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“El Nombre de la Rosa” de Umberto Eco

Rastrear y fundamentar textualmente las siguientes cuestiones:


a) La concepción teocéntrica del sujeto medieval:
El teocentrismo  afirmaba que Dios era el centro del universo y lo regia todo,
incluso las actividades humanas. Así el orden social era visto como si fuera una
voluntad divina.
El cristianismo estaba muy arraigado y la fe predominaba por encima de la razón,
por este motivo se la utilizaba para la dominación de las masas.
El hombre medieval, era un hombre temeroso de Dios, y a través de la palabra de
los predicadores se le infundía terror, fervor y respeto, con solo describir el
infierno que les esperaba a los pecadores.

Segundo día; Prima (Pág. 122)


 
(…)Nunca, como en estos últimos años, los predicadores han ofrecido al pueblo,
para estimular su piedad y su terror (así como su fervor y su respeto por la ley
humana y divina), palabras tan truculentas, tan perturbadoras y tan macabras.
Nunca como nuestros días se han alzado, en medio de las procesiones de
flagelantes, alabanzas más intensas, inspiradas en los dolores de Cristo y de la
Virgen; nunca como hoy se ha insistido en excitar la fe de los simples
describiéndoles las penas del infierno. 

Séptimo día. Noche (Pág. 475)


Basta con que el gesto no se transforme en designio, con que esa lengua vulgar
no encuentre una traducción latina. La risa libera al aldeano del miedo al diablo,
porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto y, por lo
tanto, controlable (...)
La risa distrae, por algunos instantes al aldeano del miedo. Pero la ley se impone
a través del miedo, cuyo verdadero nombre es el temor de Dios. Y de este libro
podría saltar la chispa luciferina que encendería un nuevo incendio en todo el
mundo; y la risa sería el nuevo arte, ignorado incluso por Prometeo, capaz de
aniquilar el miedo. Al aldeano que ríe, mientras, no le importa morir. Pero después
concluida su licencia la liturgia vuelve a imponerle, según el designio divino, el
miedo a la muerte.

b) Imágenes y discursos en torno a la mujer:


Los integrantes del monasterio ven a la mujer como una fuente de
tentación, alguien que se apodera de la preciosa alma del hombre e incluso
ha arruinado a los más fuertes. Solo sienten admiración por unas pocas
damas impolutas, las cuales nunca han pecado, y por supuesto por la
Virgen

Primer día. Sexta (Pág. 62)

Yo acababa de curarme de mis males gracias a la intercesión de aquella mujer


maravillosa…Chiara de Montefalco... Murmuró con el rostro iluminado, Chiara...
Cuando la naturaleza femenina, naturalmente tan perversa, se sublima en la
santidad, entonces acierta a convertirse en el más elevado vehículo de la gracia.
Tú sabes hasta qué punto mi vida ha estado inspirada por la más pura castidad
Guillermo - mientras, lo cogía compulsivamente de un brazo-, tú sabes con qué...
feroz, si esa es la palabra, con qué feroz sed de penitencia he tratado de modificar
en mí los latidos de la carne para volverme totalmente transparente al amor de
Jesús Crucificado. Sin embargo, habido en mi vida tres mujeres que han sido tres
mensajeros celestes para mí, Ángela da Foligno, Margherita da Citta (qué mi
anticipó el final de mi libro cuando sólo tenía escrito un tercio.) y por último Chiara
de Montefalco. Fue un premio del cielo el que yo, precisamente yo, debiste
investigar sus Milagros y proclamar su santidad a las muchedumbres, antes de
que la santa madre iglesia se moviese. Y tú estabas allí Guillermo, y pudiste
haberme ayudado en aquella Santa empresa y no quisiste.

(Pág. 66)

Sí, la lujuria. Había algo de... femenino, por lo tanto, de diabólico, en el joven que
murió. Tenía ojos de muchachas que busca el comercio con un incubo. Pero
también te he hablado de la soberbia, la soberbia de la mente, en este monasterio
consagrado al orgullo de la palabra, a la ilusión del saber.

