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APROXIMACIÓN AL LÉXICO POLÍTICO RIOPLATENSE (1816-1826).

DEMOCRACIA,
REPÚBLICA Y FEDERACIÓN: ALCANCES SEMÁNTICOS DEL DISCURSO DE SUS
DETRACTORES*

Introducción

Nos ocupamos aquí de un tema de historia de las ideas políticas, el de la forma de gobierno
en la región rioplatense, al que abordaremos con una metodología histórico-semántica. Concientes de
la vastedad y complejidad del campo de estudio propuesto y, atentos a las exigencias que dicho
método impone, delimitamos el mismo acotándolo temporal y temáticamente. En este último aspecto,
no estudiamos las reflexiones que las élites rioplatenses hicieron en torno a la Monarquía
Constitucional, de alcance americanista (su inclusión excedería los límites aceptables para un
artículo), modalidad institucional ampliamente aceptada desde 1814, por entrañar una auténtica
legitimidad, y malograda en febrero de 1820.

La presente secuencia temporal resulta proficua en planteamientos doctrinarios, derivados, ya


del imperativo de dar forma al Estado americano desde el Congreso de 1816-1820; luego de la batalla
de Cepeda, porque la crisis coloca en primer plano las distintas concepciones del federalismo; ya por
la naturaleza de las tesis sustentadas por los protagonistas del Congreso Constituyente de 1824-1827.

El conjunto ofrece una compleja trama que atesora las claves para la interpretación de
distintos proyectos de sociedad.

En la coyuntura elegida el tema de la forma de gobierno (y dentro del mismo las voces
Democracia, República y Federación) adquiere relevancia desde las primeras sesiones del Congreso
de Tucumán hasta la sanción, en noviembre de 1826 por obra del Congreso General Constituyente de
1824-1827, de la malograda Constitución del Estado. Ambos Congresos intentaron avanzar hacia la
institucionalización política: entre 1816 y 1820 se concibió un Estado de alcance continental y nació
en 1819 la Constitución de las Provincias Unidas en Sud-América; entre 1824 y 1827, se lo concibió
como Estado Nacional y vio la luz en 1826 la Constitución de la República Argentina. Ambos intentos
se frustraron en la práctica, pero quedaron ricos testimonios del debate parlamentario (sobre todo del
acaecido entre 1824 y 1827), ejemplo de la erudición de muchos de sus actores, que deja advertir la
significación otorgada en la época al léxico político y a sus derivaciones semánticas, así como también
nos coloca frente a argumentaciones y teorizaciones que la sola letra de las constituciones no explica
y que a su vez revela actitudes intelectuales que distan mucho de las posiciones irreductibles que las
circunstancias del momento acarrearon. Son esos repliegues del 'discurso'(vector del método
conceptualizante) los que descubren la formación intelectual y advierten sobre intencionalidades y
planteamientos doctrinarios, que generalmente el clima de violentos sacudimientos políticos, oculta.
Es cuando la mirada del estudioso de hoy prescinde de lo 'oculto' que la confusión se instala y la tarea
hermenéutica, de la mano de un arbitrario manejo de la terminología, se resuelve en seductoras
generalizaciones.
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Recordamos que las actas de sesiones y la prensa periódica dieron detallada cuenta de lo
acaecido, constituyéndose en fuerzas gravitantes ; centro aglutinante del 'campo' aquí analizado,
dentro del cual es dable distinguir dos 'discursos-tipo' (claramente diferenciados luego de 1820;
privilegiando, uno, las ventajas del sistema de administración de unidad, y el otro, las ventajas de la
federación), ambos con sus correspondientes estereotipos léxicos, de todo lo cual referimos en esta
comunicación parcialmente, atendiendo a la re-presentación que del sistema federal, así como de la
República y Democracia, se hacían sus críticos, pues este 'discurso-tipo' se impone por la riqueza de
sus reflexiones y su esmerado cuidado en el empleo del léxico político, abundando en precisiones
léxico-semánticas.

La crisis ya profundizada en los últimos meses de 1826 silenciará el tema del debate, el cual
seguirá otros rumbos.

Cuando retome nuevo ímpetu, el vocabulario político ya se habrá cargado de importantes


innovaciones semánticas que, con distinto grado e intensidad, invalidarán algunas de las
argumentaciones teóricas confrontadas entre 1816 y 1826.

La complejidad de nuestra empresa obliga a dejar de lado la visión impresionista de los


sucesos; lo vagamente sentido, al decir de Max Weber, para conceptualizar el apretado tejido del
'discurso' que las minorías reflexivas rioplatense exhiben; es decir, cómo se re-presentaban ellas los
lexemas Democracia, República y Federación.

El presente trabajo intenta reflejar ese aspecto: La re-presentación que de dichas voces se
hacían las minorías reflexivas rioplatenses.

Elegimos la presente metodología, porque el vocabulario político rioplatense se impregna del


nuevo léxico ilustrado que el siglo XVIII había inaugurado, y en este sentido estimamos pertinente
abordar, primeramente, tales lexemas dentro de su marco teórico. Siglo que nos enfrenta con un
léxico que, en tanto trasunto de un marco ideológico nuevo, provoca desplazamientos semánticos,
ennoblecimientos y envilecimientos de voces y expresiones, para el cual la nueva realidad americana
ofrece, además, perspectivas singulares, debiendo notarse el especial cuidado con que importantes
sectores de las élites rioplatenses empleaban el léxico político.

En el campo de la historiografía actual, una pléyade de historiadores entre los que descuellan
Paul Veyne y Michel Vovelle, señalaron las perspectivas promisorias que el método conceptualizante
importaba1. Marcel Prélot, en las primeras páginas de su "Introducción" a la obra La Ciencia Política,
señala: "Los sociólogos han observado una correspondencia directa entre la formación del lenguaje y
la creación del derecho. Lo mismo se aplica a los conceptos políticos.2"
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Las connotaciones semánticas que suponen las voces Democracia, República y Federación
no sólo conmoverán a importantes sectores de las élites rioplatenses, sino que serán motivo de
agitación para las cancillerías europeas, tanto de España como de sus colegas de la Santa Alianza.

En otras palabras, conjurado el republicanismo en Europa, una nueva frontera de


confrontación parecía tomar cuerpo en América, todo lo cual adquiría ribetes dramáticos dada la
presencia del ensayo norteamericano, el cual -surgido de una realidad revolucionaria- podría ofrecer
un modelo teórico válido para quienes atravesaban por una experiencia similar; más aún, podía ser
impulsado por quienes advertían con preocupación la hostilidad que su régimen gubernativo inspiraba
a la Santa Alianza. América hispana re-actualizaba el problema de la forma de gobierno, cuando había
sido conjurado en Europa.

Una América republicana, sentenciaba Chateaubriand, "nos enviará sus principios juntamente
con los productos de su suelo3."

República y Democracia: Marco teórico

I. Los lexemas República y Democracia aparecen ya identificados con el nacimiento del Estado
moderno, pero su carácter combativo lo adquieren en el siglo XVIII, y en esto reside la innovación.

Un epígono de ese carácter no combativo de las voces República-Democracia reaparece en


la obra de Montesquieu Del espíritu de las leyes. Le continúa importando al filósofo francés en tanto
referencia didáctica pues, como era tradición, rememorar las Repúblicas de Grecia y de Roma
cumplía la finalidad de reafirmar valores éticos relacionados con las virtudes cívicas.

Ahora bien: ¿se ponderaba la República que adoptaba la forma de Democracia o la que
adoptaba el carácter de Aristocracia?

Se pondera la vida de pequeños Estados (repúblicas) en donde ya gobernaran todos


(Democracia) o unos pocos de los mejores (Aristocracia), en tanto reducidos en número y estre-
chamente relacionados entre sí, competían en desempeños virtuosos.

Grecia y Roma era los modelos didácticos, aun cuando se supiera que en la época clásica
Grecia como entidad nacional no existía4.

Poco importaba el dato histórico; poco importaba si el ejemplo era griego o latino; no
interesaba preguntarse si había diferencias entre la República de Esparta y la de Atenas. Se
adoptaba una actitud teleológica y no de reconstrucción histórica de la Antigüedad.
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Tal imprecisión asoma, por ejemplo, en el presente pasaje de Del espíritu de las leyes,
cuando afirma su autor: "Los políticos griegos, que vivían en un Gobierno popular, reconocían que la
virtud era la única fuerza capaz de mantener su gobierno.5"

El autor no desconoce que si el gobierno de Atenas era popular, el de Esparta no lo era, pero
poco importaba ese hecho, en tanto persigue resaltar que el principio ético era el que animaba a esos
gobiernos.

