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Redacción Capítulo Afrancesados
Redacción Capítulo Afrancesados
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cosa en sí misma, o, sea por el significado de la traición que se hace a la persona del rey,
del Estado o de la nación:
Más aún, la normativa decretada por el rey Alfonso X, amplía el delito para
determinar las distintas categorías o maneras que existen de traicionar al rey, lo que no
solamente se queda en el atentado a la persona del rey mismo, también se mencionan la
confabulación con otros reyes o naciones para su asesinato, la conspiración o la
colaboración para lograr que otra nación se imponga en guerra al reino propio, y así,
describe minuciosamente los diversos tipos de traición al rey o nación propias, lo que,
en definitiva, concibe como delito de Lesa Majestad.
De acuerdo con las formalidades que impone el derecho español de la época, y
derivado del derecho clásico romano, se exponen a manera de “racionalismo
normativo”, esas diversas maneras, enumeradas; así:
“La traición tanto quiere decir como traer un hombre a otro, bajo semejanza
de bien, a mal; y es maldad que echa fuera de sí la lealtad del corazón del
hombre; y caen los hombres en yerro de traición de muchas maneras.
La primera y la mayor y la que más fuertemente debe ser escarmentada es si
se trabaja algún hombre en la muerte de su rey o en hacerle en vida perder la
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Partida 7, Título 2: De las traiciones
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Partida 7, Título 2, ley 1
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honra de su dignidad; trabajándose con enemiga que sea otro el rey, y que su
señor sea desapoderado del reino.
La segunda manera es si alguno se pone con los enemigos para guerrear o
hacer mal al rey o al reino, o les ayuda de hecho o de consejo, o les envía
carta o mandado por el que los aperciba de algunas cosas contra el rey, a
daño de la tierra.
La tercera manera es si alguno se trabajase de hecho o de consejo que
alguna tierra o gente que obedeciese a su rey, se alzase contra él, o a que no
le obedeciese tan bien como solía.
La cuarta es cuando algún rey o señor de alguna tierra que es fuera de su
señorío quiere dar al rey la tierra de donde es señor, o le quiere obedecer
dándole parias o tributos, y alguno de su señorío lo estorba de hecho o de
consejo.
La quinta es cuando el que tiene por rey castillo o villa u otra fortaleza se
alza con aquel lugar, o lo da a los enemigos, o lo pierde por su culpa o por
algún engaño que él hace; ese mismo yerro haría el rico hombre o caballero
u otro cualquiera que abasteciese con vianda o con armas algún lugar fuerte
para guerrear contra el rey o contra el provecho comunal de la tierra, o si
entregase otra ciudad o castillo, aunque no lo tuviese por el rey.
La sexta es si alguno desamparase al rey en batalla y se fuese a los enemigos
o a otra parte, o se fuese de la hueste de otra manera sin su mandado antes
del tiempo que debía servir, o si derranchase comenzando a lidiar con los
enemigos engañosamente, sin mandado del rey y sin su sabiduría; o si
descubriese a los enemigos secretos del rey en daño de él.
La setena es si alguno hiciese bullicio o levantamiento en el reino, haciendo
juras o cofradías de caballeros o de villas contra el rey, de las que naciese
daño a él o a la tierra.
La octava es si alguno matase a alguno de los adelantados mayores del reino
o de los consejeros honrados del rey o de los caballeros que son establecidos
para guardar su cuerpo, o de los jueces que tienen poder de juzgar por su
mandado en su corte.
La novena es cuando el rey asegura a algún hombre señaladamente, o a la
gente de algún lugar o alguna tierra, y otros de su señorío quebrantan
aquella seguridad que él dio, matando o hiriendo o deshonrándolos contra su
defensa, fuera de si lo hubiesen de hacer en contra de su voluntad, tornando
sobre sí o sobre sus cosas.
La décima es si a todos o a alguno de ellos, o los hace huir.
La oncena es cuando algún hombre es acusado o puesto a recaudo sobre
hecho de traición, y otro alguno lo suelta o hace para que huya.
