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TEATRO DE VECINOS: ¿QUÉ ES EL TEATRO COMUNITARIO?

DE EDITH SCHER

El teatro comunitario es distinto del teatro callejero o del teatro popular. El teatro comunitario es el teatro de la
comunidad para la comunidad, de vecinos para vecinos. Es un teatro que se define por quienes lo integran. No es
sinónimo de callejero porque puede ser en una sala ni de popular. El teatro comunitario debe su denominación a
la población que lo componen, que es una porción de comunidad, integrada por su amplia variedad de oficios,
profesiones, edades, procedencias, extracciones sociales, etcétera, con toda la homogeneidad que ello implica.

Es un fenómeno que surge en 1983, con la aparición del Grupo de Teatro Catalinas Sur y con su segundo exponente
en 1996, Circuito Cultural Barracas.

CARACTERÍSTICAS DEL TEATRO COMUNITARIO

-Cualquiera que lo desee puede participar del teatro comunitario, no hay ninguna clase de selección ni límite de
edad, habilidad o entrenamiento previo que se requiera. El teatro comunitario no tiene filiación partidaria alguna,
así como tampoco religiosa.

-El teatro comunitario es épico. Resignifica y dialoga con los géneros populares, los aborda, los mezcla, toma sus
técnicas de actuación, los replantea, los hace conversar con el presente y con la historia.

-Su modalidad es trágica o cómica. No suele adoptar la forma del drama.

-No tiene protagonistas individuales (el protagonista es el coro) y sus relatos no perteneces a la esfera de lo privado,
sino a la memoria colectiva.

-Tiene raíces en un territorio. Desarrolla la idea del barrio como generador de cultura. Cada lugar tiene su historia,
su saber, su identidad.

-Los grupos de teatro comunitario son numerosos, de treinta personas para arriba hasta los doscientos y trescientos
integrantes. Es la comunidad, los vecinos, quiénes desarrollan su creatividad en el marco de estos proyectos y la
invitación a participar es abierta.

¿POR QUÉ SURGIÓ ESTE FENÓMENO?

Catalinas Sur, de La Boca, aparece en 1983, en un contexto en que la sociedad tenía una profunda necesidad de
lugar lazos rotos, tras los años de dictadura. No fue fácil en una Argentina devastada en muchos sentidos, en la
cultura grupal, en la construcción con otros.

Surge en una época en que preponderaba el “sálvese quien pueda”, el individualismo, pero ellos aparecieron para
poner el cuerpo y establecer un “nosotros”. El teatro comunitario dio y da la posibilidad de expresarse y de
encontrarse. Su misma modalidad de construcción mantiene inseparables arte y política, arte y transformación
social, ya que reconstruye y valora el saber de los vecinos, potencia su creatividad, para que ese desarrollo implique
un modo activo de la comunidad, vivo, de pararse frente al mundo.

El teatro comunitario apuesta al despertar de la creatividad dormida, una pasividad que es el resultado del profundo
quiebre cultural que sufrió la sociedad. Un quiebre que tiene muchos y tremendos alcances.

La necesidad de sobreponerse a los momentos críticos llevó a la gente a juntarse en estos emprendimientos. “Las
crisis demuestran malestares y transformaciones; para fortalecerse, la gente busca la pertenencia a un nosotros y
el teatro comunitario ha dado esa posibilidad” expresa Bianchi.

Se renovó, al menos en algunos sectores, la necesidad de no dar todo por hecho y terminado, rebrotó la muy
castigada necesidad de juntarse para construir. Para salvarse y fortalecerse, la gente buscó formar parte de un
sujeto colectivo. El teatro comunitario creció mucho a partir de esos años.
¿QUIÉNES INICIARON EL TEATRO COMUNITARIO?

No es casual que quienes iniciaron está propuesta sean personas que fueron jóvenes en los 60 y 70. Ellos vivieron
y se formaron en el período en que los jóvenes creían en los cambios sociales, las transformaciones, el derecho de
todos. “La realidad es pues resultó ser muy dura y, sin resignar las esperanzas de los cambios, con la edad fuimos
perdiendo esa sensación de seguridad de que todo estaba ahí y se iba a producir ya”, afirma Adhemar Bianchi. Pero
no podían pensar al arte, al teatro, desvinculado de la política. Empezaron a pensar en un teatro distinto, que
aludiera a la pertenencia, a la ligazón con los otros, a la edificación de a muchos.

Con Catalinas nació un fuerte sentido de pertenencia, de construcción, que generó transformaciones a nivel
personal, barrial y social. En el sur de Buenos Aires, primero en La Boca y luego en Barracas, se generó un fuerte
polo cultural, con una indiscutible identidad.

Entre las razones principales de la persistencia a lo largo del tiempo de este fenómeno, está la de sostener y
enriquecer un sujeto colectivo, así como también la de no desligar jamás el arte de la política, no renunciar al deseo
de la existencia de una sociedad mejor, propiciando un indisoluble vínculo entre la tarea artística y los cambios
sociales. Pero no desde la transmisión de contenidos que “iluminen”, sino desde la propagación del ejercicio de una
práctica: la de actuar con otros. El teatro tiene la capacidad intrínseca de indagar fuera de los límites, de resistirse
a lo que funciona automáticamente.

EL ARTE COMO EJE

Cuando hablamos de teatro comunitario, tanto el intercambio social como la construcción y la transformación, se
dan a partir del hecho de poner el eje en el desarrollo creativo de la comunidad y no en la simple reunión de vecinos
en la que se comparte una comida o un mate. Solo el desafío de una construcción que contenga el saber y la
imaginación de muchos, solo el deseo que despierta bucear fuera de los límites, desencadenan los cambios, tienen
la posibilidad de generar una mirada renovada de la sociedad.

