Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Apuntes para Pensar Lo Normativo Patriarcal en Varones de Asunción
Apuntes para Pensar Lo Normativo Patriarcal en Varones de Asunción
varones de Asunción.
Escrito por Agustín Barúa Caffarena, psiquiatra de atención primaria de salud,
antipsiquiatra,. Psicodramatista, terapeuta (individual y grupal), educador
popular, magister en antropología social, acompañante en procesos de
intercuidados de equipos sociales, acompañamientos sociales comunitarios.
utopiandoya@gmail.com
La primera vez fue en el Bañado Sur, en esa mujer bañadense que en una
entrevista en su casa, al ir narrando su vínculo de pareja, me fui viendo en la
descripción de lo que él hacía. No podía mirar a otro lado. Era yo en aquel.
Ahí ya no pude borrar la presencia de las voces que me reclamaron en
diferentes vínculos de pareja, ahora cristalizadas en esta. Fue asumir que no
daba intentar militar con posiciones clasistas sin repensar las propias prácticas
de género. Y no podía hacerlo sin romper el miedo al bochorno de asumir en
lo público esto.
Una salvedad: ¿Por qué narrar en primera persona este ensayo? Más allá del
controversial tributo narcisista (siempre pululando), la apuesta es a que, si no
lo transitamos vivencial, cotidiano, se nos pierde, se va, se discursea, se hace
mueca-consigna, y asesinato también.
Masculinismos
El texto intentará transitar esta tensión, entre denunciar estas nuevas formas
patriarcales encubiertas (masculinismos) y la necesidad de poder avanzar en
espacios donde los varones podamos repensarnos; todo esto sabedor de que
aún estoy atravesado por –así como un compañero lo nombraba en el tercer
encuentro argentino de colectivos de varones antipatriarcales- mi “condición
de varón hegemónico en recuperación”.
De la Normatividad Patriarcal
Para situar ese lugar normador, moralizante, cito a Segatto (Pérez, 2013),
hablando de la violación sexual contra las mujeres
Desmenuzando lo patriarcal
BENNO DE KEIJZER
O como lo decía Badinter (1993) respecto a una identidad masculina que para
valer deberá convencerse y convencer a los de que no es una mujer, que no es
un bebé y que no es un homosexual.
Homofobia
Contaba un ex jefe de recursos humanos, que una
vez un trabajador le pidió conversar y pidió a ver si le podían cambiar el
número que le había tocado. Si, era 108. Le explicaron que no, y de todas
maneras cuando venía a cobrar y le pedían su número, decía “Uno cero ocho”.
Así por todas partes: la risotada de mesa de bar, la puteada contra el referí, el
desafío de sostener cualquier mirada, el una(cerveza)-más-qué-lo-que-tanto, el
culo tocado, la cortesía lasciva, el grito que cierra toda discusión, el silencio
insondable repleto de emociones sin salida, el no-tengo-tiempo; ese día a día
que tanto sostiene como evita. La construcción de un revestimiento de fuerza
mandatada que pretende en-cubrir una fragilidad legítima, y potenciada.
Color de puto, voz de puto, llanto de puto, silencio de puto, cara de puto,
música de puto, amigos putos, libro de puto, comida de puto, perfume de puto:
vigilancia enorme, guardia eterna, duda irresoluble. El profundo horror que
atenaza las preguntas, los movimientos, las novedades, el caos, lo frágil, lo
sensible, lo incierto, la muerte, pretende eclipsarse con el blindaje
homofóbico, ese hermético triunfante. Esa seguridad tan inconsistente, agria,
perecedera.
Misoginia
Dice una muchacha de 22 años, que una pareja varón le decía “Yo me recibo y
si querés estar conmigo tenés que dejar la carrera porque en tu carrera hay
hombres y no podés estar cerca de hombres”. Mujer-cosa, y punto. El
desprecio a las mujeres en tanto mujeres, no-varones; construidas como
trofeo, pertenencia, insuficiencia, absurdo, enfermedad, tontería, banalidad,
inmoralidad, ornamento, deslealtad, descartabilidad, indescifrabilidad. Ani
nde kuña’i, la amenaza.
Y ninguna mención acerca de que siente este varón ante la libertad y los
derechos de la otra persona; y menos aún de poder dar cuenta de sí, de sus
dudas, miedos e incertidumbres.
