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GLOSARIO DE TÉRMINOS
Estrategia
Es el arte de dirigir las operaciones militares. Arte de dirigir los esfuerzos
con miras a la obtención de un fin, asegurando su debida coordinación.
Primero se lo asocia a operaciones militares y luego a esfuerzos generales
destinados a la obtención de un fin. Por último se agrega algo, que a más de
parecer obvio, es significativo: “asegurando su debida coordinación”.
El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, en
la tercera acepción del vocablo «defensa» dice que ésta significa amparo,
protección, socorro y proteger es resguardar a las personas o los bienes de
un peligro. En el Diccionario, seguridad significa cualidad de seguro.
Tener información sobre la escalada, que implica conocer el recorrido
desde el riesgo hasta la materialización del daño, resulta imprescindible para
poder actuar en el momento oportuno. La defensa no se plantea si no hay
amenaza o peligro, sin embargo, la seguridad actúa también contra los
riesgos, antes de que alcance la calificación de peligro o de amenaza. De lo
expuesto concluimos que mientras que la defensa es la forma de oponerse a
un peligro o a una amenaza, la seguridad es mucho más exigente y más
difícil de alcanzar, tiene un carácter más preventivo y más utópico al tratar de
mantener fuera de todo riesgo, peligro o amenaza a las personas y bienes
objeto de la seguridad. En el ámbito de las relaciones internacionales el
objetivo de la seguridad es un mundo estable.
Para Clausewitz el estudio de la Historia debe quedar en el centro de
cualquier análisis avanzado sobre la guerra . El conocimiento histórico de la
evolución del concepto de estrategia resulta esencial para llegar a una
definición y delimitación clara y actual. Aceptemos como válidas las palabras
del pensador prusiano y hagamos un rápido recorrido histórico para
esclarecer el «concepto de estrategia». De todos es conocido que la palabra
«estrategia» deriva del término griego estrategos que significa caudillo o jefe
de la fuerza. Está formada con dos raíces: stratos y agein que significan
«ejército» y conductor.
La Estrategia en su origen era conocida como la ciencia del general. El
profesor Coutau-Bégarie resalta el hecho de que las palabras estrategia y
estratagema tengan la misma raíz. Hay que tener en cuenta que la
estratagema, como ardid de guerra, implica una acción inteligente del
general.
Sun Tzu mantiene que todo el arte de la guerra está basado principalmente
en el engaño: Una operación militar implica engaño. Aunque seas
competente aparenta ser incompetente. Aunque seas efectivo, muéstrate
ineficaz. Los límites de la Estrategia Durante muchos años el término
estrategia estuvo en desuso. Fue el pensador francés Joly de Maizeroy quien
en su libro: Teoría de la guerra publicado en el año 1771, lo retomó con éxito,
diciendo: «La conducción de la guerra es la ciencia del general, lo que los
griegos denominaban estrategia, ciencia profunda, vasta, sublime, que
encierra a otras muchas pero cuya base fundamental es la Táctica.»
Injerencia Humanitaria.
Como el derecho que tienen los sujetos de la Comunidad Internacional
a recurrir a la fuerza sobre el territorio de cualquier Estado con el fin de
proteger a todo individuo, independientemente de su nacionalidad, frente a la
violación de sus derechos más fundamentales. Por tanto, cuando hablamos
de intervención humanitaria lo hacemos siempre de una acción armada que
persigue, en última instancia, el respeto de los derechos más fundamentales
de aquellas personas que se encuentran en una situación de catástrofe
humanitaria, pudiendo venir provocada ésta por diferentes causas: causas
naturales, desastres provocados por el hombre, conflictos armados, Estados
fallidos, o cualesquiera otra.
Por otro lado, la mayor parte de la doctrina considera que, para que la
intervención pueda ser calificada como humanitaria, debe cumplir
inexcusablemente las siguientes exigencias o condiciones previas: existencia
de una violación grave de los derechos humanos fundamentales; urgencia de
la situación y necesidad de actuar; imposibilidad, por parte del Estado
territorial, de realizar la acción de socorro y ausencia de consentimiento para
que otros la realicen; fracasos de otros medios pacíficos y, por tanto, que la
acción armada constituya el último recurso; y, finalmente, autorización del
Consejo de Seguridad. De todas ellas, nos interesa ahora detenernos en la
primera de las condiciones, esto es, la existencia de una situación de
urgencia y necesidad de actuar.