La docena es si el rey quita el oficio a algún adelantado o a otro oficial de
los mayores y establece otro en su lugar, y el primero está rebelde, que no
quiere dejar el oficio o las fortalezas con las cosas que le pertenecen, ni
recibir al otro en él por mandato del rey.
La trecena es cuando alguno quebranta o hiere o derriba maliciosamente
alguna imagen que fue hecha y enderezada en algún lugar por honra o
semejanza del rey.
La catorcena es cuando alguno hace falsa moneda o falsea los sellos del rey.
Y sobre todo decimos que cuando alguno de los yerros sobredichos es hecho
contra el rey o contra su señorío o contra provecho comunal de la tierra es
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propiamente llamada traición; y cuando es hecha contra otros hombres es
llamado aleve, según fuero de España.”3
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Partida 7, Título 2, ley 1 El motivo de tan larga cita es porque habremos de utilizar algunas de estas
causales para explicar más adelante los propósitos y fines de los enjuiciamientos a españoles y/o
americanos por los delitos de “traición”, “afrancesados” e infidentes, y la complejidad de estos juicios por
la dificultad de aplicar esta legislación a una problemática sucedida diez siglos después y ante
circunstancias muy particulares y específicas que llevarían a tornarse ambiguas tanto estas leyes como las
penas que finalmente les fueron aplicadas a los acusados en tales momentos de inicios del siglo XIX.
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Partida 7, Título 2, ley 2. Vale la pena mencionar, a modo de curiosidad polémica, el que resalta que a
las esposas de los criminales se les respetará la dote de los bienes patrimoniales y las hijas pueden heredar
también de aquellos bienes, en tanto no se les considera capaces de tan enorme crimen; hago este
comentario, porque en nuestros días esta ley sería motivo de agrias discusiones entre los defensores de los
derechos feministas, en vista de la antigua protección a las damas. Alguno dirá que lo que se pretendía era
manifestar la incapacidad femenina, pero bueno no es aquí el momento para discutirlo…
4
De igual denominación se mantuvo en el derecho antiguo romano, de donde
provienen en buena medida la jurisprudencia española, el delito de perduelio, en el que
se tomaban las medidas más graves para con la descendencia del que haya tomado las
armas contra el Estado, o que haya colaborado de algún modo para atentar contra las
bases de la nación.5
Llama la atención en todo esto la amplitud con que es tratado antiguamente el
delito de traición, considerado de manera extendida, y las maneras como, con el paso
del tiempo ha ido delimitándose su alcance, en vista de la cantidad de variables que
puede tener y, más aún, la debida protección a los que de una forma u otra podrían ser
inocentes de tan importante delito.
Esta larga disertación tiene gran relación con el tema que tratamos pues, en la
España y América de inicios del siglo XIX, este hecho se convierte en un verdadero y
complejo problema para los juristas quienes no terminan de poder delimitar un concepto
preciso del problema de la traición, tanto para aquellos que –de algún modo-
5
En ocasiones el delito de traición se le ha comparado con el antiguo de perduelio, el cual está
intrínsecamente relacionado, no obstante, esta calificación fue evolucionando y algunos expertos
muestran su evolución y el cómo su pena se fue dosificando, dada su crueldad y su contradicción con lo
que en realidad perseguía. “En Derecho Romano todas las penas de privación de bienes, lo mismo las de
derecho público que las de derecho privado, quedaban sin ejecutar si el sujeto fallecía antes de que fuera
interpuesta la correspondiente acción. Por tanto,, en principio, al muerte del culpable acarreaba que las
consecuencias penales no pudiesen hacerse efectivas. Ahora bien, frente a esta regla general se introdujo
en tiempos de Marco Aurelio una importante excepción para los supuestos de perduellio. En efecto, la
especial gravedad de los mismos permite explicar que se pudiera iniciar el proceso después de la muerte
del culpable, con el objetivo de condena su memoria y privar de los bienes a sus sucesores. Pese a todo,
