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Resumen Comunitaria

Para Maritza Montero, “comunidad” es un término polisémico, complejo y confuso.


La comunidad supone relaciones, interacciones tanto de hacer y conocer como de sentir, por el
hecho de compartir esos aspectos comunes. Y esas relaciones no son a distancia, se dan en un
á mbito social en el cual se han desarrollado histó rica y culturalmente determinados intereses o
ciertas necesidades; un á mbito determinado por circunstancias específicas que, para bien o para
mal, afectan en mayor o menor grado a un conjunto de personas que se reconocen como partícipes,
que desarrollan una forma de identidad social debido a esa historia compartida y que construyen
un sentido de comunidad (SdeC), igualmente definido en mayor o menor grado entre los
componentes de ese grupo social, pero identificable en el pronombre personal de la primera
persona del plural: nosotros.
Es importante, la necesidad de enfocar la comunidad como “sentimiento” y no la comunidad como
“escena o lugar”. Al trabajo comunitario no le interesa el sitio donde está la comunidad en tanto tal,
sino los procesos psicosociales de opresió n, de transformació n y de liberació n que se dan en las
personas que por convivir en un cierto contexto, con características y condiciones específicas, han
desarrollado formas de adaptació n o de resistencia y desean hacer cambios.
Igualmente es necesario destacar el aspecto diná mico, en constante transformació n, de las
comunidades. Una comunidad, como todo fenó meno social, no es un ente fijo y está tico, dado bajo
una forma y una estructura. Una comunidad es un ente en movimiento, que es porque está siempre
en el proceso de ser, así como ocurre con las personas que la integran. Lo que permite definirla es la
identidad social y el sentido de comunidad que construyen sus miembros y la historia social que
igualmente se va construyendo en ese proceso, que trasciende las fronteras interactivas de la
comunidad y le otorga a veces un nombre y un lugar en los sistemas de nomenclatura oficial e
informales de la sociedad. Este aspecto identificador ha sido ligado al de sentido de comú n y se ha
llegado a hablar de una identidad de sentido de comunidad.
Comunidad:
“Un grupo social diná mico, histó rico y culturalmente constituido y desarrollado, preexistente a la
presencia de los investigadores o de los interventores sociales, que comparte intereses, objetivos,
necesidades y problemas, en un aspecto y un tiempo determinados y que genera colectivamente
una identidad, así como formas organizativas, desarrollando y empleando recursos para lograr sus
fines”.
Montero presenta un cuadro sobre los Aspectos constitutivos comunes y compartidos del concepto
de comunidad:
- Historia
- Cultura
- Intereses, necesidades, problemas, expectativas socialmente construidos por los miembros del
grupo.
1 Un espacio y un tiempo
2 Relaciones sociales habituales, frecuentes, muchas veces cara a cara
3 Interinfluencia entre individuos y entre el colectivo  y los individuos
4 Una identidad social construida a partir de los aspectos anteriores
5 Sentido de pertenencia a la comunidad
- Desarrollo de un sentido de comunidad derivado de todo lo anterior.
- Un nivel de integració n mucho má s concreto que el de otras formas colectivas de organizació n
social, tales como la clase social, la etnia, la religió n o la nació n
- Vinculació n emocional compartida
- Formas de poder producidas dentro del á mbito de relaciones compartidas
- Límites borrosos.

Para hablar de desarrollo comunitario es necesario definir los conceptos que forman parte de la
construcció n teó rica; así, partiendo del concepto de comunidad, algunas cuestiones generales que
no deben perderse de vista son:
• Las comunidades existen antes de nuestra llegada y permanecerá n después de nuestra
partida
• No es solo el conjunto de individuos: es un sistema sociocultural
• La comunidad tiene una vida propia que la diferencia de las demá s
• En la comunidad se aprende a través de la observació n y el aprendizaje generado de la
cotidianidad
• En una comunidad se ponen en juego relaciones, actitudes y comportamientos de los
sujetos que la habitan
• Una comunidad es, pues, un escenario donde convergen intereses, recursos y necesidades
que dan pie al movimiento de la misma
¿cómo se define comunidad? todas coinciden en puntos esenciales que a continuació n se
enumeran:
1. Es un conjunto de personas
2. Comparten algú n interés, rasgo o elemento
3. Se ubican en una determinada á rea geográ fica
4. Tienen conciencia de pertenencia
5. Se da una interacció n intensa entre los miembros
6. Constituye una unidad social
(Zarate) Añ ade que comunidad es integralidad, totalidad, heterogeneidad, a veces conflicto, pero en
definitiva: vida cotidiana y relaciones directas en un escenario geográ fico determinado, donde los
sujetos en esa vida social encuentra, reciben y toman lo necesario para desarrollarse. Y que un
concepto que es inherente a comunidad y sin el cual no se habla de ella es el sentido de
comunidad, elemento indispensable para la interacció n de los sujetos. En el sentido de comunidad
se encuentran implicados intereses, afectos y sentimientos entre los miembros integrantes del
grupo y hacia la comunidad como contexto.

Definición de comunidad y sentido de comunidad según otros autores:


La definició n de comunidad segú n Maritza Montero considera a la misma como un grupo de
individuos en constante transformació n y evolució n, que en su interrelació n generan pertenencia,
identidad social y conciencia de sí como comunidad; lo cual los fortalece como unidad y
potencialidad social. Este grupo social y diná mico comparte problemas, intereses en un tiempo y
espacio determinado, haciendo realidad y vida cotidiana. Segú n algunos autores lo que caracteriza
la comunidad es la cohesió n, la solidaridad, el conocimiento, el trato entre sus integrantes y las
formas de organizació n específicas que éstos adoptan.
M. Montero diferencia comunidad del sentido o sentimiento de comunidad, y agrega que
ambos forman parte de un mismo fenó meno y son objetos sociales complejos con mú ltiples
determinaciones. Define el sentido de comunidad como un conjunto borroso, mó vil y en constante
elaboració n. Se considera muchas veces que hay comunidad donde hay sentido de comunidad y
viceversa, hay sentido de comunidad donde hay comunidad. Segú n Sarason el sentido de
comunidad es como la percepció n de similitud con otros, es el sentimiento de formar parte de una
estructura mayor.

McMillan y Chavis, por su parte agregan que este sentido de comunidad es el sentimiento de que
los miembros importan los unos a los otros y al grupo; y una fe compartida de que las necesidades
de los miembros será n atendidas mediante su compromiso de estar juntos.
A partir de esta definició n señ ala cuatro componentes del sentido de comunidad:
 Membresía
 Influencia
 Integración y satisfacción de necesidades
 Compromiso y lazos emocionales compartidos
- La membresía abarca la historia , la identidad social (compartida), el compromiso, los símbolos
comunes, la seguridad, el apoyo emocional, la inversió n personal, los derechos y deberes, las
gratificaciones y los límites, entre otros conceptos.
- La influencia por su parte hacer referencia a la capacidad de inducir a actuar de determinada
manera, es el sentir que tu opinió n será escuchada dando lugar a la bidireccionalidad de la
informació n.
- Integración y satisfacción de necesidades, éstos son los beneficios que un individuo puede
recibir por formar parte de una comunidad, como por ejemplo: estatus, popularidad, respeto, ayuda
material o psicoló gica, etc.
- Compromiso y los lazos emocionales (afectivos) compartidos, éstos son el conocer a los
individuos, el compartir, el mantener relaciones estrechas y efectivas, el saber que se cuenta con
ellos en momentos de alegría y de tristeza. Este ú ltimo es el componente fundamental a
la hora de definir el sentido de comunidad, pues está basado justamente en las relaciones afectivas,
en la afectividad, un componente esencial cuando hablamos de sentido de comunidad.
Psicólogo comunitario: Su rol desde la teoría del Choque cultural de Rebellato
Enfrentado al trabajo de campo todo psicólogo comunitario experimenta un choque o
contradicció n que Rebellato llama “choque cultural” o “choque ético-cultural”. Es decir,
experimenta la contradicció n en su rol, entre lo que es su estructura de personalidad y la realidad
de los sujetos con lo que va a trabajar.

Rol del psicólogo comunitario


Este “choque cultural” despierta sustratos inconcientes y concientes de la personalidad del
profesional, tales como: sentimiento de culpa, angustia, deseos de poder, reafirmació n de su rol
profesional, necesidad de valoració n , entre otros.
Pero si esta situació n no es objeto de auto- reflexió n, tal como lo dice Rebellato, se oculta un
conflicto que es puramente un conflicto entre mundos y ló gicas diferentes. Y como todo conflicto
reprimido genera situaciones ambiguas y falsas soluciones prá cticas a su rol profesional. En tanto,
desde el punto de vista psicoló gico, generar espacios para la reflexió n sobre lo que este choque
implica un sano ejercicio.

No se trata, en tanto, de hacerle frente, por así decirlo, a este choque intentando ocultar las
diferencias, pues llevaría a anular el rol del psicó logo comunitario que consiste justamente en
crear las condiciones necesarias que permitan desafiar, reflejar y desarrollar las resistencias
transformadoras que hay en todo saber popular.
La no directividad, el tratar de ser igual contradice el  papel del psicó logo y encierra un temor
oculto a desarrollar su rol de agente externo que es justamente el rol que le permite desde el
punto de vista metodoló gico, crear las condiciones para que los sectores con los que se trabaja
puedan autodescubrir- parafraseando a Rebellato-, el mundo de ilusiones y apariencias que ocultan
las verdaderas contradicciones de la realidad. En tanto, se podría decir, que el psicólogo
comunitario es o debería ser un agente catalizador que estimula el protagonismo de los
propios sectores populares.
Por lo tanto, es importante destacar que el psicó logo que trabaja desde y con las comunidades,
nunca podrá apostar a un proceso de autorreflexió n emancipatoria de los sectores populares si él
mismo no se somete a este proceso de autorreflexión constante.