La premisa fundamental y absolutamente necesaria para la
intervención es la existencia de una violación grave y masiva de los derechos
humanos que cree una situación de urgencia en la que la única esperanza de
salvar vidas resida en la intervención externa. Por tanto, partimos de un
amplio abanico de situaciones en las que sería posible acudir a la figura de la
intervención humanitaria. Además, resulta interesante apuntar que para la
mayor parte de los autores, no parece que pueda exigirse que el grave
peligro para la vida se haya ya traducido en muertes efectivas “a gran
escala”, si no que bastaría con la evidencia de que vaya a producirse una
masacre para intervenir.
Asimismo, una vez decidida la intervención, existen una serie de
criterios de ejercicio que se deben respetar para que la acción pueda ser
calificada de legítima. Estos criterios son la imparcialidad de la acción, la
limitación en el espacio y en el tiempo, la proporcionalidad entre la fuerza
usada y los objetivos perseguidos y la remisión de un informe inmediato de la
intervención al Consejo de Seguridad y, si se da el caso, al organismo
regional pertinente. En esencia, cuando hablamos de intervención
humanitaria, nos encontramos ante la necesidad de actuar por parte de la
Comunidad Internacional mediante el recurso a la fuerza armada por existir
una situación de violación flagrante de los derechos humanos de la población
de un Estado, frente a la cual éste no reacciona, bien porque no quiere o
bien porque no puede.
Intereses Nacionales
El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española
establece que: Interés es la conveniencia o necesidad de carácter colectivo
en el orden moral o material. Esto encajaría en un colectivo como es la
sociedad española. En este caso, estaríamos hablando de los intereses
nacionales españoles. Esto podría ser una aproximación inicial al concepto
de intereses nacionales. Bismarck decía que los intereses nacionales son los
más fríos de los intereses fríos, alusión a que en su determinación hay que
dejar de lado toda consideración sentimental y ser realistas y pragmáticos.
Por regla general, todos los países contemplan un núcleo de bienes
reducido en el que se concreta su realidad esencial. Aspectos como los de la
integridad territorial, la independencia o intereses muy señalados, suelen ser
comunes para todas las naciones. Los intereses nacionales deben tener su
encaje en el ámbito de los intereses supranacionales de todas aquellas
organizaciones internacionales a las que el Estado pertenece: ONU, OTAN,
Unión Europea, OSCE, Unión Europea Occidental (UEO), etc. No tendría
sentido pertenecer a una organización cuyos intereses se contraponen a los
propios.
De acuerdo con el Libro Blanco de la Defensa podemos clasificar los
intereses nacionales en tres niveles: intereses vitales, intereses estratégicos
y otros intereses. Los intereses vitales son los elementos constitutivos del
Estado que deben preservarse de cualquier agresión: el territorio nacional,
con sus accesos aéreos y marítimos, la población, el ordenamiento
constitucional, la soberanía y la independencia. En el caso de Venezuela, la
mayor parte de ellos están recogidos en nuestra Constitución. Los intereses
estratégicos aportan seguridad a nuestro entorno y contribuyen
decisivamente a la defensa de los intereses vitales.
En todo caso los intereses nacionales serán la síntesis entre la
identidad, las posibilidades materiales, la ambición y la idiosincrasia de las
sociedades que los fija. La determinación de los intereses vitales es una
elección privada e íntima de cada nación, que pone de manifiesto claramente
cuál es su proyecto nacional, la coherencia de su realidad y la voluntad de
hacerlo viable. Si en esto se produce ambigüedad o indeterminación, o los
bienes no se fijan con la autenticidad y responsabilidad que merecen, la
Seguridad Nacional se verá comprometida.
Libertad
La libertad constituye uno de los presupuestos del ser humano y con
base en ella, pero al lado de la dignidad humana, se ha construido la esencia
de los derechos de la persona. Las libertades públicas, ámbito de actuación
del individuo oponible al actuar de las autoridades, han sido una conquista
histórica que ha ayudado a la reivindicación del ser humano, razón por la
cual resulta de especial importancia adentrarnos en los orígenes de su
concepción así como en la evolución que ha experimentado mediante el
pensamiento filosófico y político, para de esta manera poderla aplicar al
pensamiento constitucional y en especial a los derechos de libertad.
Para el filósofo estagirita, la idea de libertad viene ligada a la esencia
misma de ser humano. La libertad aristotélica reconoce a la persona la
capacidad para decidir libremente y de manera racional frente a una amplia
gama de opciones previamente ofrecidas, incluso, la facultad de actuar
según la decisión que haya tomado.