no podemos afirmas que con ello quebrara la regla general de la extinción de la causa criminal con la
muerte del reo. Sí debemos resaltar que la especial necesidad de proteger tanto a la persona del
Emperados como la de garantizar la estabilidad política aconsejaban que el castigo del delito se
proyectase más allá de la persona del culpable. En realidad, con este efecto trascendente de la condena se
castigaba a familiares inocentes, Imaginamos que la intención del legislador era la de mover la conciencia
de todos aquellos que, si bien no temían su propia ruina, sí, al menos, se preocupaban por la de aquellos
parientes que dejasen al momento de morir. Uncluso, la posición de los descendientes del traidor quedó
mucho más agravada en tiempos de Arcadio y Honorio, ya que se consideraba que se les permitía seguir
viviendo como simple muestra de la benevolencia imperial, pero en unas condiciones de extrema
indigencia hasta el punto de que no sólo se les excluía de la herencia paterna, sino también de la de su
madre, abuelos e incluso de lo que algún extraño les quisiese dejar por vía de legado. Las medidas
represivas, como es posible observar, se presentaban demasiado crueles y, a veces, apoyadas en
justificaciones muy frágiles. El deseo de evitar que los hijos reprodujesen las maldades de sus padres no
parece suficiente para castigarlos para sismpre por algo que, posiblemente, ni siquiera se plantearon
provocar jamás. Quizá la severidad de tales medidas respondía a la intención de los Emperadores por
resaltar la vertiente ejemplarizante de la pena, especialmente para esta clase de delitos donde corría
peligro la estabilidad del Estado. En definitiva, se construyó una norma basada en planteamiento
hipotéticos, no en realidad constatadas. Se pensaba, sin más, que los hijos seguirían los pasos de sus
padres para seguir atentando contra el Imperio. Parece tan poco consistente este `castigo anticipado `que
nos lleva a manifestar nuestra opinión de que, incluso en el supuesto extremo de ser cierto esa voluntad
maliciosa heredada por los hijos, lo más lógico hubiese sido privarles sólo de los bienes paternos, pero no
la de otros parientes o la de terceros ajenos por completo a toda actividad delictiva.” Págs. 49-50 Pino
Abad, Miguel. La pena de confiscación de bienes en el derecho histórico español Madrid,l Editorial
Dykinson, 2014
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colaboraron con los franceses en la famosa invasión decimonónica, como para los
americanos que hablaban en estos predios de independencia de la Metrópoli.
Así las cosas, en España se fueron presentando sucesos con estas características,
pero generalmente generados por la intención más o menos firme de algunas regiones
de tratar de mantener su autonomía en momentos en el que el Estado español
propiamente no se había consolidar en todo el territorio de la Península Ibérica. No son
estos conflictos los que nos interesa reseñar, obviamente, pues nuestro trabajo apunta
específicamente al momento cuando se efectúa la invasión napoleónica a España, son
detenidos los reyes Carlos IV y Fernando VII y este abdica en José I, y de allí la gran
explosión revolucionaria que, paradójicamente unifica las Españas y crea en América un
verdadero archipiélago de naciones.
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levantarse en armas o realizar actos de hostilidad y desobediencia contra la
autoridad constituida.”6
Inicialmente, queda sobreentendido que la definición de “infidencia” es una
derivación etimológica de “infidelidad”, y esto no es una verdad de Perogrullo.
Ciertamente se trató de imponer sanciones penales a aquellas personas que se
sospechaba habían tomado las armas contra la monarquía, de una forma u otra; es decir:
eran infieles. Sólo que, a su vez, y ya lo veremos más adelante, esta definición no era un
tema fácil de aprehender.
6
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11
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Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11 [Recordar que es Idem]
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inapelables, pero ante un problema histórico que les impide hacerlo apropiadamente.
