conocen mediante la
voz de su conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna" (Lumen Gentium n. 16;
cfr Gaudium et Spes n. 22 45).

CRISTIANO ANÓNIMO
Puesto que el hombre es salvado en Cristo es cristiano; pero, porque aún no ha
llegado a la confesión consciente y querida de la fe, es un cristiano anónimo, es
decir, no puede identificarse como cristiano ante sus propios ojos ni ante la mirada
de la iglesia.
Cualquier persona que lucha por la justicia es un cristiano, aunque no
explícitamente.
CRISTIANISMO ANÓNIMO
Existe un cristianismo anónimo realmente relacionado con la concreción de la
historia de la salvación y, por lo tanto, con Jesucristo, formado por todos aquellos
que acogen incondicionalmente su propia existencia en obediencia al Dios de la
absoluta autocomunicación.

 Profundizar el tema de la "Teología negativa". ¿Qué significa? ¿Cuáles


son sus representantes más conocidos? ¿Qué papel juega en la
teología? ¿Puede coexistir con la teología positiva? Ayudarse de
diccionarios de teología.
TEOLOGÍA NEGATIVA
Apunta hacia un conocimiento místico de Dios, como único posible, y se distingue
de la vía más tradicional de la teología cristiana, que admite un conocimiento
racional por medio de la abstracción y de la analogía.

Siguiendo al neoplatónico Proclo, el Pseudo-Dionisio Areopagita distingue


una teología afirmativa y otra negativa. Mientras la teología afirmativa parte de los
efectos de Dios en la creación, le da nombres basados en ellos y le considera
como «Omninominado», la teología negativa asciende por el camino de la
negación hacia el Infinito e «Innominado» que se eleva sobre todo determinante
positivo y negativo. Llegada al término de este ascenso, se une con Él en la
obscuridad inefable de la experiencia mística. — La doctrina de la teología
negativa influyó grandemente en la teología y en la mística de la Edad Media.
Así, santo Tomás de Aquino reconoce también que acerca de Dios sabemos
mejor lo que no es que lo que es.

El Maestro Eckhart hizo considerable uso de esta doctrina para expresar, con


frecuencia de manera paradójica, la vivencia mística, supraconceptual, sirviéndose
asimismo de ella Nicolás de Cusa. El modo de pensar de la teología negativa
(aunque con otros nombres) dejóse sentir en la filosofía oriental más intensamente
que en Occidente. Tal ocurre cuando los sabios indios ponen por delante de
cualquier aserto sobre el Absoluto el conjuro de un «no es así», cuando los
budistas (Nagaryuna) o los filósofos chinos hablan del gran «vacío» o el
japonés Nishida proclama una filosofía de la nada. — La teología negativa presta
el servicio de aguzar nuestro sentido de la infinitud e incomprensibilidad divinas.
Sin embargo, no le es lícito impugnar la posibilidad de formular afirmaciones
positivas acerca de Dios si no quiere deslizarse hacia el agnosticismo.

La teología opuesta a un conocimiento racional de Dios y que sostiene que el


único conocimiento sobre Dios es el que se obtiene por vía de la negación de los
“nombres divinos”. Según Clemente de Alejandría (ca. 140/150-215), No
“conocemos lo que es, sino lo que no es” (Stromateis, V, 71,3). La expresión, sin
embargo, es de Dionisio Pseudo-Areopagita, o Pseudo-Dionisio, autor del
Corpus Dionysiacum, conjunto de obras redactadas entre finales del s. V y
comienzos del VI; en De divinis nominibus [Sobre los nombres de Dios] desarrolla
el concepto de la “teología negativa” (apophatiké theologia), a partir de dos ideas
fundamentales: la de “negación” (ouk) y la de “super” (hyper). Puesto que Dios es
esencialmente ininteligible, lo único que podemos comprender de él es la negación
del sentido de las perfecciones finitas, atribuyéndolas a un ser en grado
superlativo de perfección, no inteligible por la mente humana; Dios es, por eso,
“superininteligible” (hyperagnostos). La teología negativa apunta hacia un
conocimiento místico de Dios, como único posible, y se distingue de la vía más
tradicional de la teología cristiana, que admite un conocimiento racional por medio
de la abstracción y de la analogía.

Juan Escoto Eriúgena, en su obra Periphýseon, propugna también la misma vía


negativa del conocimiento de la naturaleza de Dios y sostiene que las
afirmaciones de la Sagrada Escritura al respecto no son sino metafóricas.

