Existe la creencia generalizada de que la mayoría de la población se ubica en la clase media. De hecho, constatamos cuando hacemos encuestas sociológicas, que cuando se pregunta por la autoubicación de clase, es decir, por la posición que ocupa la persona encuestada dentro de la estructura de clases, el porcentaje de quienes se autoubican en la clase media es siempre muy elevado. Sin embargo, las clases sociales siguen existiendo, no es lo mismo ser propietario de una empresa que trabajar en ella como ingeniero, o trabajar en ella como limpiador. Las diferentes posiciones sociales otorgan diferentes recursos, diferentes trayectorias y diferentes oportunidades vitales. ¿Cuáles son los criterios y las dimensiones para describir las clases sociales? Sobre esto no existe una perspectiva única. En términos generales, las tres dimensiones que nos permiten pensar el mapa de las clases sociales son la propiedad, el conocimiento y la autoridad. Vamos a enfocarnos en dos enfoques sociológicos sobre las clases sociales. El primero de ellos es del sociólogo E. O. Wright, y el segundo es John Goldthorpe. - Erick Olin Wright, autor de algunos libros muy relevantes en la sociología contemporánea, algunos traducidos al castellano como “Clases o Comprender las clases sociales”, parte de una perspectiva neomarxista. Por ello, es lógico que en su categorización sobre las clases sociales tenga especial importancia la propiedad. Pero también a este criterio de propiedad le añade lo que él llama bienes de cualificación y bienes de organización. Wright divide las clases sociales entre aquellos que son propietarios de los medios de producción, y los que no son propietarios sino trabajadores asalariados. Entre los primeros encontramos también una división según se posea capital suficiente para contratar trabajadores o no, y según se tenga la necesidad de trabajar, aunque sea para uno mismo o no. Por otra parte, dentro de los asalariados, las posiciones se distinguen según el lugar que se ocupa en la organización y según las cualificaciones o credenciales, es decir, según los títulos educativos. Teniendo en cuenta todos estos criterios, lleva a cabo una clasificación cuyas categorías podemos ver en la tabla del libro. (3.3)
- John Goldthorpe. La orientación de este autor es neoweberiana, y en su
esquema, las clases sociales derivan de la agrupación de las personas a partir de sus ocupaciones. A su vez, la clasificación de estas ocupaciones se llevaría a cabo en función de una serie de criterios. Por un lado, fuentes y niveles de renta, por otra parte, el grado de seguridad económica y seguridad de ascenso en el trabajo, y por otra parte la posición de la jerarquía de control y autoridad en los lugares de trabajo. En función de estos criterios, este autor realiza una clasificación de un esquema de 7 clases, que a su vez se dividen en tres categorías. La primera categoría sería la clase servicio, que no hay que confundir con los trabajadores del sector servicios. En la clasificación de Goldthorpe, la clase servicios estaría formada por dos grupos: el primero abarca a los profesionales superiores, es decir, directivos de grandes empresas y grandes empleadores, y el segundo a los profesionales de nivel medio e inferior (técnicos superiores, directivos de pequeñas empresas de menos de 25 empleados, y supervisores de empleados no manuales.)
Las otras dos categorías que establece este autor, son las clases intermedias y la clase obrera, cada una de ellas con otros diferentes subgrupos.
