FACULTAD DE TEOLOGÍA INFORME DE LECTURA – LIBRO DEL ÉXODO Pentateuco TBS028-1 Alumno: Matheus Henrique Barbosa
Tema: La misericordia divina en la constitución del pueblo de Israel.
Podemos dividir el libro del Éxodo en siete bloques:
1º. Ex 1 – 7,7: Narrativa del pueblo en el Egipto; nacimiento y vocación de Moisés; 2º. Ex 7,8 – 13,16: Los prodigios; las diez plagas y la Pascua; 3º. Ex 13,17 – 18: Salida del pueblo del Egipto y la marcha por el desierto; 4º. Ex 19 – 24: Llegada al Sinaí y recibimiento del Decálogo; 5º. Ex 25 – 31: Orientaciones para la construcción del Santuario; 6º. Ex 32 – 34: La construcción del becerro de oro; la ira de Yahvé y la renovación de la Alianza; 7º. Ex 35 – 40: La construcción del Santuario. Siguiendo la lectura del libro del Éxodo a la luz de la misericordia divina en la constitución del pueblo de Israel, podemos encontrar la acción misericordiosa del Señor luego en el primero capítulo, con las dos parteras Sifrá y Puá (Ex 1, 15-21), que, delante del mandato del Faraón, prefieren seguir temiendo a Yahvé y no matar a los hijos de las mujeres hebreas. En esa actitud, percibimos como Dios permite que los niños vivan y el pueblo hebreo crezca. Tal actitud de las comadronas es bendecida y ellas son premiadas con la descendencia (Ex 1, 21). En el capítulo 2 comienza la historia de Moisés, una historia bellísima que demuestra como Dios cuida de aquellos que Él elige para ser su profeta y testigo de su acción misericordiosa, libertadora y salvadora. Tres meses después de su nacimiento, Moisés fue puesto en una cestilla y esa fue puesta en el rio para que fuera llevada para otro lugar (Ex 2, 3), a fin de que el niño Moisés no fuera muerto. Todavía la acción misericordiosa de Dios hace con que la cestilla fuera encontrada y allí comienza una historia de salvación y misericordia en la vida del profeta. En Ex 2, 23-24, el autor sagrado relata el reconocimiento por parte de Yahvé de las opresiones y dificultades vividas por su pueblo. Él escucha sus gemidos y clamores y se recuerda de la Alianza hecha con Abrahán, Isaac y Jacob. Por eso baja a la tierra y aparece a Moisés en la zarza ardiente (Ex 3, 2), eligiéndolo como aquel que sería enviado hasta el faraón para liberar el pueblo de la esclavitud del Egipto (Ex 3, 10). Todavía, Moisés quiere huir de la misión, pues no se considera preparado para tal (Ex 3,11), al que Yahvé contesta, prometiendo Su presencia junto a él: “Yo estaré contigo” (Ex 3, 12). En otro momento, Moisés nuevamente demuestra su incertidumbre delante del llamado recibido: “¡Mira, Señor! Yo nunca he sido hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú conmigo; ya ves que soy torpe de boca y de lengua” (Ex 4, 10), al que Yahvé contesta prometiendo que Él estaría en la boca de Moisés (Ex 4, 12), y él una vez más replica: “¡Por favor, Señor! Envía a quien quieras” (Ex 4, 13). Entonces Yahvé envía Aarón junto a Moisés para la misión (Ex 4, 14-16). Con esa actitud de Yahvé se puede percibir como Él no desiste de los que fueron escogidos para la misión, actuando con misericordia delante de las incertidumbres y miedos y permaneciendo siempre con sus ellos. Moisés, auxiliado por Aarón, sigue hasta el Faraón, que no hace caso de las palabras proferidas por el profeta (Ex 5, 2). Y después de algunos intentos malo sucedidos de cambiar el corazón del Faraón y liberar el pueblo, Yahvé envía las plagas. La primera plaga, la conversión del agua en sangre (Ex 7, 14-25); la