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Redacción Capítulo Afrancesados

La complejidad del delito de traición a la patria: la difícil convivencia del Derecho


y la realidad.

Queremos aquí esbozar unas ideas conceptuales acerca de la dificultad de una


definición del delito de traición a la patria, desde las formas antiguas que reconocían las
leyes españolas –tanto del Fuero Juzgo, como de las Siete Partidas y las Recopilaciones
de leyes de Castilla-, pasando por la gran complejidad que adquirieron a partir del
momento cuando el Emperador Napoleón Bonaparte decide invadir la Península Ibérica
y las consecuencias que la condena de este delito y la nueva manera de entenderse hubo
de darse en las Provincias americanas.

Se trata de entender y evaluar la importancia histórica que adquirió, tanto para


españoles peninsulares como para los americanos, la manera de comportarse ante una
circunstancia inusual y casi desconocida, al menos en España, desde que fue invadida
por los moros y que fuera reconquistada en vísperas de los viajes colombinos, con la
conocida expulsión de todo el territorio.

Desde la España medieval se habían reglamentado ya las conductas en las que


alguna persona hiciera traición (en este caso nos importa la que se hace a la persona del
rey o monarca), y la manera como este delito debía ser considerado de los más graves
que podían cometerse, no en balde se trataba de poner en juego la razón de ser y el
sostenimiento del Estado.

Insertaremos acá algunas consideraciones del derecho antiguo español que,


probablemente alguno considere demasiado alejadas de nuestra realidad del siglo XIX
venezolano –periodo de nuestro estudio -, pero queremos salvar responsabilidades en
cuanto a que estamos al tanto del “mito de los orígenes” de que hablaba Marc Bloch en
su Apología de la historia, así como de que es probable que no se tenga una idea clara
del problema si no se remonta a aquellos primeros tiempos de la España medieval
cuando ella misma comienza a delimitar su propia naturaleza de nación y que, por
supuesto, tampoco podemos olvidar que de algún modo de allí arranca también y en
consecuencia la de los países latinoamericanos.

Así, ya las 7 Partidas esbozan su contemporánea manera de ver el delito, desde


el siglo XIII, desde las diversas maneras que puede entenderse la traición, sea por la

1
cosa en sí misma, o, sea por el significado de la traición que se hace a la persona del rey,
del Estado o de la nación:

“Traición es una de los mayores yerros y denuestos en que los


hombres pueden caer: y tanto la tuvieron por mala los sabios antiguos que
conocieron las cosas derechamente, que la semejaron con la lepra. Otrosí en
aquella misma manera hace la traición en la fama del hombre; ella la daña y
la corrompe de manera que nunca se puede enderezar; y condúcelo a gran
alejamiento y extrañamiento de aquellos que conocen derecho y verdad, y
ennegrece y mancilla la fama de los que de aquel linaje descienden, aunque
no tengan en ello culpa, de manera que siempre quedan infamados por
ello.”1

La razón de traer a colación la evaluación que hace el derecho antiguo español es


para tener una idea de la categorización y la gravedad con la que ya se había establecido
el delito de traición, ubicado dentro de las peores acciones que puede ejecutar una
persona; lo cual es sumamente agravado si el delito es cometido en la persona del rey:

“Ley 1: Laese maiestatis crimen, en latín tanto quiere decir en romance


como yerro de traición que hace hombre contra la persona del rey. Y
traición es la más vil cosa y la peor que puede caer en corazón de hombre, y
nacen de ella tres cosas que son contrarias de la lealtad, y son estas:
injusticia, mentira y vileza.”2

Más aún, la normativa decretada por el rey Alfonso X, amplía el delito para
determinar las distintas categorías o maneras que existen de traicionar al rey, lo que no
solamente se queda en el atentado a la persona del rey mismo, también se mencionan la
confabulación con otros reyes o naciones para su asesinato, la conspiración o la
colaboración para lograr que otra nación se imponga en guerra al reino propio, y así,
describe minuciosamente los diversos tipos de traición al rey o nación propias, lo que,
en definitiva, concibe como delito de Lesa Majestad.
De acuerdo con las formalidades que impone el derecho español de la época, y
derivado del derecho clásico romano, se exponen a manera de “racionalismo
normativo”, esas diversas maneras, enumeradas; así:
“La traición tanto quiere decir como traer un hombre a otro, bajo semejanza
de bien, a mal; y es maldad que echa fuera de sí la lealtad del corazón del
hombre; y caen los hombres en yerro de traición de muchas maneras.
La primera y la mayor y la que más fuertemente debe ser escarmentada es si
se trabaja algún hombre en la muerte de su rey o en hacerle en vida perder la

1
Partida 7, Título 2: De las traiciones
2
Partida 7, Título 2, ley 1

2
honra de su dignidad; trabajándose con enemiga que sea otro el rey, y que su
señor sea desapoderado del reino.
La segunda manera es si alguno se pone con los enemigos para guerrear o
hacer mal al rey o al reino, o les ayuda de hecho o de consejo, o les envía
carta o mandado por el que los aperciba de algunas cosas contra el rey, a
daño de la tierra.
La tercera manera es si alguno se trabajase de hecho o de consejo que
alguna tierra o gente que obedeciese a su rey, se alzase contra él, o a que no
le obedeciese tan bien como solía.
La cuarta es cuando algún rey o señor de alguna tierra que es fuera de su
señorío quiere dar al rey la tierra de donde es señor, o le quiere obedecer
dándole parias o tributos, y alguno de su señorío lo estorba de hecho o de
consejo.
La quinta es cuando el que tiene por rey castillo o villa u otra fortaleza se
alza con aquel lugar, o lo da a los enemigos, o lo pierde por su culpa o por
algún engaño que él hace; ese mismo yerro haría el rico hombre o caballero
u otro cualquiera que abasteciese con vianda o con armas algún lugar fuerte
para guerrear contra el rey o contra el provecho comunal de la tierra, o si
entregase otra ciudad o castillo, aunque no lo tuviese por el rey.
La sexta es si alguno desamparase al rey en batalla y se fuese a los enemigos
o a otra parte, o se fuese de la hueste de otra manera sin su mandado antes
del tiempo que debía servir, o si derranchase comenzando a lidiar con los
enemigos engañosamente, sin mandado del rey y sin su sabiduría; o si
descubriese a los enemigos secretos del rey en daño de él.
La setena es si alguno hiciese bullicio o levantamiento en el reino, haciendo
juras o cofradías de caballeros o de villas contra el rey, de las que naciese
daño a él o a la tierra.
La octava es si alguno matase a alguno de los adelantados mayores del reino
o de los consejeros honrados del rey o de los caballeros que son establecidos
para guardar su cuerpo, o de los jueces que tienen poder de juzgar por su
mandado en su corte.
La novena es cuando el rey asegura a algún hombre señaladamente, o a la
gente de algún lugar o alguna tierra, y otros de su señorío quebrantan
aquella seguridad que él dio, matando o hiriendo o deshonrándolos contra su
defensa, fuera de si lo hubiesen de hacer en contra de su voluntad, tornando
sobre sí o sobre sus cosas.
La décima es si a todos o a alguno de ellos, o los hace huir.
La oncena es cuando algún hombre es acusado o puesto a recaudo sobre
hecho de traición, y otro alguno lo suelta o hace para que huya.
La docena es si el rey quita el oficio a algún adelantado o a otro oficial de
los mayores y establece otro en su lugar, y el primero está rebelde, que no
quiere dejar el oficio o las fortalezas con las cosas que le pertenecen, ni
recibir al otro en él por mandato del rey.
La trecena es cuando alguno quebranta o hiere o derriba maliciosamente
alguna imagen que fue hecha y enderezada en algún lugar por honra o
semejanza del rey.
La catorcena es cuando alguno hace falsa moneda o falsea los sellos del rey.