La Psi Comunitaria: Formula leyes generales del método clínico susceptibles de ser aplicados a un
objeto social complejo, teniendo en cuenta los tres momentos de la unidad de operació n:
investigación, diagnóstico y modificación de lo observado. Este abordaje como aspecto
diferencial del modelo de investigació n se plantea en como se involucra y el compromiso, del
investigador profesional que se incluye má s plenamente en un campo de observació n y en un
proceso de cambio de una situació n problemá tica por la cual fue requerido para investigar y actuar.
La modalidad implica romper el marco estrecho del laboratorio de experimentació n y del
consultorio como á mbitos de trabajo.
Este trabajo conjunto que establecen el profesional y la institució n que consulta, está basado en la
colaboració n, la reciprocidad, el deseo de participació n y de involucració n todo abalado por la
confianza.
El concepto puente que une distintos niveles de aná lisis y que permite articular el nivel individual
con el social es el de “conducta en situació n”, y que es valido para referirse a la unidad de aná lisis
individual, grupal, a una asamblea o a una organizació n. En efecto la modificació n de la conducta de
sistemas micro sociales requiere no limitar la observació n a individuos aislados, sino hacerla
extensiva al á mbito o contexto mas amplio en el que se desarrolla la misma. De esta forma la
estrategia de intervenció n se hace má s significativa y las conclusiones mas efectivas al
contemplarse la posibilidad de introducir cambios que hacen al contexto institucional má s amplio.
Esto supone la reversió n de la perspectiva. El contexto es mirado en funció n de la importancia y
efecto que tiene en relació n con los individuos que actú an dentro de él y en funció n de vista de las
vivencias subjetivas de quienes son regulados y que a su vez lo determinan.
El concepto de interpretación referido a la conducta en situació n trata de sustituir una actitud
normativo/valorativa por una formulació n integradora de distintos aspectos de la conducta en
situació n que se presentan disociados, disgregados, desconectados entre sí o alienados en el á mbito
en que se despliega.
Ulloa señ ala que la primera tarea de un profesional en cualquiera de los campos en que trabaja
es detectar los puntos de urgencia que le permiten determinar cual es la acción crítica que
enfrenta el sujeto de la observació n. Esta puede referirse a un proceso que se ha estereotipado, a
una dificultad de adaptació n frente al cambio, o a aspectos del contexto que resultan disfuncionales
desde la perspectiva de los individuos que lo integran.
Justamente por ser un clínico de fuste Ulloa advierte los efectos deletéreos y des estructurantes que
puede tener un encuadre no adecuado a las situaciones sociales, de trabajo o de aprendizaje.
Cuando alude a los criterios de pertinencia en las intervenciones, incluye aspectos éticos. Nos
recuerda un precepto que es parte del juramento hipocrá tico y que hizo grande a la medicina:
primum non noquere. Por ello la formulació n de los criterios de pertinencia incluyen aspectos en
ú ltima instancia éticos que buscan proteger la integridad y la seguridad psicoló gica de los
individuos que participan de una experiencia. El só lo hecho de participar en un encuadre grupal o
institucional pone en juego la totalidad de la persona y puede promover la emergencia de
emociones y ansiedades inconscientes universales que se hace necesario encuadrar. Señ ala que en
la modalidad terapéutica- psicoanalítica, el énfasis está puesto en la escucha y el examen del
“porque“ genético del síntoma que es explorado como una reproducció n de algo que aconteció
tempranamente en la historia del sujeto. La exploració n etiopatogénica tiende a evocar o verificar la
repetició n de dicha situació n conflictiva proveniente de las escenas histó ricas infantiles en la
transferencia. El tratamiento y/o la interpretació n del porqué genético del síntoma instaura en el
modelo clínico una tendencia regresiva, que es desestructurante cuando se ve facilitada dentro de
un campo social. En estos casos puede promover un desequilibrio opuesto al desarrollo y
crecimiento. “En la modalidad operativa la intervenció n se juega en el “para que” prospectivo de la
intencionalidad del síntoma. Aquí todo acontecer es examinado no como reproducció n, aunque lo
sea, sino como ensayo para un después y afuera. Entonces, la transferencia tiene mayor
oportunidad de no instaurarse o inclusive de disolverse, en cuanto a lo que entendemos por captura
transferencial.”
Ubicarse de esta forma frente al síntoma, frente a un conflicto o un problema, implica como lo
hemos anticipado, tratar de reconocer la existencia en tales expresiones de un proyecto, que
aunque sea en ciernes puede vislumbrarse. El proyecto, siempre es prospectivo, está orientado al
futuro y al medio ambiente. Es intencional en la medida en que se refiere a un acontecer má s o
menos remoto que se espera resolver encarar, hacer nacer y que alienta la bú squeda. Ademá s está
referido a un objeto y a un fin. Ubicarlo de esta manera invita a consideraciones acerca de las
características del proyecto, su solvencia, su orientació n, el grado de realidad, etc. De este aná lisis
surge su reconsideració n y una orientació n má s adecuada a través de la cual pueden producirse los
cambios. Esta forma de aproximarse al material, está má s cerca del plano de la conciencia y convoca
a la autonomía del sujeto o de los sujetos involucrados. Poder operar con el proyecto implica
considerar el grado de coherencia del mismo, en relació n con el objeto y con las metas implícitas o
explícitas.
Los aspectos no manifiestos o subyacentes de la conducta, son considerados a través de una
concepció n má s global acerca de lo que se necesita para contenerlos mejor. La modalidad es
efectivamente pragmá tica, está diseñ ada para resolver problemas prá cticos que hacen a la
convivencia organizada y de allí su operatividad. Es una modalidad ciertamente postulada como
vá lida para intervenir en situaciones críticas o traumá ticas ya que promueve una reintegració n má s
rá pida de los aspectos alienados o disociados de la conducta individual, grupal, institucional.
Es dable esperar que en una institució n u organizació n afectada por una crisis se observe un
período de shock en el que predomina la confusió n y el caos. En esta etapa puede haber una
carencia aparente de un proyecto explícito que permite visualizar el rumbo. En realidad siempre
hay un proyecto implícito no manifiesto o aú n inconsciente que es dable rescatar.
La ausencia aparente puede representar un bloqueo transitorio. Es posible que en un segundo
momento de mayor estabilidad los miembros de la institució n puedan recuperar una actitud má s
proactiva y comiencen a visualizar un futuro factible o probable. Favorecer la reconsideració n del
proyecto a la luz de las nuevas circunstancias, es constructivo evita regresiones y
desorganizaciones perturbadoras.
Podemos advertir que el énfasis puesto en la intencionalidad de la conducta y en la tendencia
prospectiva determinada por el fin o meta, actú a como organizador y analizador. Para hacer
predicciones confiables acerca de la direcció n de ciertos cambios y procesos es necesario adoptar
una perspectiva amplia que abarque una secuencia de eventos y acontecimientos interrelacionados.
La direccionalidad de un acontecimiento convoca a la existencia de períodos y esto remite
necesariamente a un intervalo de tiempo macroscó pico. En síntesis: la secuencia temporal amplia
involucra tanto el futuro como el pasado. El campo presente contiene conceptos acerca del pasado y
del futuro. Un individuo, un grupo, una organizació n no se orientan ú nicamente a partir de su
situació n presente ni está n solamente determinados por el pasado: tienen expectativas, deseos,
sueñ os que involucran una visió n actual del futuro. También poseen opiniones acerca del pasado
que nunca se ajustan por entero a la realidad, y sin embargo forman parte de su campo psicoló gico
actual. Por ello, toda la perspectiva temporal completa está presente en una situació n y en un
momento determinado.
Ulloa contribuye a explicar qué significa ubicarse frente a un episodio de conducta, buscando
comprender su intencionalidad y sentido.

