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(Pág. 66)
Sí, la lujuria. Había algo de... femenino, por lo tanto, de diabólico, en el joven que
murió. Tenía ojos de muchachas que busca el comercio con un incubo. Pero
también te he hablado de la soberbia, la soberbia de la mente, en este monasterio
consagrado al orgullo de la palabra, a la ilusión del saber.
Sin duda, Adso, has pecado, no sólo contra el mandamiento que se obliga a no
fornicar, sino también contra tu deber es de novicio. En tu descargo obra la
circunstancia de que te has visto en aquellas situaciones en las que hasta un
padre del desierto se habría condenado. Y sobre la mujer como fuente de
tentación ya han hablado bastante las escrituras.
Cuarto día. Noche (Pág. 331)
(…) si la miras y sientes deseo, entonces, por eso mismo, es una bruja. Vigila, hijo
mío... La belleza del cuerpo sólo existe en la piel. Si los hombres viesen lo que hay
debajo de la piel, como sucede en el caso del lince de Beocia, se estremecerían
de horror al contemplar a la mujer. Toda esa gracia consiste en mucosidades y en
sangre, en humores y en bilis. Si pensares en lo que se esconde en la nariz, en la
garganta y en el vientre, sólo encontraría suciedad. Si te repugna tocar el moco o
el estiércol con la punta del dedo ¿Cómo podrías querer estrechar entre tus
brazos el saco que contiene todos excrementos?
Solo últimamente (Según los comentarios confusos que llegaron a mis oídos) su
situación en la corte se había vuelto precaria y había tenido que alejarse de
Avignon, donde el papa había dado orden de perseguir a aquel hombre indomable
como hereje que permundum dicurrit vagabundus. Se decía que habían perdido su
rastro, aquella tarde, al escuchar el dialogo entre Guillermo y el abad, supe que
estaba oculto en esta abadía. Y ahora lo tenía frente a mí.
_ Guillermo Estaba diciendo_, tuve que huir en plena noche, porque, como sabes,
estaban a punto de matarme.
(Pág. 292)
Hay algo que tendrías que aprender _le estaba diciendo Guillermo_ a no confiar
en sus juramentos, pues siempre se las ingenia para respetar la letra y violar el
contenido
_Todos saben _ decía Ubertino _ lo que sucedió cuando fue elegido
_yo no hablaría de elección, sino de imposición, intervino un comensal al que
luego lo llamaron Hugo Newcastle. Y cuyo acento era muy parecido de mi
maestro. Por de pronto, ya la muerte de Clemente V, no ha estado nunca muy
clara. El rey nunca le había perdonado que hubiera prometido un proceso póstumo
contra Bonifacio VIII y que después hubiese hecho cualquier cosa para no
condenar a su predecesor. Nadie sabe bien cómo murió Carpentras, el hecho es
que cuando los cardenales celebraron allí su cónclave no designaron nuevo papa
porque (y con razón) la discusión versó sobre si la sede debía estar en Aviñón o
en Roma. No sé bien qué sucedió en aquellos días, una masacre, papa muerto y
sus servidores horriblemente asesinados, el Palacio en llamas, los cardenales
apelando al rey, éste diciendo que nunca había querido que el papa abandonase
Roma, que tuvieran paciencia e hiciesen una buena elección, después de la
muerte de “Felipe el hermoso” también Dios sabe cómo.
,
d) Tratamiento del espacio: espacios simbólicos: el laberinto, las puertas y los
espejos.
_ ¿Esos son los monjes muertos que vigilan, y no los que recorren de
noche con una luz la biblioteca?
_ ¿Con una luz? _ el viejo pareció asombrado_ Nunca oí hablar de eso. Los
monjes muertos están en el osario, los huesos bajan poco a poco desde el
cementerio y se reúnen allí para vigilar el pasadizo ¿Nunca viste el altar de
la capilla por el que se llega al osario?
_ Es la tercera de la izquierda, después del transepto, ¿verdad?
_ ¿La tercera? Puede ser. Es la que tiene la piedra del altar esculpida con
mil esqueletos. La cuarta calavera de la derecha; le hundes los ojos… y
estas en el osario. Pero no vamos. Yo nunca he ido. El abad no quiere
Salir, dijo Guillermo. Como si fuese fácil. sabíamos que a la biblioteca solo
se podía llegar por un torreón, el oriental. Pero ¿ dónde estábamos en
aquel momento? Habíamos perdido totalmente la orientación. Mientras
deambulábamos temiendo no poder salir nunca de allí, yo tambaleándome
aun y a punto de vomitar, Guillermo bastante preocupado por mi y enfadado
consigo mismo por la insuficiencia de sus conocimientos, tuvimos, mejor
dicho, tuvo él, una idea para el día siguiente. Suponiendo que lográsemos
salir, deberíamos regresar a la biblioteca con un tizón de madera quemada
o con una sustancia apta para marcar signos en las paredes.
(Pág. 185)