Grecia y Roma, desde el inicio de los tiempos modernos habían ganado el lugar de
paradigmas dentro de la Ética política.

Algo que se observa en la literatura política hasta el siglo XVIII, en relación con los lexemas
República y Democracia, es el desplazamiento frecuente del segundo en favor del primero,fruto en
alguna medida del estigma que trasunta, pero fundamentalmente por el carácter más abarcativo de la
primera voz6.

Quien aludía a la República lo podía hacer atendiendo a su etimología res publica (uso que
persistió aún en el siglo XIX), o como ocurría en pleno auge de la Monarquía absoluta, a un nombre
que apenas salía de las discusiones eruditas, vinculada principalmente a la antigua República romana,
rescatando aquellos valores que era necesario recordar para activar el resorte moral de que carecían
los cortesanos.

Al referirse a los primeros tiempos de la Revolución en la región rioplatense, explicaba el


redactor del periódico La Crónica Argentina (editado en Buenos Aires), Vicente Pazos Silva, que
nadie acudía a los ejemplos de las cortes para exaltar la virtud cívica, es decir,"el amor a la patria.7"

II. Ambas voces, República y Democracia, resultan confusas y llegan gastadas al siglo XVIII,
viéndose proyectadas en una dimensión diferente, sobre todo en El contrato social de Rousseau.
Allí aparecen como síntesis de la defensa de los derechos de la comunidad frente a un Estado que es
considerado opresor; un Estado que no es la expresión de la voluntad social, sino su negación8.

Este tema, el de la soberanía social, sería instrumentado después en la etapa radicalizada de


la Revolución francesa. Entonces la voz Democracia se confundiría con Oclocracia y la
contaminación alcanzaría a su símil, República.

El pensamiento de Rousseau no constituyó una pieza aislada, y figuras como Volney y Mably
transitaron por caminos aún más pronunciados.

Lo cierto es que los revolucionarios imbuidos por estas ideas constituyeron, al comienzo de la
Revolución Francesa, un grupo minoritario. Los representantes de la nación y el monarca como
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árbitro de ésta, conformaban el nuevo esquema de poder. Los representantes eran expresión de la
"soberanía nacional", lo cual significaba, en el marco del sistema representativo ortodoxo, que
actuaban desligados de sus mandantes.

Pero la insurrección del 10 de agosto de 1792 permitió el dominio del grupo minoritario,
desplazando al rey por la persona del pueblo, "encargado [éste] de la vigilancia directa y constante de
los diputados."

"La soberanía popular reemplaza entonces a la soberanía nacional."

¿Qué suponía la soberanía popular?: Los sans culottes explicaron que debía entenderse el
poder soberano imprescriptible, inalienable, indelegable, como inherente, directa e inmediatamente, al
cuerpo de ciudadanos reunidos permanentemente en las secciones en donde se encuentra el pueblo.
Los diputados se convertían en simples mandatarios y no en representantes y debían rendir cuentas a
sus mandantes.

A su manera les parecía concretar el sueño de la Democracia directa, en donde ya no sólo los
privilegiados (Clero, Nobleza) quedaban excluidos de la Nación, sino también, los ricos9.

El accionar tumultuario, los desbordes que condujeron al 'terror', quedaron asociados a la


conocida fórmula República-Democracia directa.

Si bien el principio de la Democracia es la libertad, dicen sus críticos, es una libertad que se
convierte enseguida en libertinaje por la falta de frenos morales y políticos característica de los
hombres democráticos; por el surgimiento de deseos desenfrenados de satisfacer las necesidades
superfluas descuidando las esenciales, por la falta de respeto a las leyes y una condescendencia
generalizada hacia la subversión contra todo tipo de autoridad10.

Este clima de ideas inquietó en Estados Unidos de América del Norte a quienes correspondía
formular la Constitución de 1787. De allí entonces que los autores del periódico El Federalista, dados
a la tarea de difundir y lograr su aceptación en los distintos Estados, construyeran un cuerpo de teoría
política que intentaba responder a las inquietudes derivadas de las trasmutaciones léxicas y
semánticas que daban el tono a la Constitución.

En el nro. 10 del 23 de noviembre de 1787, Santiago Madison, anuncia "el remedio


republicano para las enfermedades más comunes de este régimen". Salva a la República, expurgán-
dola de la Democracia pura pues, afirma, ésta ha dado "siempre el espectáculo de su turbulencia y
sus pugnas."

¿En qué difiere la República de la Democracia?


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"En la República, explica Madison, se delega la facultad de gobierno en un pequeño número


de ciudadanos, elegidos por el resto"; además "la República puede comprender un número más
grande de ciudadanos y una mayor extensión." "Una República [es aquella] en que tiene efecto el
sistema de representación11."

Hablar de Democracia es hacerlo de gobierno directo del pueblo, tal como su etimología lo
prescribe; por tanto, no tiene cabida en las sociedades modernas, debido al número de sus
integrantes.

Pero, si bien en las sociedades modernas no tiene cabida práctica, la expresión Democracia
directa quedaría reservada para caracterizar todo tipo de acción que supusiera la presión directa de la
multitud sobre el poder constituido. El ejemplo del accionar de los sans culottes permitiría demostrar
que esa patología política era posible aún en Estados de gran extensión.

En otras palabras, si la República, en tanto representativa, era compatible con una gran
extensión territorial, el virus de la Democracia directa, bajo distinto ropaje, también podía operar en
territorios extensos.

Federación: Marco teórico

En tanto la voz Federación tenía una larga trayectoria en el vocabulario político, la


conceptualización realizada por los teóricos norteamericanos redactores de El Federalista, sería
interpretada en el futuro con las limitaciones que ellos mismos imponían, en gran parte, porque tanto
Madison como Hamilton buscaron definir la concepción espacial del Estado norteamericano echando
mano a una voz a la que vaciaron de su etimología.

El Federalista pretende ubicar en 'campos léxicos'12 distintos la voz federación, según se


refiera a la locución tradicional usada como sinónimo de Confederación, de aquella que nace de la
Constitución de 1787.

¿Qué diferencia existe entre Confederación y Federación?

Federalismo es para los americanos del norte una forma de organización del Estado donde la
actuación del gobierno recae sobre todo el territorio y la población del mismo, pero sólo en ciertas
materias y respecto de ciertas funciones, pues existen otros gobiernos que ejercitan sus poderes en
las materias restantes y sobre su propio territorio.

En la Confederación de Estados existe un gobierno central cuyo imperio no se ejercita


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territorialmente, sino sobre los Estados que la componen, conservando parte de su soberanía (poder)
y la total o casi total independencia13.

Si bien El Federalista brinda innumerables precisiones acerca de los dos conceptos de


Federación, el discurso, no obstante, se resiente, debido a las concesiones obligadas por las
resistencias que encontraba el nuevo ordenamiento institucional.

Resulta paradójico que Hamilton recurra a la autoridad de Montesquieu para avalar la nueva
connotación semántica del lexema Federación, cuando este autor abordó el tema según los cánones
tradicionales. Sólo un motivo lo inclina a transcribir textualmente las palabras del filósofo francés: la
alusión de éste al gobierno vigoroso.

Montesquieu afirmaba que la República federativa en tanto "se compone de pequeñas


repúblicas, disfruta de la dicha interna de cada una, y respecto de su situación externa posee, gracias
a la asociación, todas las ventajas de las grandes monarquías.14."

Los lexemas Federación y Confederación son empleadas indistintamente y, siguiendo


también a Montesquieu, Hamilton se refiere a los Estados Unidos con la expresión más gráfica de
República Confederada.

Designar a los Estados de la Unión con el nombre de Repúblicas, resulta coherente con la
fuente consultada, claro está que, en dicha fuente, se emplea la voz para designar a entidades
independientes, calidad que han perdido los Estados en América del Norte. Lo cierto es que emplear
un vocablo que acusara fielmente tal realidad hubiera comprometido definitivamente la suerte de la
Constitución de 1787.

En forma explícita reconoce Madison las desconfianzas que inspiraba la nueva solución
institucional, al señalar que los adversarios de la Constitución propuesta sostenían que no bastaba con
que la Convención "adoptase la forma republicana. Debería haber conservado con igual esmero la
forma federal, que considera a la Unión como una Confederación de Estados soberanos; y en vez
de esto ha trazado un gobierno nacional, que considera a la Unión como una Consolidación de los
Estados."

Ante tan ácida como realista observación, Madison concluye afirmando que "la Constitución
propuesta no es estrictamente una Constitución nacional ni federal, sino una combinación, un
acomodamiento de ambas15", es decir, se trata de una "Constitución mixta16."