Veamos:
Así:
“En buen exégesis lexicológica, no cabe semejar el criminal al infidente,
que tan solo se ha limitado a faltar a la confianza del monarca, la infidencia
no es el delito claramente delimitado por la legislación colonial española,
comprendido en la siguiente mención: yerro que face ome contra la persona
del rey.”9 P. 11
En los primeros momentos cuando los españoles tenían la perspicacia de
perseguir a todos aquellos que pudieran colaborar con el régimen francés, los cuales
llamaban afrancesados; cuando esta realidad atraviesa el Atlántico vemos que las
categorías tienen y deben apuntar para otro lado. En América no se está propiamente
apoyando a los franceses, muy por el contrario, se apoyan de manera resuelta a la
conservación de la monarquía.
El problema es que, por esa misma razón, la conformación de las Juntas, como
la de Caracas, no podía considerarse propiamente como enemigo de la monarquía o, al
menos, no como un acto delincuencial, pues el delincuente –de Lesa Majestad- actúa
directamente contra el Estado y, precisamente no era este el caso en Venezuela. Por
supuesto que las cosas en el futuro habrán de complicarse aún más, pero el sentido de
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Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11 [Recordar que es Idem]
9
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
Historia, 1960 2 V. Pág.11 [Recordar que es Idem]
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nuestro estudio se circunscribe a aquel momento de inicio dubitativo de una república
en tierras americanas.
“Lo que los venezolanos hacían [sigue Briceño Perozo] era dar
rienda suelta a sus deseos indeclinables de emanciparse, pretender –como
apunta Level de Goda- constituirse en Nación, separada y con rango propio,
y `por ello pelean contra la que no quiere que lo sea… los insurgentes son
enemigos y nada más en el sentido legal de esta voz, pues aunque un
enemigo puede muy bien pasar a criminal, así como un criminal a enemigo,
de todos modos la idea es exacta en rigor lógico, discurriéndose sobre la
segura base de la palabra enemigo. Enemigos que hacen la guerra y para ello
han abierto y ejercen toda clase de hostilidades, aunque algunos o mucha
parte degeneren en criminales.`” Págs. 11-12 [Cita de Memorias de Level de
Goda. BANH. Tomo XV. Julio-sept 1932. Nº 59. P. 199]10
Incluso, para el caso venezolano, la aplicación de esta justicia política, sobre
todo por ser llevada por los tribunales de la Real Audiencia, tendieron a apegarse de
manera lo más estricta posible a las leyes, por lo que se presenta la ambigüedad, según
la cual un país se encuentra en franca guerra con otro, o con una de sus partes que
quiere independizarse y allí se trata de mantener incólume a la justicia y la equidad; es
una paradoja y hay quien sostiene que esa justicia, vista de ese modo, fue lo que
determinó una gran contradicción en las acciones de guerra en Venezuela y el freno que
ponían los jueces a los desmanes de los capitanes militares (Antoñanzas, Zuazola,
Cerveriz, Boves etc.); de esta manera puede considerarse que la aplicación de la justicia
era ambigua y por ello, esto tendría consecuencias a la hora de evaluar el desempeño
militar.
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
10
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Hemos querido citar a Mario Briceño Perozo más o menos extensamente, en vista
de que se desempeñó por unas cuantas décadas como Director de Archivo General de la
Nación de Venezuela y porque, junto a otros directores, tuvieron contacto con una
copiosa sección documental denominada Causas de infidencia, que reposa en ese
archivo y, a pesar de sus esfuerzos por darle impulso a los estudios sobre esta temática,
realmente muy pocos historiadores, con contadas excepciones, han utilizado estas
fuentes como una nueva arista para la comprensión del complejo fenómeno de la
independencia.
