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XIII
TÚ PONES EN LOS LABIOS LA PALABRA
Por la Palabra del Señor, hizo los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.
Salmo 33,6
En este tema, es referente la Palabra de Dios, que se dio por su iluminación, por ende, el
Espíritu, es aquel que siempre coloca sus palabras en nuestros labios, porque, el Espíritu, es
aquel que da la Palabra y que es dado en la Palabra, para así, transmitir el deseo de Dios y
aún más para nuestro bien, es por eso, que la Palabra, por medio del Espíritu, viene a todos a
cambiar y transformar corazones, iniciando desde los profetas hasta nuestro tiempo.
El Espíritu Santo, nos da la Palabra, por lo que, muchas personas, hablaron de parte de Dios,
ya en la Biblia se nos indica específicamente algunos cosos que lo podemos ver en la
encarnación del Hijo de Dios, que fue por obra y gracia del Espíritu Santo,
complementándose, en el misterio pascual, donde la Palabra de hace carne y desde la cruz
derrama el Espíritu Santo sobre toda la Iglesia, por consiguiente, sin la Palabra, el Espíritu,
está ciego, sin el Espíritu, la Palabra está muerta.
También, un acontecimiento, muy importante que sucede en la historia de la Iglesia es el día
de pentecostés, donde se da el comienzo de algo nuevo y la palabra de Dios se posa en
todos, en ese día de Pentecostés, Dios visitó a la humanidad de una manera completamente
diferente. En vez de estar físicamente presente con solo unos pocos, Cristo moraba ahora en
cada uno de sus seguidores por medio del Espíritu Santo. Es por eso que Jesús dijo a los
discípulos que les convenía que Él se fuera, porque solo así podría Él enviar al Espíritu.
Hoy en día, los efectos del Pentecostés siguen aún reflejando a medida que los cristianos
ejercen su influencia no solamente sobre las personas, sino también sobre las culturas. Una
vez que el Espíritu Santo viene a vivir dentro de nosotros, nuestro destino eterno es cambiado
radicalmente, como todo lo demás en nuestra vida. El Espíritu de Dios nos da la victoria sobre
el pecado, guía para tomar decisiones, consuelo en las tribulaciones y poder para obedecer al
Señor. Ahora, nuestra responsabilidad es hablar a otros de nuestro Salvador, quien destruyó
las cadenas de la muerte y ofrece vida eterna a todos los que crean en Él, esto se produce
sobre todo cuando se proclama el kerigma de Jesucristo muerto y resucitado en Espíritu y
poder, ya en 1Ts, 1,5, el apóstol habla de una experiencia, donde dice que es el Espíritu el
que pone en los labios una palabra y por ende el oyente se siente tocado en un punto de su
ser al que no llega ninguna otra voz, y más de una vez un escalofrió le atraviesa todo el
cuerpo, el ser humano y su voz, en ese momento, desaparecen para hacer sitio a otra voz,
que es la de Dios, por medio del Espíritu Santo; el ser humano, se calla porque, en ese
momento, ya no es él quien habla, sino otro, el mismo es arrastrado por la palabra que
pronuncia.
Después de ese acontecimiento, la Palabra y el Espíritu son inseparables; se complementan
mutuamente. La Biblia representa el aspecto objetivo de la revelación; el Espíritu el subjetivo.
Los dos aspectos, el objetivo y el subjetivo se encuentran en la experiencia cristiana. Dicho de
otro modo: la Biblia no es sólo el registro de la revelación que se dio en el pasado, sino
también el medio que el Espíritu utiliza para comunicar el conocimiento de Dios en el
presente, el Espíritu-Palabra dirige la vida de todos los días y testifica a los creyentes y a la
Iglesia a medida que son guiados a toda verdad, la Palabra de Dios, es enérgica y eficaz, por
la fuerza del Espíritu.
Por consiguiente, las palabras del hombre, son vacías, porque son meramente humanas,
necesitamos del Santo Espíritu, para que nuestras palabras que transmitamos, sean
enérgicas, palabras inspiradas, palabras que lleguen a lo profundo del corazón y así poder
hablar en nombre de Dios, de lo que hay en su corazón, con ello nos ayuda a entender
claramente que el Espíritu Santo, es de gran importancia para poder proclamar y llevar una
autentica misión, pero, ¿qué se tiene que hacer para que se renueve pentecostés en nuestras
vidas?, la respuesta es clara, es que se debe siempre pedir su don maravilloso, que
únicamente nos lo puede dar el, que todo lo puede y lo transforma.
El ser humano de hoy en día, necesita la presencia del Espíritu Santo en las mentes y en las
voluntades, en especial en la de los gobernantes, que tiene el poder de regir el movimiento de
todo un país, para hacerlos sabios, honestos y esforzados en su labor de conducir sus
pueblos y naciones; los maestros, los científicos, los artistas, los padres, mucho más los
sacerdotes y los que nos preparamos para hacerlo, todos necesitamos en nuestras vidas la
luz y la fuerza del Espíritu Santo y ésta únicamente se alcanza por medio de la oración desde
la Palabra de Dios, cada hombre es un proyecto inacabado y su destino no es temporal, sino
eterno porque el Espíritu Santo riegue con sus dones las vidas de los hombres, creados para
la eterna felicidad.
El Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad, Jesús nos dijo que no nos dejaría
solos, sino que enviaría al Espíritu Santo. En la oración no estamos solos. Tenemos al Espíritu
Santo. Es verdad que muchas veces no sabemos qué hacer, ni cómo orar, que no sentimos la
suficiente concentración de la mente o del corazón. Pues ahí viene el Espíritu, en ayuda de
nuestra debilidad y flaqueza. San Pablo añade que nosotros no sabemos orar como conviene”
(Rm 8, 26), ni siquiera podemos saber a veces si las peticiones que hacemos pueden ser
justas, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, en conclusión, la
fuerza del Espíritu, es necesaria para comprender los signos de los tiempos y discernir los
acontecimientos con la fe de que es el Espíritu de Dios que causa todo lo bueno que existe en
la historia.