Y sobre todo decimos que cuando alguno de los yerros sobredichos es hecho
contra el rey o contra su señorío o contra provecho comunal de la tierra es

3
propiamente llamada traición; y cuando es hecha contra otros hombres es
llamado aleve, según fuero de España.”3

Respecto a la parte sustantiva de estas leyes, es decir a las penalizaciones que se


establecieron para estas penas, no quedaba la menor duda de que habrían de ser las
condenas más graves y duras que podía la ley establecer; no se trataba tan solo de la
traición como objeto, en este caso era el intento de desestabilizar e incluso derrocar el
orden monárquico instaurado por el derecho civil y el derecho eclesiástico; por decir así,
se trataba del mayor delito cometido por persona alguna y el mayor pecado que pudiera
cometer. Menuda envergadura la de este delito.

En cuanto a la penalización del delito, era lógico por la amenaza que


representaba al orden establecido, era innegablemente la muerte; pero más aún, se toma
en consideración la fama que genera el delito, la que hay que extirpar a toda costa, por
lo que no solamente será llevado al patíbulo al responsable, sino que sus bienes deben
ser confiscados por la Corona, y los hijos quedarán estigmatizados por aquel acto para
siempre. Claro que un atentado al Soberano era, al mismo tiempo, a la sociedad misma a
la cual había que proteger como sentido y esencia del Estado.

Así lo informan las Partidas:


“Ley 2: Cualquier hombre que hiciese alguna de las maneras de traición
que dijimos o diere ayuda o consejo que la hagan, debe morir por ello, y
todos sus bienes deben ser para la cámara del rey, sacada la dote de su mujer
y los deudos que hubiese de dar, y lo que hubiese mal llevado hasta el día
que comenzó a andar en traición. Y además todos sus hijos que son varones
deben quedar infamados para siempre. Pero las hijas de los traidores bien
pueden heredar hasta la cuarta parte de los bienes de sus padres; y esto es
porque no debe hombre estimar que las mujeres hiciesen traición ni
semejasen en esto tan de ligero a su padre como los varones; y por eso no
deben sufrir tan gran pena como ellos.”4

3
Partida 7, Título 2, ley 1 El motivo de tan larga cita es porque habremos de utilizar algunas de estas
causales para explicar más adelante los propósitos y fines de los enjuiciamientos a españoles y/o
americanos por los delitos de “traición”, “afrancesados” e infidentes, y la complejidad de estos juicios por
la dificultad de aplicar esta legislación a una problemática sucedida diez siglos después y ante
circunstancias muy particulares y específicas que llevarían a tornarse ambiguas tanto estas leyes como las
penas que finalmente les fueron aplicadas a los acusados en tales momentos de inicios del siglo XIX.
4
Partida 7, Título 2, ley 2. Vale la pena mencionar, a modo de curiosidad polémica, el que resalta que a
las esposas de los criminales se les respetará la dote de los bienes patrimoniales y las hijas pueden heredar
también de aquellos bienes, en tanto no se les considera capaces de tan enorme crimen; hago este
comentario, porque en nuestros días esta ley sería motivo de agrias discusiones entre los defensores de los
derechos feministas, en vista de la antigua protección a las damas. Alguno dirá que lo que se pretendía era
manifestar la incapacidad femenina, pero bueno no es aquí el momento para discutirlo…