En esencia, el delito político más grave que puede tener algún país es de traición
a la patria y el mismo está contemplado modernamente en los ordenamientos jurídicos
de todos los países dada la peligrosidad que ello acarrea; incluido en Venezuela, el
delito de traición a la patria, tipificado como tal, es bastante tardío. Es decir, muy a
pesar de la guerra, los venezolanos, luego colombianos y posteriormente venezolanos
Causas de Infidencia Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo Caracas Academia Nacional de la
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nuevamente no tenían tampoco una idea certera de cómo habrá de tratarse al traidor a la
patria y, sobre todo, cuales debían ser los jueces naturales para tratar ese delito. 12
12
“Ya con la República, existiendo la Gran Colombia, Bolívar dictó varios decretos reaccionarios,
impulsado por la enorme descomposición que existía por las ambiciones personales de muchos. Decretó
el 19 de febrero y el 13 de marzo de 1828, las facultades extraordinarias sobre todo el territorio, a
excepción de Ocaña, donde se reunía la Convención. El 23 de febrero y el 15 de marzo del mismo año
sometió a la autoridad militar todos los juicios por conspiración contra el orden público. En nuestra
Constitución de 1830 se estableció que, además de responder por crímenes que las leyes castigan con la
pena capital o infamante, el Presidente y el Vice-Presidente, respondían por traición contra la República,
“bien sea para someterla a potencia extranjera, o bien para variar la forma de gobierno reconocida y
jurada; por infracción de la Constitución”. Por Ley de 14 de octubre de 1830 se derogó el Decreto de
1828; esta Ley llamada “Ley sobre delitos de conspiración o traición, su juicio y penas”, estableció que el
fuero ordinario sería el competente para conocer de estos delitos. Así en su artículo 19 se expresó que “el
conocimiento sobre delitos de traición o conspiración, sin fuero alguno, es de la jurisdicción común
ordinaria. Se hizo una clasificación de los traidores o conspiradores en tres clases; el artículo 2° estableció
la pena de muerte para los comprendidos en la primera clase. Estos traidores y conspiradores son aquellos
que hagan actos tendientes a destruir o trastornar las bases republicanas, la constitución y el gobierno; los
que coligan entre sí para cometer cualquiera de los hechos anteriormente citados; los que mantengan
inteligencia con los enemigos de Venezuela y los que persuadan o aconsejen estos delitos. El artículo 39
se refería a los de segunda clase, y que eran aquellos que encubriesen la traición; las penas para esta clase
eran el presidio y la separación perpetua de la Provincia. En el artículo 4° se indicaban como de tercera
clase, a los que se resistiesen a cumplir las órdenes del gobierno para salvar el país y las penas eran de
expulsión o confinamiento. Esta ley fue modificada por Ley del 15 de junio de 1831 sobre el modo de
proceder contra los conspiradores y las penas en que incurren. Ley fundamentalmente similar a la
anterior, dictada únicamente en consideración de que aquélla había resultado ineficaz por falta de letrados
en las provincias que la aplicaran, tal como ella lo había estatuido. De acuerdo con el artículo 5° de esta
segunda ley, eran competentes para conocer de estas causas tanto los jueces letrados, los jueces de paz y
los Alcaldes Municipales. Se puede mencionar también como antecedente legislativo la Ley de 25 de
abril de 1845 sobre asonadas, la cual estableció en su artículo 69 que si en la asonada existiesen armas o
las personas de la misma se resistiesen a la autoridad o se retirasen en desorden serían juzgados como
conspiradores. Sigue en orden cronológico la Ley de 3 de abril de 1849 sobre conspiradores y abolición
de la pena capital. Con esta Ley termina en Venezuela la pena de muerte.” Págs 74-75 Sosa Chacín, Jorge
Delitos de traición a la patria.”
http://www.ulpiano.org.ve/revistas/bases/artic/texto/RDUCV/20/rucv_1960_20_69-96.pdf [Revisado en
septiembre de 2019]
11
sociedad y esta debe adaptarse a él o, al contrario, cuando es el derecho el que debe
mimetizarse con las nuevas concepciones de una realidad cambiante y donde los
antiguos conceptos no se adecúan a la sociedad que está en formación, o que es
trastocada por una situación sobrevenida, desconocida hasta ese momento.