Los procesos psicosociales en la PC


Estos mecanismos que ocurren en el interior de la personas son denominados por la PC como
procesos psicosociales. Los procesos psicosociales, son fenó menos que ocurren en la mente de las
personas pero que finalmente se traducen en conductas que afectan positiva o negativamente las
relaciones sociales. Los procesos psicosociales que señ ala Maritza Montero (2004) son:
habituació n, la naturalizació n, la familiarizació n, la problematizació n y desnaturalizació n, la
concientizació n y la desideologizació n.
Habituación, naturalización y familiarización
En la habituació n, la persona crea estructuras de comportamientos “estables”, no discutidos, no
conscientemente asumidos que configuran modos de enfrentar la vida cotidiana. Es decir, en la
habituació n, la persona crea un campo habitual de conocimiento en el que se codifica y organiza la
realidad cotidiana a través del proceso de habituació n y normalizació n de situaciones adversas y de
familiarizació n cuando se trata de nuevas circunstancias que finalmente se vuelven habituales y
familiares. Segú n entiendo, las personas nos habituamos a ciertas situaciones que pasan a ser
situaciones normales de nuestra vida cotidiana y cuando algo nuevo ocurre fuera de lo normal
tratamos de encontrarle características que nos son familiares para poder explicarlas y entenderlas.
La naturalizació n y la familiarizació n son parte del proceso de conocimiento. Cada día se
naturalizan muchos objetos y hechos, por medio del proceso de naturalizació n y familiarizació n.
Estos conceptos son la vía para aceptar, conocer, y relacionarse con lo extrañ o, con lo diverso, para
hacerlo aceptable, admisible y también para internalizarlo y considerarlo como parte del modo de
ser del mundo.
Problematizar es un proceso crítico de conocimiento en el cual se desecha el cará cter natural de
ciertos fenó menos, reflexionando sobre sus causas y sus consecuencias. La problematizació n
conduce o debiera conducir a la desnaturalizació n por que en el ejercicio del cuestionamiento se
revelan las contradicciones de ciertos hechos y relaciones sociopolíticas que no dejan avanzar o
superar situaciones negativas o limitantes.
Concientización y desideologización
Maritza Montero, describe este fenó meno como un proceso de movilizació n de la conciencia, de
cará cter liberador respecto de situaciones, hechos o relaciones, causas y efectos hasta ese momento
ignorado o inadvertido. Continú a diciendo que tal forma de conciencia supone un modo de conocer
que conduce al compromiso de la persona con la sociedad en que vive, en el sentido de que asume
un rol activo en ella, de que deja de ser alguien que sigue la corriente, que se compromete sin
reparos y sin aná lisis, sin pensarlo, a los dictá menes de personas en su entorno inmediato o de
líderes de la sociedad en que vive. Es llegar a ser alguien con un compromiso en la construcció n
cotidiana de esa realidad, ejerciendo derechos y asumiendo deberes respecto de los cuales sabe por
qué y para qué los contrajo.
La autora atrae la atenció n sobre el educador Paulo Freire quien acuñ ó el concepto de toma de
conciencia, la cual supone siempre un cambio en la conciencia que lleva de pasar de lo real negativo
o insatisfactorio a lo posible deseado o positivo. Para la autora movilizació n de la conciencia es un
concepto que prefiere má s que el de la toma de conciencia pues argumenta que todas las personas
tienen conciencia y que es una cuestió n de movilizació n má s que de generació n de conciencia
donde no la hay. Esta autora termina diciendo que la concientizació n es un proceso continuo...la
movilizació n de la conciencia y el compromiso no son imperecederos, inmutables, no se dan de una
vez por todas y para siempre, sino que evolucionan de acuerdo con la vida y los logros de la
comunidad, conforme a las influencias y presiones que se puedan recibir.
Cómo se problematiza en la PC.
Maritza Montero, sugiere las bases para el ejercicio problematizador: escuchar, dialogar, cuidar la
manera de participar de ese diá logo, comunicar con derecho a disentir, discutir, responder y
preguntar; humildad y respeto por el otro, crítica con sentido constructivo, silencio ante la falta de
respuestas que expliquen las contradicciones, se dialoga sobre situaciones reales, promover
permanentemente el cará cter reflexivo, estimular la conciencia que lleva a la transformació n. Dadas
esas bases, la autora sugiere algunos procedimientos, los cuales no deben ser vistos como fó rmulas
má gicas, sino como meras sugerencias. La aplicació n de este procedimiento queda sujeta a las
condiciones y circunstancias particulares de cada comunidad. Lo que sí es importante recalcar es
que quien investiga debe estar familiarizado con el contexto y las circunstancias, conocer las
necesidades y problemas, expectativas y recursos de la comunidad; y no puede problematizar quien
no percibe el cará cter problemá tico de esas circunstancias. Algunas de las técnicas sugeridas son:
técnica del aná lisis de las representaciones pictó ricas de la comunidad, procedimientos
problematizadores grupales y la reunió n de discusió n reflexió n colectiva y crítica.
No se trata de reproducir en este apartado la descripció n de cada una de las técnicas señ aladas,
para ello se sugiere revisar bibliografía especializada en estas técnicas. Lo que sí creo que vale la
pena rescatar de las técnicas es que es posible encontrar en ellas dispositivos disparadores a partir
de las representaciones producidas, de las creencias, de los estereotipos o las imá genes que tiene
una comunidad sobre sí misma, sobre su gente, sobre las relaciones
internas o con otras comunidades, con la sociedad en general, con las instituciones
gubernamentales, o con la naturaleza. Estos disparadores también pueden surgir de los símbolos y
el poder de esos símbolos, de las palabras y de los colores e imá genes utilizados para representar
una situació n.
Una funció n importante de quien facilita algunas de estas técnicas es que debe incluir nuevas
preguntas en funció n de las respuestas que se obtengan. El facilitador debe de ser insistente,
observador de las características de las preguntas, ademá s debe de garantizar la intervenció n de la
mayoría de participantes y al final resumir las aportaciones hechas por el grupo. Finalmente, es
importante que todo proceso de problematizació n se planee, que la gente no perciba las
improvisaciones de quien facilita; que los objetivos estén claramente definidos y los productos que
se obtengan de las discusiones sean fá cilmente percibidos por los asistentes. En esta planeació n
cabe la selecció n del lugar, el horario, el tipo de asistentes y la forma de convocar es muy
importante.

Herramientas metodológicas
La psicología comunitaria es una disciplina orientada a la solució n de problemas y optimizació n de
recursos. Debido a esto, los psicó logos comunitarios cuentan con una serie de métodos y técnicas
eficientes tanto para generar conocimiento como para intervenir en la realidad social. Cabe señ alar
que muchas de estas herramientas son compartidas con mú ltiples disciplinas sociales pero que ya
en el contexto contemporá neo vienen a ser un elemento compartido multidisciplinar. En la
tradició n metodoló gica Latinoamericana se ha destacado la original producció n en torno a la
Investigación-Acción; al elaborado desarrollo existente originada en los aportes de Kurt Lewin, la
integració n de las propuestas de Argyris y Schö n se sumaron al compromiso militante de los añ os
1970. Esta confluencia dio como resultado la IAP (investigación acción participación) que fundó
la originalidad de la PC Latinoamericana. A partir de los añ os 1980 la crisis paradigmá tica
cuestionadora de los modelos "modernos" introdujeron perspectivas críticas en temas de género y
cultura, que se sumaron a la trayectoria de critica socioeconó mica que ya era un patrimonio de la
PC. Los psicó logos comunitarios que –basados en las ideas de Gergen, Shotter, y B. Pearce–
introdujeron los modelos construccionistas sociales (como Esther Wiesenfeld, Ferná ndez Cristieb,
Saú l I. Fuks) se articularon con los aportes epistemoló gicos provenientes de las Teorías de la
Complejidad. Estas confluencias y articulaciones han dado a la PC latinoamericana una identidad
propia que presenta particularidades diferenciadas en el Sur de América, en Centro y en el Caribe.
Construcción de conocimiento
En la psicología comunitaria cobra crucial importancia la construcció n de conocimiento debido a
que usualmente la informació n que permite tomar decisiones y alcanzar los objetivos de trabajo
tienen significado ú nicamente para las poblaciones con las que se trabaja, por consiguiente, todo
proceso de intervenció n requiere necesariamente que se construya conocimiento significativo para
sí mismo.
• Encuesta
• Entrevista
• Historias de vida
• Grupos focales
• Talleres participativos.
• Contextos Colaborativos.

