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EL PODER DE LA PALABRA HABLADA

 
        
   La ciencia ha descubierto que el sonido viaja a través del aire desde el
punto donde emana, a la asombrosa velocidad de 331 metros (1083 pies)
por segundo, actuando sobre las estructuras moleculares existentes en la
atmósfera, alterando sus frecuencias vibratorias en un modelo en onda,
después de lo cual es recibido por los órganos auditivos de una persona y
es interpretado por la mente consciente.
 
¡Esta es en realidad una verdadera proeza¡
 
    Sin embargo, las palabras habladas, que son llevadas como ondas
sonoras hacia otra persona, poseen un poder aún más asombroso.
 
Una vez que son interpretadas por la mente de la persona receptora -con
mayor velocidad que la del sonido- esas palabras son transmitidas al
corazón y al alma.
 
Y, ¡cuanto poder pueden tener esas palabras¡
   Las palabras pueden sosegar una mente preocupada: ofrecen guía e
iluminación;
ayudan a compartir ideas y conocimiento;
animan y vivifican.
   Por otra parte, las palabras
pueden causar confusión y discordia.
Pueden herir el amor propio,
degradar y desestabilizar al ser interno.
En suma, las palabras habladas,
en forma consciente pueden crear
una polaridad ya sea positiva o negativa
no sólo en los demás,
sino también en nosotros mismos.
 
   Los Rosacruces, sabemos, que al entonar nuestros sonidos vocales, se
originan frecuencias vibratorias, que afectan los centros psíquicos del
cuerpo. También estamos concientes de la manera como la entonación de
esos sonidos vocales,
activa glándulas afines para que desarrollen
la función de crear una perfecta armonía dentro del ser físico.
Cuando practicamos los sonidos vocales,
en las convocaciones o en la privacidad
de nuestro Sanctum, nos damos cuenta
no sólo de cómo se carga
la atmósfera de energía positiva,
sino que sentimos también una sensación
de paz interior que invade nuestro ser físico, mental y espiritual, en tanto
que nuestro cuerpo se acondiciona a un metabolismo ritmico.
 
El ser total experimenta una armonización sublime. El ser está en reposo;
el ser se eleva.
Es muy conveniente cooperar con el ser,
vigorizar el ser, pensar en el ser.
 
Pero, ¿Qué pasa con el ser de los demás?
cuando dejamos nuestro sanctum,
para integrarnos a nuestras actividades cotidianas y conversamos con
otras personas,
¿con cuánta frecuencia las palabras que pronunciamos, producen un
efecto sedante y vivificante en los demás, como lo producen los sonidos
vocales en nuestro ser interno?

 
 

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