Si bien Aristóteles no contempló una definición concreta de libertad, lo
cierto es que ofreció una idea básica de ella a través del zoon
politikon (animal político). Aristóteles hace reflexionar sobre la condición
mínima de libertad con la que debe contar toda persona para poder ser parte
integrante de la sociedad, para poder desenvolverse con autonomía, pero no
toma en cuenta un elemento fundamental que permite valorar la libertad en
sentido intrínseco a la condición humana para tener en cuenta una de las
condiciones que la vida en sociedad impone: la garantía de su ejercicio por
parte del Estado.
Poder
Se entiende el poder para el desarrollo de este artículo de reflexión,
como la acción que se ejerce sobre los seres humanos por los seres
humanos, pues se podría hablar del ejercicio del poder sobre la materia
muerta o las formas no humanas de vida. Se hace necesario mencionar que
las ciencias humanas fundamentales identificaron hace tiempo que el ser
humano es un ser de subjetividad y de símbolos; sus comportamientos, su
sentido de pertenencia frente a otros actores, sus promesas, sus afectos,
pasan por allí. La lección que estas ciencias dan es que muy poco se
manipula exteriormente y mucho depende de la coherencia entre la vida
material concreta y la vida simbólica representacional, como elementos
interdependientes de un todo.
Así, el conocimiento propio es el requisito previo y principal de la
realización que conecta al ser humano con el mundo exterior; la necesidad
de una percepción de las emociones, sentimientos y pensamientos, permite
definir el campo de la psicología humana; sin embargo, pretender encontrar
explicación de la naturaleza humana a través de ella es una tarea imposible
de realizar, pues dicha percepción obedece sólo a un pequeño sector de la
vida humana como consecuencia de la experiencia individual que impide
cubrir por completo el campo de los fenómenos humanos (Cassirer, 1968).
Para Aristóteles, todo conocimiento tenía su origen en una básica
tendencia de la naturaleza humana que se manifiesta en las acciones y
recreaciones más elementales del hombre, en este sentido, se encuentra en
todas las formas en que se representa la vida religiosa la directriz de
conócete a ti mismo como una ley moral y religiosa definitiva.
Política
Es una actividad propia de los seres humanos, mediante ella, los
hombres se organizan socialmente, pues crean y modifican normas de
convivencia que tienden a la búsqueda de objetivos comunes para todos los
miembros de la comunidad. Por tanto, la política intenta hacer extensivo el
ideal de buena vida que presenta la ética a toda la sociedad. Gracias a este
ideal, los individuos que forman la comunidad podrían llegar a ser felices. Sin
embargo, ambas ramas de la filosofía se encuentran con un problema. El
problema radica en que, en todas las sociedades, las personas tienen
intereses individuales.
En el fondo, cada individuo persigue su propia felicidad pues, en el
mundo real, no todos pueden alcanzar el ideal de buena vida que defiende la
ética. Así pues, a diferencia de la ética, la política debe conformarse con
crear leyes e imponer orden. Si cada uno busca lo que es útil o placentero
para sí, la ley es imprescindible para imponer la paz con la que sueña la
ética. Por su parte, la paz sólo se alcanza si disminuyen las exigencias
personales y se renuncia a un nivel de vida muy alto en beneficio de aquellos
miembros de la sociedad menos favorecidos.
En conclusión, la ética considera a todo ser humano como un individuo
autónomo y moral, algo sin lugar a dudas deseable. Sin embargo, como la
política es realista, deja de lado esta presuposición y crea mecanismos para
evitar la previsible falta de respeto entre las personas. El poder del Estado
debe servir para lograr este fin, pues su función consiste tanto en crear como
en restaurar la armonía en la convivencia social. En otras palabras, la política
ha de contemplar la parte injusta e imperfecta del ser humano y obrar en
consecuencia, ejerciendo su poder contra ella. Pero como la política también
es una construcción humana, su práctica puede y debe ser supervisada a su
vez por la ética, ya que no siempre la ley es justa ni el poder se ejerce para
que se cumplan las leyes.
Teoría Platónica: Para Platón, el hombre firma el contrato de ciudadanía,
término que aparece en su obra República. Por el contrato de ciudadanía el
ser humano elige pertenecer a un estado y suscribe con él un pacto tácito
por el cual se obliga a cumplir las leyes, incluso cuando éstas sean injustas.
Para comprender el sentido de esta doctrina completamente, hay que
entender que ser hombre y ser ciudadano es lo mismo para este filósofo. En
Platón, tanto la concepción ética como la política giran en torno a la virtud de
la justicia. La justicia es el fundamento de la ciudad-estado y la ley justa es la
esencia de toda igualdad o derecho.
