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INCONSTITUCIONALIDAD PARCIAL

EXPEDIENTES ACUMULADOS 1154-2003, 1398-2003, 1460-2003 y 1625-2003


CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS MARIO GUILLERMO RUIZ
WONG, QUIEN LA PRESIDE, CIPRIANO FRANCISCO SOTO TOBAR, JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ,
RODOLFO ROHRMOSER VALDEAVELLANO, NERY SAÚL DIGHERO HERRERA, FRANCISCO JOSÉ
PALOMO TEJEDA Y GLORIA MELGAR DE AGUILAR. Guatemala, once de febrero de dos mil cuatro.
Se tiene a la vista para dictar sentencia, las acciones de inconstitucionalidad general parcial de los
artículos 1, 2, 3 y 4 del Decreto 9-2003 del Congreso de la República de Guatemala, que reforman el artículo 177 y
adicionan el artículo 177 “bis” a la Ley de Propiedad Industrial (Decreto 57-2000 del Congreso de la República de
Guatemala), promovidas por: a) Felipe Antonio Bosch Gutiérrez, en su calidad de Presidente de la Junta Directiva y
Representante Legal de la Cámara de Industria de Guatemala, quien actuó con el auxilio de los abogados Roberto
Villeda Arguedas, Fernando Ramón Marín Amaya y Claudia Lorena Roldán Rodríguez; b) Pablo Manuel Duarte
Saenz de Tejada, quien actuó con el auxilio de los abogados Jorge Estuardo Arias Ramírez, Karla Mireille Araujo
Búcaro de Arias y Juan Pablo Saucedo Conde; c) Sergio Fernando Morales Alvarado, en su calidad de Procurador
de los Derechos Humanos, quien actuó con el auxilio de los abogados Alejandro Rodríguez Barillas, Gerardo Prado
y José Guillermo Rodríguez Arévalo; d) Carlos Humberto Estrada Lemus, en su calidad de Presidente y
Representante Legal de la entidad Asociación Bloque de Líderes Comunitarios, quien actuó con el auxilio de los
abogados José Alejandro Villamar González, Javier Antonio Villamar González y Gerardo Arturo López Bhor.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LA IMPUGNACIÓN
Lo expuesto por los accionantes se resume: I) Felipe Antonio Bosch Gutiérrez, indicó: I.a) el veintiséis de marzo
de dos mil tres, el Congreso de la República aprobó el Decreto 9-2003, que contiene Reforma a la Ley de Propiedad
Industrial, -Decreto No. 57-2000 del Congreso de la República y sus Reformas-, mismo que modifica el artículo 177
y adiciona el artículo 177 “bis” a la Ley de Propiedad Industrial, que se refieren concretamente a la protección de la
información o datos de prueba. I.b) los artículos 1 y 2 del Decreto impugnado violan los artículos 1°, 2°, 3°, 42, 43,
79, 93, 94, 95, 119 y 130 de la Constitución Política de la República de Guatemala, pues crean un sistema de
sobreprotección de los derechos de propiedad intelectual que excede los compromisos asumidos por Guatemala en
el ámbito internacional. Tal sobreprotección se basa en una categoría de la propiedad intelectual distinta a la
reconocida por la Carta Magna y en condicionantes sustancialmente diferentes a las establecidas en el “Acuerdo
sobre los Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio”, técnicamente conocido como
Acuerdos sobre los ADPIC, (suscrito por Guatemala) promoviendo de tal manera privilegios y condiciones
monopólicas a favor de compañías extranjeras a través de la obstaculización de registros sanitarios o fitosanitarios
que son necesarios para comercializar productos farmacéuticos y productos químicos agrícolas genéricos de origen
nacional, repercutiendo en la elevación desmedida de los precios de estos productos, toda vez que no existen
condiciones de libre competencia que permitan al mercado fijar dichos precios. I.c) el artículo 1 impugnado, que
reforma el artículo 177 de la Ley aludida establece: “Durante un plazo de cinco años, para el caso de productos
farmacéuticos, o de diez años tratándose de productos químicos agrícolas o para la protección de cultivos, contados
a partir de la fecha de otorgamiento de la primera autorización de comercialización de Guatemala, de una nueva
entidad química o de un producto nuevo que utiliza o incorpora esa nueva entidad química, la autoridad sanitaria o
fitosanitaria competente no podrá conceder otro registro, licencia o autorización de comercialización respecto a
entidades químicas o productos iguales o similares haciendo uso por referencia dentro de expedientes abreviados o
procedimientos simplificados, de la información o datos de prueba que le hubieren sido proporcionados por el primer
registrante, salvo que éste o el titular de la información o datos de prueba, según el caso, diese su consentimiento
por escrito con firma legalizada. El vencimiento de los plazos establecidos no tendrá como efecto el que la
información o datos de prueba protegidos pierdan su carácter de confidenciales, si se hubiesen presentado bajo esa
reserva. La inobservancia a lo establecido en el párrafo precedente constituirá uso comercial desleal, que dará
lugar a las acciones judiciales que correspondan en contra de quienes se beneficien de ello, sin perjuicio de la
responsabilidad de la autoridad o funcionarios que dieron lugar a tal práctica. Lo establecido en este artículo no
perjudicará la facultad de la autoridad sanitaria competente para divulgar la información o datos que puedan, total o
parcialmente, cuando sea necesario para proteger la vida, la salud o la seguridad humana o la vida animal o vegetal
o el medio ambiente. En todo caso, la autoridad deberá asegurarse que la información o datos de prueba no sean
utilizados directa o indirectamente en beneficio de terceros no autorizados”. Conforme a ello el artículo 2 del Decreto
objeto de impugnación, que adiciona el artículo 177 “bis” de la Ley citada, regula: “A los efectos de lo dispuesto en el
artículo anterior, se entenderá por: a) información o datos de prueba: la información o datos cuya generación es el
resultado de un esfuerzo considerable, que pueden o no tener, total o parcialmente, el carácter de secreto
empresarial en el sentido de esta Ley que se presenten con el propósito de obtener un registro sanitario o
fitosanitario; b) Producto nuevo: todo producto o composición farmacéutica o químico agrícola que no ha sido
previamente autorizado para su comercialización en Guatemala; c) Nueva entidad química: todo principio activo,
compuesto químico o molécula que no ha sido previamente evaluado por la autoridad sanitaria o fitosanitaria
competente de Guatemala, con motivo de la presentación de una solicitud de registro sanitario o fitosanitario”. La
Constitución Política de la República de Guatemala reconoce el derecho de autor y el derecho de inventor que son
las únicas dos categorías de la propiedad intelectual que otorgan privilegios exclusivos a sus titulares con efectos
erga omnes y que constituyen una excepción al artículo 43 constitucional que reconoce la libertad de industria,
comercio y trabajo, toda vez que sin autorización de los titulares, ninguna persona puede explotar la obra o invento.
Como vemos la protección de la información o datos de prueba es una categoría de la propiedad intelectual distinta
a las reconocidas por el artículo 43 ibíd y no existe obligación de “exclusividad” conforme a los compromisos
internacionales asumidos por el Estado de Guatemala ante la Organización Mundial del Comercio por medio del
Acuerdo sobre los ADPIC. No obstante lo anterior, las reformas a la Ley de Propiedad Industrial le dan el mismo
status a la protección de la información o datos de prueba que a la protección del derecho de autor o del derecho de
inventor y, es mediante un carácter estrictamente comercial que se restringe por un período determinado (cinco y
diez años) el otorgamiento de un registro sanitario, necesario para comercializar productos farmacéuticos o
agroquímicos. En el caso de las compañías extranjeras multinacionales –que generan la información y los datos de
prueba-, al invertir grandes cantidades de dinero en la invención de un nuevo medicamento o agroquímico esperan
recuperar y obtener beneficios económicos de su invento en prácticamente todos los países del mundo, invento que
es protegido por medio de la patente por un plazo mínimo de al menos veinte años en cada país, pero en el caso de
las compañías guatemaltecas, este incentivo se pierde, puesto que las ventas totales serán únicamente en este
mercado y no existen recursos financieros, tecnológicos ni infraestructura para generar la información o datos de
prueba. En el supuesto que la medicina o agroquímico nuevo obtuviera su protección por medio de patente y en el
corto plazo se obtuviera la autorización para la comercialización, no existiría inconveniente ni se podría afirmar que
existe restricción de la libertad de industria y comercio, pues la protección de la información o datos de prueba
siempre estaría inmersa en el plazo de protección de la patente; sin embargo la ley omitió hacer esta aclaración
porque la exclusividad se otorga a partir de haberse obtenido el primer registro de comercialización en Guatemala,
lo que puede incluir cualquier producto, incluso, los que no tienen o no han tenido protección por medio de patentes.
De ello se advierte que el objeto de las reformas impugnadas es evitar la comercialización en condiciones de libre
competencia de productos nacionales, sin que dicho Decreto haya considerado las limitaciones que por motivos
sociales o de interés nacional debería imponer esa ley. Por otro lado es preciso indicar que previo a la entrada en
vigencia del Decreto impugnado, ni la autoridad sanitaria del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, ni la
autoridad sanitaria del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, hacían uso de la información o datos de
prueba del primer registrante para otorgar un segundo registro de comercialización. Tampoco los siguientes
registrantes hacían uso de dicha información, por lo que, la supuesta protección establecida mediante la reforma al
artículo 177 y adición del 177 “bis” de la Ley de Propiedad Industrial deviene inaplicable, calificadas como normas
restrictivas de la libertad de industria y comercio. I.d) respecto a la premisa que sustenta la violación del artículo
119, literales a), d), h), j), l), m), n) y del artículo 130 constitucionales, es que, contrario a lo que estipulan dichas
normas, los artículos impugnados impiden el cumplimiento de ciertas obligaciones del Estado de Guatemala, de tal
modo que al restringirse el otorgamiento de registros sanitarios y fitosanitarios para la comercialización de
medicamentos y agroquímicos, la industria dedicada a la producción de este tipo de bienes se ve menoscabada y,
al no existir una economía de mercado y condiciones de libre competencia, los precios tienden a elevarse,
afectando también las actividades agrícolas por el encarecimiento de los insumos de las mismas, atentado con ello
al desarrollo ordenado del comercio exterior del país; asimismo, al elevarse los precios de dichos medicamentos e
insumos agrícolas, el presupuesto familiar se ve reducido, impidiendo el acceso a esos medicamentos así como a
los alimentos. Por otro lado, con la exclusividad adoptada por el artículo 177 –reformado- en beneficio de las
compañías extranjeras, les permite a ellas gozar de un mercado sin competencia y establecer los precios que mejor
les parezca, permitiéndoles aplicar prácticas excesivas que las conducen a concentración de bienes y medios de
producción en detrimento de la colectividad, propiciando de esa manera la reducción de la producción nacional. En
cuanto a la transgresión del artículo 130 referido, si bien es cierto la reforma impugnada no propiciará un monopolio
de cierto número de compañías respecto a todo el sector de medicamentos y agroquímicos, si es cierto que en
determinados medicamentos únicamente podrá comercializarlo el primer registrante, debido al privilegio otorgado
legalmente a su favor, atentado contra la economía del mercado en perjuicio de sus consumidores. I.e) Con relación
a la salud, -artículos 93, 94 y 95 constitucionales- limitar la producción nacional de medicamentos y agroquímicos,
como lo pretenden las normas objeto de inconstitucionalidad, implica la inaccesibilidad a dichos medicamentos,
atentando contra la salud de la población, pues las compañías a cuyo favor esté la exclusividad tienen la libertad de
fijar precios elevados, sin verse obligadas por algún competidor directo a reducirlos, al menos, durante el tiempo de
la exclusividad, es por ello que al adoptar normas que de manera directa atentan contra la producción de
medicamentos y por ende contra el acceso a los mismos, tales normas están en conflicto respecto al derecho al
goce de la salud. Esto repercute en el presupuesto de la nación en materia de salud pública y asistencia social,
puesto que a precios más elevados e imposibilidad de aumentar el presupuesto en la misma medida,
necesariamente debe reducirse la cobertura de medicamentos; cabe considerar que, al tomar esas medidas el
Estado pone en riesgo la vida la de población, así como su desarrollo integral, incumpliendo con sus obligaciones
