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Jessica Sirley Rodríguez Lopera

Comentario de Texto: Rapsodias XXIII y XXIV de La Odisea

La Obra La Odisea del poeta griego Homero es, sin lugar a dudas, una de las obras clásicas griegas
mas importantes que se ha escrito; este poema épico que relata las travesías enfrentadas por
Odiseo en su retorno a Ítaca, el reino del cual es rey y es su hogar, es una de las obras cumbre de
la literatura universal que ha influido en el desarrollo de la cultura occidental a lo largo de los años
y, claramente, cautivado a millones de lectores que se pierden en la maravillosa historia que sus
páginas guardan.

Personalmente, esta magnifica epopeya de homero, me fascinó y, en todo momento disfrute


leerla pues, cuenta con gran precisión todas y cada una de las peripecias enfrentadas por el
valiente protagonista, sin omitir el más mínimo detalle, permitiendo así, que los lectores logremos
sentir la realidad de Odiseo, como una realidad propia.

Hablando específicamente de las dos ultimas rapsodias de la obra, puedo decir que, en ambos
capítulos, Homero logra utilizar un lenguaje muy general, muy común y casi simple que facilita al
lector la comprensión de los acontecimientos que se narran. En ningún momento nos
encontramos con grandes cambios de tiempo o de lugar que confundan al lector, sino que, por el
contrario, la obra es contada de una manera continua, y todo lo hecho y dicho por Odiseo o
cualquier otro personaje como Laertes, Telémaco o Penélope, tiene una razón claramente
plasmada a lo largo de la obra. Como dije anteriormente, la obra presenta unas descripciones muy
detalladas y precisas que logran que el lector se sienta conectado con la historia que se cuenta y
tengamos una mejor visión o panorama de lo que viven los personajes. En una manera general,
puede decirse que toda esta epopeya, y de manera específica, sus dos últimas rapsodia se
encuentran muy bien estructuradas, su forma no presenta errores y es de fácil y clara
comprensión.

Dado que estos dos son los últimos capítulos de la obra, es aquí en donde los problemas expuestos
en las anteriores 22 rapsodias comienzan a solucionarse, es decir, los nudos se desatan y todo
comienza a volverse un poco más fácil.

En la rapsodia XXIII los lectores somos testigos de la que es quizá, la escena mas importante de
toda la obra: El anhelado reencuentro entre el valiente Odiseo y su esposa, la prudente Penélope.
Durante toda la obra, se expresa constantemente el gran deseo que tenían tanto Odiseo como
Penélope de reencontrarse y volver a ser la familia feliz que eran antes de iniciada la guerra de
Troya y fue ese mismo deseo, el que mantuvo vivo a Odiseo durante mas de 10 años, luchando por
sobrevivir a cada una de las pruebas y obstáculos que los dioses ponían en su camino, y el que
logró que Penélope se aferrara a la idea de que su marido regresaría pues, a pesar de que no
rechazaba ninguna de las propuestas de sus pretendientes, tampoco las aceptaba. Estas dos
rapsodias, muestran que, cuando el amor es verdadero, logra superarlo todo, incluso la ira de un
dios vengativo.

Durante toda la obra, Odiseo es la clara representación del héroe griego; valeroso, fuerte, audaz,
astuto, humilde, dedicado, inteligente, determinado, hombre de inquebrantable honor y dignidad,
dispuesto a defender sus ideales y amante de la justicia. Al final, todas esas buenas actitudes,
todas esas virtudes y esa determinación, fueron recompensadas pues, Odiseo logró su cometido:
regresó sano y salvo a Ítaca, reclamó su trono, y recuperó a su amada familia. Tras tantas
desgracias, problemas e inolvidables aventuras (algunas mejores que otras), la vida al fin le sonreía
a Odiseo y le demostraba que, esos diez años peleando en Troya, y los otros diez intentando
regresar a su hogar, habían valido la pena. Es aquí, en donde se ejemplifica claramente que todo
buen trabajo tiene su recompensa, y que nunca hay que rendirse pues “no hay mal que dure cien
años, ni cuerpo que lo resista”.

