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Timón
La dimensión ambiental de la crisis remite a la cuestión de la re-
producibilidad, no ya del capital o del modo de producción capital-
ista, sino de la vida misma en el planeta. Se trata de un asunto tan
fundamental como complejo, que viene siendo abordado desde dis- 3
tintos ángulos de mira: las ciencias físico-naturales, el debate abierto
por la economía ecológica, las sucesivas/fallidas “cumbres” globales,
la discusión abierta por quienes sostienen la necesidad de apostar por
el descrecimiento, ciertas elaboraciones de la ciencia ficción, el docu-
mentalismo retrospectivo al estilo de The Age of Stupid, la arrolladora
película de Franny Armstrong.
A nivel mediático, el tema aparece tratado no sólo de manera di-
recta, sino también oblicua, como cuando se anuncia con candor que
se logró descubrir por ahí algún otro “planeta potencialmente habit-
able” a “pocos” años luz de éste. Sin duda, ha habido y hay cultores del
género utópico que sueñan con la posibilidad de marcharse para reco-
menzarlo todo sobre nuevas bases: en el libro The Dispossessed: an ambig-
uous utopia, de Úrsula K. Le Guin se hace referencia a una luna llamada
Anarres, donde se habla právico y se vive de acuerdo con principios
libertarios: dos siglos antes de que tuviese lugar la historia de Shevek
y Takver, los anarquistas del planeta Urras se habían ido literalmente a
la luna… ¿Podrá algún rincón de América Latina o, incluso, América
Latina toda, ser, a no tan largo plazo, una luna como Anarres? ¿Será
necesario poner a dialogar en serio los soplos de Vasco de Quiroga, de
Antonio Ruiz de Montoya, de los falansterianos de Santa Catarina y de
Chalco, de todos ellos y de otros más, entre los que ha de incluirse, en
un lugar no menor, las voces reunidas en la Conferencia Mundial de
los Pueblos, con la utopía ambigua de Úrsula Le Guin…?
También hay –nos consta, porque los hemos visto– quienes ya han
vendido su alma a cambio de procurarse alguna estratagema que les
permita lucrar con la ilusión de un nicho en la nave interestelar que, en
el momento indicado, prometa sacar de aquí a todos aquellos que hay-
an podido pagar el correspondiente boleto. También hay en ciernes,
desde luego, un mercado de almas y de bienes obtenidos por la venta
de almas, donde sofisticados inversionistas especulan con los valores
de ambos tipos de commodity. Pero por el momento, más allá de esas
maniobras, y más acá de la luna, de las ilusiones, las promesas, los
nichos y las almas vendidas, no hay más nave interestelar que la Tierra,
el planeta en el cual viajamos siete mil millones de pasajeros con toda
su memoria cultural a cuestas, así como un número muchísimo mayor
de otras criaturas vivientes.
La Tierra como nave interestelar, o simplemente como nave…: la
analogía es poderosa, y en múltiples sentidos adecuada. Al parecer,
Nostromo
Timón
los trigales ardientes,
la amistad apacible de las piedras.
Allí la sal,
los juncos que se bañan,
el melodioso sueño de los sauces, 5
el trino de los astros,
de los grillos,
la luna recostada sobre el césped,
el horizonte azul,
¡el horizonte!
con sus briosos tordillos por el aire.
¡Pero no!
Nos sedujo lo infecto,
la opinión clamorosa de las cloacas,
los vibrantes eructos de onda corta,
el pasional engrudo
las circuncisas lenguas de cemento,
los poetas de moco enternecido,
los vocablos,
las sombras sin remedio.
Y aquí estamos:
exangües,
más pálidos que nunca;
como tibios pescados corrompidos
por tanto mercader y ruido muerto…
Colectivo Nostromo
Nudos
Nudos
Claudia Composto** y Magalí Rabasa***
Llevamos a cabo la siguiente entrevista con el geógrafo marxista David Harvey durante su visita a Buenos 7
Aires en octubre del 2011, con el propósito de discutir la crisis actual del capitalismo, las transformacio-
nes geopolíticas en curso, y las posibilidades de cambio social a partir de las luchas contra el despojo.
En su libro “El nuevo imperialismo” analiza el poder imperial contemporáneo. ¿Cuáles son sus principales características?
¿Quiénes son sus protagonistas?
Lo que resulta interesante de temas como el imperialismo y el capitalismo es que se trata de procesos en
curso que cambian constantemente de configuración. Cambian, pero continúan siendo lo mismo. Y creo
que cuando se observa algo como el imperialismo, al mismo tiempo se están observando una serie de
relaciones estratégicas que cambian por la situación geopolítica, que a su vez es cambiante. Si como defi-
nición amplia del imperialismo se entiende la imposición de un poder externo sobre un territorio mediante
prácticas explotadoras, habría entonces que preguntarse: ¿quién está imponiendo estas prácticas en este
momento? ¿sobre qué parte del mundo? ¿cómo se está llevando a cabo? Y lo que entonces resulta intere-
sante es si vas a un lugar como Zambia y te preguntas ¿quién está explotando el Copperbelt?, verás que
las principales empresas ahí presentes son indias y chinas. Así que esta noción de que sólo hay un poder
imperialista en el mundo –Estados Unidos– está cambiando. Ahora mismo existe un proceso que en inglés
hemos llamado ‘land-grab’, que consiste en una dominación de la tierra directamente a través de la com-
pra de grandes áreas de territorio, o indirectamente a través de la contratación de personas, agro-empresas,
etcétera. En este sentido, la presencia imperialista aquí en América Latina también está cambiando. China
está mucho más activa ahora, y claro que hasta cierto punto esto implica beneficios, ya que un país como
Argentina o Brasil pueden hacer que Estados Unidos, y hasta cierta medida Europa, tengan que competir
con China para acceder a los recursos. El imperialismo, pues, se convierte en una cuestión muy complicada.
Aquí es donde esta cuestión de la acumulación por despojo se vuelve tremendamente importante,
dado que la acumulación capitalista en los últimos treinta o cuarenta años ha dependido cada vez más del
despojo y cada vez menos de la expansión de la producción real. Claro que esto último ha sido particu-
larmente importante en Asia, pero el resto del mundo ha estado cada vez más sujeto a este proceso de
*
Transcripción y traducción de Isabel Harland de Benito. Actualmente vive entre Glasgow (Escocia), y Madrid, y es activista,
educadora popular y traductora. Durante cinco años vivió y trabajó en distintas partes de México, y ha realizado traducciones (in-
glés-español-inglés) para la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, y Bajo Tierra Ediciones, entre otros. Contacto:
icharlanddebenito@gmail.com.
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Claudia Composto es Licenciada en Sociología de la Universidad Nacional de Buenos Aires (uba), y está cursando la Maestría en
Ciencia Política del Instituto de Altos Estudios de la Universidad Nacional de San Martín (idaes-unsam). Actualmente trabaja sobre
los conflictos socio-ambientales en contextos de disputa territorial, con eje en las estrategias de producción de consenso y legitimi-
dad social desplegadas por transnacionales mineras y Estados locales en torno de la minería a gran escala en Argentina. Contacto:
claudiacomposto@yahoo.com.ar
***
Magalí Rabasa realiza su doctorado en Estudios Culturales en la Universidad de Californa, Davis. Actualmente está llevando a
cabo trabajo de campo en Argentina para su tesis, que analiza el papel del libro impreso en la formación de redes de movimientos
sociales anticapitalistas en América Latina. Es integrante de los colectivos Radio Zapatista y Jóvenes en Resistencia Alternativa.
Contacto: mrabasa@ucdavis.edu.
1
Nota del traductor: ‘Copperbelt’ se traduce literalmente cómo ‘Cinturón de Cobre’ o franja del cobre, y es una provincia en Zam-
bia donde existen abundantes reservas de este metal.
NdelT: ‘land-grab’ sugiere la idea de arrebatar tierra antes de que alguien más lo haga.
procurarse del acceso a recursos naturales, recursos energéticos, tierra, etcétera; a través de mecanismos
como la propiedad absoluta o el arrendamiento de los recursos a fin de monopolizar su explotación, lo
cual siempre significa que un poder externo probablemente esté actuando en alianza con fuerzas internas
para ese efecto. Por lo tanto, en estos momentos, una de las cuestiones que más atención requiere es la
Nostromo
manera en que el imperialismo actual está trabajando con élites locales aliadas a fuerzas externas, muchas
de las cuales cuentan con la tecnología necesaria para la explotación de los recursos. Entonces está la
cuestión del cómo, y ese cómo es bastante distinto al imperialismo de tipo ‘colonial’, pero sigue siendo una
relación explotadora en la cual una población local es esencialmente privada del acceso a esos recursos
que han sido capturados por el capital multinacional –u otras fuerzas externas de este tipo–, aliadas a
élites internas. Esto crea todo tipo de problemas interesantes, particularmente si dicha tecnología en ma-
nos de fuerzas externas se requiere internamente para poder explotar determinado recurso en beneficio
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propio del país. Creo que se está viendo un conflicto de ese tipo ahora mismo en Bolivia, en que Evo
Morales comienza con un proyecto revolucionario, pero encuentra cada vez más que tiene que transigir
con el capital internacional. Necesita explotar los recursos, pero entonces la base popular que lo puso en
el poder protesta, insistiendo en que no lo eligieron para eso. Así que cada día hay un conflicto mayor
entre el gobierno de Morales y la base que lo puso al mando del país. Es una situación muy difícil e inhe-
rentemente contradictoria, porque tiene gente que le está diciendo “queremos desarrollo, queremos que
Bolivia crezca, queremos que tenga un estilo de vida satisfactorio, pero no queremos que se logre me-
diante un acuerdo con el capital externo”. Y eso no puede hacerse simplemente. A su vez, la dificultad de
transigir con el capital externo es que se trata de un amo implacable que se llevará hasta la última tajada.
Aquí es donde reside el conflicto en estos momentos.
¿Qué tensiones existen entre las luchas populares que se enfrentan a la acumulación por despojo y aquéllas que se
posicionan más bien en el contexto de la reproducción ampliada? ¿Existe la posibilidad de coordinación entre ellas?
Nudos
apreciado la relación que existe entre las dos, ni tampoco lo que significa para la lucha política. Una lucha
por vivienda digna o una huelga de inquilinos, por ejemplo, es tan importante o significativa como una
lucha de la clase obrera, es decir, una lucha por salarios dignos. Están muy relacionadas las unas a las otras.
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¿Cómo están conectadas las luchas en defensa del territorio y contra la explotación de los recursos naturales con las luchas
que acaba de mencionar?
La explotación de los recursos naturales tiene dos dimensiones: la primera consiste en simplemente tomar
el recurso sin remunerar a los que lo tienen, y la otra consiste en que una vez que se tiene el control sobre
un recurso natural se especula con él para extraer una renta. Lo que se observa es un gran incremento
en los precios del petróleo, por ejemplo, y todos piensan que es porque se nos acaban las reservas de
combustible, pero lo que ocurre en realidad es que los especuladores están guardando el petróleo y ma-
nipulando los precios. Por lo tanto, el obtener control sobre un recurso y monopolizarlo se convierte en
una forma de extraer altas rentas. Ahora, ¿esto qué significa? Si las empresas petroleras extraen enormes
ganancias de su monopolio, ¿quién lo paga? Lo paga el mundo entero. Es decir, al hacernos pagar mucho
más por el petróleo que lo que les costó sacarlo del subsuelo, las petroleras obtienen grandes riquezas de
nosotros, y esto lo pueden hacer porque tienen el monopolio. Entonces, primero hay una lucha sobre la
cuestión de la extracción y las condiciones de dicha extracción. Y, claro, un país pequeño con poco poder
frente a una mega empresa petrolera apoyada por el poder del aparato militar estadounidense no está en
buena posición para exigir que se le devuelva el dinero que le costó obtenerlo. Si un país intenta esto,
inmediatamente va ha haber todo tipo de conflictos. Pero también hay una segunda lucha que es preve-
nir la monopolización del recurso y la extracción de rentas del monopolio sobre este recurso, lo cual se
convierte en una forma de extraer riqueza de todos los que usen ese recurso. Por lo tanto, hay dos tipos
de lucha, y son muy distintas.
Teniendo en cuenta los grandes obstáculos que existen para la construcción de alternativas anti-sistémicas desde las ciudades
y los espacios urbanos, ¿podrías explicar esta idea que propones de ‘el derecho a la ciudad’? ¿Cuáles son los elementos de esta
idea que podríamos imaginar contribuyendo a la construcción de una sociedad post-capitalista?
La idea de ‘el derecho a la ciudad’ fue formulada potentemente por Lefebvre en 1967-68. Por lo tanto,
como todas las ideas, va y viene. Sin embargo, a Lefebvre se le ocurrió la idea en respuesta a lo que ocurría
entonces en las calles. Por ejemplo, París era una ciudad dominada por el capital financiero y los promo-
tores inmobiliarios, y la gente estaba perdiendo los entornos urbanos que tanto valoraba. Ahora, desde
hace más o menos diez años, hemos visto un resurgimiento de la idea de ‘el derecho a la ciudad’, en la cual
he estado involucrado intelectualmente. Pero lo más importante es su relación con lo que está pasando
en las calles. Yo creo que hay una noción en los Estados Unidos de que muchas ciudades son dominadas
ahora por inmobiliarias, por intereses de construcción y por financistas a quienes sólo les interesa maxi-
mizar el arrendamiento del suelo. No les importa cuanto tenga yo que pagar por mi casa y temas de este
tipo, y hay una noción también de que se está produciendo una ciudad que no está disponible para la
mayor parte de la población. Cada vez más, la ciudad es un barrio privado sólo para los más ricos. Así que
la noción de que “esta ya no es nuestra ciudad y la queremos de vuelta” sale de la calle, y a veces comienza
como un movimiento en particular, por ejemplo, el movimiento en apoyo a los ‘sin-techo’, por una vi-
vienda digna, o en contra del aburguesamiento. El incremento de la presencia policial, la vigilancia de las
calles y de los distritos empresariales, comenzó a diluir la democracia y a convertir la ciudad en lo que
quería la comunidad de los negocios. Esto mismo lo vemos en muchas partes del mundo, por ejemplo en
Brasil, donde la extraña confluencia entre movimientos muy activos –particularmente alrededor del tema
del derecho a una vivienda digna y a la democratización– ha impulsado la introducción de cláusulas en
la Constitución que hablan de ‘el derecho a la ciudad’, y de que la gente tiene el derecho a ser consultada
sobre lo que ocurre en la ciudad. Así que la idea de ‘el derecho a la ciudad’ es algo que emerge de una
situación social. Yo creo que la noción de querer retomar la ciudad de los promotores inmobiliarios ha
Nostromo
crecido. Por un lado, estamos creando un mundo lleno de ‘favelas’ y, por otro, estamos creando un mundo
lleno de condominios elegantes, exclusivos y vacíos. Entonces, surge la sensación de que algo va muy mal
con la urbanización hoy en día. De ahí la idea de ‘el derecho a la ciudad’. No obstante, se trata de lo que
yo llamo un ‘significante vacío’, ya que puede significar cualquier cosa para cualquiera. Los promotores
inmobiliarios, por ejemplo, dicen que tienen derecho a la ciudad, y de cierto modo sí lo tienen. Por lo
tanto hay un significante vacío, lo cual es muy importante porque se convierte entonces en la pregunta:
¿a quién le toca llenarlo de significado? Hay un conflicto sobre la cuestión de lo que significa ‘el derecho
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a la ciudad’, y del derecho de quién estamos hablando. Marx dijo que esto era el tipo de situación dónde
se tiene igualdad de derechos, pero que entre igualdad de derechos decide la fuerza. Así que ‘el derecho a
la ciudad’ es primero una lucha para decidir quién llena esa noción de significado y, en segundo lugar, una
lucha para decidir cómo se moviliza esa fuerza para decir que “es nuestra ciudad, no la suya”, y luego in-
troducir la dimensión de un proyecto de clase. No es un derecho que se regala abstractamente, es algo por
lo que hay que luchar como parte de un proyecto de clase; es un derecho colectivo. Uno de los elementos
que encuentro muy interesante es la forma en la que diferentes grupos que trabajan sobre problemáticas
específicas en la ciudad, comienzan a pensar en lo que están haciendo en relación a este tipo de preguntas
más bien colectivas, como: ¿de quién es esta ciudad? ¿Cómo va a funcionar? De esto puede surgir la idea
de reconstruir una ciudad política, socialista. La urbanización capitalista ha destruido la ciudad en tanto
entidad social y política, y como parte del proyecto político tenemos que reconstruirla sobre las ruinas de
la urbanización capitalista.
¿Qué conexiones ve entre esta reconfiguración de la urbanización y la crisis socio-ambiental a escala global?
Una de las formas en las que el capitalismo ha salido de la crisis en el pasado es construyendo casas y
llenándolas de cosas. De esto sale un tipo de urbanización que se desparrama en todas direcciones y que
consume vastas cantidades de tierra. Por lo tanto, si tomas sólo estas dos dimensiones –el uso de tierra
y el consumo de energía– se puede notar que la urbanización es una de las mayores causas de la degra-
dación ambiental y, por lo tanto, si se quiere enfrentar el calentamiento global o la degradación ambiental,
se tiene que hacer algo frente a la urbanización. Esto requiere otro tipo de urbanización que tiene que ser
anti-capitalista, porque a los capitalistas les encanta irse por ahí, encontrar un “espacio vacío”, construir
todo tipo de cosas ridículas como campos de golf, barrios cercados, y terrenos extendidos donde la gente
tiene que conducir el coche a todos lados para poder obtener cosas, hacer las compras, etcétera. Así que
yo creo que es muy fuerte la conexión entre la construcción de ciudades para salir de las crisis, y la crea-
ción de una crisis medio ambiental como resultado directo.
Lo que usted conceptualiza como un traslado de las riquezas desde el oeste hacia al este, y del norte hacia el sur del globo,
¿transforma la configuración geopolítica imperante hasta el momento? ¿De qué manera? ¿Cuáles son sus consecuencias en
el mediano plazo?
Una de las paradojas de la neoliberalización durante los últimos veinte o treinta años ha sido la apertura
del mundo a tal escala, que un país como China podía insertarse en la economía global de modos que
no habían sido posibles antes, y una de las situaciones que ocurrió en los Estados Unidos, por ejemplo,
fue que de hecho el capital financiero promovió la desindustrialización de los Estados Unidos. Todos se
quejan y dicen que fue culpa de China, pero no es así –fue culpa de los financieros, porque los financieros
llevaron el capital monetario a China, ya que ahí conseguían mayores tasas de rendimiento. El dinero es
lo que llamo la ‘forma mariposa’ del capital: puede aletear por cualquier lado y despegar y aterrizar donde
quiera, lo cual es muy distinto a la forma en que se mueven las mercancías, y muy distinto también al
capital en su forma productiva, que es difícil de mover. Así que al liberar la forma financiera del capital,
la ‘forma mariposa’, durante los últimos treinta o cuarenta años, se promovió una transformación de la
economía global a los fines de instalar cantidades masivas de capacidad productiva en Asia oriental par-
ticularmente –en China, por ejemplo–, dando como resultado la inserción de China en la economía global
de una forma que no hubiera sido posible bajo las estructuras de poder imperialista convencionales. Lo
que tenemos ahora es una situación donde la estructura clara de un mundo dividido en los polos comu-
nista/capitalista, que existía antes de 1989 (un mundo capitalista con hegemonía estadounidense), ha sido
esencialmente desmantelada y de hecho estaba ya disolviéndose antes del final de la guerra fría. Los Esta-
Nudos
dos Unidos, por lo tanto, ya no están en posición de ejercer poder dominante, y surge entonces la pregun-
ta: ¿dónde reside ahora el poder dominante? Pues en realidad, no reside en ningún lugar, particularmente
hoy en día. Lo que vemos es regionalismo: hay un bloque de poder en Asia oriental; obviamente América
Latina ya se considera a sí misma como un bloque regional de poder, más preocupada por organizarse
de tal forma; y por supuesto que Europa se ha vuelto, hasta cierto punto, más integrada. El mundo se 11
ha regionalizado, y estos bloques de poder regionales están adquiriendo poderes políticos muy distintos.
América Latina, por ejemplo, es mucho más expansionista al seguir los modelos de China y Canadá.
Ahora el mundo se está dividiendo entre los ‘países austeros’ y los ‘países expansionistas’, y por supuesto
que los que van ganando son los expansionistas ya que están creciendo, mientras que los austeros están
bloqueados y con bajo crecimiento. No obstante, los países expansionistas tienen un problema: ¿cómo
mantener el ritmo de la expansión? Hay serias dudas al respecto, y claro que una de las amenazas es la
inflación –en China hay una tremenda inflación, también aquí en Argentina, y en gran parte de América
Latina. Así que la mitad del mundo es expansión e inflación, y la otra mitad es austeridad y reducción de
la inflación; una extrañísima imagen global. Ninguna mitad funciona muy bien, aunque parece que los
expansionistas van ganando. Sin embargo, hay problemas con la visión expansionista, así que éste es el
momento en que deberíamos comenzar a pensar en formas económicas alternativas pero, claro, no se
puede hablar de eso, está casi del todo descartado. Los poderes fácticos no pueden ver que esté fallando
el modelo de desarrollo, tienen las anteojeras bien puestas.
NdeT: en este contexto, Harvey utiliza el término “expansionista” [expansionist] como sinónimo de “desarrollismo”.
Cambio global y geopolitización
hemisférica de los recursos naturales
Nostromo
Introducción
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La sociedad moderna por primera vez en la historia del planeta está transformándose de tal
modo, que algunos expertos incluso sugieren que estamos ante una nueva época geológica: la del
Antropoceno. Ello dado que las modificaciones –o nueva “terraformación”– son de gran cala-
do y puesto que su impacto es ya observable a escala global con perspectivas a futuro inciertas
y, de seguir la tendencia actual, probablemente irreversibles. La cuestión de fondo es que el ser
humano no puede asumirse ajeno al medio ambiente, y en tanto tal, que no puede intervenirlo
y manipularlo a placer, al menos sin respetar ciertos límites y procesos, puesto que su existencia
parte y depende de un entorno natural que es altamente complejo y finito.
Como resultado de la cada vez más compleja y agresiva relación con el medio ambiente, se
están tomando a ritmos insostenibles recursos de la naturaleza, al tiempo que desechan –en la
misma proporción– grandes cantidades de residuos, muchos de los cuales su vida media llega
a ser de cientos hasta miles de años. Esta dinámica, impulsada por un sistema de producción
y organización social que tiene como principal finalidad la acumulación de capital y por tanto
la de generar a mayor velocidad ciclos ampliados de producción-distribución-consumo, está
alterando los ecosistemas y, en sí, el propio funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos del
planeta como los conocemos.
Los efectos de tal dinámica son múltiples, siendo el calentamiento global de tipo antro-
pogénico, uno de los más visibles. Se suma también la transgresión de los límites del ciclo del
nitrógeno y del fósforo, la acidificación de los océanos, la destrucción de la capa de ozono, la
ruptura con más de 50 mil represas del ciclo hidrológico del agua a la par de un sobre-consumo
del líquido, un intenso cambio de uso del suelo, la pérdida creciente de biodiversidad, entre
otros fenómenos como el deshielo de los casquetes polares y cuya extensión pasó de 7 millones
de km2 en el 2000 a 4.9 millones de km2 en el 2010. Datos sobre el estado actual del orbe con
respecto a las mencionadas fronteras ecológicas –dentro de las cuales debería mantenerse el ser
humano a modo de no generar cambios irreversibles– se ofrecen en la Tabla 1.
*
Investigador de tiempo completo del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la unam. Miem-
bro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt.
1
Paul Crutzen acuñó el término en 2002. Junto con otros autores, sugiere que ya no estamos viviendo en el Holoceno, sino en
la época del Antropoceno y que se caracteriza por el hecho de que la humanidad está cambiando profunda e irreversiblemente
el planeta entero como nunca antes. Es importante diferenciar el término de era y época geológica. La primera es de muy larga
duración (millones de años), mientras que la segunda alude lapsos temporales menores. Ésta última está compuesta por periodos
geológicos. En este contexto es de precisarse que la idea de que el ser humano es el principal responsable de tales cambios no es
nuevo. Se observa ya con las advertencias de Stoppani, de Le Conte y de LeRoy, quienes hablaban respectivamente de la era del
Antropozoico, del Psicozoico y de la Noosfera. Más recientemente destaca el trabajo de Leakey y Lewein en el que hablan de que la
próxima extinción será causada por el ser humano. Crutzen, “Geology”, 2002; Zalasiewicz, “World”, 2010; Stoppani, Corsa, 1873;
Le Conte, Elements, 1879; De LeRoy, L’exigence, 1927; Leakey, Six, 1996.
Sin autor, “World”, 2010.
Tabla 1
Fronteras Ecológicas Planetarias
d
Frontera planetaria Estado antes de 1850 Frontera propuesta Estado actual
(preindustrial)
d
Cambio Climático 280 partículas por millón < 350 partículas por millón 391 partículas por millón
(alteración del ciclo del carbono) (al 2010)
d
Acidificación Oceánica* 3.44 Ω arag* 2.75 Ω arag 2.90 Ω arag
Nudos
d
Capa de Ozono 290 unidades Dobson** 276 unidades Dobson 283 unidades Dobson
d
Ciclo biogeoquímico del nitrógeno 0 toneladas / año 35 millones de toneladas 121 millones de
/año toneladas / año
d
Ciclo biogeoquímico del fósforo 1 millón de toneladas 11 millones de toneladas 8.5 – 9.5 millones de
/ año / año toneladas / año 13
d
Uso humano de agua dulce 415 km3 4,000 km3 2,600 km3
(alteración del ciclo del agua)
d
Cambio de Uso de Suelo Bajo 15% 11.7%
d
Pérdida de Biodiversidad (tasa de 0.1 – 1 especies por 10 especies por millón 100 especies por millón
pérdida de especies) millón
d
Contaminación química Inexistente Desconocida*** Desconocido***
d
Fuente: Rockström et al, 2009.
* Una disminución en el valor significa un aumento en la acidificación. Los datos indican el estado de saturación de aragonita (Ω arag).
** Una unidad Dobson equivale a 0,01 mm de espesor de la capa de ozono en condiciones normales de presión y
temperatura.
*** No se cuentan con indicadores que permitan medir de modo estandarizado este tipo de contaminación aunque sí existen
algunas propuestas metodológicas para tóxicos específicos. De especial atención son los contaminantes orgánicos persistentes,
los plásticos, los disruptores endocrinos, los metales pesados y los desechos radioactivos.