sin perseguir el bien común. Solicitó se declare procedente la inconstitucionalidad general parcial planteada. II)
Pablo Manuel Duarte Sáenz de Tejada, manifestó: II.a) Acciona de inconstitucionalidad parcial los artículos 177 y
177 “bis” de la Ley de Propiedad Industrial –Decreto 57-2000 del Congreso de la República- reformado y adicionado
respectivamente por el Decreto 9-2003 del Congreso de la República. Aprobado el veintiséis de marzo de dos mil
tres. II.b) Las normas impugnadas establecen un sistema arbitrario que retrasa la comercialización de productos
competidores porque el dueño de la información presentó por primera vez en Guatemala su solicitud de registro y la
información pertinente, sin importar que el producto goce o no de la protección de una patente o si la información es
ampliamente conocida en el mundo o no. La legislación guatemalteca ha creado un sistema de sobreprotección
parecido al de la protección de un invento por medio de patentes y el mismo no está reconocido por la Constitución
Política de la República de Guatemala, se encuentra fuera del ámbito de la propiedad intelectual y de los derechos
humanos, cuyo fin último no es promover la creatividad o la innovación, dejando abierta la posibilidad de proteger
información ampliamente conocida en cualquier país del mundo y puede permitir la protección de productos que no
tienen patente de invención ni son susceptibles de ser protegidos. II.c) Es evidente que las normas impugnadas de
inconstitucionalidad pretenden consolidar privilegios de exclusividad para compañías extranjeras en detrimento del
acceso a productos genéricos eficaces de buena calidad que pueden contribuir a una reducción sustancial de los
precios en medicamentos y agroquímicos como consecuencia de la libre competencia, de ello se establece que si
no está sustentada la supuesta protección de un derecho de propiedad intelectual y no existe razón válida para
supeditar el otorgamiento de un registro sanitario a un derecho ajeno, estamos en presencia de normas que
restringen la libertad de industria, comercio y trabajo, y que generan consecuencias que afectan directamente a la
salud y alimentación de la población. Si bien es cierto que los datos de prueba deben protegerse contra su
divulgación y contra su uso comercial desleal, como consecuencia de los compromisos asumidos por todos los
miembros de la Organización Mundial de Comercio –incluida Guatemala-, mediante el Acuerdo sobre los ADPIC,
ninguna norma internacional obliga a los países a requerir esa información como condición para obtener un registro
de comercialización, mucho menos para adoptar un plazo durante el cual se prohíban o restrinjan los registros de
comercialización de productos que no sean los originales bajo la intención de proteger así cierta información. Los
artículos 177 y 177 “bis” no protegen derechos de propiedad intelectual, sino establecen un sistema que restringe
mediante retrasos injustificados el registro de productos genéricos, evitando su comercialización en condiciones de
libre competencia, lo que impide la reducción sustancial de sus precios, pues se promueven condiciones de
privilegio (monopólicas) a favor de compañías extranjeras, y esa restricción ocasiona que los precios de los
medicamentos y agroquímicos se mantengan inaccesibles. II.d) Según lo que regula el artículo 177 precitado, la
autoridad sanitaria debe abstenerse de otorgar otros registros en determinado tiempo, pues cuando se le presenta
la solicitud de un segundo registro de comercialización, ni siquiera recurre al primer registrante para decidir si otorga
o no dicho registro. II.e) Respecto a la transgresión que las normas impugnadas hacen de los artículos 42 y 43 de la
Constitución Política de la República, lo que pretenden las mismas es retrasar la libre comercialización, como ya se
apuntó, de productos competidores fuera de toda consideración relacionada con la propiedad intelectual, dándole
calidad de uso comercial desleal al hecho de que la autoridad sanitaria otorgue un registro. Asimismo, es válido
afirmar que esos artículos objeto de inconstitucionalidad le dan el mismo estatus a la protección de la información o
datos de prueba que a la protección del derecho de autor o del derecho de inventor y, es mediante un tema de
carácter estrictamente comercial que se restringe por un período determinado el otorgamiento de un registro
sanitario, necesario para comercializar productos farmacéuticos o agroquímicos. Dicha restricción no está
comprendida dentro de las limitaciones que el mismo artículo 43 constitucional prevé en cuanto a los motivos
sociales o de interés nacional, porque está comprobado que, cuando un producto goza de la exclusividad de un
mercado, el precio tiende a subir con relación al precio que tendría si hubiera más productos competidores en esa
mercado. Por lo que pretender incorporar categorías de propiedad intelectual distintas a las reconocidas por la Carta
Magna y de manera distinta a los compromisos asumidos internacionalmente es abrir la puerta a contravenir el
reconocimiento de esa libertad de industria, comercio y trabajo a que se ha hecho referencia anteriormente, de igual
forma se comete error al tratar de interpretar esas normas constitucionales –artículos 42 y 43- de manera
independiente, pues en cierta forma el reconocimiento de los derechos de autor y de inventor deberían considerarse
como excepciones a la libertad de industria y comercio. II.f) En el caso de las compañías extranjeras
multinacionales –que generan la información y los datos de prueba-, al invertir grandes cantidades de dinero en la
invención de un nuevo medicamento o agroquímico esperan recuperar y obtener beneficios económicos de su
invento en prácticamente todos los países del mundo, invento que es protegido por medio de la patente por un
plazo mínimo de al menos veinte años en cada país, pero en el caso de las compañías guatemaltecas, este
incentivo se pierde, pues las ventas totales serán únicamente en este mercado y no existen recursos financieros,
tecnológicos ni infraestructura para generar la información o datos de prueba. En el supuesto que la medicina o
agroquímico nuevo obtuviera su protección por medio de patente y en el corto plazo se obtuviera la autorización
para la comercialización, no existiría inconveniente ni se podría afirmar que existe restricción de la libertad de
industria y comercio, pues la protección de la información o datos de prueba siempre estaría inmersa en el plazo de
protección de la patente; sin embargo la ley omitió hacer esta aclaración porque la exclusividad se otorga a partir de
haberse obtenido el primer registro de comercialización en Guatemala, lo que puede incluir cualquier producto,
incluso, los que no tienen o no han tenido protección por medio de patentes. II.g) Por otro lado es preciso indicar
que previo a la entrada en vigencia del Decreto impugnado, ni la autoridad sanitaria del Ministerio de Salud Pública
y Asistencia Social, ni la autoridad sanitaria del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, hacían uso de
la información o datos de prueba del primer registrante para otorgar un segundo registro de comercialización.
Tampoco los siguientes registrantes hacían uso de dicha información, por lo que, la supuesta protección establecida
mediante la reforma al artículo 177 y adición del 177 “bis” de la Ley de Propiedad Industrial deviene inaplicable,
calificadas como normas restrictivas de la libertad de industria y comercio. II.h) Los artículos impugnados vulneran
también, el artículo 119, literales a), d), h), j), l), m), n) y el artículo 130 constitucionales pues, los privilegios que
otorgan tienen incidencia directa en los precios de los medicamentos y de los insumos agrícolas, haciéndose menos
accesibles a la población, principalmente la más necesitada. Esta situación además de ser contraria al espíritu de la
Carta Magna, y exceder de los compromisos asumidos por el Estado de Guatemala en el ámbito internacional,
impide el cumplimiento de ciertas obligaciones del Estado, de forma tal que no promueve el desarrollo económico
de la Nación, estimulando la iniciativa en actividades agrícolas, pecuarias, industriales, turísticas y de otra
naturaleza; no vela por la elevación del nivel de vida de todos los habitantes del país, procurando el bienestar de la
familia, ya que crea privilegios y condiciones que propician el aumento desmedido de los precios en los
medicamentos e insumos agrícolas con repercusiones en los precios de los productos de la canasta básica,
promoviendo el funcionamiento de prácticas excesivas que conducen a la concentración de bienes y medios de
producción en detrimento de la colectividad, principalmente a favor de compañías extranjeras. Con dichas reformas
tampoco se le da al campesino y al artesano ayuda técnica y económica, porque se elevan los precios de los
insumos que le sirven para desarrollar sus actividades agrícolas; no se promueve el desarrollo ordenado y eficiente
del comercio interior y exterior del país, fomentando mercados para los productos nacionales, debido a que la
industria nacional se ve impedida de registrar sus productos que le permitan comercializarlos tanto en el país como
externamente y con ello, también la imposibilidad de hacer uso de los instrumentos de la integración económica
centroamericana respecto del reconocimiento mutuo de registros. No existe una relación congruente entre el gasto
público y la producción nacional porque el tiempo que se restringe la industria y la comercialización nacional de
medicamentos y agroquímicos, el presupuesto del seguro social y de salud pública y asistencia social deben
incrementarse necesariamente, si no se quiere reducir la cobertura nacional de medicamentos y salud. El artículo
130 ibíd prohíbe los monopolios y privilegios, dándole al Estado la facultad de limitar el funcionamiento de empresas
monopolísticas y proteger la economía de mercado, impidiendo las asociaciones que tiendan a restringir la libertad
de mercado o perjudiquen a los consumidores. Si bien es cierto que la Ley de Propiedad Industrial no propiciará un
monopolio de cierto número de compañías respecto a todo el sector de medicamentos y agroquímicos, sí es cierto
que en determinados medicamentos únicamente podrá comercializarlo el primer registrante debido al privilegio
otorgado legalmente a su favor. II.i) Con relación a la salud, -artículos 93, 94 y 95 constitucionales- limitar la
producción nacional de medicamentos y agroquímicos, como lo pretenden las normas objeto de
inconstitucionalidad, implica la inaccesibilidad a dichos medicamentos, atentando contra la salud de la población,
pues las compañías a cuyo favor esté la exclusividad tienen la libertad de fijar precios elevados, sin verse obligadas
por algún competidor directo a reducirlos, al menos, durante el tiempo de la exclusividad, es por ello que al adoptar
normas que de manera directa atentan contra la producción de medicamentos y por ende contra el acceso a los
mismos, tales normas están en conflicto respecto al derecho al goce de la salud. Esto repercute en el presupuesto
de la nación en materia de salud pública y asistencia social, puesto que a precios más elevados e imposibilidad de
aumentar el presupuesto en la misma medida, necesariamente debe reducirse la cobertura de medicamentos; cabe
considerar que, al tomar esas medidas el Estado pone en riesgo la vida la de población, así como su desarrollo
integral, incumpliendo con sus obligaciones sin perseguir el bien común. Solicitó que se declare procedente la
presente acción. III) Sergio Fernando Morales Alvarado, en su calidad de Procurador de los Derechos
Humanos, expresó: III.a) Impugna en forma general el Decreto 9-2003 del Congreso de la República de
Guatemala, que reforma mediante los artículos 1, 2, 3, y 4 el Decreto 57-2000 de la Ley de Propiedad Industrial, del
Congreso de la República. III.b) La Constitución Política de la República de Guatemala garantiza la protección del
derecho a la libertad de industria y comercio, pero no como un derecho absoluto sino con las limitaciones que
derivan de la regulación internacional, incluyendo dentro de ese marco los Tratados Internacionales en materia de
Derechos Humanos; los Tratados específicos que ha suscrito el Estado de Guatemala, en materia de Propiedad
Intelectual, en especial el Acuerdo sobre los ADPIC; el conjunto de declaraciones y principios que en el marco de la
Comunidad Internacional se han emitido con respecto a la Propiedad Intelectual e Industrial, y que constituyen un
marco de interpretación de los alcances al derecho establecido en el artículo 42 constitucional. III.c) El derecho a la
salud, protegido por los artículos 93 a 95 constitucionales, constituye el marco mínimo e irrenunciable que el