Tercer día. Noche (Pág. 253)

Sin duda, Adso, has pecado, no sólo contra el mandamiento que se obliga a no
fornicar, sino también contra tu deber es de novicio. En tu descargo obra la
circunstancia de que te has visto en aquellas situaciones en las que hasta un
padre del desierto se habría condenado. Y sobre la mujer como fuente de
tentación ya han hablado bastante las escrituras.
Cuarto día. Noche (Pág. 331) 
(…) si la miras y sientes deseo, entonces, por eso mismo, es una bruja. Vigila, hijo
mío... La belleza del cuerpo sólo existe en la piel. Si los hombres viesen lo que hay
debajo de la piel, como sucede en el caso del lince de Beocia, se estremecerían
de horror al contemplar a la mujer. Toda esa gracia consiste en mucosidades y en
sangre, en humores y en bilis. Si pensares en lo que se esconde en la nariz, en la
garganta y en el vientre, sólo encontraría suciedad. Si te repugna tocar el moco o
el estiércol con la punta del dedo ¿Cómo podrías querer estrechar entre tus
brazos el saco que contiene todos excrementos? 

c) Las tramas, conflictos y escenarios del poder:


A la abadía en la que tienen lugar los hechos, está programado un encuentro de
amplia repercusión política y religiosa entre dos delegaciones: la de los
franciscanos, muchos de ellos simpatizantes de la facción de los fraticelli o
espirituales y la de los dominicos, defensores del papa con sede en Aviñón. Se
trata de un conflicto político (lucha Pontificado-Imperio) y religiosa (lucha por la
pureza, es decir, pobreza primitiva de la Iglesia y de las órdenes religiosas).
También se puede observar el poder de los inquisidores de juzgar a todo aquel
considerado hereje

Primer día. Sexta (Pág. 59)

Solo últimamente (Según los comentarios confusos que llegaron a mis oídos) su
situación en la corte se había vuelto precaria y había tenido que alejarse de
Avignon, donde el papa había dado orden de perseguir a aquel hombre indomable
como hereje que permundum dicurrit vagabundus. Se decía que habían perdido su
rastro, aquella tarde, al escuchar el dialogo entre Guillermo y el abad, supe que
estaba oculto en esta abadía. Y ahora lo tenía frente a mí.
_ Guillermo Estaba diciendo_, tuve que huir en plena noche, porque, como sabes,
estaban a punto de matarme.

Cuarto día. Sexta(Pág.290)

Michelle debía ser un hombre muy extraño: ardiente de pasión franciscana (a


veces su gesto y el tono de su voz eran como los de Ubertino en los momentos de
rapto místico), muy humano y jovial en su carácter terrestre de hombre de la
Romania, capaz, como tal de preciar la buena mesa, y feliz de reunirse con los
amigos: sutil y evasivo, capaz de volverse de golpe hábil y astuto como un zorro,
simulador como un topo cuando se rozaban problemas vinculados con las
relaciones de los poderosos, capaz de estallar en carcajadas, de crear tensiones
fortísimas, de guardar elocuentes silencios(…)
Debía contentar al papa, al imperio, a los frailes de visa pobre, y, sin duda también
a San Francisco que lo vigilaba desde el cielo y al pueblo cristiano que lo vigilaba
desde la tierra, cuando juan condeno a todos los espirituales acusándolos de
herejía, Michelle no dudo en entregarle a cinco de los más tercos frailes de
Provenza, dejando que el pontífice los enviase a la hoguera.

(Pág. 292)

Hay algo que tendrías que aprender _le estaba diciendo Guillermo_ a no confiar
en sus juramentos, pues siempre se las ingenia para respetar la letra y violar el
contenido
_Todos saben _ decía Ubertino _ lo que sucedió cuando fue elegido
_yo no hablaría de elección, sino de imposición, intervino un comensal al que
luego lo llamaron Hugo Newcastle. Y cuyo acento era muy parecido de mi
maestro. Por de pronto, ya la muerte de Clemente V, no ha estado nunca muy
clara. El rey nunca le había perdonado que hubiera prometido un proceso póstumo
contra Bonifacio VIII y que después hubiese hecho cualquier cosa para no
condenar a su predecesor. Nadie sabe bien cómo murió Carpentras, el hecho es
que cuando los cardenales celebraron allí su cónclave no designaron nuevo papa
porque (y con razón) la discusión versó sobre si la sede debía estar en Aviñón o
en Roma. No sé bien qué sucedió en aquellos días, una masacre, papa muerto y
sus servidores horriblemente asesinados, el Palacio en llamas, los cardenales
apelando al rey, éste diciendo que nunca había querido que el papa abandonase
Roma, que tuvieran paciencia e hiciesen una buena elección, después de la
muerte de “Felipe el hermoso” también Dios sabe cómo.

Quino día. Nona (Pág. 368)

Bernardo Gui se situó en el centro de la gran mesa de nogal en la sala capitular.


Junto a él, un dominico desempeñaba las funciones de notario; a izquierda y
derecha, dos prelados de la legación pontificia, hacían de jueces. El cillerero
estaba de pie ante la mesa, entre dos arqueros.
El abad se volvió hacia Guillermo para decirle por lo bajo:
_No sé si el procedimiento es legítimo. El cano XXXVII del concilio de Letrán de
1215, establece que no se puede instar a nadie a comparecer ante jueces cuya
sede se encuentre a más de dos días de marcha del domicilio del inculpado. En
este caso quizás la situación no sea esa, porque es el juez quien viene de lejos.
Pero…
_El inquisidor no está sometido a la jurisdicción regular _ dijo Guillermo_ y no está
obligado a respetar las normas del derecho común. Goza de un privilegio especial,
y ni siquiera debe escuchar a los abogados.

,
d) Tratamiento del espacio: espacios simbólicos: el laberinto, las puertas y los
espejos.

La biblioteca de la abadía, lugar simbólico, representa el mayor misterio ya que se


trata de un laberinto, con puertas secretas, espejos engañosos y libros prohibidos,
un lugar mítico al que solo accede el bibliotecario y su ayudante. Desde un
principio se destaca la importancia que tiene, ya sea por la cantidad y variedad de
manuscritos que guarda en ella. Se podría considerar como un testimonio de la
verdad y el error, es decir, representa el saber total. Está vedada incluso para los
monjes que han entregado su vida a la lectura y escritura, pero esta prohibición
solo ejerce una fuerte atracción hacia ella.

Segundo día. Noche (pág. 174)

(...) Adelantando la lámpara, me lancé hacia las siguientes habitaciones. Un


gigante de proporciones amenazadoras, y cuyo cuerpo ondeante y fluido
parecía el de un fantasma, salió a mí encuentro.
_ ¡Un diablo! grité, y poco faltó para que se me cayese la lámpara, mientras
corría a refugiarme en los brazos de Guillermo. 
Este cogió la lámpara y haciéndome a un lado avanzó con una
determinación que me pareció sublime. También el vio algo por qué se
detuvo bruscamente. Después volvió a asomarse y alzó la lámpara. 
Se echó a reír
_realmente ingenioso ¡un espejo! 

Segundo día. Después de vísperas. (Pág. 160)

_ ¿Esos son los monjes muertos que vigilan, y no los que recorren de
noche con una luz la biblioteca?
_ ¿Con una luz? _ el viejo pareció asombrado_ Nunca oí hablar de eso. Los
monjes muertos están en el osario, los huesos bajan poco a poco desde el
cementerio y se reúnen allí para vigilar el pasadizo ¿Nunca viste el altar de
la capilla por el que se llega al osario?
_ Es la tercera de la izquierda, después del transepto, ¿verdad?
_ ¿La tercera? Puede ser. Es la que tiene la piedra del altar esculpida con
mil esqueletos. La cuarta calavera de la derecha; le hundes los ojos… y
estas en el osario. Pero no vamos. Yo nunca he ido. El abad no quiere

Segundo día. Noche (Pág. 177)

Salir, dijo Guillermo. Como si fuese fácil. sabíamos que a la biblioteca solo
se podía llegar por un torreón, el oriental. Pero ¿ dónde estábamos en
aquel momento? Habíamos perdido totalmente la orientación. Mientras
deambulábamos temiendo no poder salir nunca de allí, yo tambaleándome
aun y a punto de vomitar, Guillermo bastante preocupado por mi y enfadado
consigo mismo por la insuficiencia de sus conocimientos, tuvimos, mejor
dicho, tuvo él, una idea para el día siguiente. Suponiendo que lográsemos
salir, deberíamos regresar a la biblioteca con un tizón de madera quemada
o con una sustancia apta para marcar signos en las paredes.

