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Para hablar de desarrollo comunitario es necesario definir los conceptos que forman parte de la
construcció n teó rica; así, partiendo del concepto de comunidad, algunas cuestiones generales que
no deben perderse de vista son:
• Las comunidades existen antes de nuestra llegada y permanecerá n después de nuestra
partida
• No es solo el conjunto de individuos: es un sistema sociocultural
• La comunidad tiene una vida propia que la diferencia de las demá s
• En la comunidad se aprende a través de la observació n y el aprendizaje generado de la
cotidianidad
• En una comunidad se ponen en juego relaciones, actitudes y comportamientos de los
sujetos que la habitan
• Una comunidad es, pues, un escenario donde convergen intereses, recursos y necesidades
que dan pie al movimiento de la misma
¿cómo se define comunidad? todas coinciden en puntos esenciales que a continuació n se
enumeran:
1. Es un conjunto de personas
2. Comparten algú n interés, rasgo o elemento
3. Se ubican en una determinada á rea geográ fica
4. Tienen conciencia de pertenencia
5. Se da una interacció n intensa entre los miembros
6. Constituye una unidad social
(Zarate) Añ ade que comunidad es integralidad, totalidad, heterogeneidad, a veces conflicto, pero en
definitiva: vida cotidiana y relaciones directas en un escenario geográ fico determinado, donde los
sujetos en esa vida social encuentra, reciben y toman lo necesario para desarrollarse. Y que un
concepto que es inherente a comunidad y sin el cual no se habla de ella es el sentido de
comunidad, elemento indispensable para la interacció n de los sujetos. En el sentido de comunidad
se encuentran implicados intereses, afectos y sentimientos entre los miembros integrantes del
grupo y hacia la comunidad como contexto.
McMillan y Chavis, por su parte agregan que este sentido de comunidad es el sentimiento de que
los miembros importan los unos a los otros y al grupo; y una fe compartida de que las necesidades
de los miembros será n atendidas mediante su compromiso de estar juntos.
A partir de esta definició n señ ala cuatro componentes del sentido de comunidad:
Membresía
Influencia
Integración y satisfacción de necesidades
Compromiso y lazos emocionales compartidos
- La membresía abarca la historia , la identidad social (compartida), el compromiso, los símbolos
comunes, la seguridad, el apoyo emocional, la inversió n personal, los derechos y deberes, las
gratificaciones y los límites, entre otros conceptos.
- La influencia por su parte hacer referencia a la capacidad de inducir a actuar de determinada
manera, es el sentir que tu opinió n será escuchada dando lugar a la bidireccionalidad de la
informació n.
- Integración y satisfacción de necesidades, éstos son los beneficios que un individuo puede
recibir por formar parte de una comunidad, como por ejemplo: estatus, popularidad, respeto, ayuda
material o psicoló gica, etc.
- Compromiso y los lazos emocionales (afectivos) compartidos, éstos son el conocer a los
individuos, el compartir, el mantener relaciones estrechas y efectivas, el saber que se cuenta con
ellos en momentos de alegría y de tristeza. Este ú ltimo es el componente fundamental a
la hora de definir el sentido de comunidad, pues está basado justamente en las relaciones afectivas,
en la afectividad, un componente esencial cuando hablamos de sentido de comunidad.
Psicólogo comunitario: Su rol desde la teoría del Choque cultural de Rebellato
Enfrentado al trabajo de campo todo psicólogo comunitario experimenta un choque o
contradicció n que Rebellato llama “choque cultural” o “choque ético-cultural”. Es decir,
experimenta la contradicció n en su rol, entre lo que es su estructura de personalidad y la realidad
de los sujetos con lo que va a trabajar.
No se trata, en tanto, de hacerle frente, por así decirlo, a este choque intentando ocultar las
diferencias, pues llevaría a anular el rol del psicó logo comunitario que consiste justamente en
crear las condiciones necesarias que permitan desafiar, reflejar y desarrollar las resistencias
transformadoras que hay en todo saber popular.
La no directividad, el tratar de ser igual contradice el papel del psicó logo y encierra un temor
oculto a desarrollar su rol de agente externo que es justamente el rol que le permite desde el
punto de vista metodoló gico, crear las condiciones para que los sectores con los que se trabaja
puedan autodescubrir- parafraseando a Rebellato-, el mundo de ilusiones y apariencias que ocultan
las verdaderas contradicciones de la realidad. En tanto, se podría decir, que el psicólogo
comunitario es o debería ser un agente catalizador que estimula el protagonismo de los
propios sectores populares.
Por lo tanto, es importante destacar que el psicó logo que trabaja desde y con las comunidades,
nunca podrá apostar a un proceso de autorreflexió n emancipatoria de los sectores populares si él
mismo no se somete a este proceso de autorreflexión constante.
La Psi Comunitaria: Formula leyes generales del método clínico susceptibles de ser aplicados a un
objeto social complejo, teniendo en cuenta los tres momentos de la unidad de operació n:
investigación, diagnóstico y modificación de lo observado. Este abordaje como aspecto
diferencial del modelo de investigació n se plantea en como se involucra y el compromiso, del
investigador profesional que se incluye má s plenamente en un campo de observació n y en un
proceso de cambio de una situació n problemá tica por la cual fue requerido para investigar y actuar.
La modalidad implica romper el marco estrecho del laboratorio de experimentació n y del
consultorio como á mbitos de trabajo.
Este trabajo conjunto que establecen el profesional y la institució n que consulta, está basado en la
colaboració n, la reciprocidad, el deseo de participació n y de involucració n todo abalado por la
confianza.