legislador debe respetar sobre el contenido del sistema jurídico guatemalteco en todos los aspectos relacionados
con la salud, por ello el Estado, al momento de proteger los derechos de la propiedad industrial o intelectual no
puede contravenir ese derecho ni establecer un régimen que lleve a menoscabar las posibilidades de acceso a la
salud, en especial a los medicamentos. Esto, en virtud de la primacía que nuestro ámbito constitucional impone en
el artículo 44 de la Carta Magna al interés general sobre el interés particular, y al hecho que el mismo artículo 42
antes citado dispone expresamente que Guatemala, al regular el tema de los derechos de autor e inventor, debe
regirse por los Tratados Internacionales en esta materia. III.d) Según el Decreto 9-2003 los conceptos de “nuevo
producto” y de “nueva entidad química” implican que productos con varias décadas de presencia en el mercado
internacional serían considerados nuevos en Guatemala, desde el mismo momento que se intentara su
comercialización, desencadenando automáticamente el plazo de protección de los datos de prueba, limitando la
posibilidad de producir, comercializar y distribuir cualquier medicamento genérico. Esa situación resulta paradójica si
se tiene en cuenta que muchos de esos productos presentes incluso en las farmacopeas internacionales ya han
probado suficientemente su calidad, seguridad y eficacia. Las normas impugnadas impiden el acceso a los
medicamentos desde un punto de vista económico, pues los dueños de los datos de prueba, de conseguir el primer
registro del producto, se ven automáticamente favorecidos con una posición monopólica en virtud de la legislación
nacional, pudiendo imponer arbitrariamente los precios y condiciones de comercialización, violando con ello el
acceso a medicamentos de la población más pobre y de menos recursos. III.e) Los artículos atacados violan el
derecho a la vida y a la integridad corporal de los ciudadanos, garantizado en el artículo 3° constitucional, pues en
los casos de pacientes de enfermedades terminales y que carecen de recursos económicos no tendrán la
oportunidad de adquirir medicamentos alternativos de bajo costo, falleciendo por tal motivo, teniendo el Estado el
deber de promover la salud física de sus habitantes, velando por la vida e integridad personal de los mismos. III.f) El
artículo 3 impugnado –deroga el Decreto 76-2002 del Congreso de la República- constituye un grave retroceso en
cuanto al derecho a la salud, pues restringe o dificulta el acceso a medicamentos por parte de la población
vulnerando con ello el artículo 93 de la Ley Suprema. III.g) Respecto a los artículos 119 y 130 de la Constitución, las
normas impugnadas, al exigir la presentación de datos de prueba para la autorización de comercialización de un
producto farmacéutico, genera un doble monopolio: en primer lugar, al consistir en requisito indispensable para
conceder un segundo registro que permita la autorización de comercialización, la exigencia de presentación de
datos de prueba, genera una protección de cinco años a productos que no gozan de la protección patentaria, en
tanto ya forman parte del dominio público desde hace más de dos décadas –ello debido a la definición de “producto
nuevo” y de “nueva entidad química” introducida en el Decreto 9-2003, que considera como novedades a estos
productos al ser registrados por primera vez para su comercialización en Guatemala. En segundo lugar, permitiría la
presencia monopólica en el mercado de productos de marca o innovadores, durante cinco años, desde la entrada
en vigor del Decreto. Sólo las grandes industrias cuentan con la capacidad de generar datos de prueba ya que
requieren de una cuantiosa inversión económica y acceso a tecnología, por ello todas aquellas empresas que no
cuentan con una tecnología avanzada se ven en la imposibilidad de poder obtener registros sanitarios para
comerciar sus productos, lo que constituye un bloqueo legal de acceso al mercado. De lo anteriormente expuesto se
concluye que los datos de prueba tienen como único fin verificar que un producto cuenta con los requisitos de
seguridad, efectividad y calidad necesario para la curación de una enfermedad, sin constituir una categoría de
propiedad intelectual que confiera derechos exclusivos, como sí ocurre en el caso de los títulos de propiedad
intelectual claramente definidos, como lo son las patentes o las marcas. Asimismo, esos datos de prueba sólo están
llamados a comprobar que el medicamento sirve para lo que dice que sirve (eficacia), no produce efectos
secundarios indeseados (seguridad) y es realizado con las normas de calidad necesarias. La exigencia de pedir los
datos de prueba a productos ya suficientemente conocidos supone una barrera ilegítima a la libertad de comercio y
está generando un privilegio al titular de los datos de prueba en una posición dominante en el mercado, inclusive
monopólica. III.h) Por imperio constitucional, el legislador guatemalteco no goza de una potestad absoluta para
regular el tema de la propiedad industrial, sino que debe ejercer sus facultades legislativas dentro del marco de la
regulación internacional que rige esta materia, fundamentalmente por el Acuerdo sobre los ADPIC, congruente con
lo dispuesto en el artículo 149 de la Carta Magna. De ello se advierte que el legislador debe tener en cuenta que la
propiedad intelectual e industrial no son derechos individuales absolutos, sino que encuentran limitaciones que
deben ser observadas al momento de ejercitar su potestad legislativa, pues los tratados y convenciones en materia
de propiedad intelectual constituyen un parámetro para realizar el test de constitucionalidad. Asimismo, debe
entenderse que la protección de la propiedad intelectual e industrial debe encontrarse subordinada a la protección
de derechos y valores más importantes, como son el derecho a la salud y el derecho a la vida, evitando prácticas
abusivas contra la competencia y el desarrollo de la economía nacional. Solicitó se declare con lugar la acción de
inconstitucionalidad general parcial promovida. IV) Carlos Humberto Estrada Lemus, quien actúa en su calidad
de Presidente y Representante Legal de Asociación Bloque de Líderes Comunitarios manifestó: IV.a) Los
artículos 177 y 177 “bis” del Decreto 9 -2003 del Congreso de la República, no buscan eliminar prácticas de
competencia desleal sino eliminar la competencia –sin importar si es leal o desleal- durante cierto tiempo, luego del
cual, existen condiciones que permitirían abusos de derecho y darían como consecuencia la prórroga de
protecciones de manera indefinida. IV.b) Los países miembros de la Organización Mundial de Comercio, cuando
negociaron el Acuerdo sobre los ADPIC, procuraron en la medida de lo posible buscar un equilibrio entre protección
y transferencia de tecnología. Por un lado buscaban proteger los derechos legítimos de propiedad intelectual que
permitieran incentivar y promover la creatividad, la innovación, el desarrollo de nuevos inventos. Pero por el otro
lado, también debía lograrse la transferencia de tecnología y la posibilidad de que todos tuvieran acceso a las
innovaciones a precios razonables. En el caso de los medicamentos, no obstante que la mayoría de países del
mundo no tienen acceso a los mismos, los países Miembros de la Organización Mundial del Comercio decidieron
que era necesario dar una protección a las nuevas medicinas y agroquímicos por el plazo de veinte años a través
de las patentes. Esto impediría que la producción de genéricos bajara los precios y le permitiría a las compañías
dedicadas a la investigación y desarrollo recuperar los costos de su inversión, además de las utilidades que hicieran
rentable el negocio, y como salida a los casos graves o de urgencia nacional donde fuera necesario tener acceso a
determinados medicamentos, los Miembros de la Organización referida negociaron mecanismos de escape, tales
como las licencias obligatorias y las importaciones paralelas, permitiendo con ello la competencia entre dos
productos del mismo productor pero con un diferencial de precios entre países. IV.c) No es razonable, ni bajo la
perspectiva jurídica ni la lógica, intentar calificar las actividades de la autoridad sanitaria relativas a la aprobación de
comercialización de productos genéricos que cumplan con especificaciones de eficacia y calidad, como un uso
comercial desleal. Ello en primer lugar porque las actividades de la autoridad sanitaria no están vinculadas al ámbito
industrial o comercial, no son sujeto de comercio e industria. En segundo lugar, porque si bien es cierto existe un
aprovechamiento del esfuerzo ajeno de inventor por parte de los productores de genéricos, dicho aprovechamiento
del esfuerzo ajeno se origina luego de haberse extinguido la protección del invento por medio de la patente. Hay
que tener presente que, cuando se extingue la protección del invento por medio de la patente, el invento pasa al
dominio público y cualquier persona tiene el derecho de fabricarlo, venderlo, ofrecerlo para la venta o importarlo sin
autorización del inventor. De ahí que dicho aprovechamiento del esfuerzo ajeno es completamente lícito y no es
concebible que la obligación de la autoridad sanitaria de verificar la calidad y eficacia de los medicamentos y
agroquímicos deba retrasarse en el tiempo porque de lo contrario es calificado como un uso comercial desleal. Una
interpretación contraria daría como resultado el establecimiento de condiciones monopólicas, de por vida a favor del
inventor. IV.d) Las definiciones contenidas en el artículo 177 “bis” permiten proteger de cierta manera los productos
y no la información porque los efectos de hecho y por derecho son los mismos que la protección de una patente. La
definición de producto nuevo permite abusos que pueden convertirse en una especie de patente de segundo uso
mediante la cual, haciendo pequeñas modificaciones a la formula de un medicamento o agroquímico, no significante
y que en nada alteran la esencia de tales productos, podría permitir el disfrute de plazos adicionales de protección
exclusiva impidiendo la comercialización de productos similares. IV.e) Respecto a la violación de los artículos 42 y
43 constitucionales, a su criterio, en materia de propiedad intelectual, únicamente el derecho de autor y el de
inventor pueden restringir la libertad de industria, comercio y trabajo, lo que no significa que solamente esos
derechos de propiedad intelectual puedan reconocerse o protegerse por medio de la legislación nacional; categorías
de la propiedad industrial como las marcas, por ejemplo, confieren un derecho sobre un signo o conjunto de signos
que pretenden distinguir un producto de los demás de su especie o género, pero en ningún caso prohíbe a los
competidores fabricar el producto como tal. De ahí que si resultare necesario limitar esa libertad a que se hace
mención por otras categorías de la propiedad intelectual que no sean el derecho de autor y el derecho de inventor,
es indispensable que previamente se justifiquen los motivos sociales o de interés nacional en los que descansaría
dicha limitación. Los artículos atacados dan un privilegio al primer registrante que son los únicos que cuentan con la
información para obtener la aprobación de comercialización. Las dos opciones que tienen los competidores hoy en
día son de facto, pues consiste en solicitar autorización al primer registrante o generar su propia información que,
como ya se mencionó con anterioridad, tanto una como la otra es simplemente imposible. Por otro lado, los efectos
de una supuesta protección de la información de datos de prueba en realidad es una protección al producto porque
evita la competencia en la producción y comercialización de los mismos, además, no exige ninguna condición para
que la información o datos de prueba sean protegibles, es decir, el producto goza de una exclusividad del mercado
por el simple hecho de presentar información o datos de prueba que, puede ser secreta o pública, de productos que
pueden o no ser nuevos y de entidades químicas que también pueden ser o no nuevas. IV.f) Referente a la
vulneración que las normas impugnadas hacen a los artículos 1°, 2°, 3°, 93, 94 y 95 de la Carta Magna, al no existir
la libre competencia los precios de los medicamentos y de los agroquímicos son fijados por el único productor o
distribuidor de la manera que mejor le parezca, teniendo como consecuencia la elevación de los mismos aunque no
sean accesibles a todos, sin perjuicio que en circunstancias de emergencia, la disponibilidad de medicamentos
también sea insuficiente. Una consecuencia natural de la elevación de los precios y la falta de disponibilidad de los
medicamentos es que no existen recursos suficientes para velar por la salud de todos los guatemaltecos, y, por lo
tanto, se pone en riesgo su integridad física y su vida. Solicitó que se declare procedente la acción de
inconstitucionalidad general planteada.
II. TRÁMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD.
No se decretó la suspensión provisional de los artículos 1, 2, 3 y 4 del Decreto 9-2003 del Congreso de la
República de Guatemala, que reforma el artículo 177 y adiciona el artículo 177 “bis” a la Ley de Propiedad Industrial
(Decreto 57-2000 del Congreso de la República de Guatemala). Se concedió audiencia por quince días al
Presidente de la República, al Congreso de la República, al Registrador del Registro de la Propiedad Intelectual, a
la Federación Centroamericana de Laboratorios Farmacéuticos (FEDEFARMA), al Ministerio de Economía y al
Ministerio Público. Se señaló día y hora para la vista.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES
A) El Presidente de la República de Guatemala, Alfonso Antonio Portillo Cabrera, argumentó: La Corte de
Constitucionalidad en reiteradas oportunidades ha sostenido el siguiente criterio: “En las acciones de
inconstitucionalidad se debe, necesariamente, realizar el examen, así como plantear la confrontación existente entre
la norma o normas acusadas de inconstitucionalidad y la Constitución de la República”, por lo que lógicamente y en
cumplimiento del principio de congruencia, el planteamiento de inconstitucionalidad promovido en este caso, debe
desestimarse pues los accionantes han omitido el examen y confrontación de las normas de superior jerarquía con
la impugnada. Los solicitantes únicamente se han limitado a expresar una serie de supuestos agravios o
gravámenes que según su criterio se incurre, omisión que no permite al Tribunal realizar el examen de rigor, pues
es una deficiencia técnica de orden fáctico que no puede ser subsanada de oficio. Al respecto cabe agregar que, los
accionantes se dedicaron a hacer una extensa confrontación entre leyes ordinarias o de igual jerarquía, obviando
que la función de esa Corte es conocer los conflictos de apartamiento del texto constitucional y no la prevalencia de
una ley ordinaria sobre otra. Solicitó que se declaren sin lugar las acciones de inconstitucionalidad general parcial
planteadas. B) El Congreso de la República de Guatemala, manifestó que las normas impugnadas no adolecen
de inconstitucionalidad, tal como lo plantean los interponentes, pues si bien es cierto que mencionan normas
constitucionales, también lo es que no especifican concretamente en qué consiste su transgresión, ya que el hecho
que no se ajusten las mismas a lo que ellos consideren no es fundamento para determinar la vulneración del orden
constitucional, pues conforme la Constitución Política de la República, corresponde al Congreso de la República, la
potestad legislativa, organismo que toma sus decisiones con el voto favorable de la mayoría absoluta de sus
miembros. Aunado a ello, ese Tribunal debe tomar en cuenta que para que una disposición legal pueda calificarse
de inconstitucional debe colisionar, contradecir, violar, infringir, disminuir, restringir o tergiversar alguna norma o
disposición de rango constitucional, lo que no sucede en el presente caso, pues las normas impugnadas determinan
un procedimiento administrativo que se desarrollará con motivo del Registro de la Propiedad Industrial. Solicitó se
declaren sin lugar las inconstitucionalidades planteadas. C) El Ministerio de Economía, a través de la Ministra
Aurelia Patricia Ramírez Ceberg, alegó: a) las normas impugnadas protegen el esfuerzo considerable tanto
técnico, científico como económico de quienes producen productos nuevos o introducen una nueva entidad química
a los productos farmacéuticos y productos químico agrícolas, pero en ningún momento veda el derecho de ninguna
persona individual o jurídica de ninguna nacionalidad para solicitar el registro de esa nueva entidad química o del
producto nuevo, una vez cumplan con los requisitos de aportar los datos de prueba de sus productos para ser
autorizados o registrados a su comercialización, si cualquier entidad nacional o extranjera aporta esos datos de
prueba y se acoge al plazo establecido en la Ley de Propiedad Industrial, a efecto que sus datos de prueba
constituyan información no divulgada. b) Lo que pretenden las normas objeto de impugnación es proteger derechos
de terceros que han invertido esfuerzo, tiempo y dinero en un invento y que necesariamente para solicitar la
autorización de su comercialización, debe aportar sus datos de prueba que no es más que la información del
proceso de invención, sus fórmulas y el proceso de prueba por el cual ha pasado el producto nuevo o el producto al
que se le ha introducido una nueva entidad química, pero dichos datos no pueden ni deben servir a otra persona
individual o jurídica para que en forma fácil se beneficie de esos datos generados por otro y que se constituyen en
información no divulgada y se dedique a producir los mismos productos en forma totalmente desleal al comercio
aprovechando el esfuerzo ajeno. Es preciso tener presente que para obtener una nueva entidad química o un
producto nuevo, un laboratorio se lleva un número de años considerable y la inversión de varios millones de dólares
para poder inventar una nueva entidad química o un producto nuevo y obviamente tiene el derecho a que la
legislación nacional le proteja ese esfuerzo por un período determinado a través de un deber de abstención. c) Lo
que ofrecen los artículos en cuestión son períodos de protección a la información adoptada a la autoridad
administrativa para la autorización a la comercialización de su producto, con la certeza que esa autoridad tiene la
obligación de no divulgar esa información ni de usarla en provecho de un tercero. Lo que realmente preocupa a los
interponentes es que bajo la vigencia de la nueva reforma no podrán obtener el registro sanitario de los famosos
productos genéricos, que son copia de los productos originales en procedimientos abreviados, pero valiéndose de
los datos que han aportado los fabricantes originales. Tanto nacionales como extranjeros están en igualdad de
circunstancias para solicitar la autorización de comercialización de un producto farmacéutico o químico agrícola, una
vez proporcionen a la autoridad administrativa la información que servirá para probar que han efectuado el esfuerzo
técnico, científico y económico para producir el producto que desee comercializar, ello porque lo que establece la
Ley de Propiedad Industrial es un deber de abstención a cargo de la autoridad competente que recibe esos datos
para que no permita o dé lugar a un uso comercial desleal. Solicitó se declaren sin lugar las inconstitucionalidades
interpuestas. D) La Federación Centroamericana de Laboratorios Farmacéuticos (FEDEFARMA), tercera
interesada indicó: i) la reforma contenida en el artículo 177 –impugnado- no crea un sistema de protección
exclusiva por un plazo de cinco años, sino por el contrario, establece el deber de la autoridad sanitaria competente
de no hacer uso comercial de la información generada por el primer registrante en provecho o beneficio de sus
competidores; asimismo, no puede considerarse como un sistema de derechos exclusivos porque cualquier
persona, natural o jurídica, puede obtener el registro sanitario para su respectivo producto presentando sus propios
estudios o datos de prueba, sin que el titular del primer registro pueda oponerse. Tampoco se puede decir que dicha
norma excede los compromisos asumidos por el Estado de Guatemala ante la Organización Mundial de Comercio,
pues el artículo 39 del Acuerdo sobre los ADPIC, deja en libertad a los países miembros, el decidir la forma en que
optarán por dar cumplimiento a los compromisos asumidos. La forma en que la legislación guatemalteca ha optado
por asegurar, dentro del régimen de normas que reprimen la competencia desleal, el uso comercial desleal de los
datos de prueba, ha sido estableciendo un plazo durante el cual la autoridad sanitaria no puede autorizar ningún
producto igual o similar sobre la base de la información generada por el primer registrante. ii) En cuanto al artículo
177 “bis”, las definiciones contenidas en él tienden a facilitar la adecuada aplicación del artículo 177, pues
proporcionan definiciones que dejan claro cuál es la información o datos de prueba protegidos frente a su uso
comercial desleal, lo que se entiende por producto nuevo y por nueva entidad química. Conforme estas definiciones
queda claro qué son aquellos productos o entidades químicas que no han sido previamente autorizados o
evaluados por la autoridad competente en Guatemala, por lo que pretender lo contrario dejaría sin sentido ni
aplicación la protección prevista en el artículo 177 ibíd, pues resulta obvio que ningún producto farmacéutico
constituido por una molécula nueva aún no reconocida en las farmacopeas se registrará por primera vez en el país.
iii) Las normas impugnadas no impiden que en Guatemala se otorguen registros sanitarios para medicamentos que
se comercializan libremente en otros países, pues dichos artículos deben interpretarse y aplicarse en armonía con
lo establecido en el Reglamento para el Control Sanitario de los Medicamentos y Productos Afines. Conforme éste,
los datos de prueba son requeridos cuando el producto farmacéutico contiene una molécula nueva que no se
encuentra reconocida aún en las farmacopeas –repertorio que publica oficialmente cada estado como norma legal
para la preparación, experimentación, prescripción, etc. de los medicamentos- aceptadas en el propio Reglamento;
en el caso que dicha molécula se encuentre ya en las farmacopeas reconocida en virtud del tiempo que s e ha
comercializado, no resulta obligatorio que el solicitante presente los datos de prueba y, por ende, las normas
impugnadas no pueden impedir se conceda ese registro sanitario de referencia a posteriores registrantes. iv)
Tampoco puede estimarse que la reforma referida provoque que los productos originarios tengan precios más altos
que los productos genéricos o productos réplica. Hay que tener presente que al segundo registrante se le libera del
cumplimiento de los requisitos que sí fueron cumplidos por el primero, lo que le beneficia, pues sus costos se
reducen, ello implica que el segundo registrante se beneficia del esfuerzo del primero porque no incurre en la
inversión para generar los datos de prueba. Esta situación constituye competencia desleal, pues el segundo
registrante tiene la posibilidad de concurrir al mercado en una situación más beneficiosa que el innovador. Ello
demuestra la vinculación entre la propiedad intelectual y el tema sanitario y demuestra que lo que pretende la norma
cuestionada de inconstitucionalidad, es evitar que se continúe dando esos usos comerciales desleales de la
información o datos de prueba, al menos durante el plazo prudencial que se ha dado de cinco años, para permitir al
generador recuperar la inversión en que incurrió. v) Se debe tomar en cuenta que, sin los datos de prueba
generados por el innovador del producto farmacéutico, los productores de genéricos no tendrían la posibilidad de
comercializar sus productos. Por aparte, constitucionalmente se encuentran prohibidos los privilegios, por lo que el
hecho que se permita a unos productores competir en mejores condiciones que otros, a costa no de su propio
esfuerzo sino del ajeno, resulta ser inconstitucional. La economía de mercado y la libre competencia presuponen la
existencia de reglas iguales para todos los concurrentes. Establecer en la Ley de Propiedad Industrial un sistema
que les permita reprimir la competencia desleal de otros, no es otra cosa que hacer justicia y hacer efectivo el
objetivo principal de dicho cuerpo legal “la protección, estímulo y fomento de la creatividad intelectual que tiene
aplicación en el campo de la industria y el comercio”. vi) En la acción mil cuatrocientos sesenta – dos mil tres,
agregó que las normas del Decreto 9-2003 no contravienen el mandato constitucional de regular la propiedad
intelectual en consonancia con los Tratados Internacionales, tal como lo dispone el artículo 42 constitucional, pues
ese mandato se restringe a obras o invenciones protegidas por derecho de autor por patentes, respectivamente, y el
tema de la competencia desleal queda fuera de ese mandato; tampoco es cierto que las normas impugnadas
establezcan como requisito previo para la inscripción y registro de comercialización de un nuevo producto
farmacéutico, la presentación de datos de prueba, es el Código de Salud, y por expresa remisión de éste, el
Reglamento en materia sanitaria ya citado, las normas que establecen tal obligación y por otra parte, ello no aplica a
nuevos productos farmacéuticos, sino a todo producto farmacéutico que tenga una nueva entidad química, cuestión
diferente a la afirmada en el planteamiento; asimismo, esas normas impugnadas no constituyen un sistema
arbitrario que retrasa la comercialización de productos competidores, sino más bien hacen justicia al equiparar dos
situaciones totalmente desiguales: por un lado, el laboratorio farmacéutico de investigación y desarrollo debe
realizar costosas y largas pruebas para llegar a demostrar no sólo la eficacia de su medicamento, sino su
seguridad, como condición para poder entrar al mercado con su producto; por el otro lado, el laboratorio
farmacéutico que no investiga ni desarrolla nada, se limita a reproducir o replicar el medicamento innovador que ha
alcanzado no sólo el éxito y demanda, sino principalmente un alto grado de confianza, sin invertir ni gastar en
demostrar la eficacia y seguridad de su producto, es decir, sin correr el riesgo empresarial que ello conlleva. Se
beneficia pues del esfuerzo ajeno, sin que esté siquiera obligado a compensar al innovador e investigador por el uso
comercial que la autoridad competente facilita, al no requerir al segundo registrante lo mismo que al primero, lo que
hace que esa situación encuadre en un acto de competencia desleal. vii) En la acción mil seiscientos veinticinco –
dos mil tres, agregó que se debe tener presente que, un medicamento que contenga una nueva molécula
obviamente que no ha sido previamente evaluado por la autoridad sanitaria y, en tal virtud, quien pretende
comercializarlo en el país debe necesariamente demostrar la eficacia y seguridad del mismo, aún y cuando ese
producto de que se trate ya se haya comercializado en otros países, es decir, la legislación guatemalteca exige la
presentación de esos datos de prueba siempre para productos con molécula nueva, con un ingrediente activo no
evaluado con anterioridad. Una vez concedido el primer registro sanitario de referencia la autoridad sanitaria podría
otorgar registros a los terceros competidores del primer registrante sin requerirles la presentación de sus datos de
prueba, pues indirectamente los evalúa a partir de los datos de prueba ajenos, con lo cual se da un
aprovechamiento comercial de la información en beneficio de terceros que no tuvieron que invertir en generar los
datos de prueba, y por ende, ello les representa una ventaja competitiva considerable, que en tanto uso comercial
desleal debe ser reprimida conforme lo previsto en los artículos que se cuestionan de inconstitucionalidad. Solicitó
se declaren sin lugar las inconstitucionalidades generales parciales planteadas. E) El Registrador del Registro de
la Propiedad Intelectual expresó que en materia de comercialización previamente debe contarse con el respectivo
registro extendido por el Departamento de Regulación y Control de Productos Farmacéuticos y Afines, dependencia
perteneciente al Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social. En el caso de aquellos medicamentos que
contengan moléculas nuevas que aún no se encuentran reconocidas en las farmacopeas, cualquier interesado se
encuentra obligado a proporcionar a la mencionada dependencia los estudios o pruebas realizadas –datos de
prueba- a efecto de demostrar la seguridad, eficacia y, sobre todo, calidad de los productos sometidos a
consideración de la autoridad sanitaria referida. Por aparte, lo que buscan los artículos impugnados es proteger los
datos de prueba generados respecto al producto innovador producido por el Laboratorio farmacéutico de
investigación y desarrollo, evitando de tal manera que los registrantes posteriores se beneficien del esfuerzo ajeno.
