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RESUMEN CAPÍTULO 4 CAPANO: EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS

Tiempo y espacio en El desierto de los tártaros

Para algunos, el relato buzzatiano significa una premonición de la guerra, cuya consecuencia inmediata es que el
hombre experimente su finitud y sienta más próximo el paso del tiempo. La vida de Giovanni Drogo, el protagonista,
puede ser interpretada como una alegoría del hombre moderno, que tiene conciencia del fluir temporal, que está
condenado a morir y experimenta está situación como angustia. Todo ello, en un clima de agobiante incertidumbre
y en un paisaje metafísico: el desierto.

Está novela es la historia de un ser en el tiempo y puede ser vista también como una historia moral, pues el
protagonista carga con su condición existencial. Si materia narrativa conlleva cierto sentido de misterio y de angustia,
elementos inmanentes de la realidad que se compenetran con la conciencia contemporánea.

La significación espacial

El protagonista del libro se mueve entre dos espacios antagónicos: uno real, la casa materna, la ciudad, y otro que, si
bien se presenta físicamente como real, es metafórico: la Fortaleza Bastiani y el desierto del Norte.

La ciudad. La casa materna: el narrador no especifica de qué ciudad se trata. Este rasgo indefinido provoca en el
lector una sensación de alejamiento de la realidad y marca, desde el comienzo de la novela, el clima de ambigüedad
que se observa a lo largo del relato.

Al comienzo, cuando la abandona por primera vez, Drogo observa con ternura y afecto a su casa. En otro plano
interpretativo, el cuarto, por su carácter cerrado y oscuro, simboliza el útero materno que es abandonado por el
protagonista para emprender el camino de la vida. En el comienzo de la narración, la casa es un espacio de consuelo,
una especie de zona de protección. Estos sentimientos se van modificando.

El rechazo a la ciudad se observa cuando, después de su segunda visita, el lugar le resulta extraño. Se ha desarraigado
completamente, pues siente que no pertenece a ese mundo, que su destino está en la Fortaleza.

Drogo termina rechazando la mentalidad vulgar, el conformismo burgués, la vida monótona y sin matices de la ciudad.
Elige la Fortaleza y la ilusoria esperanza de un destino de gloria.

La Fortaleza Bastiani. El desierto: no se precisa el lugar donde se encuentra la Fortaleza Bastiani (que recuerda a
bastione, baluarte, lugar fortificado). Su ubicación geográfica es totalmente indeterminada. Es una especie de
“espacio vacío”. Cuando Drogo se encamina por vez primera allí, no conoce con exactitud a qué distancia está y nadie
puede darle una información concreta sobre el lugar. La falta de previsión va creando una atmósfera atemporal y de
misterio.

El narrador describe un paisaje que tiene algo de fantasmal y misterioso. La descripción de trabaja con tonalidades
que traducen ambivalencia, angustia e inquietud. Una de las ganas más frecuentes en la novela es la del amarillo.

La Fortaleza y el desierto funcionan como símbolo de la Tierra Prometida, como la búsqueda de la esencia de la vida
y del destino final. El espacio desolado que se extiende a partir de ella connota lo enigmático y lo fabuloso.

Todo en esta novela es elusivo. El sentido mágico se acrecienta, y se le otorga a la Fortaleza un carácter lejano,
atemporal, ignoto. La Fortaleza, lugar de la espera infructuosa, simboliza para Drogo el omphalos a través del cual
espera realizar su destino heroico.

Cuando se menciona a la Fortaleza se lo hace como lassú (allá arriba), mientras que para la ciudad se emplea laggiú
(allá abajo). Arriba indica un destino de grandeza, al que Drogo aspira. Abajo, un destino vil, llano, simple. La fortaleza
se une a un destino heroico, la ciudad se asocia a lo chato y trivial de la vida.

Los desplazamientos del héroe

Giovanni Drogo abandona a los veintiún años su lugar de origen para ir a la Fortaleza Bastiani. De allí desciende tres
veces a la ciudad.
En el primer descenso, Drogo primero siente felicidad por regresar. Pero esta súbita felicidad pronto se transforma
en tristeza. Comienza a sentir una vaga sensación que lo distancia de sus amigos y de las antiguas costumbres de la
urbe. Se siente solo en un lugar que ya no le pertenece. Otra realidad, la de la Fortaleza, lo espera.

Cuando regresa a Bastiani no hay en él ninguna pesadumbre. Hay aceptación de su destino y renuncia a su vida
ciudadana. Ha realizado ya su elección. Rechaza la vida anterior y asume con valentía y entrega la nueva vida que ha
elegido.

Después del segundo descenso a la ciudad, da definitivamente la espalda a la vida urbana. Progresivamente toma
conciencia de que va perdiendo la Juventus y, con ella, su destreza y su vitalidad.

El tiempo del relato

La historia de Drogo se narra en forma cronológica. Comienza con su viaje hacia la fortaleza y concluye con la muerte
del protagonista.

La novela reconoce un tiempo interno, a menudo señalado por el narrador en forma directa (“cuatro años en la
fortaleza bastaban”) o indirectamente a través del paso de las estaciones que señalan la fuga del tiempo o de los
momentos del día.