4
De igual denominación se mantuvo en el derecho antiguo romano, de donde
provienen en buena medida la jurisprudencia española, el delito de perduelio, en el que
se tomaban las medidas más graves para con la descendencia del que haya tomado las
armas contra el Estado, o que haya colaborado de algún modo para atentar contra las
bases de la nación.5
Llama la atención en todo esto la amplitud con que es tratado antiguamente el
delito de traición, considerado de manera extendida, y las maneras como, con el paso
del tiempo ha ido delimitándose su alcance, en vista de la cantidad de variables que
puede tener y, más aún, la debida protección a los que de una forma u otra podrían ser
inocentes de tan importante delito.
Esta larga disertación tiene gran relación con el tema que tratamos pues, en la
España y América de inicios del siglo XIX, este hecho se convierte en un verdadero y
complejo problema para los juristas quienes no terminan de poder delimitar un concepto
preciso del problema de la traición, tanto para aquellos que –de algún modo-
5
En ocasiones el delito de traición se le ha comparado con el antiguo de perduelio, el cual está
intrínsecamente relacionado, no obstante, esta calificación fue evolucionando y algunos expertos
muestran su evolución y el cómo su pena se fue dosificando, dada su crueldad y su contradicción con lo
que en realidad perseguía. “En Derecho Romano todas las penas de privación de bienes, lo mismo las de
derecho público que las de derecho privado, quedaban sin ejecutar si el sujeto fallecía antes de que fuera
interpuesta la correspondiente acción. Por tanto,, en principio, al muerte del culpable acarreaba que las
consecuencias penales no pudiesen hacerse efectivas. Ahora bien, frente a esta regla general se introdujo
en tiempos de Marco Aurelio una importante excepción para los supuestos de perduellio. En efecto, la
especial gravedad de los mismos permite explicar que se pudiera iniciar el proceso después de la muerte
del culpable, con el objetivo de condena su memoria y privar de los bienes a sus sucesores. Pese a todo,
no podemos afirmas que con ello quebrara la regla general de la extinción de la causa criminal con la
muerte del reo. Sí debemos resaltar que la especial necesidad de proteger tanto a la persona del
Emperados como la de garantizar la estabilidad política aconsejaban que el castigo del delito se
proyectase más allá de la persona del culpable. En realidad, con este efecto trascendente de la condena se
castigaba a familiares inocentes, Imaginamos que la intención del legislador era la de mover la conciencia
de todos aquellos que, si bien no temían su propia ruina, sí, al menos, se preocupaban por la de aquellos
parientes que dejasen al momento de morir. Uncluso, la posición de los descendientes del traidor quedó
mucho más agravada en tiempos de Arcadio y Honorio, ya que se consideraba que se les permitía seguir
viviendo como simple muestra de la benevolencia imperial, pero en unas condiciones de extrema
indigencia hasta el punto de que no sólo se les excluía de la herencia paterna, sino también de la de su
madre, abuelos e incluso de lo que algún extraño les quisiese dejar por vía de legado. Las medidas
represivas, como es posible observar, se presentaban demasiado crueles y, a veces, apoyadas en
justificaciones muy frágiles. El deseo de evitar que los hijos reprodujesen las maldades de sus padres no
parece suficiente para castigarlos para sismpre por algo que, posiblemente, ni siquiera se plantearon
provocar jamás. Quizá la severidad de tales medidas respondía a la intención de los Emperadores por
resaltar la vertiente ejemplarizante de la pena, especialmente para esta clase de delitos donde corría
peligro la estabilidad del Estado. En definitiva, se construyó una norma basada en planteamiento
hipotéticos, no en realidad constatadas. Se pensaba, sin más, que los hijos seguirían los pasos de sus
padres para seguir atentando contra el Imperio. Parece tan poco consistente este `castigo anticipado `que
nos lleva a manifestar nuestra opinión de que, incluso en el supuesto extremo de ser cierto esa voluntad
maliciosa heredada por los hijos, lo más lógico hubiese sido privarles sólo de los bienes paternos, pero no
la de otros parientes o la de terceros ajenos por completo a toda actividad delictiva.” Págs. 49-50 Pino
Abad, Miguel. La pena de confiscación de bienes en el derecho histórico español Madrid,l Editorial
Dykinson, 2014

5
colaboraron con los franceses en la famosa invasión decimonónica, como para los
americanos que hablaban en estos predios de independencia de la Metrópoli.

[Buscar la Novísima Recopilación]

Así las cosas, en España se fueron presentando sucesos con estas características,
pero generalmente generados por la intención más o menos firme de algunas regiones
de tratar de mantener su autonomía en momentos en el que el Estado español
propiamente no se había consolidar en todo el territorio de la Península Ibérica. No son
estos conflictos los que nos interesa reseñar, obviamente, pues nuestro trabajo apunta
específicamente al momento cuando se efectúa la invasión napoleónica a España, son
detenidos los reyes Carlos IV y Fernando VII y este abdica en José I, y de allí la gran
explosión revolucionaria que, paradójicamente unifica las Españas y crea en América un
verdadero archipiélago de naciones.

La dificultad de aprehender un concepto jurídico: la infidencia

Después de haber delimitado el o los conceptos de traición, en particular el de


Lesa Majestad en el derecho antiguo español, vamos a tratar de establecer algunas
definiciones de la manera cómo evolucionó la categorización de este delito para
terminar en convertirse en una suerte de ambigüedad proverbial que decía mucho, pero
en realidad concreta muy poco.

Entre los primeros que, desde Venezuela, trataron de definir el problema de la


traición a la patria, pero con las características propias que le daba el momento histórico
de la invasión a España por parte de Napoléon Bonaparte, fue Mario Briceño Perozo. En
el estudio introductorio que precede a la compilación documental denominada Causas
de infidencia, este autor intenta definir tan escurridizo concepto, dada la nueva realidad
que presentaba la incertidumbre, nada más y nada menos que de la pérdida total del
estado español por las tropas del, hasta ese momento invencible, emperador francés.

Así, lo expone Perozo:


“Con la denominación de causas de infidencia se conocen en Venezuela y
otros países que fueron colonias españolas los procesos penales que los
representantes de la Corona incoaron contra aquellos ciudadanos que osaron

6
levantarse en armas o realizar actos de hostilidad y desobediencia contra la
autoridad constituida.”6
Inicialmente, queda sobreentendido que la definición de “infidencia” es una
derivación etimológica de “infidelidad”, y esto no es una verdad de Perogrullo.
Ciertamente se trató de imponer sanciones penales a aquellas personas que se
sospechaba habían tomado las armas contra la monarquía, de una forma u otra; es decir:
eran infieles. Sólo que, a su vez, y ya lo veremos más adelante, esta definición no era un
tema fácil de aprehender.

Ya la propia España tenía una vasta experiencia de enfrentar lo que para su


propio momento de invasión morisca denominaron infieles y que, en guerra de siglos
logró expulsar definitivamente del territorio, eran guerras más de religión que
propiamente políticas. Pero, en este momento de inicios del siglo XIX, las cosas se
hacen más complejas en vista de que a propósito precisamente de la invasión
napoleónica, en la misma España se comenzó a aplicar una justicia política que también
formaría parte y derivaría de lo que para América serían los infidentes: se trata de los
afrancesados.