Asimismo, establecen un deber que debe cumplir la autoridad sanitaria en el sentido de no dar lugar a un uso
comercial de la información generada por el primer registrante, en provecho de sus competidores, limitando ese
deber a la abstención a cinco años, a manera que vencido ese plazo puedan los posteriores registrantes obtener un
registro lícitamente y sin necesidad de repetir dichas pruebas, permitiendo que la autoridad que invirtió en generar
esos datos de prueba pueda resarcirse de los gastos incurridos e invertir en más investigaciones. Solicitó se
declaren sin lugar las acciones de inconstitucionalidad interpuestas. F) El Ministerio Público expuso: los
interponentes incumplieron con el requisito establecido en el artículo 135 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal
y de Constitucionalidad, en cuanto que, debieron expresar en forma razonada y clara los motivos puramente
jurídicos en que descansa la impugnación y, dado que no existe en el planteamiento la necesaria confrontación de
las disposiciones de la legalidad ordinaria que enjuician de inconstitucional, con los preceptos constitucionales
señalados, cuestión fáctica que no puede superar ni suplir el Tribunal Constitucional, no es dable la procedencia de
la acción intentada. Conforme a ello, existe doctrina sentada por parte de la Corte de Constitucionalidad en la que
no puede entrar a conocer y analizar las acciones sometidas a su conocimiento cuando el planteamiento carece de
enfoque jurídico comparativo entre los artículos señalados de inconstitucionales y las normas constitucionales que
estima infringidas por estar enfocado exclusivamente a estimaciones sobre cuestiones de hecho ajenas al examen
normativo de rigor. De lo anterior concluye que las normas objeto de inconstitucionalidad no violan ninguna de las
normas constitucionales citadas, especialmente si tomamos en cuenta que tal y como la Corte de Constitucionalidad
lo ha considerado, las disposiciones legales que conforman los cuerpos normativos emergidos del Congreso de la
República, cuentan con la presunción de constitucionalidad en aplicación al principio “in dubio pro legislatoris” al que
se refiere la doctrina en la justicia constitucional y sólo que sea marcadamente existente la contravención con norma
constitucional alguna puede declararse su inconstitucionalidad y excluir las normas que sean señaladas de
inconstitucionales del universo jurídico, lo que no sucede en este caso. En el expediente mil cuatrocientos sesenta
– dos mil tres, agregó que si bien es cierto los Tratados Internacionales debidamente ratificados y aprobados por
el Congreso de la República forman parte de nuestro ordenamiento jurídico, también lo es que los mismos no son
parámetros de constitucionalidad. Solicitó se declaren sin lugar las inconstitucionalidades promovidas.
IV. ALEGATOS EN EL DIA DE LA VISTA.
A) Pablo Manuel Duarte Sáenz de Tejada, (dentro del expediente 1398-2003) reiteró lo expuesto en su escrito de
interposición y agregó: a) Es preciso indicar que no es función de la Corte de Constitucionalidad juzgar si el
Congreso de la República adoptó normas convenientes o no para la Nación, y mucho menos calificar las
condiciones técnicas o jurídicas de las disposiciones emanadas de dicho Órgano, sino, la función del referido
Tribunal Constitucional se circunscribe al análisis constitucional y la congruencia de las normas de menor jerarquía
con respecto a la Carta Magna. En el presente caso la inconstitucionalidad es más que evidente y aunque se
pretenda maquillar la restricción a la libertad de industria, comercio y trabajo, así como los privilegios a favor de las
compañías extranjeras en detrimento de la salud y la alimentación de los guatemaltecos mediante una supuesta
protección de derechos de propiedad intelectual, es claro que tanto el artículo 177 como el 177 “bis” no protegen
tales derechos ni reprimen actos de competencia desleal. b) De los argumentos vertidos por las partes interesadas
se establece que las normas impugnadas no protegen derechos de propiedad intelectual ni reprimen actos de
competencia desleal. De hecho, aún cuando se menciona el principio de in dubio pro legislatoris, con la
interpretación que hace el Ministerio de Economía y el Registro de la Propiedad Intelectual, queda más claro el
verdadero sentido restrictivo y la decidida intención de dichas normas de restringir esa libertad a que se ha hecho
tanta mención, de lo que se evidencia que tales normas en el fondo, fueron aprobadas para eliminar la libre
competencia, dando una fachada de protección de información de datos de prueba y justificando el otorgamiento de
proteccionismos y privilegios a favor de compañías extranjeras mediante una supuesta represión de la competencia
desleal. c) El Estado debe circunscribirse, en el caso de los medicamentos o agroquímicos, a controlar la calidad y
eficacia, debiendo entonces aprobar su comercialización. Es entendible que la función del Estado es proteger los
derechos de propiedad intelectual de los particulares, para lo que debe poner a disposición de ellos los mecanismos
legales necesarios para hacer valer esos derechos. Lo que hacen las normas que se atacan de inconstitucionalidad
es vincular dos temas que no tienen relación, la propiedad intelectual con el registro sanitario, respecto a ello no es
dable pensar que la autoridad sanitaria tenga la atribución de proteger intereses comerciales de los particulares,
bajo apercibimiento de acciones judiciales en su contra, más ilógico resulta que la autoridad sanitaria se vea
obligada a retardar el análisis y cumplimiento de sus funciones de verificar la calidad y eficacia de los productos
farmacéuticos y agroquímicos que se someten a su consideración, pues de lo contrario estaría llevando a cabo
actividades que constituyen uso comercial desleal. Asimismo, es preciso tener presente que la autoridad sanitaria
debe limitarse a verificar que el producto genérico que se somete a su consideración cumple con las
especificaciones de eficacia y calidad que le asegura el solicitante, si comprueba tales situaciones, entonces hay un
sobreentendido que el medicamento o agroquímico genérico tiene los mismos efectos que los demostrados por el
innovador inicialmente, pero en ningún momento hay una divulgación de aquella información que sea secreta, como
tampoco la autoridad sanitaria les proporciona una copia de dicha información a los demás solicitantes para que
obtengan su registro o existe un uso o acto de competencia desleal por parte de los registrantes de productos
genéricos como se ha pretendido hacer creer con la aprobación de las normas atacadas. Solicitó que se declare
con lugar la acción de inconstitucionalidad parcial planteada. B) El Procurador de los Derechos Humanos dentro
de la acción mil cuatrocientos sesenta alegó: 1) los artículos 177 y 177 “bis” han sido redactados de una forma en
que contravienen lo exigido por los Acuerdos sobre los ADPIC, porque al prohibir a las autoridades del Estado emitir
autorización de registros de comercialización, colocan a los fabricantes originales de una molécula o de un producto
nuevo en una posición dominante de mercado, que no deriva ya de los beneficios de la patente de invención sino
de la imposibilidad de que existan otras empresas capaces de comercializar un producto farmacéutico o
agroquímico. 2) El artículo 39 del Acuerdo sobre los ADPIC no exige una protección temporal de los datos de
prueba, por el contrario, el Congreso de la República en detrimento al derecho a la salud de los habitantes,
contraviene la Declaración Ministerial de la DOHA de dos mil uno, que realizó una interpretación favorable a los
países en vías de desarrollo en el sentido de flexibilizar permitiendo no adoptar ningún tipo de protección temporal.
3) En la forma en que están redactadas las normas atacadas no se está protegiendo una información o datos de
prueba que ostenten la calidad de secreto empresarial, pues no se requiere ni siquiera que la información o datos
de prueba no hayan sido divulgados por el fabricante, sino tan solo que éste haya señalado bajo reserva de
confidencialidad tales datos, para que los mismos no sean utilizados para la comercialización de productos,
protegiendo de tal manera hasta datos que ya no tienen el carácter de secreto empresarial sino tienen un carácter
público, porque el propio fabricante los ha divulgado en otros Estados o sencillamente, porque ha perdido su
novedad científica. Es preciso manifestar que en Guatemala existen mecanismos que posee el titular de los datos
de prueba para proteger el secreto empresarial, suficientes para evitar cualquier uso indebido de ese secreto,
satisfaciendo la obligación exigida por el artículo 39 del Acuerdo sobre los ADPIC. 4) Referente a las autoridades
fitosanitarias del país, no son ellas el medio idóneo para impedir los actos de competencia desleal, puesto que estos
por imperativo legal sólo deben limitar su cometido a evaluar la calidad, eficacia y seguridad de los productos
químicos o farmacéuticos, pero no a proteger el secreto industrial o los actos contra la competencia desleal. Es por
tal motivo que el legislador ha violado el mandato de escoger la opción que restrinja en menor escala el derecho
protegido, pues entre la vasta gama de posibilidades existentes, el legislador no tenía que impedir la
comercialización de medicamentos, a través de una autoridad que no tienen encomendada la defensa de la
competencia de las autoridades. En este sentido, del análisis de la Ley del Organismo Ejecutivo se establece en su
artículo 39 que en las atribuciones asignadas al Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social no se le ha facultado
para proteger la propiedad industrial sino únicamente la salud de los ciudadanos. Solicitó se declare con lugar la
acción de inconstitucionalidad promovida. C) El Presidente de la República de Guatemala, Alfonso Antonio
Portillo Cabrera, ratificó lo expuesto en su escrito que presentó al evacuar la audiencia que por quince días les
fuera conferida y solicitó se declaren notoriamente improcedentes las acciones de inconstitucionalidad parcial
promovidas. D) El Congreso de la República reiteró los argumentos vertidos en el escrito presentado al evacuar
la audiencia que le fuere otorgada por quince días, solicitando que las acciones de inconstitucionalidad intentadas
sean declaradas sin lugar. E) El Ministerio de Economía, a través de la Ministra Aurelia Patricia Ramírez
Ceberg, (en el expediente 1398) ratificó los términos y conceptos vertidos en el escrito mediante el que evacuó la
audiencia que por quince días le fuere conferida. Solicitó se dicte sentencia en la que se declaren sin lugar las
acciones de inconstitucionalidad interpuestas. F) La Federación Centroamericana de Laboratorios
Farmacéuticos (FEDEFARMA), tercera interesada, reiteró lo expuesto en su escrito mediante el cual
compareció a evacuar la audiencia que le fuera conferida por el término de quince días y solicitó se declaren sin
lugar las inconstitucionalidades planteadas. G) El Ministerio Público, ratificó lo expuesto en su escrito mediante
el que evacuó la audiencia conferida y solicitó que se declaren sin lugar las inconstitucionalidades planteadas.
CONSIDERANDO
-I-
La Constitución Política de la República de Guatemala establece en su artículo 268 que la Corte de
Constitucionalidad es un tribunal permanente de jurisdicción privativa cuya función esencial es la defensa del orden
constitucional; actúa como tribunal colegiado con independencia de los demás organismos del Estado y ejerce
funciones específicas que le asigna la Constitución y la Ley de la materia. Asimismo, el artículo 267 del mismo
cuerpo legal establece que las acciones contra leyes, reglamentos o disposiciones de carácter general que
contengan vicio parcial o total de inconstitucionalidad, se plantearán directamente ante la Corte de
Constitucionalidad. Por consiguiente, corresponde a la misma como Tribunal supremo en materia de
constitucionalidad, establecer si existe divergencia o contradicción entre las normas enjuiciadas de
inconstitucionales y las disposiciones fundamentales establecidas en la Constitución Política de la República de
Guatemala.
-II-
La interpretación jurídica y valorativa de la Constitución Política de la República de Guatemala, debe
quedar enmarcada por ciertas pautas, entre otras, las siguientes que resultan pertinentes para el caso de las
normas sujetas a examen, en tanto se presenta la eventual colisión entre varios derechos y la necesidad de
establecer si existe jerarquía entre ellos. La Constitución es un todo unitario, coherente y armónico que compone un
contexto sistemático en el que sus normas y partes guardan concordancia y relación entre sí; por ello, (i) ninguna
norma o parte puede ser objeto de interpretación aislada o desconectada del resto y del conjunto total, sino que ha
de ser interpretada en relación, correspondencia y compatibilidad con el resto y conjunto de normas; (ii) la parte
dogmática que incluye a los derechos fundamentales y la parte orgánica que estructura al poder deben interpretarse
en concordancia, a manera de lograr la funcionalidad del poder público para que el goce y acceso de los derechos,
bienes y prestaciones se encauce dentro de la ordenación de los órganos del poder y de las relaciones entre éstos.