Ahora bien, dado que las variables anteriores se refuerzan o retroalimentan unas a otras pero
produciendo al mismo tiempo resultados no-lineales y por tanto sinérgicos pero hasta cierto
punto impredecibles, a este conjunto de procesos e implicaciones se le ha denominado como
cambio global. Se trata de toda una serie de alteraciones que se están produciendo de manera más
o menos simultánea y que ya afectan de modo multivariado, y en muchos casos desigual, el sis-
tema planetario (incluyéndonos evidentemente a nosotros como parte de éste).
Al respecto, una medida que procura apreciar las dimensiones de tales alteraciones y su
gravedad es la huella ecológica, indicador que calcula -en base al actual modo de vida- el espacio
territorial necesario, tanto para producir los recursos y energía empleados, como para asimilar
los residuos generados por la humanidad. Los cálculos precisan que ya se sobrepasa entre un
25% y un 39% al planeta Tierra, lo que significa que necesitamos, en el mejor de los casos, un
cuarto de planeta adicional para poder mantener los ritmos de consumo y desecho de principios
del siglo xxi. Panorama en el que una apuesta de China para alcanzar patrones de producción-
circulación-consumo similares a los de Estados Unidos, el mayor despilfarrador energético-ma-
terial del orbe, requerirían teóricamente seis planetas Tierra.
Es de notarse que los cambios que nos colocan en la época del Antropoceno son producto
de relaciones sociales y de poder específicas. La responsabilidad mayor no es de toda la huma-
nidad, sino de clases sociales puntuales, de ahí que sea necesario aterrizar lo previamente dicho
desde una perspectiva de la ecología política, entendida ésta como el análisis, no meramente de la
política en la ecología, sino de las relaciones socioeconómicas y de poder, así como de los con-
Las estimaciones varían. Para la Global Footprint Network, la humanidad pasó de usar, en términos netos, la mitad de la biocapacidad
del planeta en 1961 a 1.25 veces en 2003. Según Redefining Progress la biocapacidad del planeta había sido rebasada, para el año 2005,
en un 39%. Global, Humanity’s, 2004; Venetoulis, Ecological, 2005.
flictos existentes en torno al acceso, gestión y usufructo de los recursos naturales y las diversas
narrativas y valoraciones existentes. La aproximación ha de ser doble, desde la responsabilidad
diferenciada entre países ricos y pobres o centrales y periféricos, así como de la responsabilidad
diferenciada en ambas tipologías de país entre clases ricas y medias, por un lado, y las clases
Nostromo
Ejemplificando. El consumo de energía en los países más ricos es 21 veces per capita más que en los más pobres. De modo parecido,
el 85% del usufructo y consumo del agua dulce se le adjudica tan sólo al 12% de la población más rica del orbe. Delgado, Agua,
2005, p. 25.
Por ejemplo, entre los mayores importadores de petróleo, según datos de 2008 están EUA, Japón, China, India, Corea, Alemania,
Italia, Francia, España y Holanda. Mientras que los mayores exportadores para ese mismo año son Arabia Saudita, Rusia, Irán,
Emiratos Árabes Unidos, Nigeria, Angola, Noruega, Kuwait, Irak y Venezuela. De notarse es que en este panorama, sean los países
de ocde los que concentren el 53.2% de la capacidad de refinación de petróleo. International, World, 2010.
Butler, “Attack”, 2008, p. 24.
Godrej, No-Nonsense, 2001, p.124.
Ibídem. Además se calcula que cada estadounidense consume a lo largo de su vida 1,654 pollos, 74 pavos, 25 cerdos, 11 vacas, 2
ovejas y 18,675 huevos. El impacto de la producción de este tipo de alimentos de origen animal en los ecosistemas es importante.
Butler, “Attack”, 2008, p. 24. Para una revisión sobre las implicaciones ambientales y en materia de cambio climático de esta indu-
stria léase Pimentel, “Sustainability”, 2003; Food, Greenhouse, 2010.
Recursos naturales y seguridad de cara al cambio global
Frente a la presión que se ejerce sobre el medio ambiente al transgredir o acercarse cada vez más
a las mencionadas fronteras ecológicas planetarias, pero también ante el aumento poblacional, la
caída de las reservas de fácil acceso –y baratas– de materiales y de energía, y la creciente dificul-
tad sociopolítica para acceder a ellas (pues los intereses sobre las mismas aumentan), garantizar
Nudos
el acceso a los recursos se coloca como una cuestión de primer orden en las agendas políticas
y de seguridad de los estados-nación, sobre todo de aquellos que detentan un peso importante
en la economía mundial.
El carácter estratégico de los recursos desde tal perspectiva radica entonces en el hecho de 15
que las reservas existentes, su localización, cantidad y/o calidad, y accesibilidad están cambiando.
Así, un recurso natural estratégico es aquel que es clave en el funcionamiento del sistema capitalista
de producción y/o para el mantenimiento de la hegemonía regional y mundial. Puede además
ser escaso o relativamente escaso, sea debido a las limitadas reservas existentes o como produc-
to de relaciones de poder establecidas que restringen, en ciertos contextos socio-históricos, el
acceso, gestión y usufructo del mismo. Aún más, un recurso natural estratégico puede o no tener
sustituto, una cuestión que depende de la factibilidad y viabilidad material y técnica de ser reem-
plazado (vía otro recurso o por el avance científico-tecnológico), pero también de las caracterís-
ticas intrínsecas del propio recurso para el mantenimiento de estructuras de poder y de control
propias al sistema capitalista de producción. Por ejemplo, un recurso energético debe ser muy
eficiente (elevada condensación químico-física) al tiempo que se pueda monopolizar y por tanto
de manipular, transportar y almacenar con facilidad: el petróleo es idóneo en dicho sentido.
Ahora bien, un recurso natural crítico es aquel que es estratégico pero que además, por sus
propias características tiene un bajo o nulo grado de sustitución y no sólo, debido al tipo de
aplicaciones, éste permite contribuir con el mantenimiento de la hegemonía desde el ámbito mi-
litar (dígase por ejemplo, el uranio u otros minerales como el indio, manganeso, titanio, platino,
paladio o las tierras raras).
Otros recursos naturales pueden ser muy importantes para la realización, desarrollo e inclu-
so expansión material de las naciones, por ejemplo dados los elevados patrones de su consumo,
sin embargo, pueden no ser estratégicos ni críticos. En ese sentido, entre los materiales esenciales,
se puede mencionar el hierro, el aluminio o el concreto, entre otros.
Desde luego, el sector agroalimentario es también “esencial”, siendo sin embargo la producción
de granos básicos una cuestión estratégica. No obstante, debe subrayarse que en este caso, si bien el
cambio climático ya generará ciertos efectos en la capacidad productiva de los principales granos
en algunas regiones,10 el grueso de aspectos relacionados a la soberanía alimentaria sigue tenien-
Este tipo de minerales son claves. El uranio en la producción de energía eléctrica y en la elaboración de diverso armamento, no
sólo cabezas nucleares. El indio se emplea en interruptores cerámicos magnéticos que se utilizan en celulares y otros sistemas de
comunicación. También en pantallas planas y celdas fotovoltaicas. El berilio y las tierras raras son útiles en la fabricación de com-
putadoras y otros electrónicos, sensores, misiles, satélites y hasta cabezas nucleares. El titanio en sistemas de propulsión de aviones,
en el corazón dieléctrico de los teléfonos y otras aplicaciones de tipo estructural.
10
Según estimaciones recientes, las tendencias de 1980 a 2008 en los principales cultivos (maíz, trigo, arroz y soya, mismos que
representan el 75% de las calorías que los seres humanos consumen directa e indirectamente) han tenido desviaciones considerables
relacionadas al cambio de la temperatura y otros efectos asociados al clima. Para el caso de la producción mundial de maíz y trigo, la
producción disminuyó 3.8% y 5.5% respectivamente, comparándose con escenarios sin cambio del clima. Para la soya y el arroz, se
identifican cambios regionales que sin embargo logran un balance a nivel global. Cabe precisar que la mayor pérdida en la produc-
ción de trigo en ese periodo fue en Rusia con casi una caída del 15%, mientras que el mayor productor, Estados Unidos, no registró
cambio importante alguno de cara a los cabios del clima. La producción de trigo en países como Francia se torna altamente sensible
do una mayor relación con cuestiones de política económica y de proyectos de nación. No sobra
indicar que el panorama es complejo pues las implicaciones de no tener garantizada la seguridad
alimentaria –sobre la base de una soberanía alimentaria– es ciertamente una cuestión de seguridad
nacional puesto que pone en entre dicho la paz social y el orden interno. El futuro frente al cam-
Nostromo
bio global de países con escasa capacidad de autoalimentarse hoy día, no se observa muy positivo.
Por lo indicado, resulta entonces evidente que las zonas con reservas importantes de recur-
sos energéticos (petróleo, gas, carbón), mineros, hídricos o de biodiversidad, se perfilen cada vez
más como estratégicas y conflictivas. La geopolitización de los recursos alude así, al rol estratégico,
crítico e incluso esencial, que éstos juegan desde una visión del poder de estado y de las clases
16 que lo detentan; noción que ha llevado a considerarlos en algunos casos como una cuestión de
seguridad nacional e internacional.
En particular desde la década de los noventa se ha asociado en Estados Unidos el discurso
de la degradación ambiental con el de geopolitización de los recursos dando como resultado la
doctrina de la seguridad ambiental, misma que se precisa como el aseguramiento o “protección”
de zonas ricas en recursos. Esto, en el fondo implica consolidar el acceso, uso y usufructo de
los recursos en manos de Estados Unidos y/o sus “aliados”, sea por la vía del mercado, la ayu-
da o cooperación internacional, o la mano del Pentágono; todo en un contexto de una crisis
ambiental creciente. Desde luego, como las implicaciones son mayores, esa securitización de los
recursos tiende a presentarse bañada de buenos propósitos de conservación del medio ambiente
y hasta de atenuación de la pobreza. Así pues, ya desde 1991 la Estrategia de Seguridad Nacional del
gobierno de Estados Unidos incluye, de diversas formas y en distintas tonalidades, la variable
ambiental asociada a la cuestión de seguridad nacional.
Las declaraciones de la CNA Corporation, una organización con sede en Virginia con fuertes
vínculos al Pentágono, tienen la misma tonalidad de securitizar los recursos bajo el lema de “segu-
ridad ambiental”. Sugiere por ejemplo, que de cara a los impactos del cambio climático, el Pentá-
gono tendría que asegurar la reducción de las vulnerabilidades de Estados Unidos, al tiempo que
debería velar por la “paz” internacional, preparándose en ese sentido para operaciones rápidas y
móviles en zonas de conflicto por recursos o de desastres.11 Algo similar sostiene Joshua Busby
del estadounidense Council on Foreign Relations (Consejo sobre Relaciones Exteriores), quien
coincide con lo arriba expuesto haciendo énfasis en las implicaciones a la seguridad que tienen
los recursos naturales del Pasaje Norte en tanto que representan eventuales conflictos o ten-
siones, por ejemplo con Rusia y Canadá.12 Otras zonas estratégicas por sus recursos y posición
geográfica también son consideradas por el autor.13
Nótese que tal securitización de los recursos implica entonces la toma de decisiones extraordinarias,
comparables al caso de una amenaza militar, lo que implica, naturalmente, la violación de toda soberanía
nacional y autonomía de los pueblos; ello desde luego en zonas estratégicamente ricas en recursos.
al cambio del clima, mientras que lo mismo sucede en el caso de los cultivos de arroz en India (Lobell, “Climate”, 2011. En: www.
sciencemag.org/content/early/2011/05/04/science.1204531).
11
cna Corportation, National, 2007.
12
Busby, “Climate”, 2007. Otro autor que indaga el caso del Pasaje Norte y que vale la pena revisar por las luces que da en términos
de probables escenarios de securitización de los recursos ahí contenidos, es Smith con un análisis prospectivo al 2050 para lo que
él denomina “el nuevo Norte”. Smith, The New, 2011.
13
Según suscribe Busby, Estados Unidos tiene también intereses de seguridad nacional en los países que son vulnerables al cambio
climático pues sus impactos ahí pueden tener repercusiones en la madre patria. Por ejemplo en lo que refiere a afectaciones a sus
bases militares y embajadas, a corredores de transporte de mercancías o en relación a daños a intereses de aliados o posibles tensio-
nes con competidores por recursos naturales. Busby, “Climate”, 2007, p. 7.
Esto es una perspectiva que difiere notablemente de aquella concebida desde la ecología política
y que prefiere analizar al recurso como factor de conflictos distributivos, mismos que pueden
adquirir la forma de: disputas locales originadas por la degradación del recurso; disputas por el
acceso, uso y usufructo del recurso resultantes de (in)migraciones y/o nuevos ordenamientos
territoriales o de procesos de acumulación por desposesión; y conflictos entre naciones por
recursos compartidos.14
Nudos
En cualquier caso, es clara la extraordinaria relevancia que tienen los contextos, es decir, las
características en el espacio y tiempo, tanto políticas y económicas, como sociales e interna-
cionales (relaciones diplomáticas, militares, etcétera) de las situaciones en las que se gestiona y
evoluciona un conflicto por uno o varios recursos en una región dada. Ésas pueden potenciar 17
el conflicto, dígase: a) cuando el contexto económico es de crisis aguda con altos índices de
desempleo e inflación; b) cuando el contexto sociopolítico estimula la desconfianza social, el
aumento del uso de la violencia del estado o incluso la instauración de regímenes autoritarios;
c) cuando el contexto de las relaciones internacionales precisa tensiones con países vecinos o
pugna por el mantenimiento de relaciones asimétricas que fomentan esquemas de economías de
enclave netamente extractivas; etcétera.
Y sin embargo, los conflictos por los recursos siempre tomarán su dimensión concreta en lo
local, por más que tengan o no, vínculos con esquemas de securitización de mayor perspectiva
y dimensión. Así, lo que tenemos y lo que seguramente se incrementará de seguir la actual ten-
dencia de devastación del medio ambiente y de crecientes patrones de consumo, es un escenario
de más y más conflictos locales-regionales por los recursos; un esquema en el que el discurso
de la securitización es un elemento útil y desde luego amenazante en los operativos de despo-
jo y reapropiación de los recursos. Por tanto, con excepciones como la del petróleo, más que
“guerras por los recursos”, al menos en el corto-mediano plazo, se observa una fuerte oleada
de conflictos por los recursos y, en su caso, de criminalización, con todas sus implicaciones, de los
actores más débiles.
Debe advertirse que el acceso, gestión y usufructo de los recursos por parte de los actores
más fuertes, el grueso de las veces obedece, en efecto, al interés de lanzar dichos recursos al
mercado internacional por lo que en principio existe un vínculo directo o indirecto a intereses
geopolíticos mayores. Por ello que intereses foráneos estén también interesados en que sus “so-
cios” o proveedores locales sean exitosos y mantengan una posición de poder privilegiada.
Se puede derivar de lo señalado que América Latina, desde la perspectiva de los países cen-
trales, se coloca como clara e importante reserva de recursos naturales estratégicos. Esto es par-
ticularmente cierto para Estados Unido dada su creciente dependencia de materiales y energía,15
ya reconocida desde finales de la primera mitad del siglo xx, pues a decir de William Clayton,
entonces subsecretario de Estado de Estados Unidos ya era observable que: “…debido al serio
desgaste de nuestros recursos naturales durante la guerra, debemos ahora importar muchos
minerales y metales… Ciertamente hoy somos importadores netos de casi todos los metales
y minerales importantes excepto dos, el carbón y el petróleo. Quién sabe por cuánto tiempo
podremos seguir adelante sin importar petróleo”.16
14
Homer-Dixon, Enviroment, 1999; Barnett, The Meaning, 2001.
15
Delgado, Ecología, 2010; Delgado, “Seguridad”, 2010.
16
Kolko, Limits, 1972, p. 13.
Desde entonces la vinculación entre seguridad y el acceso a los recursos, se fue consolidando
en la geopolítica estadounidense, siendo ya claramente patente durante las primeras décadas de
la guerra fría cuando uno de los objetivos clave de Estados Unidos en Latinoamérica, como par-
te de su agenda de seguridad y de política exterior, era el acceso a “recursos estratégicos”. Para
Nostromo
lograr esta meta, se consideró crucial garantizar la seguridad interna de los países que poseían
dichos recursos, de tal suerte que fuera posible su exportación al “mercado internacional”: Los
principales objetivos militares de Estados Unidos en América Latina eran y siguen siendo, según
el Departamento de Estado,17 los siguientes: 1) la continua y creciente producción y provisión
de materias primas estratégicas; y 2) el mantenimiento al interior de cada nación de una esta-
18 bilidad política y una relativa seguridad interna, al menos la suficiente como para garantizar la
protección de las instalaciones de las cuales dependen la producción y provisión de materiales
estratégicos. No es casual que años más tarde Henry Kissinger, entonces secretario de Estado,
añadiera que “… el mundo depende cada vez más de productos minerales provenientes de paí-
ses en desarrollo, y si el rápido crecimiento de la población frustra las expectativas de desarrollo
económico y progreso social, la inestabilidad resultante puede disminuir las condiciones para
incrementar la producción y el flujo sostenido de tales recursos”.18
A principios del siglo xxi, lo anterior se coloca como una cuestión claramente de preocupa-
ción, más cuando Estados Unidos registra un aumento en la dependencia y consumo de recur-
sos naturales diversos. Por ello, es que se sostiene que el cruce de la agenda político-económica
con la diplomática-militar es por lo menos desde hace seis décadas una constante para ese país.
Contexto en el que una lectura independiente de cada agenda, limita visibilizar la complejidad
de la estrategia expansionista del capitalismo monopolista estadounidense y en cuanto tal, el rol
que juega, dígase en América Latina.
Lo indicado es claro cuando se da cuenta puntualmente de la mencionada creciente depen-
dencia de Estados Unidos. Los datos precisan que, por ejemplo, en términos de importaciones
de petróleo, ésta pasó de ser en 1973 del 28% a cerca del 55% en 2003 y se calcula que para el
2025 será de un 70%. Los principales países exportadores de crudo y derivados hacia Estados
Unidos (según datos de 2007) son Canadá (con 19%), México (15%), Arabia Saudita (14%), y
Venezuela (13%).19 Esto implica que en total, Canadá y América Latina suman el 50% de los
cerca de 10 millones de barriles diarios que importa. Para dar una idea del ritmo de transferencia
de crudo, el caso de México es más que manifiesto pues ha transferido más del 80% del crudo
que exporta a Estados Unidos.
El caso de los minerales es similar. Los estadounidenses requieren de 11.3 toneladas métricas
de minerales “frescos” (no reciclados), necesidad que va en aumento. En 1980 dependían al
100% de cuatro minerales y de 16 más en el orden de un 30% a un 99%. En 1992 tal dependen-
cia era de ocho y 22 minerales respectivamente y, para 2009, de 19 y 26.20 Y dado que Estados
17
United, USA Policy, s.f.
18
Kissinger, Report, 1974.
19
Pueden consultarse estos datos en:
http://ftp.eia.doe.gov/pub/oil_gas/petroleum/data_publications/company_level_imports/current/import.html
20
De los 63 minerales reportados con uno u otro grado de dependencia (en términos de importaciones) por el Servicio Geológico
de Estados Unidos 45 son importados del Hemisferio Occidental, siendo 28 de Latinoamérica y el resto de Canadá. Esos son, en
orden descendente en tanto el porcentaje de lo importado en términos del consumo doméstico de EEUU, los siguientes: bauxita y
alúmina (Jamaica y Brasil); fluorita y grafito (México); mica (Brasil); colombio o niobio (Brasil); estroncio (México); tantalio (Brasil);
antimonio y bismuto (México); estaño (Perú y Bolivia); renio (Chile); piedra (Brasil); zinc (Perú y México); plata (México, Perú y
Chile); tungsteno (Bolivia); amoníaco (Trinidad y Tobago); silicio (Venezuela); cobre (Chile, Perú y México), yeso (México); sal
Unidos no cuenta o no tiene suficientes reservas de materiales desde hace algún tiempo, el Pen-
tágono ha declarado la necesidad de una estrategia nacional de almacenamiento. Se trata de una
estrategia ya presente en la Ley de Almacenamiento de 1979, y en la que se contemplaba que,
“…además de los proveedores estadounidenses, sólo proveedores canadienses y mexicanos
podrán ser considerados como fiables”. Ello es todo un antecedente en la política exterior de
Estados Unidos pues devela explícitamente su fuerte dependencia al resolver que los recursos
Nudos
canadienses y mexicanos se tornan a partir de entonces cuestión de seguridad nacional estadou-
nidense. He pues aquí presente la securitización o geopolitización de los recursos vecinos plasmados
en la propia legislación de ese país, misma que en 1991 fue geográficamente ampliada al consi-
derar también como fuentes fiables a los países de la Cuenca del Caribe.21 19
Lo dicho toma relevancia si se observa que Latinoamérica cuenta con minerales de gran uso
e importancia en y para la economía mundial. Por ejemplo, el 46% de las reservas mundiales de
bauxita (estimadas entre 55 mil millones y 75 mil millones de toneladas métricas) se localizan
en Sudamérica (24%) y el Caribe (22%). Entre las más importantes de cobre están las chilenas
con cerca de 360 millones de toneladas métricas o de un 35% a un 40% de las reservas base en
el mundo. Otras son las peruanas con 120 millones y las mexicanas con unos 40 millones de
toneladas métricas. En cuanto al zinc, el 35% de las reservas base22 mundiales o 168 millones de
toneladas métricas, corresponden al continente americano. Y en lo que respecta al níquel, vale
señalar que las mayores reservas base en el continente y del mundo están en Cuba con unos 23
millones de toneladas métricas. Le sigue Canadá con 15 millones de toneladas y, aún más lejos,
Brasil con 8.3 millones y Colombia con 2.7 millones de toneladas métricas.23
Ante tal riqueza, denota la creciente transferencia de recursos, misma que se corrobora am-
pliamente con datos de 2010 del Departamento de Comercio, de Estados Unidos, mismos que
precisan que el grueso de sus importaciones las constituyen petróleo, gas y minerales.24 Por ello
el mayor déficit en la balanza comercial es con sus principales proveedores de materia prima
o de productos maquilados, a saber, China, los países de la opep y México. Es un esquema en
el que, mientras las exportaciones de recursos naturales de América Latina son cada vez más
baratas, tanto socio-ambiental como económicamente (muestran una tendencia histórica de
su valor a la baja; de 1876 como base, a 85% en 1913, a alrededor del 70% al cierre del siglo
xxi), las exportaciones metropolitanas contienen un alto valor agregado pues el negocio de
transformación de tales recursos es metropolitano y de ninguna manera periférico. Denota,
por ejemplo, la exportación de petróleo crudo por parte de México que luego es importado
en forma de gasolina que Estados Unidos vende al país y que alcanza ya el orden del 40% de
las necesidades nacionales.25 Asimismo, se sabe que una buena parte de la producción minera
latinoamericana (alrededor del 50% de la mexicana) tiene a Estados Unidos como destino, país
que en su transformación en la industria metal-mecánica obtiene un valor añadido de más de
2.1 billones de dólares (trillions en inglés) para todo el sector (según datos de 2006) y genera un
total de 1.5 millones de empleos.26
(Chile, México y Perú); aluminio (Brasil y Venezuela); hierro y acero (México); sulfuro (México y Venezuela); piedra pómez y cal
(México); piedra triturada (México y Bahamas). Para una revisión más detallada, Delgado, Ecología, 2010.
21
Committe, Managing, 2008, p. 29.
22
Se estiman hasta 1,900 millones de toneladas a nivel mundial contando aquéllas por descubrir.
23
Delgado, Ecología, 2010.
24
Yorgason, “US International”, 2010.
25
Delgado, “Seguridad”, 2010.
26
National, Minerals, 2008, p. 6.
A tal escenario de claro comercio desigual, se suma el hecho de que América Latina no es
sólo reserva estratégica de recursos naturales, también es clave tanto en términos de la realiza-
ción y transferencia de excedentes, dígase por medio de la Inversión Extranjera Directa (ied),
la transferencia de tecnología, el pago de la deuda y el negocio de la “seguridad”. Así, mientras
Nostromo
por un lado, la deuda externa latinoamericana sigue siendo un pesado lastre,27 por el otro, Es-
tados Unidos y otras potencias metropolitanas, mantienen importantes flujos de capital por
medio de los cuales han especulado y se han hecho de los principales activos de las naciones
latinoamericanas desde petróleo y yacimientos mineros, hasta puertos y aeropuertos, carreteras,
ferrocarriles, etcétera. Por ello, no es casualidad que los estadounidenses registren una tendencia
20 creciente en ganancias provenientes de propiedades del extranjero.28
Tampoco lo es que se coloque como una de las regiones receptoras de una muy buena parte
de la ied mundial, al tiempo que constituye un importante mercado para los productos manu-
facturados de países metropolitanos; de ahí que los tratados de libre comercio bilaterales sean
de su interés pues en la práctica, han resultado en una ampliación de las asimetrías imperantes y
en el incremento de la transferencia de recursos y excedentes por parte de Latinoamérica. Datos
de la inversión de Estados Unidos en el extranjero devela nítidamente el carácter de reserva es-
tratégica que desde su visión juega particularmente América Latina pues uno de los rubros con
mayores recursos, de entre todos, se constata precisamente en el sector minero latinoamericano,
mientras que el resto de sectores productivos, dígase de alta tecnología, son prácticamente nu-
los. Al respecto, véase Tabla 2.
Tabla 2
Inversión Directa de EUA en el Extranjero - 2009 (mdd)
d
Región/ País Todas las Minería Químicos Maquinaria Equipo Eléctrico Equipo de Servicios
industrias transporte científicos y
técnicos
d
Todos los 248,074 22,259 15,759 3,627 1,316 804 6,545
países d
Canadá 18,085 2,572 1,156 -114 119 -4,643 743
(entrada) (entrada)
d
Europa 129,014 -576 11, 596 2,305 738 1,643 3,887
(entrada)
d
América Latina 66,149 10,795 1,898 617 229 2,015 171
y el Caribe
d
América del 14,550 8,070 638 386 Dato no 1,939 224
Sur d
disponible
México y 7,069 1,042 1,055 194 176 Dato no 4
Centro disponible
América
d
África d
5,733 5,423 152 25 3 42 68
Medio Oriente
d
4,925 994 42 87 -3 (entrada) < 0.5 -5
Asia – pacífico
d
24,168 3,052 915 707 230 1,747 1,680
Fuente: www.bea.gov/international/xls/fin_09.xls.