Briceño Perozo busca aproximarse lo más posible a una delimitación del


término, no sin antes exponer que aquello no es fácil, por la condición histórica
particular que se vivía. Así dice:

“En el fondo de la materia se nota una curiosidad –ab initio- como es


esa denominación especial y al propio tiempo general de causas de
infidencia, que no titula delito alguno, y cuya especialidad consiste en
señalar, dentro del cuadro de la realidad jurídica de la época, a determinados
sujetos puestos en desobediencia de su majestad católica, y así mismo
generaliza al no separar los delitos de fuero diferente, ni la jerarquía o
condición del agente comisor.”7
Como vemos la propia calificación del delito se presenta difícil. Son los casos en
los que el derecho, con su característica propia de racionalidad choca contra la realidad
y ésta última tiende a dejar perplejos a los mismos juristas que pretenden dictar leyes

6
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11

7
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11 [Recordar que es Idem]

7
inapelables, pero ante un problema histórico que les impide hacerlo apropiadamente.
Veamos:

“De aquí, en cierto modo, [continúa Briceño Perozo] la dificultad de los


fiscales y jueces para dar strictu sensu la calificación certera de los hechos.
Se habla de insubordinación, de insurgencia, del crimen de lesa majestad, de
conspirar contra el rey, el Estado y la patria, y por doquiera se menciona al
reo, al procesado, no al infido.”8 P. 11
Perozo en su estudio expone claramente que de tanto tratar de delimitar al delito
se puede concluir que es imposible, en tanto que primeramente no puede considerarse
propiamente un delito a quien falta a la confianza de su rey, quizás podría considerarse
un pecado, pero no un delito. Al menos era así, en los primeros tiempos de las
declaraciones autonomistas de los países americanos; o, por supuesto, entendiendo que
no podría ser considerado el delito de forma tan grave como lo consideraban las leyes
antiguas españolas.

Así:
“En buen exégesis lexicológica, no cabe semejar el criminal al infidente,
que tan solo se ha limitado a faltar a la confianza del monarca, la infidencia
no es el delito claramente delimitado por la legislación colonial española,
comprendido en la siguiente mención: yerro que face ome contra la persona
del rey.”9 P. 11
En los primeros momentos cuando los españoles tenían la perspicacia de
perseguir a todos aquellos que pudieran colaborar con el régimen francés, los cuales
llamaban afrancesados; cuando esta realidad atraviesa el Atlántico vemos que las
categorías tienen y deben apuntar para otro lado. En América no se está propiamente
apoyando a los franceses, muy por el contrario, se apoyan de manera resuelta a la
conservación de la monarquía.

El problema es que, por esa misma razón, la conformación de las Juntas, como
la de Caracas, no podía considerarse propiamente como enemigo de la monarquía o, al
menos, no como un acto delincuencial, pues el delincuente –de Lesa Majestad- actúa
directamente contra el Estado y, precisamente no era este el caso en Venezuela. Por
supuesto que las cosas en el futuro habrán de complicarse aún más, pero el sentido de

8
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11 [Recordar que es Idem]
9
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11 [Recordar que es Idem]

8
nuestro estudio se circunscribe a aquel momento de inicio dubitativo de una república
en tierras americanas.

“Lo que los venezolanos hacían [sigue Briceño Perozo] era dar
rienda suelta a sus deseos indeclinables de emanciparse, pretender –como
apunta Level de Goda- constituirse en Nación, separada y con rango propio,
y `por ello pelean contra la que no quiere que lo sea… los insurgentes son
enemigos y nada más en el sentido legal de esta voz, pues aunque un
enemigo puede muy bien pasar a criminal, así como un criminal a enemigo,
de todos modos la idea es exacta en rigor lógico, discurriéndose sobre la
segura base de la palabra enemigo. Enemigos que hacen la guerra y para ello
han abierto y ejercen toda clase de hostilidades, aunque algunos o mucha
parte degeneren en criminales.`” Págs. 11-12 [Cita de Memorias de Level de
Goda. BANH. Tomo XV. Julio-sept 1932. Nº 59. P. 199]10
Incluso, para el caso venezolano, la aplicación de esta justicia política, sobre
todo por ser llevada por los tribunales de la Real Audiencia, tendieron a apegarse de
manera lo más estricta posible a las leyes, por lo que se presenta la ambigüedad, según
la cual un país se encuentra en franca guerra con otro, o con una de sus partes que
quiere independizarse y allí se trata de mantener incólume a la justicia y la equidad; es
una paradoja y hay quien sostiene que esa justicia, vista de ese modo, fue lo que
determinó una gran contradicción en las acciones de guerra en Venezuela y el freno que
ponían los jueces a los desmanes de los capitanes militares (Antoñanzas, Zuazola,
Cerveriz, Boves etc.); de esta manera puede considerarse que la aplicación de la justicia
era ambigua y por ello, esto tendría consecuencias a la hora de evaluar el desempeño
militar.

No obstante, la aplicación apegada a la ley por parte de los oidores de la Real


Audiencia en Venezuela dice mucho del espíritu justo de la España del momento, a
pesar de que se trataba de una guerra franca y abierta contra ellos, y más aún cuando
trataron de controlar los daños que generaban en las poblaciones los militares españoles
que actuaban al margen de la ley.

“Los jueces [Seguimos con Perozo] fueron parcos en condenar,


exigentes en la prueba, precisos en la escudriñación de la verdad, y las más
de las veces dieron fallos absolutorios, o bien ajustados a la benignidad;
cosas que en otras regiones del continente no fueron comunes, por el
contrario, evocaron las negras épocas de la inquisición y en cada juzgador
alentó el espíritu retaliador de Miguel Morillo y Juan de San Martín.” P. 13

Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
10

Historia, 1960 2 V. Págs.11-12 [recordar que es ibídem]

9
Hemos querido citar a Mario Briceño Perozo más o menos extensamente, en vista
de que se desempeñó por unas cuantas décadas como Director de Archivo General de la
Nación de Venezuela y porque, junto a otros directores, tuvieron contacto con una
copiosa sección documental denominada Causas de infidencia, que reposa en ese
archivo y, a pesar de sus esfuerzos por darle impulso a los estudios sobre esta temática,
realmente muy pocos historiadores, con contadas excepciones, han utilizado estas
fuentes como una nueva arista para la comprensión del complejo fenómeno de la
independencia.

“En el Archivo General de la Nación se han guardado cuidadosamente


estos papeles que recogen todas las peripecias de un régimen fuerte en sus
comienzos, agonizante después, para frenar el ímpetu revolucionario de un
pueblo cansado de vivir bajo el despotismo y dispuesto a buscarse a sí
mismo por los claros caminos de la República y la dignidad.”11 P. 12
¿Dónde arrancó el problema?: los afrancesados
Entre los problemas más complejos en términos jurídicos, políticos y sociales
que se presentaron en España en aquel momento cuando se produjo la invasión
napoleónica, se presentó con la categorización del delito de traición a la patria cuando
se sospechaba algún tipo de colaboracionismo con el extranjero y, más aún, respecto a
la posible secesión de la América del imperio español.