De esta forma pues, consideramos que no fue una sino varias formas en la que
los juristas trataron de comprender las acciones que se llevaban a cabo en ambos lados
del Atlántico, unos por colaboracionistas y unos por autonombrados “patriotas”. De
algún modo el imperio español había sido sacudido hasta sus cimientos y la rapidez de
los cambios sobrepasaba la presteza con que los jueces podían ir tomando acciones e
incoando causas contra personas que representaban una diversidad de formas de
enfrentar el orden monárquico. Muchos españoles de la Península –incluso personajes
de renombre- formaron parte tanto del gobierno francés, como del gobierno juntista que,
en algunos casos, también fueron objeto de condena por la administración de la Corona,
en vista de su participación en organismos que no habían sido nombrados por ninguno
de los reyes españoles e incluso a pesar de ellos.
12
De la importancia que describe el autor se desprende que el asunto no estuvo del
todo claro, ni para juristas ni para el pueblo en general; así, muchos “buenos” españoles
comenzaron a escribir representaciones y defensas, en tanto se consideraban inocentes
del estigma de traidor, como vemos:
14
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 53
15
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de las páginas 53-54
13
En su exposición, Viñas expone los argumentos de diversos autores
contemporáneos en los que se arguye la inevitabilidad de aceptar el nuevo
gobierno francés, e incluso los beneficios que tal aceptación traería para la nación
española y para el resto de Europa (por supuesto se habla de la Europa
conquistada por Napoleón). Así dice:
14
crear en España una o varias repúblicas iberianas; y las ideas democráticas y
revolucionarias hallaban intensa acogida en las instituciones culturales
(Universidad de Salamanca, sociedades económicas) y se difundían por las
sociedades secretas.”17 Pág. 58
En muchas ocasiones se ha pensado que los españoles ante su propia guerra de
independencia se habían olvidado de América, dados los tropiezos militares que
sufrieron y la pérdida total del territorio, sin embargo y a pesar de ello, no puede
negarse que muchos intelectuales contemporáneos siempre tuvieron en mente el temor
de que ante tal situación se perdieran los inmensos territorios americanos, sobre todo,
por la creciente relación de los ingleses, quienes estaban en guerra con Francia, y que ya
había comenzado con diversas regiones de América (con énfasis en Venezuela,
recordemos las tentativas de desembarco de Miranda).
17
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 58
18
[ Se trata de una cita al pie: Marqués de Villaurrutia, Relaciones entre España e Inglaterra
durante la guerra de la Independencia, Madrid, 1911, t. I, p. 44o. en Viñas-Mey Carmelo Op. cit]
P. 60
15
El problema del afrancesamiento19, entendido como la participación de españoles
en el nuevo gobierno para que todo siguiera su curso sin mayores traumatismos, dio al
traste con el sentimiento nacionalista de la sociedad ibérica entera la que, no solamente
se unificó en torno, si ya no a los reyes, sí a la crítica de que la colaboración con el
gobierno francés e incluso la posibilidad de participar en Juntas no autorizadas
propiamente por la Corona, hacán olvidarse de los verdaderos problemas estratégicos de
la nación.
19
Véase sobre el tema la magnífica bibliografía contemporánea que trata sobre este tema, la cual no
profundizamos por no ser propiamente el tema de nuestro trabajo acá. Memoria de los hechos que
justifican la conducta política, Paris, 1815. Véase sobre O. Farril, Notice sur D. Gómalo de 0. Farril.
Paris, 1831 de Muriel. / Examen de los delitos de infidelidad a la patria que se imputan a los españoles
sometidos bajo la dominación francesa; Véase sobre él, Cortines y Muruve, Noticias de un afrancesado.
Revista di archivos, tomo XXI, pag. 555-558. Los afrancesados. Cuestión política, Madrid, 1830. Los
afrancesados, Paris, 1810. Manifiesto sobre su conducta política durante la dominación intrusa. Sevilla,
1816. Exposición de los hechos y maquinaciones que han preparado la usurpación de la corona de
España, Madrid, 18o3.
16
que aquellos gobernantes no sintieron siempre con la necesaria intensidad el
estímulo de los intereses nacionales.”20 P. 60
No deja de ser curiosa y paradójica la actitud de los representantes americanos
ante las cortes españolas pues, si, en apariencia, se debatía la posibilidad de construir
una república, qué mejor ocasión para apoyar las ideas revolucionarias que arrastraban
los revolucionarios con sus tropas, sin embargo y, al contrario, los americanos fueron
fieles defensores de la monarquía española y fuertes críticos de la invasión.