El concepto puente que une distintos niveles de aná lisis y que permite articular el nivel individual
con el social es el de “conducta en situació n”, y que es valido para referirse a la unidad de aná lisis
individual, grupal, a una asamblea o a una organizació n. En efecto la modificació n de la conducta de
sistemas micro sociales requiere no limitar la observació n a individuos aislados, sino hacerla
extensiva al á mbito o contexto mas amplio en el que se desarrolla la misma. De esta forma la
estrategia de intervenció n se hace má s significativa y las conclusiones mas efectivas al
contemplarse la posibilidad de introducir cambios que hacen al contexto institucional má s amplio.
Esto supone la reversió n de la perspectiva. El contexto es mirado en funció n de la importancia y
efecto que tiene en relació n con los individuos que actú an dentro de él y en funció n de vista de las
vivencias subjetivas de quienes son regulados y que a su vez lo determinan.
El concepto de interpretación referido a la conducta en situació n trata de sustituir una actitud
normativo/valorativa por una formulació n integradora de distintos aspectos de la conducta en
situació n que se presentan disociados, disgregados, desconectados entre sí o alienados en el á mbito
en que se despliega.
Ulloa señ ala que la primera tarea de un profesional en cualquiera de los campos en que trabaja
es detectar los puntos de urgencia que le permiten determinar cual es la acción crítica que
enfrenta el sujeto de la observació n. Esta puede referirse a un proceso que se ha estereotipado, a
una dificultad de adaptació n frente al cambio, o a aspectos del contexto que resultan disfuncionales
desde la perspectiva de los individuos que lo integran.
Justamente por ser un clínico de fuste Ulloa advierte los efectos deletéreos y des estructurantes que
puede tener un encuadre no adecuado a las situaciones sociales, de trabajo o de aprendizaje.
Cuando alude a los criterios de pertinencia en las intervenciones, incluye aspectos éticos. Nos
recuerda un precepto que es parte del juramento hipocrá tico y que hizo grande a la medicina:
primum non noquere. Por ello la formulació n de los criterios de pertinencia incluyen aspectos en
ú ltima instancia éticos que buscan proteger la integridad y la seguridad psicoló gica de los
individuos que participan de una experiencia. El só lo hecho de participar en un encuadre grupal o
institucional pone en juego la totalidad de la persona y puede promover la emergencia de
emociones y ansiedades inconscientes universales que se hace necesario encuadrar. Señ ala que en
la modalidad terapéutica- psicoanalítica, el énfasis está puesto en la escucha y el examen del
“porque“ genético del síntoma que es explorado como una reproducció n de algo que aconteció
tempranamente en la historia del sujeto. La exploració n etiopatogénica tiende a evocar o verificar la
repetició n de dicha situació n conflictiva proveniente de las escenas histó ricas infantiles en la
transferencia. El tratamiento y/o la interpretació n del porqué genético del síntoma instaura en el
modelo clínico una tendencia regresiva, que es desestructurante cuando se ve facilitada dentro de
un campo social. En estos casos puede promover un desequilibrio opuesto al desarrollo y
crecimiento. “En la modalidad operativa la intervenció n se juega en el “para que” prospectivo de la
intencionalidad del síntoma. Aquí todo acontecer es examinado no como reproducció n, aunque lo
sea, sino como ensayo para un después y afuera. Entonces, la transferencia tiene mayor
oportunidad de no instaurarse o inclusive de disolverse, en cuanto a lo que entendemos por captura
transferencial.”
Ubicarse de esta forma frente al síntoma, frente a un conflicto o un problema, implica como lo
hemos anticipado, tratar de reconocer la existencia en tales expresiones de un proyecto, que
aunque sea en ciernes puede vislumbrarse. El proyecto, siempre es prospectivo, está orientado al
futuro y al medio ambiente. Es intencional en la medida en que se refiere a un acontecer má s o
menos remoto que se espera resolver encarar, hacer nacer y que alienta la bú squeda. Ademá s está
referido a un objeto y a un fin. Ubicarlo de esta manera invita a consideraciones acerca de las
características del proyecto, su solvencia, su orientació n, el grado de realidad, etc. De este aná lisis
surge su reconsideració n y una orientació n má s adecuada a través de la cual pueden producirse los
cambios. Esta forma de aproximarse al material, está má s cerca del plano de la conciencia y convoca
a la autonomía del sujeto o de los sujetos involucrados. Poder operar con el proyecto implica
considerar el grado de coherencia del mismo, en relació n con el objeto y con las metas implícitas o
explícitas.
Los aspectos no manifiestos o subyacentes de la conducta, son considerados a través de una
concepció n má s global acerca de lo que se necesita para contenerlos mejor. La modalidad es
efectivamente pragmá tica, está diseñ ada para resolver problemas prá cticos que hacen a la
convivencia organizada y de allí su operatividad. Es una modalidad ciertamente postulada como
vá lida para intervenir en situaciones críticas o traumá ticas ya que promueve una reintegració n má s
rá pida de los aspectos alienados o disociados de la conducta individual, grupal, institucional.
Es dable esperar que en una institució n u organizació n afectada por una crisis se observe un
período de shock en el que predomina la confusió n y el caos. En esta etapa puede haber una
carencia aparente de un proyecto explícito que permite visualizar el rumbo. En realidad siempre
hay un proyecto implícito no manifiesto o aú n inconsciente que es dable rescatar.
La ausencia aparente puede representar un bloqueo transitorio. Es posible que en un segundo
momento de mayor estabilidad los miembros de la institució n puedan recuperar una actitud má s
proactiva y comiencen a visualizar un futuro factible o probable. Favorecer la reconsideració n del
proyecto a la luz de las nuevas circunstancias, es constructivo evita regresiones y
desorganizaciones perturbadoras.
