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Aunque al pensar en una llave normalmente nos viene a la cabeza una puerta, durante
muchos siglos las entradas se protegían simplemente con una cortina y las casas
quedaban abiertas. Hay que decir que tampoco había mucho para robar.
El concepto de barra travesera se empezó a sofisticar al añadir una pieza vertical que la
atravesaba e impedía que el pestillo se pudiera mover. Había que levantar la madera
vertical para poder hacerlo. Y eso solo se podía hacer con otra madera del tamaño
preciso para liberar el pestillo.
Quizás denominar como llave es muy optimista, pero sí que era el primitivo concepto
de llave: poner un impedimento físico que bloqueara el sistema y disponer de un
mecanismo que desplazara el impedimento hasta permitir movimiento de la aldaba.
Pero, puestos a asegurar el sistema, en lugar de una simple pieza vertical podían ponerse
dos o tres. Y, si eran de tamaños diferentes, había una pieza muy concreta para poder
liberar el pestillo. La seguridad aumentaba mucho y aquello sí que ya nos recuerda una
llave, aunque de dimensiones descomunales.
Poco a poco las llaves se fueron sofisticando, aunque el mecanismo básico era similar.
Durante la época medieval podemos decir que se hicieron las llaves más lujosas y
complicadas, pero no necesariamente las mejores.
Esto fue así hasta el Renacimiento, cuando se comenzaron a explorar otros modelos de
llaves, que cada vez han sido más seguras. Al final se comenzaron a idear llaves
magnéticos, que competían con las llaves puramente mecánicas.
Aunque al pensar en una llave normalmente nos viene a la cabeza una puerta, durante
muchos siglos las entradas se protegían simplemente con una cortina y las casas
quedaban abiertas. Hay que decir que tampoco había mucho para robar.
El concepto de barra travesera se empezó a sofisticar al añadir una pieza vertical que la
atravesaba e impedía que el pestillo se pudiera mover. Había que levantar la madera
vertical para poder hacerlo. Y eso solo se podía hacer con otra madera del tamaño
preciso para liberar el pestillo.
Quizás denominar como llave es muy optimista, pero sí que era el primitivo concepto
de llave: poner un impedimento físico que bloqueara el sistema y disponer de un
mecanismo que desplazara el impedimento hasta permitir movimiento de la aldaba.
Pero, puestos a asegurar el sistema, en lugar de una simple pieza vertical podían ponerse
dos o tres. Y, si eran de tamaños diferentes, había una pieza muy concreta para poder
liberar el pestillo. La seguridad aumentaba mucho y aquello sí que ya nos recuerda una
llave, aunque de dimensiones descomunales.
Poco a poco las llaves se fueron sofisticando, aunque el mecanismo básico era similar.
Durante la época medieval podemos decir que se hicieron las llaves más lujosas y
complicadas, pero no necesariamente las mejores.
Esto fue así hasta el Renacimiento, cuando se comenzaron a explorar otros modelos de
llaves, que cada vez han sido más seguras. Al final se comenzaron a idear llaves
magnéticos, que competían con las llaves puramente mecánicas.
También hay cerraduras biométricas, cronométricas, digitales y alfanuméricas, y
cada vez serán más sofisticadas. De todos modos, la seguridad total no existe, y siempre
hay alguien que encuentra la manera de forzar la cerradura.