Por otra parte, el conjunto derechos, en reciprocidad con el sistema de valores y con los principios de la propia
Constitución, constituye un principio legitimador del sistema jurídico-político, de forma que toda interpretación de las
normas que componen a este último ha de estar orientada por aquel conjunto y ha de promover su eficacia; por ello,
cuando se interpretan normas infraconstitucionales, ha de buscarse el resultado que mejor compatibilice con todos
los derechos contenidos en la Constitución -no solamente con uno o algunos- y en el sentido más conforme con
ellos. De esa cuenta, la prueba de validez constitucional de las normas infraconstitucionales, ha de pasar por su
confrontación con el texto supremo, pero no sólo para comprobar que no se encuentran en colisión con él, sino
también con un alcance afirmativo para verificar que tienden a maximizar o potenciar su operatividad. Lo dicho sirve
para interpretar los derechos, no solamente en amparo directo de una persona determinada cuando ha sufrido o
sufre lesión o amenaza a un derecho suyo, sino con una proyección generalizada e irradiadora que potencie las
disponibilidades de acceso y goce de los suyos por parte de todos los demás seres humanos, es decir, la
interpretación ha de ampliarse con miras a fomentar y promover el disfrute de los derechos en todo el conjunto
social. Los derechos deben interpretarse en un doble y simultáneo alcance: como derechos subjetivos titularizados
por cada ser humano en un estatus de libertad común a todos ellos, y como elemento o ingrediente esencial y
constitutivo del bien común y del sistema democrático.
-III-
El legislador constitucional estableció en el artículo 1º. de la Carta Magna, que el Estado se organiza para
proteger a la persona y a la familia y que su fin supremo es la realización del bien común; en congruencia con tal
disposición, el artículo 2º. de ese cuerpo le impone la obligación de cumplir con deberes específicos tendientes a
proteger a la persona humana; uno de esos deberes es velar por la salud de la población, para lo cual deberá
desarrollar, a través de sus instituciones, cuantas acciones sean necesarias para prevenir, promover, recuperar,
rehabilitar y coordinar todo lo relativo al bienestar físico, mental y social de los individuos, de conformidad con lo
establecido por los artículos 93, 94 y 95 de la Constitución; y, en congruencia con ellos, el artículo 96 ordena al
Estado controlar la calidad de los productos farmacéuticos, químicos y de todos aquellos que puedan afectar la
salud y el bienestar de las personas. Reconoce expresamente en su artículo 93, que el goce de la salud es un
derecho fundamental del ser humano, sin discriminación alguna. Indica en su artículo 95 que la salud de los
habitantes de la Nación es un bien público y que todas las personas e instituciones están obligadas a velar por su
conservación y restablecimiento. Por otra parte, en su artículo 94, atribuye al Estado la obligación de velar por la
salud y la asistencia social de todos los habitantes a fin de procurarles el más completo bienestar físico, mental y
social. Como ya lo ha sostenido esta Corte en sentencia de fecha doce de mayo de mil novecientos noventa y tres
(Expedientes acumulados 355-92 y 359-92), “…con gran amplitud la Constitución reconoce el derecho a la salud y a
la protección de la salud, por el que todo ser humano pueda disfrutar de un equilibrio biológico y social que
constituya un estado de bienestar en relación con el medio que lo rodea; implica el poder tener acceso a los
servicios que permitan el mantenimiento o la restitución del bienestar físico, mental y social. Este derecho, como
otros reconocidos en el texto, pertenece a todos los habitantes, a los que se garantiza la igualdad en las
condiciones básicas para el ejercicio de los mismos. Constituye la prerrogativa de las personas de disfrutar de
oportunidades y facilidades para lograr su bienestar físico, mental y social; y corresponde al Estado la
responsabilidad de garantizar su pleno ejercicio con las modalidades propias de cada país, lo que implica que el
Estado debe tomar medidas adecuadas para la protección de la salud individual y colectiva, y que se pongan al
alcance de todos, los servicios necesarios para satisfacer las necesidades básicas. Implica, también, que se
adopten las providencias adecuadas para que los habitantes puedan ejercer este derecho y colaborar en la solución
de los problemas de la salud general. En cuanto al régimen de autorización de comercialización de productos
farmacéuticos, tomando en cuenta la unidad del mercado, la libre circulación de productos y la incidencia que en la
salud de los habitantes puedan tener los mismos, debe regularse conforme a las directrices del texto constitucional.
El reconocimiento de este derecho responde a una concepción del Estado como prestador de servicios contenida
en la Constitución, lo que implica la búsqueda de una mejor calidad de vida de los habitantes y la posibilidad de
disfrutar de servicios sociales que mejoren y humanicen su existencia. Para que este derecho sea efectivo, es
necesario que se proporcionen los medios para que pueda realizarse; y el Estado tiene la potestad y la obligación
de organizar la sanidad con el objetivo de proteger la salud de la población, función que le es típica y que ejerce a
través de los órganos establecidos en la ley. Por esto, está legitimado para regular la actividad y ejercer los
controles correspondientes, potestad de control a la que no puede renunciar. La actividad sanitaria del Estado debe
concebirse como un servicio público que ejerce en atención a las declaraciones constitucionales que establecen la
competencia del poder público para organizar y tutelar la salud por medio de medidas preventivas y de la prestación
de los servicios necesarios. Los objetivos constitucionales al reconocer el derecho a la salud son: lograr el bienestar
físico y mental de los habitantes, mejorar y prolongar la calidad de vida de todos los sectores sociales
especialmente de las "comunidades menos protegidas" (artículo 96 de la Constitución); proporcionar el disfrute de
servicios de salud y asistencia social que satisfagan adecuadamente las necesidades de la población y realizar un
estricto control sobre la calidad de los productos que puedan afectar su salud y bienestar. Y en este aspecto, la
Constitución es terminante al atribuir al Estado el control de la calidad de los productos alimenticios, farmacéuticos,
químicos y de todos aquellos que puedan afectar la salud y bienestar de los habitantes (Artículo 96) y la defensa de
consumidores y usuarios en cuanto a la preservación de la calidad de los productos de consumo interno, entre ellos,
por supuesto, las medicinas, para garantizarles su salud y seguridad (Artículo 119, inc. i).”
-IV-
La denominada segunda generación de derechos humanos, de la cual forma parte todo lo concerniente
con la salud humana, es conocida convencionalmente “derechos sociales, económicos y culturales”, los que no
dejan de ser relativos al ser humano aún y cuando en su titularidad y ejercicio se mezclen entidades colectivas o
asociaciones. Los derechos de primera generación expresan la libertad negativa o libertad “de”, en tanto que, los de
segunda generación se inspiran en el concepto de libertad positiva o libertad “para”, pues normalmente requieren de
prestaciones positivas (de dar o de hacer) por parte de los sujetos pasivos, principalmente del Estado que los
reconoce, para adquirir vigencia y realidad práctica. Conjugan la igualdad con la libertad, buscan satisfacer
necesidades humanas cuyo logro no está siempre al alcance de los recursos individuales de todos, pretenden
políticas de bienestar, asignan funcionalidad social a los derechos, prestan atención a la solidaridad social,
propenden al desarrollo no sólo material y económico, sino también social, cultural, intelectual y tecnológico y, en
síntesis, acoge la idea que la dignidad de la persona humana requiere condiciones de vida social, política y personal
a las que un Estado debe ayudar y estimular con eficacia dentro de la legitimidad democrática y constitucional. De
esa cuenta, se encuentran asimismo en la Constitución Política de la República otras normas con evidente
tendencia a hacer realidad esas aspiraciones y que asignan al Estado determinadas funciones, atribuciones o
tareas. A los fines de la materia que se examina en este fallo, resultan ejemplos pertinentes de ese conjunto de
normas sociales y económicas las siguientes: El artículo 119 constitucional, conforme algunos de sus literales
establece que son obligaciones del Estado calificadas de fundamentales, entre otras, el promover el desarrollo
económico de la nación mediante el estímulo de iniciativas en actividades de toda naturaleza, incluyendo aquellas
industriales (inciso a); velar por la elevación del nivel de vida de todos los habitantes del país (inciso d); promover el
desarrollo ordenado y eficiente del comercio interior (inciso l) y crear las condiciones adecuadas para promover la
inversión de capitales nacionales y extranjeros (inciso n). Al analizar dicha disposición, a efecto de interpretarla en
sus debidos alcances, es necesario indicar que es una norma de carácter programático y lo que hace es imponer al
Estado determinadas obligaciones que, dado el contexto de la norma en cuestión, es claro que se refieren a
incentivar, fomentar y promover la actividad económica de los particulares por medio de leyes pertinentes.
Asimismo, el artículo 130 de la Carta Magna encuadra en el conjunto de disposiciones a que aludimos en este
apartado, pues al formar parte del "régimen económico social" del Estado, prohíbe los monopolios y privilegios y
manda que el Estado protegerá la economía de mercado e impedirá las asociaciones que tiendan a restringir la
libertad del mercado o a perjudicar a los consumidores. Otros preceptos con evidente intención de tutelar
actividades productivas y creadoras, en beneficio de aquellas aspiraciones colectivas, son los artículos 42, 43, 57,
59 y 63 constitucionales. El artículo 42 reconoce el derecho de autor y el derecho de inventor, previendo que los
titulares de los mismos gozarán de la propiedad exclusiva de su obra o invento conforme la ley y los tratados
internacionales. El artículo 43 reconoce, a su vez, la libertad de industria, de comercio y de trabajo, salvo
limitaciones por motivos sociales o de interés nacional que se establezcan en la ley. Conforme el artículo 57, se
reconoce el derecho de toda persona a “beneficiarse del progreso científico y tecnológico”. Finalmente, conforme el
artículo 63 también constitucional, es obligación del Estado garantizar la libre expresión creadora; apoyar y
estimular “al científico, al intelectual y al artista nacional, promoviendo su formación y superación profesional y
económica.” Todo esto confirma el interés del legislador constituyente de hacer realidad valores tales como la vida,
la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona, pero no en forma aislada sino
conjuntamente con la realización del bien común, en tanto que es fin supremo del Estado, al reconocerse asimismo
otras aspiraciones que no pueden concebirse ni alcanzarse si no es en sociedad. Es decir, para asegurar la
positividad de determinados derechos constitucionales, es necesario a la vez asegurar la imperatividad de otros
generando las condiciones que incentiven dentro del conjunto social aquellas actividades particulares que los hagan
viables de manera sostenida en beneficio de los intereses integrales de la colectividad. De conformidad con las
pautas de interpretación constitucional que fueron esbozadas en el considerando dos, tanto las disposiciones
relativas al derecho a la salud como las aquí expuestas, deben ser interpretadas en relación, correspondencia y
compatibilidad, como parte de un todo y un objetivo comprensivo de los intereses colectivos y, por ende, el examen
de constitucionalidad de normas infraconstitucionales no puede resultar en calificarlas contrarias al orden
constitucional solamente porque no resulten compatibles con un derecho, si tales normas tienden a hacer realidad
otros derechos reconocidos con rango constitucional. De esa cuenta, se recalca, la prueba de validez constitucional
de las normas inferiores a la Constitución ha de pasar por su confrontación con el plexo de derechos, pero no sólo
para comprobar que no se encuentran en colisión con él, sino también con un alcance afirmativo para verificar que
tienden a maximizar o potenciar su operatividad.
