Está en la página 1de 3

Breve Catequesis acerca del Credo de la Iglesia Ortodoxa

Néstor Luis González M.


Maracaibo - Venezuela
09 - 06 - 2018
Nuestra fe como cristianos se basa y se expresa por medio del Símbolo de la Fe: El Credo. Él contiene
las doctrinas esenciales de nuestra Iglesia y debe ser constantemente el patrón para nuestra vida dentro de
esta. El Credo que se detalla a continuación fue completado con el transcurrir de los años, por medio d la
inspiración del Espíritu Santo, para unificar todo aquello que nos da identidad como Iglesia. Sus puntos
esenciales son los siguientes:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso. Con esta frase reconocemos la


omnipotencia del Señor como origen y fuente de toda la vida y todo bien.
Reconocemos que no hay otro Dios fuera de Yahvé. Dios es nuestro padre, por medio
de Jesucristo, quien por medio de su sacrificio nos permite acercarnos justificados a Él.
Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible. Al proclamar esto,
reconocemos con San Juan Crisóstomo que Dios es quien puede “traer desde la nada a

la existencia”. Como hacedor de todo cuanto existe, en materia y espíritu, Dios habita
en su creación de forma omnipresente. El hombre, como creación divina, hecho a
semejanza de Dios, fue hecho para enseñorearse de la creación de Dios.
Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos. Jesucristo es el Señor, es una frase esencial para los cristianos pues
establece la identidad el Hijo con el Padre. Jesús es Hijo del
Dios Padre por generación. Jesús es el ungido de Dios y
nuestro Mesías.
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Jesús es Luz que proviene de la Luz,
Dios Verdadero que proviene del Dios Verdadero. Jesús es Dios en la Santísima
Trinidad.
Nacido, no creado; consubstancial al Padre, por quien todo fue hecho. Jesús fue engendrado en la
eternidad y por la eternidad. Jesús es consubstancial con Dios Padre; según las propias palabras de
Jesucristo, El está en el Padre y el Padre está en El. Comparte con el Dios
Padre la naturaleza divina en el Espíritu Santo.
Quien por nosotros, los hombres, y para nuestra salvación, descendió
de los cielos, se encarnó del Espíritu Santo y de María Virgen y se hizo
hombre. Jesús en su gran amor se humillo a sí mismo, hasta tomar
forma humana, encarnando del Espíritu Santo. Con Jesús, el Reino de Dios estuvo en la tierra, por medio de
su hijo. Para ello, Dios se sirvió de la Santa Virgen María, quien concibiendo por obra y gracia del Espíritu
Santo nos trajo al Salvador. Ella fue el cáliz que contuvo a nuestro Señor antes de su encarnación.
Crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilatos, padeció y fue sepultado. Con su muerte, Jesucristo
sello la nueva alianza con su pueblo, que ahora es la humanidad entera. Su sacrificio de amor lo llevo a
entregar su vida para nuestra salvación, sufriendo en la carne cuanto puede sufrir un hombre, y más.
Consumada la muerte, fue sepultado como testimonio de una muerte completa y verdadera, según la carne.
Y resucitó al tercer día conforme a las Escrituras. Subió a los cielos y
está sentado a la diestra del Padre, y otra vez ha de venir con gloria,
a juzgar a los vivos y a los muertos, y Su Reino no tendrá fin. Luego
de la muerte de su cuerpo físico y del descenso a los infiernos, el
Señor resucito, venciendo para siempre a la muerte. Jesús, verdadero
hombre y verdadero Dios, no pudo ser retenido por las garras de la
muerte, triunfando sobre ella y volviendo al Padre. Los cristianos
creemos, según las Escrituras, que un día lo veremos volver desde el cielo, y será entonces el momento del
Juicio para vivos y muertos, instaurando eternamente el Reino de Dios.
Y en el Espíritu Santo, Señor vivificador, que procede del Padre, que con el
Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado, y que habló por los
Profetas. El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, y procede del Padre como una
promesa de consolación espiritual. El Espíritu de Dios infunde vida y es, asimismo,
Dios en la Santísima Trinidad. Dios por medio de su Santo Espíritu ilumino a los
profetas para comunicarse con la humanidad. Una gran diferencia entre la Iglesia
Católica Ortodoxa, y la Iglesia Católica Romana es en relación con la llamada cláusula Filioque. Los romanos
mantienen que el Espíritu Santo procede del Padre y dl Hijo, mientras que la confesión ortodoxa manifiesta
que el Santo Espíritu de Dios procede del Padre, de acuerdo con las palabras del Señor Jesús cuando dijo a
sus apóstoles que el paráclito sería enviado por el Padre, una vez que él hubiese cumplido su misión
terrenal.
Y en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica. La Iglesia es el cuerpo de
Cristo, conformado por todos quienes somos creyentes en su regalo de Salvación.
Los cristianos vivimos en comunión por medio de la Santa Eucaristía, por medio de la
cual somos unidos a Cristo, y en Cristo somos unidos al resto de nuestros hermanos.
La iglesia es la expresión de la unidad de todos los santos, y sus enseñanzas buscan
llevarnos a todos por el camino de la santificación. La catolicidad de la Iglesia se
expresa en su unidad, en su completitud, en su integridad e integralidad. La iglesia
católica está completa, sin carecer de nada. Por último, el carácter apostólico viene dado por el hecho de
tener encomendada la misión de propagar la buena nueva de salvación en Cristo.
Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados. Por medio del bautismo
somos admitidos en la comunidad de la Iglesia, no obstante, esto va mucho más allá de
ser un rito de iniciación. Es una figuración de la muerte al pecado y la resurrección a la
vida nueva y verdadera en Cristo Jesús.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo venidero. Amén. La
esperanza de los cristianos, según la promesa del Señor, es que en el día del Juicio
Divino, resucitaremos y estaremos ante el tribunal de Dios, y seremos juzgados a la luz de nuestra fe en
Cristo, y de la aceptación de su sacrificio de amor para nuestra vida. A partir de allí, viviremos en un mundo
nuevo por el resto de la eternidad.
Todos los cristianos católicos, tanto ortodoxos como romanos, quienes compartimos el Símbolo de la
Fe (excepción hecha del Filioque) tenemos en el Credo una referencia constante para nuestra vida terrenal y
espiritual. Asimismo, hay una fuente inagotable para la reflexión, al meditar detalladamente en las verdades
allí expuestas, que nos permiten ver, con los ojos de la Fe, la grandeza de Dios, su poderío, la esperanza en la
redención y en la vida eterna y el amor del Padre en Cristo Jesús, que es el mismo amor de Cristo, en
unidad del Espíritu Santo. Queda claro que este escrito no debía tener un carácter homilético, no obstante,
culmino pidiendo a Dios que}, por su abundante gracia, nos conceda a todos meditar constantemente en
estas verdades y vivirlas con amor y fe.

También podría gustarte