Podemos advertir que el énfasis puesto en la intencionalidad de la conducta y en la tendencia
prospectiva determinada por el fin o meta, actú a como organizador y analizador. Para hacer
predicciones confiables acerca de la direcció n de ciertos cambios y procesos es necesario adoptar
una perspectiva amplia que abarque una secuencia de eventos y acontecimientos interrelacionados.
La direccionalidad de un acontecimiento convoca a la existencia de períodos y esto remite
necesariamente a un intervalo de tiempo macroscó pico. En síntesis: la secuencia temporal amplia
involucra tanto el futuro como el pasado. El campo presente contiene conceptos acerca del pasado y
del futuro. Un individuo, un grupo, una organizació n no se orientan ú nicamente a partir de su
situació n presente ni está n solamente determinados por el pasado: tienen expectativas, deseos,
sueñ os que involucran una visió n actual del futuro. También poseen opiniones acerca del pasado
que nunca se ajustan por entero a la realidad, y sin embargo forman parte de su campo psicoló gico
actual. Por ello, toda la perspectiva temporal completa está presente en una situació n y en un
momento determinado.
Ulloa contribuye a explicar qué significa ubicarse frente a un episodio de conducta, buscando
comprender su intencionalidad y sentido.
Herramientas metodológicas
La psicología comunitaria es una disciplina orientada a la solució n de problemas y optimizació n de
recursos. Debido a esto, los psicó logos comunitarios cuentan con una serie de métodos y técnicas
eficientes tanto para generar conocimiento como para intervenir en la realidad social. Cabe señ alar
que muchas de estas herramientas son compartidas con mú ltiples disciplinas sociales pero que ya
en el contexto contemporá neo vienen a ser un elemento compartido multidisciplinar. En la
tradició n metodoló gica Latinoamericana se ha destacado la original producció n en torno a la
Investigación-Acción; al elaborado desarrollo existente originada en los aportes de Kurt Lewin, la
integració n de las propuestas de Argyris y Schö n se sumaron al compromiso militante de los añ os
1970. Esta confluencia dio como resultado la IAP (investigación acción participación) que fundó
la originalidad de la PC Latinoamericana. A partir de los añ os 1980 la crisis paradigmá tica
cuestionadora de los modelos "modernos" introdujeron perspectivas críticas en temas de género y
cultura, que se sumaron a la trayectoria de critica socioeconó mica que ya era un patrimonio de la
PC. Los psicó logos comunitarios que –basados en las ideas de Gergen, Shotter, y B. Pearce–
introdujeron los modelos construccionistas sociales (como Esther Wiesenfeld, Ferná ndez Cristieb,
Saú l I. Fuks) se articularon con los aportes epistemoló gicos provenientes de las Teorías de la
Complejidad. Estas confluencias y articulaciones han dado a la PC latinoamericana una identidad
propia que presenta particularidades diferenciadas en el Sur de América, en Centro y en el Caribe.
Construcción de conocimiento
En la psicología comunitaria cobra crucial importancia la construcció n de conocimiento debido a
que usualmente la informació n que permite tomar decisiones y alcanzar los objetivos de trabajo
tienen significado ú nicamente para las poblaciones con las que se trabaja, por consiguiente, todo
proceso de intervenció n requiere necesariamente que se construya conocimiento significativo para
sí mismo.
• Encuesta
• Entrevista
• Historias de vida
• Grupos focales
• Talleres participativos.
• Contextos Colaborativos.
Intervención
La psicología, y en general otras disciplinas, buscan solucionar problemas u optimizar procesos a
partir de una serie de procedimientos llevados a cabo sistemá ticamente. Este proceso se puede
comprender como 'intervenció n'. Aunque la noció n de "intervenció n" ha sido asociada a formas de
construcció n relacionales asociadas al modelo experto/destinatario, el término expresa los
modelos de estrategias má s utilizados en los que la "intervenció n externa" produce cambios.
Campos de "intervención"
Proyectos sociales (Desarrollo Social Local, socioeconó mico, cultural y psicosocial)
Proyectos de Construcció n de Ciudadanía. (Equidad, participació n comunitaria, desarrollo de redes
sociales y comunitarias)
Proyectos de mejora de la Calidad de Vida (Salud, educació n, Há bitat, relaciones interpersonales)
Proyectos de Fortalecimiento Cultural (recuperació n de Capital Social y Cultural, trabajo sobre
procesos de des-colonizació n y reconocimiento de las identidades socioculturales excluidas)
Los instrumentos más habituales han sido:
• Investigació n Acció n Participativa (IAP)
• Animació n Sociocultural
• Capacitació n, fortalecimiento de saberes locales, sistematizació n de experiencias locales.
• Detecció n, reconocimiento, creació n y movilizació n de Redes (sociales, comunitarias y
familiares)
El cómo de la intervención
Un proceso de intervenció n comunitaria tiene como objetivo mejorar las condiciones de vida de la
població n y que la comunidad sea protagonista de dicho cambio. Parte y tiene que ver con las
necesidades, aspiraciones, problemas o temas de interés para la comunidad.
Se trata de procesos a mediano y largo plazo, de tipo global y centrado en una comunidad concreta,
entendida ésta como el conjunto formado por los siguientes elementos y sus interrelaciones:
territorio, població n, recursos y demandas, diná mica de relaciones de poder (asimetrías).
En todo proceso comunitario se deben tener en cuenta los siguientes aspectos:
• Conocimiento y comprensión de la realidad: A través de estudios cuantitativos y de la
utilizació n de técnicas cualitativas (entrevistas, historia de vida, recorridos barriales,
grupos focales, talleres, recopilació n de relatos, categorizaciones, etc.)
• Perspectiva global: Lo que nos permite construir un pasaje del diagnó stico de salud al
diagnó stico comunitario; transformar las prioridades centradas en el equipo en
prioridades compartidas; abordar los programas sanitarios desde una perspectiva
interdisciplinaria; superar el protagonismo del profesional de la salud habilitando el
protagonismo de la població n.