Intervención
La psicología, y en general otras disciplinas, buscan solucionar problemas u optimizar procesos a
partir de una serie de procedimientos llevados a cabo sistemá ticamente. Este proceso se puede
comprender como 'intervenció n'. Aunque la noció n de "intervenció n" ha sido asociada a formas de
construcció n relacionales asociadas al modelo experto/destinatario, el término expresa los
modelos de estrategias má s utilizados en los que la "intervenció n externa" produce cambios.
Campos de "intervención"
Proyectos sociales (Desarrollo Social Local, socioeconó mico, cultural y psicosocial)
Proyectos de Construcció n de Ciudadanía. (Equidad, participació n comunitaria, desarrollo de redes
sociales y comunitarias)
Proyectos de mejora de la Calidad de Vida (Salud, educació n, Há bitat, relaciones interpersonales)
Proyectos de Fortalecimiento Cultural (recuperació n de Capital Social y Cultural, trabajo sobre
procesos de des-colonizació n y reconocimiento de las identidades socioculturales excluidas)
Los instrumentos más habituales han sido:
• Investigació n Acció n Participativa (IAP)
• Animació n Sociocultural
• Capacitació n, fortalecimiento de saberes locales, sistematizació n de experiencias locales.
• Detecció n, reconocimiento, creació n y movilizació n de Redes (sociales, comunitarias y
familiares)
El cómo de la intervención
Un proceso de intervenció n comunitaria tiene como objetivo mejorar las condiciones de vida de la
població n y que la comunidad sea protagonista de dicho cambio. Parte y tiene que ver con las
necesidades, aspiraciones, problemas o temas de interés para la comunidad.
Se trata de procesos a mediano y largo plazo, de tipo global y centrado en una comunidad concreta,
entendida ésta como el conjunto formado por los siguientes elementos y sus interrelaciones:
territorio, població n, recursos y demandas, diná mica de relaciones de poder (asimetrías).
En todo proceso comunitario se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
• Conocimiento y comprensión de la realidad: A través de estudios cuantitativos y de la
utilizació n de técnicas cualitativas (entrevistas, historia de vida, recorridos barriales,
grupos focales, talleres, recopilació n de relatos, categorizaciones, etc.)
• Perspectiva global: Lo que nos permite construir un pasaje del diagnó stico de salud al
diagnó stico comunitario; transformar las prioridades centradas en el equipo en
prioridades compartidas; abordar los programas sanitarios desde una perspectiva
interdisciplinaria; superar el protagonismo del profesional de la salud habilitando el
protagonismo de la població n.
• Información: Sin informació n no hay participació n. La informació n es pú blica y un
derecho ciudadano. La informació n desde el á mbito de salud, educació n, seguridad, etc.
Todos los conocimientos deben ser compartidos para poder saber desde donde partimos y
hacia donde vamos. Se debe dar la misma informació n a todos los implicados, instituciones,
técnicos y població n, pero con lenguajes adaptados.
• Coordinación: Sin coordinació n no hay intervenció n comunitaria. Cada actor social decide
su nivel y posibilidades de implicació n; integrá ndose a lo que ya se viene haciendo desde
otros á mbitos (pú blicos, privados, organizaciones no gubernamentales, etc.) evitando de
esta manera superposiciones y por lo tanto, un debilitamiento tanto de las estrategias
como de los recursos. Para garantizar la continuidad, la implicació n es del recurso o
institució n no de las personas. La coordinació n del personal técnico debe contar con el
apoyo de la Institució n a la que pertenece.
• Participación ciudadana, como proceso y como cesión de poder:El posicionarnos como
ciudadanos, con derechos y deberes, es lo que permite la posibilidad de pasar de ser un
«consumidor» de prestaciones a un ciudadano agente de su propio desarrollo, del
ciudadano individual una població n organizada. Esto implica un primer movimiento al
interno de los equipos de salud. ¿Defendemos nuestros derechos como trabajadores?
¿Somos capaces de pasar de la queja a la acció n?
El proceso comunitario es complejo y difícil, aparecen obstá culos técnicos y metodoló gicos
relacionados con una escasa formació n en esta temá tica por parte de muchos trabajadores del
á mbito de salud, y con el que se pretende poner en marcha acciones que van a contracorriente del
modelo imperante.
Las dificultades encontradas en cada una de las etapas se pueden ir solucionando a partir del
trabajo y colaboració n de todas las personas implicadas en el proceso y la convicció n de estar
desarrollando un trabajo serio y con rigor.
De esta manera se entiende que aquello que es obstá culo o conflicto muchas veces es la
oportunidad de repensar acciones y de nuevos posicionamientos que permiten avanzar hacia
intervenciones má s efectivas.

Psicohigiene y psicología institucional - El psicologo en la comunidad - Bleger


La higiene mental se halla, desde sus orígenes, ligada a la enfermedad mental; y lo mismo aconteció
con la psicoprofilaxis y la psicohigiene. No se ha insistido suficientemente sobre el papel que
pueden jugar los psicó logos y la psicología en el problema de la salud y la enfermedad, y tampoco se
ha diferenciado netamente higiene mental de psicoprofilaxis y de psicohigiene.
Los informes de la Organizació n Mundial de la Salud no esclarecen tampoco estos aspectos, y el
psicó logo y la psicología aparecen citados ocasional y brevemente; así, por ejemplo, el informe 223
del añ o 1961, titulado "Preparació n de programas de higiene mental", dice: "Entre los miembros del
personal de los grandes servicios de higiene mental figura normalmente el psicó logo clínico. Este
especialista ha de conocer a fondo la teoría y la prá ctica de las pruebas de exploració n psicoló gica y
de los métodos especiales de educació n. En algunos lugares se tiende a que el psicó logo aborde los
má s difíciles problemas de psicoterapia y el comité considera que en esos casos convendrá exigir a
dichos especialistas una formació n complementaria."
A mi entender, la psicohigiene rebasa ampliamente los problemas de la enfermedad mental y la
higiene mental, pero también tiene objetivos que está n legítimamente fuera del campo de la salud
pú blica misma. Y de esto es que quiero ocuparme má s específicamente, comentando las funciones
del psicó logo en la comunidad.
Se ha insistido reiteradamente que tanto los psiquiatras como los psicó logos deben trasladar el
énfasis de su actividad profesional: se debe tratar de superar la organizació n de una asistencia
individual y privada dedicada fundamentalmente a la curació n, haciendo que el énfasis o el mayor
peso de la actividad profesional de los mismos recaiga sobre la població n (la comunidad) y no sobre
individuos; promover bienestar y no solamente curar; no atender ú nica, específica y
predominantemente factores pató genos a nivel individual, sino situaciones má s generales de la
comunidad; en lugar de la enfermedad hay que dirigirse a las condiciones corrientes de vida; en
lugar de crear má s instituciones donde se atiende exclusivamente gente enferma, salir a la
comunidad y atender las situaciones cotidianas, las tareas y actividades diarias y ordinarias que
desarrolla la població n. Todo esto se puede resumir diciendo que debemos atender má s a la
administració n y la planificació n de los conocimientos y técnicas para atender la relació n
interpersonal, que es un factor pató geno bá sico de nuestra civilizació n, controlando y ayudando al
desarrollo de la personalidad a través de los sucesos comunes y diarios, a través de las pautas de
interacció n y a través de la ayuda técnica a personas claves u organismos importantes de la
comunidad.

A diferencia del psiquiatra, que es un profesional del arte de curar y un especialista en las
enfermedades mentales, el psicó logo no se debe ubicar totalmente como profesional dentro del
campo de la enfermedad, sea de la curació n o de la profilaxis, sea de la enfermedad mental o no.
Dentro de la higiene mental y dentro de la salud pú blica, el psicó logo tiene mú ltiples tareas y
funciones, pero las tiene también -y no menos importantes- fuera de las dos. A esto ú ltimo es a lo
que específicamente aplicamos el término "psicohigiene".

La segunda etapa del desarrollo histó rico de la higiene mental fue la del diagnó stico precoz, tanto
en adultos como en niñ os; es decir, el detectar precozmente las enfermedades mentales puede a su
vez dar lugar a un aprovechamiento mayor de los servicios hospitalarios, tanto como un resultado
má s fructífero o exitoso de los procedimientos terapéuticos.
Como es fá cil deducir, estos dos objetivos se hallan muy interrelacionados y exigen del psiquiatra
experiencia, conocimiento y actuació n "extramuros", tal como lo aconseja -entre otros- el Informe
nú mero 73 de la O.M.S. cuando dice que el psiquiatra no debe tener un contacto exclusivo o
experiencia ú nica en la psiquiatría de "intramuros", sino que debe ampliar su conocimiento y
experiencia con distintos problemas de la psiquiatría.
Estos dos objetivos de la higiene mental requieren una amplia participació n del psicó logo, no só lo
en cuanto al psicodiagnó stico y la psicoterapia, sino también en la difusió n adecuada de
conocimientos que alerten a la comunidad para solicitar ayuda médica o psicoló gica, combatir los
prejuicios de la enfermedad mental, tanto como atenció n de todos los factores psicoló gicos que
intervienen en el funcionamiento de las instituciones asistenciales, de los grupos que la integran y
de las relaciones y tensiones que entre ellos se establecen, y atenció n de los factores psicoló gicos
implicados en las tarea profesionales que se realizan. En cuanto a la tarea frente al enfermo o al
posible enfermo, el psicó logo es un profesional que se desempeñ a dentro del campo de la higiene
mental como integrante de un equipo o como asesor o consultor; pero frente a los organismos que
enfrentan el problema de la enfermedad mental, su tarea pertenece má s al campo de la
psicohigiene, al igual que en los casos en que interviene en instituciones u organismos no
asistenciales o no médicos.

Una tercera etapa u objetivo de la higiene mental se refiere a la profilaxis o la prevenció n de la