La política se deduce en Platón de la justicia y no a través de la
descripción objetiva de los fenómenos políticos. Por tanto, la política es el
estudio de las normas y de los principios teóricos del gobierno de los
ciudadanos. Para Platón los justos eran los merecedores de todas las
dignidades del Estado. Se llegaba a ser justo después de un proceso de
perfeccionamiento de las virtudes a través de la educación, la razón, la
fortaleza y la prudencia.
Teoría Aristotélica: Si para Platón la sociedad deriva de un pacto, para
Aristóteles es algo natural, consecuencia del hecho de que el ser humano es
esencialmente sociable. Incluso más que a las abejas, la naturaleza arrastra
instintivamente a todos los hombres a la asociación política. En otras
palabras, para este filósofo, el hombre es un «animal político». De esta
forma, lo que caracteriza al ser humano no es sólo vivir en sociedad, sino
también ocuparse de las cosas de la polis o del bien común, que es la
actividad noble por excelencia del ser humano. El Estado es, pues, una
organización política que resulta de la asociación de individuos, familias y
pueblos. También tiene un origen natural. Su finalidad consiste en resolver
las necesidades básicas de la vida y lograr que los ciudadanos puedan
satisfacerlas.
Para Aristóteles, la mejor forma de gobierno es la democracia moderada
o politeia. La democracia moderada consiste en una sociedad no
excesivamente numerosa, con unas dimensiones relativamente reducidas y
con autosuficiencia económica y militar. Estas características facilitan una
adecuada atención de todas las necesidades de los ciudadanos, tanto
básicas como de ocio y educativas. Durante la Edad Media, la teoría que se
impuso en relación con el origen de la sociedad fue la teoría del bien común.
Como su nombre indica, la teoría del bien común establece que los
individuos se unieron en función de un interés que redundaba en la
colectividad: procurar recursos justos y adecuados para que las necesidades
de todas las personas pudieran ser satisfechas y sus derechos respetados.
El pensador medieval que más profundizará en la idea del bien común
será Tomás de Aquino. Para este pensador, el bien común es el bien de
todos los miembros de la comunidad y se regula mediante leyes. La ley
representa un orden racional, tiene como finalidad el bien común y está
promulgada por quien tiene a su cuidado la cosa pública, es decir, la
autoridad política. Así pues, ley y justicia van unidas. Para Tomás de Aquino
la virtud es el hábito por el cual el ser humano le da a cada uno lo que le es
propio mediante una voluntad constante y perpetua. La justicia siempre se
dirige hacia el bien del otro, es decir, hacia el bien común de todos esos
asuntos que conciernen a los individuos particulares.
Las teorías modernas: El contractualismo comprende un conjunto de
teorías políticas que ven el origen de la sociedad y el fundamento del poder
político en un contrato social. El contractualismo moderno, por ejemplo,
representa una teorización de la legitimidad de la soberanía política.
Exponemos a continuación las tres teorías clásicas del contractualismo:
absolutista de Hobbes, liberal de Locke y soberanista de Rousseau.
Teoría absolutista: Thomas Hobbes es uno de los filósofos más
representativos de esta teoría. Concibe el Estado como resultado de un
pacto, el contrato de comunidad*. En virtud de este acuerdo, el ser humano
cede parte de su libertad a una entidad superior capaz de evitar que la
confrontación entre los diferentes intereses individuales degenere en un
conflicto social. De esta forma, se evita la guerra de todos contra todos. Esto
debe ser así ya que, para Hobbes, el ser humano es egoísta y antisocial por
naturaleza, pues el hombre es un lobo para el hombre.
Teoría liberal: John Locke recoge la tradición anterior y se anticipa a
los teóricos del Estado liberal. Para este filósofo, la sociedad en su origen se
encontraba en el estado de naturaleza. El estado de naturaleza consiste en
que los seres humanos gozan de ciertos derechos naturales, como la vida, la
libertad y la propiedad. Sin embargo, los individuos violaron esta ley natural
al no observar estrictamente los mandatos de la equidad y la justicia. Por
ello, los bienes que cada persona posee en ese estado no están a salvo y su
disfrute es incierto. Para garantizar una vida digna y pacífica, los individuos
ceden sus derechos a un grupo de soberanos, pero teniendo en cuenta que
tal cesión no es perpetua ni irrevocable.