Nota: los datos por región es el balance de las salidas y las entradas de la inversión directa.
d
27
Toussaint, 60 preguntas, 2009. Desde1982 hasta 1996, en catorce años, Latinoamérica había pagado 739,900 millones de dólares,
es decir, más del doble de lo que debía en 1982 –unos 300 mil millones de dólares– y sin embargo seguía debiendo 607,230 millones
de dólares. La tendencia se mantiene hasta ahora. De 1985 al cierre de 2004, la deuda latinoamericana pasó de 672 mil millones a
1,459 mil millones de dólares. Para América Latina, la transferencia neta ha sido negativa prácticamente desde las décadas de los
ochenta, noventa, y en lo que va del presente milenio.
28
Al cierre del primer cuatrimestre de 2010, las propiedades de Estados Unidos en el extranjero habían aumentado en unos 300 mil
millones de dólares mientras que las ganancias producto de la inversión directa en el extranjero alcanzaba los 105 mil millones de
dólares. Yorgason, “US International”, 2010.
Por supuesto, la región registra una ied de diversos países, no sólo de Estados Unidos. Y su
tendencia es ascendente pues concentra el 25% de esa destinada a países periféricos, pasando
de 20 mil millones de dólares anuales promedio para el período de 1991 a 1995, a unos 91 mil
millones de dólares para los años de 2004 a 2008, siendo el último año, récord de captación
al alcanzar 128 mil millones de dólares.29 Al mismo tiempo se advierte que tal ied genera una
transferencia de ganancias abrumadora. Sólo las 60 corporaciones no financieras más grandes
Nudos
de América Latina registraron ventas en 2007, por casi cuatro veces más que el total de ied para
ese mismo año.30
Se suma el hecho de que de las 500 empresas más grandes de la región, por su dimensión
de ventas en 2009, 32% correspondían a petróleo, gas y electricidad, 5% a la minería, 4% a la 21
agroindustria y 2% al cemento y papel. Esto es, casi la mitad de las ventas estaban asociadas a
actividades prácticamente extractivas.31 Datos más reciente pero de distinta fuente corroboran
lo anterior pues las ventas de 2010 del sector del petróleo y gas representaron el 24.5%; el de
electricidad el 9.5%; las mineras el 3.8%; las siderúrgicas y metalúrgicas el 6.35%; la del cemento
y vidrio el 1.57%; las de papel el 0.84%; y la agroindustria y la pesca el 1.88%.32 Así y conside-
rando que las metodologías y las fuentes son distintas para cada año, puede afirmarse que la
composición se mantiene a la fecha prácticamente sin cambio importante alguno.
En términos de política económica, lo anterior significa que América Latina está subordi-
nada a los intereses y flujos de capital metropolitanos pues en la región, los grupos de poder
local han aceptado y promovido una peculiar división internacional del trabajo propia de un
capitalismo sui generis latinoamericano en la que su principal función radica en actividades pri-
mario-exportadoras y manufacturero-exportadoras.33 Pese a ello, el negocio es mayor y coloca
a unos cuantos personajes locales (o miembros de la oligarquía) entre los más ricos del país, la
región e inclusive del mundo.34
En este tenor no sorprende pero sí llama la atención que por ejemplo en materia de extrac-
ción de minerales, gerentes de multinacionales mineras y altos funcionarios de los gobiernos
estadounidense y canadiense (principal país que funge como plataforma de capitales mineros
en el mundo),35se reunieran en 2005, por un lado, para coordinar esfuerzos publicitarios que
promovieran una imagen positiva de la industria en Perú (y por corolario, en América Latina
y otras latitudes), y por otro lado, para también hacer llegar a los gobiernos el mensaje que
“es crucial detener la impunidad de aquellos que dañan la propiedad privada y bloquean los
caminos”.36 Esto acompañado de la “sugerencia” a las entidades de gobierno de educación y la
Iglesia Católica correspondientes, de rotar a profesores y curas dado que se identifican como
incitadores de conflictos.37
29
cepal,
Foreign, 2009, p. 26.
30
América, “500 Las mayores”, 2010.
31
Ibídem.
32
Rubio, “Las empresas”, 2011.
33
Marini, Dialéctica, 1973.
34
Al respecto puede leerse Delgado, “Maquilización”, 2009.
35
Sacher, “El modelo”, 2011 pp. 49-68.
36
Wikileaks, “US embassy”, 2005.
37
Ibídem.
Seguridad ecológica y justicia socio-ambiental
El uso de la fuerza o la amenaza del uso de ésta como procedimiento predilecto de la securiti-
zación de los recursos es muy problemático, no sólo porque se puede salir de control y generar
Nostromo
un polvorín social, sino porque puede ser utilizado por los grupos de poder como mecanismo
para criminalizar los movimientos sociales en defensa legítima de sus recursos, último sustento
de vida de dichos pueblos.
El debate sobre esta cuestión, con toda la amplitud de aspectos que vincula, se perfila como
un asunto de trascendencia que se mantendrá en la agenda latinoamericana, tanto de parte de
22 las elites de poder extranjeras (sobre todo estadounidenses, pero en efecto no sólo de ese país) y
sus socios regionales, como de los pueblos. Más cuando se sabe que la crisis económica retroa-
limenta la crisis ambiental.
Desde el punto de vista de los movimientos sociales, el debate podría ser reducido por algu-
nos actores a un asunto sobre el derecho universal a un medio ambiente sano que es vital para la
vida, pero de fondo, lo que está en juego no es sólo eso, sino sobre todo la definición de cómo
los pueblos latinoamericanos (y del mundo) han de relacionarse con la naturaleza y cómo han de
gestionar su autonomía. Con las características socioeconómicas de Latinoamérica, los límites
sociales de tolerancia ante esquemas de creciente saqueo son cada vez visiblemente menores.
Ello ha tornado la lucha ambiental en una lucha de clase de diversos actores y con diversos len-
guajes y expresiones.38 Algunos son antisistémicos, otros son ecologistas, otros sólo no están de
acuerdo con un proceso o esquema expoliador particular.
Es un panorama en el que el concepto de seguridad ecológica, en oposición al de seguridad am-
biental (o de securitización), adquiere una función explicativa importante si ése es entendido como
la seguridad de los pueblos y de la diversidad de formas de vidas con las que compartimos el pla-
neta, y no simplemente la del estado. Y es que el abogar por la satisfacción de las necesidades bá-
sicas de los pueblos no sólo en el corto-mediano plazo, sino sobre todo en el largo plazo (lo que
incluye su propia identidad y diversidad cultural e histórica), conlleva el establecimiento de una
intensa relación armónica de la humanidad con la naturaleza. En tal sentido, la biósfera, como
primer y último referente de la vida, se torna elemento nodal en la noción de seguridad ecológica.
Así, mientras la seguridad ambiental del estado tiende más a la toma de medidas reactivas y
por tanto a la búsqueda de una “paz” impuesta mediante la fuerza del estado (la securitización en
su forma típica), la seguridad ecológica alude, como aquí es asumida, a la construcción y operati-
vidad de medidas proactivas, dialogadas, consensuadas y, consecuentemente, socialmente justas.
Por eso, es cada vez más evidente la necesidad de idear, debatir y construir nuevos paradig-
mas, “otros desarrollos”, con profunda mirada histórica y crítica aguda y que en términos bási-
cos sean socio-ambientalmente más armónicos y justos, que se piensen desde el decrecimiento
biofísico (del menor uso posible de materiales y de energía) y que se alejen del extractivismo
(o del despojo y el comercio desigual) como fundamento. Ello implica el replanteo a fondo de
cómo gestionar el territorio, entendido como aquel en el que se plasman concretamente las rela-
ciones de producción, circulación y consumo, así como las contradicciones de tales relaciones.
Lo científico-tecnológico y la industrialización, si bien son importantes, no deben ser vistos en
ningún momento como fines en sí mismos (tal y como lo propone la noción de “capitalismo ver-
de”), sino como herramientas relevantes para la construcción de esos otros desarrollos posibles.
38
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Dicho fenómeno es calificado por Martínez-Alier como “el ecologismo popular o de los pobres”. Martínez-Alier, El ecologismo, 2004.
La construcción de alternativas, diversas pero convergentes sobre otras modalidades de ha-
cer o construir el espacio territorial en toda su complejidad, precisan de procesos colectivos que
requieren un compromiso por los bienes comunes (las condiciones de reproducción de la vida) y
por el bien común de la humanidad (y que no se limita sólo a lo ecológico); una amplia capacidad
de impulsar diálogos de saberes; una responsabilidad sociopolítica y una memoria histórica (social
y natural); y sobre todo, imaginarios que se reconozcan a sí mismos como antisistémicos en tanto
Nudos
que buscan reproducir la vida en buenas condiciones –de calidad– para todos y cada uno de los
sujetos, pero también para la diversidad de formas de vida con las que compartimos el planeta.39
Dar cauce a la construcción de “otros desarrollos”, requiere de entrada elevar el nivel de
conciencia, organización y cohesión de la gente en sus diversas magnitudes y modalidades. En 23
el proceso, único para cada país y región, no debe olvidarse que lo central, tal y como aquí se
ha señalado, es que lo que está en juego ya no sólo es la viabilidad ecosocial de ciertos espacios
territoriales, sino también la del propio marco de referencia de toda la vida. Propuestas como
el buen vivir son ejemplos de experiencias latinoamericanas en plena construcción y experimen-
tación que, pese a ello, pero precisamente por ello, son de gran relevancia actual.40 Su avance
concreto, así como su análisis, debate y crítica constructiva en todas sus múltiples aristas y desde
una perspectiva no sólo académica, sino también propia del activismo político y en general des-
de los pueblos, es cada vez más pertinente y necesaria. Ello sobre todo ante falsas propuestas (o
en el mejor de los casos, limitadas) que surgen del propio sistema de producción imperante y su
lógica y que precisamente nos ha llevado a la actual situación de debacle o de cambio global.
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39
Al respecto puede leerse Fundación, “De los bienes”, 2011 y Delgado “Bienes comunes”, 2011.
40
Para una reflexión sobre el tema, léase Farah, Vivir bien, 2011; Acosta, El buen vivir, 2009.
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Los dolores de nuestra América y la
condición neocolonial. Extractivismo y
biopolítica de la expropiación
Nudos
Horacio Machado Aráoz*
”
generalmente se mantienen segregados en detrimento de ambos.
Harvey, 2003: 29.
Tras la crisis estructural de los años setenta que acabó con el ‘orden’ mundial de posguerra, la
vorágine de las políticas neoliberales dio inicio a un drástico proceso de reorganización neo-
colonial del mundo. La globalización del capital impulsada por las reformas político-institucio-
nales –monopólicamente sancionadas por las grandes potencias y verticalmente impuestas al
resto del mundo–, involucró una profunda reestructuración de los patrones de dominación y
jerarquización social. El neoliberalismo significó, en tal sentido, una verdadera refundación del
sistema-mundo moderno-colonial-capitalista.
Nuevas formas de explotación y subalternización emergieron y se instalaron alterando todos
y cada uno de los niveles y ámbitos de la compleja realidad social: el del escenario geopolítico
global, tanto como el de la infinita diversidad de comunidades locales, atravesando, por cierto,
las estructuras de los estados nacionales y las configuraciones regionales preexistentes; el ámbito
del universo social objetivado en la institucionalidad de las estructuras políticas, económicas y
culturales, y el de la vida cotidiana, las relaciones interpersonales y la esfera de la subjetividad.
Como en sus orígenes, la refundación neoliberal del orden colonial tuvo en América Latina
su espacio socioterritorial privilegiado de experimentación y construcción. La recolonización
de Nuestra América estuvo trágicamente signada por diferentes ciclos de violencia imperialista:
la violencia extrema del terrorismo de estado en los setenta, que apagó con sangre y fuego los
intentos ‘nacional-populistas’ de emancipación o, al menos, de ‘autonomía periférica’ ensayados
en los años previos; seguida luego por la violencia disciplinadora-racionalizadora de la economía
de la expropiación, iniciada con la deuda externa y los ajustes estructurales de los años ochenta,
prolongada y completada con la ola de privatizaciones, apertura comercial, desregulación finan-
ciera y flexibilización laboral de los noventa.
Esa violencia imperial desatada por la guerra de conquista neoliberal rige aún en nuestros
días bajo las formas fetichizadas de la fantasía desarrollista que alienta y alimenta la voracidad
*
Docente de la Universidad Nacional de Catamarca. Laboratorio Tramas, Doctorado en Ciencias Humanas, unca. Coordinador del
Espacio de Investigación Acción Participativa de la Asociación Civil Be.Pe. Integrante de AsaNoa-Catamarca y de la uac (Unión
de Asambleas Ciudadanas).
1
Machado Aráoz, “Agua”, 2010a.
del extractivismo primario-exportador en alza. Como gravosa herencia de las décadas y etapas
pasadas, la lógica imperial-colonial del extractivismo se ha instalado fuertemente sobre América
Latina, haciendo de la vasta riqueza y diversidad ecológica de nuestra región uno de los más
preciados –y necesarios– botines de guerra en épocas de ‘crisis ambiental global’ y de ‘escasez
Nostromo
crítica de recursos naturales’. Una vez más, con la complicidad activa de las élites locales, los
renovados designios imperiales-coloniales han dirigido su violencia explotadora hacia las pobla-
ciones, territorios y recursos de Nuestra América para convertirla –como otras tantas veces en
la historia–, en reserva de subsidios ecológicos ‘destinada’ a sustentar la asimétrica voracidad
consumista del mundo del capital.
26 Como rostro invisible del imperialismo de nuestro tiempo, el extractivismo avanza a un ritmo
frenético, al compás del renovado auge de las explotaciones petroleras y mineras, la expansión
de la superficie territorial ocupada por monocultivos forestales, forrajeros, y del agronegocio
en general; la intensificación de las capturas pesqueras; la privatización y patentamiento de las
reservas genéticas de biodiversidad en manos de las grandes corporaciones que controlan las
‘industrias de la vida’; la radicación de fases industriales altamente contaminantes y/o intensivas
en agua y energía (fábricas de pasta de celulosa; plantas de aluminio y de concentrado de mine-
rales en general; maquilas textiles, etc.); el diseño y extensión de mega-infraestructuras hídricas,
viales y energéticas para ‘viabilizar el destino exportador’ de las mencionadas explotaciones
(Plan Puebla-Panamá, IIRSA); y hasta la comercialización de los saldos remanentes de ‘bosques’
como bonos de carbono transables en el aparentemente ilimitado ‘mercado mundial’.
El extractivismo expresa su eficacia transformadora (colonizadora) en la expansión de las
fronteras territoriales del capital, así como en la reversión de la matriz socioproductiva de la
región. Sólo en las dos últimas décadas, los monocultivos forestales y de agronegocios –prin-
cipalmente de caña, soja y maíz transgénicos– llegaron a ocupar 680.000 km2 de la Amazonía,
140.000 km2 en Argentina, y más de 20.000 km2 en Paraguay y Bolivia respectivamente. Por su
parte, la superficie concesionada a grandes explotaciones mineras llegó a cubrir el 10 % del ter-
ritorio de la región hacia fines del año 2000: en el caso de Chile, 80.000 km2; en el Perú, 105.000
km2; en Argentina, 187.500 km2.
A la par de la expansión de las superficies territoriales intervenidas por este tipo de mega-
proyectos, se fue consolidando una profunda reversión en la economía latinoamericana, carac-
terizada por la re-primarización, concentración y extranjerización del aparato productivo regional. A medida
que avanzaban y se consolidaban grandes núcleos transnacionalizados de extracción de materias
primas, fue retrocediendo el perfil industrial de la región y la importancia del mercando interno
como factor de dinamización de la economía. La exportación de productos primarios pasó a
ser la clave de la nueva ecuación macroeconómica de la región, verificándose un virtual ‘retorno’
al siglo XIX: en términos generales, el peso de la exportación de materias primas sobre el total
de exportaciones llegó a alrededor del 90 % en países como Venezuela, Ecuador, Chile, Perú y
Bolivia, y entre el 70 y el 60 % en países como Colombia, Uruguay, Argentina y Brasil. Las ex-
portaciones de bienes primarios (agricultura, silvicultura y pesca) de la región saltaron de 16.700
Gudynas, “Tesis”, 2009; Acosta, “Maldiciones”, 2010; Svampa, “Obsesión”, 2010; Machado Aráoz, “Desarrollismo”, 2010b.
Machado Aráoz, “Agua”, 2010a; “Desarrollismo”, 2010b.
cepal, Sustentabilidad, 2002; Cifuentes Villarroel, “Trasnacionales”, 2006.
Cifuentes Villarroel, “Trasnacionales”, 2006; Prado, Situación, 2005.
Arceo, “Fracaso”, 2007; Martins, “Neoliberalismo”, 2005.
cepal, Indicadores, 2010.
millones de dólares en 1990 a 72.250 millones de dólares en 2008, en tanto que las exportacio-
nes de recursos minerales –excluido los hidrocarburos– pasó de 27.000 millones de dólares a
más de 140.000 millones de dólares durante el mismo período.
Esos miles de millones de dólares exportados pueden verse, en términos de la economía
ecológica, como miles de millones de toneladas de nutrientes, materia y energía, que se extraen
de nuestros suelos y se transfieren para ser procesados y consumidos por otros grupos pobla-
Nudos
cionales. Se trata de bienes generados y localizados en determinados ecosistemas –agua, suelo,
aire, energía, biodiversidad–, que son apropiados privadamente y des-territorializados para abas-
tecer dinámicas ‘económicas’ localizadas en otros territorios.
Centrada en el valor de cambio, la mirada ‘racional’ de la economía clásica no puede ver más 27
allá del sistema de precios que asigna el mercado. No puede, por tanto, dimensionar el valor
de uso de esos bienes ecosistémicos, ni valuar la destrucción de la naturaleza que implica esa
ingente extracción y transferencia de ‘recursos’. Mucho menos, es capaz de visualizar las abis-
males desigualdades ecológicas que se producen a través de ese fenomenal flujo de materia que
se dibuja entre una geografía de la extracción bastante diferente de la geografía del consumo.
Así, la ceguera de la episteme dominante, que anida en los oficialismos del poder (del poder
académico, empresarial, gubernamental), alienta el viejo y remanido extractivismo como ‘nueva’
vía al ‘desarrollo’; profundizando con ello, las desigualdades estructurales; las injusticias históri-
cas; renovando y redefiniendo los dispositivos sistémicos, eco-bio-políticos, de la dominación
moderna-colonial-capitalista.
Síntoma de la profunda derrota geopolítica que significó el neoliberalismo para la ola de
resistencia del ‘Tercer Mundo’ en los ‘60-’70, los gobiernos de la región –otrora defensores del
patrimonio natural, interesados en disputar al capital ‘extranjero’ el control y usufructo de sus
riquezas y la soberanía efectiva sobre su territorio–, emergen ahora como sus principales aliados
e impulsores. Extrañamente también, el extractivismo del presente parece no tener fronteras
ideológicas, abarcando de modo paradójico los extremos de la derecha recalcitrante y repre-
siva (Colombia, Honduras, Perú, México) hasta los gobiernos autoproclamados revolucionarios
(Venezuela, Ecuador y Bolivia), pasando por derechas ‘adecentadas’ (por caso, Chile) y progre-
sismos tibios (tal como los actuales gobiernos del Mercosur).
Bajo un ropaje de retóricas antagónicas, gobiernos de uno y otro tinte se empeñan, sin
embargo, en impulsar los mismos monocromáticos planes ‘desarrollistas’, unos prometiendo
el ingreso al ‘primer mundo’ (del capital); otros la revolución y el ‘socialismo del siglo XXI’. Al-
gunos en nombre del ‘desarrollo’, otros en el de la ‘inclusión social’ y la ‘dignidad’, los distintos
gobiernos de la región emprenden nuevamente el (viejo) sueño sacrificial de la modernidad,
dando impulso a una nueva era de explotación intensiva de la naturaleza, esta vez, en una época
de decisiva crisis ecológica planetaria, cuando los síntomas de ‘agotamiento’ del mundo se han
hecho patentes y las amenazas a la sobrevivencia humana se han instalado definitivamente en el
suelo del ‘realismo’ del presente.
Así, los primeros años del siglo XXI encuentran a Nuestra América, una vez más, bajo
las profundas garras opresivas del imperialismo. Un imperialismo renovado, de nuevo cuño,
aunque crónicamente asentado bajo los gruesos cimientos del colonialismo/colonialidad. En
los paisajes renovados del imperialismo de nuestro tiempo, la devastación y el saqueo se con-
cepal,Indicadores, 2010.
Scribano, “Bienes comunes”, 2008; Scribano, “Sociedad”, 2010.
funden con ánimos exitistas de celebración del crecimiento, expansión del consumo, y hasta
‘recuperación’ de históricas conquistas y demandas sociales. Grandes mayorías aglomeradas
en megalópolis insustentables, expuestas a diversas formas de violencias y riesgos sociales y
ambientales; poblaciones rurales y urbanas del ‘interior’ también expuestas, fumigadas algunas
Nostromo
con glifosato, otras con las nubes tóxicas de voladuras mineras, o las emanaciones de plantas
concentradoras, ingenios o pasteras; muchas, con el agua racionada y la electricidad restringida.
Los costos sacrificiales del ‘desarrollo’ dejan sus huellas sobre los territorios y los cuerpos: la de-
forestación y la ingente pérdida de biodiversidad; la destrucción de ecosistemas enteros; erosión
de los suelos y contaminación de fuentes de agua; pérdida de reservas energéticas y de bienes
28 naturales estratégicos; poblaciones enfermadas y discapacitadas por contaminantes y etiologías
ambientales; erosión de la seguridad hídrica y alimentaria; degradación de las dietas y recorte
drástico de los horizontes de vida; incremento incesante de desplazados y refugiados ambienta-
les. Pese a tales síntomas, las mayorías en nuestras sociedades parecen sin embargo ‘inmutables’;
todavía, propiamente insensibles frente a las nuevas formas de explotación de nuestros tiempos.
Pero las postales de los nuevos paisajes coloniales no se agotan allí. Como el colonialismo
mismo, se presentan insoslayablemente antitéticos. Así, del otro lado, pueblos originarios, comu-
nidades campesinas, estudiantes, trabajadoras/es, pobladores de los círculos extremos de las pe-
riferias internas, también artistas, educadoras/es y lo que la episteme moderna llama ‘intelectuales’,
se alzan como los nuevos renegados de la ‘modernidad’. Ese heterogéneo coro de voces se aúna
para oponerse y denunciar abiertamente esta etapa ‘desarrollista’ del colonialismo. Con sus cuer-
pos y sus artes bloquean camiones y cortan rutas; impugnan los ‘informes de impacto ambiental’
de las empresas y todos los demás artilugios del eco-capitalismo tecnocrático; ‘escrachan’10 a fun-
cionarios cómplices y rechazan ‘leyes ambientales’ a la medida de los inversionistas. Demandan,
no ‘planes sociales’ ni ‘puestos de trabajo’, sino ‘apenas’ el derecho a decidir sobre sus territorios.
Todavía minoritarias, estas poblaciones que resisten este nuevo ciclo de ‘modernización neo-
colonial’ son vistas con mezclas varias de rareza, desconfianza y aprensión. Frecuentemente ig-
noradas y sistemáticamente descalificadas por los grandes Media, muchas veces perseguidas y rep-
rimidas por sus propios gobiernos ‘representativos’, esos ‘nuevos’ colectivos emergen como los
‘bárbaros’ de nuestros tiempos, los que se oponen al ‘desarrollo’; los que, en los territorios milita-
rizados de los gobiernos de derecha, son considerados ‘terroristas’, y en los de los ‘gobiernos de
izquierda’, fracciones ‘fundamentalistas’ que obstruyen el avance de los procesos revolucionarios.
Extraños escenarios los del colonialismo presente, donde la voluntad imperial se reviste de
retórica emancipatoria, donde aún las propias energías revolucionarias no hallan todavía salida
al atolladero de la ‘modernidad’ deseada, y las mayorías siguen bajo el hechizo de la fantasía
colonial desarrollista; esa que precisamente está socavando y horadando las bases materiales,
ecológicas y biopolíticas, de sus propias posibilidades de futuro. Un futuro otro; necesariamente
otro. Radicalmente Otro.
Las paradojas y perplejidades de los escenarios contemporáneos de Nuestra América dan
cuenta de la complejidad del fenómeno colonial. Esa complejidad se manifiesta, para el ‘obser-
10
El ‘escrache’ o acción de escrachar surgió como modalidad de repudio social inicialmente implementado por la asociación ‘HIJOS’
que agrupa a hijos y nietos de detenidos desaparecidos durante el terrorismo de estado impuesto por la última dictadura militar
(1976-1983) en la Argentina, frente a militares represores y torturadores que quedaron libres por las leyes de impunidad dictadas en
el país. Dicha acción consistía en diversas modalidades de repudio y denuncia ante la presencia de estos personajes en los lugares
públicos, poniendo de manifiesto su responsabilidad ante tales crímenes; luego se aplicó también a funcionarios acusados de cor-
rupción durante los gobiernos democráticos de los noventa.
vador’, en la brecha abismal existente entre las formas de ver, pensar y sentir la realidad que se
dan en uno y otro bando de los antagonismos coloniales; en el contraste en los discursos y las
lecturas que, de uno y otro lado, se esgrimen sobre los procesos sociopolíticos en curso: para
unos, una etapa de promisoria ‘recuperación’; para otros, una gravosa fase –probablemente la
más gravosa–, de recolonización de nuestras sociedades.
Tal vez, esa complejidad intrínseca de la dominación colonial sea parte de los ‘secretos’ de
Nudos
su trágica vigencia histórica. Probablemente, la eficacia epistémica y política del imperialismo-
colonialismo de nuestros días resida en su capacidad para generar nuevas formas, cada vez más
sofisticadas, de ocultar e invisibilizar los dispositivos de la expropiación. Nuevas formas de
expropiación que pasan –todavía– desapercibidas para las mayorías sociales, y que sin embargo, se 29
sienten con toda crudeza en las subjetividades –individuales y colectivas– que justamente, desde
el dolor de la expropiación, se alzan en resistencia.
En las voces de esas subjetividades en resistencia, la expresión ‘saqueo’ alude y sintetiza
la lógica práctica de esta nueva arremetida colonial. La lógica del ‘saqueo’ define y resume, a
nuestro entender, la ‘esencia’ del colonialismo; está en sus raíces históricas. El colonialismo del
presente es igualmente ‘saqueo’, sólo que bajo nuevos modos de producción. Una hermenéutica
de ese grito decolonial, ‘saqueo’, puede ayudarnos en la comprensión de la naturaleza y alcance
de los dispositivos expropiatorios del presente.
