Está en la página 1de 2

El género en disputa: feminismo y la subversión de la identidad

Paul Jefferson Incaccoña Quille


Butler, J. (1990). El género en disputa: feminismo y la subversión de la identidad. España:
Ediciones Paidós.

Nuestra autora plantea la errónea concepción de la idea de identidad como algo continuo y
coherente, pues los conceptos de coherencia y unidad son normas de inteligibilidad
socialmente instauradas, no rasgos lógicos de la persona. Es decir, la idea de que una
persona tenga ciertos rasgos fijos o sea una cosa (por ejemplo, mujer u hombre) es una
forma que tenemos de entender al sujeto, de ordenarnos la realidad, pero no es en ningún
caso algo real ni lógico. Butler llama la atención aquí sobre las personas de sexo o género
fluido, que no se corresponden con las normas culturales imperantes mediante las cuales
definimos a las personas.
Los postulados sobre identidad tienen su explicación en las teorías del psicoanálisis
Lacaniano, dice que el ser humano es un ser caótico con un cuerpo, un deseo y un ser
fragmentado (recordemos que de hecho para Lacan todo es un caos sin sentido hasta que el
ser humano ordena la realidad mediante un orden simbólico). Esta fragmentación
insoportable se resuelve en la llamada fase del espejo, que tiene lugar cuando el bebé tiene
unos pocos meses. El niño, que nace en un mundo pleno y total sin demarcación de objetos
(ni siquiera tiene lenguaje para mapear la realidad), al darse cuenta de su propia existencia
como sujeto separado de todo lo demás (topándose con un espejo o viéndose "reflejado" en
la mirada de sus padres u otros) se crea a sí mismo como un Yo autónomo. Pero esa
identidad le viene de fuera, y para ser paga el precio de alienarse, pues su identidad no está
"dentro de él" ni en ninguna esencia especial, sino "fuera de él".
Este es el llamado yo imaginario o "yo ideal", lo que el sujeto cree que es, su identidad
imaginaria. Por ejemplo, yo creo que soy un hombre, pero esa identidad me ha venido de
fuera, no está en ninguna esencia ni hormona ni nací con ella. Conozco otros hombres
biológicos que no comparten mi identidad en absoluto, que creen ser otra cosa y por ello lo
son. Al ocupar una identidad imaginaria (o, más bien, al ocuparnos ella) actuamos,
pensamos y deseamos de acuerdo a ella. Tenemos por otro lado el yo simbólico, es decir el
lugar que ocupamos en la red de relaciones intersubjetivas que es la sociedad. Por ejemplo,
un profesor es un profesor en tanto lo sea para sus alumnos, el gracioso o la ligona del
grupo lo son en tanto les reconozcan como tales o un rey en tanto sus súbditos le consideren
como tal.
Butler señala que se prohíben pues, en nuestras sociedades, la discontinuidad y el caos de la
persona. Se apela a una unidad personal, y se instaura una coherencia y una continuidad
entre sexo, género, práctica sexual y deseo. Lo normal de alguien con pene es que sea un
hombre, que sea masculino, que le gusten las prácticas sexuales masculinas y que desee a la
mujer. No se admitiría por tanto a una persona con pene que se sintiera mujer y a la que le
gustasen tanto mujeres como hombres, por poner un ejemplo. Es que esto rompería la
unidad y coherencia de la identidad.

La idea de consecuencia es una relación política de vinculación creada por leyes culturales.
Un ser con pene es consecuentemente un hombre y consecuentemente le gustan las
mujeres. Hay una lógica, es como si de un rasgo saltásemos obligatoriamente a otro, y
como si solo existiese un camino. Esa idea de que un rasgo lleva a otro es una arbitrariedad
cultural según Butler. Nacer con pene no te hace hombre, ser hombre no hace que te gusten
las mujeres. En cuanto se deja algo de libertad social y se relajan las normas de género y
sexualidad vemos aparecer a no pocas personas que no encajan en los esquemas binarios
(hombre/mujer, heterosexual/no-heterosexual…) y a otros tantos que contestan la
masculinidad y la feminidad. A veces incluso basta un momento de relajación o el consumo
de estupefacientes para que un ser que aparentaba ser una unidad de género y sexualidad
muestre los subterfugios que atraviesan su ser.

También podría gustarte