Entre los logros que se respiran encuentro tras encuentro, función tras función, entre las innumerables experiencias
que se viven en el mundo del teatro comunitario, está el de resistir con alegría. La alegría es una de las razones por
las cuales vale la pena vivir.

COSAS INTERESANTES DE LAS ENTREVISTAS A ADHEMAR BIANCHI (CATALINAS SUR) Y RICARDO TALENTO (CIRCUITO
CULTURAL BARRACAS)

Entrevista a Adhemar Bianchi

En los 80, luego de ciertas experiencias comunitarias, Bianchi se dio cuenta del saber que tenía la gente, un saber
que se podía aprovechar para construir con él una poética y crear un espectáculo muy interesante. Dijo no al
tallerismo y propuso una experiencia nueva: armar colectivamente un espectáculo y darlo en la plaza. Participaron
los vecinos, de todas las edades, géneros y grupos sociales. Así fue cómo nació este teatro de celebración, que es,
al mismo tiempo, un teatro en el que se dicen las opiniones comunitarias.

Bianchi asegura que tanto para él como para Ricardo Talento, el teatro no es militancia, es política y su deber ser
es el teatro. No es algo menor, sino que es central. “Si a eso se le quiere llamar militancia, que se le llame. Yo no lo
llamaría así. El teatro y la política siempre fueron juntos. Pero una cosa es usar técnicas teatrales para hacer
propaganda política y otra muy distinta es hacer teatro, que es político y social siempre.”

Entrevista a Ricardo Talento

Talento no está de acuerdo con esa concepción del teatro que va a los barrios a “culturizar al pueblo supuestamente
inculto”. Considera que ese es un pecado original, considerar que existe aquello de “el teatro de los cultos”.

Considera que en él se despertó en los años 70 la mirada del espacio público como espacio escénico.

Cuando se le pregunta sobre la militancia, Talento responde que la suya se daba en el ámbito de lo que hacían. El
grupo en el que participaba reflexionaba acerca de cómo su tarea cultural se insertaba dentro de todo un momento
de transformación nacional que se presentaba en aquellos años. No se hablaba de arte como transformador, pero
sí como un hecho mucho más abarcador que el que encierra el concepto de “cultura” como algo ilustrativo. Se
empezó a plantear qué significaba la cultura en una comunidad.

El teatro comunitario, como se entiende hoy, también implica una construcción política. Hay que entender el arte
como una práctica transformadora a la cual la comunidad tiene derecho.

Cuando se le pregunta sobre la dificultad de entender qué es la cultura, Talento habla de “el quiebre de lo cultural”.
“Cuando se quiebra lo cultural se rompe ese modo de ver al vecino como alguien que te puede ayudar, se quiebra
la retransmisión de saberes. Si uno piensa lo cultural en un sentido más amplio, lo saca del lugar de ser 'aquello que
retransmite lo que dicen ciertos libros, ciertas músicas o ciertos teatros'. La cultura es algo que tiene una
comunidad. Y eso está quebrado”.

Talento afirma que la cuestión no pasa por realizar grandes cambios, sino por un cambio de lo cotidiano. El espacio
público se transforma, ver un grupo ensayando en una plaza, transforma. Muchos adultos no han vuelto a jugar en
una plaza desde su infancia ni se pusieron a imaginar que esa plaza podía ser otra cosa. El que mira, también cambia.
Se transforma la realidad. El espacio público, hoy, parece un espacio de nadie.

El teatro comunitario y la transformación social.

¿Qué es el arte? Aquí, cuando lo usamos en este contexto, hablamos, fundamentalmente, de la creación de un
universo paralelo al cotidiano que no repite las leyes de lo cotidiano. Hablamos de una construcción que remite al
mundo real pero no con la pretensión de copiarlo tal cual es, sino con el deseo de dar una mirada sobre él. En esa
mirada, que en el teatro comunitario es plural, hay una opinión.

La realidad es esa cosa sin límites muy claros que suele presentársenos como lo objetivo, lo normal, lo natural, lo
inmutable, lo que es. Pero en el arte, al imaginar, se piensa el mundo fuera de los límites de lo impuesto y allí
empieza la transformación.

La práctica artística puede ser vista como una parte central de la vida de la comunidad.

Transformar lo social es creer que un estado determinado de cosas se puede cambiar. No implica creer que se
pueda utilizar el arte como acción directa sobre la redistribución de la riqueza o la injusticia social. El teatro
comunitario intenta deshacer esa creencia. La mirada artística se posa sobre aquello a lo que nunca se le presta
atención, lo que pasa desapercibido, genera otro punto de vista.

Cuando la comunidad desarrolla su creatividad, comienza a dejar de ser espectadora de su destino y pasa a ser
parte activa de la vida social.

El teatro comunitario crea las condiciones y el marco para que cualquiera pueda desarrollar su creatividad, pueda
indagar más allá de los límites de lo que supuestamente le fue asignado como única realidad. Genera una práctica
que pone en evidencia la necesidad de los demás para la creación de un objeto común, donde uno es parte pero
nadie es protagonista.

No solo entra en juego aquello que todavía está por descubrirse, sino que cada cual trae un saber previo y ese
conocimiento también forma parte de la construcción de todos.

La transformación en la que el teatro comunitario trabaja es aquella que tiene que ver con sacudir los paradigmas
que aparecen como inmutables, indiscutibles, construidos por la cultura, paradigmas que paralizan e impiden a las
sociedades plantearse una vida distinta, reglas que mutila. La capacidad de imaginar, de entusiasmarse por crear
otra realidad que no sea la que se nos presenta cómo “natural”, la que es opresora. Por eso se habla de arte y de
transformación social.

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