”
gente empezó a ver, a escuchar, a tomar conciencia. La comunidad dice: ‘¡YA BASTA!’.
Dito Salas, Autoconvocados de Andalgalá, 2005.
“ Los conflictos que enfrentan las comunidades y poblaciones frente a las transnacionales en
estas últimas décadas de expansión explosiva no siempre son conflictos ambientales en el estricto
sentido de la palabra. Las comunidades son agredidas multidimensionalmente: sufren usurpación,
expropiación coactiva de tierras, saqueo y degradación de recursos, desplazamientos forzados; es-
pacios que luego terminan militarizados, contaminados, agotadas sus fuentes de agua y canales de
”
riego…desmembrados, divididos y enfrentados entre sí al interior de las comunidades…
Mario Palacios Panéz, Presidente de CONACAMI, Perú, 2009.
Nudos
en los sofisticados desarrollos de ciertas teorías poscoloniales, excedidas de posmodernismos
y posmarxismos, la dominación colonial es básicamente expropiación geográfica, ecológica,
económica, biopolítica. No se llega a la esfera de la ‘colonialidad’ sin la mediación de un proceso
de apropiación-expropiación territorial. Es cierto, el capital impone nuevos lenguajes, nuevos 31
códigos y sentidos, pero controla y dispone materialmente de los territorios y los cuerpos.
Y lo que estamos viendo y viviendo en América Latina es precisamente un proceso de
expropiación, en primer lugar, geográfica-ecológica. Es decir, son los flujos del capital los que
usan y disponen del espacio geográfico; los que destruyen las viejas territorialidades e imponen
las nuevas; los ‘territorios-en red’, fragmentos locales verticalmente subordinados a cadenas de
valor diseñadas y controladas por el capital transnacional. La ‘radicación de inversiones’ involu-
cra un proceso de re-apropiación/re-significación total del espacio geográfico: el espacio local
pasa a ser un vector más de la ‘economía-mundo’; la producción-explotación que da lugar a esa
radicación de la inversión provoca una alteración completa de las formas locales de valoración,
ocupación y uso del espacio. El territorio local pierde sus huellas comunales y pasa a ser ‘territo-
rio-mundo’, fragmento de un complejo productivo global: ya ‘minero’, ya ‘pastero’, ya ‘sojero’,
ya ‘forestal’, ya ‘turístico’, ya ‘reserva natural’. Nuevas infraestructuras y tecnologías alteran los
flujos, la estructura y la dinámica del espacio geográfico. Ante todo, las mega-infraestructuras
que precisan construir la ‘conectividad’ (global-vertical) del territorio.12 A medida que el terri-
torio se conecta cada vez más a los flujos de la economía-mundo, se torna recíprocamente más
extraño a los circuitos, formas y usos locales preexistentes. Las mega-infraestructuras cambian la
morfología y la estructura de los territorios; interviene y modifica completamente los paisajes.
Crea paisajes invertidos. Las poblaciones locales asisten a la implantación de un territorio ‘nuevo’,
extrañado; ex-propiado. Apropiado por y para la inversión.
Ahora bien, lo que define la radicación de la inversión es la localización de determinados
‘recursos naturales’; objetos de deseo. Recursos requeridos por el poder imperial para sostener
la dinámica de ese tal poder. Recursos energético-vitales, nutrientes y bienes ecosistémicos que
son arrancados de sus entornos para ser disponibilizados como ‘commodities’ en y para el mer-
cado mundial. La inversión viene con su mirada selectiva a extraer agua, fertilidad del suelo, mi-
nerales, hidrocarburos, proteínas, oxígeno, germoplasma, diversidad biológica. Se trata de una
expropiación propiamente ecológica: el interés selectivo de la inversión opera destruyendo en el
proceso extractivo la unidad estructural-funcional-convivencial que con-forma los ecosistemas
locales y regionales. El extractivismo provoca un literal desgarramiento de los territorios, en
tanto entornos proveedores de bienes y nutrientes. La expropiación ecológica es, así, expro-
piación de la vida en sus mismas bases naturales; es expropiación de las fuentes y medios de vida
que hacen materialmente posible la existencia. Sin esas fuentes y medios de vida, los cuerpos se ven
expropiados de las energías que hacen posible su hacer, expropiados de sí en la raíz misma de su
ser, que es el obrar. La expropiación ecológica es expropiación de los ‘recursos’ que nos hacen
12
Santos, Totalidad, 1996,
‘cuerpos’, y es expropiación de la capacidad de obrar de esos cuerpos. Desgarramiento simétricamente
territorial-corporal que está, por tanto, en la base de la dominación biopolítica.
La expropiación ecológica es también, inevitablemente, expropiación económica, en múlti-
ples sentidos. Tanto en el plano del mundo hegemónico de la economía clásica como en el de la
Nostromo
13
Leff, “Ecología”, 1994; Naredo, Raíces, 2006.
14
Harvey, “Imperialismo”, 2004; Harvey, Espacios, 2007.
cios públicos, la que ‘aporta’ recursos para los clubes, las escuelas, los hospitales y los templos.
A través de los tentáculos de la ‘responsabilidad social empresaria’ las corporaciones que
operan los mega-emprendimientos extractivos colonizan hasta los aspectos más íntimos de la
vida de las comunidades; invaden la cotidianeidad de la vida y crean un imaginario estructurado
desde la centralidad de dicha explotación. De modo tal que se hace difícil re-imaginar la vida
de la comunidad sin ‘esa explotación’. Hasta, paradójicamente, la recreación ritual de las ‘festivi-
Nudos
dades’ y costumbres típicas de los ‘lugares’ son completamente re-significadas y usadas como
medios de colonización cultural por y a través del esponsoreo que proveen las ‘empresas’.
Nuevas prácticas, nuevas formas de vida, nuevas mentalidades. Nuevas formas de ‘definirse
e identificarse’ como comunidad. El ‘saqueo’ –territorial, ecológico, económico– es, correlativa- 33
mente, proceso de expropiación cultural. Y como la cultura es la forma de habitar y significar la
historia, la expropiación cultural acontece junto a un proceso de expropiación del tiempo. Del
tiempo histórico y del tiempo cotidiano. La expropiación del tiempo histórico tiene que ver con
la re-codificación del pasado, el presente y el futuro de la comunidad ‘intervenida’. La expropia-
ción del pasado es una faceta de la colonización de la identidad: la radicación del capital requiere
–como se dijo– una plena identificación de la población con la explotación de que se trate, ya sea
‘agrícola’, ‘forestal’, ‘turística’, o ‘minera’. El perfil productivo del territorio local que el capital
precisa explotar se convierte, se re-codifica como ‘destino manifiesto’ del lugar; como ‘identidad
histórica’ de la población: “siempre fuimos un pueblo minero; o turístico; o agrícola…”. La expropiación
histórica es el presente que re-significa el pasado y que expropia literalmente las posibilidades
de futuro; al horadar la base ecológica de sustentación de los lugares, –al agotar los nutrientes
y contaminar las aguas, al destruir cuencas y erosionar la biodiversidad, etc.– el extractivismo
del presente es disposición y expropiación del futuro de esas colectividades-territorialidades.
La expropiación del tiempo cotidiano es, en cambio, la colonización del ritmo de la vida lo-
cal; una reconfiguración íntegra de la cronología de las prácticas; es que, para los tiempos del
capital global, todos los ritmos locales son demasiado lentos, demasiado cansinos. El carácter
de una población atrasada es precisamente aquel donde los tiempos de la gente nunca llegan a estar
‘a la altura’ del tiempo de los negocios. La incesante aceleración de la rotación del capital interviene
y altera los tiempos de la vida cotidiana local; exige una correlativa ‘sincronización’ de las prác-
ticas, los modos y los usos locales, para así poder ser, territorios-comunidades competitivas, ‘en
desarrollo’. Porque el subdesarrollo sigue siendo ‘atraso’; y el atraso es una variable temporal.
Forma emblemática de representación evolucionista del tiempo, el tiempo del capital se
mide por y a través del ‘conocimiento’. La historia es ‘progreso’ y éste es avance del ‘cono-
cimiento’ y del ‘desarrollo tecnológico’. Por eso otra dimensión insoslayable del ‘saqueo’ es la
de la expropiación epistémica.
Se trata de una expropiación de los saberes y conocimientos locales. En realidad hay una re-
colonización que opera en el ámbito del conocimiento. Los saberes y conocimientos que rigen y
regulan la vida dentro del territorio se ven profundamente trastocados, alterados. El desembarco
de grandes capitales, la ‘radicación de inversiones’, va necesariamente acompañado –y viabiliza-
do– por la correlativa imposición de una discursividad tecno-científica sobre la naturaleza; sobre
la naturaleza exterior (tierra-territorios- ‘recursos naturales’) tanto como sobre la naturaleza inte-
rior (cuerpos-fuerza de trabajo). En nuestros días, la colonización epistémica opera mediante la
implantación de toda la institucionalidad desarrollada al amparo del ambientalismo tecnocrático-
capitalista contemporáneo, el del mundo de los estudios de impacto ambiental, las Normas ISO, y
los protocolos ‘universales’ de manejo de riesgos, planes de contingencia y accidentología, etc…
La expropiación epistémica da cuenta de los movimientos de sustitución de saberes y tam-
bién de modificación del sistema de valoración social de saberes; y con ellos, sustitución y
valoración asimétrica de los sujetos portadores de esos saberes. Los saberes locales se ven des-
Nostromo
plazados, devaluados y hasta sustituidos por los saberes expertos. El ‘conocimiento técnico’
sustituye y coloniza los espacios socioterritoriales intervenidos por el capital. Con sus ‘ejércitos
de especialistas’, en sus cada vez más específicas ‘disciplinas’, los expertos crean un nuevo entorno
epistémico; un nuevo régimen de producción de verdad.
Esos mismos saberes expertos son los que, además, están ligados a los dispositivos epistémi-
34 cos de borramiento de la expropiación… Son saberes jurídicos que ‘borran’ las huellas delic-
tuales de las empresas y los funcionarios; construyen el estado de impunidad en el que precisan
operar; elaborando las leyes que regirán el nuevo ‘entorno de negocio’ y manejando diestramente
los artilugios juridicistas ante cualquier eventual proceso judicial emergente. Saberes expertos
dispuestos a mostrar que ‘las empresas siempre operan dentro de la ley’. Conocimientos científicos
en el campo de la economía para operar el ‘borramiento’ del saqueo, para mostrar científica-
mente las ‘conveniencias económicas’ de los proyectos: cómo ‘aportan’ a la economía local, y
cuán sustentables son como ‘generadoras’ de fuentes de ingresos futuros… Conocimientos
expertos en el campo propiamente ‘ambiental’ para operar el borramiento de la contaminación;
para demostrar científicamente que las ‘explotaciones modernas y con tecnología de punta’
han reducido significativamente todos los ‘costos ambientales’: reducción de agua y energía por
unidad de producto, reducción y hasta tratamiento de efluentes, etc. Más todavía, los programas
ambientales que las empresas realizan (cursos de capacitación ambiental para las poblaciones
locales, apoyos a programas de tratamiento de residuos, planes de forestación, etc.) hacen que
el ambiente intervenido no sólo ‘no sufra’ los efectos de la contaminación, sino que quedan en
mejores condiciones… Son los técnicos y expertos, reclutados indistintamente de esferas aca-
démicas, de consultoras, de empresas, de organismos oficiales, los que ‘saben’ y los que ‘dicen’
si hay o no contaminación; si hay o no impacto económico; si hay o no delito… Frente a ellos,
los saberes de las comunidades, de campesina/os, indígenas, simples vecinas y vecinos ‘de a pie’,
habitantes de los territorios intervenidos no valen, no cuentan. Las poblaciones locales directa-
mente no saben; los que realmente saben son los técnicos contratados. Expropiación epistémica.
Por último, como corolario de todas las expropiaciones, la noción de ‘saqueo’ alude a la ex-
propiación (bio)política que acontece a las comunidades sometidas a la lógica de la inversión; del
extractivismo. La expropiación política tiene, también, múltiples dimensiones. En la superficie
de la realidad político-institucional, la expropiación política se manifiesta como ‘secuestro de
derechos’ y ‘secuestro de la democracia’. Los derechos de las poblaciones intervenidas pasan a
estar subalternizados en función de los requerimientos legales y materiales de las inversiones. El
ámbito de ‘ejercicio de los derechos ciudadanos’ se restringe a la escueta órbita de aquellos que
no afecten el ‘clima de negocios’ requerido.
Fundamentalmente, las ciudadanas y ciudadanos de los nuevos territorios-en-proceso-de-
expropiación no tienen derecho a decidir sobre sus propios territorios. Y, como señala el di-
rigente diaguita-calchaquí, Marcos Pastrana, “si no se nos respeta ese derecho, ningún otro derecho se
puede ejercer”. Son los inversionistas los que disponen de los territorios; por tanto, de la vida que
acontece en esos territorios. Son ellos –o en su nombre– los que dictan y administran la ley.
Esto muchas veces significa la creación de un régimen de impunidad para las empresas y de un
correlativo régimen de represión-criminalización de las protestas, en particular, de aquellas di-
rectamente dirigidas a impugnar las explotaciones. Institucionalmente, la expropiación política
implica este régimen de juridicidad asimétrica.15 El paisaje institucional de Nuestra América está
superpoblado de estos casos. Un luctuoso saldo de cruentas represiones y matanzas hay que
sumar a la ‘contabilidad’ política del extractivismo. Por caso, en el Perú, la expansión minera
fue acompañada de una espiral de asesinatos y matanzas de líderes comunitarios opuestos a
Nudos
estos megaproyectos: desde el asesinato de Godofredo García Baca, líder de la resistencia al
proyecto minero de Manhattan Minerals en Tambogrande (31 de marzo de 2002), a las muertes
de Efraín Arzapalo (noviembre de 2003, Junín), Reemberto Herrera Racho (rondero de Huan-
cabamba, fallecido durante protestas contra el proyecto minero Río Blanco en Piura, abril de 35
2004), Melanio García Gonzáles (rondero de Paipacampa, también en una manifestación contra
el proyecto Río Blanco, en agosto de 2005); Isidro Llanos Chavarría (campesino de Combayo,
asesinado en una protesta contra Minera Yanacocha, en agosto de 2006, en Cajamarca) y tantos
otros. De estas muertes individualizadas a las masacres colectivas, como la acontecida en Bagua,
en la Amazonía peruana el 05 de junio de 2009 y las recientes víctimas de la represión ante las
manifestaciones populares contra el proyecto Tía María (abril de 2011). En México, cabe men-
cionar el caso de Francisco Quiñones, asesinado en Jalisco por su lucha contra la Minera Peña
Colorada; el de Dante Valdez, maestro de Chihuahua que denunció a la Minera Minefinders16 y
el conocido caso de Mariano Abarca, asesinado también en 2009, en el marco de la lucha contra
el emprendimiento minero de la empresa Blackfire en Chicomuselo, Chiapas. Y los casos se
replican y repiten en las diversas latitudes de Nuestra América. La violencia del asesinato, se
prolonga para las víctimas, en la violencia de la impunidad.
Así, en definitiva, la expropiación biopolítica es la expropiación de derechos, de la vida
política de los pueblos y de la vida como tal de los pueblos. Expropiación política de la Vida y
de la Justicia, que es secuestro de derechos como corolario de la disposición de los cuerpos. Una
disposición material y simbólica; disposición de su fuerza de trabajo, y de sus emociones y sen-
timientos; de sus ‘aptitudes’ y ‘conocimientos’, y de sus ideas, valores y deseos. Aniquilación de
derechos que es correlativa de la aniquilación corporal; porque los cuerpos expropiados de sus
territorios-alimentos, las poblaciones fumigadas, sometidas a nuevos contaminantes y riesgos
ambientales, las poblaciones deshidratadas y desnutridas, son cuerpos sin las energías requeridas
para la resistencia. Expropiación de los cuerpos que genera acostumbramiento al dolor; al ham-
bre; a la muerte. En el umbral último de las expropiaciones acontece la expropiación de la sen-
sibilidad corporal: las poblaciones colonizadas de nuestro tiempo, son poblaciones in-sensibles,
expropiadas de la misma capacidad de sentir sus propias emociones, sus propias sensaciones;
poblaciones ‘educadas’ para desconocer sus propias dolencias y afectividades. Territorios des-
membrados; poblaciones desafectadas. Tal, la naturaleza de la expropiación eco-bio-política.
“ Territorio significa mucho para mí, porque imagínate que te quiten tu territorio,
así, abusivamente, ilegalmente. Es como si te quitaran alguna parte de tu cuerpo…
”
Margarita Pérez Anchiraico, Integrante del Comité
de Afectados por la Minería de San Marcos, Perú, 2009.17
15
Machado Aráoz, “Desarrollismo”, 2010b.
16
Toledo, “Por qué”, 2011.
17
Entrevista realizada por Claudia Denegri, publicada en De Echave, Hoetmer y Palacios Panez, “Minería”, 2009.
“ Acá estamos los que sufrimos el territorio, los que sentimos las agresiones al territorio, no otra
cosa es lo que nos une… Gran parte de esta sociedad ya ha perdido el contacto con el territorio…
Esta sociedad vive de la góndola del supermercado, del cajero automático y de la computadora…
Está desconectada de su territorio. Por eso no siente las agresiones que se le hacen. En cambio
”
Nostromo
La primera década del nuevo siglo encuentra a Nuestra América, una vez más, bajo las gar-
ras del colonialismo. La devastación extractivista es el nuevo rostro del poder imperial. Éste ha
hecho de América Latina un territorio privilegiado de acumulación por desposesión, ámbito so-
36 cioterritorial donde se recrea un nuevo ciclo de una economía de rapiña especialmente dirigida a
esquilmar sus reservas estratégicas de bienes y servicios ecológicos, energías naturales y sociales,
disponibilizadas por el capital global para abastecer la dinámica de consumo-acumulación sin
fin, en tiempos de ‘agotamiento de mundo’.
El coloniaje del presente opera, así, devastando territorios-cuerpos. Ecosistemas literalmente
esquilmados; territorios amputados; tal es el objeto y el efecto del extractivismo. Esa brutal ex-
propiación ecológica no sería políticamente posible sin un adecuado ‘tratamiento’ de las afec-
ciones y los sentimientos. Y el coloniaje de nuestro tiempo opera decisivamente anestesiando los cuerpos en
procesos de expropiación. Su eficacia política reside, hoy más que nunca, en el arte de administrar la
dosis de violencia eficaz, apropiada. El coloniaje se ejerce como el arte del despojo dosificado,
aplicado en la justa medida de la soportabilidad.18
Si la época de los ‘ajustes’ en tiempos del estallido de la deuda externa fue una época de cirugía
mayor sin anestesia, la época neocolonial del extractivismo es una de cirugía mayor con anestesia.
Vastas mayorías urbanas participan insensibles a la devastación ecobiopolítica del extractivismo
de nuestro tiempo. Viven con ‘ilusión’ la fantasía desarrollista del auge primario-exportador…
La cotización de las materias primas y la voracidad exportadora alimentan planes sociales, sos-
tienen el salario de los pobres y el consumismo depredador de las élites… El consumo, el efecto
fetichista de las mercancías-en-circulación, opera como letal anestesia social de nuestros días.
El coloniaje del presente se ejerce y reproduce en la colonización de las sensibilidades, cor-
porales y sociales. Vastas mayorías se hallan aún adormecidas, anestesiadas, insensibles a la vio-
lencia brutal del saqueo. Sin embargo, estratégicas porciones poblacionales son inmunes a los
efectos anestésicos del consumismo. Sienten en carne propia las desgarraduras de los territorios.
Se trata de las poblaciones afectadas; nuevas y viejas identidades socioterritoriales que no han per-
dido su ligazón con la tierra y que sienten en la propia piel el dolor de la expropiación colonial.
Expropiación eco-bio-política. En su andar, en el movimiento de estos movimientos, despierta
Nuestra América, y con ella, despiertan también las esperanzas. La esperanza de los pueblos; la
de la humanidad; las esperanzas de Vida.
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18
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Universidad Nacional de Catamarca, 6, 7 y 8 de
octubre de 2010, (2010b).
Crisis, nuevas tecnologías y dominación
Silvia Ribeiro*
Nostromo
Frente a la crisis más profunda de la historia del capitalismo (alimentaria, energética, financiera
y económica, atravesadas por la mayor crisis climática, ambiental y de salud jamás vista) las em-
presas artífices de la crisis, apoyadas por muchos gobiernos, afirman que para salir de la situa-
ción no es necesario un cambio radical de los patrones dominantes de producción y consumo
38 ni un cuestionamiento profundo a la injusticia social en la propiedad de la tierra y el acceso a los
recursos, ni a la forma explotadora y contaminante de relación con el ambiente y la naturaleza,
sino que todo se puede resolver con nuevas tecnologías.
Con más tecnología, nos dicen, saldremos de la crisis, aumentando la producción de alimen-
tos con plantas transgénicas que resistirán el estrés climático, creando nuevas fuentes de energía
usando microbios sintéticos y haciendo más eficientes las que ya existen con nanotecnología
(la manipulación a nivel de átomos y moléculas para cambiar las propiedades de la materia).
Propuestas en las que los mayores ganadores serán otra vez las trasnacionales, y que en lugar de
resolver problemas como el cambio climático, el hambre, la injusticia y la devastación ambiental,
los empeorarán.
La tecnología siempre ha sido una herramienta del capitalismo para obtener ganancias ex-
traordinarias y ventaja frente a sus competidores. Con la crisis financiera se desató un mayor
énfasis en apuntalar el capital productivo, y para ello, la tecnología es una herramienta clave. Sin
embargo, no estamos ante una sencilla actualización de tecnologías, sino frente a nuevas tec-
nologías que cada una, por sí sola, es muy poderosa (y llena de riesgos), pero cuya convergencia
las potencia y sinergiza mucho más. En manos de empresas cada vez más poderosas constituyen
un verdadero tsunami tecnológico que apenas comenzamos a avizorar en toda su dimensión.
El gobierno estadounidense considera esto tan relevante, que llamó a esta convergencia
nbic, por las iniciales de nanotecnología, biotecnología, informática y ciencias cognitivas. Desde
principios de la década ha dedicado importantes sumas de dinero (equivalente a los que se in-
virtió en el Proyecto Manhattan para construir la bomba atómica) para reunir a un grupo selecto
de unos cuatrocientos industriales, políticos y científicos, para explorar cómo se podría avanzar
en esta convergencia. Significativamente, tituló el proyecto nbic Tecnologías Convergentes para el
Mejoramiento del Desempeño Humano. En el Grupo etc hemos llamado bang a esta convergencia
de Bits, Átomos, Neuronas, Genes (informática, nanotecnología, neurociencias, biotecnología)
buscando expresar mejor el “golpe” que significa para la sociedades.
En nuestro análisis, esta convergencia completa es en realidad un triple “bang”: un trián-
gulo de ataques orientados a consolidar el poder corporativo sobre la gente y la naturaleza.
El primer vértice son los impactos inocultables de décadas de capitalismo industrial (hambre,
cambio climático, contaminación, epidemias, devastación ambiental). El segundo, es la amenaza
de nuevos riesgos ambientales, económicos y de salud, producto de las nuevas tecnologías que
*
Directora para América Latina del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo etc), www.etcgroup.org
/ grupoetc@etcgroup.org
1
Un análisis sobre el proyecto nbic puede leerse en La estrategia de las tecnologías convergentes: La teoría del Little bang, Grupo etc, Comu-
nicado No.78, 2003, disponible en http://www.etcgruop.org/es/node/168. El primer reporte del proyecto nbic puede descargarse
en http://www.wtec.org/ConvergingTechnologies/Report/nbic_report.pdf
etc es un Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración. http://www.etcgroup.org/es/principal
nos presentan como “soluciones”: más biotecnología, nanotecnología, genómica, biología sin-
tética y hasta geoingeniería (la manipulación intencional del ambiente a gran escala para tratar
de “domesticar” el cambio climático). El tercero es una nueva ola de chantaje corporativo con
la que colaboran la mayoría de los gobiernos. Las empresas, en lugar de pagar por sus acciones
causantes de la crisis, argumentan que todo se puede resolver usando nuevas tecnologías, pero
que son tan sofisticadas (e implícitamente riesgosas) que solamente las pueden manejar ellas.
Nudos
Por eso, demandan de los gobiernos mayor protección de sus monopolios de patentes y un
“ambiente regulatorio favorable”, incluyendo subsidios públicos.
39
El contexto corporativo
Largamente acuñadas, las crisis actuales tienen un contexto de aumento muy notable de la con-
centración de poder corporativo, de mayor apropiación y mercantilización de recursos naturales
y de desregulación o leyes a favor de las empresas y especuladores financieros.
Entre 1990 y 2000, las fusiones y adquisiciones corporativas a nivel global pasaron de 462
mil millones de dólares a 3.5 billones de dólares, cifra que en ese momento era equivalente al
12% del pib mundial. Aunque ese nivel de fusiones bajó algo durante los primeros años de la
década siguiente, en 2007 llegó a 448 billones de dólares. Es decir, estamos ante cada vez me-
nos empresas, pero mucho más grandes y con mayor control de mercado y poder de influencia
sobre los gobiernos.
En la industria alimentaria, el valor de las fusiones y compras entre empresas, que ya era alto,
se duplicó del 2005 al 2007, llegando a 200 mil millones de dólares. Aunque la debacle financiera
a partir del 2007 hizo quebrar a grandes empresas de otros sectores –favoreciendo oligopolios
aún más cerrados– las industrias relacionadas a los agronegocios obtuvieron ganancias inéditas,
con la especulación y el aumento de los precios de los alimentos, insumos agropecuarios y ma-
quinaria agrícola, favorecidas también por el auge de los agrocombustibles.
La realidad del sistema agro-alimentario es uno de los ejemplos más devastadores de con-
centración corporativa, por ser además un rubro esencial: nadie puede vivir sin comer. Es en
conjunto, el mayor “mercado” del mundo. Por ambas razones, las transnacionales se lanzaron
agresivamente a controlarlo. En poco más de treinta años pasó de estar altamente descentral-
izado, fundamentalmente en manos de pequeños agricultores y mercados locales y nacionales,
a ser un sector industrial con grandes sectores dominados por trasnacionales. Para ello fue
necesario un cambio radical en las tecnologías y en las formas de producción y comercio de ali-
mentos. Los productos agrícolas, gracias a la imposición de tratados de “libre” comercio, fueron
transformados de más en más en mercancías de exportación, en un mercado global controlado
por una veintena de transnacionales.
