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La Ley Moral y Las Leyes Ceremoniales
La Ley Moral y Las Leyes Ceremoniales
LOS enemigos más peligrosos de la fe cristiana son sus presuntos defensores. Y los adversarios
más temibles de la ley de Dios son los que profesan rendir culto al Creador y supremo Legislador
mientras quebrantan sus mandamientos, de mala o buena fe. Entre los últimos se encuentran los
que no distinguen la diferencia entre la ley moral y las leyes ceremoniales expuestas en las
Escrituras. De aquí la importancia de este capítulo o estudio.
“Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo,
bien hacéis” (Santiago 2: 8).
“¿Qué diremos pues? ¿Es acaso la ley pecado? ¡No se diga nunca! AI contrario, no hubiera yo
conocido el pecado, excepto por medio de la ley: pues no hubiera conocido la concupiscencia si la
ley no hubiera dicho: No codiciarás” (Romanos 7: 7, VM).
Nota. —La ley que dice esto es la ley de los Diez Mandamientos.
“El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es
el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta,
sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12: 13, 14). “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser
juzgados por la ley de la libertad" (Santiago 2: 12).
Nota. —“La ley de la libertad" que dice: “No cometerás adulterio” y “no matarás” (vers. 11), y a la
cual se le intitula “la ley real” (vers. 8), es decir, la ley regia, es la ley por la cual los hombres serán
juzgados.
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín” (Hebreos 11:4. Véase Génesis 4: 3-
5; 8: 20).
"Y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a
excepción de oír la voz, ninguna figura visteis. Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por
obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra” (Deuteronomio4: 12, 13).
“Llamó Jehová a Moisés,... diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles; Cuando alguno de entre
vosotros ofrece ofrenda a Jehová”, etc. (Levítico 1: 1,2). “Esta es la ley del holocausto, de la
ofrenda, de! sacrificio por el pecado, del sacrificio por la culpa, de las consagraciones y del
sacrificio de paz, la cual mandó Jehová a Moisés en el monte de Sinaí, el día que mandó a los hijos
de Israel que ofreciesen sus ofrendas” (Levítico 7: 37,38).
Nota. —“III. Además de esta ley, comúnmente llamada moral, le plugo a Dios dar al pueblo de
Israel, como una iglesia menor de edad, leyes ceremoniales, que contenían varios ritos típicos, en
parte de adoración, que prefiguraban a Cristo, sus mercedes, acciones, sufrimientos y beneficios; y
en parte con diversas instrucciones sobre deberes morales. Todas estas leyes ceremoniales están
abolidas bajo el Nuevo Testamento o pacto.
“IV. También les dio a ellos, como un cuerpo político, diversas leyes judiciales, que expiraron
juntamente con la organización nacional de ese pueblo, y que están sin vigencia ahora para ningún
otro, fuera de la equidad general que ese código pueda requerir” (Westminster Confession of
Faith [Confesión de fe de Westminster], cap. 19, en Philip Schaff, The Creeds of Christendom,
Harper, tomo 3, págs. 640,641).
“Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió
en dos tablas de piedra” (Deuteronomio 4: 13).
“Tomaron luego del holocausto, ... a fin de que ofreciesen a )ehová según está escrito en el libro
de Moisés" (2 Crónicas 35:
12).
20).
Nota. —“La ley de Dios es una ley divina, santa, celestial, perfecta. Los que hallan defectos en la
ley, o en el menor grado la desprecian, no entienden su finalidad, ni tienen una idea correcta de la
ley misma. Pablo dice: ‘La ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado’. En todo lo que
decimos siempre concerniente a la justificación por la fe, nunca queremos rebajar la opinión que
nuestros oyentes tengan de la ley. Porque la ley es una de las obras más sublimes de Dios. No hay
un solo mandamiento de más; no hay uno solo de menos; sino que es tan incomparable, que su
perfección es una prueba de su divinidad” (C. H. Spurgeon, Sermones, 2da. serie, 1857, pág. 280).
“Se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al
que practica ese culto” (Hebreos 9: 9).