Relación entre las clases sociales y la escolarización
Los estudios sociológicos han mostrado y siguen mostrando persistentemente que existe relación entre la clase social de origen del alumnado, es decir, la clase social de su núcleo familiar, y su rendimiento académico. Los datos muestran ampliamente la influencia tanto de los recursos económicos, como del capital cultural familiar en las trayectorias escolares del alumnado, y en sus posibilidades de éxito. [tabla] En esta primera tabla podemos ver la influencia del capital cultural familiar en los resultados escolares. En este caso vemos con datos de 2018 la tasa de abandono educativo temprano según el nivel de estudios de la madre. El abandono educativo temprano se define como el porcentaje de la población de 18 a 24 años que no ha completado el nivel de educación secundaria de segunda etapa, y que no sigue ningún tipo de educación ni formación. En 2018, esa tasa fue de 17,9% para el total de la población de esa edad en su conjunto. Sin embargo, como vemos en la tabla, entre los jóvenes cuyas madres tienen estudios superiores, fue sólo del 3,9% mientras que llegó al 41,5% entre aquellos cuyas madres tenían educación primaria o inferior. Esta tabla se ha obtenido a partir de datos del ministerio de educación e información profesional. [tabla] Fracaso y abandono escolar en España de los autores Anguita, Mena y Rivière. En esta tabla, extraída de dicho informe, podemos observar diferentes indicadores relacionados con el fracaso escolar en relación con la ocupación de los padres. Como vemos, estos indicadores son significativamente más altos, en algunos casos incluso del doble o más, en los estudiantes cuyos padres tienen trabajos manuales no cualificados que en aquellos cuyos padres tienen empleos cualificados de cuello blanco. El 36,2% de estudiantes con padres trabajadores manuales no cualificados, han repetido curso; mientras que, en caso de los hijos de trabajadores cualificados del cuello blanco, ese porcentaje es del 18,4%. Esta tabla fue construida con datos procedentes del informe PISA de 2003. A pesar de que se ha extendido la escolaridad a todas las clases sociales, fundamentalmente a las clases populares obreras que antes no accedían en la misma medida, la desigualdad de oportunidades educativas vemos que se mantiene. Por ejemplo, una vez dentro de la universidad, los hijos de clases trabajadoras tienen más posibilidades de matricularse en carreras de ciclo corto y menos conectadas con profesiones de prestigio. Al fenómeno de las desigualdades de clase en el rendimiento escolar y en general en la experiencia escolar, se le han dado diferentes explicaciones. En éstas, se argumenta fundamentalmente sobre factores relacionados con los contextos familiares y sobre otros factores relacionados con los centros escolares, es decir, relacionados con el contexto escolar.
Análisis de los contextos familiares
- La explicación de Bourdieu, autor muy relevante en la sociología contemporánea, se relaciona con sus conceptos de capital cultural y de habitus. En las familias de clase media y media-alta, con niveles altos de capital cultural, hay presentes, además de mayores recursos y mejores condiciones de vida, unas disposiciones que son más cercanas a la cultura escolar; existe cierta correspondencia entre ambos entornos, de forma que estos hogares serían una especie de prolongación de la escuela. Sin embargo, para muchas familias de clases trabajadoras, la cultura escolar es algo más extraña y distante de su experiencia, y digamos de lo conocido, de lo dominado por ellos. Esto no significa que las familias de las clases trabajadoras no se preocupen por la educación de sus hijos, sino que tienen menos recursos y también menos estrategias para afrontar la trayectoria escolar de estos hijos, porque esta cultura escolar les resulta más extraña que a las familias de clase media, que están más habituados.