En estos dos capítulos, destaca también el amor por la familia. En la antigua civilización griega, la
familia era el pilar fundamental de todo, había que amarla, respetarla y honrarla y esto se
manifiesta a través de Odiseo pues, este personaje nos demuestra, inclusive en los años que
estuvo en la guerra de Troya que, la familia, lo significaba todo para él; en ningún momento dejo
de pensar en su amada esposa, en su hijo Telémaco, o en su adorado padre, el viejo Laertes, ese
hombre que le enseño todo sobre la vida y que con tanto amor le educó. El amor por su familia fue
lo que mantuvo fuerte a Odiseo incluso en los perores y más críticos momentos de su aventura
como, por ejemplo, cuando se encontraba preso por Calipso en Ogigia o cuando escapó de la isla
de los Lotófagos; También, este amor familiar, se manifiesta en Laertes pues fue gran la alegría y
regocijo que invadió el cuerpo de este sabio anciano al ver que su hijo había regresado sano y
salvo a casa.

También, es importante hacer una mención a las habilidades de combate de Odiseo y a su


incomparable astucia pues, logró urdir un increíble plan no solo para ingresar a su palacio y
engañar a la mayoría de los allí presentes sobre su verdadera identidad, sino que, también
defendió su honor y el de su familia al matar a todos los pretendientes de su esposa, todos
aquellos mezquinos y petulantes hombres que abusaron de su ausencia y le ofendieron
gravemente.

Todo esto, nos lleva a mencionar que, Odiseo, era un hombre de gran honor, que respetaba y
honraba a todo aquel que se hacía merecedor de su respeto y, no permitía que los demás le
ofendieran a él o, mucho menos a su familia. Los pretendientes de Penélope, por mucho tiempo
ofendieron a Odiseo, ofendieron su hogar, sus pertenencias, su memoria, su nombre, sacrificando
deliberadamente sus ovejas y dándose grandes festines a costa suya, lo cual, sin lugar a dudas, el
guerrero adorado de Atenea, no dejaría pasar por alto. Para los griegos, el honor y la dignidad
eran tan importantes como la misma vida y todo aquel que se atreviera a ofender o manchar el
honor de otra persona, debía pagar por su “crimen”.

Estas dos rapsodias, muestran que, Ítaca no podría haber tenido ningún otro rey que no fuera el
valeroso Odiseo; ninguna persona tenia las habilidades de este gran guerrero para gobernar
aquella tierra y todo aquel que lo intentara fracasaría en el acto. No todos los que pretendían a
Penélope, estaban hechos para ser reyes; estos hombres eran imprudentes e infantiles, ante las
situaciones complicadas, actuaban de manera salvaje antes de detenerse a utilizar la astucia o la
inteligencia y solo pensaban en ellos mismos antes que en todo el reino. Odiseo era un rey amado
y respetado por todos sus súbditos, que se había hecho merecedor de su título. Como Odiseo,
ninguno.

Con el desenlace que tiene la obra, también somos testigos de que los dioses, además de ser seres
que debían ser venerados y respetados, eran seres de honor y de palabra pues, cumplieron con lo
pactado en el consenso realizado en los primeros capítulos de la obra en donde, todos los
olímpicos, a excepción de Poseidón, aceptan permitir que Odiseo vuelva a su hogar. No solo estos
dos capítulos, sino que, la obra en general muestra que, algunos dioses como es el caso de Atenea,
son misericordiosos con aquellos que son merecedores de la ayuda divina.

De una manera generalizada, puedo decir que La Odisea, es una obra maestra. Es una maravillosa
pieza literaria que posee un trasfondo inmenso el cual, lleva a los lectores a reflexionar sobre las
actitudes de los personajes y que, además de entretener, educa.

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