-V-
En el presente caso los diferentes accionantes acusan la inconstitucionalidad de los artículos 1 y 2 del
Decreto número 9-2003 del Congreso de la República, por los cuales se modifica y establecen los artículos 177 y
177 bis, respectivamente, de la Ley de Propiedad Industrial, afirmando que el contenido de tales normas vulneran
los artículos 1º., 2º., 3º., 42, 43, 79, 93, 94, 95, 119 y 130 de la Constitución Política de la República de Guatemala
que en su orden se refieren a la protección de la persona, a los deberes del Estado, el derecho a la vida, al derecho
de autor e inventor, a la libertad de industria, comercio y trabajo, a la enseñanza, comercialización e industrialización
agropecuaria, al derecho a la salud, a las obligaciones del Estado en materia de salud y asistencia social, a la salud
como bien público, a los deberes fundamentales del Estado y a la prohibición de monopolios y privilegios. Las
normas cuestionadas se enmarcan en la Ley de Propiedad Industrial dentro del capítulo relativo a la represión de la
competencia desleal y aluden claramente a los procesos administrativos de autorización de comercialización en el
país de nuevos productos farmacéuticos o nuevos productos químico agrícolas o para la protección de cultivos,
cuando éstos consistan en una nueva entidad química o utilicen o incorporen esa nueva entidad química,
disponiendo el artículo 177 que durante un plazo de cinco años, para los primeros, o de diez años, tratándose de los
segundos, contados en ambos casos a partir de la fecha de otorgamiento de su primera autorización de
comercialización, la autoridad sanitaria o fitosanitaria competente “no podrá conceder otro registro, licencia o
autorización de comercialización respecto a entidades químicas o productos iguales o similares haciendo uso por
referencia dentro de expedientes abreviados o procedimientos simplificados, de la información o datos de prueba
que le hubieren sido proporcionados por el primer registrante, salvo que éste o el titular de información o datos de
prueba, según el caso, diese su consentimiento por escrito con firma legalizada”. Adicionalmente, el artículo 177
aclara: primero, que el vencimiento de tales plazos no provocará que la referida información o datos de prueba
pierdan su carácter de confidenciales, si se hubiesen presentado a aquellas autoridades bajo esa reserva; segundo,
que la inobservancia de lo previsto constituirá un uso comercial desleal y dará lugar a las acciones judiciales que
correspondan, tanto frente a quienes se beneficien de ello como a las autoridades o funcionarios que dieren lugar a
tal práctica; tercero, que tal disposición no perjudica la facultad de la autoridad sanitaria competente para divulgar la
información o datos “que puedan” (sic), cuando ello se estime necesario para proteger la vida, la salud o la
seguridad humana o la vida animal o vegetal o el medio ambiente; y, finalmente, que en todo caso la autoridad debe
asegurarse que la información o datos de prueba no sean utilizados directa o indirectamente en beneficio de
terceros no autorizados. Por su parte, el artículo 177 bis brinda las definiciones de “información o datos de prueba”,
“producto nuevo” y de “nueva entidad química”, para efectos de la intelección de lo normado en el artículo 177. En
tal sentido, la “información o datos de prueba” son aquellos “cuya generación es el resultado de un esfuerzo
considerable, que pueden o no tener, total o parcialmente, el carácter de secreto empresarial en el sentido de esta
Ley –la Ley de Propiedad Industrial- que se presenten con el propósito de obtener un registro sanitario o
fitosanitario”; por “producto nuevo”, debe entenderse todo producto o composición farmacéutica o químico agrícola
“que no ha sido previamente autorizado para su comercialización en Guatemala”; y por “nueva entidad química,
todo principio activo, compuesto químico o molécula “que no ha sido previamente evaluado por la autoridad
sanitaria o fitosanitaria competente de Guatemala, con motivo de la presentación de una solicitud de registro
sanitario o fitosanitario”. Conforme lo anterior, se advierte que la normativa cuestionada intenta evitar que durante
un determinado plazo las autoridades sanitarias y fitosanitarias concedan registros sanitarios o autorizaciones de
comercialización a productos “iguales o similares” a productos nuevos farmacéuticos o químicos agrícolas o de
protección de cultivos (entendiendo por éstos aquellos que han sido los primeros en ser objeto de evaluaciones o
autorizaciones para su comercialización en el país por parte de las autoridades competentes sanitarias o
fitosanitarias, respectivamente), sobre la base de la información o datos de prueba exigidos al primer solicitante de
tales registros o autorizaciones, con el fin de que no se dé lugar a actos de competencia desleal, entendidos éstos
como “todo acto que sea contrario a los usos y prácticas honestas del comercio realizado en toda la actividad
comercial e industrial” según el artículo 172 de la Ley de Propiedad Industrial.
-VI-
Lo anterior obliga a examinar la normativa aplicable en materia sanitaria y de autorización de venta de
productos farmacéuticos –a los que se enfocan la mayoría de argumentos invocados por los accionantes-, lo cual
debe hacerse considerando, con la relevancia correspondiente, que es obligación del Estado controlar la calidad de
los productos alimenticios, farmacéuticos, químicos y de todos aquellos que puedan afectar la salud y el bienestar
de los habitantes (artículo 96 de la Constitución Política de la República) pues, entre otros, el propósito
constitucional en materia de medicamentos, es el de asegurar a la población productos de seguridad, eficacia y
calidad comprobadas. En desarrollo de ese mandato constitucional, el Código de Salud en su artículo 169 establece
que, previo a su comercialización, todos los productos farmacéuticos deben contar con un registro sanitario de
referencia, entendiendo por tal “el conjunto de especificaciones del producto a registrarse, que servirán de patrón
para controlar el mismo cuando se esté comercializando”; el citado Código remite a tal efecto a un Reglamento
específico (artículo 167 del Código de Salud), que lo es el actual Reglamento para el Control Sanitario de los
Medicamentos y Productos Afines, aprobado mediante Acuerdo Gubernativo No. 712-99. Según esta normativa,
cuando un medicamento se encuentre constituido por moléculas nuevas aún no reconocidas en las farmacopeas
incluidas en el artículo 19 del mismo Reglamento, todo interesado en obtener un registro sanitario de referencia se
encuentra obligado a proporcionar a la autoridad sanitaria, es decir, al Departamento de Regulación y Control de
Productos Farmacéuticos y Afines, las pruebas farmacológicas, toxicológicas y estudios clínicos que demuestren la
eficacia, seguridad y calidad de los productos (información o datos de prueba, en los términos de los artículos 177 y
177 bis de la Ley de Propiedad Industrial), tal y como se confirma de la lectura de los artículos 16, 17 y 18 del
citado Reglamento. Si por el contrario, el medicamento que se pretende registrar en el citado Departamento es ya
conocido y suficientemente experimentado de forma que su efectividad, seguridad de uso y reacciones adversas
sean ya conocidas o consten en la literatura científica (farmacopeas), o se trate de una especialidad farmacéutica
“de composición e indicaciones similares” a otra ya autorizada “y de cuya eficacia y seguridad la autoridad sanitaria
tiene el debido conocimiento”, a la solicitud respectiva se le aplicará un procedimiento simplificado, según se
dispone claramente en el artículo 28 del ya citado Reglamento. Es precisamente a ello a lo que aluden los artículos
177 y 177 bis de la Ley de Propiedad Industrial, pues la excepción del artículo 28 a la norma general contenida en
los artículos 16, 17 y 18 del Reglamento libera a los posteriores solicitantes de registro sanitario de productos
“iguales o similares” (especialidad farmacéutica de composición e indicaciones similares a otra ya autorizada), de la
carga que representa generar esa información o datos de prueba. El legislador ha estimado que tal situación da
lugar a un uso comercial desleal, en tanto que tales solicitantes se benefician indirectamente del resultado del
esfuerzo ajeno: el llevado a cabo por quien investiga y desarrolla un producto nuevo y que requiere extensas y
costosas pruebas con el fin de demostrar que el mismo es seguro y eficaz. Generalmente, quienes arriban a tales
resultados no los divulgan y los consideran secretos comerciales o información confidencial, lo que obligaría a
quienes pretendan competir con la empresa que ha obtenido la aprobación de comercialización, a generar por
separado la información o datos de prueba para su respectivo producto similar. Pero aún la confidencialidad total o
parcial resulta poco relevante ante el hecho de que la autoridad, bajo circunstancias debidamente calificadas, podría
divulgar tal información y de ahí que la norma se centra en una regulación de conducta (evitar uso comercial
desleal). Son, pues, razones económicas y justas las que motivan al legislador permitir a los creadores,
investigadores o desarrolladores de nuevos productos recuperar los costos que conlleva la generación de datos de
prueba, no verse afectados por la competencia de otros concurrentes en el mercado que, debido a las
circunstancias mencionadas, pueden ofrecer sus productos a precios menores y, asimismo, razones de atender la
ineludible necesidad de incentivar la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos en beneficio de la salud.
En igual sentido esas razones han motivado que algunas legislaciones (Estados Unidos, Unión Europea, Japón,
Colombia, entre otros), y posteriormente ciertos acuerdos internacionales en materia comercial (Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, Acuerdo sobre los ADPIC, Tratado Bilateral de Propiedad Intelectual entre
Nicaragua y Estados Unidos de América, Tratado de Libre Comercio entre México, Colombia y Venezuela, Tratados
de Libre Comercio celebrados por Estados Unidos de América con Chile, Singapur y, recientemente, con los países
centroamericanos, entre otros), atendieran la cuestión y, en la mayoría de casos, establecieran un mecanismo
semejante al contenido en los artículos 177 y 177 bis de la Ley de Propiedad Industrial, o bien, establecieran el
compromiso general de tomar medidas tendientes a asegurar que los datos de prueba no fueren objeto de uso
comercial desleal, como lo es el caso de la norma contenida en el artículo 39.3 del Acuerdo sobre los ADPIC
(Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, anexo 1C del
Acuerdo por el cual se establece la Organización Mundial del Comercio), norma general que deja a la decisión de
los países miembros la forma de incorporar esa protección y de establecer sus correspondientes alcances. Así, en
el caso de Guatemala el legislador ha resuelto confirmar que el equilibrio de la norma se centra en evitar el uso
comercial desleal que resultaría del aprovechamiento directo o indirecto del esfuerzo ajeno, un “esfuerzo
considerable” como lo califica el Acuerdo sobre los ADPIC y el mismo artículo 177 bis impugnado, pero sujeto a una
temporalidad definida, para que la norma no riña en ese contexto con el derecho a la salud, sino lo complemente,
pues resultaría antieconómico repetir las mencionadas pruebas sin que resulte información nueva y, principalmente,
para evitar que el costo que ello añadiría se traslade a los consumidores; esto justifica la necesidad de establecer
un procedimiento simplificado para el registro de medicamentos y, en ese sentido, el legislador ha dictado el
Decreto 9-2003, para complementarlo y hacer positivos los intereses colectivos respecto de la necesidad de contar
con nuevos medicamentos y de asegurar en el tiempo los esfuerzos particulares para llevar a cabo la investigación
y desarrollo que ello requiere, y de esa forma no restringir a la población de esa posibilidad.
El mecanismo previsto en las normas impugnadas no conlleva el reconocimiento de derechos en
exclusiva, pues en nada impide que los competidores puedan generar los datos necesarios de manera
independiente antes de transcurrir el plazo mencionado; así, las normas impugnadas están llamadas a regular
conductas de quienes participan en la producción y comercialización de medicamentos y productos químico
agrícolas para asegurar su adecuada, justa y leal concurrencia en el mercado y no a la generación de derechos en
exclusiva. Es un mecanismo que complementa la atención al interés constitucional de que el Estado provea de
condiciones que hagan efectivo el bien “salud” y “seguridad alimentaria”, pues en la medida que no se estimule con
justicia la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos o de productos químico agrícolas, la sociedad no se
beneficiará de nuevos productos que curen enfermedades que siguen cobrando vidas humanas o que lesionan
severamente la calidad y expectativa de vida, o que limitan respuestas a la producción de alimentos. Tampoco da
lugar a monopolios o privilegios porque la información generada es el resultado de un esfuerzo importante que
aporta datos e información hasta ese momento desconocidos para la sociedad, es decir, no se retiran del
conocimiento colectivo para confiar su administración a una persona en detrimento de las demás; por otro lado,
cualquier individuo puede igualmente generar datos de prueba respecto del mismo producto y tal posibilidad no se
encuentra limitada por el hecho de que alguien ya desarrolló tales datos de prueba. Finalmente, la temporalidad a
que se sujeta la regulación de la conducta, genera el necesario equilibrio a los intereses constitucionales ya
referidos; vencido el plazo de prohibición, permite a los competidores y a las autoridades competentes apoyarse en
los datos suministrados por el creador del producto, evitando con ello la repetición de gastos elevados e
innecesarios, y con ello el mecanismo tiende en forma razonable a garantizar la economía de mercado. Por otra
parte, si el mecanismo desarrollado en las normas cuestionadas de inconstitucionalidad pudiese representar un
obstáculo a la posibilidad de acceso de la población a productos “iguales o similares” al “producto nuevo”, a precios
más bajos por las razones ya expuestas, esa limitación resulta razonable –salvo situaciones de grave riesgo a la
salud o de emergencia nacional- en tanto que es temporal y permite hacer realidad otros valores que, al igual que el
derecho a la salud, revisten jerarquía constitucional, sin mencionar que es precisamente consecuencia del
desarrollo de medicamentos innovadores que la expectativa de vida y la calidad de vida ha llegado a los niveles
actuales; por ello, calificar de inconstitucional las normas cuestionadas, que como se ha dicho tienden a hacer
realidad otras necesarias aspiraciones sociales, lejos de hacer efectivo el derecho a la salud y otras normas
constitucionales relacionadas e invocadas por los accionantes, redundaría en limitar el acceso de la población a
futuros y mejores medicamentos, es decir, contrario al espíritu de la Constitución. Del texto y del contexto de las
normas constitucionales referidas en los apartados anteriores, se desprende que la protección a la salud se
pretende realizar mediante una intervención directa y decisiva del Estado, en cuanto a que es su obligación,
indelegable y fundamental, el actuar en los diferentes campos de prevención y promoción de la misma, como valor
supremo dentro de la organización social, para lo cual la normativa constitucional establece para el Estado una
función, ineludible, de controlar los productos alimenticios, farmacéuticos, químicos y en general, de todos los que
puedan afectar la salud. Sin embargo, esa protección también debe hacerse realidad mediante el recurso a
medidas que tiendan a asegurar la generación de nuevas y mejores alternativas a la salud de la población, así
como otros tantos derechos o valores que la sociedad organizada jurídicamente ha dejado plasmados en el texto
constitucional y que reflejan aspiraciones de índole social y económica, pues conjuntamente con aquel derecho a la
salud y otros derechos no menos importantes, permitirán alcanzar el bien común, la justicia, la igualdad, la libertad y
la paz y, en general, la plena vigencia de los derechos humanos.
