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3er Parcial Estetica
3er Parcial Estetica
CATEDRA: ESTETICA
Las nuevas producciones jugaron en torno a aquello que Elena Olivera teoriza
como el borde: difuminando sus fronteras de demarcación al plantear cuestionamientos,
por ejemplo, al límite entre el autor y el receptor, entre la obra misma y el espacio
“exterior” a ella, entre la obra y el tiempo, entre otros. Entendemos aquí que este juego
disruptivo también permitió el ingreso de fenómenos tradicionalmente excluidos como
ser la obscenidad, la experiencia del asco y lo repugnante, técnicas olvidadas y
prácticas dejadas en desuso y así emprendió una vía de enriquecimiento sobrepasando
los confines de un paradigma que en pos de la búsqueda de lo bello había reducido su
mirada.
Cabe la pregunta en este punto sobre cómo sería posible abordarla desde una
perspectiva tradicional o formalista, si pareciera ser que para Magritte sus propiedades
plásticas fueran un objeto de interés secundario. Pues bien, tomando palabras de Danto
podríamos decir que esta no es una obra de tipo “retiniana” es decir que busque ser
valorada por los estímulos que le genere a la vista del espectador a partir de un uso
determinado de color, línea o trazo, si no que por el contrario debe ser analizada en
términos de “gesto” o “acción”. Parámetros sobre los cuales la tradicional teoría estética
no tendría mayores cosas que decirnos.
Ahora bien, ¿cuál es la experiencia del espectador ante estas obras? Habíamos
mencionado anteriormente que el arte contemporáneo al ampliar sus bordes, al abordar
fenómenos excluidos, plantea una nueva relación entre el espectador y la obra, partiendo
de un objeto que se presenta ambiguo, de difícil acceso, que busca generar efectos de
disrupción, el arte contemporáneo requiere un compromiso distinto del espectador en
tanto que las obras muchas veces exceden lo puramente retiniano y proponen ser
abordadas desde un lugar crítico y reflexivo. Respecto a lo anteriormente dicho,
1
Ibíd. p. 144.
pareciera ser que Magritte se propone provocar un corte en la pura contemplación,
extrañar al espectador y obligarlo a poner en acción este pensamiento que a su vez sea
capaz de desentrañar el sentido de la obra.
El acontecer y el devenir gracias a los aportes de teóricos del siglo pasado se han
configurado como los grandes tópicos de la existencia y el arte como practica humana
ha adquirido capital importancia en tanto que es una de las actividades que más ha
hecho para evidenciar esta condición. Si tomamos por cierto la afirmación de Heidegger
para quien el acontecer es la condición fundamental del ser, podríamos afirmar que el
arte es tal en tanto que acontece. Evidente se torna entonces posicionarnos frente al arte
e intentar comprenderlo no ya a partir de una existencia ideal, inmutable y eterna sino
desde un más acá de la experiencia estética que acontece en el tiempo y espacio.
El rol de la obra de arte dirá Danto es “exteriorizar una forma de ver el mundo,
expresar el interior de un período cultural, ofrecerse como un espejo en el que atrapar la
conciencia de nuestros reyes”2 La obra de arte depende de su contexto histórico ya que
2
Ídem, pág. 295
una parte determinante de su esencia se relaciona con su significado y su significado se
basa en la conexión del arte con el mundo y las relaciones entre el diseño y el mundo
son históricas. Es así como entendemos que la crítica metafísica que proclama Magritte
expresa una vivencia propia de su tiempo, plagado de incertidumbre, oscurecido por los
escombros de la destrucción de los grandes sistemas de pensamiento y las grandes
construcciones ontológicas.