Grupo etc, Globalización S.A., 2001. http://www.etcgroup.org/upload/publication/246/01/globalizasa.pdf
Grupo etc, ¿De quién es la naturaleza? El poder corporativo y la frontera final en la mercantilización de la vida, noviembre 2008. Puede con-
sultarse en: http://www.etcgroup.org/es/materiales/publicaciones.html?pub_id=709
Grain, “Las corporaciones siguen especulando con el hambre”, abril de 2009, http://www.grain.org/seedling/?id=596
Según un informe de la fao sobre mercados de productos básicos, a principios de la década
de 1960, los países del Sur global tenían un excedente comercial agrícola cercano a los siete mil
millones de dólares anuales. Para fines de la década de 1980 el excedente había desaparecido.
Hoy los países de Sur son importadores de alimentos.
Nostromo
Grupo etc, ¿De quién es la naturaleza? El poder corporativo y la frontera final en la mercantilización de la vida, noviembre de 2008, http://
www.etcgroup.org/es/materiales/publicaciones.html?pub_id=709
Ibídem.
Los diez mayores procesadores de alimentos y bebidas (Nestlé, PepsiCo, Kraft Foods, Coca-
Cola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Mars, adm, Danone) controlan el 26% del mercado, y cien
cadenas de ventas directas al consumidor controlan el 40% de ese mercado. Comparado a la
concentración de las semillas y agrotóxicos, parecerían porcentajes bajos, pero el volumen de
ventas es inmensamente mayor. La cadena de supermercados WalMart, la empresa más grande
del mundo, tiene un ventas anuales por un valor mucho mayor que el pib de países enteros como
Nudos
Dinamarca, Portugal, Venezuela o Singapur.
Ibídem.
Union, “Failure to Yield- Evaluating the Performance of Genetically Engineered Crops”, http://www.ucsusa.org/food_and_ag-
riculture/science_and_impacts/science/failure-to-yield.html
10
Grain, Presentación “La agricultura campesina puede enfriar el planeta”, http://www.grain.org/o/?id=95/ Silvia Ribeiro, “Ag-
riculturas y crisis climática”, agosto de 2010, http://www.cloc-viacampesina.net/es/noticias-cumbre-climatica/431-agriculturas-y-
crisis-climatica
Ya existen casi 1,700 solicitudes de patentes monopólicas aprobadas o en trámite (en Es-
tados Unidos, Europa, Argentina, México, Brasil, China, Sudáfrica, entre otros) relacionadas
a caracteres genéticos de plantas para resistir presiones ambientales relacionadas con el caos
climático, como sequía, calor, frío, inundaciones, suelos salinos y otras. En algunos casos, la
Nostromo
cobertura de las patentes solicitadas es tan vasta, que cualquier cultivo que tenga una secuencia
genética homóloga quedará bajo control de la empresa. El barón de las patentes de estos “genes
climáticos” es Monsanto, que en asociación con Basf y con algunas empresas biotecnológicas
más pequeñas, controlan las dos terceras partes del germoplasma “resistente al clima”.11
Las formas de agricultura altamente tecnificadas, como la llamada “agricultura de precisión”,
42 que es la que prefigura el uso de estos cultivos especializados, en realidad ha empeorado los
problemas que decían solucionar. Por ejemplo, el riego industrial controlado para “ahorrar”
agua, que sólo riega superficialmente la tierra de los cultivos, ha provocado mayor salinización
del suelo, destruyendo o disminuyendo drásticamente las posibilidades de sembrar cualquier
cultivo. Los cultivos “resistentes al clima”, prometen aplicar la misma lógica, por lo que además
de los problemas asociados al hecho de ser transgénicos, afectarían muy negativamente los sue-
los y la posibilidad de ir hacia soluciones reales.
El caso de los cultivos con “genes climáticos” es un claro ejemplo de estrategia destructiva,
pero que da más control y ganancias a las transnacionales: a través de las patentes se monopoli-
zan genes que son útiles para situaciones de crisis (en realidad es biopiratería porque esos genes
provienen de cultivos desarrollados por campesinos), pero además, son para aumentar el mismo
sistema industrial que generó los problemas.
La crisis climática sirve también de justificativo para una serie de emprendimientos que afirman
pueden sustituir la economía del petróleo –o una parte significativa de ésta– con una nueva
“economía del azúcar” o “economía de carbohidratos”, cuya materia prima es cualquier bio-
masa, fermentada con microbios manipulados con biología sintética.
La propuesta es transformar los carbohidratos de cualquier biomasa, sean cultivos, residuos
de cosecha o forestales, árboles, pastos, algas, y otros cultivos, a través de fermentación, en la
construcción de nuevos polímeros, en principio para producir combustibles, pero también prin-
cipios activos de fármacos, materiales equivalentes al plásticos y otras sustancias de uso industrial.
La primera generación de agrocombustibles, basada en maíz, caña de azúcar, soya y otras
oleaginosas, tuvo y tiene grandes impactos ambientales, económicos y sociales, pero ha sido
un cuantioso negocio para las industrias de los agronegocios. Ahora las empresas pretenden
llegar mucho más allá con segundas y terceras generaciones de agrocombustibles, basadas en
parte en los mismos cultivos pero con nuevos transgénicos (en caña de azúcar, betabel y otros),
aumentando la expansión de monocultivos de palma de aceite y árboles de rápido crecimiento,
pero sobre todo, a partir de celulosa.
Hasta hace poco era difícil usar la celulosa –que contiene toda la materia vegetal– para
producir combustibles, porque no era posible digerirla en forma eficiente, es decir, el proceso
tomaba más energía de la que se puede obtener y no recuperaba los costos de procesamiento.
11
Grupo etc, “A la caza de “genes climáticos”, Comuniqué, febrero de 2011, http://www.etcgroup.org/upload/publication/
pdf_file/ClimateReadyC_Spa_March2011.pdf
Para acelerar la fermentación de nuevas fuentes de biomasa, haciendo económicamente más
eficiente el procesamiento de celulosa y otros elementos fibrosos, se están usando microbios
producto de biología sintética, es decir, no con secuencias genéticas de otros seres vivos –como
en los transgénicos– sino construidas artificialmente en laboratorio. No se trata de uno o dos
genes, sino de pasos metabólicos que pueden implicar doscientos genes.
El objetivo es llegar a construir seres vivos totalmente sintéticos que funcionen como “fábri-
Nudos
cas moleculares”, que puedan usar cualquier biomasa como materia prima. Codiciosos científi-
cos como Craig Venter alegan ya haber construido y patentado un microbio totalmente artifi-
cial, que podría ser usado como un “chasís” al que se le agregarían diferentes funciones según
lo que se quiera producir.12 Esto plantea incertidumbres y riesgos al medio ambiente y la salud 43
aún más serios que los transgénicos.
Pero sobre todo implica un aumento exponencial de la demanda de biomasa natural o culti-
vada, en ambos casos con impactos tremendos para el medio ambiente, agudizando la disputa
de tierra, agua y nutrientes. Un ejemplo: en Tennessee, Estados Unidos, DuPont instaló en 2007
una “biorrefinería” en la que usa 150 mil hectáreas de maíz para producir 45 mil toneladas de
Sorona, una sustancia similar al nylon, que a pesar de provenir de maíz, no es biodegradable
ni compostable. Para ello usa bacterias E-Coli manipuladas por biología sintética. En Brasil,
Amyris Biotechnology, una de las firmas pioneras en biología sintética, firmó contratos con dos
grandes empresas brasileñas de producción y procesamiento de caña de azúcar –Crystalsev y
Votorantim– para nuevos tipos de etanol y biodiesel basado en biología sintética.
En México, ya se están haciendo estudios para aplicar biología sintética a la producción de
combustible, tanto a nivel académico como algunos emprendimientos comerciales. Existe un
grupo de investigación sobre biología sintética, que es una iniciativa conjunta de investigadores
de Centro de Investigación y Estudios Avanzados Unidad Irapuato (cinvestad Irapuato) y del
Centro de Ciencias Genómicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam).
Y aunque aún no son tan conocidas para el público, hay muchas empresas cuyas actividades
se basan en biología sintética. Usan nombres nuevos como Amyris, Athenix, Codexis, LS9, Mas-
coma, Metabolix, Verenium o Synthetic Genomics, pero quienes están detrás de éstas, como
inversores y copropietarios, son las principales petroleras (Shell, bp, Marathon Oil, Chevron,
Exxon); las empresas que controlan más del 80% del comercio mundial de cereales (adm, Car-
gill, Bunge, Louis Dreyfus); el oligopolio de semilleras y productoras de transgénicos y agrotóxi-
cos (Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow, Basf, Bayer); las mayores farmacéuticas (Merck, Pfizer,
Bristol Myers Squibb), junto a General Motors, Procter & Gamble, Marubeni y otras.13
La materialización a gran escala de esta nueva “economía del azúcar” implicaría la apropia-
ción y mercantilización de la mayor cantidad posible de biomasa del planeta que todavía no está
privatizada. Según un estudio del Departamento de Energía de Estados Unidos, actualmente
24% de la biomasa terrestre del planeta es usada y comercializada, la mayor parte bajo control
de empresas transnacionales. En sus planes está quintuplicar la apropiación de biomasa para uso
de ese país. Afirman que al emplear celulosa, árboles y residuos de cosecha (lo que provocaría
entre otras cosas, mayor degradación de suelos) no competirán con alimentos, lo cual es falso,
porque demandará más tierras y agua, más monocultivos y más destrucción de áreas naturales.
12
Grupo etc, “Sintia está viva…”, comunicado de prensa, mayo de 2010, http://www.etcgroup.org/es/node/5144
13
Grupo etc, Los nuevos amos de la biomasa y el próximo asalto a la biodiversidad, Informe, marzo de 2011, http://www.etcgroup.org/
es/node/5253
Manipulando el clima: geoingeniería
climático. Hasta hace poco era considerada ciencia ficción, pero ahora, poderosos intereses
económicos y políticos presionan por llevarla a la práctica.
Por ejemplo, el poderoso grupo llamado “lobby del carbón” (industrias de petróleo, carbón,
energía) promueven ahora la geoingeniería. Esas industrias, los científicos a su servicio y el
gobierno de Estados Unidos, se dedicaron por décadas a negar que existía cambio climático
44 (decían que era parte de los ciclos naturales) y que por tanto, no había necesidad de recortar las
emisiones de gases de efecto invernadero. Ahora cambiaron el discurso: aceptan que el cambio
climático es grave y hay que tomar medidas, pero a través de arreglos tecnológicos. La solución
“perfecta”, dicen, es la manipulación del clima a gran escala. No implica reducir emisiones, ni
cambiar los patrones de producción y consumo –que ellos controlan y son su fuente de lucro–
sino hacer ingeniería climática para enfriar el planeta, que renovada todo el tiempo, permitirían
incluso aumentar las emisiones actuales, porque se pueden contrarrestar sus eventuales efectos
sobre el clima. La geoingeniería, agregan, es una solución de “ganar-ganar”: no hay que cambiar
nada y crear nuevas fuentes de negocios, ya que los “servicios” de geoingeniería pueden ser
vendidos y además obtener bonos de carbono por la absorción de gases de efecto invernadero.
Además de las petroleras, las industrias químicas, de agronegocios, de monocultivos forestales,
coinciden entusiasmadas.
En los últimos dos años, también varias instituciones científicas de renombre –como la
Sociedad Real del Reino Unido– se han prestado a publicar informes sobre geoingeniería, con
escasa o nula participación de científicos críticos y con participación de geoingenieros. Con-
cluyen que “se debe financiar con recursos públicos la investigación y experimentación de la
geoingeniería”, lo cual es grave, porque en el caso de la geoingeniería, la “experimentación” es
despliegue de la tecnología, no hay en realidad fase experimental.
¿Qué proponen los promotores de la geoingeniería? Por ejemplo, la fertilización de grandes
áreas del océano con hierro o urea (para aumentar el plancton, absorber carbono y bajar la
temperatura del mar), lanzar inmensas cantidades de compuestos sulfatados a la estratósfera
creando una sombrilla que tape los rayos del sol, poner en órbita miles de millones de espejos
que reflejen los rayos solares, manejar y desviar huracanes, inmensas plantaciones de cultivos
y árboles transgénicos para agrocombustibles y como sumideros de carbono, cultivos trans-
génicos más brillantes para reflejar la luz del sol, enormes parches de algas transgénicas en el
mar para absorber carbono o el llamado “biochar”: plantar y quemar cantidades industriales de
materia orgánica con pirolisis, para luego enterrarlo en el suelo como fertilizante.
Cada propuesta en sí misma conlleva importantes riesgos y efectos secundarios. Por ejem-
plo, las partículas de sulfato en la estratósfera (imitando erupciones volcánicas) caerán luego
a la tierra, produciendo la muerte prematura de 500 mil personas. Además, la disminución de
radiación solar en el Ártico cambiaría los patrones de monzones, lluvia y viento en Asia y África
poniendo en riesgo las fuentes de agua y alimentos de dos mil millones de personas.14 La ma-
nipulación del mar por fertilización o algas transgénicas desequilibrarán las cadenas alimentarias
y los ecosistemas marinos; los espejos en el cielo serán manejados desde la tierra. ¿Qué tal si
14
Robock, “Test”, 2010, pp. 530-531.
deciden usarlos como arma para “freír” algún país que moleste a quién controle las computado-
ras? ¿Dónde irá el reflejo si hay una “caída del sistema”?15 Pero adicionalmente a los riesgos
inherentes de cada propuesta particular, hay impactos que son comunes a toda la geoingeniería.
Para realmente lograr cambiar el clima, las propuestas deben realizarse a mega-escala y a lar-
go plazo. Hacer pequeños experimentos parciales no dará información sobre si serán efectivas
para bajar la temperatura, incluso por que no se pueden diferenciar de las variaciones climáticas
Nudos
naturales. Por tanto, hablar de “experimentos” en geoingeniería es meramente retórico.
Por su escala y sus características son también irreversibles (no se pueden retirar si algo “no
salió como pensamos”). Es intrínsecamente inequitativo. Los que proponen y tiene el dinero
para financiar la geoingeniería, son los mismos que han causado la crisis climática. Pero aducen 45
que esperar a un consenso global sobre el tema es demasiado lento para la gravedad de la crisis
y que la democracia no funciona. ¿De dónde sacan autoridad moral para adjudicarse el control
del termostato global?
Adicionalmente, la geoingeniería tiene un alto potencial de usos bélicos, de hecho es el ori-
gen de las investigaciones sobre el tema ¿Quién puede garantizar que aunque una potencia diga
que usa la geoingeniería para combatir el calentamiento global, no sea usada al mismo tiempo
para atacar países que considera “enemigos”?
El clima es un sistema global, insuficientemente comprendido y no hay forma de predecir
los impactos que la manipulación climática producirá en otras regiones: los países y poblaciones
más vulnerables del Sur –que no contribuyen al caos climático pero lo sufren– podrían recibir
los peores impactos de la geoingeniería, con más descontrol climático y devastación de sus eco-
sistemas, afectando más a los pobres, campesinos, indígenas, pescadores artesanales.
Pese a todo esto (o por ello), los gobiernos de las grandes potencias, fundamentalmente
Estados Unidos e Inglaterra, muestran creciente entusiasmo frente a la perspectiva de proyec-
tos que les eviten tener que reducir emisiones en sus fuentes. Esos países ya han comenzado a
desviar recursos públicos para investigación y experimentación en geoingeniería.
Frente a todo esto, se creó en el marco de la Cumbre de los Pueblos frente al Cambio
Climático en Cochabamba, Bolivia, en abril 2010, la campaña “No manipulen la Madre Tierra”,
que cuenta con la adhesión de cientos de organizaciones y grandes redes internacionales de
ambientalistas, campesinos, indígenas y otras. La demanda central es prohibir la geoingeniería y
cambiar las causas reales de la crisis climática.16
Un primer logro a nivel internacional es la moratoria contra la geoingeniería que estableció
el Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas, en octubre de 2010, apelando al prin-
cipio de precaución, frente a los impactos que puede tener sobre la biodiversidad y las formas de
vida relacionadas a ella. Sin embargo, industriales y científicos, fundamentalmente de Estados
Unidos, Canadá y Reino Unido, siguen cabildeando para obtener más fondos públicos y más
apoyo para investigación y experimentos, por lo que es necesario convertir la moratoria en una
prohibición a la geoingeniería.
15
Grupo etc, Geopiratería: Argumentos contra la geoingeniería, ETC Communiqué 103, noviembre de 2010, http://www.etcgroup.
org/es/node/5240
16
La campaña está abierta a nuevas adhesiones. Más información en www.nomanipulenlamadretierra.org
La otra cara: diversidad desde abajo y soberanía alimentaria
Como decimos en el Grupo etc, ninguna nueva tecnología va a solucionar las viejas injusticias.
Pero pese al panorama devastador de concentración corporativa y nuevas tecnologías que impli-
Nostromo
can más riesgos a la salud, al ambiente y a la diversidad, hay una enorme cantidad de realidades
desde abajo, tanto en lo urbano como en lo rural, que son de facto lo que está deteniendo el
colapso total del planeta. No se trata de una solución o una “alternativa”, sino de incontables
y diversas formas de organización, basadas en lo local, en lo comunitario, en la consideración
de las necesidades de las generaciones que nos siguen y una relación integral y respetuosa con
46 el ambiente.
Por ejemplo, la alimentación de la mayoría del planeta sigue siendo la producción en pequeña
escala: aunque Wall-Mart sea la empresa más grande del mundo, el 85% de los alimentos es produ-
cido cerca de donde se consume, gran parte gracias a la agricultura familiar y campesina. Aunque
el mercado de semillas comerciales está dominado por transnacionales, las tres cuartas partes de
los agricultores del mundo siguen guardando habitualmente parte de su cosecha para semillas y
muchos cultivan variedades mejoradas localmente. La industria semillera argumenta que necesi-
tan patentes y otras formas de propiedad intelectual exclusivas para “recuperar” sus gastos en
desarrollo de nuevas variedades: a lo largo de la existencia de esta industria han producido y re-
gistrado bajo propiedad intelectual 72 mil nuevas variedades vegetales (la mayoría flores o plantas
ornamentales).17 Los mil cuatrocientos millones de campesinos y agricultores familiares a nivel
global, producen cada año, como mínimo, un millón de nuevas variedades (la mayoría para ali-
mentación) que están adaptadas localmente. Justamente es con ese enorme conocimiento y tra-
bajo colectivo descentralizado que han logrado crear millones de variedades de cultivos básicos
adaptadas a una gran diversidad de climas, lo cual es clave para las respuestas al cambio climático.
Las verdaderas alternativas a las crisis existen desde hace tiempo, sin trasnacionales y sin
tecnologías riesgosas. Como ejemplo contundente, la autogestión y la soberanía alimentaria,
basada en la diversidad de culturas y economías campesinas y locales, sustentables y descentral-
izadas, creando una relación más solidaria campo-ciudad, que también ponga coto a la urbani-
zación salvaje y disminuya la demanda energética, los transportes y la basura, creando las bases
para relaciones respetuosas y conscientes de los límites de la naturaleza.
Bibliografía referida
Grain, “Las corporaciones siguen especulando con el teoría del Little bang, Comunicado núm. 78, 2003,
hambre”, abril de 2009, http://www.grain.org/ http://www.etcgroup.org/es/node/168
seedling/?id=596 Grupo etc, ¿De quién es la naturaleza? El poder corporativo
Grain, Presentación “La agricultura campesina puede y la frontera final en la mercantilización de la vida,
enfriar el planeta”, abril 2011, http://www. noviembre de 2008, http://www.etcgroup.org/
grain.org/o/?id=95/ es/materiales/publicaciones.html?pub_id=709
Grupo etc, Globalización S.A., 2001, http://www.etc- Grupo etc, ¿Quién nos alimentará? Preguntas sobre las cri-
group.org/upload/publication/246/01/globali- sis alimentaria y climática, noviembre de 2009,
zasa.pdf http://www.etcgroup.org/upload/publication/
Grupo etc, La estrategia de las tecnologías convergentes: La pdf_file/Comm102WhoWillFeeSpa.pdf
17
Grupo etc, ¿Quién nos alimentará? Preguntas sobre las crisis alimentaria y climática, noviembre de 2009, http://www.etcgroup.org/up-
load/publication/pdf_file/Comm102WhoWillFeeSpa.pdf
Grupo etc, “Sintia está viva…” Comunicado de prensa, Stenchikov, “A Test for Geoengineering?”, Sci-
mayo de 2010, http://www.etcgroup.org/es/ ence, vol. 327, núm. 5965, 29 de enero, Washing-
node/5144 ton D. C., 2010, pp. 530-531.
Grupo etc, Geopiratería: Argumentos contra la geoingeniería, Ribeiro, Silvia, “Agriculturas y crisis climática”, agosto
Comuniqué 103, noviembre de 2010, http:// de 2010, http://www.cloc-viacampesina.net/
www.etcgroup.org/es/node/5240 es/noticias-cumbre-climatica/431-agriculturas-
Grupo etc, “A la caza de “genes climáticos”, Comuni- y-crisis-climatica
Nudos
qué, febrero de 2011, http://www.etcgroup.org/ Union of Concerned Scientists, “Failure to Yield-
upload/publication/pdf_file/ClimateReadyC_ Evaluating the Performance of Genetically
Spa_March2011.pdf Engineered Crops”, Cambridge, Massachusetts,
Grupo etc, Los nuevos amos de la biomasa y el próximo asalto a 2009, http://www.ucsusa.org/food_and_agri-
la biodiversidad, Informe, marzo de 2011, http:// culture/science_and_impacts/science/failure- 47
www.etcgroup.org/es/node/5253 to-yield.html
Robock, Alan, Bunz Martin, Ben Kravitz y Georgiy L.
”
countries and nations on the earth?
Joseph Conrad, Nostromo, 1904.
”
“ Lo tradicional era revolucionario, el progreso capitalista, retroceso.
Ernesto Cardenal, Homenaje a los indios americanos, 1970.
Resulta totalmente pertinente que la reflexión contemporánea, desafiada por la crisis civiliza-
”
cional que nos aqueja, recurra a establecer antecedentes, lazos y conexiones con las anteriores
tradiciones de pensamiento crítico. En el caso de la ecología política, un campo en construcción,
una profusa bibliografía reciente se dedica a desentrañar sus relaciones con la tradición marxista
o, más específicamente, con la obra de Carlos Marx.
Un autor preocupado especialmente por la herencia del marxismo y su relación con la eco-
logía política es Alain Lipietz. El marxismo, para él, entendido como “la aplicación de un método de
pensamiento, de un conjunto de representaciones, de algunas hipótesis básicas, como un compás para encontrar
rumbos y como una guía para la acción social transformadora”, tendría todo un “aire de familia” con la eco-
*
Héctor Alimonda es Profesor asociado III, Curso de Posgrado en Ciencias Sociales (cpda/ufrrj). Coordinador del Grupo de
Trabajo Ecología Política, clacso, Investigador Internacional flacso.
1
Bensaid, Marx, 1999; Leff, Ecología, 1996; Lowy, “Karl Marx”, 1995; O´Connor, “Mercadeo”, 1994, Foster, Ecología, 2005.
logía política. Superada la fetichización del “productivismo” (que privilegia el desarrollo de las
fuerzas productivas como un valor absoluto y positivo, pero también a los “productores” como
actores políticos estratégicos) y el finalismo histórico que aquejan al pensamiento marxista, los
puntos de contacto serían múltiples, basados en una perspectiva de análisis materialista, dialéc-
Nostromo
Nudos
la modernidad, como su contemporáneo Sarmiento y otros tantos latinoamericanos. Herzen
descubre la periferia al mismo tiempo que la crítica a la modernidad eurocéntrica, y al hacerlo
propone recuperar las “virtudes del atraso”, ¡otro descubrimiento suyo! Isaiah Berlin, con justo
motivo, considera a Herzen, junto con Marx y Tocqueville, uno de los pensadores políticos más 49
relevantes del siglo XIX.
Nacido en 1812, hijo ilegítimo de un noble, Herzen se formó en la ambición de contribuir
para mejorar los destinos del pueblo ruso y librarlo del despotismo. Será preso, deportado a
Siberia y, en 1847, parte para el exilio en Europa Occidental. Unos años más tarde escribirá una
narrativa de su pasaje de la frontera entre Rusia y los países bálticos. Curiosamente, sus obser-
vaciones sobre el paisaje y los ambientes rurales le inspiran reflexiones que lo aproximan a la
Ecología Política. En el aspecto de las aldeas, de sus habitantes y de los campos circundantes,
Herzen nota elementos que le permiten concluir diferencias en la organización social. Hay bar-
barie en la civilización y civilización en la barbarie.
Los alemanes del Báltico tienen sobre nosotros la ventaja de poseer normas positivas, bien elabora-
das; pertenecen a la gran civilización europea. Nosotros tenemos sobre ellos la ventaja de la fuerza
bruta, de un cierto impulso en la espera. (...) Esta antítesis tan tajante, tan exagerada, entre Rusia y
las provincias del Báltico, se reproduce, en su esencia, entre el mundo eslavo y Europa. La diferencia
reside en que en el mundo eslavo existe un elemento de civilización occidental en la superficie, y en el
mundo europeo un elemento completamente bárbaro en la base.
Se radica en París, y le toca presenciar los sucesos de 1848, el mismo espectral teatro de
sombras, farsa trágica, que Marx conjuró en el 18 Brumario. En febrero y en junio participa de
las manifestaciones populares y de las barricadas. Presencia la represión militar del movimien-
to, y se desespera: “La revolución caía vencida. La autoridad se imponía a la libertad (...) Después de la
insurrección el terror es terrible. Es un terror retrógrado, con todo el miedo de la burguesía francesa, la parte
más estúpida de toda la población europea”. Se radica en Niza, donde, exiliado, dará apoyo a otros
desterrados rusos y escribirá, en 1850, su libro El desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, al
que continúa, en 1852, el folleto El pueblo ruso y el socialismo. “Es horrible vivir en Rusia, pero también
es horrible vivir en Europa”, dice en ese libro. “El callejón sin salida al que han llegado los Estados de
Europa es manifiesto. Les es necesario lanzarse con fuerza hacia adelante o echarse atrás más de lo que ya lo ha-
cen”. En 1848 ya había aparecido ante Herzen toda la hipocresía contenida en la modernización
económica y política de Europa Occidental. Frente a ello, Rusia, a pesar del despotismo zarista
y de la opresión social e ideológica, tiene a su favor “la frescura de la juventud y una tendencia natural
a las instituciones socialistas”.10
Berlin, Pensadores, 1978.