• Información: Sin informació n no hay participació n. La informació n es pú blica y un
derecho ciudadano. La informació n desde el á mbito de salud, educació n, seguridad, etc.
Todos los conocimientos deben ser compartidos para poder saber desde donde partimos y
hacia donde vamos. Se debe dar la misma informació n a todos los implicados, instituciones,
técnicos y població n, pero con lenguajes adaptados.
• Coordinación: Sin coordinació n no hay intervenció n comunitaria. Cada actor social decide
su nivel y posibilidades de implicació n; integrá ndose a lo que ya se viene haciendo desde
otros á mbitos (pú blicos, privados, organizaciones no gubernamentales, etc.) evitando de
esta manera superposiciones y por lo tanto, un debilitamiento tanto de las estrategias
como de los recursos. Para garantizar la continuidad, la implicació n es del recurso o
institució n no de las personas. La coordinació n del personal técnico debe contar con el
apoyo de la Institució n a la que pertenece.
• Participación ciudadana, como proceso y como cesión de poder:El posicionarnos como
ciudadanos, con derechos y deberes, es lo que permite la posibilidad de pasar de ser un
«consumidor» de prestaciones a un ciudadano agente de su propio desarrollo, del
ciudadano individual una població n organizada. Esto implica un primer movimiento al
interno de los equipos de salud. ¿Defendemos nuestros derechos como trabajadores?
¿Somos capaces de pasar de la queja a la acció n?
El proceso comunitario es complejo y difícil, aparecen obstá culos técnicos y metodoló gicos
relacionados con una escasa formació n en esta temá tica por parte de muchos trabajadores del
á mbito de salud, y con el que se pretende poner en marcha acciones que van a contracorriente del
modelo imperante.
Las dificultades encontradas en cada una de las etapas se pueden ir solucionando a partir del
trabajo y colaboració n de todas las personas implicadas en el proceso y la convicció n de estar
desarrollando un trabajo serio y con rigor.
De esta manera se entiende que aquello que es obstá culo o conflicto muchas veces es la
oportunidad de repensar acciones y de nuevos posicionamientos que permiten avanzar hacia
intervenciones má s efectivas.
A diferencia del psiquiatra, que es un profesional del arte de curar y un especialista en las
enfermedades mentales, el psicó logo no se debe ubicar totalmente como profesional dentro del
campo de la enfermedad, sea de la curació n o de la profilaxis, sea de la enfermedad mental o no.
Dentro de la higiene mental y dentro de la salud pú blica, el psicó logo tiene mú ltiples tareas y
funciones, pero las tiene también -y no menos importantes- fuera de las dos. A esto ú ltimo es a lo
que específicamente aplicamos el término "psicohigiene".
La segunda etapa del desarrollo histó rico de la higiene mental fue la del diagnó stico precoz, tanto
en adultos como en niñ os; es decir, el detectar precozmente las enfermedades mentales puede a su
vez dar lugar a un aprovechamiento mayor de los servicios hospitalarios, tanto como un resultado
má s fructífero o exitoso de los procedimientos terapéuticos.
Como es fá cil deducir, estos dos objetivos se hallan muy interrelacionados y exigen del psiquiatra
experiencia, conocimiento y actuació n "extramuros", tal como lo aconseja -entre otros- el Informe
nú mero 73 de la O.M.S. cuando dice que el psiquiatra no debe tener un contacto exclusivo o
experiencia ú nica en la psiquiatría de "intramuros", sino que debe ampliar su conocimiento y
experiencia con distintos problemas de la psiquiatría.
Estos dos objetivos de la higiene mental requieren una amplia participació n del psicó logo, no só lo
en cuanto al psicodiagnó stico y la psicoterapia, sino también en la difusió n adecuada de
conocimientos que alerten a la comunidad para solicitar ayuda médica o psicoló gica, combatir los
prejuicios de la enfermedad mental, tanto como atenció n de todos los factores psicoló gicos que
intervienen en el funcionamiento de las instituciones asistenciales, de los grupos que la integran y
de las relaciones y tensiones que entre ellos se establecen, y atenció n de los factores psicoló gicos
implicados en las tarea profesionales que se realizan. En cuanto a la tarea frente al enfermo o al
posible enfermo, el psicó logo es un profesional que se desempeñ a dentro del campo de la higiene
mental como integrante de un equipo o como asesor o consultor; pero frente a los organismos que
enfrentan el problema de la enfermedad mental, su tarea pertenece má s al campo de la
psicohigiene, al igual que en los casos en que interviene en instituciones u organismos no
asistenciales o no médicos.
Caplan, acepta una clasificació n que difiere en cierta medida de la que hemos dado, pero que tiene
también muchos puntos de contacto con ella. Dicho autor habla de una prevenció n primaria,
secundaria y terciaria. La primera de ellas se refiere a una reducció n del riesgo de la enfermedad
mental; la segunda, a una reducció n de la duració n de la enfermedad tanto como al diagnó stico
precoz y al tratamiento efectivo; la prevenció n terciaria se refiere a prevenir secuelas y déficit tanto
como al retorno o readecuació n del sujeto curado (parcial o totalmente) a la comunidad.
En realidad, la prevenció n secundaria se superpone con el primero y segundo objetivo de la
clasificació n anterior; la prevenció n primaria se corresponde con el tercero y quinto, mientras que
la prevenció n terciaria coincide totalmente con la rehabilitació n. Posiblemente este esquema de
Caplan corresponde má s a la realidad, y es má s ú til desde el punto de vista de contar con una
clasificació n má s simple y prá ctica.
