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LA ACCIÓN HUMANA

Factores de Producción: Trabajo versus Ocio Dejando de lado el problema de la asignación de la producción
sobre las líneas más deseadas y el problema de la medición de un producto contra otro, es evidente que todo
hombre desea maximizar su producción de bienes de consumo por unidad de tiempo. Él trata de satisfacer,
tantos de sus fines importantes como sea posible y, en el menor tiempo posible. Pero para aumentar la
producción de sus bienes de consumo, debe aliviar el problema de la escasez de los factores de producción; él
tiene que aumentar la oferta disponible de esos factores escasos. Los factores dados por la naturaleza son
limitados por su medio ambiente y por lo tanto no pueden ser incrementados. Esto deja al hombre con la
opción de incrementar su oferta de bienes de capital o incrementar su uso de trabajo. Podría argumentarse que
otra forma de aumentar la producción es mejorar el conocimiento técnico de cómo producir los bienes
deseados mejorando las recetas. Una receta, sin embargo, sólo puede establecer los límites exteriores de los
aumentos en producción; los aumentos reales pueden lograrse únicamente con un aumento en la oferta de
factores productivos. Así, supongamos que Robinson Crusoe llega, sin ningún equipo, a una isla desierta.

Pero sin la oferta necesaria de factores disponibles, ese conocimiento no sería suficiente para construir la
mansión. Un método, entonces, por el cual el hombre puede aumentar su producción por unidad de tiempo es
mediante el incremento del uso de trabajo. En el primer lugar, sin embargo, las posibilidades de esa expansión
están estrictamente limitadas por el número de personas en existencia en un momento dado y por el número
de horas del día. En segundo lugar, está limitada por la capacidad de cada trabajador, y esa capacidad tiende a
variar. Y, finalmente, existe una tercera limitación en la oferta de trabajo: sea o no que el trabajo produzca
satisfacción directamente en sí mismo, el trabajo siempre implica una renuncia al ocio, un bien deseable. En
tal mundo, la oferta total de trabajo disponible sería igual a la cantidad total de trabajo que los hombres fuesen
capaces de ejercer. Todo el mundo tendría ganas de trabajar al máximo de su capacidad, ya que el mayor
trabajo conduciría a una mayor producción de bienes de consumo deseados. Para casi todos los actores, el
ocio es un bien de consumo, a ser contrapesado contra la adquisición de otros bienes de consumo, incluyendo
la posible satisfacción del mismo esfuerzo. Cuanto más trabaja un hombre, menos ocio puede disfrutar. El
aumento de trabajo por lo tanto reduce la oferta disponible de ocio y la utilidad que proporciona. Por
consiguiente, “La gente trabaja sólo cuando valoran el rendimiento del trabajo como mayor que la
disminución en la satisfacción provocada por la reducción del ocio.” Es posible que incluida en ese “retorno”
de satisfacción producida por el trabajo pueda haber satisfacción en el trabajo mismo, en el gasto voluntario
de energía en una tarea productiva. Cuando tal satisfacción por el trabajo no existe, entonces simplemente el
valor esperado del producto obtenido por el esfuerzo será sopesado contra la de sutilidad implicada en la
renuncia al ocio la utilidad del ocio a la que se renunció. En el caso en el que el trabajo proporciona una
satisfacción intrínseca, la utilidad del bien producido incluirá la utilidad proporcionada por el esfuerzo mismo.
A medida que la cantidad de esfuerzo se incrementa, sin embargo, la utilidad de la satisfacción proporcionada
por el trabajo mismo disminuye, y la utilidad de las unidades sucesivas del producto final también disminuye.
Tanto la utilidad marginal del producto final como la utilidad marginal de la satisfacción del trabajo
disminuyen con un incremento de su cantidad, porque ambos bienes siguen la ley universal de la utilidad
marginal.

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