enfermedad. Al psicó logo le corresponden los aspectos psicoló gicos de esta tarea, y a esto es a lo
que se debe denominar -en sentido estricto- "psicoprofilaxis", la cual se halla incluida totalmente
dentro de la higiene mental (en el caso de las enfermedades mentales); a diferencia de la
psicohigiene, que la rebasa, ya que deja de girar alrededor del eje de la enfermedad mental (como
es el caso de la higiene mental). Debemos aclarar, aú n má s, el hecho de que "psicoprofilaxis" no
significa prevenció n o profilaxis de las enfermedades psíquicas (lo cual es un absurdo), sino que se
debe definir como el empleo de los recursos psicoló gicos para prevenir las enfermedades. Como
veremos también má s adelante, la psicoprofilaxis, definida de esta manera, es una parte de la salud
pú blica y de la higiene en general, y no só lo de la higiene mental.
Dentro de la prevenció n o la profilaxis de la enfermedad mental tenemos que reconocer la
diferencia entre prevenció n específica e inespecífica: en la primera se trata de combatir
determinada causa o eslabó n de la serie causal, mientras que en la segunda no podemos actuar
sobre causas específicas, sea porque no existen o sea porque no las conocemos, y tenemos que
atender mú ltiples situaciones médicas o no médicas. Las situaciones médicas no son tampoco, en
este caso, de exclusiva responsabilidad del psiquiatra, sino de todos los médicos (obstetras,
especialistas en enfermedades infecciosas, etc.). Las situaciones no médicas corresponden al
psicó logo, ya sea por su acció n directa o por su asesoramiento a otros profesionales (educadores,
abogados, jueces, etc.), en todo lo que significa atender los factores psicoló gicos perturbadores en la
vida corriente en sus mú ltiples manifestaciones y fenó menos humanos.
La cuarta etapa histó rica de la higiene mental es la rehabilitació n, que consiste en la ayuda
psicoló gica al sujeto curado, o curado con cierto déficit, para que pueda reubicarse en la comunidad
y reintegrarse a su familia, reduciendo el impacto de los factores que desencadenaron o
condicionaron su enfermedad o que pueden volver a enfermarlo. La intervenció n del psicó logo en
la rehabilitació n tampoco se restringe a la higiene mental, sino como se comprende fá cilmente, a
toda la higiene, en su totalidad.
La quinta etapa está dada por la promoció n de salud, y aquí es donde se superpone en cierta
medida con la prevenció n inespecífica, sin que podamos en muchos casos (y sin que en realidad
tampoco por ahora lo necesitemos) señ alar netamente los límites entre una y otra. La promoció n de
salud se incluye en la denominació n de prevenció n positiva, denominació n que no creemos
adecuada, porque implica hacer girar la salud y todos los fenó menos humanos alrededor de la
medicina y la enfermedad.
En gran parte de las situaciones se impone claramente la diferencia entre prevenció n inespecífica y
promoció n de salud, ya que la primera gira alrededor de la enfermedad mientras que la segunda se
independiza totalmente de ella y constituye el campo específico de la psicohigiene. La intervenció n
de un psicó logo en las tensiones de una fá brica o en la correcta crianza de los niñ os o en la
preparació n de los jó venes para la vida sexual o afectiva pertenece a la psicohigiene y no a la
psicoprofilaxis o la higiene mental. Con la psicohigiene, el psicó logo está ubicado fuera de la higiene
mental y fuera de la salud pú blica, desde el punto de vista organizativo o institucional de la misma,
y en ella el psicó logo es un profesional autó nomo e independiente de la medicina asistencial y de la
salud pú blica, aun con todos los puntos de contacto que la tarea del psicó logo en la psicohigiene
tiene o puede tener con la enfermedad, que son tantos como los que pueden tener otros
profesionales u otras profesiones que no está n incluidas en la medicina, en la higiene, o en la salud
pú blica (como es el caso de los maestros, arquitectos, abogados, etc.). La enfermedad y la medicina
no pueden ser los ejes alrededor de los cuales se centre toda la vida de los seres humanos, y las
diferencias que tratamos de establecer se vuelven con frecuencia engorrosas y difíciles justamente
porque conocemos má s la enfermedad y el enfermo que la vida corriente y cotidiana y el ser
humano en su vida real; es posible que dentro de poco tiempo podamos proceder en sentido
inverso. Y lo mismo cabe decir de la psicología, que gira todavía, en gran parte, sea alrededor de la
clínica y de los enfermos, o del laboratorio y de los animales; en ambos casos, fuera del hombre
concreto y de la vida en su realidad cotidiana.
En cada momento y en cada comunidad la planificació n tiene que contemplar cuá l es el punto de
urgencia de cada uno de estos objetivos de actuació n y elaborar ciertos criterios de prioridad que
dependen, por supuesto, no só lo del tipo de problemas que hay que enfrentar con má s urgencia,
sino también de los recursos humanos, econó micos y técnicos; pero la planificació n tiene que
contemplar no solo la urgencia inmediata sino objetivos de má s largo alcance. Estos criterios no se
hallan aú n bien establecidos y seguramente su formulació n general no podrá nunca dejar de ser
relativa. Molina y Adriasola incluyen los siguientes índices para evaluar la prioridad en la
planificació n: gravedad del dañ o, posibilidades de evitar el dañ o, costo versus dañ o, rendimientos,
actitud de la comunidad.

Caplan, acepta una clasificació n que difiere en cierta medida de la que hemos dado, pero que tiene
también muchos puntos de contacto con ella. Dicho autor habla de una prevenció n primaria,
secundaria y terciaria. La primera de ellas se refiere a una reducció n del riesgo de la enfermedad
mental; la segunda, a una reducció n de la duració n de la enfermedad tanto como al diagnó stico
precoz y al tratamiento efectivo; la prevenció n terciaria se refiere a prevenir secuelas y déficit tanto
como al retorno o readecuació n del sujeto curado (parcial o totalmente) a la comunidad.
En realidad, la prevenció n secundaria se superpone con el primero y segundo objetivo de la
clasificació n anterior; la prevenció n primaria se corresponde con el tercero y quinto, mientras que
la prevenció n terciaria coincide totalmente con la rehabilitació n. Posiblemente este esquema de
Caplan corresponde má s a la realidad, y es má s ú til desde el punto de vista de contar con una
clasificació n má s simple y prá ctica.
Se trata de intervenir sobre una estructura tan compleja que constituye una verdadera constelació n
multifactorial, integrada por todas las actividades, instituciones, normas e interacciones que se dan
en una comunidad.
Esta constelació n multifactorial incluye problemas de orden econó mico, social y cultural, tales
como los de vivienda, trabajo, desocupació n, alimentació n, etc., y el satisfacer estas necesidades,
tanto como atender las condiciones sanitarias, es tarea que incumbe a la salud pú blica y a la
psicohigiene; a esta ú ltima, específicamente, le corresponde atender a todos los factores
psicoló gicos que está n implicados en la no satisfacció n de estas necesidades o en la promoció n
necesaria para atenderlas en la escala que se requiere.
Si se trata del problema de la alimentació n, por ejemplo, a la salud pú blica le corresponde regular el
tipo de alimentació n y su provisió n, tanto como la calidad o carencia de la misma y otros problemas
relacionados con estos temas; pero al psicó logo le corresponde atender el problema de hábitos
alimentarios, prejuicios, cambios de los mismos, actitudes frente a la negació n o ignorancia de los
problemas, tanto como su actuació n en los organismos específicos relacionados con Ia
alimentació n.