Sexto día. Después de Completas (Pág. 458)

(…)Sus dedos estaban tocando la Q de quatuor y yo, que me encontraba


unos pasos más atrás, veía mejor que él lo que estaba haciendo. Como ya
he dicho, las letras de los versículos parecían talladas o grabadas en la
pared:
Era evidente que las de la palabra quatuor estaban hechas con perfiles de
metal, detrás de los cuales estaba encajado y empotrado un mecanismo
prodigioso. Porque cuando tiró de la Q, se oyó un golpe seco y lo mismo
sucedió cuando tiro de la R.
Se sacudió todo el marco del espejo y la placa de vidrio salto hacia adentro.
El espejo era una puerta, cuyo gozne estaban a la izquierda. Guillermo
metió la mano en la abertura que había quedado entre el borde derecho y la
pared, y tiro hacia sí.
Chirriando, la puerta se abrió hacia nosotros. Guillermo entro por la
abertura, y yo me deslice tras él, alzando la lámpara `por encima de mi
cabeza.
Dos horas después de completas al final del sexto día, en mitad de la noche
en que se iniciaba el séptimo día, habíamos penetrado en el Finís Africae
e) El libro como objeto cultural e ideológico:
Durante la Edad Media la escritura era un arte muy difícil y ejercido por
pocas personas. Por este motivo el libro era un objeto sagrado al que se lo
encuadernaba lujosamente y se lo ilustraba.
En esta abadía la biblioteca era un sitio misterioso y de difícil acceso,
defendida por puertas secretas, hierbas alucinógenas y espejos.
Todos sus secretos, desde su estructura hasta los libros de autores infieles
eran conocidos solo por el bibliotecario, quien solo se lo transmitía a su
sucesor.

Segundo día. Nona (Pág. 141)


_ Acaso no hay momentos_ preguntó Guillermo_ en lo que estarías dispuesto
hacer incluso cosas reprobables poder a tener en nuestras manos los libros que
buscas desde hace años?

Tercer día. Tercia (Pag184)

Me impresionó la calma y serenidad con la que estaban entregados a sus tareas,


como si no hubiese desaparecido uno de sus hermanos y no lo estuvieran
buscando afanosamente por todo el recinto y como si ya no hubiesen muerto otros
dos en circunstancias espantosas. Aquí se ve_ dije para mí_ la grandeza de
nuestra orden, durante siglos y siglos, hombres como éstos han asistido a la
irrupción de los bárbaros, al saqueo de sus abadías, han visto precipitarse reinos
en vórtice de fuego y sin embargo han seguido ocupándose con amor de sus
pergaminos y sus tintas; y han seguido leyendo en voz baja unas palabras
transmitidas a través de los siglos y que ellos transmitirán a los siglos venideros.
Si habían seguido leyendo y copiando cuando se acercaba El Milenio, ¿Por qué
dejarían de hacerlo ahora?

(Pág. 185)

La abadía donde me encontraba era, quizás la última capaz de alardear por


excelencia en la producción y reproducción del saber, pero precisamente por eso
sus monjes ya no se conformaban con la santa actividad de copiado, también ellos
movidos por la avidez de novedades, querían producir nuevos complementos de la
naturaleza. No se daban cuenta_ entonces lo intuí confusamente_, y ahora,
cargado ya de años y experiencia, _lo sé con seguridad_ De que al obrar de ese
modo estaban decretando la rutina de lo que constituía su propia excelencia.
Porque si el nuevo saber que querían producir llegaba atravesar libremente
aquella muralla, con ella desaparecía toda diferencia entre ese lugar sagrado y
una escuela catedrática o una universidad ciudadana.

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