segunda plaga, las ranas (Ex 8, 1- 11); la tercera plaga, los mosquitos (Ex 8, 12-15); la cuarta plaga, los tábanos (Ex 8, 16-28); la quinta plaga, la muerte del ganado (Ex 9, 1-7); la sexta plaga, las úlceras (Ex 9, 8-12); la séptima plaga, la granizada (Ex 9, 13-35); la octava plaga, las langostas (Ex 10, 1-20); la novena plaga, las tinieblas (Ex 10, 21-29). En ninguna de esas plagas el faraón permitió que el pueblo saliera de la esclavitud, pero Yahvé, en su misericordia, no desiste y quiere demostrar su gloria a su pueblo. Con la decima plaga, Yahvé hizo morir a todos los primogénitos de los egipcios (Ex 12, 29), y el faraón liberó al pueblo (Ex 12, 31-34). E todas esas proezas hechas por él Señor Yahvé deberían ser recordadas por el pueblo por todas las generaciones (Ex 13,9). Durante la marcha por el desierto, que sigue después de la liberación del Egipto, Yahvé acompaña su pueblo, de día en una columna de nube y de noche en una columna de fuego (Ex 13, 21). Así que, el Señor nunca deja su pueblo sino que lo acompaña con amor y misericordia, a fin de que lleguen a la tierra prometida. Otro momento que demuestra la misericordia divina es cuándo el faraón vuelve a perseguir a los israelitas (Ex 14, 5-14) y estos son guiados por Moisés hasta el mar, que, delante de su cayado alzado se divide y el pueblo pasa en tierra seca (Ex 14, 21), perseguidos por los egipcios, que son ahogados por las aguas del mar que retroceden siguiendo el orden de Moisés (Ex 14, 27-28). Delante de esa grande proeza que hizo Yahvé, los israelitas cantan a Él su cantico de alabanza por su gran misericordia (Ex 15, 1-21). Mismo después de la liberación del Egipto, el pasaje por el mar, mismo el pueblo viendo todas las proezas de Yahvé, ellos continúan a murmurar. ¿Y lo que hace Yahvé? Continua siendo misericordioso, enviándoles pan del cielo para saciar el hambre (Ex 16,4), el maná, hasta llegaren a Canaán (Ex 16, 35). Cuándo quedan sin agua (Ex 17,3), ¿qué hace Yahvé? Es misericordioso y no deja que su pueblo permanezca con sede, enviándoles el agua tan deseada (Ex 17, 5-6). En Ex 18, 9-12 vemos el reconocimiento de Jetro, suegro de Moisés, por todos los beneficios que hizo Yahvé a favor del pueblo, por toda la misericordia que Él tuvo con sus hijos queridos. En agradecimiento, ofrece un holocausto y sacrificios al Señor. En Ex 19,5 vemos como Dios toma el pueblo como suyo, haciendo una Alianza y después regalándolos un Decálogo (Ex 20, 1-17) como camino de vida y señal de su presencia misericordiosa en medio de ellos. La construcción del Santuario y la presencia de la arca (Ex 25-31) son también un signo de la presencia y de la misericordia del Señor que quiere estar con su pueblo elegido. El último punto de nuestra reflexión es el relato de la construcción del becerro de oro, motivo por lo cual Yahvé quiere encender su ira contra el pueblo, pero ella es aplacada por la oración de Moisés, que intercede por el pueblo. Es decir, Él Señor siempre actúa con misericordia delante de la oración sincera de sus servidores. Después de leer el libro del Éxodo es bonito notar la presencia del Señor con su pueblo y percibir como la historia de este pueblo es tan semejante a nuestra que, por más que veamos las grandezas y proezas que el Señor hace en nuestras vidas, nosotros nos ponemos a murmurar, pero Él siempre y siempre está con nosotros, con su columna de nube guiando nuestros caminos, como hizo con su pueblo elegido (Ex 40, 36-38).