De los treinta capítulos de la novela, al concluir el veintiuno transcurren cuatro años; en los cuatro siguientes, quince;
en el resto, catorce. A medida que se avanza en la narración y la vida de Drogo llega a su fin, se va apagando el encanto
de la Fortaleza y se devela el engaño de la inútil espera, el tiempo de la historia pasa más veloz.

Bastiani tiene su propia cronología interna. La vida se ordena de acuerdo con estrictos horarios que simbolizan un
mundo geométrico y cronometrado, alrededor del cual giran entradas y salidas, relevos de guardia y contraseñas.

La materia narrativa es escasa en acontecimientos, casi no hay hechos que contar. Lo que aquí importa no es la
historia, sino la angustiosa situación de espera del protagonista.

El ritmo narrativo

Esta novela es la novela de la no acción, ya que los acontecimientos son escasos y todos tienden a conducirnos hacia
el problema del tiempo, que es el protagonista implícito del relato.

El narrador despliega un ritmo narrativo en el que el tiempo de la enunciación se amplía en detrimento del tiempo
del enunciado. Además de las descripciones que favorecen este efecto, ya que introducen una pausa en el desarrollo
de la historia, se emplea una técnica dilatoria relacionada con el tiempo subjetivo de los personajes, con la
postergación indefinida del “gran acontecimiento” que se espera. El narrador realiza un largo relato sobre la
irreparable fuga del tiempo y así transmite al lector el sentimiento de angustia que experimenta el personaje.

Los tiempos verbales

Confluyen diversos tiempos verbales. El que aparece más es el pasado remoto, el cual ubica al relato en un tiempo
totalmente acabado, concluido. Los hechos se presentan como ya sucedidos.

También aparece el pasado próximo y el pasado imperfecto.

El presente es empleado con la intención de actualizar los hechos, de aproximar los acontecimientos.

El condicional se emplea para transmitir las dudas del protagonista.

El tiempo cíclico y el efecto circular

Subyace en la novela una concepción temporal cíclica, un efecto circular.

En su primer viaje hacia Bastiani, el joven teniente Drogo encuentra en su camino al capitán Ortiz. La escena de la
aproximación se repite inadvertida, con ligeras variantes, quince años después.
La escena funciona dentro del texto como un espejo en el cual Drogo se observa, pero desde el ángulo opuesto,
quince años después. En la estructura profunda, la repetición de ciclos y situaciones está expresando el efecto
circular, la iteración del tiempo, su desarrollo en espiral.

El regreso hacia un tiempo primitivo, una especie de regreso ad uterum, se da cuando Drogo, antes de entrar en la
hostería, ve una mujer y un bebé dormido. Él, ya viejo, lo mira con asombro y se imagina a sí mismo niño.

La historia de Giovanni Drogo se abre y cierra en el orden temporal con el sema “oscuridad” y con la presencia de lo
femenino. Al partir para la Fortaleza es la madre quien lo despierta, al concluir su vida es la muerte quien lo recibe.
Lo femenino abre y cierra el ciclo de la vida.

Su existencia es similar a un círculo. Empieza en un punto, su nacimiento, y termina en otro, su muerte. Se trata de
“uno y del mismo Punto”, el Punto de la no-existencia. Se anula el fluir del tiempo, pues se retrotrae todo presente a
un origen que está fuera del tiempo porque no cambia.

Una semántica del tiempo

La trama de la novela está sustentada casi exclusivamente por dos motivos: el fluir angustiante del tiempo y el mito
de la espera. Los aconteceres de Drogo son solo el telón donde se proyectan la vivencia de la soledad, el agobiante
peso de la existencia y la necesidad de hallar por medio de un suceso trascendente el sentido de la vida.

Dos diferentes tipos de tiempo entran en juego: uno absoluto, perenne, que parece no afectar con su paso objetos,
como las montañas y la Fortaleza; y otro finito, el tiempo que se concede a quien vive y en el cual se consume su vida,
un tiempo que agobia y acorrala.

Mientras que, aunque sin modificarla, el tiempo transcurre para la Fortaleza, para la existencia está detenido. El
hombre envejece y no advierte que consume su juventud, su madurez, su vida, porque su existencia está quieta en
ese espacio particular que es la Fortaleza.

Drogo no es dueño de su tiempo, este se le escapa. Su existencia de ahora en la espera. La esperanza de que el gran
acontecimiento suceda se desvanece y cuando se presenta intenta luchar contra el tiempo, permanecer en la
fortaleza hasta que el enemigo ataque; pero este Punto de encuentro entre la posibilidad de concluir la espera y el
tiempo destructor se licúa y solo le queda la muerte.

Los tártaros

El enemigo que espera Drogo se confirma, con excepción de los últimos capítulos de la novela, más que como una
amenaza bélica concreta, como un espejismo, como un simulacro. Drogo, sin embargo, nunca duda de la existencia
de una amenaza bélica.

En Buzzati, la posibilidad de la no existencia del enemigo se aleja porque no es sólo Drogo quien advierte su presencia,
sino también otros personajes confirman la llegada de estos enemigos. El hecho está narrador, además, por un
narrador suprasciente que presta verosimilitud a lo contado.

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