En última instancia se buscaba concluir que, en tanto el Sistema Representativo imperaba en


los Estados, esto les confería efectiva independencia.
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De la heterodoxia teórica del paradigma norteamericano da cuenta el mismo Madison, al


referirse a la vaguedad conceptual del discurso político, derivado en buena medida de emplear la
misma voz para aludir a objetos diferentes; todo lo cual deja advertir la enorme significación dada a la
precisión léxica y a sus alcances semánticos.

Así se explicaba el autor: "Las palabras sirven para expresar ideas; por tanto, la lucidez exige
no sólo que las ideas se conciban con claridad, sino que se expresen con palabras distintas y
exclusivamente apropiadas a ellas." Pero acota: "ningún idioma es lo bastante rico para proporcionar
palabras y locuciones para cada idea completa, ni tan completo que no incluya muchas
equivocadamente denotativas de distintos conceptos. De ahí que, por muy exactamente que se
diferencien en sí mismos los objetos y por mucha que sea la precisión con que se piense en esa
diferencia, su definición puede resultar inexacta por la inexactitud de los términos que exprese. Y esta
inevitable inexactitud puede ser mayor o menor según la complejidad y la novedad de los objetos
definidos." En este sentido, tenemos aquí "tres fuentes de definiciones vagas e incorrectas:
imprecisión del objeto; imperfección del órgano conceptivo; inadecuación del vehículo de las ideas17."

Comprensión del modelo federal norteamericano en el Río de la Plata

Desde distintas perspectivas, y no en todo momento coincidiendo en el planteamiento


doctrinario, lo cierto es que tanto quienes se mantuvieron fieles al ideal primario de constituir el Estado
de las Provincias Unidas en Sud-América bajo la forma de Monarquía Constitucional, como quienes
después de la crisis de 1820 no desdeñaron la solución de la República consolidada, observaron que
los intentos separatistas de Provincias y Pueblos bajo la advocación de la República federal
norteamericana conducían al aislamiento y a la anarquía.

Quienes así observaron la realidad, al referirse a estas actitudes, hablaron de federalismo mal
entendido.18

El gobernador de la provincia de Córdoba y partidario del federalismo, Juan Bautista Bustos,


calificó de igual manera los actos secesivos de ciertos Pueblos como Catamarca respecto de la capital
de la Intendencia, esto es, de la provincia de Tucumán.19

Por otra parte, los caudillos que actuaban de tal manera justificaban su accionar en derechos
históricos, considerando su actitud un paso previo para pasar luego a una integración de carácter
confederal, o de federación robusta, que se implementaría cuando las condiciones así lo permitieran.

Una figura que concitó mucha atención entre los rioplatenses fue Henry Brackenridge (integró
en calidad de secretario una misión diplomática norteamericana enviada como observadora de la
realidad política de los nuevos Estados sudamericanos) quien parcialmente en una parte de su obra
Viaje a América del Sur, y ampliamente luego, consideró que las élites rioplatenses en su conjunto
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invocaban el federalismo norteamericano sin entenderlo.

Tal afirmación inscripta en el marco de una obra que estimaba el amplio conocimiento que se
tenía en el Río de la Plata de los distintos textos constitucionales de los Estados norteamericanos y
del interés que concitaban obras como El Federalista y una Historia concisa de los Estados
Unidos, resultaba a lo menos paradójica20.

Anotamos esta interpretación que el viajero norteamericano registra en su obra, por su


carácter sistemático y detallada descripción de la realidad rioplatense y porque introduce y desarrolla
una observación que, con el tiempo, más allá de 1830, se convertiría en un lugar común. En algunos
casos, porque quienes referían al federalismo, entre otros Juan Bautista Alberdi, lo identificaban única
y exclusivamente con la modalidad norteamericana, a la que no contribuyeron poco las extensas
reflexiones de Alexis de Tocqueville en su obra La democracia en América.

El comentario de Brackenridge realizado en 1817, de alguna manera sentencia, a manera de


axioma: 'Respecto de la Federación existió en el Río de la Plata una marcada heterodoxia teórica, una
falta de precisión técnica, tanto entre los apologistas como los detractores de tal forma de
organización espacial.' Axioma, por otra parte, no abandonado por buena parte de la historiografía
hispanoamericana, de lo cual resulta claro ejemplo el prólogo de la versión española de El Federalista
publicada por el Fondo de Cultura Económica.

La heterodoxia teórica respecto de la interpretación del sistema de federación norteamericano


surge de la prestigiosa fuente consultada, esto es, de la teoría política de El Federalista. Federación
significa pacto o alianza entre entidades independientes o cuasi-independientes. A partir del
momento en que su intrínseco significado es vulnerado, la imprecisión se instala.

Sobre las dificultades que se derivaban de encontrar la palabra adecuada para plasmar una
idea y, en alusión directa a los problemas que acarreaba conceptualizar el lexema federación, ya se
había explicado Santiago Madison.

El dilema semántico se hacía más complejo en el Río de la Plata, porque la voz adquiría una
latitud aún más amplia, habida cuenta de la experiencia española.

Los movimientos de carácter federalista surgidos dentro del desmembrado Imperio español
evocaban, como sostenía Brackenridge, la experiencia de los Americanos del Norte. ¿Pero acaso no
podían las élites rioplatenses intentar implementar una modalidad más tradicional del federalismo
-opuesta a la versión norteamericana-, y todo llevarlo a cabo bajo el nombre del arquetipo político más
prestigioso del momento, si de forma republicana de hablaba?

Si se había producido en el Río de la Plata, al decir de Brackenridge "la admiración más


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extravagante21" por el sistema de federación norteamericano, resultaba coherente que se lo invocara,


en tanto para Provincias y Pueblos se había convertido, fundamentalmente, en sinónimo de
Independencia y libertad. Al mismo tiempo muchos críticos de la solución federativa mostraron
sólidos conocimientos teóricos sobre el tema de la Federación, de lo cual resultan una muestra
acabada las alocuciones pronunciadas en el Congreso Constituyente de 1824-1827, sobre toda
aquellas expresadas por el jurista Manuel Antonio de Castro, el canónigo Julián Segundo de Agüero
-ambos partidarios del sistema consolidado en unidad de régimen- y Manuel Dorrego, importante
hacendado y por dos veces gobernador de la Provincia de Buenos Aires -defensor del sistema
federativo-22
En este sentido las referencias que estos actores hacían en relación con el 'mal entendido federalismo'
de muchos caudillos, suponía el conocimiento de la amplitud semántica de la voz federación.

Tipos de Federación

¿Qué modalidades de federación conviven en el suelo rioplatense?. Creemos poder distinguir


tres modalidades.

A.- Comienza a emplearse esta voz en la región rioplatense como consecuencia de la crisis
de la Monarquía española, en tanto cada una de las gobernaciones-intendencias en que se dividía el
Virreinato del Río de la Plata (cuyo desmembramiento engendró Provincias y potenció similares
reivindicaciones de ciudades subordinadas -Pueblos), obedeciendo a la estructura jurídica basada en
el Derecho histórico, entienden que, ausente el monarca con quien se halla ligada cada región del
Imperio, el pacto social queda interrumpido, retrovertiendo a los Reinos de Indias la totalidad de los
derechos soberanos (contractualismo histórico) y, de suyo, convirtiéndose en entidades
independientes23.

En este contexto, la voz 'federación' se hace sinónimo de 'independencia' y 'soberanía', en


tanto cada entidad, a través de sucesivas rupturas pasa a constituir un Estado o República24.

'Federación' queda entonces identificada con su antónimo: 'secesión'.

Como apunta el periódico editado en Buenos Aires, El Correo de las provincias (identificado
con las reformas de Rivadavia): "Después de 1820 las provincias quieren recuperar el mando absoluto
que tuvieron en tiempo de los Reyes.25"

B.- Denominamos a esta modalidad federación propiamente dicha, y surge cuando Estados
independientes delegan parte de su soberanía en un Gobierno general (Confederación).

Consideramos que, en sentido amplio, pueden distinguirse dos subtipos.


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Uno de ellos se encuadra dentro de lo que tanto José de San Martín como Simón Bolívar
llamaban "federación bien entendida o perpetua"(denominación que evidencia la polisemia de la voz,
pues era empleada para distinguirla de la modalidad norteamericana), quedando conformada la
Confederación por Estados cuya modalidad gubernativa puede ser monárquica o republicana, o
exclusivamente monárquica26.