Teoría soberanista: En el siglo XVIII destaca la figura de Jean-Jacques
Rousseau, cuya principal aportación a la teoría del Estado es su concepto de
la soberanía. Para este pensador, el derecho a gobernar no es algo
apriorístico y de origen divino, sino que depende de la voluntad general* de
los gobernados. La soberanía deja así de residir en una persona y se
traslada al conjunto de la comunidad política, que será la encargada de
legitimar la acción de gobernar. Para Rousseau, el estado de naturaleza se
caracteriza por la libertad, la igualdad y la bondad. Los seres humanos viven
en una suerte de inocencia originaria, hasta que la aparición de la sociedad y
de la noción de propiedad dé lugar al egoísmo y la maldad. Los tres poderes
que señala Montesquieu son el poder ejecutivo, propio del gobierno, el
legislativo, propio del Parlamento, y el judicial, propio de los jueces. En la
actualidad, estos tres poderes se han ampliado. Además del poder político,
se contemplan más poderes, como el económico, el ideológico y el de la
información.
Teorías contemporáneas: Los contractualistas clásicos partían de una
situación hipotética de conflicto entre ciudadanos. El objetivo final que se
pretendía alcanzar mediante esta teoría era diferente para cada uno de sus
máximos representantes. Hobbes buscaba la seguridad, mientras que Locke
apelaba a la libertad y la propiedad privada.
La teoría de la justicia: John Rawls parte de una concepción diferente
de las personas. La teoría de la posición original representa una situación
donde puede suceder que ciertos individuos, los más fuertes o talentosos,
obtengan una ventaja sobre otros individuos, más débiles o menos hábiles.
En la posición original los ciudadanos se encuentran bajo un velo de
ignorancia.
Por tanto, los representantes políticos deben adoptar la regla maximin en la
posición original. La regla maximin es el principio que permite evaluar a los
representantes políticos las opciones a elegir, es decir, tomar la decisión que
produce el mayor beneficio frente al peor resultado posible.
La teoría de la elección pública: James M. Buchanan elabora una
teoría acerca de cómo se toman las decisiones públicas, es decir, las
decisiones que afectan colectivamente a los miembros de una sociedad y
que son impuestas por los gobiernos por medio del poder coactivo del
Estado. Los gobiernos han nacido, según este filósofo, para cumplir la
función originaria de asegurar un orden social.
En esta teoría destaca tres ideas básicas:
- Las decisiones públicas no son tomadas por ningún ente
supraindividual, con vida y voluntad propias, como gobiernos o Estados.
Las personas que conforman la sociedad y que tienen el poder de
decisión son quienes toman las decisiones públicas.
- La observación indica que los individuos que gobiernan no son
esencialmente distintos de aquellos que son gobernados. Por tanto, los
políticos no son mejores ni peores en ningún sentido moral básico.
- La política puede concebirse como una forma de intercambio entre las
personas que integran la comunidad. Se trata de una interacción que
tiene muchos puntos de contacto con la interacción económica.
Progreso
El concepto desarrollo es heredero de la noción occidental de progreso
surgida en la Grecia clásica y consolidada en Europa durante el período de la
Ilustración bajo el supuesto que la razón permitiría descubrir las leyes
generales que organizan y regulan el orden social y así poder transformarlo
en beneficio de la gente. El sociólogo estadounidense Robert Nisbet ha
efectuado un exhaustivo seguimiento histórico del significado de progreso
para occidente desde su cuna helénica hasta su ocaso frente a la realidad de
los campos de concentración nazi y la hecatombe de Hiroshima y Nagasaki.
Así, en la introducción a su obra “Historia de la idea de Progreso” (1991)
escribe:
Las idea de progreso sostiene que la humanidad ha avanzado en
el pasado –a partir de una situación inicial de primitivismo,
barbarie o incluso nulidad- y que sigue y seguirá avanzando en el
futuro. El paso de lo inferior a lo superior es entendido como un
hecho tan real y cierto como cualquier ley de la naturaleza. J.B.
Bury en su libro Idea of progress lo dice con una frase muy
acertada: la idea de progreso es una síntesis del pasado y una
profecía del futuro. Es una idea inseparable de otra según la cual
el tiempo fluye de forma unilineal (...) La abrumadora mayoría de
los más grandes pensadores de la historia occidental a lo largo de
un poco más de 2 mil años se muestra partidaria del dogma del
progreso. (1980:19).
REFENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
AUSTIN, J.L. (1982): Palabras y acciones. Cómo hacer cosas con palabras,
Buenos Aires, Paidós.
DAVIES, L. (2004): Education and conflict: complexity and chaos, New York,
Routledge Falmer.