Esta acción imprevista de parte de los franceses y que tomó desprevenida a la


Monarquía española generó una gran incertidumbre que, para algunos representaba un
vacío de poder, para otros la posibilidad de establecer una República y, para algunos
otros, la eventual irrupción de un sistema de convivencia monárquica y republicana; el
hecho en sí es que lo que nos proponemos es tratar de dilucidar la manera en que fue
tratado el delito político en aquellos momentos de inestabilidad.

En esencia, el delito político más grave que puede tener algún país es de traición
a la patria y el mismo está contemplado modernamente en los ordenamientos jurídicos
de todos los países dada la peligrosidad que ello acarrea; incluido en Venezuela, el
delito de traición a la patria, tipificado como tal, es bastante tardío. Es decir, muy a
pesar de la guerra, los venezolanos, luego colombianos y posteriormente venezolanos

Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
11

Historia, 1960 2 V. Pág. 12 [recordar que es ibídem]

10
nuevamente no tenían tampoco una idea certera de cómo habrá de tratarse al traidor a la
patria y, sobre todo, cuales debían ser los jueces naturales para tratar ese delito. 12

El caso de los afrancesados: el inicio del problema


Entre los problemas acuciantes por los que pasó el pueblo español al momento
de enfrentar la invasión francesa en 1808 estuvo no solamente el militar, en tanto que
todo el territorio de la Península fue ocupado por el ejército invasor, también el
problema se suscitaba en cuanto a que no pocos españoles fueron nombrados
funcionarios del nuevo régimen liderizado por el recién nombrado rey José I, hermano
del emperador francés, por tanto obedecían a una nueva autoridad lo que, en esencia,
constituía una traición.

Esta novedosa situación que enfrentaba la nación española que no solamente


había sido invadida militarmente por los franceses, sino también por las nuevas ideas
que revolucionaban al mundo occidental del momento, representa un interesantísimo
campo para poder establecer hipótesis acerca de cuándo el derecho va a la par de la

12
“Ya con la República, existiendo la Gran Colombia, Bolívar dictó varios decretos reaccionarios,
impulsado por la enorme descomposición que existía por las ambiciones personales de muchos. Decretó
el 19 de febrero y el 13 de marzo de 1828, las facultades extraordinarias sobre todo el territorio, a
excepción de Ocaña, donde se reunía la Convención. El 23 de febrero y el 15 de marzo del mismo año
sometió a la autoridad militar todos los juicios por conspiración contra el orden público. En nuestra
Constitución de 1830 se estableció que, además de responder por crímenes que las leyes castigan con la
pena capital o infamante, el Presidente y el Vice-Presidente, respondían por traición contra la República,
“bien sea para someterla a potencia extranjera, o bien para variar la forma de gobierno reconocida y
jurada; por infracción de la Constitución”. Por Ley de 14 de octubre de 1830 se derogó el Decreto de
1828; esta Ley llamada “Ley sobre delitos de conspiración o traición, su juicio y penas”, estableció que el
fuero ordinario sería el competente para conocer de estos delitos. Así en su artículo 19 se expresó que “el
conocimiento sobre delitos de traición o conspiración, sin fuero alguno, es de la jurisdicción común
ordinaria. Se hizo una clasificación de los traidores o conspiradores en tres clases; el artículo 2° estableció
la pena de muerte para los comprendidos en la primera clase. Estos traidores y conspiradores son aquellos
que hagan actos tendientes a destruir o trastornar las bases republicanas, la constitución y el gobierno; los
que coligan entre sí para cometer cualquiera de los hechos anteriormente citados; los que mantengan
inteligencia con los enemigos de Venezuela y los que persuadan o aconsejen estos delitos. El artículo 39
se refería a los de segunda clase, y que eran aquellos que encubriesen la traición; las penas para esta clase
eran el presidio y la separación perpetua de la Provincia. En el artículo 4° se indicaban como de tercera
clase, a los que se resistiesen a cumplir las órdenes del gobierno para salvar el país y las penas eran de
expulsión o confinamiento. Esta ley fue modificada por Ley del 15 de junio de 1831 sobre el modo de
proceder contra los conspiradores y las penas en que incurren. Ley fundamentalmente similar a la
anterior, dictada únicamente en consideración de que aquélla había resultado ineficaz por falta de letrados
en las provincias que la aplicaran, tal como ella lo había estatuido. De acuerdo con el artículo 5° de esta
segunda ley, eran competentes para conocer de estas causas tanto los jueces letrados, los jueces de paz y
los Alcaldes Municipales. Se puede mencionar también como antecedente legislativo la Ley de 25 de
abril de 1845 sobre asonadas, la cual estableció en su artículo 69 que si en la asonada existiesen armas o
las personas de la misma se resistiesen a la autoridad o se retirasen en desorden serían juzgados como
conspiradores. Sigue en orden cronológico la Ley de 3 de abril de 1849 sobre conspiradores y abolición
de la pena capital. Con esta Ley termina en Venezuela la pena de muerte.” Págs 74-75 Sosa Chacín, Jorge
Delitos de traición a la patria.”
http://www.ulpiano.org.ve/revistas/bases/artic/texto/RDUCV/20/rucv_1960_20_69-96.pdf [Revisado en
septiembre de 2019]

11
sociedad y esta debe adaptarse a él o, al contrario, cuando es el derecho el que debe
mimetizarse con las nuevas concepciones de una realidad cambiante y donde los
antiguos conceptos no se adecúan a la sociedad que está en formación, o que es
trastocada por una situación sobrevenida, desconocida hasta ese momento.

Es ineludible referirse a la categoría de “afrancesados” que fue utilizada en


España para designar a todos aquellos quienes de alguna manera colaboraron con el
gobierno francés, no obstante, aquí nos referiremos a ella por la consecuencia que esta
concepción pudo haber influido en la mentalidad de las autoridades que pretendían
administrar justicia en América ante la nueva realidad que se prefiguraba en un
territorio dependiente jurídicamente de España, pero igualmente impactado por la
prisión de los reyes.