El segundo subtipo recibirá el nombre de República federal o confederal, en tanto une a


Estados cuya modalidad gubernativa es exclusivamente republicana.

Importa precisar que los derechos soberanos delegados pueden ser de diferente grado, pero
nunca de naturaleza tal que comprometan su independencia.

C.- La tercera modalidad,dada su inserción dentro del Sistema Representativo, constituye el


Régimen mixto. Surge cuando Estados independientes deciden resignar su independencia, al
abandonar ciertos derechos soberanos que, por su magnitud, la comprometen.

La pérdida de la independencia física quedaría compensada con una amplia autonomía


(soberanía parcial), lo cual se traduciría en una independencia moral robustecida además -como en la
federación tradicional- por el hecho de que cada Estado debe estar adornado de la suma de recursos
materiales y humanos privativos de todo Estado independiente.

La Confederación germánica, los cantones suizos y las Provincias Unidas de Holanda serían
ejemplos del primer subtipo; en tanto, el Acta de Confederación y Unión perpetua, suscripta por los
trece Estados norteamericanos en 1777, y la Ley Fundamental de las Provincias Unidas del Río de la
Plata de 1825 que ratifica los principios del Acta de la Independencia de 1816, responden al segundo
subtipo27.

La tercera modalidad está representada por el paradigma norteamericano de la Constitución


de 1787, al que Santiago Madison define como "mixto" y, atentos al Dictamen de la Comisión de
Negocios Constitucionales del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, por la Constitución de la República Argentina(definida de igual manera), sancionada el 24 de
diciembre de 1826 y rechazada por las provincias28.

El Derecho Constitucional contemporáneo incluiría ambos textos dentro de modalidades


diferentes de descentralización espacial y nunca dentro de la forma federal, pero un 'campo léxico'
que tuviera como 'palabra-eje' la voz centralización no formaba parte del vocabulario político de
entonces.

¿Difería absolutamente el federalismo norteamericano del español?


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Para las élites reflexivas de la época la mayor diferencia radicaba en la naturaleza republicana
de la experiencia inaugurada por los americanos del norte, pues éstos sólo conciben el federalismo
bajo la modalidad republicana dentro del llamado Sistema Representativo.

Más precisamente, si por el carácter representativo, la naturaleza de toda modalidad


gubernativa es republicana (aún bajo la forma de Monarquía), lo es además porque a todas las
funciones se accede en forma electiva.

Por otra parte, el régimen federal norteamericano se construye desde la base (los Estados)
hacia el vértice (Gobierno General). El modelo federal español se estructura desde un vértice
(Monarca) hacia la base (Reinos).

Morfológicamente el modelo federal español no difiere de la imagen trasmitida por los teóricos
norteamericanos, pues se estructura con un Gobierno consolidado y Reinos o Estados cuasi
independientes. Pero, por razones históricas diferentes, ni los Reinos ni los Estados podían separarse
del Poder central.

Los lexemas República-Democracia en el discurso de los detractores y apologistas de la


Federación

Cuando a partir de la crisis de febrero de 1820 vayan tomando cuerpo las dos propuestas de
organización espacial del futuro Estado, en torno al sistema de unidad y de federación, se advertirá
que, en tanto los detractores del federalismo no olvidarán asociar Democracia a Federación para
estigmatizar a esta última; los apologistas sólo ocasionalmente efectuarán consideraciones teóricas
sobre la voz Democracia, generalmente forzados por las acusaciones de sus oponentes.

Si bien cuando lo hacían era para señalar la incompatibilidad entre ambos lexemas, la
identificación semántica producto de la realidad hispanoamericana ofrecía dificultades para el
descargo, ya que hablar de federación suponía reivindicar la soberanía de los pueblos
(Democracia).

No había divergencia, en cambio, entre los defensores del sistema de unidad y los prosélitos
de la federación cuando se trataba de poner distancia frente a una voz evocadora de los horrores del
accionar de los sans culottes, del jacobinismo, al que ni unos ni otros pretendían suscribir29.

A diferencia de los autores de El Federalista que, al tiempo que expulsaron de su paradigma


político cualquier contaminación democrática, también buscaron atenuar los alcances del federalismo,
los federales doctrinarios rioplatenses no adhirieron a esta última consigna pues, en razón de la
singular realidad, debieron sostenerlo como símbolo de la defensa de los intereses de Provincias y
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Pueblos.

Renuentes los federales rioplatenses a las honduras teóricas que podían resentir la fuerza de
sus argumentos, es en el discurso de los partidarios del sistema de unidad, donde encontraremos
interesantes elementos de juicio que, específicamente en torno a la voz democracia, no diferían de los
sostenidos contemporáneamente por los liberales europeos que pugnaban por imponer soluciones
monárquico constitucionales nacidas del tronco del paradigma británico.

De ese penetrante y agudo análisis no quedará fuera el lexema federación, y las reflexiones
en torno a ambas voces enseguida acapararán nuestra atención.

República y Democracia: Identidad y disociación

Las élites que ponderan la solución monárquico constitucional hasta 1820 y se enrolan en la
República consolidada después, identificarán los lexemas República-Democracia primero, para
producir su escisión luego, siguiendo al adoptar esta última opción similar camino al tomado por
Santiago Madison en El Federalista.

Tal deslinde semántico puede seguirse en la exposición de Manuel A. de Castro, figura


prominente en el diseño del modelo constitucional de 1826, quien una década antes había afirmado:
"En el gobierno democrático el pueblo ejerce por sí mismo los actos de soberanía", de allí que sea
necesario en estos sistemas que el orden constitucional sea severamente observado, pues "la
República siempre [está] expuesta a terribles sacudimientos, [degenerando] en confusa oclocracia30."

Si bien el autor emplea la voz oclocracia para denotar la desviación de la Democracia o


República, no obstante, no resulta regular encontrar esta locución para distinguir la forma pura de su
contraria. Habitualmente el mismo lexema Democracia sirve tanto para señalar sus bondades como
sus vicios.

Aun cuando las argumentaciones del autor siempre se distinguen por las agudas precisiones
léxicas, no le preocupa aquí establecer distinción alguna entre el modelo clásico greco-latino y el
propio del Sistema Representativo, pues persigue no apartarse de uno de los estereotipos léxicos que
conforman el discurso-tipo de su grupo, estructurado para exaltar los vicios, más que para rescatar las
virtudes de la República-Democracia.

Agravada la situación institucional luego de la batalla de Cepeda (1820), una sutura profunda
deslindará el lexema República de Democracia. Esta última, entendida como absoluta o pura,
absorberá los vicios que entre 1816 y 1820 invadía a las dos voces.

¿Resulta una contradicción haber descalificado hasta febrero de 1820 a la República y luego
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ponderarla?

No, porque lo que se condena es la República identificada con la Democracia, y tal condena
se mantendrá en el tiempo, con sus connotaciones de anarquía y sistema tumultuario; imputacio-
nes que afectarán a la República siempre que se persiga otorgarle o identificarla con un carácter
exclusivamente democrático.

Los antiguos prosélitos de la Monarquía constitucional, convertidos en republicanos por fuerza


de las circunstancias, rescatarán la República, pues dentro del Sistema Representativo, ésta pierde su
identificación con la Democracia, entendida en sentido simple.

Así se explica Manuel A. de Castro: "La Democracia es un vicio, la República, no. ¿Y en qué
se distingue la Democracia de la República?. En que el pueblo en la República, aunque tiene la
soberanía, elige a sus representantes para que la ejerzan31."

El juicio de los detractores

a) La anarquía y el despotismo como resultado de la ecuación República-Democracia-


Federación

Como recordara Vicente Pazos Silva, Democracia empleada como sinónimo de República,
era "expresión de moda para acriminar y rebajar32." Si bien nadie ignoraba que el modelo de
Democracia directa de la República griega o romana podía tener cabida, hasta cierto punto, en los
tiempos modernos en Estados pequeños, quedaría reservada la expresión República-Democracia
para caracterizar realidades que supusieran la presión directa de la multitud sobre el poder constituido.

Nadie ignoraba que poco tenía que ver la Democracia pura con la República de los Estados
Unidos y, de hecho, el ejemplo de los americanos del norte estaba siempre presente, aunque se
consideraba una excepción fruto de la educación británica, sólo conveniente en ese medio33.

Nadie concebía que el poder Ejecutivo de una República pudiera tener el vigor suficiente,
porque las facciones -consideradas una expresión de esta forma de gobierno- lo impedirían34.

Por otra parte, en sociedades como la rioplatense, en la medida que no pocos se resentían
del plebeyismo de origen, la resistencia a reconocer que un igual los gobernara se traduciría en
convulsiones continuas35.