De allí que el momento histórico que se vivía era, por decir lo menos, de una
gran complejidad. Los americanos exigían mayor presencia en las cortes españolas y,
soterradamente en algunos casos, los más radicales, una república, al mismo tiempo que
estaban dispuestos a combatir la presencia francesa y no permitirían jamás la entrada de
esas ideas en territorio americano. Tal dualidad, como podemos ver, hacía
particularmente más difícil la condena a penas sancionatorias de delitos de traición a la
Monarquía en vista de que lo que se veía precisamente era su total apoyo.
20
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 60
21
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 61
17
“Años antes, las Cortes habían aprobado por unanimidad la erección
de un monumento a Jorge de Inglaterra. Sucedía todo esto, al mismo tiempo
que el gobierno español recibía constantes noticias de la actuación inglesa
en América, para su emancipación, — ejerciendo el cargo de secretario de la
regencia insurrecta de Caracas el secretario inglés del departamento de
Jamaica; que tenía lugar la destrucción de S. Sebastián, de las fábricas del
Retiro, etc., por las tropas inglesas. La simpatía de nuestros liberales hacia
Inglaterra, por sus libertades, pesaba en ellos más que estos hechos; como la
adhesión a la ideología francesa pesó más en la mayoría de los afrancesados
que el espíritu nacional, y en los absolutistas de Fernando VII — años más
tarde — la adhesión a los principios políticos de Rusia que la personalidad
española. La ausencia de espíritu patrio en nuestros hombres políticos de
entonces — que contrasta con la exaltación del mismo en el pueblo español
— constituye, como es sabido, una de las características fundamentales de
nuestros hombres públicos de todos los partidos en aquella época y en
general en el siglo xix.”22
La complejidad del tema de los afrancesados en España se distiende aún más
cuando, de un lado se presentaban los que apoyaban la irrupción de las tropas francesas
al territorio español pues se trataba de mantener cambiar una Monarquía por otra
también de viejo cuño, pero con la particularidad que trae aparejado –según piensan- las
ideas que llevaron a la Francia a la revolución: eran los típicos afrancesados; y por el
otro, aquellos que pretendían aplicar en la nación española las ideas revolucionarias
francesas, sin tener que pasar por una guerra: eran los liberales.
En realidad, eran dos caras de una misma moneda, de lo que se trataba era de
rescatar para el mundo español las ideas republicanas que ya eran del conocimiento de
toda Europa y bullían por doquier. Ambos sectores, no tan claramente diferenciados
entre sí, chocarían con el sentimiento nacionalista y hasta cierto punto conservador del
pueblo y buena parte de sus elites, que ya consideraban que la mejor postura para el país
era la expulsión de los franceses y la conservación de la clásica monarquía, ésta basada,
fundamentalmente en el pusilánime, pero no por esto aborrecido, de Fernando VII.
18
estrepitosa caída, sino el haber redactado una constitución francesa para el
pueblo español?»23
En cierto modo, hasta el mismo título de afrancesados podía subdividirse en dos
grupo de seguidores, los que apoyaban decididamente el régimen francés y los que tan
solo apoyaban sus ideas; estas incertidumbres dan pie para poder notar la gran dificultad
que existía para el momento de delimitar cuál era a ciencia cierta la posición que podría
ser considerada más oprobiosa al régimen español; de allí que las penas se convertirán,
precisamente por esa misma causa, en algo muy difícil de delimitar.
23
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, Cita al pie: N°1, 1924. pp. 52-67.
[http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007- 4640_1924_num_26_1_2169.
Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 65
24
Viñas-Mey Carmelo. Nuevos datos para la historia de los Afrancesados. In: Bulletin Hispanique. Tome
26, N°1, 1924. pp. 52-67. [http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/hispa_0007-
4640_1924_num_26_1_2169. Revisado en septiembre de 2019] Esta cita es de la página 66
19