Cuenta una mujer de edad media, que oyó un relato de una muchacha
uruguaya respecto a una relación con un varón paraguayo, donde la suegra de
la muchacha les dijo “Ustedes tienen que tener 5 hijos”, insinuando más tarde
que ella ya no tendría que estudiar. O frases como mbarakaya ha so´o
ndaikatui oiko oñondive (el gato y la carne no pueden estar juntos) en tanto
sospecha de que ante un vínculo varón – mujer da por supuesto una relación
sexual heterosexual (y su vivencia compulsiva) como única situación posible,
o la exigencia social de “una pareja”. Y si, sin duda que lo patriarcal no es
privativo de varones. Pero aprovecho a arriesgar una tesis: en general, creo
que los varones no sólo no estamos en condiciones de reflexivamente debatir
con mujeres, a veces siquiera de escucharlas (en silencio, introspectivamente).
Por lo que creo que aún necesitamos procesos grupales entre varones para
poder generar mejores condiciones para poder pensarnos, y avanzar en el
desmonte patriarcal. No exclusivamente, pero si insustituiblemente.
Agrego otro punto: en general, desde afuera, en los países vecinos, se remarca
mucho la idea “Paraguay machista”; y sin dudas que esto está, pero sumaría
un matiz poco incluido a modo de pregunta respecto a que subyace a este
lugar de privilegio para los varones resguardado por tantas mujeres
paraguayas aun hoy en día: ¿Hasta qué punto en la memoria de los cuerpos de
las mujeres paraguayas permanecen las consecuencias de los abusos
(asesinatos, violaciones, robos, genocidio, estigmatizaciones) aun impunes de
los ejércitos ocupantes particularmente brasilero y argentino durante la
guerra Guazu o de la Triple Alianza como memoria en los cuerpos que acaba
potenciando el lugar patriarcal del “valor de los varones” en la cosmovisión de
muchas mujeres? De lo irresuelto.
Binarismo
Para completar la clausura de los cuerpos y del deseo, como nos plantea el
debate queer, el diagramado requiere cerrar en dos, lo posible validado. Los
ya famosos baños de Judith Butler (2005; 2007) donde los cuerpos son
corregidos para ubicarse en alguna de las casillas, bajo el régimen de los dos
cartelitos, son prototípicos.
Pensando cómo, desde dónde…
Sin duda que toca hacer algo con(tra) las violencias que ejercemos los varones
hacia las mujeres cotidianamente. Pero muchas veces llegamos a situaciones
trabadas. Aparte de las campañas, de las tobilleras, de las denuncias, y
específicamente como varones, ¿Qué más toca hacer? ¿Y cómo hacer? Y va
este planteo que se sabe, insisto, complementario y no excluyente a lo que se
viene realizando.
La alegría en clave patriarcal suele ser resultado exclusivo del “triunfo”, ¿Es
posible resignificarla, pensarla desde otros lugares, otras búsquedas? Por otro
lado, la libertad suele ser unilateral; sólo para nosotros. ¿Podemos pensar
como ir transitando hacia lo libertario, asumiendo miedos, confusiones,
dándonos tiempo?
Y aquí hay otra cuestión: ante el dolor histórico y presente en que venimos
infringiendo a las compañeras, no les podemos pedir a ellas que nos ayuden en
esto, no les podemos pedir nada. Estamos enormemente endeudados. Nos toca
aprender de ellas largamente; de lo que tienen para contarnos de sus sentires,
de sus luchas, de sus debates teóricos. Pero quienes tenemos no sólo mejores
condiciones para pensar con otros varones patriarcalizados (por los vínculos
que tenemos con ellos, porque conocemos los “códigos”, porque somos uno
de ellos), somos los varones que estamos tratando de desmontar nuestro
patriarcado.
Y sumo otra observación: creo que los varones que trabajamos nuestro
patriarcado, y desde ahí el de la sociedades que habitamos (y nos habita), a
más de adscribir y reivindicar a las agendas y debates que las mujeres
feministas han venido construyendo, defendiendo e impulsando en estos siglos
de resistencia, aun nos toca construir una agenda (si cabe, y creo que si es
pertinente) propia de los varones. Agenda que sólo puede partir de reconocer
los que nos pasa, los por qué, desmontar sus cómo, y avanzar hacia formas
otras de vincularnos, de existir, de transformar.