Un mínimo de experiencia en este sentido nos señ ala la conveniencia de separar la psicohigiene de
la salud pú blica y de la higiene mental, porque, tal como lo he dicho ya, la psicohigiene no gira
alrededor de la enfermedad, sino de las condiciones habituales y cotidianas de la vida en las
situaciones reales en que ellas se dan, tomando sus problemas y alternativas en sí mismas y en
funció n de los seres humanos que intervienen en cada una de ellas. Si en la teoría ello puede
parecer superfluo, la diferencia es de importancia en cuanto a las técnicas, al encuadre, la actitud y
los objetivos. La atenció n, por parte del psicó logo de los factores psicoló gicos implicados en los
organismos y las técnicas de la salud pú blica corresponde también al campo de la psicohigiene,
porque en este caso el psicó logo no atiende al objetivo de la salud pú blica (la enfermedad), sino a
los organismos y su estructura, y a la tarea que se lleva a cabo en dichas instituciones o en sectores
de las mismas.
Así como tratamos de aclarar la diferencia existente entre la labor del psicó logo dentro de la salud
pú blica y fuera de la misma (en la psicohigiene), también debemos insistir en que el psicó logo no
só lo interviene dentro de la higiene mental sino dentro de la higiene en su totalidad, es decir, fuera
del problema de las enfermedades mentales.
En ninguna de sus actividades el psicó logo puede ser ubicado como un auxiliar de la medicina. Aun
en todo lo que se trate de la enfermedad (mental o no), en las cuales la responsabilidad y la
direcció n es médica, el psicó logo actú a como un profesional integrante de un equipo o como un
asesor o consultor en problemas psicoló gicos, o como un profesional independiente en alguna de
sus tareas específicas dentro de las cuales él tiene su propia responsabilidad profesional (grupos de
rehabilitació n, grupos familiares, terapia psicoló gica, etc.).
En síntesis, la psicohigiene rebasa el campo de la higiene; esta ú ltima se centra en todo lo relativo a
la enfermedad (mental o no), y la responsabilidad y direcció n fundamental recae sobre el médico,
con quien el psicó logo puede colaborar en condició n de profesional que asume su propia
responsabilidad en lo que hace, en có mo lo hace o en lo que deja de hacer. Mientras que la
psicohigiene se refiere a la administració n de recursos psicoló gicos para enfrentar los problemas
relativos a las condiciones y situaciones en que se desarrolla la vida de la comunidad tomada en sí
misma y no teniendo como referente a la enfermedad.
Comunidad
Una comunidad se define como un conjunto de personas que viven juntas, en un mismo lugar, y
entre las cuales hay establecidos ciertos nexos, ciertas funciones en comú n, o cierta organizació n.
Es decir que en el concepto de comunidad intervienen dos características fundamentales: la
geográ fica y la funcional. La primera se refiere a un cierto espacio en el que transcurre la vida de los
seres humanos; la segunda se refiere a los aspectos que le dan cierto grado de cohesió n, de
interrelació n, de unidad.
Una comunidad se diferencia de una institució n por el hecho de que en esta ú ltima, si bien se da
también la característica de limitació n de un espacio geográ fico, en ella, sin embargo, los seres
humanos no desarrollan su vida, sino só lo una funció n dentro de su vida; en la institució n los seres
humanos ejercen funciones, tareas, que son las que los unen, estableciendo normas y nexos de todo
tipo. Por otra parte, la institució n tiene ademá s objetivos definidos explícitos y a la vez una cierta
planificació n por lo menos en alguna medida. En la comunidad se desarrolla la vida como vida
misma, es decir, sin objetivos explícitamente definidos que tengan que ser alcanzados, como sucede
en la institució n; tampoco se halla presente, por lo general, la planificació n; tampoco hay una tarea
comú n que los una.
Posiblemente la definició n má s simple y má s exacta sea la que ofrece Pozas Arciniegas cuando dice
que la comunidad es una unidad social con ciertas características especiales que le dan una
organizació n dentro de un á rea limitada, y que se caracteriza ademá s por una convivencia pró xima
y duradera de determinado nú mero de individuos en constante interacció n. Este ú ltimo autor
agrega otros factores: la mutua comprensió n, la coordinació n de actividades y la configuració n de
estructuras sociales para satisfacer necesidades; características que no creemos sean
imprescindibles y que seguramente dependen del tipo de comunidad que se estudie.
Se debe tener en cuenta que la delimitació n de una comunidad es también siempre una cuestió n
relativa y depende de muchos factores, dado que la amplitud del á rea territorial y de la població n a
la cual se aplica el concepto de comunidad, y que se toma como unidad, puede ser muy variable,
dado que podemos hablar de una comunidad incluyendo en esta denominació n una parte de una
ciudad o distintas partes de la misma que tienen un nexo comú n entre sí, a toda una ciudad, toda
una regió n o una comunidad nacional o una comunidad internacional; aun con toda esta relatividad,
el concepto resulta muy ú til, porque permite trabajar con unidades técnicamente má s accesibles
desde el punto de vista psicoló gico. No debemos olvidar que una comunidad es só lo una parte de
una sociedad global, pero no poseemos todavía los recursos técnicos suficientes como para estudiar
de manera relativamente rigurosa la psicología de una sociedad global, mientras que sí podemos
tentarlo en el caso de una comunidad.
clasificació n desarrollada por Redfield, basada en la diferencia que introdujo Tonnies entre
comunidad y sociedad, consiste en reconocer una sociedad folk y una sociedad urbana.
La comunidad folk es aquella que tiene características de organizació n muy primitiva; pequeñ a,
aislada, analfabeta, homogénea, con un profundo sentido de la solidaridad grupal, con una
producció n de características primitivas, dedicada fundamentalmente al autoconsumo. En ella los
individuos son muy semejantes y la movilidad es pequeñ a o nula, las normas o valores está n bien
establecidos y tienen un fuerte sentimiento de pertenencia.
Es el tipo de comunidad primitiva, que ha dado lugar en el curso del desarrollo a nuestra actual
sociedad urbana, sobre cuyas características han insistido muchos autores, poniendo el énfasis
sobre la disgregació n, la desconexió n, el individualismo, fuerte movilidad, desaparició n del
sentimiento de pertenencia, nuevas formas de organizació n y formació n de subgrupos. Todo este
proceso está ligado al desarrollo econó mico, al desarrollo de la tecnología, y en el libro de Scott y
Lynton13 publicado por la Unesco se podrá encontrar un buen resumen de este tema, que está
evidentemente conectado con el concepto de anomia de Durkheim o el de alienació n de Marx.
Sin que nos propongamos separar el tipo de comunidad de la organizació n de sus medios de
producció n y del desarrollo de la tecnología, estas clasificaciones nos han parecido satisfactorias en
cuanto a punto de partida, pero totalmente insuficientes para responder a la categorizació n de las
complejas condiciones que observamos en toda comunidad y especialmente en la que hemos
estudiado. Estas deficiencias de los sistemas clasificatorios es muy evidente para todos, hasta para
los mismos autores que las han propuesto, pero de todas maneras son puntos de partida que
ulteriormente tendremos que ir perfeccionando.
Por otra parte, no só lo existe un continuo entre estos distintos tipos de organizació n de la
comunidad, sino que también pueden coexistir en la misma comunidad como estructuras
superpuestas.
Nosotros hemos preferido, por considerarlo má s conveniente y má s correcto, suponer tres tipos de
estructuras coexistentes en la misma comunidad y caracterizar a esta ú ltima no solamente por el
grado de predominio de alguna de las tres, sino por la interrelació n diná mica que estas tres
estructuras han adoptado o tienen en una ú nica comunidad. Para ello nos hemos basado en nuestra
propia experiencia sobre estudio de comunidad, pero, ademá s, en lo que ya sabíamos por nuestros
propios estudios sobre grupos e instituciones.
No creo que en este caso se trate de una trasposició n de un á mbito al otro, es decir, de superponer o
tratar de comprender en este caso la estructura de la comunidad con categorías que correspondan
a los grupos o los individuos o las instituciones. Todo lo contrario; creo que no se trata de una
trasposició n, sino que los cuatro á mbitos que hemos reseñ ado constituyen un solo fenó meno, y las
relaciones entre los cuatro á mbitos no son relaciones de interacció n o relaciones causales, sino que
los cuatro á mbitos tienen o poseen una unidad estructural, y las mismas organizaciones y las
mismas estructuras las podremos encontrar en los cuatro á mbitos, dado que no son cuatro
fenó menos distintos, sino una sola estructura que nosotros hemos parcelado o fragmentado, no
só lo en nuestras categorías científicas, sino en nuestra propia manera o modalidad de vivir.
Creo que corresponde trabajar con tres categorías de aná lisis y que frecuentemente la comunidad
folk se superpone erró neamente con el concepto de comunidad integrada. Nosotros proponemos
diferenciar entre cohesió n, disociació n e integració n. Desde el punto de vista histó rico nuestra
sociedad alienada o desintegrada procede de una comunidad de cohesió n; esta ú ltima corresponde
a la sociedad folk de Redfield, mientras que la segunda corresponde a nuestras actuales
comunidades industrializadas. La diferencia fundamental entre una y otra radica en que en la
primera la identidad es grupal o comunitaria, mientras que en la segunda se ha desarrollado la
individualidad. En la comunidad integrada es donde recién se alcanza la personificació n, que
todavía consiste, en gran parte, en una aspiració n y no en un logro ya efectivo.
Si bien estas tres categorías de aná lisis pueden ser aplicadas al desarrollo histó rico de las
comunidades y sirven para caracterizar a cada comunidad en su totalidad, no es menos cierto que
constituye una tipología en cierta medida forzada, porque no hay ninguna comunidad que
pertenezca totalmente a uno de estos tres tipos. Má s bien, lo que ocurre y lo que hemos encontrado
es que estas tres organizaciones coexisten tanto en la comunidad como en las instituciones, en los
grupos y en el mismo individuo, y lo que nos interesa en una comunidad dada es poder identificar
qué niveles de la comunidad, qué organizaciones o subgrupos o clases sociales funcionan con
características, ya sea de cohesió n, de desintegració n o de integració n. Y el otro aspecto interesante
o importante en el aná lisis de una comunidad es poder ubicar y comprender las interrelaciones
entre estos tipos distintos de subestructuras. No podemos seguir desarrollando aquí esta teoría que
proponemos para el aná lisis de la comunidad, porque ya trasciende o va má s allá de la comunidad
misma, y abarca tanto el proceso de enajenació n, de alienació n, como la unidad estructural de los
cuatro á mbitos, y no só lo la estructura de la comunidad. É ste es el tema que nos proponemos para
la nueva publicació n anunciada, en la cual trataremos de desarrollar y detallar de manera má s
estricta estos conceptos.
Cohesió n, desintegració n e integració n son tres tipos de estructuras que encontramos tanto en la
organizació n de la personalidad como en la de los grupos, de las instituciones y de la comunidad, y
seguramente necesitamos de las tres para mantener un cierto desarrollo relativamente equilibrado
o, por lo menos, no totalmente caó tico.

En la década del 60 y particularmente la primera parte de la del 70 surgen importantes iniciativas


de cará cter comunitario, en salud mental, vivienda y educació n.
Es Bleger (1966), quien tempranamente se preocupó por la temá tica y definió el rol del psicó logo
en el campo institucional y comunitario. Para este autor esta tarea implicaba un doble pasaje en el
rol del psicó logo: por un lado de una actividad centrada en la curació n de la enfermedad a un
enfoque de prevenció n de la salud; por el otro un pasaje de un enfoque individual a uno social. Este
ú ltimo implica modelos conceptuales propios y campos de aplicació n específicos.5
Las intervenciones comunitarias, se realizan en "estructuras tan complejas que constituye una
verdadera constelació n multifactorial integrada por todas las actividades, instituciones, normas e
interacciones que se dan en una comunidad".