“Pero habiendo venido Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por medio del mayor y
más perfecto tabernáculo, no hecho de manos,... habiendo ya hallado eterna redención” (vers. 11,
12, VM).
“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del
templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (S. Mateo 27: 50, 51).
¿Con qué palabras había prcdicho el profeta Daniel el fin del sistema judío de los sacrificios?
“Y dará validez al pacto para con muchos en la semana restante, y a la mitad de ¡a semana hará
cesar el sacrificio y la ofrenda vegetal" (Daniel 9: 27, VM).
(Las páginas se refieren a The Creeds of Christendom [Los credos de la cristiandad] por Philip
Schaff, Harper, tomo 3.)
“Enseñamos que esta ley no fue dada a los hombres para que podamos ser justificados por su
observancia; sino para que, gracias a ella, podamos y más bien reconocer nuestra enfermedad, el
pecado, y nuestra condenación; y así, sin esperanza en nuestra fuerza, podamos acudir a Cristo
por la fe” (pág. 855).
Iglesia Anglicana.—Treinta y nueve Artículos, artículo 7. Los mismos términos del precedente
artículo 7 de la iglesia Protestante Episcopal, de donde fueron tomados (págs. 491,492, cois. 1,2).
“Vil. Tampoco los usos de la ley antes mencionados son contrarios a la gracia del Evangelio, sino
que hacen placentera su obediencia; el Espíritu de Cristo subyuga y capacita la voluntad del
hombre para hacer libre y alegremente la voluntad de Dios, revelada en la ley, que debe ser
hecha” (págs. 641-643).
Capítulo XX: “I. La libertad que Cristo ha adquirido para los creyentes por el Evangelio consiste en
su liberación de la culpa del pecado, la ira condenatoria de Dios, la maldición de la ley moral...
Todo ello era también común para los creyentes bajo la ley; pero bajo el Nuevo Testamento [o
pacto] la libertad de los cristianos aumenta adicionalmente por su liberación del yugo de la ley
ceremonial, a la cual estaba sujeta la iglesia de los judíos” (págs. 643,644).
Bautista.—Confesión de New Hampshire, artículo 12: “Creemos que la ley de Dios es la norma
eterna c inmutable de su gobierno moral; que es santa, justa y buena; y que la incapacidad que las
Escrituras atribuyen a los hombres caídos para cumplir sus preceptos surge enteramente del amor
que ellos tienen al pecado. Un gran propósito del Evangelio y de los medios de la gracia vinculados
con el establecimiento de la Iglesia visible es librarlos del amor al pecado y restaurarlos mediante
un Mediador a una genuina obediencia a la santa ley” (pág. 746).
Del Catecismo Romano que forma parte de la Biblioteca de Autores Cristianos publicada bajo los
auspicios y alta dirección de la Pontificia Universidad de Salamanca, impreso en Madrid en 1956,
con el Nihil Obstat del Dr. Germán Marti!, censor; y el Imprimatur del Fr. Francisco, Obispo de
Salamanca, extraemos las siguientes declaraciones:
“La prueba definitiva del auténtico amor a Dios es el fiel cumplimiento del Decálogo” (pág. 686).
“Nadie piense, por consiguiente, que, por haber sido abrogada la ley de Moisés, el Decálogo ha
perdido su fuerza obligatoria; todos estamos obligados a obedecer a los mandamientos, no
precisamente porque nos fueron manifestados por medio de Moisés, sino porque sus dictámenes
están esculpidos en el alma misma del hombre y porque Cristo los explicó y ratificó después en su
Evangelio” (pág. 694).
“Subrayemos... la absoluta necesidad que todos tenemos de obedecer a la ley divina. Tanto más
cuanto que no han faltado en nuestros días quienes, impíamente y con el máximo daño para sí
mismos y para los demás, se han atrevido a sostener que, fácil o difícil, la ley no es necesaria para
la salvación” (pág. 698).
“Aunque el Decálogo fue dado por Dios a los judíos por medio de Moisés, preexistía ya, sin
embargo, como ley natural impresa en el alma del hombre. Y Dios exigió siempre—aun antes de su
promulgación oficial en el Sinaí— que fuese observado por todos los hombres” (pág. 701).