De esta forma pues, consideramos que no fue una sino varias formas en la que
los juristas trataron de comprender las acciones que se llevaban a cabo en ambos lados
del Atlántico, unos por colaboracionistas y unos por autonombrados “patriotas”. De
algún modo el imperio español había sido sacudido hasta sus cimientos y la rapidez de
los cambios sobrepasaba la presteza con que los jueces podían ir tomando acciones e
incoando causas contra personas que representaban una diversidad de formas de
enfrentar el orden monárquico. Muchos españoles de la Península –incluso personajes
de renombre- formaron parte tanto del gobierno francés, como del gobierno juntista que,
en algunos casos, también fueron objeto de condena por la administración de la Corona,
en vista de su participación en organismos que no habían sido nombrados por ninguno
de los reyes españoles e incluso a pesar de ellos.

Acerca de la importancia de ahondar más en esta problemática, el autor Carmelo


Viñas Mey afirma:

“La historia de los afrancesados, tan interesante y fecunda por la


intensa relación que guarda con los grandes problemas — la transformación
del régimen político, de la estructura social y económica, de la evolución
ideológica de la nación española en todos los órdenes — que operaron la
gestación y nacimiento de la España contemporánea, ha sido estudiada por
diversos historiadores españoles y de otros países. Sin embargo, queda
todavía amplio campo por explorar, tanto en el terreno de la documentación,
como en otros órdenes.”13·
13
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 52

12
De la importancia que describe el autor se desprende que el asunto no estuvo del
todo claro, ni para juristas ni para el pueblo en general; así, muchos “buenos” españoles
comenzaron a escribir representaciones y defensas, en tanto se consideraban inocentes
del estigma de traidor, como vemos:

“La animadversión general que se suscitó en España contra los


partidarios de José I, las medidas de rigor de que fueron objeto, y su deseo
de reintegrarse a España, dieron origen en los afrancesados a una larga serie
de escritos, a `Defensas`, a `Exposiciones de hechos`, etc., fundamentando o
justificando su actitud, pretendiendo vindicarse de la nota de traidores,
malos patriotas, y demás conceptos depresivos en que los envolvió el resto
de los españoles.”14
Como veremos, en el Archivo Histórico de Madrid se conserva una sección
denominada papeles del gobierno intruso, que recoge el material documental de la
época de la invasión napoleónica; pero aquí resaltar la afirmación del autor Viñas
apunta a que los acusados de afrancesados fueron acusados, a manera de sinónimo como
culpables de “infidencia”, lo que nos lleva a establecer similitudes con la acusación de
infidentes que se hace a los americanos y que, por consecuencia lógica, la acepción
afrancesado quedó en desuso pues la nueva realidad americana no tenía por problema
central el temor de la invasión francesa, por lo cual seguramente el término de infidente
sería el más adecuado.

“El examen de esto se completará con los datos documentales de


juramentados, existentes en el Archivo histórico nacional de Madrid.
Custódianse en él en la colección intitulada Papeles del Gobierno intruso,
los expedientes judiciales de multitud de afrancesados en las causas que se
les siguieron por infidencia. No se refieren tales expedientes a nombres de
primera fila, sino a juramentados de escaso relieve personal. Y en esto
radica su interés. Los antedichos escritos y defensas nos revelarán la
ideología y la conducta política de las grandes figuras que abrazaron la
causa de José; éstos expedientes, la de los de segunda fila. El conocimiento
detenido de unos y otros, ha de ser el camino para poder reconstituir en su
totalidad o a lo menos en la mayoría de sus tintas el cuadro de la historia
ideológica y el proceso interno de la actuación política de los
afrancesados.”15

14
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 53
15
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de las páginas 53-54

13
En su exposición, Viñas expone los argumentos de diversos autores
contemporáneos en los que se arguye la inevitabilidad de aceptar el nuevo
gobierno francés, e incluso los beneficios que tal aceptación traería para la nación
española y para el resto de Europa (por supuesto se habla de la Europa
conquistada por Napoleón). Así dice:

“Solo existían — afirman — para España dos caminos: o una guerra,


cuyos resultados habían de ser fatales a las armas hispanas, o la existencia
«de un rey constitucional sostenido por una potencia vecina y
preponderante; la reforma de todo lo que ya la nación miraba generalmente
como abusivo, y la garantía de los derechos más apreciables para los
hombres reunidos en sociedad». Una vez sobrevenidos los acontecimientos
de Bayona, «no pudo optarse — dicen — sino entre la anarquía y una
monarquía constitucional». Y reiteran su prevención contra la actuación
política del pueblo, al afirmar que las pasiones (aunque sean generosas) son
«el único resorte capaz de dar movimiento a la masa popular»; al quejarse
de que una vez rehabilitados por el monarca, a muchos que habían figurado
como juramentados, «se les ve todavía dirigirse al público con sus apologías
como si no hubiera otro (el soberano) ante quien justificarse».16
Más aún, este autor que venimos reseñando amplía la significación de las ideas
afrancesadas o las de quienes las impulsan no solamente en el propio territorio español,
sino incluso en la propia América, y pone por caso el famoso levantamiento de
Picornell, Gual y España en La Guaira. Curiosa similitud que estable el autor para
ensanchar los límites de las ideas afrancesadas y su impacto hasta esta otra parte del
mundo; aunque solamente cita el caso de Venezuela. Veamos:

“Las ideas popularistas y republicanas ya habían tenido


exteriorización en España con anterioridad a la invasión francesa, incluso en
forma de conspiraciones, aunque todavía sólo como casos esporádicos.
Recuérdese la conspiración republicana de Picornell y Gual, reproducida
luego por estos mismos en Venezuela [Tiene una cita al pie que dice: Véase
Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, Berlín 1907, tomo I, p.
93 y sig.; Menéndez Pelayo, Marchena, en Estudios de crítica literaria, 3ª
serie, Madrid, 1900, p. 3o5; Rufino Blanco, Bibliografía pedagógica de
obras escritas en lengua española. Madrid, 1907, tomo I] el intento de
organización de las provincias vascongadas en república independiente bajo
la protección de la Francia revolucionaria, cuando la guerra de 1795; el
partido adepto a la Commune que se formó en Cataluña en este tiempo,
merced a la propaganda francesa. Godoy en sus Memorias habla de que,
entre los jóvenes universitarios, intelectuales, etc., se alimentaba la idea de
16
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 57

14
crear en España una o varias repúblicas iberianas; y las ideas democráticas y
revolucionarias hallaban intensa acogida en las instituciones culturales
(Universidad de Salamanca, sociedades económicas) y se difundían por las
sociedades secretas.”17 Pág. 58
En muchas ocasiones se ha pensado que los españoles ante su propia guerra de
independencia se habían olvidado de América, dados los tropiezos militares que
sufrieron y la pérdida total del territorio, sin embargo y a pesar de ello, no puede
negarse que muchos intelectuales contemporáneos siempre tuvieron en mente el temor
de que ante tal situación se perdieran los inmensos territorios americanos, sobre todo,
por la creciente relación de los ingleses, quienes estaban en guerra con Francia, y que ya
había comenzado con diversas regiones de América (con énfasis en Venezuela,
recordemos las tentativas de desembarco de Miranda).