Establece cuatro etapas que transcurren entre los añ os 1966 a 1983, cada una de ellas
caracterizadas por estar vinculadas a un modelo de desarrollo originado en organismos
internacionales y en las condiciones sociopolíticas del país. Estas etapas son:
Etapa A: La institucionalización del desarrollo de comunidades (1966-72)
Corresponde al período marcado por la influencia de la Alianza para el Progreso y de la Comisió n
Econó mica para América Latina (CEPAL), donde la noció n de desarrollo es equivalente a desarrollo
econó mico a partir de procesos de planificació n. En el á rea rural la revolució n verde, tendrá
continuació n con el modelo de desarrollo rural integrado.
En 1970, se promueve en la Argentina la creació n y consolidació n de organismos provinciales de
desarrollo de la comunidad.
La incorporació n al aparato estatal de profesionales fortaleció este tipo de programas, cuya
creació n, paradó jicamente corresponde a un gobierno militar.
Etapa B: Revisión crítica institucional (1973-75)
Durante este período se cuestiona el modelo desarrollista, aparecen documentos sobre la
participació n popular. La concepció n vigente es que la dependencia y la explotació n son
consecuencia del desarrollo capitalista. "Comunidad" pasa a ser el motor del cambio social y
comienza a cuestionarse ideoló gicamente el término. La concientizació n de la població n pasa a ser
la meta de este tipo de programas.
En el contexto latinoamericano la experiencia chilena con el gobierno de Allende, la Revolució n
Peruana del General Velazco Alvarado lleva a idealizar el rol transformador de la comunidad. En la
Repú blica Argentina el peronismo se apresta a gobernar nuevamente y la guerrilla radicaliza sus
posiciones.
Etapa C: La gestión tecnocrática de la Organización (1976-1980)
Desde los organismos internacionales, se abre paso al tema de las "necesidades bá sicas" y a un
enfoque de desarrollo que trata de integrar las sociedades rurales y urbanas reduciendo las
disparidades sociales. En los foros internacionales se comienza a hablar de "promoció n social o
promoció n humana"
Con la ruptura del ciclo democrá tico por el "Proceso de Reorganizació n Nacional", la idea de trabajo
comunitario, el interés por la marginalidad, por lo social, quedan vinculados a la ideología marxista.
Para los profesionales del tema, el desarrollo de comunidades pasa a ser una técnica de trabajo.
Comienza en esta época a tomar fuerza la orientació n que da énfasis al trabajo interdisciplinario en
el campo social, la aplicació n de nuevas tecnologías de transformació n social, tratando de incluir a
los grupos marginales en el aparato productivo.
Durante este período el desarrollo de las zonas fronterizas centraliza el trabajo comunitario desde
el Estado.
Etapa D. La Organización Ilustrada (1981-1983)
En los organismos internacionales, la participació n es entendida como un elemento determinante
del desarrollo. La discusió n se desplaza hacia los temas de política y planificació n social. La
planificació n es entendida como la contribució n a las políticas pú blicas para promover una mayor
igualdad de oportunidades posibles.
En este período en el desarrollo de comunidades no só lo se incorpora la capacitació n como forma
de poder dotar de habilidades y destrezas los proyectos, sino para garantizar la transferencia de
habilidades a potenciar las organizaciones, aú n en ausencia de equipos externos.
Las elecciones del añ o 1983 movilizan a la comunidad científica local. Desde el gobierno se
implementan programas de alcance nacional, el programa alimentario nacional, el programa
nacional de alfabetizació n, el programa social bá sico y el proyecto de acció n popular. Todos ellos
con potencialidades sinérgicas14 en la solució n de las necesidades bá sicas y tienen por comú n
denominador la participació n y la solidaridad comunitaria.

Definición de desarrollo comunal:


Definido como el producto de la acció n comunal (Fals Borda), acció n que se produce cuando la
comunidad se hace cargo de sus problemas y se organiza para resolverlos, desarrollando sus
propios recursos y potencialidades y utilizando los ajenos. Se basa en la autogestió n y la
autodeterminació n. Debe partir de los siguientes principios: CATÁ LISIS SOCIAL, presencia de una
agente propulsor del desarrollo, perteneciente o no al grupo, provisto de los recursos técnicos,
motivació n y actitudes, AUTONOMÍA, centralizació n en el grupo inicial, quien tiene a su cargo el
control, la direcció n y la realizació n del desarrollo; PRIORIDAD, señ alamiento del grupo de las
necesidades a atender, estableciendo su jerarquizació n; REALIZACIÓ N, obtenció n de logros
concretos que permitan alcanzar el cambio social; ESTÍMULOS, reforzar cada logro alcanzado.

 CATÁ LISIS SOCIAL: define el rol del agente ext que actú a con la comunidad en procura
de su transformació n. Es el rol de catalizador de la acció n transformadora. Busca una
finalidad autó noma y liberadora para las personas participantes y comunidad. Los
valores subyacentes son: libertad, respeto y autonomía.
 AUTONOMÍA DEL GRUPO: toda acció n debe ser decidida, organizada y realizada con
una orientació n democrá tica. Empleando las capacidades de los miembros, sus
recursos materiales y espirituales. Los valores q subyacen son: democracia y
autonomía.
 PRIORIDADES: la jerarquizació n de las necesidades o acciones que se desea atender o
cumplir. Los valores son la organizació n y la autonomía.
 REALIZACIONES: la necesidad de obtener logros. De producir resultados en el sentido
de la transformació n deseada. Tener productos concretos que muestren q la acció n
conjunta ha dado resultados, lo cual estimula la conciencia y la cooperació n. Valores:
trabajo, cooperació n, conciencia y logro.
 ESTÍMULOS: propone la necesidad de que la comunidad definan y construyan como
estímulos, aspectos relacionados con sus logros. É stos pueden ser formas de
reconocimiento ext, la satisfacció n por el éxito o la calidad de la tarea realizada, cambio
o transformació n.

PSICOLOGÍA Y LUCHA CONTRA LA POBREZA: REVISIÓN Y PROPUESTAS DESDE LA


PSICOLOGÍA SOCIAL–COMUNITARIA - David Tarazona Cervantes
La pobreza es uno de los problemas má s antiguos de la humanidad y en nuestro país se constituye
como uno de los cardinales (quizá s el mayor) como lo hacen evidente las cifras oficiales: el 54 por
ciento de la població n nacional está debajo de la línea de la pobreza y el 24 por ciento vive en
miseria. Una primera pista plantea la necesidad de que los psicó logos presten atenció n a esto ya
que la pobreza siempre conlleva un bajo nivel de bienestar emocional. Una segunda premisa, en
términos de la relació n entre pobreza y salud mental, ha sido señ alada por Contreras, quien nos
dice “que la salud mental en el mundo es, ante todo, una cuestió n de bienestar econó mico y político,
una gran mayoría vive en condiciones de pobreza y discriminació n es parte de la realidad de la
salud mental del país”. Existe gran cantidad de evidencia sobre la relació n negativa entre salud y
pobreza, sin embargo las relaciones específicas entre pobreza, desarrollo personal y salud mental
aú n no han recibido suficiente atenció n de los investigadores, reflejando, la poca importancia
otorgada al impacto psicoló gico de los ambientes pobres y el predominio de modelos econó micos,
socioló gicos y antropoló gicos en el estudio de có mo afrontar la pobreza, y esto a pesar que se
reconocen en la pobreza componentes socioculturales-individuales y psicoló gicos má s allá de
carencias econó micas e incluso hasta una influencia causal: “se ha señ alado que la pobreza no
deriva exclusivamente de un factor econó mico; en otras palabras, que el pobre no es pobre só lo por
carecer de dinero”. Es poco lo que se conoce científicamente acerca de la pobreza desde una
perspectiva psicoló gica.
1. ¿QUÉ ES LA POBREZA? La pobreza es el polo opuesto de la riqueza en términos
conceptuales y de estructura social. A pesar de su cará cter multidimensional y complejo, se
define en forma precisa al basarse en indicadores de "bienestar", definiéndose
operacionalmente como “una condició n en la cual una o má s personas tienen un nivel de
bienestar inferior al mínimo necesario para la sobrevivencia”. Este concepto es puntual y
de fá cil comprensió n pero al fundamentarse en la carencia de bienes materiales resulta
siendo relativo por lo que vale complementar su abordaje considerá ndola “una situació n
social en la cual existen carencias econó micas, en un tiempo y espacio determinados, que
afectan el desarrollo integral del ser humano”.
La pobreza puede clasificarse como:
a) crónica: cuando resulta imposible romper el círculo vicioso de la pobreza, esta es una
forma de pobreza que se transmite generacionalmente, de familia en familia.
b) temporal: provocada por un retroceso momentá neo que es posible superar. En
Psicología se presta mayor atenció n a la pobreza de tipo cró nico debido a que genera
una cultura de subsistencia y a que tiene secuelas psicoló gicas difíciles de revertir por
afectar infancia la temprana, como p.e. la desnutrició n cró nica y su consecuente
influencia negativa en los procesos neuro-cognitivos y la socializació n deficitaria y sus
efectos en la constitució n de una personalidad sana.
Ambas formas del fenó meno comparten dos características que la vinculan al marco de la psicología
social–comunitaria, por un lado su multi dimensionalidad y por otro su relació n con el
comportamiento social. Primero, la pobreza es un constructo multidimensional con una fuerte
carga en lo socioeconó mico. Social en cuanto se vincula directamente con categorías sociales, como
clase, etnia y exclusió n econó mica basá ndose en la cantidad de riqueza acumulada.
La psicología (o el abordaje psicoló gico) de la pobreza es reciente y sus inicios son atribuibles en
gran parte al trabajo de Katona -por lo menos de una forma má s sistemá tica-, quien propone una
psicología econó mica nutrida por una psicología empírica y molar enfocada en la plasticidad de la
conducta humana, y una economía basada en aproximaciones a las decisiones individuales de
consumo y alejada de modelos ideales. Segundo, el comportamiento económico está en el
dominio de los fenómenos sociales. Una posició n propone que las conductas econó micas son
fundamentalmente conductas sociales, estableciéndose una relació n inclusiva.

