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En 1990, después del asesinato de Luis Carlos Galán, César Gaviria

toma las banderas de la colectividad y es elegido Presidente de la


República para el periodo 1990-1994. En este tiempo se evidencia un
periodo de expansión de la guerrilla acorde con sus mayores ingresos
financieros, provenientes del sector ilegal y más próspero del país: la
coca. Esto en forma adicional a los dineros recibidos del recaudo entre
ganaderos y empresarios. La violencia aumentó no solo por el
enfrentamiento entre el Estado y los grupos guerrilleros, sino por la
guerra contra las drogas.
La economía colombiana se ha visto afectada por el cultivo,
procesamiento y tráfico de drogas ilícitas. Aunque no existen registros
exactos de las repercusiones del narcotráfico en el país, precisamente
por su carácter de ilegalidad, algunas fuentes afirman que el ingreso
anual neto de divisas producto de esta actividad oscila entre el 3.5 y el
6.5% del PIB. Sin embargo, la estructura desigual de la sociedad
colombiana fue el caldo de cultivo que permitió que el narcotráfico fuera
una opción de modernización y una fuente de ingresos para personas de
estratos bajos. Algunos estudios demuestran que la concentración de la
pobreza tiene un rol central en la relación entre fuerza de trabajo y
crimen. Este hecho provee las bases para comprender cómo las
economías de drogas ilícitas se han desarrollado en las áreas más
deprimidas y vulnerables en términos socioeconómicos en la población.
De igual manera, algunos autores sugieren que los niveles de violencia y
conflicto social son consecuencia del impacto negativo de los valores del
neoliberalismo en la sociedad.
En este periodo, el cartel de Medellín inicia su periodo de consolidación y
ofrece una alternativa de progreso social y económico que es percibida
por la población como una oportunidad válida y legítima de
enriquecimiento. No en vano, Medellín fue la ciudad que reportó las
tasas de homicidio más altas durante la década de los 90. En efecto, el
narcotráfico estimuló comportamientos nocivos en la sociedad como el
enriquecimiento fácil y los consumos suntuarios. El poder corruptor del
dinero y la presencia de una cultura materialista que impulsa el éxito en
términos económicos y de adquisición de bienes, se convirtió en un
incentivo para el ingreso de jóvenes a las bandas delincuenciales.
La participación social y política de las mujeres en condiciones de
igualdad ha sido reconocida como una condición para que se tengan en
cuenta sus intereses y un requisito para la democracia, el desarrollo y la
paz. La persistencia de prácticas culturales y políticas que refuerzan y
reproducen posiciones de poder que excluyen y subordinan a las
mujeres ha sido un obstáculo estructural que limita este derecho
reconocido explícitamente en la Constitución nacional y en diversos
instrumentos internacionales. No obstante esta situación, las mujeres
han desarrollado formas de participación social y política propias, en
torno a procesos comunitarios que buscan mejorar las condiciones
socioeconómicas, así como las relaciones y la cohesión social de sus
comunidades; en muchas ocasiones, esto implica la extensión de sus
roles domésticos en los que la preocupación por el bienestar de los más
cercanos guía su quehacer. En procesos locales, en los cuales la
autogestión ha sido fundamental para el desarrollo socioeconómico de
las comunidades, esta forma de hacer política conlleva relaciones de
solidaridad y confianza que poco a poco se valoran como una alternativa
política ante el desencanto de las prácticas tradicionales en las cuales
los hombres han sido los actores mayoritarios. Estas formas de
participación femenina, que han sido invisibles por mucho tiempo en
Colombia, se han convertido en actividades de riesgo, exponiendo a las
mujeres a múltiples violaciones a los derechos humanos e infracciones al
derecho internacional humanitario por parte de los actores armados.

Las distintas violaciones de los DD.HH y del D.I.H se originan en el


marco de la violencia estructural en contra de niñas y mujeres, se
encuadran como: la violencia sexual, la prostitución, la esclavitud, la
tortura, los tratos crueles y degradantes, las humillaciones, las
mutilaciones, privación a la libertad, desigualdad, desplazamiento
forzado, discriminación, lo que genera pocas garantías para la vida, asi
como la falta de oportunidades para llevar una vida digna, es limitado el
acceso a la salud, a la educación básica, lo que provoca las
desapariciones forzadas y lo anterior tiene su génesis en una marcada
pobreza, como el resultado de un sistema excluyente. Con lo anterior el
objetivo es identificar el Feminicidio, como el escenario máximo de la
violación de los derechos de las niñas y mujeres con los estándares de
protección de carácter convencional y extra convencional a nivel
internacional, e identificando las situaciones de vulnerabilidad del
género femenino como víctimas directas e indirectas en el marco de la
violación sistemática de Derechos Humanos (Feminicidio). El siguiente
documento visualiza el juego de roles y la dominación del sexo
masculino frente a el femenino en el marco de un Estado de tradición
patriarcal, basándonos en casos históricos (violencia contra las
mujeres), identificados en diversos tipos de violencia en contra de las
mujeres como es la violencia sexual, las lesiones personales, las
lesiones de índole psicológico así como, el homicidio, entre otros.

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