No ocurría lo mismo entre los americanos del norte, que desde que arribaron al Nuevo Mundo
decidieron crear una realidad distinta a la del mundo antiguo, fundada en el reconocimiento de una
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igualdad legal dentro de cada una de las pequeñas repúblicas fundadas. Además la ética calvinista al
colocar en primer plano el logro de objetivos económicos, planteó una concepción utilitaria del mundo,
contraria desde sus raíces al pensamiento español y católico.

Esta radiografía de la sociedad norteamericana operaba en la mentalidad social rioplatense.

Pretender que se aceptara como natural la igualdad legal y que los hombres voluntariamente
abandonaran parte de sus derechos, concediendo atribuciones amplias a un magistrado en tanto se lo
suponía amante y esclavo de la ley era, para las élites rioplatenses, pensar en una quimera.

Estas élites consideraban que los americanos del norte habían conformado una ideología
democrática; entre sus ancestros se encontraba ese espíritu republicano-democrático. Entre los
ancestros de los americanos del sur, contrariamente, había plasmado el espíritu despótico.

Dicho en otras palabras, al referente greco-latino, la realidad rioplatense había incorporado el


norteamericano, sobre el que volcaba los atributos de los repúblicos de la Antigüedad; de esta forma
compartían las escena, en el discurso político, Solón y Licurgo, con Washington y Franklin36.

La licencia era considerada uno de los vicios más graves de la Democracia, derivada de lo
difícil que resulta que cada ciudadano cultive sólidas virtudes. De allí que la existencia de una multitud
embrutecida - el ejemplo de "esa democracia fogosa de Atenas [o] de la efervescencia plebeya de
Roma", como en 1819 apuntaba el deán Gregorio Funes en el "Manifiesto" explicativo de la
Constitución de las Provincias Unidas en Sud-América-, fuera el paso más cercano hacia la tiranía o el
despotismo militar, el cual siempre surgía como solución al desborde tumultuario 37. Francia, por
ejemplo, había visto enseñorearse estos principios38.

Democracia directa era sinónimo de anarquía, pues suponía desorden, borrascas, la


existencia de un gobierno turbulento y ruinoso; régimen por otra parte insubsistente, faccioso por
naturaleza, que agita sediciones39, y deja el camino abierto al "primer ambicioso que sepa
aprovecharse de las circunstancias40."

Sinónimo de "jacobinismo o francesismo", apunta Manuel A. de Castro, Democracia o


República es régimen tumultuario, donde impera la igualdad absoluta, es decir, la anarquía popular41.

Destaca el doctor en ambos derechos, José Agrelo, que en el gobierno republicano el pueblo
"se ve en la inevitable necesidad de ser traicionado por aquellos mismos que él hace [por su favor]
poderosos e independientes de las leyes. Corrompiendo todo lo que toca, no distingue a ningún
hombre sino para atacar su virtud." El ejemplo de lo acaecido en Roma constituye el corolario de su
exposición42.
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Peligroso régimen el que recibe el nombre de Democracia, en tanto el poder queda


concentrado en el pueblo, apunta el canónigo Julián S. de Agüero 43 (figura relevante del llamado
Partido del Orden como se denominaba a quienes participaban del ideal reformista de Rivadavia;
agudo expositor del Congreso General Constituyente de 1824-1827).

Pronto esta Democracia directa o República tan temida terminó incorporando otra voz a la
ecuación: Federación.

A esta peculiar fórmula, muy en boga en el lenguaje de las minorías rioplatenses entre 1816-
1820, pasaremos a referirnos a continuación.

Si como lo indicamos, amplios sectores de las minorías reflexivas rioplatenses entendían el


significado del federalismo norteamericano, esto no permite suponer que no harían mención a la forma
ancestral, enraizada en la tradición hispana; voz que, por otra parte, también aparecía vinculada con
actitudes secesionistas.

No tardó en vincularse el lexema federación a situaciones peculiares que rememoraban las


juntas populares españolas de la época de las guerras napoleónicas. Cautivo el monarca, habiendo
recuperado el pueblo en la Península sus derechos soberanos, decidía en tumultuosas sesiones el
camino a seguir, federándose con otras juntas vecinas.

El movimiento juntista tuvo eco en la región rioplatense, como en todo el espacio indiano del
Imperio español, encontrando en el Cabildo el centro de decisiones. De allí que se califiquen de
conmociones tumultuarias muchas expresiones de soberanía que sus protagonistas denominaban
'federación', y que referían a las convocatorias a cabildo abierto44.

A ello deben agregarse las reivindicaciones de ciertos individuos que, al frente de tropa,
demandaban, invocando la 'federación' la independencia de su respectiva comarca, de lo cual abunda
en ejemplos el año de 1820.

El lexema federación aparecía identificado con el derecho de Provincias y Pueblos a disponer


de su suerte luego de producido el colapso del Imperio español; por tanto, pronto Federación se
identificó semánticamente con Democracia directa, quedando asociado el vocablo, en el léxico de las
élites que perseguían el gobierno vigoroso y concentrado, con el sistema propio de los "anarquistas",
de las montoneras, de los que provocan "el fermento horrendo de pasiones [...], el choque de partidos
[...] y mezquinas rivalidades45."

La República entendida como democrática o federativa - ambos calificativos se utilizaban


indistintamente en el léxico ilustrado-, 'podría' ser muy buena para los americanos del norte pero, en
tanto entre ellos conseguiría traducirse en un régimen moderado, racional y justo, constituiría una
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iniquidad entre los americanos del sur.

El empleo del modo potencial, generalizado en el léxico de los detractores de la federación,


denota la desconfianza con que se observaba entre las minorías reflexivas al sistema federativo, aún
dentro de la experiencia norteamericana. No se olvidaba lo afirmado por el mismo Washington en el
sentido de que el régimen federal es débil y complicado; forma de gobierno siempre acechada por
vicios, por más perfecta que sea su organización, pues el fantasma de la facción nunca la abandona-
ría46.

Como en la llamada Democracia directa, también en la Federación, la soberanía residía en el


pueblo (por extensión Provincias y Pueblos), de allí el carácter tumultuario y lábil que siempre las
envolvía y, por ende, las emparentaba.

Refiere el redactor de El Censor, Antonio Valdés, que la República es un "gobierno propio de


ángeles" (evocación roussoniana); aquél formado por "hombres destituidos, de vicios y pasiones
violentas", y echando mano a un estereotipo del léxico político, subraya: "Una forma de gobierno
perfecta es un ente de razón, inasequible en la práctica, y superior al esfuerzo de la humana
sabiduría." Finalmente, sin abandonar el perfil estereotipado del discurso, concluye: "La anarquía es
más contingente a una República, cuando falta la sobriedad, las costumbres austeras, y el generoso
desinterés que debe adornar a un virtuoso republicano47."

Manuel A. de Castro, que discurre sobre las Repúblicas de Grecia y de Roma con la finalidad
de reflexionar sobre el sistema electoral de los Estados federativos, afirma: "Desgraciada democracia
[es el pueblo] reunido en la plaza pública48."

Adviértase además, apunta de Castro, que por el carácter federal adoptado en Grecia, fueron
continuas "en aquellas pequeñas Repúblicas [...] las querellas [...] con sus capitales", similares a "las
que hoy tienen nuestras Provincias49."

b. La anarquía y el despotismo como resultado de la ecuación Democracia directa-


Federación

Si hasta 1820 resultan expresivos los ejemplos que demostraron hasta dónde sectores
representativos de las élites rioplatenses comprendieron el confuso modelo espacial norteamericano,
esta idoneidad técnica se advierte de manera harto elocuente luego del derrumbe del gobierno
nacional, cuando la dialéctica quiere apuntar exclusivamente a la forma de gobierno consolidada o a la
forma de gobierno federal.

Si hasta febrero de 1820, la anarquía se consideraba producto de la ecuación República-


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Democracia-Federación, luego de Cepeda, hechas las paces, por fuerza de las circunstancias, con la
envilecida República, los sectores que rodean o simpatizan con la nueva administración gobernante en
Buenos Aires, acotarán la ecuación en los términos Democracia directa-Federación, como manera de
estigmatizar tal forma de organización espacial.

Siguiendo un esquema similar al empleado entre 1816-1820 para descalificar todo lo


relacionado con el régimen republicano, si nos enfrentamos a ensayos periodísticos o ponencias en el
debate parlamentario, se procederá, a manera de introito, a señalar las virtudes del régimen federal,
descargando luego extensos discursos, para apuntar a sus vicios. El paradigma norteamericano será
evocado para demostrar la imposibilidad de aplicar similar sistema en la región rioplatense.