Se trata de intervenir sobre una estructura tan compleja que constituye una verdadera constelació n
multifactorial, integrada por todas las actividades, instituciones, normas e interacciones que se dan
en una comunidad.
Esta constelació n multifactorial incluye problemas de orden econó mico, social y cultural, tales
como los de vivienda, trabajo, desocupació n, alimentació n, etc., y el satisfacer estas necesidades,
tanto como atender las condiciones sanitarias, es tarea que incumbe a la salud pú blica y a la
psicohigiene; a esta ú ltima, específicamente, le corresponde atender a todos los factores
psicoló gicos que está n implicados en la no satisfacció n de estas necesidades o en la promoció n
necesaria para atenderlas en la escala que se requiere.
Si se trata del problema de la alimentació n, por ejemplo, a la salud pú blica le corresponde regular el
tipo de alimentació n y su provisió n, tanto como la calidad o carencia de la misma y otros problemas
relacionados con estos temas; pero al psicó logo le corresponde atender el problema de hábitos
alimentarios, prejuicios, cambios de los mismos, actitudes frente a la negació n o ignorancia de los
problemas, tanto como su actuació n en los organismos específicos relacionados con Ia
alimentació n.
Un mínimo de experiencia en este sentido nos señ ala la conveniencia de separar la psicohigiene de
la salud pú blica y de la higiene mental, porque, tal como lo he dicho ya, la psicohigiene no gira
alrededor de la enfermedad, sino de las condiciones habituales y cotidianas de la vida en las
situaciones reales en que ellas se dan, tomando sus problemas y alternativas en sí mismas y en
funció n de los seres humanos que intervienen en cada una de ellas. Si en la teoría ello puede
parecer superfluo, la diferencia es de importancia en cuanto a las técnicas, al encuadre, la actitud y
los objetivos. La atenció n, por parte del psicó logo de los factores psicoló gicos implicados en los
organismos y las técnicas de la salud pú blica corresponde también al campo de la psicohigiene,
porque en este caso el psicó logo no atiende al objetivo de la salud pú blica (la enfermedad), sino a
los organismos y su estructura, y a la tarea que se lleva a cabo en dichas instituciones o en sectores
de las mismas.
Así como tratamos de aclarar la diferencia existente entre la labor del psicó logo dentro de la salud
pú blica y fuera de la misma (en la psicohigiene), también debemos insistir en que el psicó logo no
só lo interviene dentro de la higiene mental sino dentro de la higiene en su totalidad, es decir, fuera
del problema de las enfermedades mentales.
En ninguna de sus actividades el psicó logo puede ser ubicado como un auxiliar de la medicina. Aun
en todo lo que se trate de la enfermedad (mental o no), en las cuales la responsabilidad y la
direcció n es médica, el psicó logo actú a como un profesional integrante de un equipo o como un
asesor o consultor en problemas psicoló gicos, o como un profesional independiente en alguna de
sus tareas específicas dentro de las cuales él tiene su propia responsabilidad profesional (grupos de
rehabilitació n, grupos familiares, terapia psicoló gica, etc.).
En síntesis, la psicohigiene rebasa el campo de la higiene; esta ú ltima se centra en todo lo relativo a
la enfermedad (mental o no), y la responsabilidad y direcció n fundamental recae sobre el médico,
con quien el psicó logo puede colaborar en condició n de profesional que asume su propia
responsabilidad en lo que hace, en có mo lo hace o en lo que deja de hacer. Mientras que la
psicohigiene se refiere a la administració n de recursos psicoló gicos para enfrentar los problemas
relativos a las condiciones y situaciones en que se desarrolla la vida de la comunidad tomada en sí
misma y no teniendo como referente a la enfermedad.
Comunidad
Una comunidad se define como un conjunto de personas que viven juntas, en un mismo lugar, y
entre las cuales hay establecidos ciertos nexos, ciertas funciones en comú n, o cierta organizació n.
Es decir que en el concepto de comunidad intervienen dos características fundamentales: la
geográ fica y la funcional. La primera se refiere a un cierto espacio en el que transcurre la vida de los
seres humanos; la segunda se refiere a los aspectos que le dan cierto grado de cohesió n, de
interrelació n, de unidad.
Una comunidad se diferencia de una institució n por el hecho de que en esta ú ltima, si bien se da
también la característica de limitació n de un espacio geográ fico, en ella, sin embargo, los seres
humanos no desarrollan su vida, sino só lo una funció n dentro de su vida; en la institució n los seres
humanos ejercen funciones, tareas, que son las que los unen, estableciendo normas y nexos de todo
tipo. Por otra parte, la institució n tiene ademá s objetivos definidos explícitos y a la vez una cierta
planificació n por lo menos en alguna medida. En la comunidad se desarrolla la vida como vida
misma, es decir, sin objetivos explícitamente definidos que tengan que ser alcanzados, como sucede
en la institució n; tampoco se halla presente, por lo general, la planificació n; tampoco hay una tarea
comú n que los una.
Posiblemente la definició n má s simple y má s exacta sea la que ofrece Pozas Arciniegas cuando dice
que la comunidad es una unidad social con ciertas características especiales que le dan una
organizació n dentro de un á rea limitada, y que se caracteriza ademá s por una convivencia pró xima
y duradera de determinado nú mero de individuos en constante interacció n. Este ú ltimo autor
agrega otros factores: la mutua comprensió n, la coordinació n de actividades y la configuració n de
estructuras sociales para satisfacer necesidades; características que no creemos sean
imprescindibles y que seguramente dependen del tipo de comunidad que se estudie.