No en balde, el imperio español podría llamarse imperio strictu senso, a partir de


la conquista de los inmensos territorios americanos en los que se incluían ingentes
cantidades de pobladores, los cuales, territorios y hombres, superaban en mucho sus
similares en la Península Ibérica. Sin embargo, algunos autores como el que veremos,
no tenían una idea negativa y preconcebida de los intereses ingleses para con América y
preferían apoyar que se mantuviera el nexo de América con España antes que pudiera
adueñarse de ella la Francia Napoleónica.

“Era cuando ocupada toda España por los ejércitos franceses, se


deseaba en Inglaterra la unión de América con la metrópoli, para caso en
que fuese necesario trasladarse el gobierno español a ella. Propuso Frere
suprimir los párrafos en que se atacaba a los antiguos reyes españoles. «No
debía olvidarse que, si la nación había pasado tres siglos bajo un gobierno
absoluto, era esto el premio de haber conquistado y poblado la más hermosa
porción del mundo y que la integridad de este inmenso poder descansaba
únicamente en dos palabras: la Religión y el Rey. Si la antigua constitución
se perdió por la conquista de América, debíamos tratar de recobrarla, mas no
de manera que nos expusiéramos a perder lo conquistado. Había que evitar
la enunciación de principios generales que podrían invocar con razón en su
favor hasta los mismos indígenas y negros de nuestras posesiones
ultramarinas.”18

17
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 58
18
[ Se trata de una cita al pie: Marqués de Villaurrutia, Relaciones entre España e Inglaterra
durante la guerra de la Independencia, Madrid, 1911, t. I, p. 44o. en Viñas-Mey Carmelo Op. cit]
P. 60

15
El problema del afrancesamiento19, entendido como la participación de españoles
en el nuevo gobierno para que todo siguiera su curso sin mayores traumatismos, dio al
traste con el sentimiento nacionalista de la sociedad ibérica entera la que, no solamente
se unificó en torno, si ya no a los reyes, sí a la crítica de que la colaboración con el
gobierno francés e incluso la posibilidad de participar en Juntas no autorizadas
propiamente por la Corona, hacán olvidarse de los verdaderos problemas estratégicos de
la nación.

De tal modo, se consideraba que se habían dejado de lado problemas


esenciales tales como la economía nacional e incluso, tras una desventurada opinión de
que aún se mantenía una firme presencia diplomática en el concierto de las naciones,
hubo de ser criticada la opción del colaboracionismo e incluso comenzó a ser combatida
y detestada por la población. Veamos:

“Esta filiación política de los afrancesados y del gobierno de José I,


aparte de indicar uno de los motivos de la actitud de aquellos, nos da a
conocer, como ya hemos dicho, una de las principales causas que
alimentaron en el partido liberal el odio contra los invasores. Examinada la
obra de gobierno de la junta central y de las cortes gaditanas -árbitras del
gobierno, como es sabido, lo mismo en el aspecto legislativo, que en el
ejecutivo y en los demás órdenes -se observa el hecho, generalmente
conocido, de los desaciertos en que incurrieron y del escaso interés, salvo en
el terreno de las reformas políticas, que prestaron a los más fundamentales
problemas existentes en nuestra nación. La constante indiferencia y poca
atención — aparte de los errores — que mostraron en el magno problema de
la emancipación de las colonias; su conducta con Inglaterra, su inacción en
crear a España una sólida posición internacional, a pesar de la excelente
coyuntura que se le ofrecía merced a la trascendencia europea de nuestra
resistencia contra Napoleón, y la propicia actitud de las potencias; su desvío
hacia los problemas económicos y financieros, de tan indispensable urgencia
en la desastrosa situación interna en que se encontraba el país; y otros
aspectos análogos de su responsabilidad por omisión, ya conocida, y que
examinaremos más detenidamente en páginas posteriores, parecen indicar

19
Véase sobre el tema la magnífica bibliografía contemporánea que trata sobre este tema, la cual no
profundizamos por no ser propiamente el tema de nuestro trabajo acá. Memoria de los hechos que
justifican la conducta política, Paris, 1815. Véase sobre O. Farril, Notice sur D. Gómalo de 0. Farril.
Paris, 1831 de Muriel. / Examen de los delitos de infidelidad a la patria que se imputan a los españoles
sometidos bajo la dominación francesa; Véase sobre él, Cortines y Muruve, Noticias de un afrancesado.
Revista di archivos, tomo XXI, pag. 555-558. Los afrancesados. Cuestión política, Madrid, 1830. Los
afrancesados, Paris, 1810. Manifiesto sobre su conducta política durante la dominación intrusa. Sevilla,
1816. Exposición de los hechos y maquinaciones que han preparado la usurpación de la corona de
España, Madrid, 18o3.

16
que aquellos gobernantes no sintieron siempre con la necesaria intensidad el
estímulo de los intereses nacionales.”20 P. 60
No deja de ser curiosa y paradójica la actitud de los representantes americanos
ante las cortes españolas pues, si, en apariencia, se debatía la posibilidad de construir
una república, qué mejor ocasión para apoyar las ideas revolucionarias que arrastraban
los revolucionarios con sus tropas, sin embargo y, al contrario, los americanos fueron
fieles defensores de la monarquía española y fuertes críticos de la invasión.