También Maimónides, uno de los principales representantes de la filosofía judía,


se muestra reacio a admitir algún conocimiento positivo de los atributos divinos, a
excepción de la definición aristotélica de Dios como “pensamiento del
pensamiento”.

 Distinguir entre varias formas de conocer que existen: Conocer


científicamente, por autoridad, conocer personalmente.
El conocimiento científico es apoyado por una suposición y su comprobación,
que siguió un método riguroso y que sus conclusiones son objetivas, esto es,
independientemente de la voluntad o subjetividad de las personas que participan
en el proceso de investigación. El conocimiento científico se apoya de la
investigación, analizar, buscar una explicación factible, reconocer y recorrer un
camino para llegar a largas conclusiones.
Conocimiento intuitivo: A este conocimiento en ocasiones se le da poca
importancia cuando se compara con la ciencia, sin embargo; se debe considerar
que a través del conocimiento intuitivo se resuelve la mayor parte de los
problemas, obstáculos o circunstancias.
Conocimiento Religioso: Parte de este tipo de conocimiento permite explicar los
sucesos de la vida para ordenar, armonizar y actuar en el mundo desde una visión
sagrada y de confianza.

 Consulta en un diccionario de espiritualidad temas que hayan salido


en las páginas leídas. Por ejemplo: Silencio, Purificación.
El silencio: Es una herramienta que nos ayuda a subir los peldaños de nuestra
competencia espiritual.

Una buena herramienta. Su finalidad es ayudar a asomarnos al lugar de la


experiencia espiritual, representado en el dibujo por la puerta abierta al cielo y al
sol.
La herramienta del silencio nos entrena para:
1.- Aprender a desaprender: Solemos rodearnos de seguridades y certezas. La
vida personal está repleta de rutinas. Algunas son facilitadoras para el crecimiento,
otras impiden nuestro progreso. Es más, alguna rutinas que fueron positivas en
cierto momento, pueden ahora voverse un impedimento.
2.- Transcender: Se trata de no estar disparando contra el suelo. Podemos
quedarnos en modo superficial, trivial… preocupados en un sinfín de tonterías… El
silencio quizá nos vacuna, nos impide… volar a ras de suelo. Toda experiencia
espiritual nos eleva el punto de mira. No para olvidar que somos de barro, y
tampoco para no querer pisar con los pies en el suelo… El silencio nos hace pasar
la frontera de lo inmanente a lo transcendente.
3.- Escuchar: José Mª Olaizola explicaba que el silencio es el espacio que
dejamos entre el yo y el nosotros, entre el yo y los otros, entre el yo y yo mismo, y
entre el yo y Dios. Este espacio que dejamos hace que el otro, Dios, la realidad…
pueda ser.
4.- Crear: En el silencio acabamos tarde o temprano por descubrir que nuestra
aljaba guardaba más flechas de las que creíamos. Tenemos más talentos de los
que normalmente ponemos en práctica. El silencio nos obliga a salir de lo
convencional, prefabricado y precocinado… entramos en sintonía con la
creatividad de Dios (que por cierto, también guarda silencio -más adelante lo
explicaremos-).
5.- Amar: el silencio deja sitio al amor. Las personas tendemos a llenar nuestra
vida… de lo que sea. Delante de las personas nos convertimos en el centro…
avasallamos al otro, marcamos territorio, desplegamos nuestras seguridades. Y el
silencio permite autolimitarnos, rebajarnos a servir, a “lavar los pies”. Vaciarse de
sí, para dejar sitio al otro. Dejar de ser el primero para ser el último. Esto mismo
hace nuestro Dios: abajarse a la condición de esclavo… para que todo ser
humano pueda hacerse divino. El silencio desmonta nuestra mente
racionalizadora, y nos ciñe una toalla para servir. El silencio es la locura del amor
de Dios, que se deja matar en la cruz.
Purificacio espiritual: Santa Teresa Benedicta de la Cruz –Edith Stein- nos
asegura que cuanto más alto es el grado de unión con Dios, al que Dios quiere
elevar las almas, tanto más profunda y duradera debe de ser la purificación. Y en
esta purificación, que Dios le proporciona al alma que desea unirse a Él, su amor
nos destruye todo lo que es más querido por nosotros: valiéndose de la muerte, de
la enfermedad, de la pobreza, del odio, de la discordia, de la calumnia, del
escándalo, de la mentira de la pérdida del honor…etc.

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