Se debe tener en cuenta que la delimitació n de una comunidad es también siempre una cuestió n
relativa y depende de muchos factores, dado que la amplitud del á rea territorial y de la població n a
la cual se aplica el concepto de comunidad, y que se toma como unidad, puede ser muy variable,
dado que podemos hablar de una comunidad incluyendo en esta denominació n una parte de una
ciudad o distintas partes de la misma que tienen un nexo comú n entre sí, a toda una ciudad, toda
una regió n o una comunidad nacional o una comunidad internacional; aun con toda esta relatividad,
el concepto resulta muy ú til, porque permite trabajar con unidades técnicamente má s accesibles
desde el punto de vista psicoló gico. No debemos olvidar que una comunidad es só lo una parte de
una sociedad global, pero no poseemos todavía los recursos técnicos suficientes como para estudiar
de manera relativamente rigurosa la psicología de una sociedad global, mientras que sí podemos
tentarlo en el caso de una comunidad.
clasificació n desarrollada por Redfield, basada en la diferencia que introdujo Tonnies entre
comunidad y sociedad, consiste en reconocer una sociedad folk y una sociedad urbana.
La comunidad folk es aquella que tiene características de organizació n muy primitiva; pequeñ a,
aislada, analfabeta, homogénea, con un profundo sentido de la solidaridad grupal, con una
producció n de características primitivas, dedicada fundamentalmente al autoconsumo. En ella los
individuos son muy semejantes y la movilidad es pequeñ a o nula, las normas o valores está n bien
establecidos y tienen un fuerte sentimiento de pertenencia.
Es el tipo de comunidad primitiva, que ha dado lugar en el curso del desarrollo a nuestra actual
sociedad urbana, sobre cuyas características han insistido muchos autores, poniendo el énfasis
sobre la disgregació n, la desconexió n, el individualismo, fuerte movilidad, desaparició n del
sentimiento de pertenencia, nuevas formas de organizació n y formació n de subgrupos. Todo este
proceso está ligado al desarrollo econó mico, al desarrollo de la tecnología, y en el libro de Scott y
Lynton13 publicado por la Unesco se podrá encontrar un buen resumen de este tema, que está
evidentemente conectado con el concepto de anomia de Durkheim o el de alienació n de Marx.
Sin que nos propongamos separar el tipo de comunidad de la organizació n de sus medios de
producció n y del desarrollo de la tecnología, estas clasificaciones nos han parecido satisfactorias en
cuanto a punto de partida, pero totalmente insuficientes para responder a la categorizació n de las
complejas condiciones que observamos en toda comunidad y especialmente en la que hemos
estudiado. Estas deficiencias de los sistemas clasificatorios es muy evidente para todos, hasta para
los mismos autores que las han propuesto, pero de todas maneras son puntos de partida que
ulteriormente tendremos que ir perfeccionando.
Por otra parte, no só lo existe un continuo entre estos distintos tipos de organizació n de la
comunidad, sino que también pueden coexistir en la misma comunidad como estructuras
superpuestas.
Nosotros hemos preferido, por considerarlo má s conveniente y má s correcto, suponer tres tipos de
estructuras coexistentes en la misma comunidad y caracterizar a esta ú ltima no solamente por el
grado de predominio de alguna de las tres, sino por la interrelació n diná mica que estas tres
estructuras han adoptado o tienen en una ú nica comunidad. Para ello nos hemos basado en nuestra
propia experiencia sobre estudio de comunidad, pero, ademá s, en lo que ya sabíamos por nuestros
propios estudios sobre grupos e instituciones.
No creo que en este caso se trate de una trasposició n de un á mbito al otro, es decir, de superponer o
tratar de comprender en este caso la estructura de la comunidad con categorías que correspondan
a los grupos o los individuos o las instituciones. Todo lo contrario; creo que no se trata de una
trasposició n, sino que los cuatro á mbitos que hemos reseñ ado constituyen un solo fenó meno, y las
relaciones entre los cuatro á mbitos no son relaciones de interacció n o relaciones causales, sino que
los cuatro á mbitos tienen o poseen una unidad estructural, y las mismas organizaciones y las
mismas estructuras las podremos encontrar en los cuatro á mbitos, dado que no son cuatro
fenó menos distintos, sino una sola estructura que nosotros hemos parcelado o fragmentado, no
só lo en nuestras categorías científicas, sino en nuestra propia manera o modalidad de vivir.
Creo que corresponde trabajar con tres categorías de aná lisis y que frecuentemente la comunidad
folk se superpone erró neamente con el concepto de comunidad integrada. Nosotros proponemos
diferenciar entre cohesió n, disociació n e integració n. Desde el punto de vista histó rico nuestra
sociedad alienada o desintegrada procede de una comunidad de cohesió n; esta ú ltima corresponde
a la sociedad folk de Redfield, mientras que la segunda corresponde a nuestras actuales
comunidades industrializadas. La diferencia fundamental entre una y otra radica en que en la
primera la identidad es grupal o comunitaria, mientras que en la segunda se ha desarrollado la
individualidad. En la comunidad integrada es donde recién se alcanza la personificació n, que
todavía consiste, en gran parte, en una aspiració n y no en un logro ya efectivo.
Si bien estas tres categorías de aná lisis pueden ser aplicadas al desarrollo histó rico de las
comunidades y sirven para caracterizar a cada comunidad en su totalidad, no es menos cierto que
constituye una tipología en cierta medida forzada, porque no hay ninguna comunidad que
pertenezca totalmente a uno de estos tres tipos. Má s bien, lo que ocurre y lo que hemos encontrado
es que estas tres organizaciones coexisten tanto en la comunidad como en las instituciones, en los
grupos y en el mismo individuo, y lo que nos interesa en una comunidad dada es poder identificar
qué niveles de la comunidad, qué organizaciones o subgrupos o clases sociales funcionan con
características, ya sea de cohesió n, de desintegració n o de integració n. Y el otro aspecto interesante
o importante en el aná lisis de una comunidad es poder ubicar y comprender las interrelaciones
entre estos tipos distintos de subestructuras. No podemos seguir desarrollando aquí esta teoría que
proponemos para el aná lisis de la comunidad, porque ya trasciende o va má s allá de la comunidad
misma, y abarca tanto el proceso de enajenació n, de alienació n, como la unidad estructural de los
cuatro á mbitos, y no só lo la estructura de la comunidad. É ste es el tema que nos proponemos para
la nueva publicació n anunciada, en la cual trataremos de desarrollar y detallar de manera má s
estricta estos conceptos.