De allí que el momento histórico que se vivía era, por decir lo menos, de una
gran complejidad. Los americanos exigían mayor presencia en las cortes españolas y,
soterradamente en algunos casos, los más radicales, una república, al mismo tiempo que
estaban dispuestos a combatir la presencia francesa y no permitirían jamás la entrada de
esas ideas en territorio americano. Tal dualidad, como podemos ver, hacía
particularmente más difícil la condena a penas sancionatorias de delitos de traición a la
Monarquía en vista de que lo que se veía precisamente era su total apoyo.

“En todos los discursos de cortes; en los Manifiestos de éstas y de la


Junta; en los artículos de la prensa democrática, preséntanse ligadas como
una causa única la consolidación del sistema político doceañista y la
expulsión de los franceses ; los diputados americanos que más se
distinguieron por sus ideas liberales son de los que más fieramente
combaten en sus discursos a los franceses; y en ellos, no es posible atribuirlo
al espíritu nacional ofendido, pues conocido es que la gran mayoría de
dichos diputados dirigió toda su actuación a lograr la independencia de las
colonias.”21
El espíritu y la presencia inglesa en todo este período de conmoción, al menos
hasta la liberación de Fernando VII, fue manifestada por muchos de los contrarios a los
revolucionarios franceses –ahora convertidos en súbditos de un emperador-; de tal
modo, tanto en la propia España como en América la simpatía por la Inglaterra,
partícipe no desinteresada en lo que ocurría, llevó a la sociedad española y americana a
demostrar simpatías con la “pérfida Albión” y, en no pocas ocasiones mostraron signos
de querer su protección.

20
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 60
21
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 61

17
“Años antes, las Cortes habían aprobado por unanimidad la erección
de un monumento a Jorge de Inglaterra. Sucedía todo esto, al mismo tiempo
que el gobierno español recibía constantes noticias de la actuación inglesa
en América, para su emancipación, — ejerciendo el cargo de secretario de la
regencia insurrecta de Caracas el secretario inglés del departamento de
Jamaica; que tenía lugar la destrucción de S. Sebastián, de las fábricas del
Retiro, etc., por las tropas inglesas. La simpatía de nuestros liberales hacia
Inglaterra, por sus libertades, pesaba en ellos más que estos hechos; como la
adhesión a la ideología francesa pesó más en la mayoría de los afrancesados
que el espíritu nacional, y en los absolutistas de Fernando VII — años más
tarde — la adhesión a los principios políticos de Rusia que la personalidad
española. La ausencia de espíritu patrio en nuestros hombres políticos de
entonces — que contrasta con la exaltación del mismo en el pueblo español
— constituye, como es sabido, una de las características fundamentales de
nuestros hombres públicos de todos los partidos en aquella época y en
general en el siglo xix.”22
La complejidad del tema de los afrancesados en España se distiende aún más
cuando, de un lado se presentaban los que apoyaban la irrupción de las tropas francesas
al territorio español pues se trataba de mantener cambiar una Monarquía por otra
también de viejo cuño, pero con la particularidad que trae aparejado –según piensan- las
ideas que llevaron a la Francia a la revolución: eran los típicos afrancesados; y por el
otro, aquellos que pretendían aplicar en la nación española las ideas revolucionarias
francesas, sin tener que pasar por una guerra: eran los liberales.

En realidad, eran dos caras de una misma moneda, de lo que se trataba era de
rescatar para el mundo español las ideas republicanas que ya eran del conocimiento de
toda Europa y bullían por doquier. Ambos sectores, no tan claramente diferenciados
entre sí, chocarían con el sentimiento nacionalista y hasta cierto punto conservador del
pueblo y buena parte de sus elites, que ya consideraban que la mejor postura para el país
era la expulsión de los franceses y la conservación de la clásica monarquía, ésta basada,
fundamentalmente en el pusilánime, pero no por esto aborrecido, de Fernando VII.

«Existe completa homogeneidad de principios entre los liberales y


los afrancesados», dice Bejarano [Méndez Bejarano, Historia política de los
afrancesados, Madrid, 1913, pag. 171, y, en gral., el capitulo VI .]. «No se
distinguían de los tildados de afrancesados, sino por la posición que
ocupaban ¿qué principios bullían en el fondo de su pensamiento, sino los
dictados por la revolución francesa? ¿Sus ideales, salían de otro venero que
no fuese la Enciclopedia? ¿Cuál fue su pecado capital y la causa de su
22
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 63

18
estrepitosa caída, sino el haber redactado una constitución francesa para el
pueblo español?»23
En cierto modo, hasta el mismo título de afrancesados podía subdividirse en dos
grupo de seguidores, los que apoyaban decididamente el régimen francés y los que tan
solo apoyaban sus ideas; estas incertidumbres dan pie para poder notar la gran dificultad
que existía para el momento de delimitar cuál era a ciencia cierta la posición que podría
ser considerada más oprobiosa al régimen español; de allí que las penas se convertirán,
precisamente por esa misma causa, en algo muy difícil de delimitar.

El mismo autor, con apoyo de otros intelectuales de la época lo expone


claramente:

«Si V. M. — dice Amorós, dirigiéndose a Fernando VII — trata de


demócratas, de sediciosos, de revolucionarios, de impudentes y enemigos
declarados suyos a los que formaban las cortes, y dignos en fin de
despojarlos de la autoridad que le habían usurpado, ¿quién podría imaginar
que los que habían tenido (los afrancesados) una conducta opuesta, y
conformádose siempre con las intenciones de V. M. fueran merecedores de
su desagrado?» (…) «Ambos (afrancesados y liberales) — dice Deleito, —
eran hijos espirituales de Francia, pero los primeros lo eran de la Francia
monárquica y bonapartista, los segundos, de la Francia revolucionaria; los
afrancesados seguían fieles al antiguo régimen, con ciertas prudentes
alteraciones. En el fondo preferían el despotismo ilustrado y sentían visible
repugnancia por la causa popular, que no podía armonizarse con su frío y
parsimonioso atildamiento. Eran los clásicos en la política como en el arte.
Los liberales eran en cambio patriotas y demócratas exaltados,
reivindicadores de la soberanía del pueblo, amigos de reformas radicales,
entusiastas, generosos, férvidos de pasión y fantasía.”24 Pág. 66

23
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, Cita al pie: N°1, 1924. pp. 52-67.
[http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007- 4640_1924_num_26_1_2169.
Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 65
24
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 66

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