Herzen, Desarrollo, 1979, p. 59.
Ibídem, p. 206.
10
Ibídem.
“La frescura de la juventud” se refiere a las nuevas generaciones que se inspiran en los ideales
proclamados de Occidente (esos ideales que Occidente traiciona cotidianamente) para liberar
al pueblo y democratizar el país. La “tendencia natural a las instituciones socialistas” invoca a las tra-
diciones de organización campesina, la obschina, la famosa comuna rural rusa. Allí tiene Herzen
Nostromo
11
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Marx a Zasulitch, 8 de marzo de 1881, en Aricó, Marx, 1982, p. 133. ������������������������������������������������������������
“Continuar el análisis de Marx, a partir del reconocimiento
de la pertinencia de los términos colocados, implicaba de hecho modificar la estrecha visión obrerista que tenía el socialismo de los
fenómenos populares. Considerar a los campesinos como aliados de la clase obrera era un paso al frente en la definición del carácter
de la transición en Rusia”, ibídem, p. 135.
12
Sobre la obra de Kovalevsky dedicada a la propiedad comunitaria, Marx escribió unas ochenta páginas de notas en un cuaderno,
que en su mayor parte permanecen inéditas, especialmente las que se refieren a los pueblos originarios de América y a la colonización
española. Quién recupera este antecedente, muy apropiadamente, es Álvaro García Linera, actual vice-presidente de Bolivia (2009).
correspondencia que se extenderá hasta la muerte de Marx, en 1883, y que luego continuará
teniendo a Engels como destinatario. En 1910, el mismo Danielson donó la colección de cartas
al Museo Británico, lo que aseguró su conservación. Y también la recuperación de su memoria:
lamentablemente, Danielson es más conocido por las críticas arrasadoras que soportó su obra
que por su lectura, ya que es prácticamente inédito fuera de Rusia.
Diferentes contingencias complican el trabajo de traducción de El Capital, que finalmente
Nudos
es finalizado por Danielson en 1872.13 Puede ser considerado con propiedad, entonces, uno de
los primeros especialistas en la obra de Marx. Pero lo interesante es que a través de esa profusa
correspondencia Danielson se va transformando primero en informante de Marx acerca de los
detalles internos del movimiento revolucionario ruso, y más tarde en su consultor sobre temas 51
de Rusia. Intercambian libros e informaciones bibliográficas, históricas y políticas, al punto que
Marx empieza a estudiar ruso para poder leer ese material. A pedido de Marx, Danielson pre-
para un voluminoso informe sobre la formación histórica de la propiedad comunal rusa. Una y
otra vez, desde 1869, él insiste en que Marx prepare una obra analítica sobre Rusia. Marx le de-
vuelve la invitación, y lo estimula a que sea el propio Danielson quien la escriba. Finalmente, en
1880 Danielson publica un artículo sobre el proceso de capitalización de la renta agraria. Varios
años después, en 1893, ese artículo formará parte fundamental de su libro Ensayos sobre nuestra
economía social después de la reforma. Paradójicamente, su obra fue recibida con fuego cerrado por
los marxistas “ortodoxos” rusos de la época, especialmente por Lenin, quién lo ataca lapidaria-
mente en su obra El desarrollo del capitalismo en Rusia.
Lo interesante de Danielson es justamente que asume como principio de explicación el
carácter periférico de la economía rusa en el contexto internacional, y es a partir de allí que se
cuestiona sobre la potencialidad real de seguir una vía “clásica” de desarrollo capitalista. Sus
preocupaciones en ese sentido traen ecos hasta las discusiones sobre el “desarrollo del subde-
sarrollo” latinoamericano y la configuración de las dinámicas del capitalismo periférico, pero
hay también un hecho destacable: es el primer teórico de la tradición marxista que expresa una
preocupación consistente y recurrente por la degradación ambiental provocada por cierto “mo-
delo de desarrollo”.
En su obra, Danielson “demostraba la existencia de un crecimiento acelerado del capitalismo en el campo,
que en virtud del carácter asumido por la extrema concentración del capital, por el papel del crédito y la expansión
de la red ferroviaria, tendía a provocar un tipo de desarrollo anómalo cuyas consecuencias finales no podían ser
el crecimiento de la economía en su conjunto, sino una crisis prolongada de carácter catastrófico para la suerte del
campesinado y de las masas populares rusas. De hecho, el capitalismo no estaba creando en Rusia un orden supe-
rior sino descomponiendo a la economía nacional, desbarajustando al conjunto de la organización productiva social
(...) No era ya la inminencia de una revolución lo que ponía sobre el tapete el problema del destino de Rusia, sino el
modo particular en que se expandía en ese país un sistema que ‘ponía en peligro la existencia de todo un pueblo”.14
13
Un detalle delicioso para los interesados en fotografía (o en censura). En una de las primeras cartas, Danielson solicita a Marx un
“fotograma” con su retrato, para ser incluido en el libro. Marx lo remite a vuelta de correo. Finalmente, cuando la primera traduc-
ción de El Capital pasa por la censura zarista, el texto es autorizado luego de un examen que dura tres días, pero no el “fotograma”.
¡Insólita aparición/desaparición de un espectro! ¿A los censores les pareció más subversiva la imagen de Marx que su libro? ¿O el
“fotograma” fue confiscado por un censor admirador de Marx, seducido por El Capital en régimen de lectura veloz? (Danielson a
Marx, 15 de marzo de 1872, Aricó, Marx, 1982, p. 25). El parecer de la censura es también delicioso: “Aunque el autor tiene convic-
ciones absolutamente socialistas y todo su libro tiene un carácter decididamente socialista (...) la exposición no puede, de ninguna
manera, considerarse accesible. Por otra parte, en el método de demostración siempre se utilizan fórmulas matemáticas, estricta-
mente científicas. El comité (...) se decide por su publicación” (Danielson a Marx, 23 de mayo de 1872, Aricó, Marx, 1982, p. 28).
14
Aricó, Danielson, 1981, pp. xvi-xvii.
¿Cuál podía ser la alternativa? “Sólo quedaba la alternativa de desandar un camino que conducía a la
catástrofe potenciando el desarrollo de comunidades agrarias en condiciones de posesión directa de los instrumentos
de producción y en primer lugar de la tierra. Este proceso sería acompañado de un tipo de industrialización no
capitalista basado en la presencia decisoria de la propiedad estatal o pública y en la pequeña industria popular
Nostromo
(...) Aparece así, esbozada avant la lettre, la primera tentativa de plantear teóricamente y de resolver en la prác-
tica los problemas del desarrollo desigual y del atraso que motivarían en la segunda postguerra el surgimiento de
la problemática del subdesarrollo y de la dependencia”.15
Desafortunadamente para Danielson, su momento de madurez teórica fue luego de la muer-
te de Marx, y, al mismo tiempo en que sufría ataques de todo tipo en Rusia, vino a tener como
52 interlocutor misivista a Engels, él mismo transfigurado en “ídolo”.16 Una y otra vez la corres-
pondencia de Danielson intenta hacer comprender a Engels sus puntos de vista; una y otra vez
Engels le responde a partir de fórmulas prefabricadas, conjuros europeos contra la barbarie
rusa que las propuestas de Danielson parecen representar. De esa forma, era desautorizada una
perspectiva de investigación sobre una especificidad nacional cuya orientación original había
partido del propio Marx.
¿Y el medio ambiente? El 5 de febrero de 1879, Danielson registra la destrucción forestal
causada por los ferrocarriles: “se puede decir que son verdaderos tubos de drenaje que se llevan del organismo
nacional el alimento y el suelo. Chuprov (...) habla sobre la influencia de los ferrocarriles en el exterminio forestal:
inmediatamente al tendido de los ferrocarriles comienza una intensa tala de los bosques cercanos; las cargas de
madera aumentan rápidamente en pocos años; luego, a medida que se opera el exterminio de los bosques en los
alrededores de la estación, (...) ocurre una disminución de las cargas de madera”. “Esta reflexión” continúa
Danielson, “se puede aplicar también para las cargas de trigo, pero en este caso el período del agotamiento del
suelo resulta más largo. El resultado, sin embargo, es el mismo: por un lado el aniquilamiento forestal, por el
otro la mala cosecha o la hambruna”.17
Pero es interesante consignar la respuesta de Marx, especialmente recordando sus famosos
artículos de 1853 alabando la construcción de ferrocarriles en la India, que, pensaba en la época,
provocarían casi automáticamente la transformación “modernizadora” de la sociedad hindú.
No solamente Marx no se escandaliza por el análisis de Danielson, como adelanta una reflexión
interesante que permite verificar su percepción de una diferenciación en el espacio del desarro-
llo capitalista, que ya no tiene como referencia el modelo eurocéntrico como paradigma fatal.
Dice Marx: “Por otra parte, la aparición del sistema ferroviario en los principales países capitalistas permitió (e
incluso obligó) que naciones en las cuales el capitalismo abarcaba sólo a una reducida capa superior de la sociedad,
crearan y ampliaran repentinamente su superestructura capitalista en una medida enteramente desproporcionada
al conjunto del organismo social. Por eso no cabe la menor duda de que en esos estados el ferrocarril ha acelerado
la desintegración social y política, de la misma manera que en los estados más desarrollados ha acelerado la trans-
formación de la producción capitalista” Y más adelante vuelve con una referencia al libre comercio y
la globalización: “En general, los ferrocarriles dieron un inmenso impulso al desarrollo del comercio exterior,
pero en los países que exportan principalmente materias primas, el comercio aumentó la miseria de las masas (...)
porque desde el momento en que toda producción local pudo convertirse en oro internacional, muchos artículos
anteriormente baratos (...) encarecieron y desaparecieron del consumo popular, en tanto que la producción misma
se transformó de acuerdo a su adaptabilidad a la exportación”.18
15
Ibídem, p. xviii.
16
Shanin, Marx tardío, 1990.
17
Aricó, Danielson, 1981, pp. 115-116.
18
Marx a Danielson, 10 de abril de 1879, en Aricó, Danielson, 1981, p. 127.
Nos parece que este breve texto tiene una importancia capital. Se hace evidente que el
pensamiento de Marx mucho ha madurado desde sus escritos de la década de 1850 sobre la
India o sobre la posible construcción de canales en América Central. Ya no piensa en términos
de una determinación lineal del “progreso histórico” a partir de la incorporación de fuerzas
productivas capitalistas, que con frecuencia no son más que trasplantes tecnológicos aislados,
y por eso mismo ingobernables e inasimilables para las sociedades periféricas. El resultado, en-
Nudos
tonces, no es el “progreso”, sino la “desintegración social y política”, es decir la postración y la
dependencia. De la misma forma, la introducción del comercio internacional y la consiguiente
reorganización de los sistemas productivos de los países productores de materias primas (y de
sus agroecosistemas) lleva a la miseria a las masas populares. Creemos que a partir de este párra- 53
fo es posible intuir que antes de su muerte Marx ya estaba reelaborando toda su concepción de
causalidad y progreso histórico. La lógica del desarrollo capitalista y sus consecuencias aparecen
diferenciadas según la posición de cada sociedad en una división internacional del trabajo y la
producción, resaltando el carácter destructivo de las fuerzas productivas capitalistas actuando
en el seno de las sociedades periféricas. En ese contexto, en un diálogo marcado por las preocu-
paciones ambientales de Danielson, no parece desatinado suponer que esa reformulación de su
pensamiento implicaba ahora, lógicamente, una diferente valoración de la problemática de la
relación entre desarrollo histórico y naturaleza.
Las cartas se suceden, y Danielson abruma a Marx con cuadros estadísticos, información
erudita y reflexiones sobre el “modelo de desarrollo” ruso. El 17 de marzo de 1880 se lamenta
porque se están abandonando las obras que permiten la regulación de las condiciones naturales
de la producción (irrigación, drenajes) y Rusia está quedando a merced del clima. Y agrega: “En
la actualidad, la actividad económica del país está determinada por una explotación de rapiña cada vez mayor
ejercida por la población urbana sobre la población rural”, constatando cómo aumenta la diferenciación
interna del campesinado.
Finalmente, Marx estimula a Danielson a que transforme sus cartas en un artículo. Daniel-
son sigue el consejo y el artículo se publica, pero tiene muy mala recepción, y en carta a Marx
le cuenta que está siendo boicoteado. El 19 de febrero de 1881, Marx le responde: “He leído con
enorme interés su artículo, original en el mejor sentido de la palabra. A esto se debe el boicot: si usted rompe las
reglas rutinarias del pensamiento, puede estar seguro de que siempre será boicoteado; es la única arma de defensa
que en su perplejidad saben manejar los rutinarios”. A continuación, desarrolla unas reflexiones sobre
la capacidad del suelo agrícola para reconstituir su fertilidad, producto de su siempre atenta
lectura de la obra de Liebig y de otros agrónomos de la época.19
La correspondencia acaba en 1883, con la muerte de Marx. Se inicia entonces una segunda
fase, ahora de intercambio epistolar Danielson/Engels. Las discrepancias tan elocuentes, y en
fecha tan temprana de la “idolización” del marxismo, llegan a ser dramáticas. Durante varios
años la correspondencia se mantiene concentrada en temas vinculados con la organización de
las ediciones de El Capital, y con intercambio de noticias sobre amigos comunes. Danielson pide
a Engels que le remita sus cartas que habían quedado en casa de Marx, que forman la colección
que luego irá al Museo Británico.
El 12 de noviembre de 1891 Danielson escribe a Engels: “Quiero llamar su atención sobre la
especificidad de nuestra situación: nos incorporamos al mercado mundial en la etapa en que debido al progreso
técnico predomina el modo capitalista de producción”. Siguiendo un análisis que refiere a la problemática
19
Sobre las lecturas agronómicas de Marx, Foster, Ecologia, 2005.
del “capitalismo tardío”, reflexiona sobre la desproporcionalidad de desarrollo entre agricultura
atrasada e industria altamente concentrada y tecnificada, pero paradójicamente orientada hacia
un mercado interno escuálido, que no puede crecer por causa del pauperismo campesino. “En
otras palabras, el desarrollo del capitalismo reduce su propio mercado”.20
Nostromo
Engels responde con la serie de fórmulas que se están constituyendo como corolarios ex-
plicativos de toda la historia posible, en el contexto de la “idolización” del marxismo: “Nada se
puede hacer en contra de los hechos económicos. Hoy la regla es la gran explotación rural con maquinaria, que
se convierte cada vez más en el único modo posible de explotación agrícola. De tal modo que en la actualidad el
campesino parece estar condenado a la ruina (...) En lo que se refiere a la tala de bosques, tanto como a la ruina
54 de los campesinos, es una condición esencial de vida de la sociedad burguesa. No hay país civilizado de Europa
que no haya experimentado esa situación. (...) Mientras tanto, no nos queda otro remedio que consolarnos con la
idea de que todo ha de servir, en última instancia, a la causa del progreso de la humanidad”.21
¿Son necesarios más ejemplos para calificar la diferencia de interlocución entre estos dos
hombres? Mientras Danielson, a partir de la observación y el análisis de un proceso histórico
concreto, adelanta una hipótesis decisiva para la comprensión del desarrollo capitalista tardío o
periférico (de donde se deduce la urgencia de buscar alternativas externas a la tendencia domi-
nante), Engels responde con un “artefacto” pre-fabricado, y que se resume a comprobar que
Rusia está en el mejor de los mundos posibles y que se debe apoyar el desarrollo del capitalismo,
a pesar de toda la catástrofe social que lo acompaña. En realidad, en este diálogo, Engels parece
un precursor de la “guerra santa” neoliberal que arrasa América Latina desde hace dos décadas,
como “la única política posible”, “el final del populismo”, etc.
En 1891, Rusia fue arrasada por una enorme sequía, que condujo a una tremenda hambru-
na.22 El 3 de octubre de 1892 Danielson, cada vez más nuestro contemporáneo (¿o será América
Latina quién se aproximó a él?) escribe: “Transcurridos treinta años del actual régimen hemos llegado a la
crisis. No a una crisis de producción, del dinero o alguna otra crisis parcial, sino a una que está socavando toda
nuestra existencia social y económica. El capitalismo ha liberado a muchos millones de trabajadores, pero sólo
ha dado trabajo a un millón; al agotar los suelos, al aniquilar bosques sobre grandes extensiones, al desecar las
fuentes de todos los ríos, originó sus propias crisis (...) su base se encuentra en el agotamiento de los suelos, son
crisis que dependen de la completa sumisión del hombre a la naturaleza, crisis que subsumen la forma capitalista
de producción en dependencia de fenómenos meteorológicos, de tal modo que el último año 40% de la población
rusa conoció el hambre”.23
Finalmente, el 3 de noviembre de 1893, en la que quizás sea su carta más dramática, Da-
nielson avanza la idea de un desarrollo capitalista que destruye no solamente sus propias con-
diciones de reproducción (a la manera de lo que O’Connor –1991– ha denominado “la segunda
contradicción del capitalismo”), sino que depreda inclusive a las propias relaciones sociales básicas
constituyentes de la sociedad, al estilo del capitalismo conservador latinoamericano, aplicado
sobre relaciones sociales y políticas mucho menos consolidadas que las del capitalismo central.
En esas condiciones, Danielson no entiende por qué debería cumplirse la norma metafísica de
que el resultado debería ser una maduración de condiciones y sujetos revolucionarios.
En mi opinión, el aspecto positivo del modo de producción capitalista no contrarresta su aspecto ne-
gativo: el lado progresista tiene repercusiones en una porción muy reducida de la población, mientras
20
Aricó, Danielson, 1981, p. 253.
21
Engels a Danielson, 15 de marzo de 1892, en Aricó, Danielson, 1981, pp. 260-262.
22
Davis (2002) se refiere a esta sequía rusa de 1891 y al hambre que la siguió como efecto de las evoluciones de la corriente del Niño.
23
Aricó, Danielson, 1981, p. 293.
que el lado negativo abarca a la mayor parte. La evolución de este modo de producción detiene su
propio desarrollo; esto significa que debemos buscar otra salida; será inútil esperar formas más altas
de desarrollo como consecuencia ineluctable del modo de producción capitalista y del antagonismo
social creado por él.
¿Acaso la hambruna de 1891 no dejó huellas? Lo que ocurrió en el año de hambruna representa la
forma atenuada de lo que podemos esperar para el futuro. No tuvo ninguna fuerza de creación. ¿Qué
Nudos
nos enseñó dicho año? ¿Qué hay que hacer para librarse de la repetición de esa calamidad? Se nos dice
que tal calamidad no sólo es inevitable, sino que en el futuro cobrará un aspecto más agudo; no hay
salida, y en un futuro cercano se esperan enormes sufrimientos y el despilfarro de vidas humanas; y
finalmente, cuando a partir de este modo de producción (que es la causa directa de dichos sufrimien-
tos) estalle el antagonismo social que él genera, podremos esperar el desarrollo de una forma más 55
elevada. ¿Y si el modo de producción capitalista no genera un antagonismo dualista como el que se
produjo en Europa Occidental? ¿Y si el desarrollo de este modo crea los obstáculos para su propio
desarrollo?
Los resultados del desarrollo del capitalismo en un país de alta cultura y en un país de cultura ru-
dimentaria son totalmente diferentes. En el primer caso, este desarrollo lleva a la formación de una
fuerza organizada, consciente de su influencia; en el otro, en cambio, desbarajusta al conjunto de la
organización productiva social; lleva al inmenso despilfarro de vidas humanas y de fuerzas producti-
vas, ya que proporciona trabajo a una parte cada vez menor de la población, al mismo tiempo en que
disminuye el nivel económico de toda la población (...) El capitalismo crea obstáculos tan grandes
para su propio desarrollo que el paso a una forma más elevada resulta imposible.24
Danielson completa aquí, con un sentido político, la perspectiva vislumbrada por Marx en
su carta del 10 de abril de 1879, que citamos más arriba. Las violentas recomposiciones entre
sociedad y naturaleza implicadas en la imposición de la mercantilización de la tierra y del trabajo
no tienen porqué tener como resultado necesario la formación de nuevos sujetos políticos y so-
ciales y un impulso hacia el desarrollo y la modernización, como suponían Engels y la Segunda
Internacional. La capacidad destructiva del capitalismo se ejerce con tal potencia que bloquea
la posibilidad misma del desarrollo, sumiendo a los países de la periferia en un desbarajuste del
conjunto de su organización productiva y social. Las palabras de Danielson parecerían estar
referidas a la realidad de cada país latinoamericano, luego de décadas sucesivas de ajustes y re-
formas neoliberales, que han aumentado implacablemente las carencias sociales y los colapsos
de los sistemas productivos, en nombre de un nuevo nivel de prosperidad que nunca llega. Y, en
ese cuadro, aún nos falta hacer el balance de los costos ambientales de esta época...
En resumen: creo no estar muy equivocado al pensar que en las reformulaciones que la re-
flexión sobre Rusia provocó en el pensamiento y la tradición marxista (y que fueron silenciados
por motivos que ya no vale la pena enumerar) encontramos buenos caminos para fundamentar
una nueva apropiación de esa herencia por parte del proyecto de constitución de una Ecología
Política latinoamericana.
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El ecologismo de los pobres, veinte años
después: India, México y Peru*
Joan Martínez Alier**
Nudos
La página web de Envío Digital de Nicaragua recoge con el título El ecologismo de los pobres, “la
reflexión presentada por Juan Martínez Alier, especialista en Economía Ecológica, en el Semi-
nario-Taller de la nueva izquierda latinoamericana, celebrado en Lima en febrero de 1992”.
Recuerdo bien la ocasión: se trataba de introducir temas ambientales en la discusión del lla- 57
mado Foro de São Paulo ante la conferencia de Naciones Unidas, prevista para junio del 1992
en Río de Janeiro. Mis amigos peruanos me habían invitado a esa reunión. La tensión en las
calles era evidente, faltaban ocho meses para que el líder de Sendero Luminoso fuera apresado.
Estaban presentes políticos y economistas reconocidos de la izquierda latinoamericana, como
Aurelio García, asesor de Lula a quien había conocido en la Universidad Estadual de Campinas
muchos años antes; estaba Daniel Ortega; estaba, también, la plana mayor del prd mexicano.
Ellos, como potenciales gobernantes, temían que la Cumbre de la Tierra entronizara la moda
del ecologismo, un lujo de los ricos que impediría el desarrollo económico y que limitaría la so-
beranía sobre los recursos naturales: en Río de Janeiro se establecerían tratados internacionales
sobre cambio climático y sobre biodiversidad; todo eso estaba lejos de sus preocupaciones. No
se sentían concernidos ni por las injusticias climáticas ni por la biopiratería. No reclamaban
todavía ninguna deuda ecológica; sin embargo, el tema estaba a punto de ser planteado por
algunos ambientalistas latinoamericanos. La pérdida del bosque tropical húmedo, tan relevante
para el Perú, Brasil, México, no les preocupaba.
En 1988 James O’Connor, el economista marxista, había lanzado la revista Capitalism, Na-
ture, Socialism, que propugnaba el eco-socialismo; de acuerdo con él yo publicaba desde 1990, en
Barcelona, Ecología Política (www.ecologiapolitica.info). En 1992 publiqué con la editorial Icaria
mi libro De la economía ecológica al ecologismo popular, reeditado por la editorial anarquista Nordan de
Uruguay. Algunas ongs y redes ambientalistas de América latina coincidían en esa perspectiva
del “ecologismo popular” o “ambientalismo popular” (que son sinónimos). Pero mis intentos
en Lima en 1992 de empujar a la izquierda política latinoamericana hacia el eco-socialismo co-
secharon un fracaso rotundo y hasta algunos chistes. Hablando claro, el ecologismo les parecía
una pendejada. Me faltó fuerza. No les dije aún que los glaciares de los Andes se fundirían más
de prisa que el capitalismo. Sin embargo, nuevos movimientos sociales como los seringueiros
en Acre (Brasil) planteaban ya estas cuestiones. Una gran parte del bosque amazónico puede
desaparecer antes que el capitalismo y, sin duda, por efecto del capitalismo.
Años después, las candidaturas presidenciales de Marina Silva en Brasil y de Marco Arana en
Perú en el 2010 y 2011 indican finalmente un cambio. Pero para los gobiernos latinoamericanos
–sean neoliberales como Uribe o Alan García, social-demócratas como lo ha sido exitosamente
Lula, o de la izquierda nacionalista como Hugo Chávez o Cristina Fernández–, el ecologismo
popular es algo molestoso cuando no un enemigo. “Ecologismo infantil” lo llama Rafael Cor-
*
Texto extraído de la Conferencia magistral “Ecologismo de los pobres en América Latina” del Dr. Joan Martínez Alier, organizada
y convocada por el ceiich-puma, unam, el 3 de noviembre de 2009. Agradecemos al Dr. Gian Carlo Delgado por el acceso y las
facilidades para publicar este texto, y a Paulino Alvarado Pizaña por el apoyo para su edición.
**∗
Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona.
rea (aunque apoya la iniciativa Yasuní itt y la Constitución de Ecuador del 2008 es ambienta-
lista). Oponerse a la extracción de las riquezas, vivir como mendigos sobre montañas de plata,
es absurdo para los partidarios de un desarrollismo que, devolviendo la crítica, llamaríamos an-
ticuado y “senil”. Alan García, que ha ratificado un tlc con Estados Unidos, quiere a toda costa
Nostromo
hacer disponibles las tierras indígenas y comunitarias para inversiones en rubros de exportación.
Se pronuncia contra los indígenas del Perú que llevan allí miles de años y que han sobrevivido
500 años de racismo extremo, de apartheid español y criollo, usando la metáfora de “el perro
del hortelano”. Un entusiasmo similar une a todos los presidentes de Sudamérica en las grandes
obras públicas, como la iniciativa para Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana
58 (iirsa), para fomentar otra vez las exportaciones primarias.
Marina Silva (que procede del movimiento de seringueiros en Acre) dimitió en el 2008,
tras años de combate en el ministerio de Medio Ambiente frente al anti-ecologismo de Lula.
No obstante, el ecologismo popular avanza, arrastrando un simbólico cortejo de víctimas no
contabilizadas, como respuesta espontánea ayudada por ongs y redes ambientalistas frente a la
extracción de biomasa, minerales, combustibles fósiles, agua y la producción de residuos, a costa
de los más pobres y menos poderosos.