República federal resulta en Estados Unidos un Gobierno libre. En cambio, en circunstancias


diversas, ésta no es otra cosa que un sinónimo de Democracia directa; de allí que la Comisión de
Negocios Constitucionales diga en 1826, que se estremece "cuando piensa que puede haber pueblos
o Asambleas populares que, con el inocente designio a su mayor bien, pretendan usurpar más poder
que el que les conviene, sin advertir que serían la víctima de su engaño, y los agentes de tiranos
individuales, cuyo poder aumentan para su propia ruina50."

Los acontecimientos que culminaron en la batalla de Cepeda produjeron hondo impacto en las
minorías reflexivas rioplatenses, en forma muy marcada entre los partidarios de un régimen
consolidado y, de manera más atenuada, en los simpatizantes de una solución federal.

Pero en todos los casos se vivieron como una reedición en tierras americanas de ese
'jacobinismo' tan temido. Sobre todo para quienes habían propiciado un proyecto monárquico
constitucional, lo acontecido en febrero de 1820, parecía actualizar la imagen del 'terror' francés, y
como tal fue vivido.

Se vio en las agitaciones que tuvieron por escenario a Buenos Aires, la amenaza de la
'multitud', de la 'chusma', no sólo en el avance de esas fuerzas grotescas y salvajes, como las llamaría
Manuel A. de Castro, sino también por los hechos que determinaron el protagonismo del campo de la
Provincia de Buenos Aires sobre la ciudad homónima,cuando el accionar tumultuario urbano fue
sofocado por el proletario en armas proveniente de la campaña.

"Monstrum horrendum51", calificó de Castro a la facción federal que avanzando desde la


región litoral había enterrado al gobierno nacional, y no menos horrendo les pareció a las minorías
reflexivas el accionar de las turbas urbanas en octubre de 1820, convocadas por el Cabildo y
paralizadas por las no menos peligrosas milicias rurales del poderoso hacendado y futuro gobernador
de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas52

Se re-presentaban la federación como el continente para todo aquello identificado


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tradicionalmente con la Democracia directa. Esa federación mal entendida agitada por demagogos,
asentada en la fuerza militar y en la agitación tumultuaria, significaba incorporar en el sistema político
todos los vicios del sistema federal, sin ninguna de las virtudes que hacían la felicidad de los
americanos del Norte.

Junto al canónigo Juan Ignacio de Gorriti, una de las figuras más relevantes del pensamiento
ilustrado rioplatense, es Manuel A. de Castro quien con mayor trasparencia, sagacidad y
fundamentación teórica, expone durante las sesiones del Congreso constituyente de 1824-1827 la
ideología de los defensores de la República consolidada. Sin renunciar a los postulados defendidos
entre 1816-1820, de Castro se convertirá en el expositor que mejor traduce los desplazamientos
léxicos en la nueva instancia.

En una alocución en la cual busca descalificar a la federación, en tanto identificada en el Río


de la Plata con Gobierno tumultuario, de Castro recurre hábilmente a un recurso estilístico antiguo que
trasvasa ahora a la voz federación. A través de dicho recurso, República y Federación quedan identi-
ficadas, en tanto paradigmas, pero descalificadas, fuera del contexto que sirve de referencia. Por otro
lado, el ejemplo de las pólis griegas y del Imperio persa le permitirán concluir con una interesante
reflexión relacionada con las provincias rioplatenses, escindidas y debilitadas frente al Imperio
brasileño que, en tanto consolidado, resultaba fuerte.

Adviértase la ponderación y al mismo tiempo la crítica a la Federación: "Una Federación


como la de los Estados Unidos es la que más puede acomodar para los hombres libres; una república
tranquila es el mayor bien a que pueden aspirar los mortales." En este caso, como la referencia alude
al paradigma norteamericano, Federación y República aparecen identificadas como vocablos.

"Pero, se pregunta de Castro, ¿dónde se encuentra? ¿Acaso la podemos hallar en donde el


capricho de unos cuantos poderosos o el exceso de la multitud, hace que se ejecute la ley? Entonces
no hay libertad, y sería preferible el gobierno de Turquía53."

Otra referencia apunta a marcar la debilidad del régimen federal, aludiendo al estado anémico
en que quedaron las pólis griegas frente al Imperio persa. Exclama: "¡Estados soberanos de
pequeñas ciudades!. ¡Estados soberanos! sin estar consolidados, y rodeados por otra parte de
repúblicas consolidadas" (recuérdese el modelo bolivariano impuesto en Colombia) y, de otro lado, por
un Imperio.

Concluye discurriendo sobre lo importante que sería "huir de la manía de correr tras el sentido
de las palabras y tras las voces vanas en vez de buscar las cosas en su misma naturaleza."

Dentro de esa imagen de la Federación donde el gobierno depende del "capricho de unos
cuantos poderosos" o del "exceso de la multitud 54", se inserta la realidad institucional de la provincia de
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Córdoba, luego de la asonada militar de Juan Bautista Bustos.

El mismo Manuel A. de Castro reproduce palabras de Bustos donde éste justifica su proceder
diciendo "que hecha la elección de gobernador por los medios legales [...] una asonada, un
movimiento del pueblo [...] la desaprobó y lo proclamó a él como gobernador."

Al parafrasear la explicación que Bustos hace de los acontecimientos, de Castro con astucia
selecciona las expresiones y lexemas que sabe de efecto certero para subrayar los efectos deletéreos
del federalismo.

Esta presentación del problema le permite concluir: "¿Después de quince años de desgracias
estamos todavía en el caso de disimular y consentir la Anarquía democrática, [es decir], ese
ejercicio tumultuario de la soberanía?. Cuando se ha canonizado el principio, de que sólo el
gobierno representativo es el que concilia la soberanía del pueblo con el ejercicio no tumultuario de
ella: ¿Puede haber caso en que se autorice ese ejercicio sedicioso que se dice de la soberanía?55."

En la discusión planteada sobre la conveniencia de adoptar la forma de gobierno de unidad o


federal, Juan I. de Gorriti, vincula el problema estrechamente con las Asambleas populares y su
número, estimando que el número no debe ser elevado para que pueda tener fuerza "la voz de la
persuasión de las personas ilustradas" evitando que se obre "a influjo de los caudillos, a quienes les
interesa extraordinariamente extraviar la opinión [para] hacer reinar su tiranía."

La conclusión se traduce en una precisa definición: "Cuanto más se apuren los principios
democráticos, con más rapidez marcharemos a la tiranía", ya que la "opinión de los pueblos" sólo se
conoce realmente "por la dirección que le dan los hombres de luces y desinteresados56."

"¿En qué se distingue, se pregunta de Castro, el pueblo que se tumulta del que es convocado
para ejercer sus funciones y derechos legítimos? [...] En que el primero se reúne a beneplácito de sus
demagogos y el segundo se reúne convocado por la ley57."

"Movimiento ilegal y escandaloso", es el calificativo que le merece a Julián S. de Agüero el


accionar del federalismo de la región litoral, cuando el Congreso que existía en "el año 20 fue disuelto
tumultuariamente58."

Como se advierte, en este contexto, hablar de violencia democrática supone hacerlo de


federalismo.

En fin, dos proyectos de sociedad en pugna: uno, privilegia la soberanía popular, pues las
decisiones de las provincias se anteponen y condicionan todo accionar del futuro Estado Nacional.
Dentro de él, sistema de unidad es calificado, por ejemplo, de Tiranía, Despotismo, Monarquía pura.
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Concibe al gobierno central débil, simple coordinador de la voluntad de las partes; otro, privilegia la
soberanía nacional;no prescinde de los intereses provinciales, pero los limita y condiciona en función
de la unidad nacional (cf. p. 6). Concibe al gobierno central vigoroso. La unicidad se impone aquí a la
heterogeneidad.

Soberanía nacional-República-Sistema de Unidad: síntesis del proyecto de sociedad de


quienes adhieren al normativismo racionalista, detractores de aquél que responde al contractualismo
histórico, basado en la Soberanía popular, expresión de un campo léxico que vertebran los lexemas
Democracia y Federación, inseparables, entre otros calificativos, de Anarquía, Demagogia, Tiranía.

Consideraciones finales

Hasta aquí la visión de un momento histórico en el marco de las ideas políticas que quisimos
plantear a través del análisis del discurso, esto es , de un proceso estructurante de significación, aquel
discurso que construyeron las minorías reflexivas actuantes en el Río de la Plata en una determinada
coyuntura histórica59.

