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El árbol mágico

Había una vez un árbol muy muy grande, era el más grande


del bosque. Era mágico porque dejaba caer frutas a las
personas que eran buenas y tenían un buen corazón.
Un día un caminante iba pasando por al lado del árbol y se
recostó sobre diciendo:

–          Gracias árbol por darme tu tronco para poder


descansar mi espalda que esta tan adolorida por el duro
trabajo que tuve hoy.

El árbol a escuchar tan linda acción dejo caer una naranja para que el caminante se la comiera. El caminante
estaba tan agradecido con el árbol que le dio un fuerte abrazo y se fue a su casa.

Otro día un leñador que iba con sus dos hijos, estaba pasando por el bosque y vio ese árbol tan grande y
majestuoso, y pensó:
–          Si yo cortara este árbol me van a dar mucho dinero y poder darles de comer a mis hijos.
  
En el momento que el leñador fue a buscar sus herramientas, los hijos estaban jugando con el árbol, y este al
ver tanta alegría y felicidad, decidió dejar caer 2 manzanas y 2 peras. Los niños estaban muy felices porque
no habían comido en días y tenían mucha hambre.

El leñador había llegado y en el momento mágico que se acercaba al árbol para cortarlo sus dos hijos le
dijeron
–          Papá, papá, papá no cortes este árbol, es un árbol mágico nos dio frutas cuando estábamos muy
hambrientos.

–          Pero hijos, eso es imposible. Déjame pasar por favor

Cuando uno de sus hijos vio que a su papa no lo iba a detener nadie, le dijo al arbolito llorando con lágrimas
en sus ojos.

–          Arbolito por favor haz uno de tus trucos para que mi papa se dé cuenta que si eres

El árbol al ver tanta tristeza no pudo decirle que no y lanzo una lluvia de frutas de diferentes sabores y
colores, el leñador al ver semejante cosa empezó a creerle a sus hijos y a pedirle perdón al árbol.

El leñador al sentirse tan arrepentido le dijo al árbol:

–          Gracias a ti mis hijos saciaron su hambre, gracias a ti mis hijos se divirtieron como nunca antes y
gracias a ti aprendí a que debo creerles a mis hijos antes que nada.

Y finalizo haciéndole una promesa al árbol: Arbolito te prometo que te cuidare por siempre y que de hoy en
adelante no cortare más árboles.

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