La realidad nos ha demostrado que el elemento má s importante en la validez de una teoría


econó mica es el comportamiento de las personas.
MÉ TODOS DE MEDICIÓ N DE LA POBREZA. Para cuantificar la pobreza en nuestro país se emplean
tres métodos internacionalmente reconocidos que se diferencian en los criterios que usan para
determinar el "nivel de bienestar inferior al mínimo necesario" considerado en su definició n
operacional.
Estos métodos son:
- línea de pobreza
- necesidades bá sicas insatisfechas y el método integrado, que combina los dos anteriores
Método de la líneas de pobreza (MLP). Definició n: Está basado en el ingreso o el gasto de
consumo como medida del bienestar, estableciéndose el valor de una canasta mínima de consumo
necesario para la sobrevivencia que permita la diferenciació n de los niveles de pobreza. En su
modalidad de línea de ingresos es el método má s utilizado mientras que como línea de gastos, es el
menos popular. Criterio para identificar personas pobres: Con este método son considerados
pobres extremos quienes tienen ingresos o gastos por debajo del valor de la canasta mínima
alimentaria; pobres no extremos quienes tienen ingresos o gastos por arriba de la línea de
pobreza extrema, pero por debajo de la línea de pobreza total; es decir cuando pueden financiar el
costo de una canasta mínima de alimentos pero no el costo de una canasta mínima total; y no
pobres a quienes tienen ingresos o gastos por arriba dela línea de pobreza total. Cabe señ alar que
en encuestas domiciliarias con jefes de familias se emplea este método tomando como unidad
aná lisis a las familias por lo que en este caso se identifican hogares pobres y no “personas”.
Tarazona empleó también otro criterio para evaluar diferencias encautoestima, satisfacció n con la
vida y locus de control pero con la diferencia que se trabajó con colegios, donde existen grandes
brechas entre los estudiantes de colegios privados y estatales, ademá s evaluó condiciones de
habitabilidad de la vivienda(acceso a servicios bá sicos, hacinamiento, estado y ubicació n) hallando
diferencias significativas estadísticamente entre ambos tipos de colegio
Método de las necesidades básicas insatisfechas (MNBI). Definició n: Considera indicadores
relacionados con la satisfacció n de necesidades que permitan alcanzar el mínimo de bienestar
necesario (p.e. vivienda, educació n, salud e infraestructura). A diferencia del MLP, se refiere a la
evolució n de la pobreza estructural y no es sensible a los cambios de la coyuntura econó mica, por lo
que ofrece una visió n específica del comportamiento de la pobreza. Los indicadores de pobreza
por el método de las Necesidades Bá sicas Insatisfechas (NBI) son:
a) viviendas con características físicas inadecuadas
b) viviendas en hacinamiento
c) viviendas sin desagü e de ningú n tipo
d) hogares con al menos un/a niñ o/a de 6 a 12 añ os que no asiste a la escuela
e) hogares con alta dependencia econó mica.
A los tres primeros se les conoce como “condiciones de habitabilidad”. Criterio para identificar
personas pobres:
 Se considera población pobre a la que tiene al menos una necesidad bá sica insatisfecha y como
pobres extremos a los que presentan dos o má s indicadores en esa situació n. Así, las personas
pobres serían quienes viven en un hogar con la menos una NBI insatisfechas, y pobre extremo
quien tuviera dos o má s indicadores de esta situació n.
Método integrado (MI). Definició n: Este método combina los anteriormente revisados (MLP y
MNBI) para generar una matriz de 2x2 en la que se clasifica a la població n en alguno de cuatro
grupos:
- pobres cró nicos
- pobres recientes
- pobres inerciales e integrados socialmente.
Es ú til para la formulació n de políticas pú blicas ya que es sensible a las necesidades de cada grupo
definido. La població n objetivo identificada por el método de la línea de pobreza requiere de
políticas econó micas (p. e. salariales, de empleo, degeneració n de ingresos) mientras que la
població n objetivo identificada por el método de las necesidades bá sicas insatisfechas requiere
políticas sociales (p.e. acceso a servicios de agua, educació n, viviendas adecuadas)

Cultura de la pobreza
Esta es quizá s la primera forma establecida formalmente para abordar la pobreza desde una
perspectiva psicoló gica. Es sabido que la cultura establece patrones de comportamiento en los
grupos, ademá s de sistemas de valores, lenguaje y actitudes; estilos de pensar, sentir y reaccionar.
Estas formas de conducta son relativamente uniformes, estables y se transmiten de generació n en
generació n.
No todas las personas pobres poseerían una “cultura de la pobreza” sino que esta só lo
correspondería a los pobres cró nicos
En situació n de pobreza es comú n verse afectado por alguna forma de vulnerabilidad ya que la
disminució n del poder adquisitivo y la insatisfacció n de necesidades bá sicas es una barrera
insuperable para acceder a bienes y servicios considerados necesarios para vivir de manera
adecuada y digna en una sociedad. La vulnerabilidad afecta a las personas en tres niveles:
- intra-familiar
- socio-familiar
- comunitario.
El problema de la mala alimentació n está fuertemente relacionado a las condiciones de pobreza,
hallando que los niñ os con déficit nutricional, obtenían puntajes significativamente má s bajos que
el grupo control en muchas funciones cognitivas, exceptuando la memoria mecá nica aunque si la
memoria ló gica.
La habitabilidad hace referencia a la calidad de un lugar para ser habitable, es decir, para que un ser
vivo pueda vivir en ó ptimas condiciones. Los principales indicadores de las condiciones de
habitabilidad de una vivienda son: el hacinamiento, el acceso a servicios bá sicos, el estado de la
infraestructura y la ubicació n de la vivienda.
Hacinamiento. Se define como el exceso de habitantes en una vivienda, es decir má s de tres
personas por cuarto, excluyendo la cocina, bañ o y garaje, y sería el factor que má s influye sobre el
equilibrio psicoló gico.
Si los niñ os duermen con sus padres durante varios añ os, durante la adolescencia será necesario
atenció n especial para romper el vínculo Dependencia afectiva madre/hijo, padre/hija. Las
consecuencias de no lograr romper este patoló gica vínculo pueden ser: la delincuencia, o una
rebelió n con la autoridad paterna o sus simbolizaciones (instituciones, autoridades)
Acceso a servicios. Consiste en que la vivienda cuente con conexió n domiciliaria o un servicio
cercano y accesible a los servicios bá sicos, principalmente agua y desagü e.
Estado de la vivienda. Hace referencia a las características físicas de pisos, paredes, techos y otras
partes de la vivienda. Cuando el estado es inadecuado se suele deber a procesos de construcció n
incompletos o al uso de materiales precarios. Las condiciones de la vivienda muchas veces originan
en las personas una sensació n de marginació n y menosprecio por parte de los demá s, y esto se
viviría como un ataque directo al “yo”, de ahí que el resultado suele ser la emergencia de
sentimientos de inferioridad, asimismo ante la imposibilidad de subsanar los inconvenientes físicos
se asumiría una “conformidad forzada”.
El impacto de la pobreza en la educació n viene acompañ ada de carencias materiales y
socioculturales, deficiente alimentació n con las consiguientes consecuencias dela desnutrició n que
contribuye al retraso en el desarrollo físico y mental de sus alumnos, y por lo tanto, retraso escolar,
repitencia y en suma: bajo rendimiento escolar. Comportamiento de riesgo ante el VIH/SIDA.
DESARROLLO Y LUCHA CONTRA LA POBREZA. El desarrollo se basa en la constitució n de
capacidades individuales y comunitarias, y tiene como consecuencia inmediata el bienestar de las
personas. Actualmente, en el marco del enfoque de promoció n de la salud, se considera que la
pobreza resulta la principal influencia negativa para el logro del bienestar debido a que incrementa
riesgos vitales, hace que las personas vivan en constante vulnerabilidad, es decir, que no obtengan
todos los recursos necesarios para consolidar sus capacidades, y afecta el medio ambiente en que se
vive.
Los profesionales de la PSC aportan efectivamente a la comprensió n y acció n sobre la pobreza.
Siguiendo enfoques que serían: el enfoque positivo o de recursos (“resolver problemas a partir de
soluciones locales”), la salud mental positiva (“actitud positiva hacia uno mismo, crecimiento
/actualizació n personal, integració n / equilibrio interior, autonomía razonable, percepció n correcta
de la realidad, y dominio razonable del entorno”), el empowerment (“dotar de poder a los grupos
sociales má s indefensos o desfavorecidos”), el modelo de suministros (“generar desarrollo humano
a partir de la aportació n de suministros externos”) y el desarrollo de recursos sociales (“basar el
desarrollo humano en capacidades comunitarias”).
Uno de los enfoques en la promoció n del desarrollo es el empowerment o
empoderamiento(“fortalecimiento, dotació n de poder”) y justamente esto es considerado la
principal finalidad de la psicología social-comunitaria. En una primera aproximació n podemos
señ alar que empowerment como acció n tiene dos acepciones bá sicas: autorizació n / poder y
dotació n de competencias. En una segunda mirada, el empoderamiento es un concepto emergente
que tiene dos componentes: auto determinació n personal y autogestió n social.
La evaluació n de ese encuentro nos lleva a precisar que no era posible pedirle a un adulto afectado
que acompañ e el proceso de recuperació n de los niñ os si antes él mismo no contaba con espacios y
tiempo para procesar sus experiencias. Debíamos pues apoyar primero la recuperació n de los
adultos involucrados en este proceso para que luego ellos pudiesen acompañ ar procesos similares
con otras personas, sean éstas adultos o niñ os.

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