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II
ORDEN ESTÁTICO DE SER
LOS TRASCENDENTALES
ÍNDICE
Tema XIV: Los aspectos trascendentales del ente………………………………..4
Unidad……………………………………………………………………….9
Grados y tipos………………………………………………………….……9
Multiplicidad……………………………………………………….………10
Algo (“aliquid”)………………………………………………………….….11
Ente y verdad………………………………………………….……………13
Bondad y perfección……………………………………………………….16
Tema XVIII: La Belleza…………………………………………………………….17
Naturaleza de lo bello…………………………….………………………..17
Belleza y perfección…………………………………...……………………17
Grados de belleza…………………………………………………………...18
BIBLIOGRAFÍA
ALVIRA, T.; CLAVELL, L.; MELENDO, T., Metafísica, Ed. Eunsa, Colección
Iniciación Filosófica, Pamplona, 20018.
a) Modo especial de ser (“specialis modus entis”): Ser propio de una sustancia
específica (por ejemplo, ser-hombre) y de sus accidentes (por ejemplo, el
blanco de la nieve).
b) Modo general de ser (“modus generalis consequer omne ens”): Ser común a
todas las sustancias y a sus accidentes.
i. Respecto a sí mismo (=en sí, “in se”), un ente es:
a. Afirmativamente, una cosa genérica, que hace referencia a la
esencia, según lo cual se dice lo que es (“essentia eius secundum
quam esse dicitur”).
b. Negativamente un indiviso, es decir, una unidad trascendental
(“omne ens absolute et indivisio”).
ii. Respecto a otro distinto de sí (=respecto a otro, “in ordine ad aliud”),
todo ente:
a. Respecto a cualquier otro ente es algo cualitativamente distinto
(“aliquid”).
b. Respecto a la mente humana, todo ente:
Es verdadero (“verum”) en cuanto se pone en relación
con el entendimiento.
Es (más o menos) bueno (“bonum”) en cuanto se pone
en relación con la voluntad humana4.
p.60-61.
3. Resolución de las propiedades trascendentales en el
ente
a) Los trascendentales como aspectos del ente
Los trascendentales son realidades y nociones. En cuanto realidad, se
identifican de modo absoluto con el ente: la unidad, la verdad, la bondad,
etc., no son realidades distintas del ente, sino aspectos o propiedades del
ser. Son, por así decirlo, propiedades comunes a todo ente5.
Por eso, cuando decimos que el ente es bueno o uno, no le añadimos nada
real, sino que expresamos un aspecto que compete a todo ente por el hecho
de serlo, por tener el ser; es decir, porque el ente es ente, es también uno,
bueno, etc (“ens et unum (et bonum, et verum…) convertuntur”).
Además, el ente y los demás trascendentales pueden intercambiar sus
funciones como sujeto o predicado en una oración. Esa permutabilidad es
un índice de la real identidad entre los tarscendentales.
b) Ente y unidad
La unidad trascendental no es otra cosa que la indivisión propia del ente.
No añade nada real a las cosas, sino sólo la negación de división interior.
3. La multiplicidad
La multiplicidad se opone a la unidad, como lo dividido a lo indiviso: los
entes, en cuanto divididos unos de otros, son múltiples. En el orden de
nuestras aprehensiones, la división sigue a la noción de ente y a la de no-ente.
Advertimos luego que ese ente se contrapone a otros (“éste” ente no es
“aquél” ente); de esto se sigue el conocimiento de la separación y distinción
entre los entes. El proceso esquematizado sería:
Ente No-ente División Unidad Multiplicidad
b) El ente y el bien
Con “bien” queremos referirnos al ser de los entes y a lo que conserva
o mantiene su ser y su naturaleza. Para cada ente, su bien consiste en
ser según su naturaleza; por eso, “males” son aquellas privaciones que
se oponen a su perfección natural.
Podemos decir, por tanto, que “ens et bonum convertuntur”; el bien no
es una realidad distinta del ser de los entes, ya que «todo lo que es, es
bueno»10. Es decir, las cosas tienen bien en cuanto tienen ser.
12Cfr. TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q.188, a.6: «Igual que es mejor iluminar que sólo
brillar, así también es más perfecto comunicar a los demás las verdades contempladas que simplemente
contemplar».
T18. LA BELLEZA
1. Naturaleza de lo bello
a) Noción
Denominamos “bueno” a un ente por su relación al apetito, es decir,
en cuanto posee las características de lo perfecto y perfectible de otros.
Con respecto al alma, cuando la verdad y la bondad de las cosas son
conocidas causan agrado y deleite al que las contempla. Así, podemos
decir que es «hermoso aquello cuya contemplación agrada» (=«id quod
visum placet»)13. Por tanto, este «splendor veritatis», según San Agustín,
que es la belleza, no es un trascendental inmediato, sino mediato, ya
que supone haber captado antes la verdad y la bondad.
La belleza de las cosas se percibe con las potencias cognoscitivas
(=sensibilidad [vista y oído] e inteligencia), pero la captación de lo
bello añade al simple conocer el agrado o gusto que resulta de ese
conocimiento.
b) La belleza y el bien
Cabe considerar la belleza como un tipo particular de bondad, pues
responde a un cierto apetito, que se aquieta al contemplar lo bello.
Santo Tomás, al referirse al trascendental “pulchrum” señala la
conveniencia de los entes con una cierta conjunción del entendimiento
y la voluntad, ya que agrada (=voluntad) cuando se conoce
(=inteligencia o sentidos).
c) El fundamento de la belleza
La belleza no es el placer o el arado, sino aquellas propiedades que
hacen que su contemplación resulte grata. Por tanto, igual que la
bondad no es un atributo que tenga su origen en la voluntad del que
quiere, sino una perfección del objeto querido, así, los caracteres que
hacen bello un objeto surgen del ser de cada criatura.
2. Belleza y perfección
Señalar que el fundamento de la belleza es el ser, supone enunciar la
convertibilidad o equivalencia entre el “pulchrum” y el “ens”. Las cosas son
bellas en cuanto que son, es decir, llamamos una cosa “bella” en sentido
pleno (=“simpliciter”) cuando posee toda la perfección y armonía
requeridas por su naturaleza. Así, podemos enumerar tres rasgos: