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ARAUCANIA.

CANTO I
¡Entonen valientes las hazañas del temible Araucano! Terror de los españoles de la época
de la conquista. Era el esforzado Araucano el cacique del cajón del Apure, un vasto
territorio de sabanas interminables y tesoros innombrables.
Los terribles conquistadores se habían apoderado de su tribu; este en un acto de
solemnidad y juramento a la diosa güio Saravena, decidió en su velludo pecho abrigar la
venganza que libertaría a su pueblo. Tragando leguas de camino con sus robustas piernas,
convocó como rey a la guerra todas las tribus vecinas, y armados del coraje de los
antiguos emperadores, fraguaron la inmisericorde destrucción.
Araucano junto a sus huestes, arcos en mano y lanzas enormes, llegaban en la salvedad de
la noche a los ranchos de los españoles y ocultos en las matas de monte disparaban con la
certeza del águila sus dardos envenenados, uno a uno fueron cayendo fatigados los
invasores traídos de otras tierras, y de nada sirvieron sus armas mágicas escupe fuego.
Era el anhelo del poderoso cacique Araucano, rescatar no solo a su pueblo, sino a su única
hija, la princesa Kiarana, víctima de un temible español llamado Marqués, que comandaba
los mejores soldados en su compañía.
Araucano en el resguardo de un bosque, ofreció sacrificios a los dioses y procedió a
escoger con los juegos autóctonos de su nación, a treinta valientes guerreros que se
destacaron por sus proezas, luego de descansar por algunos días, emprendió su empresa
con sus escogidos.
Por medio de los hombres capturados en combate, supo con exactitud donde se
encontraba Marqués y su grupo de combatientes. Sabía además que su hija estaba en una
jaula a las afueras del campamento de estos, y esa noticia hizo que su monstruoso pecho
saltara de fiereza, instigando a los suyos que conservaran la misma valentía que habían
demostrado en los juegos.
Llegados a las cercanías del campamento de Marqués, y sin permitirles hacerse a sus
armas saltaron sobre ellos como el León salta sobre su presa, sedientos de sangre y
venganza, hacían pedazos con sus lanzas las débiles armaduras de los españoles. De nada
les valió su fama de ser los mejores soldados de España, los guerreros de Araucano en una
sola hora hirieron de muerte a todos hechos, solo dejaron con vida a Marqués, al cual
hicieron prisionero para llevarlo a su aldea y meterlo, tal como hizo con la princesa
Kiarana, en una jaula hecha con los huesos de sus hombres, para luego cumpliendo con la
promesa a su diosa güio Saravena, ofrecer su corazón en sacrificio.

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