En 1992 les dije en Lima que había grupos en Estados Unidos y en otros lugares que, con su
alegría por el triunfo occidental en la guerra fría (celebrado de nuevo en el 2009, vigésimo ani-
versario de la caída del muro de Berlín), no querían ver que las luchas sociales continuarían en
un mundo más y más desigual. No veían tampoco que los lamentables regímenes de la urss y
de Europa del Este más bien frenaron que fomentaron esas luchas, al engañar durante tantos
años a una parte de los pobres del mundo, al dividirlos entre sí: los fieles a Moscú y los que
conservaron una mayor lucidez en otras tradiciones socialistas o continuaron con rebeliones
espontáneas o resistencias sordas. La losa de los partidos burocráticos “comunistas” se había
levantado finalmente, y los otros pequeños partidos cuya referencia era la Revolución de Octu-
bre de 1917, compuestos muchas veces de gente honesta aunque sectaria, no tenían ya ningún
sentido. Les dije que los obstáculos ecológicos al crecimiento económico se harían sentir cada
vez más, y que sería difícil entretener a los pueblos con las promesas del crecimiento económico
para todos. Tanta ceguera voluntaria debería ir acompañada de orejas de burro.
La economía ecológica afirma con razón que el mercado no garantiza que la economía encaje
en la ecología, ya que el mercado infravalora las necesidades futuras y no cuenta los perjuicios
externos en las transacciones mercantiles. Ahora bien, a pesar de este defecto fundamental, el
mercado impone la búsqueda de ganancias, lo que algo ayuda al uso más eficiente de los recur-
sos, tal como se vio tras el crecimiento de los precios del petróleo en 1973. Pero si el mercado
perjudica la ecología, ¿qué había ocurrido en las economías planificadas? No sólo supusieron
una explotación de los trabajadores en beneficio de una capa burocrática sino que además se
apoyaron en una ideología de crecimiento económico a toda costa, mostraron gran ineficiencia
en el uso de recursos (debido en parte a la ausencia de incentivos que el mercado proporciona)
y, por ausencia de libertades, carecieron de movimientos ecologistas que contribuyeran con
sus acciones a incrementar los costos que empresas o servicios estatales deben pagar cuando
destrozan el ambiente. Así, no pudo haber un movimiento antinuclear fuerte en la Unión Sovié-
Nudos
tica. Por tanto, la desaparición de esos regímenes abría buenas perspectivas para otras corrientes
socialistas (donde socialismo quiere decir igualdad, visión mundialista, control comunitario –no
estatal– de los medios de producción), y especialmente para el eco-socialismo basado en el
ecologismo de los pobres. Los marxistas debían reciclarse, si tenían tiempo, pero los liberales 59
no habían ganado.
El ecologismo no es un movimiento
de las clases medias de los países del Norte
Podía parecer que el ecologismo era un movimiento de países ricos que creció a finales de los
1960 y principios de los 1970, y que en la década de los 1980 se implantó electoralmente en
algunos países de Europa. Sin embargo, existía también un ecologismo de los pobres, relacio-
nado con sus luchas por la supervivencia. Son movimientos ecologistas –cualquiera que fuera el
idioma en que se expresen– en cuanto que sus objetivos son definidos en términos de las nece-
sidades ecológicas para la vida: energía (incluyendo las calorías de la comida), agua, espacio para
albergarse. También son movimientos ecologistas porque tratan de sacar los recursos naturales
de la esfera económica, del sistema de mercado generalizado, de la racionalidad mercantil, de la
valoración crematística (reducción del valor a costos y beneficios monetarios) para mantenerlos
o devolverlos a la oikonomia (en el sentido con que Aristóteles usó la palabra, parecido a ecología
humana, y opuesto por tanto a crematística).
Para algunos, el ecologismo sería únicamente un nuevo movimiento social mono-temático,
propio de sociedades prósperas, típico de una época post-materialista. Había que rechazar esa
interpretación. En primer lugar, el ecologismo –con otros nombres– no era nuevo. En segundo
lugar, las sociedades prósperas, lejos de ser post-materialistas, consumen cantidades enormes y
crecientes de materiales y de energía y, por tanto, producen cantidades crecientes de desechos. Si
acaso, la tesis de que el ecologismo tiene raíces sociales que surgen de la prosperidad, se podría
plantear, no en términos de una correlación entre riqueza e interés “post-materialista” por la
calidad de vida, sino precisamente en términos de una correlación entre riqueza y producción de
desechos y agotamiento de recursos. El movimiento antinuclear de Estados Unidos sólo podía
nacer allí donde el enorme consumo de energía y la militarización llevaron a la construcción
de centrales nucleares (también en México ha habido oposición a centrales nucleares como en
Pátzcuaro y Laguna Verde; también en Brasil, en Angra dos Reis). Desde luego, sería absurdo
negar ese ecologismo de la clase media ilustrada, aliado a veces con sectores populares. Pero –les
dije– también existía un ecologismo de la mera supervivencia, un ecologismo de los pobres y de
los indígenas empobrecidos que pocos habían advertido en los países ricos hasta el asesinato de
Chico Mendes en diciembre del 1988, aunque en el Sur había tantísimos ejemplos.
¿La pobreza es causa de la degradación ambiental?
La indagación sobre el ecologismo de los pobres podría presentarse bajo títulos como “la ex-
pansión del capitalismo y sus consecuencias para el medio ambiente y para los pobres” o, en
Nostromo
otro paradigma, “las consecuencias sociales y ecológicas de la modernidad”. Pero en estas for-
mulaciones los pobres están presentes como seres inertes mientras que ellos han sido actores
principales para mantener los recursos naturales.
Se presenta una objeción. Aceptemos que a menudo ha habido movimientos de pobres
(rurales y urbanos) por acceder a los recursos naturales (tierra para cultivar, bosques y tierras de
60 pasto, agua para regar el campo o para usos domésticos en las ciudades, zonas urbanas verdes),
pero esas luchas para acceder a los recursos naturales, ¿implican una voluntad de conservación,
o son en sí mismas una amenaza de destrucción? La respuesta es que el sistema de mercado
generalizado y/o el control del Estado sobre los recursos naturales implican una lógica de
horizontes temporales cortos sin asumir los costos ecológicos o pasivos ambientales. Entonces
los pobres, al pedir acceso duradero a los recursos y servicios ambientales contra el capital y/o
contra el Estado, contribuyen al mismo tiempo a su conservación.
Así como la ideología machista patriarcal ha influido en la desatención que la ciencia económica
muestra hacia el trabajo doméstico no remunerado, de la misma forma la ideología del progreso
y el olvido de la naturaleza han influido en la desatención que la ciencia económica muestra
hacia los servicios ambientales a la economía, subvalorados en dinero o directamente no valo-
rados.
La participación de las mujeres en las luchas ecologistas populares es tal vez más importante
que la de los hombres, al contrario que en las luchas sindicales. ¿Por qué? ¿Podemos suponer
que las mujeres están más cercanas de la Naturaleza, que se identifican con ella, a causa de su
papel biológico en la reproducción de la especie? ¿O es que su papel en la división social del
trabajo, sus trabajos especializados en el ámbito doméstico, hacen de ellas las agentes de la
satisfacción de las necesidades de la vida, el aprovisionamiento de alimentos, de agua y de com-
bustible? Por esto, para investigar el ecologismo de los pobres hay que estudiar los trabajos y la
conciencia de las mujeres.
La imagen difundida por la comisión Brundtland (1987) fue que la pobreza es, tanto o más
que la riqueza, causa de degradación ambiental. Cuando ponen el acento sobre la pobreza como
causa de degradación ambiental, imaginan campesinas que queman hasta la última rama del últi-
mo árbol de la aldea porque no pueden comprar gas para cocinar, o campesinos que sacrifican la
fertilidad del suelo porque no tienen dinero para comprar fertilizantes. Tanto en el campo como
en la ciudad, los más pobres no tienen agua de buena calidad y en cantidad suficiente con los
consiguientes riesgos para su salud (en esos años trágicos, había reaparecido el cólera en Lima).
A menudo la pobreza es pues causa de degradación del ambiente. “Ecologismo de los pobres”
no significa que la gente pobre siempre se comporte o pueda comportarse como ecologistas. Sig-
nifica lo siguiente: en los conflictos ecológico-distributivos que surgen del creciente metabolismo de la economía,
los intereses y los valores de los pobres muchas veces los llevan a estar en favor de la conservación de la naturaleza.
El ecologismo popular o eco-socialismo
Desde el punto de vista de los pobres, podemos interpretar el desarrollo del capitalismo (o del
sistema de mercado generalizado) como una Raubwirtschaft o economía de rapiña continuada y
creciente para impulsar la acumulación de capital y cubrir los gastos de los ricos. Entendidos
así, los movimientos sociales de los pobres a menudo tienen un contenido ecológico (quizás
Nudos
sólo implícito), al intentar resguardar los recursos naturales fuera de la economía crematística
y mercantil, bajo control comunitario. Esta perspectiva se opone a la economía convencional,
que ve una causa de degradación del ambiente en la tragedy of the commons, y que propone la
atribución de derechos de propiedad sobre el medio ambiente y el intercambio en el mercado 61
de los valores ecológicos, o la intervención del Estado con medidas reguladoras, siendo así que
los Estados, como agentes de industrialización y de militarización, están entre los mayores ene-
migos del ambiente.
Esos movimientos sociales –explícitamente ecologistas o no– luchan contra la contami-
nación del aire en los barrios populares de las ciudades y por espacios verdes contra la espe-
culación urbana, luchan en los suburbios de las ciudades pobres por tener la suficiente agua
potable: son luchas históricas contra el dióxido de azufre en Río Tinto en la Andalucía de los
años 1880, o en la Oroya, en Perú, contra la Cerro de Pasco Copper Corporation; son luchas
contra las empresas papeleras para conservar los bosques, y para conservar la tierra contra las
centrales hidroeléctricas, para salvar la pesca artesanal, considerando al mar sagrado, como en
Kerala; son luchas en los campos de algodón de Centroamérica y luchas del sindicato de Cesar
Chávez en California contra el ddt y otros pesticidas; luchas por la salud en los puestos de tra-
bajo y también contra la militarización.
Puede parecer que la incidencia del ecologismo de los pobres es sólo local; sin embargo, tam-
bién comprende aspectos internacionales. ¿Habrá fuerzas políticas que reúnan bajo una misma
perspectiva el nacionalismo y la ecología? ¿Era ya la política de Gandhi un nacionalismo ecologista?
En 1992 se discutía el nafta, el tratado de libre comercio entre eeuu, México y Canadá. En
Lima dije que la agricultura campesina mexicana era desde el punto de vista de la eficacia ener-
gética y de la conservación de la biodiversidad del maíz superior a la de los Estados Unidos. Sin
embargo, México exportaba petróleo barato a los Estados Unidos, que regresaba a México en
parte convertido en maíz de los campos de Iowa, un maíz de importación de gran costo ener-
gético y de débil interés genético. Pero este maíz podía arruinar fácilmente la agricultura campe-
sina de México. Una reacción nacionalista, pro-campesina, adoptaría un horizonte temporal
más largo, se negaría a exportar petróleo salvo a precios que incluyeran las necesidades de las
generaciones mexicanas futuras. México en vez de firmar el nafta debería ingresar en la opep.
El eco-socialismo es más propio del Sur que del Norte, precisamente porque en el Sur las
luchas anticapitalistas son muchas veces luchas ecologistas. La perspectiva ecológica abría de
nuevo la discusión sobre el “intercambio desigual”, ponía a la orden del día una teoría del sub-
desarrollo como efecto de la dependencia, no sólo manifiesta en la infravaloración de la fuerza
de trabajo de los pobres del mundo, o en el deterioro secular de los precios de las materias
primas exportadas, sino también en el intercambio desigual entre los productos no renovables
o lentamente renovables –comprendidos los elementos fertilizantes del suelo incorporados en
las exportaciones agrícolas– y los productos importados de escaso valor ecológico. Ésta era la
historia de la exportación de petróleo y de gas, y de otros minerales y metales, pero también la
del guano y la harina de pescado de Perú. Podíamos añadir aquí también la reacción contra las
exportaciones del Norte al Sur de residuos tóxicos y los conflictos generados por el aumento del
“efecto invernadero” (pocos años después añadiríamos la discusión de los efectos de la export-
ación de decenas de millones de toneladas de soja, como Walter Pengue estudiaría en Argentina).
Nostromo
Los críticos ecológicos de la ciencia económica identificados con los pobres del mundo llegaban
a la conclusión que los pasivos ambientales no son internalizables, ni por una economía de mer-
cado ni por un proceso de planificación centralizada. Esos costos ecológicos se hacen visibles
cuando causan protestas entre grupos sociales: ésa es la perspectiva del eco-socialismo, muy dife-
rente al ecologismo burocrático internacional. Es, en el fondo, una perspectiva marxista, porque
vincula la crítica ecológica de la economía con las luchas sociales: un Marx revisitado y renovado.
El movimiento Chipko en los bosques del Himalaya y la lucha contra las represas en el valle
del Narmada eran conocidos en los ambientes ecologistas de Norteamérica o de Europa del
Norte, pero no lo eran tanto en México, donde también había luchas indígenas para la conser-
vación de los bosques contra las empresas papeleras; tampoco lo eran en Brasil, donde había
luchas contra las plantaciones de eucaliptos de Aracruz, contra la hidroelectricidad (con la red
“Atingidos por Barragens”), la minería de exportación y la ganadería. Recién descubríamos
los movimientos ecologistas espontáneos del Sur, históricos y actuales, independientes de la
influencia del Norte. Así, en la India, los trabajos del ecologismo activista podían verse en los
magníficos informes titulados The State of India’s Environment publicados por Anil Agarwal del
Centre for Science and Environment. Sin embargo, en 1992 los activistas latinoamericanos rara
vez se citaban entre sí y lo que ocurría en la India no repercutía en “las Indias” (lo que pasaba
en África sólo llegaría con fuerza al ecologismo popular internacional en 1995, con la muerte de
Ken Saro-Wiwa y sus compañeros en conflicto con la Shell y la dictadura militar: en ese año se
fundó Oilwatch con activistas de Ecuador, Nigeria y otros países).
Nudos
de biodiversidad mayor que la que suponen la agricultura “tradicional” y la economía pre-indus-
trial. Esa corriente enlaza con la nueva economía ecológica y enlaza también con el ecologismo
espontáneo de los pobres. Puede parecer que una actitud pro-campesina no pone el acento en la
diferenciación social. No obstante, en la medida en que el ese eco-socialismo o neo-narodnismo 63
o agrarismo ecologista es una defensa de una economía moral, de una economía ecológica,
contra la penetración del sistema de mercado generalizado, el enfoque puede ser útil para en-
tender algunas luchas sociales en el Sur, y no sólo para entenderlas sino también para apoyarlas.
Hay que usar la palabra narodnismo con sus connotaciones rurales, porque los trabajadores
rurales ocupan un lugar verdaderamente privilegiado en el ecologismo de los pobres. Ellos
tienen acceso directo a la energía solar y, si disponen de acceso a la tierra cultivable, también
tienen acceso a los elementos fertilizantes del suelo, al agua de lluvia. Aunque los campesinos
vendan en el mercado la mayor parte de su cosecha, pueden retirarse del mercado más fácil-
mente que otros trabajadores.
Traduciendo narodniki por “populistas”, como se hace habitualmente, la inclusión de los
pobres de las ciudades en el ecologismo de los pobres, sería obvia. Pero la palabra “populista”
no tiene en castellano la significación socialista (igualitarismo, control social y comunitario de
los medios de producción, visión mundial, desaparición efectiva del Estado) que encontramos
tanto en los narodniki como en las otras corrientes de la Primera Internacional. El uso de la
palabra narodnik no debe excluir a la población urbana.
Esas ideas políticas responden a un análisis racional del conflicto entre la economía ecológi-
ca y la economía crematística, del cual surgen también argumentos para la crítica de algunas tec-
nologías modernas. Aunque podríamos preguntar si el ecologismo de los pobres es simplemente
una manifestación del fenómeno general de resistencias nativas y localistas contra la expansión
capitalista en la periferia del mundo, o si se trata, más bien, de un ejemplo más del escepticismo
actual respecto al progreso de la civilización, manifiesto, según los ideólogos post-modernos, en
la resurrección de las religiones, en los nacionalismos de pequeña dimensión, en la disgregación
de las ideologías, en la derrota de la visión de la historia como una análisis universal del pasado
que lleva a un proyecto colectivo para el futuro.
La respuesta a estas preguntas es negativa: el ecologismo de los pobres es la ideología y la
práctica de las luchas populares para la preservación de los recursos naturales en la esfera de la
economía moral, y es también una defensa, que podemos apreciar en términos científicos, de
una economía que valora la biodiversidad y usa razonablemente de los flujos de energía y mate-
riales, sin esperanzas injustificadas en las tecnologías futuras. Ese neo-narodnismo ecológico no
es un ejemplo post-moderno de falta de confianza en el progreso social y científico sino (como
decía Victor Toledo, el etno-ecólogo mexicano) una vía de modernidad alternativa.
Hay una confluencia entre el ecologismo de los pobres y corrientes políticas de izquierda
–cuyo origen remoto está convencionalmente fechado en la época de la Primera Internacional,
hacia 1870– y corrientes de pensamiento y prácticas alternativas, naturistas, pacifistas y femi-
nistas, desde el siglo xix hasta nuestros días. Estas raíces incluyen no sólo las luchas indígenas
para conservar los recursos naturales, o algunas luchas campesinas y obreras, sino también los
nacionalismo pequeños, defensivos y anti-estatales. Por ejemplo, el nacionalismo francés ha
sido pro-nuclear, mientras que el nacionalismo bretón es anti-nuclear. La izquierda alejada del
Nostromo
ecologismo popular es la que corresponde a las dos ramas políticas principales del marxismo: el
leninismo y la socialdemocracia.
Ecología y marxismo
64
Ahora que los Estados con planificación económica centralizada y dictaduras burocráticas cam-
biaban de sistema político y económico, por presión popular, debíamos recordar los viejos de-
bates de la Primera Internacional sobre los distintos modos de entender el socialismo. Así, hay
que reconocer que la crítica de Bakunin contra Marx era adecuada y, también, que los narodniki
rusos (como Lavrov) tuvieron mucho que aportar.
Las dos ramas principales de herederos del marxismo, la Socialdemocracia –que estuvo dis-
puesta a participar en la carnicería sin sentido de 1914-1918 y también en guerras coloniales– y
el Leninismo –que desembocó en un desastre– no son las únicas corrientes nacidas del movi-
miento obrero y radical del siglo xix. Es hora de recuperar las ideas del anarquismo y del popu-
lismo ruso, a la vez que las ideas de Tolstoi, William Morris y Gandhi, tanto más cuanto en estas
corrientes hubo una mayor sensibilidad ecológica que en los marxismos predominantes. Al otro
lado, en el liberalismo, la sensibilidad ecológica estuvo también ausente.
No sólo el pseudomarxismo de origen estalinista, felizmente difunto, sino también los mar-
xismos de la Nueva Izquierda europea y norteamericana, rehusaron durante décadas entrar en
la discusión ecologista. La arrogancia de origen leninista que algunos grupos residuales marxis-
tas exhibían ante el ecologismo era francamente ridícula (era ya muy tarde cuando algún autor
disidente del Este, como Wolfgang Harich, había defendido un “Comunismo sin Crecimiento”
–el subtítulo de su obra era “Babeuf y el Club de Roma”, aludiendo al informe Meadows para
el Club de Roma de 1972; otro autor de Alemania oriental, Rudolf Bahro, de gran notoriedad
en los años 1980, cruzó la frontera y se afilió a los Verdes).
No ha habido una historiografía ecológica marxista. Tampoco ha habido una historiografía
ecológica ”burguesa”. La noción de Raubwirtschaft en algunas páginas casi olvidadas de la geo-
grafía humana de Jean Brunhes era más radical que la visión de la longue durée (largo plazo)
de la historiografía de Braudel, en la cual la geografía evoluciona lentamente, la economía va
más rápido, y la política es un asunto de corto plazo. Pero precisamente en la época de los
Habsburgo en España y de Felipe II, la ecología de la zona americana del imperio español sufría
unas agresiones sin precedentes y un gran colapso demográfico. Los cambios ecológicos no se
sitúan siempre en la longue durée (el largo plazo). Actualmente, el gran consumo innecesario de
energía y de materiales en algunos países del mundo y la acumulación de gases que provocan el
efecto invernadero, son cambios ecológicos que van más de prisa que los cambios en el sistema
económico. Son cuestiones que no han formado parte de la historiografía marxista ni de la his-
toriografía económica habitual.
No obstante, hubo economistas marxistas interesados por las contradicciones entre la
ecología y la economía. Uno de ellos, Elmar Altvater –en Die Zukunft der Marktes de 1991, El
Futuro del Mercado, y también en su libro anterior sobre la explotación de la Amazonia– retoma
las ideas de Frederick Soddy (1877-1956) sobre la contradicción entre la ley de la entropía y la
ilusión de un crecimiento continuo de la economía; insiste, también, en la confusión capitalista
entre crecimiento real de la riqueza y crecimiento ficticio del capital financiero, de la deuda
privada y pública.
Desde 1988, la teoría eco-marxista de James O’Connor explicaba “la segunda contradicción
Nudos
del capitalismo”. A la “primera contradicción” entre la acumulación de capital y la falta de poder
de compra de la clase obrera metropolitana explotada o, en cualquier caso, la falta de poder de
compra del proletariado y campesinado coloniales, hay que añadir una “segunda contradicción”.
La expansión capitalista estropea sus propias “condiciones de producción” (particularmente las 65
condiciones ecológicas), y los intentos del capitalismo para reducir los costos de la producción
externalizando los gastos ambientales, han provocado movimientos ecologistas de protesta.
Este análisis de O’Connor –también el de Enrique Leff–, explica al mismo tiempo las dinámi-
cas económica, ecológica y social. Los nuevos movimientos sociales tienen una composición
social diversa. Se oponen no sólo a las empresas sino también al Estado, responsable de la dis-
ponibilidad de las “condiciones de producción”: la zonificación urbana, infraestructuras viarias,
el agua potable, el aire respirable, minerales y combustibles fósiles producidos por fenómenos
geológicos que han durado millones de años y que deben de mantenerse a buen precio a costa
de una guerra si es necesario. De hecho, el capitalismo estropea no sólo las “condiciones de
producción”, sino las condiciones de existencia de grupos sociales arrinconados.
Aun cuando uno podía encontrar en los textos de Marx diversos atisbos ecológicos y la pre-
sencia del concepto de “metabolismo social”, la verdad es que el marxismo y el ecologismo
no se habían integrado todavía. El gozne analítico de esa integración ha de ser la redefinición
de los conceptos marxistas de fuerzas productivas y condiciones de producción. El enfoque
eco-socialista no destaca ya la contradicción entre la tendencia al crecimiento de la formación
de capital y la explotación de la clase obrera, sino que resalta las dificultades que la escasez de
recursos y la contaminación crean a la acumulación de capital. Hasta ahora, el marxismo ha sido
más economicista que materialista-energetista. Es decir, la crisis del capital por el menoscabo
de sus condiciones de producción sólo se haría sentir a través de valores de cambio, por la el-
evación de los precios. Efectivamente, en la década del setenta podía parecer que las tasas de
ganancia del capital disminuían por la elevación de los precios de algunos recursos naturales,
que hacían crecer las rentas percibidas por sus propietarios, pero ya en los ochenta la tendencia
era la contraria.
Esto no nos dice nada de interés sobre la articulación entre la ecología y la economía capi-
talista, ya que precisamente la problemática ecológica no se manifiesta necesariamente en los
precios, pues los precios no incorporan costos ecológicos ni tampoco los trabajos gratuitos
necesarios para la reproducción social. Son los movimientos sociales y no los precios los que
ponen de manifiesto algunos de los costos ecológicos o pasivos ambientales. Que el petróleo
hubiera bajado de precio no indicaba en 1992 que fuera más abundante que quince años atrás;
indicaba solamente que el futuro estaba siendo infravalorado. Los precios de mercado pueden
cuestionarse si se adopta un horizonte temporal más largo, que revalorice el precio de los recur-
sos energéticos agotables. La cuestión es cuál es el sujeto social capaz de adoptar esta estrategia
de revalorización frente los vecinos del Norte, que contemplan las importaciones de petróleo
y gas natural no ya en términos de ventajas comparativas –falsamente computadas– sino en los
Nostromo
66 Las sociedades o grupos sociales actúan sobre el ambiente según las representaciones que se
hacen de sus relaciones con él. Estas representaciones favorecen las extracciones devastadoras
o, por el contrario, ejercen un efecto limitador sobre ellas. Por eso puede decirse que la historia
natural es también historia social. Hasta la gran experiencia colonial de 1492 y hasta la industriali-
zación masiva de Europa, la relación con el ambiente no había sido pensada como dominación
y transformación de la naturaleza sino como intercambios con las fuerzas naturales a menudo
sacralizadas en mitos o cosmologías religiosas. Tal vez algunas religiones, como el cristianismo,
estaban ya predispuestas al abuso de la naturaleza, pero en cualquier caso la predisposición no
se pudo manifestar en la escala actual. “Ninguna civilización ha sido ecológicamente inocente”,
ha escrito Jean Paul Deléage. Eso puede aplicarse incluso a las civilizaciones antiguas, aunque
no en la escala actual.
La salinización de tierras de regadío es un fenómeno pre-industrial y no-occidental. No sólo
ha faltado la inocencia sino que también puede ponerse en entredicho la eficiencia de algunas for-
mas tradicionales de uso de la naturaleza. La agricultura itinerante de roza-tumba-y-quema, que
provocaba las iras ignorantes de los administradores coloniales en África se ha presentado más
tarde como modelo de conocimiento agronómico y botánico indígena e incluso se ha elogiado
como parangón de eficiencia energética. Otros autores han señalado el hecho evidente que, si
en el input energético de la agricultura itinerante incluimos la vegetación quemada, su eficiencia
energética sería inferior incluso a la de la agricultura moderna, basada en combustibles fósiles. Si
las calorías de la vegetación quemada no se han incluido en tales estudios del flujo energético en
la agricultura, es porque se suponía la regeneración del bosque, lo que no siempre ha ocurrido.
Ahora bien, la escala de la actual civilización industrial no tiene precedentes. Vivimos de
recursos almacenados en épocas geológicas remotas. En un año de producción económica con-
sumimos muchos años de reservas. Las anteriores civilizaciones no hicieron esto. Por tanto,
puede afirmarse con J. P. Deléage, que en las civilizaciones “en las que los humanos son la fuerza
productiva principal, la adaptación al ecosistema es el principio fundamental del funcionamien-
to de la sociedad”, y puede esperarse, por tanto, que la misma atención que nuestra civilización
ha dedicado al desarrollo de nuevas tecnologías basadas en la expoliación de recursos naturales,
se haya dedicado y se dedique en esas otras civilizaciones a la observación y al conocimiento del
ambiente con vistas a su uso sostenible. Ésa es la razón para pensar que las poblaciones tribales
y campesinas son de por sí buenas conocedoras de las condiciones ecológicas, sin necesidad de
apelar a las virtudes del hombre primitivo y rústico.