Creemos que la metodología conceptualizante permite acceder al meollo del discurso


histórico, el cual dentro de la historiografía argentina, o fue motivo de una interpretación apasionada o
quedó marginado pues, desde los años 70 hasta la fecha los enfoques económico-sociales siguen
desplazando a un lugar secundario, por estimarlos irrelevantes, aquellos temas vinculados con la
historia de las instituciones y de las ideas políticas.

¿Qué perseguimos al estudiar el tema propuesto desde una metodología histórico-semántico


o conceptualizante?

Acercarnos de manera más objetiva a un momento histórico intrincado en el cual una visión
generalizadora del vocabulario político podrá resultar seductora, pero al mismo tiempo conduciría a
una interpretación distorsionada de las intencionalidades operantes en los actores del proceso
histórico; esto es, si el historiador, al abordar el tema que nos ocupa, no percibe los matices que
lexemas como Democracia, República, Federación encierran, forzará las interpretaciones de manera
tal que considerará como posiciones irreductibles y absolutas, lo que es sólo parcial, y no logrará
percibir las distancias que separan las reflexiones teóricas de los actores, de sus resoluciones
prácticas, al tiempo que interpretará erróneamente la sustancia que nutre los proyectos de sociedad
de Estatutos, Reglamentos o Constituciones. Por otra parte, nos interesa subrayar que en su
momento importantes sectores de las élites rioplatenses escogían cuidadosamente el léxico
empleado.

El historiador de las instituciones y de las ideas políticas comprenderá en su exacta dimensión


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hasta dónde el enfoque generalizador, impresionista, puede enturbiar toda tarea axiológica y
hermenéutica, si se trata de analizar lexemas como los apuntados más arriba, de por sí elusivos y
ambiguos.

En otras palabras, según afirmara Gastón Bachelard, la generalización obra como un


"obstáculo" epistemológico60.

Como certeramente lo señala Giovanni Sartori, "las palabras (y los conceptos que evocan) no
son entidades aisladas", sino que pertenecen a "campos semánticos compuestos de conjuntos de
términos próximos y asociados", esto es que "permanecen juntos", de allí que el cambio de
significado de uno de ellos "implica la redefinición de algunos, o de todos, los términos asociados61."

Las palabras son portadoras de experiencia y, en nuestro caso, de la experiencia de las élites
rioplatenses y, a través de la re-presentación que ellas hacen de su realidad, escrutando los
repliegues del discurso, procedemos a la decodificación que nos permite desbrozar el camino que,
luego, dentro de una estructura más amplia permitirá acceder a la reconstrucción de aquellos
proyectos de sociedad que las élites consideraban más adecuadas a su realidad.

Esta comunicación tuvo como objetivo dilucidar un aspecto de esa estructura y hacerlo a
través de la metodología que estimamos menos proclive a las apreciaciones subjetivas. Dentro del
campo semántico elegimos los lexemas Democracia, República y Federación a través de la re-
presentación que de ellos se hacían determinados sectores de las élites (aquellos que dedicaron
extensas reflexiones al tema). Tal elección se fundamenta en la complejidad conceptual del tema y
también como forma de contribuir a la elucidación de un campo olvidado o recordado de manera
convencional y arbitraria, olvidando que, tales lexemas se encuentran enraizados en la historia y
derivan de la historia.

Finalmente, como también nos recuerda Sartori, "cada concepto tiene su historia y [...] en esa
historia las vicisitudes de la terminología están relacionadas con el destino de las sociedades y de sus
organizaciones políticas62."
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* Comunicación presentada en las "Jornadas 'Confluencia Cultural América-Europa 1492-1992.
Aspectos Interdisciplinarios", organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires y realizadas en esa sede los días 26 y 27 de octubre de 1992.

NOTAS
1
. Cf. Paul Veyne, "La historia conceptualizante", En Jacques Le Goff y Pierre Nora, eds., Hacer la Historia, Barcelona,
Laia, 1978. 2 v.. V.I, 75-104; Michel Vovelle, Ideologías y mentalidades, Barcelona, Ariel, 1985, 7-99.

2
. Marcel Prélot, La ciencia política, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires (Colecc. Cuadernos nro. 103),
1964, 5.

3
. François R. de Chateaubriand, Memorias de ultratumba, Buenos Aires, Hyspamérica, 1984. 2 t.. T. II, 437.

4
. Cf. José M. Mariluz Urquijo, "El Río de la Plata y el ambivalente modelo de Roma (1800-1820)", Buenos Aires, Academia
Nacional de la Historia (Investigaciones y Ensayos nro. 37), 1988, 53-69.

5
. Montesquieu, Del espíritu de las leyes, Buenos Aires, Orbis, 1984. 2 v.. V. I, l. III, c. III, 46.

6
. Cf. Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, Buenos Aires, Rei, 1990. 2 t.. T. II, 357-363.

7
. La Crónica Argentina, nro. 26, 16 de noviembre de 1816, en Biblioteca de Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960,
VII, 6374.

8
. Cf. Jean J. Rousseau, El contrato social, Buenos Aires, Orbis, 1984, l. I, c. I, 157-s..

9
. Cf. François Furet y Mona Ozouf, Diccionario de la Revolución Francesa, Madrid, Alianza, 1989, s.v., república, 681;
también artículos pertinentes al tema enunciado en la obra organizada por Michel Vovelle, França revolucionária (1789-1799), São
Paulo, Editora brasiliense, 1989.

10
. Cf. Norberto Bobbio, Estado, Gobierno, Sociedad. Contribución a una teoría general de la política , Barcelona, Plaza &
Janés, 1987, 158.

11
. El Federalista, nro. 10, 23 de noviembre de 1787, en A. Hamilton, J. Madison y J. Jay, El Federalista. Prólogo de
Gustavo R. Velasco. México, Fondo de Cultura Económica, 1943, 39.

12
. Cf. John Lyons, Semántica, Barcelona, Teide, 1980, 252.

13
. Cf.precisiones teóricas sobre el concepto de Federación y Confederación en: Ricardo Zorraquín Becú, El federalismo
argentino, Buenos Aires, Perrot (Colecc. La Torre de Babel), 1981, 173-176.

14
. A. Hamilton cita en nota a Montesquieu:"Espíritu de las Leyes, vol.I, Libro IX, cap. I", El Federalista, nro.9, 34.

15
. J. Madison, El Federalista, nro. 39, 160 y 163.

16
. J. Madison, El Federalista, nro. 40, 18 de enero de 1787, 163.

17
. J. Madison, El Federalista, nro. 37, 11 de enero de 1788, 150.

18
. Cf. a manera de ejemplo: Oficio del General en jefe sustituto del Ejército Auxiliar del Alto Perú, Coronel Mayor
Francisco de la Cruz al Directo Supremo, Brigadier José Rondeau (sobre la situación imperante en Tucumán) , Pilar, 28 de noviembre
de 1819, en Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, Buenos Aires, Ministerio de Cultura y Educación e
Instituto Nacional Sanmartiniano, 1979, XV, 69-71. También Oficio del Gobernador Intendente de Córdoba, Manuel Antonio de Castro
al Director Supremo José Rondeau (sobre la situación imperante en Tucumán), Córdoba, 30 de noviembre de 1819, en op. cit., XV, 72-
s..

19
. Cf. Roberto I. Peña, "Juan Bautista Bustos y el federalismo doctrinario de Córdoba", Córdoba, Junta Provincial de
Historia (Cuadernos de Historia, nro. 4), 1980, 38-s..

20
. Cf. Henry M. Brackenridge, Viaje a América del Sur, Buenos Aires, Hyspamérica (Biblioteca Argentina de Historia y Polí-
tica), 1988. 2 v.. V. II, 127.

21
. Ibíd..

22
. Cf. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de Manuel A. de Castro", en Emilio Ravignani, comp., Asambleas
Constituyentes Argentinas, Buenos Aires, Peuser, 1937. 7 v.. V. III, 219-222; "Sesión 10 del 19 de enero de 1825. Alocución de
Julián S. de Agüero", en E. Ravignani,comp., ibíd., I, 1046-s.; "Sesión del 29 de septiembre de 1826. Alocución de Manuel
Dorrego", en E. Ravignani,comp., ibíd., III, 812-s..

23
. Cf. sobre aspectos teóricos del Derecho histórico contractualista: Manuel García Pelayo, Derecho Constitucional
Comparado, Madrid, Alianza (Universidad/Textos), 1984, 41-45; Francisco E. Trusso, De la legitimidad revolucionaria a la
legitimidad constitucional, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, c. V; Víctor Tau Anzoátegui, Casuismo y
Sistema. Indagación histórica sobre el espíritu del Derecho Indiano, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del
Derecho, 1992, 231-425.