Cohesió n, desintegració n e integració n son tres tipos de estructuras que encontramos tanto en la
organizació n de la personalidad como en la de los grupos, de las instituciones y de la comunidad, y
seguramente necesitamos de las tres para mantener un cierto desarrollo relativamente equilibrado
o, por lo menos, no totalmente caó tico.
Establece cuatro etapas que transcurren entre los añ os 1966 a 1983, cada una de ellas
caracterizadas por estar vinculadas a un modelo de desarrollo originado en organismos
internacionales y en las condiciones sociopolíticas del país. Estas etapas son:
Etapa A: La institucionalización del desarrollo de comunidades (1966-72)
Corresponde al período marcado por la influencia de la Alianza para el Progreso y de la Comisió n
Econó mica para América Latina (CEPAL), donde la noció n de desarrollo es equivalente a desarrollo
econó mico a partir de procesos de planificació n. En el á rea rural la revolució n verde, tendrá
continuació n con el modelo de desarrollo rural integrado.
En 1970, se promueve en la Argentina la creació n y consolidació n de organismos provinciales de
desarrollo de la comunidad.
La incorporació n al aparato estatal de profesionales fortaleció este tipo de programas, cuya
creació n, paradó jicamente corresponde a un gobierno militar.
Etapa B: Revisión crítica institucional (1973-75)
Durante este período se cuestiona el modelo desarrollista, aparecen documentos sobre la
participació n popular. La concepció n vigente es que la dependencia y la explotació n son
consecuencia del desarrollo capitalista. "Comunidad" pasa a ser el motor del cambio social y
comienza a cuestionarse ideoló gicamente el término. La concientizació n de la població n pasa a ser
la meta de este tipo de programas.
En el contexto latinoamericano la experiencia chilena con el gobierno de Allende, la Revolució n
Peruana del General Velazco Alvarado lleva a idealizar el rol transformador de la comunidad. En la
Repú blica Argentina el peronismo se apresta a gobernar nuevamente y la guerrilla radicaliza sus
posiciones.
Etapa C: La gestión tecnocrática de la Organización (1976-1980)
Desde los organismos internacionales, se abre paso al tema de las "necesidades bá sicas" y a un
enfoque de desarrollo que trata de integrar las sociedades rurales y urbanas reduciendo las
disparidades sociales. En los foros internacionales se comienza a hablar de "promoció n social o
promoció n humana"
Con la ruptura del ciclo democrá tico por el "Proceso de Reorganizació n Nacional", la idea de trabajo
comunitario, el interés por la marginalidad, por lo social, quedan vinculados a la ideología marxista.
Para los profesionales del tema, el desarrollo de comunidades pasa a ser una técnica de trabajo.
Comienza en esta época a tomar fuerza la orientació n que da énfasis al trabajo interdisciplinario en
el campo social, la aplicació n de nuevas tecnologías de transformació n social, tratando de incluir a
los grupos marginales en el aparato productivo.
Durante este período el desarrollo de las zonas fronterizas centraliza el trabajo comunitario desde
el Estado.
Etapa D. La Organización Ilustrada (1981-1983)
En los organismos internacionales, la participació n es entendida como un elemento determinante
del desarrollo. La discusió n se desplaza hacia los temas de política y planificació n social. La
planificació n es entendida como la contribució n a las políticas pú blicas para promover una mayor
igualdad de oportunidades posibles.
En este período en el desarrollo de comunidades no só lo se incorpora la capacitació n como forma
de poder dotar de habilidades y destrezas los proyectos, sino para garantizar la transferencia de
habilidades a potenciar las organizaciones, aú n en ausencia de equipos externos.
Las elecciones del añ o 1983 movilizan a la comunidad científica local. Desde el gobierno se
implementan programas de alcance nacional, el programa alimentario nacional, el programa
nacional de alfabetizació n, el programa social bá sico y el proyecto de acció n popular. Todos ellos
con potencialidades sinérgicas14 en la solució n de las necesidades bá sicas y tienen por comú n
denominador la participació n y la solidaridad comunitaria.
CATÁ LISIS SOCIAL: define el rol del agente ext que actú a con la comunidad en procura
de su transformació n. Es el rol de catalizador de la acció n transformadora. Busca una
finalidad autó noma y liberadora para las personas participantes y comunidad. Los
valores subyacentes son: libertad, respeto y autonomía.
AUTONOMÍA DEL GRUPO: toda acció n debe ser decidida, organizada y realizada con
una orientació n democrá tica. Empleando las capacidades de los miembros, sus
recursos materiales y espirituales. Los valores q subyacen son: democracia y
autonomía.
PRIORIDADES: la jerarquizació n de las necesidades o acciones que se desea atender o
cumplir. Los valores son la organizació n y la autonomía.
REALIZACIONES: la necesidad de obtener logros. De producir resultados en el sentido
de la transformació n deseada. Tener productos concretos que muestren q la acció n
conjunta ha dado resultados, lo cual estimula la conciencia y la cooperació n. Valores:
trabajo, cooperació n, conciencia y logro.
