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Pabellón de la república federal alemana

El punto de inflexión en la carrera de Frei Otto -galardonado este año con el premio


Pritzker- llegó hace casi cincuenta años en la Exposición Universal de Montreal,
Quebec en 1967. En colaboración con el arquitecto Rolf Gutbrod, Otto fue el
responsable del pabellón de exposiciones de la República Federal de Alemania, una
red de cables tensionados coronados por membranas, llevando por primera vez sus
experimentos en arquitectura liviana a la escena internacional. 

Junto con la Biosfera de Fuller y Hábitat 67 de Safdie, el Pabellón Alemán fue parte de


la demostración de arquitectura moderna en la Expo; enfocándose en como el
potencial tecnológico, la prefabricación y la producción en serie podían generar un
nuevo enfoque humanitario dentro de la arquitectura. Esta notable colección en la
Expo fue a la vez el cenit del meliorismo moderno y como su trágica caída; nunca
desde ese entonces se ha visto el mundo un despliegue de arquitectura innovadora
tan singularmente esperanzadora.
El origen de la fascinación de Otto por las estructuras tensadas y el uso minimalista e
intensivo de los recursos se remontan a sus experiencias durante la Segunda Guerra
Mundial. Reclutado por el Luftwaffe como piloto, Otto fue capturado y encarcelado en
un campo de prisioneros cerca de Chartres, Francia; donde trabajó construyendo
refugios 'tipo carpas' para los demás presos, utilizando los limitados materiales que es
encontraban a su disposición. [1] 

Después del termino de la guerra, él tradujo estos esfuerzos en un ejercicio


arquitectónico a tiempo completo, investigando su potencial y posible aplicación a la
escala industrial. Su diseño, radicalmente sencillo, basado en una arquitectura guiada
por la optimizaición de los recursos, la inteligencia estructural y la construcción
eficiente, fue gratamente recibido por la optimista cultura intelectual de los años '50 y
'60. Al igual que las esferas geodésicas de Fuller, Otto creía que sus cubiertas a
tracción prometían una solución arquitectónica barata, duradera y de gran versatilidad.
Sensible a las cambiantes necesidades de los ocupantes y el impacto de la huella
humana, Otto también predicó la necesidad de que las estructuras temporales fueran
fáciles de montar y de tal modo, fáciles de desmontar y reciclar. Con pocos
componentes, todos los cuales podrían adaptarse a prácticamente cualquier condición
de sitio y terreno, sus sistemas de mástiles y cubiertas eran una radical simplificación
de los métodos tradicionales de construcción que valoran la rigidez y la permanencia.
Una vez que había sido diseñado y pre-fabricado, el Pabellón de Alemania de montó
en Montreal en tan sólo seis semanas, sólo para ser desmantelado poco después de
la feria.
La complejidad topográfica del pabellón -un paisaje de curvas parabólicas- capturó la
belleza intrínseca entre la relación de las matemáticas y la física. Generada
simplemente mediante la conexión entre los puntos de suspensión y los anclajes, la
forma refleja el estado de tensión entre las fuerzas en una membrana con la mínima
interferencia artificial. Un reportero en la Expo comparó el efecto con la simplicidad de
"una hoja blanca apretada sobre los postes de una tienda". [4] Dentro de este
caprichoso gesto, los cálculos minuciosos de un maestro de la ingeniería eran no
obstante, bastante obvios.  
El pabellón en sí fue construido con una malla de cables de acero pretensados
cubiertos por una membrana textil de poliéster translúcido. En varios puntos dentro del
perímetro del pabellón, la superficie de la carpa cae al suelo como cavidades en forma
de dramáticos embudos, sólo para después elevarse de nuevo a la altura los mástiles.
El sistema de Otto era tecnológicamente sofisticado y conceptualmente simple,
cuidadosamente calculado, pero todavía animado por la irregularidad y la libertad
compositiva de expresión sin límites. El pabellón era poco más que una gran carpa -la
estructura más primitiva de la humanidad- pero tenía una belleza pura en sus
movimientos, que el hombre, a pesar de todas sus máquinas y finos inventos, había
rara vez logrado alcanzar.

En medio de la actual saturación de formas producidas digitalmente, mucho más


escandalosas que el Pabellón de Alemania, con estructuras mucho más complejas,
resulta tal vez difícil apreciar las fronteras formales conquistadas por Otto o la hazaña
ingenieril que significó este pabellón en un tiempo antes de los computadores. Pero
detenerse en la estructura o las facetas formales de su obra es pasar por alto el
sentimiento principal que alimentó la aventurera búsqueda de formas de Frei
Otto. Sus intenciones nunca fueron construir una estructura para la apreciación
los arquitectos y los estetas; fueron construidas para el beneficio de la humanidad. [5]
Como Thom Mayne comentó recientemente en un homenaje al fallecido arquitecto,
este humanitarismo tecnológico sólo se volverá "cada vez más relevante a medida
que avanzamos en esta era digital
El Pabellón Sonsbeek fue diseñado por Aldo van Eyck como pabellón temporal y construido en el
verano de 1966 para albergar esculturas de cerca de treinta artistas (incluyendo Brancusi, Arp y
Giacometti) en el parque de Sonsbeek en Arnhem. Destruido unos meses más tarde, fue reconstruido
en 2006 en el jardín del museo Kröller-Müller en Hoenderloo, Países Bajos.
La construcción es un ejercicio cuidadoso de dibujo en planta: seis muros paralelos de casi 4 m de
altura se sitúan a una distancia de 2,5 m entre sí que sostienen una cubierta traslúcida. La forma en que
las paredes se curvan formando espacios semicirculares y los cortes repentinos en los muros que
permiten el paso entre los distintos espacios entre los muros transforman este simple patrón en un
complejo dispositivo espacial. Hay una pequeña habitación cerrada circular. Los visitantes,
compartiendo el espacio con las esculturas, exploran el pabellón como si se tratara de un laberinto; no
de confusión, sino de lo que van Eyck llamó "Claridad Laberíntica" donde el espacio euclídeo y el "lugar"
arquitectónico trabajan juntos de manera armoniosa para (usando las propias palabras de van Eyck)
"ayudar al hombre a regresar a casa". 

Los jardines del museo Kröller-Müller de Otterlo alojan las reconstrucciones de los
pabellones que Rietveld y Van Eyck construyeron en 1955 y 1966, para la Exposición
Internacional de Escultura del parque Sonsbeek de Arnhem. Esta comunicación relata el
proceso de formación del museo y la reciente historia de reconstrucción de los pabellones
integrados en él.

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