-VII-
Precisamente la vida en colectividad ha marcado la relatividad de los derechos, para garantizar la
coexistencia social y su desarrollo, al punto que los mismos tienen necesariamente limitaciones. Tratándose de
quienes realizan extensas y costosas inversiones en la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos, tienen
el derecho a contar con los medios legales que les permitan resarcirse de los ineludibles costos incurridos e impedir
que terceros sin su autorización se beneficien directa o indirectamente del resultado de esos esfuerzos; el principio
de relatividad encuentra asimismo aplicación para permitir a su vez que ese derecho sea objeto de limitaciones o
restricciones razonables cuando así lo imponga la necesidad de hacer realidad otros; en este caso el derecho a la
salud. En tales supuestos la intervención directa y decisiva del Estado resulta impostergable para atender
situaciones en las cuales se encuentran afectadas o en riesgo de verse perjudicadas la vida, la salud o la integridad
del ser humano, así como también la vida o la salud animal o vegetal o el medio ambiente. De esa cuenta, el
mecanismo previsto en las normas contenidas en los artículos 177 y 177 bis de la Ley de Propiedad Industrial,
devendría inaplicable, temporal y razonablemente, lo cual pareciera no encontrarse previsto en dichas normas. No
obstante, la lectura del artículo 177 permite advertir que el legislador previó que la regulación de conducta
(abstención) respecto de la divulgación de la información o datos de prueba admite excepciones, pues
expresamente reconoce que la autoridad sanitaria competente pueda proceder a la divulgación de la información
“cuando sea necesario para proteger la vida, la salud o la seguridad humana o la vida animal o vegetal o el medio
ambiente”. Si bien ello hace referencia únicamente a la posibilidad de divulgar la información, nada obsta para que
tales circunstancias graves o de emergencia permitan hacer uso por referencia de la información para usos públicos
no comerciales. En ese sentido el artículo 26 del Reglamento para el Control Sanitario de los Medicamentos y
Productos Afines, brinda una alternativa para atender razones de interés público, la defensa de la salud o seguridad
de la población, aunque ello estaría sujeto a que tales presupuestos se encuentren no sólo debidamente calificados
por la autoridad competente sino plenamente justificados. Esto es conforme con la Declaración Relativa al Acuerdo
sobre los ADPIC y la Salud Pública de la Organización Mundial del Comercio, adoptada en la Conferencia
Ministerial de Doha el catorce de noviembre del año dos mil uno, en la cual se reconoció que la protección de la
propiedad intelectual es importante para el desarrollo de nuevos medicamentos y, al mismo tiempo que se
mantienen y ratifican los compromisos contraídos por los países Miembros en el Acuerdo sobre los ADPIC, también
se reconoció el derecho de cada Miembro de utilizar las flexibilidades previstas en dicho Acuerdo y al efecto para
“…determinar lo que constituye una emergencia nacional u otras circunstancias de extrema urgencia, quedando
entendido que las crisis de salud pública, incluidas las relacionadas con el VIH/SIDA, la tuberculosis, el paludismo y
otras epidemias pueden representar una emergencia nacional u otras circunstancias de extrema urgencia”.

-VIII-
Si bien lo afirmado en los apartados precedentes alude a lo que las normas examinadas regulan en
relación a los productos farmacéuticos, la esencia de lo dicho resulta asimismo determinada a la aplicación que los
artículos 177 y 177 bis tienen en materia de productos químico agrícolas y de protección de cultivos. En lo que toca
a éstos, la cuestión referente a la protección de los datos de prueba se encuentra asimismo desarrollado en el
Reglamento para el Registro de Personas Individuales o Jurídicas Interesadas en Realizar Actividades Vinculadas
con Insumos para Uso Agrícola y para el Registro, Renovación, Importación, Retorno y Exportación de los Mismos,
aprobado mediante Acuerdo Ministerial No. 631 del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, de fecha 27
de abril del año 2001. Sin embargo, tal normativa refleja en su contenido un plazo de 15 años, es decir, mayor al
que prevé el artículo 177 de la Ley de Propiedad Industrial –que para estos productos establece diez años-, en
virtud que a la fecha de su aprobación ese era el período que contenía el mencionado artículo antes de ser objeto
de modificaciones mediante los Decretos Números 76-2002 y 9-2003, pero tal diferencia no dificulta afirmar que en
el fondo en materia de insumos agrícolas lo dicho en los apartados anteriores aplica sin excepción, aunque
enfocado a la naturaleza de los productos de uso en ese sector productivo. Conforme el artículo 14 literal i) del
citado Reglamento, entre otros, se establece como requisito general para el registro de insumos para uso agrícola
tipo “A”, el presentar “Literatura técnica debidamente identificada por el fabricante y/o productor del insumo para uso
agrícola; si la misma se encuentra redactada en idioma distinto al español, deberá adjuntarse la traducción libre al
idioma español.” Sin embargo, el artículo 15 del Reglamento desarrolla lo relativo a aquellos casos en que dicha
información resulta protegida en los términos del artículo 177 de la Ley de Propiedad Industrial –a excepción de lo
dicho en cuanto al plazo- . En efecto, según reza el artículo mencionado “Cuando la información a que se refiere la
literal i) del artículo anterior fundamentase la autorización de comercialización de un producto químico agrícola que
contenga un nuevo componente químico, la misma quedará protegida contra su divulgación o uso comercial
desleal, salvo cuando tal divulgación se estime necesaria para proteger al público o cuando se adopten medidas
adecuadas para asegurar que esos datos o información queden protegidos contra su uso comercial desleal. Esto
no limita la libertad que tienen las entidades oficiales de consultar la información con fines de control de calidad y de
preservación de la salud y el ambiente, según lo establecen las leyes y reglamentos respectivos. Los estudios o
resúmenes que son presentados en apoyo a la solicitud, deben citar las referencias avaladas del origen de los
estudios, bajo protocolos internacionalmente reconocidos. La Autoridad Nacional Competente, se reserva el
derecho de poder realizar la verificación de la información que soporta el registro del insumo para uso agrícola,
cuando lo considere conveniente. De conformidad con lo que al efecto establece el segundo párrafo del articulo
177 de la Ley de Propiedad Industrial, en la presentación de los datos de registro se aplicarán las siguientes
disposiciones: a):Si el registrante es el propietario de los datos de registro de un nuevo producto químico aportados
como sustento de este, deberá demostrar la propiedad de dichos datos a través de una declaración jurada, ante
Notario Público, los cuales sólo podrán ser utilizados por el registrante o por la persona individual o jurídica que él
autorice en forma exclusiva, por un período de 15 años contabilizados a partir de la autorización del registro inicial.
b) Si el registrante no es el propietario de los datos de registro aportados como sustento, del registro de un nuevo
producto químico, deberá presentar un acta notarial en que conste su declaración jurada sobre la autorización que
le ha sido dada por el propietario de dichos datos, para este efecto, sin perjuicio de la obligación de presentar ante
el Notario Público el documento correspondiente. c) Si el registrante no es el propietario de los datos del registro
aportados como sustento de este y no ha transcurrido el plazo a que se refiere el literal a) de este artículo, deberá
presentarse autorización por escrito del propietario de los datos y demostrar la equivalencia de su producto ante la
Autoridad Nacional Competente, de acuerdo a las normas nacionales e internacionales. d) Si el registrante no es el
propietario de los datos del registro aportados como sustento de éste y ha transcurrido el plazo a que se refiere la
literal a) de este artículo, deberá demostrar la equivalencia de su producto ante la Autoridad Nacional Competente
de acuerdo a las normas nacionales e internacionales, pudiendo la autoridad nacional competente, para efecto de
análisis de la solicitud de registro, utilizar los datos de registro sometidos por el primer registrante, sin necesidad de
que este le otorgue la autorización por escrito.” Como se advierte, en materia de productos químicos agrícolas lo
previsto en los artículos 177 y 177 bis, así como su desarrollo reglamentario, no resulta contrario al orden
constitucional.
-IX-
Respecto a los artículos 3 y 4 impugnados por el Procurador de los Derechos Humanos, esta Corte
en reiteradas oportunidades ha manifestado que la declaración de inconstitucionalidad de normas procede
cuando pueda advertirse contradicción con la Constitución Política de la República de Guatemala; en caso
contrario, debe respetarse la potestad de su emisor, por cuanto que se le ha dado facultad para decidir
políticas legislativas. Debe declararse la inconstitucionalidad cuando resulte contradicción entre la norma
atacada con la Constitución y existan razones sólidas para hacerlo; de no ser así, debe aplicarse el principio
de la conservación de la ley y la regla "in dubio pro legislatoris". El análisis para establecer la compatibilidad
entre la Constitución y la ley debe ser eminentemente jurídico, sin substituir el criterio del legislador sobre la
oportunidad o conveniencia de las leyes emitidas, porque, como lo ha considerado esta Corte, su función es
de intérprete, no de legislador.
-X-
En conclusión, con base en las razones puntualizadas, esta Corte estima la improcedencia de las acciones
planteadas, mismas que deben ser desestimadas, haciendo la respectiva condena al pago de las costas causadas
y multa a cada uno de los abogados auxiliantes, con excepción del Procurador de los Derechos Humanos y sus
abogados auxiliantes, quien de conformidad con lo establecido en el artículo 48 de la ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad, está exento de tal sanción.

LEYES APLICABLES
Artículos citados y 267, 268 y 272 de la Constitución Política de la República de Guatemala; 1°, 3°, 114,
115, 133, 134, 139, 142, 144 y 148 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad; artículo 31
del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad.

POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad con base a lo considerado y leyes citadas resuelve: I) Sin lugar las
inconstitucionalidades generales parciales de los artículos 1, 2, 3 y 4 del Decreto 9-2003 del Congreso de la
República, y sus reformas que modifican los artículos 177 y 177 bis de la Ley de Propiedad Industrial, “Reforma a la
Ley de Propiedad Industrial, Decreto número 57-2000 del Congreso de la República y sus Reformas”; II) Condena
en costas a los interponentes, con excepción del Procurador de los Derechos Humanos, en virtud de la razón
considerada; III) Impone la multa de un mil quetzales a cada uno de los abogados auxiliantes Roberto Villeda
Arguedas, Fernando Ramón Marín Amaya, Claudia Lorena Roldán Rodríguez, Jorge Estuardo Arias Ramírez, Karla
Mireilli Araujo Búcaro de Arias, Juan Pablo Saucedo Conde, José Alejandro Villamar González, Javier Antonio
Villamar González y Gerardo Arturo López Bhor, la cual deberán hacer efectiva en la Tesorería de esta Corte dentro
de cinco días de quedar firme el fallo; en caso de incumplimiento en su cobro se hará por la vía correspondiente; IV)
Notifíquese.

MARIO GUILLERMO RUIZ WONG


PRESIDENTE

CIPRIANO FRANCISCO SOTO TOBAR JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ


MAGISTRADO MAGISTRADO
RODOLFO ROHRMOSER VALDEAVELLANO NERY SAÚL DIGHERO HERRERA
MAGISTRADO MAGISTRADO

FRANCISCO JOSÉ PALOMO TEJEDA GLORIA MELGAR DE AGUILAR


MAGISTRADO MAGISTRADA
VOTO EN CONTRA

OVIDIO OTTONIEL ORELLANA MARROQUÍN


SECRETARIO GENERAL

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