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1137 El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente

que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" el Señor Dios" Cristo
crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero ,el mismo "que
ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" Y por último, revela "el río de agua de vida
[...] que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos
del Espíritu Santo.

2789 Al decir Padre “nuestro”, es al Padre de nuestro Señor Jesucristo a quien nos
dirigimos personalmente. No dividimos la divinidad, ya que el Padre es su “fuente y
origen”, sino confesamos que eternamente el Hijo es engendrado por Él y que de Él
procede el Espíritu Santo. No confundimos de ninguna manera las Personas, ya que
confesamos que nuestra comunión es con el Padre y su Hijo, Jesucristo, en su único
Espíritu Santo. La Santísima Trinidad es consubstancial e indivisible. Cuando oramos al
Padre, le adoramos y le glorificamos con el Hijo y el Espíritu Santo.

15 La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por
todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas de
la liturgia de la Iglesia (primera sección), particularmente en los siete sacramentos
(segunda sección).

77 «Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los
Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, "dejándoles su cargo en el
magisterio"». En efecto, «la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los
libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos»

95«La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan


prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los
otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (DV 10,3).
105 Dios es el autor de la Sagrada Escritura. «Las verdades reveladas por Dios, que se
contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del
Espíritu Santo».
153 Cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara
que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está
en los cielos» La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. «Para dar
esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto
con los auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre
los ojos del espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"»

739 Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo,
quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus
funciones mutuas, vivificarlos y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los
sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los
miembros de su Cuerpo (esto será el objeto de la Segunda parte del Catecismo).

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