ESTÍMULOS: propone la necesidad de que la comunidad definan y construyan como
estímulos, aspectos relacionados con sus logros. É stos pueden ser formas de
reconocimiento ext, la satisfacció n por el éxito o la calidad de la tarea realizada, cambio
o transformació n.
Cultura de la pobreza
Esta es quizá s la primera forma establecida formalmente para abordar la pobreza desde una
perspectiva psicoló gica. Es sabido que la cultura establece patrones de comportamiento en los
grupos, ademá s de sistemas de valores, lenguaje y actitudes; estilos de pensar, sentir y reaccionar.
Estas formas de conducta son relativamente uniformes, estables y se transmiten de generació n en
generació n.
No todas las personas pobres poseerían una “cultura de la pobreza” sino que esta só lo
correspondería a los pobres cró nicos
En situació n de pobreza es comú n verse afectado por alguna forma de vulnerabilidad ya que la
disminució n del poder adquisitivo y la insatisfacció n de necesidades bá sicas es una barrera
insuperable para acceder a bienes y servicios considerados necesarios para vivir de manera
adecuada y digna en una sociedad. La vulnerabilidad afecta a las personas en tres niveles:
- intra-familiar
- socio-familiar
- comunitario.
El problema de la mala alimentació n está fuertemente relacionado a las condiciones de pobreza,
hallando que los niñ os con déficit nutricional, obtenían puntajes significativamente má s bajos que
el grupo control en muchas funciones cognitivas, exceptuando la memoria mecá nica aunque si la
memoria ló gica.
La habitabilidad hace referencia a la calidad de un lugar para ser habitable, es decir, para que un ser
vivo pueda vivir en ó ptimas condiciones. Los principales indicadores de las condiciones de
habitabilidad de una vivienda son: el hacinamiento, el acceso a servicios bá sicos, el estado de la
infraestructura y la ubicació n de la vivienda.
Hacinamiento. Se define como el exceso de habitantes en una vivienda, es decir má s de tres
personas por cuarto, excluyendo la cocina, bañ o y garaje, y sería el factor que má s influye sobre el
equilibrio psicoló gico.
Si los niñ os duermen con sus padres durante varios añ os, durante la adolescencia será necesario
atenció n especial para romper el vínculo Dependencia afectiva madre/hijo, padre/hija. Las
consecuencias de no lograr romper este patoló gica vínculo pueden ser: la delincuencia, o una
rebelió n con la autoridad paterna o sus simbolizaciones (instituciones, autoridades)
Acceso a servicios. Consiste en que la vivienda cuente con conexió n domiciliaria o un servicio
cercano y accesible a los servicios bá sicos, principalmente agua y desagü e.
Estado de la vivienda. Hace referencia a las características físicas de pisos, paredes, techos y otras
partes de la vivienda. Cuando el estado es inadecuado se suele deber a procesos de construcció n
incompletos o al uso de materiales precarios. Las condiciones de la vivienda muchas veces originan
en las personas una sensació n de marginació n y menosprecio por parte de los demá s, y esto se
viviría como un ataque directo al “yo”, de ahí que el resultado suele ser la emergencia de
sentimientos de inferioridad, asimismo ante la imposibilidad de subsanar los inconvenientes físicos
se asumiría una “conformidad forzada”.
El impacto de la pobreza en la educació n viene acompañ ada de carencias materiales y
socioculturales, deficiente alimentació n con las consiguientes consecuencias dela desnutrició n que
contribuye al retraso en el desarrollo físico y mental de sus alumnos, y por lo tanto, retraso escolar,
repitencia y en suma: bajo rendimiento escolar. Comportamiento de riesgo ante el VIH/SIDA.
DESARROLLO Y LUCHA CONTRA LA POBREZA. El desarrollo se basa en la constitució n de
capacidades individuales y comunitarias, y tiene como consecuencia inmediata el bienestar de las
personas. Actualmente, en el marco del enfoque de promoció n de la salud, se considera que la
pobreza resulta la principal influencia negativa para el logro del bienestar debido a que incrementa
riesgos vitales, hace que las personas vivan en constante vulnerabilidad, es decir, que no obtengan
todos los recursos necesarios para consolidar sus capacidades, y afecta el medio ambiente en que se
vive.
Los profesionales de la PSC aportan efectivamente a la comprensió n y acció n sobre la pobreza.
Siguiendo enfoques que serían: el enfoque positivo o de recursos (“resolver problemas a partir de
soluciones locales”), la salud mental positiva (“actitud positiva hacia uno mismo, crecimiento
/actualizació n personal, integració n / equilibrio interior, autonomía razonable, percepció n correcta
de la realidad, y dominio razonable del entorno”), el empowerment (“dotar de poder a los grupos
sociales má s indefensos o desfavorecidos”), el modelo de suministros (“generar desarrollo humano
a partir de la aportació n de suministros externos”) y el desarrollo de recursos sociales (“basar el
desarrollo humano en capacidades comunitarias”).
Uno de los enfoques en la promoció n del desarrollo es el empowerment o
empoderamiento(“fortalecimiento, dotació n de poder”) y justamente esto es considerado la
principal finalidad de la psicología social-comunitaria. En una primera aproximació n podemos
señ alar que empowerment como acció n tiene dos acepciones bá sicas: autorizació n / poder y
dotació n de competencias. En una segunda mirada, el empoderamiento es un concepto emergente
que tiene dos componentes: auto determinació n personal y autogestió n social.
La evaluació n de ese encuentro nos lleva a precisar que no era posible pedirle a un adulto afectado
que acompañ e el proceso de recuperació n de los niñ os si antes él mismo no contaba con espacios y
tiempo para procesar sus experiencias. Debíamos pues apoyar primero la recuperació n de los
adultos involucrados en este proceso para que luego ellos pudiesen acompañ ar procesos similares
con otras personas, sean éstas adultos o niñ os.