- Boudon, otro autor en la sociología, pone el énfasis más en factores económicos
que culturales o relativos a las disposiciones, hábitos, etc. Para él, el factor fundamental son los recursos económicos porque para las familias con menos recursos económicos, la prolongación e los estudios, y sobre todo, los estudios universitarios, supone un importante coste de oportunidad, es decir, el hecho de mantener a los hijos fuera del mercado laboral sin percibir un salario. Por otra parte, hay que tener en cuenta que esta relación entre la clase social y el rendimiento escolar en general, no supone un determinismo inevitable. Aunque empíricamente se haya mostrado que hay relación entre este rendimiento y la clase social, esto no significa que los hijos de las clases trabajadoras estén condenados al fracaso escolar. Pero sí que es cierto, que se ha estudiado en menor medida en qué condiciones, las personas de entornos menos favorecidos tienen éxito escolar; en qué condiciones estas personas que parece que lo tienen todo en contra, tienen trayectorias educativas de éxito. El sociólogo francés, Bernard Lahire, ha estudiado cómo los niños con padres con alfabetización escasa, pueden encontrar precisamente en esa carencia un estímulo escolar muy fuerte, y en ocasiones ser incentivados por una valoración muy alta de sus padres de esos logros escolares. Hay otros elementos que tienen que ver menos con el contexto familiar y más con los contextos de los centros escolares, que también inciden en esa influencia de las clases sociales en el rendimiento del alumnado. Uno de los elementos está constituido por las expectativas del profesorado. Sabemos que las expectativas que forman los docentes tienen repercusiones reales en el rendimiento de los estudiantes. Ese es el conocido especto Pigmalión, que desarrollaron Rosenthal y Jakobson. Hay numerosas investigaciones que muestran que las expectativas del profesorado están en buena medida relacionadas también con el estatus socioeconómico del alumnado, y es habitual que entre los estudiantes acerca de los cuales las expectativas tienden a ser bajas, se encuentren en mayor medida estudiantes procedentes de entornos más desfavorecidos. Autores como Becker, Rist o Van Houtte, muestran que la imagen del alumno ideal se define en gran parte con criterios vinculados a la clase social, y en particular a la clase media.
Expectativas del profesorado
Jane Anyon realizó un estudio en cinco escuelas de quinto de primaria en EEUU. Cada una de ellas, con alumnado mayoritariamente de una clase social. Llegó a la conclusión de que en las escuelas de las clases obreras, los profesores consideraban que lo esencial era transmitir a los estudiantes disciplina y enseñarles procedimientos. En las escuelas de las clases medias, los profesores consideraban que su alumnado comprendiese el material sobre el que estaban trabajando. En las escuelas donde las familias estaban constituidas fundamentalmente por profesionales de élite, los objetivos iban en la línea de que los chicos aprendiesen de su propia experiencia y que aprendiesen a pensar. Finalmente, en la escuela de altos ejecutivos, el profesorado aspiraba a que los estudiantes aprendiesen a pensar por sí mismos. Este tipo de investigaciones muestra cómo, independientemente de que los currículums sean similares en centros con diferente alumnado en relación a su origen social, las expectativas del profesorado, y por lo tanto los métodos aplicados pueden variar. Un trabajo más reciente, y en el contexto español llevado a cabo por la socióloga Aina Tarabini, también analiza las expectativas del profesorado sobre los alumnos. Llega a la conclusión de que el profesorado no es consciente de la influencia que tiene el contexto y la posición de clase del alumnado en su experiencia escolar, y tienen por lo tanto a responsabilizar d ellos problemas al propio alumnado de clases populares y a sus familias, considerando que el principal problema es su falta de interés. De eta manera, se eximiría a otros agentes como los agentes escolares, políticos y económicos de esta responsabilidad. Otras investigaciones sobre las expectativas docentes han mostrado cómo en los centros en los que hay una concentración muy alta de estudiantes de niveles socioeconómicos bajos, el profesorado tiende a sentir una menor responsabilidad por el éxito educativo de sus estudiantes. Como si de alguna forma, se diese por hecho que sus resultados académicos están fuera de su control.
Otros factores relacionados con el contexto escolar
Por otra parte, hay que tener en cuenta que los centros donde acuden estudiantes de entornos más desfavorecidos, se ven afectados en mayor medida por otro tipo de problemas, como sería una mayor segregación escolar, equipamientos deficientes, y por lo tanto, una mayor rotación del profesorado, que ve menos incentivos para trabajar en este tipo de centros. Finalmente, otra práctica escolar que puede intensificar esas desigualdades educativas es la segregación o separación del alumnado en grupos por niveles de rendimiento educativo. Esta segregación, tal y como señala la socióloga Jeannie Oakes, tiende a retrasar el aprendizaje de los estudiantes que parten de niveles más bajos, promueve una baja autoestima, y además separa a los estudiantes a lo largo de líneas socioeconómicas.