24
. Cf. el periódico de Buenos Aires de orientación federalista El Tribuno, nro. 15, 29 de noviembre de 1826, I, 183-185.
Puede consultarse en Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Sala de Reservados.

25
. El Correo de las Provincias, nro. 13, 13 de marzo de 1823, en Biblioteca de Mayo, X, 9231.

26
. San Martín propone una Confederación de Reinos (Provincias Unidas, Chile,Perú): Manifiesto a los limeños, Santiago de
Chile, 13 de noviembre de 1818, en Documentos del Archivo de San Martín, Buenos Aires, Coni, 1912. 12 v.. V. XI, 197-201. Bolívar
subraya las ventajas de una Confederación de Repúblicas (Bolivia, Perú, Colombia): Carta de Bolívar al general Gutiérrez de
Lafuente, Lima, 17 de junio de 1826, en C. Parra Pérez, Bolívar. Contribución al estudio de sus ideas políticas, Caracas, Escuelas
Técnicas Industriales, 1942, 101-s..

27
. V. sobre los modelos del primero y segundo subtipo, con excepción de la Ley Fundamental, las explicaciones que brinda
El Federalista en los números XIX y XX, 74-81. El texto de la Confederación puede seguirse en las págs. 381-386. V. la Ley
Fundamental: E. Ravignani, comp., op. cit., I, 1132-s..

28
. V. texto de la Constitución en E. Ravignani, comp., ibíd., III, 1192-1202.

29
. Cf. el artículo "Política. Continúan las reflexiones sobre la forma de gobierno" aparecido en el periódico monárquico
de Buenos Aires editado por Manuel A. de Castro, El Observador Americano, nro. 8, 7 de octubre de 1816. (En Biblioteca de Mayo, IX
-1ra. parte-, 7699). También el periódico federalista editado por el abogado Pedro F. Sáenz de Cavia, El Tribuno, nro. 29, 17 de
enero de 1827, I, 393.

30
. "Política. Continúan las reflexiones sobre los sistemas de gobierno", El Observador Americano, nro. 3, 2 de septiembre
de 1816, IX -1ra. parte-, 7667-s..

31
. "Sesión del 10 de octubre de 1826. Alocución de Manuel A. de Castro", en E.Ravignani, comp., op.cit., III, 1023.

32
. La Crónica Argentina, nro. 27, 23 de noviembre de 1816, VII, 6381.

33
. Cf. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y Proyecto de la Comisión de Negocios Constitucionales", en E. Ravignani,
comp., ibíd., III, 218.

34
. Cf. "Señales para conocer a un faccioso", editorial inserto en un periódico que expresaba el pensamiento de la adminis-
tración de Buenos Aires y de su figura más conspicua, Bernardino Rivadavia: El Centinela, nro. 18, 24 de noviembre de 1822
(Biblioteca de Mayo, IX -1ra. parte-, 8194).

35
. Cf. "Política", El Observador Americano, nro. 9, 14 de octubre de 1816, IX -1ra. parte-, 7706.

36
. "Franklin y Washington", remitido publicado en la Gaceta de Buenos Aires por su último redactor, Manuel A. de Castro, en
el nro. 165 del 22 de marzo de 1820. [Gaceta de Buenos Aires (1810-1821). Reimpresión facsimilar. Buenos Aires, Junta de Historia
y Numismática Americana, 1910. 6 v.. V. VI, 735].

37
. G. Funes, "Manifiesto del Soberano Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sud-América al dar la
Constitución", Buenos Aires, 22 de abril de 1819, en E. Ravignani, comp., op. cit., VI -2da. parte-, 725.

38
. Cf. La Verdad Desnuda, nro. 2, 1 de octubre de 1822, 5-s y nro. 3, 8 de octubre de 1822, 9-s.. Este periódico fue
editado por fray Francisco de Paula Castañeda, acérrimo enemigo de los principios utilitarios y anticlericales que encarnaba el
ministro Rivadavia, quien produjo varios periódicos de tono satírico, cuyos editoriales no eludían un lenguaje muchas veces procaz
en su encendida crítica. (Lo cuenta en su repositorio la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Sección Reservados).

39
. Cf. El Censor, nro. 58, 3 de octubre de 1816, (Biblioteca de Mayo, VIII, 6888-s.). Este periódico editado por orden del
Directorio entre 1815-1819, y que constó de 177 números, tuvo dos editores, siendo el primero Antonio Valdés (cubano de nacimiento
que integró como diputado las Cortes de Cádiz). Éste defendió la idea ampliamente difundida consistente en conformar una Monarquía
Constitucional americana, abarcativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y Perú.

40
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y Proyecto constitucional", en E. Ravignani, comp., ibíd., III, 216.
41
. "Política. Continúan las observaciones sobre la Forma de Gobierno". "Extracto de El Español, nro. 30, editado por el
Sr. Blanco e impreso en Londres", El Observador Americano, nro. 8, 7 de octubre de 1816, en op.cit., IX -1ra. parte-, 7699.

42
. El Independiente, nro. 9, 10 de noviembre de 1816 (Biblioteca de Mayo, IX -1ra parte-, 7787). Considerando el editor
Agrelo que debía aplicarse "la constitución inglesa a nuestro estado del modo que la pueda recibir" (nro. 13, 8 de diciembre de
1816, 7813), dedica un espacio considerable en su periódico a destacar las bondades del paradigma bri tánico, reproduciendo
fragmentos de la obra Constitution de l'Angleterre del pensador ginebrino Jean L. de Lolme.

43
. "Sesión del 16 de diciembre de 1822. Alocución del Sr. Agüero", Libro de Sesiones de la H. Junta de Representantes de
la Provincia de Buenos Aires (1822-1833). Reproducción facsimilar. Buenos Aires, Imprenta de la Independencia. 36 v.. V. I, 234.

44
. Cf. n. 18 y 19.

45
. Carta del general José de San Martín, Gobernador Intendente de Cuyo, al diputado ante el Congreso de Tucumán, Tomás
Godoy Cruz, Mendoza, 24 de mayo de 1816, en Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, Buenos Aires, Instituto
Nacional Sanmartiniano y Museo Histórico Nacional, 1952. 8 v.. V. III, 452.

46
. Cf. "Sesiones del 15 de julio y 29 de septiembre de 1826. Alocución del diputado José Eugenio del Portillo", en E.
Ravignani, comp., op. cit., III, 240 y 807.

47
. El Censor, nro. 52, 22 de agosto de 1816, en op. cit., VIII, 6844.

48
. "Sesión del 10 de abril de 1826. Alocución de M.A. de Castro", en E. Ravignani, comp., op. cit., II, 993-s..

49
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp., ibíd., III, 222.

50
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y proyecto constitucional", en E. Ravignani, comp., ibíd., III, 218.

51
. "Observaciones sobre la conducta de los disidentes del Gobierno general de las Provincias Unidas con el especioso nombre
de federales", Gaceta de Buenos Aires, nro. 47, 21 de marzo de 1821, VI, 434; "El 25 de mayo de 1821", Suplemento a la Gaceta
nro. 56, 24 de mayo de 1821, VI, 501.

52
. Cf. sobre el tema: Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina
criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 379-s..

53
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp., ibíd., III, 222.

54
. Ibíd..

55
. "Sesión 24, 24 de marzo de 1825. Proyecto de contestación al general Juan B. Bustos. Alocución de M. A. de Castro", en
E. Ravignani, comp., ibíd., I, 1231. N.B.: Subrayado nuestro.

56
. Sesión nro. 28, 28 de abril de 1825. Discusión y resolución sobre la indicación a la Comisión de Negocios
Constitucionales para que a la mayor brevedad presente un Proyecto de Consti tución. Alocución de Juan I. de Gorriti", en E.
Ravignani, comp., ibíd., I, 1281. N.B.: Subrayado nuestro.

57
. "Sesión del 24 de abril de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp., ibíd., II, 1065.

58
. "Sesión del 9 de septiembre de 1825. Alocución de J. S. de Agüero", en E. Ravignani, comp., ibíd., II, 162.

59
. Anazildo Vasconcelos da Silva, Semiotização Literária do discurso, Río de Janeiro, Elo Ed., 1984, 10.

60
. Gastón Bachelard, La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo,
Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 27. Cf. pp. 45, 113.

61
. Giovanni Sartori, op. cit., II, 328.

62
. Giovanni Sartori, ibíd., II, 330-s..
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Lic. Rubén Darío Salas

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