No se debe despreciar el conocimiento popular que se expresa en la agro-ecología espon-
tánea, o en la tradición vegetariana popular, o en la medicina alternativa, en nombre del gremia-
lismo científico de agrónomos y médicos. Todas estas tradiciones naturistas –muy vinculadas,
además a tradiciones del movimiento obrero de raigambre anarquista–, no deben ser desprecia-
das, sino todo lo contrario. Esto no supone, en modo alguno, sumarse alegremente a la filosofía
irracionalista para la que da más o menos lo mismo la astrofísica que la astrología.
Nudos
Los problemas ecológicos son complejos, interdisciplinarios. Además, muchas veces son nuevos
en virtud de haber sido creados por las nuevas industrias. Por eso, ante la gran incertidumbre
de muchas cuestiones ecológicas, observamos un fenómeno poco frecuente en otros campos: 67
en las discusiones sobre el riesgo nuclear, sobre el peligro de las dioxinas y furanos, sobre los
efectos del calentamiento global, sobre el valor de las semillas campesinas, participan en pie de
igualdad los activistas ecologistas con los “expertos” de las universidades o de las empresas.
¿Por qué ocurre esto en bastantes discusiones ecológicas? Por un lado, los políticos ha-
bituales no han ocupado aún ese espacio, aunque están tratando de hacerlo: justamente, la
Conferencia de Río de Janeiro de junio de 1992 estaba diseñada para promocionar la imagen de
dirigentes políticos estatales expertos o por lo menos interesados en ecología. Por otro lado, se
trata de cuestiones muy inciertas, muy complejas, de consecuencias a largo plazo, pero necesita-
das de decisiones urgentes.
Esto da la oportunidad, no para un enfrentamiento entre ecologistas y científicos, sino para
un trabajo en común entre, de un lado, ecologistas populares respetuosos de los logros de las
ciencias en terrenos bien acotados y, del otro, científicos que, más que “ciencia para el pueblo”
hagan “ciencia con el pueblo”, dispuestos a confesar los límites de su saber sobre los inciertos
problemas futuros que el ecologismo plantea. ¿Quién puede hoy, honestamente, atacar la agro-
ecología en nombre del avance científico-técnico de las biotecnologías? ¿Quién puede pronun-
ciarse contra los ecologistas en nombre de la energía de fusión no, por supuesto de la fría, sino
de la caliente? ¿No sería esta certidumbre más extravagante que la mayor extravagancia de un
curandero?
En la India, Ramachandra Guha había identificado tres tendencias entre los activistas ecolo-
gistas: los gandhianos, los partidarios del “ecodesarrollo” y de las “tecnologías apropiadas”, y
los marxistas ecológicos. Guha llamaba a la colaboración entre esas tres corrientes. Esas cor-
rientes ecologistas se diferencian por sus actitudes hacia la ciencia. En la India, los gandhianos
eran menos favorables a la ciencia “occidental” que las otras dos corrientes, eran críticos de la
modernidad, como ahora decimos. En cambio, los marxistas ecológicos tenían grupos llamados
“ciencia para el pueblo”, lo que recuerda el eslogan de los narodniki rusos de la época de Piotr
Lavrov: “Ciencia y Revolución”. La idea de que el conocimiento indígena es frecuentemente
superior al ofrecido por los agrónomos extranjeros no supone una actitud anti-científica. Al
contrario, implica una crítica de la insuficiencia científica y de la autosuficiencia social de esos
técnicos extranjeros o de esos vendedores de semillas y pesticidas. A menudo, los intentos de
cambiar las prácticas campesinas en nombre de una racionalidad superior que se presentaba
como científica, pero que era mala ciencia, han coincidido con los intentos de incluir en la esfera
“económica” una producción y unos recursos naturales que todavía estaban fuera de ella. El
ecologismo no es anti-científico. Ahora bien, la perspectiva ecológica implica una integración o
una articulación de los conocimientos de diversas ciencias.
El “ecologismo de los pobres” en la India
En esas palabras de 1992 recogidas en Envío Digital insistía en el eco-socialismo y en el agraris-
mo o neo-narodnismo ecologista. Esta última es una palabra difícil. Quería vincular ese ecolo-
Nostromo
gismo popular a corrientes de la Primera Internacional; así, quienes lamentaban la caída de los
regímenes de Rusia y Europa oriental tendrían donde refugiarse: en la tierra de Mariátegui y
hablando a la izquierda latinoamericana, pensaba que palabras como neo-narodnismo ecolo-
gista y eco-socialismo serían bien recibidas.
Veo también que en 1992 citaba los informes del Center for Science and Enviroment (cse) de
68 Delhi de Anil Agarwal, quien con Sunita Narain en 1991 había propuesto derechos iguales para todos
los humanos a los sumi-deros de dióxido de carbono y a la atmósfera en un follero titulado Global
warming: a case of environmental colonialism, propuesta asumida con entusiasmo por la izquierda verde
internacional aunque ausente por veinte años de las negociaciones oficiales intergubernamentales.
Hoy se habla más que entonces de la Deuda Ecológica o Deuda Climática que el Norte tiene con
el Sur por su desproporcionado uso, y durante tanto tiempo, de los océanos y de la atmósfera para
evacuar las emisiones de dióxido de carbono que proceden de la quema de combustibles fósiles.
El cse publica cada dos semanas la revista Down to Herat; en el número del 15 agosto del
2008, bastantes años después de nuestras primeras coincidencias, Sunita Narain daba algunos
ejemplos de lo que ella denomina learning from the environmentalism of the poor to build our common
future –aprender del ecologismo de los pobres para edificar nuestro futuro común.
En Sikkim, el gobierno ha cancelado once proyectos hidroeléctricos atendiendo a las protes-
tas locales. En Arunachal Pradesh, las represas están siendo aprobadas a toda velocidad y la re-
sistencia está creciendo. En Uttarakhand en el último mes, dos proyectos en el Ganges han sido
detenidos y hay mucha preocupación con el resto de proyectos mientras en Himachal Pradesh,
las represas despiertan tanta oposición que las elecciones han sido ganadas por candidatos que
dicen que están en contra de ellas. Muchos otros proyectos, desde centrales termo-eléctricas a
minas en zonas agrícolas, tropiezan con resistencia. La mina de hierro, la fábrica de acero y el
puerto propuestos por el gigante sur-coreano Posco son discutidos, aunque el primer ministro
ha asegurado que tendrán luz verde este mismo mes de agosto. La gente local no quiere oír eso,
no quiere perder sus tierras y su subsistencia, no confía en las promesas de compensación. En
Maharashtra, los cultivadores de mangos se levantan contra la central térmica de Ratnagiri. En
cualquier rincón donde la industria intenta conseguir tierra y agua, la gente protesta hasta la
muerte. Hay heridos, hay violencia, hay desesperación, y nos guste o no, hay miles de motines en
la India de hoy. Tras visitar Kalinganagar, donde hubo muertos en protesta contra el proyecto
de las industrias Tata, escribí que el tema no era la competitividad de la economía de la India ni
tampoco el Naxalismo. Los que protestaban eran aldeanos pobres sin la capacidad de sobrevivir
en el mundo moderno si perdían la tierra. Habían visto como sus vecinos eran desplazados,
como no se cumplían las promesas de dinero o empleo. Sabían que eran pobres y que el desar-
rollo económico moderno les empobrecería más. También es así en Goa, que es más próspera
pero donde he visto que pueblo tras pueblo resiste contra el poderoso lobby minero… Esta no
es una lista completa de los conflictos ambientales en India. Hay muchos más. En Orissa hay
conflictos gravísimos en territorios de adivasis (indígenas) por extracción de bauxita y contami-
nación de las refinerías de aluminio; en Jharkhand por minería de uranio y de carbón; en Alang
y en Gujarat, por los daños a la salud y al ambiente por el desguace de barcos de todo el mundo
que van a parar a esas playas…
Fui por primera vez a la India en agosto del 1988, a Bangalore, a una reunión de activistas
ecologistas. El organizador me invitó porque leyó mi libro de 1987, Ecological economics: energy,
environment and society, donde me preguntaba quien “consumiría” socialmente la nueva economía
ecológica inspirada por Georgescu-Roegen, Kenneth Boulding, Howard Odum, David Pimen-
tel, Herman Daly; qué grupos se aprovecharían de nuestras críticas académicas a la economía
convencional. Por ejemplo, hoy, la Vía Campesina, un movimiento internacional, usa acertada-
Nudos
mente argumentos de la economía ecológica en su defensa del campesinado y de la “soberanía
alimentaria”, al insistir en la menor eficiencia energética de la agricultura moderna.
En Bangalore conocí a Ramachandra Guha, quien estaba acabando su libro sobre el movi-
miento Chipko en Garwhal y Kumaun en Uttarakhand en el Himalaya. Ese libro da la base 69
para la teoría del ecologismo de los pobres. No es que la gente pobre sea siempre ecologista. A
veces destruye el medio ambiente, sobre todo al aumentar la población. Pero, en los conflictos
ambientales, muchas veces vemos que se ponen del lado de la conservación de la naturaleza.
En The Unquiet Woods (1989, reeditado varias veces) Ramachandra Guha explicaba los diversos
lenguajes y formas de resistencia campesina desde la época colonial contra las plantaciones co-
merciales de árboles (pinos, chir) en esa región, porque querían seguir usando sosteniblemente
el bosque de robles (banj), cuyas hojas y ramas aprovechaban. En los años 1970, el movimiento
Chipko (que quiere decir “abrazarse” a los árboles para evitar que los corten) se oponía a los
talabosques industriales. Los líderes de Chipko se referían a los resistentes de cincuenta años
atrás que eran también reconocidos en las narraciones y canciones populares. Con Ramachan-
dra Guha, recogí estudios comparados del ecologismo de los pobres en nuestro libro Varieties
of Environmentalism de 1997.
También en 1988 (en diciembre) estuve en Lima, hablando por primera vez en Perú del eco-
logismo de los pobres, en una sesión organizada por el historiador Alberto Flores Galindo
(1949-90) en el centro de estudios sur que había fundado. Con Tito Flores Galindo habíamos
publicado en ese año 1988 un artículo en la revista Mientras Tanto de Barcelona, trazando en
líneas generales lo que podría ser una historia ambiental-económica-social del Perú. Conocí en
1988 o tal vez al año siguiente a Manuel Boluarte que era asistente del entonces Senador Hugo
Blanco, conocido dirigente campesino en Perú desde los años 1960, y que presidía la comisión
de Medio Ambiente en el Senado; de esa confluencia de ideas surgió un texto vigoroso de Hugo
Blanco llamado “El Ecologismo de los Pobres”, publicado en el diario La República el 6 de Abril
de 1991, y ahora disponible en la web. El artículo dice así:
A primera vista los ecologistas o conservacionistas son unos tipos un poco locos que luchan porque
los ositos panda o las ballenas azules no desaparezcan. Por muy simpáticos que le parezcan a la
gente común, ésta considera que hay cosas más importantes por las cuales preocuparse, por ejem-
plo, cómo conseguir el pan de cada día. Algunos no los toman como tan locos sino como vivos que
con el cuento de velar por la supervivencia de algunas especies han formado “organizaciones no
gubernamentales” para recibir jugosas cantidades de dólares del exterior (...) Pueden ser verdaderas
hasta cierto punto esas opiniones, sin embargo en el Perú existen grandes masas populares que
son ecologistas activas (por supuesto si a esa gente le digo “eres ecologista” pueden contestarme
“ecologista será tu madre” o algo por el estilo). Veamos: No es acaso ecologista muy antiguo el
pueblo de Bambamarca que más de una vez luchó valientemente contra la contaminación de sus
aguas producida por una mina? No son acaso ecologistas los pueblos de Ilo y de otros valles que
están siendo afectados por la Southern? No es ecologista el pueblo de Tambo Grande que en Piura
Nostromo
se levanta como un solo puño y está dispuesto a morir para impedir la apertura de una mina en
su pueblo, en su valle? También es ecologista la gente del Valle del Mantaro que ha visto morir las
ovejitas, las chacras, el suelo, envenenados por los relaves de las minas y el humo de la fundición
de La Oroya. Son completamente ecologistas las poblaciones que habitan la selva amazónica y que
mueren defendiéndola contra sus depredadores. Es ecologista la población pobre de Lima que
protesta por estar obligada a bañarse en las playas contaminadas.
70
Desde entonces ha habido muchos otros conflictos del ecologismo popular en Perú. De los
mencionados por Hugo Blanco son actualmente conocidos más allá del Perú los de la Southern
Peru Copper Corporation (propiedad del Grupo México); Tambogrande (minería de oro en
Piura); Bambabarca (contra la minera Yanacocha en Cajamarca). También La Oroya –lugar no
sólo de históricos conflictos ambientales sino de horrible contaminación actual causada por la
empresa Doe Run. El ambientalismo o ecologismo popular no es nuevo aunque sí lo sea el uso
de estas palabras.
En la historia del Perú del siglo xx, hubo movimientos contra los daños ecológicos ocasionados
por la minería. El motivo ecológico aparece asimismo en movimientos urbanos por el agua o
contra las basuras. También en el campo, los intentos de recuperar los pastos de las haciendas
por las comunidades, se relacionaban con la complementariedad de recursos de la puna y de
otros niveles más bajos, aunque también nacían del sentimiento y de la realidad de una usur-
pación, y a menudo usaban argumentos jurídicos y de identidad indígena más que argumentos
ecológicos.
Diez años después del artículo de Hugo Blanco, en el pueblo de Tambogrande nació una
nueva institución, el referéndum ambiental local, paralizando el proyecto minero. Esa misma
forma de resistencia fue adoptada con éxito en Esquel, Argentina, aprovechando una coyuntura
propicia a nivel nacional, y en el propio Perú, contra el proyecto Majaz de minería de cobre en el
norte. Ha habido hace poco un nuevo referéndum local ambiental contra un proyecto minero,
esta vez en Islay, región de Arequipa. Los pobladores se organizaron en el Frente de Defensa
del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Resumo la narración de Rafael Chacón en el boletín
E-cochaski:
El domingo 27 de septiembre (2009) se produjo al sur del Perú…(el) acto que, para fines concretos,
se denominó, a nivel de la provincia de Islay, consulta vecinal. Consulta desconocida por el Estado
central a través de sus instancias pertinentes (la Oficina Nacional de Procesos Electorales y el
Jurado Nacional de Elecciones), como era de esperarse, dada su ceguera normativa al respecto. Y,
como también era de esperarse, la negativa al proyecto minero consultado rozó el 100%, a seme-
janza de los casos piuranos que la precedieron (Tambogrande y Majaz, donde el No alcanzó 94%,
para ambos). En ese sentido, esta vez el rechazo al proyecto minero Tía María fue aún más contun-
dente (97%) que en las otras dos localidades. La causa del No volvía a ser en primer lugar, a nivel de
percepciones, la incompatibilidad del proyecto agrícola local con el proyecto minero foráneo. Sin
embargo, este triunfo ciudadano aún no es garantía de que el proyecto minero será frenado…
Tantos conflictos ha habido por el auge de la minería para servir materiales a las economías
del mundo, que en Perú surgió una organización de comunidades afectadas por la minería, la
conacami, cuyo primer dirigente fue Miguel Palacín, quien hoy está en la caoi, Coordinadora
Andina de Organizaciones Indígenas. Celebrando el resultado de la Consulta Vecinal en Islay,
la caoi demandaba a las autoridades competentes que dieran carácter vinculante a sus resulta-
dos, como lo establece el Convenio 169 de la oit. Encajaba así lo local con lo global. La caoi
Nudos
reiteraba sus propuestas de dar rango de Ley Orgánica a la Declaración sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas de la onu, así como de promulgar una Ley de Consulta y Consentimiento
Previo, Libre e Informado a fin de prevenir y evitar conflictos provocados por la incursión de
proyectos extractivos en territorios comunales. 71
Como explica Luís Vittor en E-cochaski, el proyecto de Islay (de la Southern Peru Copper
Corporation, ahora propiedad del Grupo México) invertiría más de US$ 950 millones y tendría
una duración de veintiún años para extraer cobre a través de dos tajos abiertos; asimismo, uti-
lizaría las aguas subterráneas a través de pozos en el valle del río Tambo. Para los pobladores
locales, el proyecto afectaría la disponibilidad de agua, lo cual limitaría la producción de arroz,
caña de azúcar y páprika en ese valle. El proyecto debía ser presentado en audiencia pública
a fines del mes de agosto del 2009 en el distrito de Cocachacra. En paralelo a lo ocurrido en
Tambogrande casi diez años atrás, la audiencia fue suspendida por la oposición local. Las auto-
ridades locales iniciaron entonces la convocatoria a la consulta vecinal.
El cronista Luis Vittor observa que hay una valoración creciente de las actividades producti-
vas propias y de los recursos naturales de los que depende la vida y la subsistencia local. Nótese
que “valorar” significa dar importancia o valor a algo, aunque no necesariamente en términos
crematísticos. En Tambogrande, tras una victoria contundente del “no a la minería”, el gobier-
no desistió de continuar apoyando el proyecto. En Ayabaca y Huancabamba, a dos años de la
consulta, el proyecto minero Majaz de la empresa Río Blanco Copper no ha logrado avanzar y
sus directivos son enjuiciados en Londres por violación a los derechos humanos de los pobla-
dores. En ambos casos hubo respaldo nacional e internacional a los procesos de resistencia. La
realización de consultas colocó en discusión el tema de la democracia local versus el supuesto
interés nacional. Sin embargo, los minerales están allí y las empresas mineras siguen rondando.
Mucho depende de la marcha del metabolismo de la economía mundial.
El movimiento ecologista global se nutre de las resistencias locales y a veces les devuelve
lo aprendido. Así, en octubre de 2009, Michael Watts ha acabado una película llamada Laguna
Negra, donde se tratan las torturas a treinta campesinos por la policía y trabajadores de la mina
Majaz, muy cerca de la frontera con Ecuador. Esa comunidad de Huancabamba es amenazada
por la masiva extracción de recursos naturales en una sociedad basada en valores comuni-
tarios tradicionales (www.vimeo.com/7086921 (español), www.vimeo.com/6942613 (inglés).
El referéndum de Islay es sin duda un mejor modelo de decisión de políticas publicas que
el sangriento encuentro en Bagua el 5 de junio del 2009 entre organizaciones amazónicas y
la policía peruana, cuya causa fue la repulsa a decretos-leyes del gobierno del presidente Alan
García que facilitaban el acceso a tierras indígenas por empresas privadas. Con Martí Orta,
investigador que conoce los conflictos de extracción de petróleo en el Río Corrientes en terri-
torio Achuar en el norte de Perú, escribimos sobre los antecedentes del “Baguazo”, un episodio
lamentable que ojalá ayude a cambiar para bien la trayectoria política de Perú (www.sinpermiso.
info/textos/index.php?id=2642) (Le Monde Diplomatique, ed. española, n. 165, julio de 2009).
En México
Se ha dicho que la defensa del ambiente por los pobres es, en México, una actividad peligrosa.
El profesor Víctor Toledo de la unam, amigo desde hace años, usó el concepto del ecologismo de
Nostromo
los pobres para caracterizar episodios de lucha contra la deforestación en un artículo publicado en
Ecología Política, en 2000. Toledo se remonta al 22 de octubre de 1992 cuando la prensa
…publicó una pequeña nota que pasó como agua de río: “Esta madrugada fue asesinado Julián
Vergara, líder campesino y presidente del comisariado ejidal de El Tianguis, por un desconocido
que le disparó en el pecho con una escopeta. El hoy occiso era un ecologista que se oponía a la
72
tala inmoderada de los bosques en el municipio de Acapulco”. Hasta donde se sabe nadie dio
seguimiento legal o periodístico a esta infamia y, como suele suceder en el país del desamparo y
la injusticia, el recuerdo del sacrificio de Julián Vergara quedó sepultado bajo las pesadas losas del
tiempo, de un tiempo desmemoriado y cruel. ¿Cúantos Julianes Vergara habrán sucumbido en su
heroica defensa de los bosques, los manantiales, las lagunas y los ríos de México? Yo sueño con el
día en que podamos reconstruir esas historias de ignominia y logremos rescatar del gélido silencio a
los cientos, quizás miles, de héroes campesinos, tan anónimos como silvestres, que han arriesgado
su vida (como lo hace una hormiga dentro de su colonia) para preservar el hábitat y los recursos
naturales de la nación y del mundo, es decir, de todos los seres humanos. Con ello advertiríamos que
esa conciencia de solidaridad con la naturaleza, con el prójimo y con las generaciones del futuro,
que con tanto afán buscan hoy en día los ecologistas de todo el mundo, se encuentra presente en
el inconsciente colectivo y en las culturas de innumerables pueblos rurales, ésos que han sabido
mantenerse a salvo de la contaminación más peligrosa: la de un mundo empeñado en privilegiar
los valores del individualismo y de la competencia. Con ello descubriríamos también que entre los
antiguos mártires campesinos de las luchas agrarias y los nuevos defensores rurales de la naturaleza
no hay más diferencia que la que nos dan nuestros aparatos conceptuales de moda. Los «zapatas»
de hace un siglo hoy son, para utilizar el término cada vez más difundido, los nuevos «ecologistas
de los pobres».
Seguramente el mismo impulso que llevó a Julián Vergara a defender los bosques de su ejido fue
el que prendió la llama que hizo encender en Rodolfo Montiel la idea de crear la Organización de
Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán, a través de la cual lograron detener, siete años
después, la destrucción de los bosques de Guerrero y provocar la salida de la empresa forestal
trasnacional Bois Cascade. Al recibir el premio..., el luchador rural Rodolfo Montiel dejó de ser un
Julián Vergara más para volverse, como Chico Mendes, en Brasil, un nuevo símbolo del ecologismo
de los pobres. A pesar de que fue brutalmente torturado por elementos del ejército mexicano y ter-
minó en la cárcel de Iguala sin justificación suficiente, Montiel, al estar vivo, rememora y reivindica
a todos aquellos ambientalistas anónimos de cuyos nombres ya no logramos acordarnos...
2009
La noción de ecologismo de los pobres es útil para entender resistencias actuales. Así, en La
Jornada del 26 de mayo del 2009, Luís Hernández Navarro –bajo el título “El otro ecologismo y
los derechos humanos”– recopilaba algunos casos, como los de Verónica Hernández, acosada
judicialmente por Granjas Carroll en Perote, Veracruz (un lugar de concentración de produc-
ción de cerdos); Santiago Pérez, preso durante meses por defender el agua de las comunidades
mazahuas; Agustín Ríos, salvajemente golpeado por la policía por luchar contra la operación de
una mina. El 6 de mayo del 2009 habían sido desalojados por la policía oaxaqueña integrantes
del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo y de la Coordinadora en Defensa de los
Recursos Naturales y Nuestra Madre Tierra del valle de Ocotlán, que protestaban contra la
Nudos
minería. Algunos miembros fueron acusados de los delitos de lesiones, despojo y ataque a las
vías generales de comunicación. Esto recuerda el intento de ilegalizar la organización amazónica
aidesep por parte del gobierno de Alan García y el exilio forzoso de su dirigente Alberto Pi-
zango tras el Baguazo del 5 de junio de 2009. Aldo Zamora, comunero tlahuica del estado de 73
México y defensor de los bosques, fue asesinado el 15 de mayo de 2007. Su hermano Misael
quedó gravemente herido. Ambos fueron emboscados por talamontes cuando se dirigían a
Santa Lucía, Ocuilán, estado de México. El periodista explica:
Desde 1998, Ildefonso Zamora, padre de Aldo Zamora y presidente de bienes comunales de San
Juan Atzingo, denunció la explotación ilegal de los bosques de su pueblo, ubicado en el Parque
Nacional Lagunas de Zempoala. Casi dos meses después del crimen, el 12 de julio de 2007, el presi-
dente Felipe Calderón le prometió que habría justicia... el 7 de enero, la Presidencia de la República
envió una carta a Ildefonso en la que le señala que el caso es competencia del gobierno estatal…
Los bosques de San Juan Atzingo se encuentran dentro del corredor biológico Ajusco-Chichinaut-
zin, que alberga 2 por ciento de la biodiversidad mundial, abastece tres cuartas partes del agua que
se consume en la ciudad de México y dota del líquido a los ríos Lerma y Balsas. Sin embargo, la zona
de las Lagunas de Zempoala-Huitzilac está severamente amenazada por la tala ilegal. Aldo Zamora
es uno más de los activistas ambientales víctimas de la represión.
en México, quienes son agredidos defienden su agua, sus bosques, sus recursos naturales, sus co-
munidades, su biodiversidad, su salud, su tierra y territorio frente a la voracidad depredadora de
empresas inmobiliarias, plantas procesadores de basura mexicana o importada, desarrollos turísti-
cos, mineras trasnacionales, complejos agroindustriales, talabosques, compañías farmacéuticas y
proyectos hidroeléctricos. Con regulaciones ambientales débiles y autoridades gubernamentales
corruptas, con tratados comerciales que como parte de las ventajas comparativas ofrecen la destruc-
ción impune del ambiente, los grandes consorcios multinacionales tienen licencia para devastar.
Con frecuencia, disponen del uso de la fuerza pública para acallar la resistencia de las comunidades
afectadas… Según la Red Todos los Derechos para Todos, se han producido violaciones a los dere-
chos humanos en: el plan turístico de la sierra Tarahumara; la construcción de las presas El Tigre
y la Cabeza; el Centro Industrial para Manejo de los Residuos Industriales y Disposición Final en
Coahuila; el proyecto de la hidroeléctrica en La Parota, Guerrero; el confinamiento de desechos
tóxicos en Zimapán, Hidalgo; la edificación de plantas de etanol en Oaxaca y Veracruz.
La Jornada (Jalisco, 7 de marzo de 2009) explicaba el proyecto de represar las aguas del río Verde
con el fin de abastecer de agua potable a la ciudad de León, Guanajuato, así como a algunas po-
blaciones de Los Altos de Jalisco. El proyecto implica inundar las poblaciones de Temacapulín
y Palmarejo, en el municipio de Cañadas de Obregón, Acasico, en el municipio de Mexticacán,
y el rancho La Parada, en el municipio de Yahualica de González Gallo. El problema surge
de la resistencia de los habitantes afectados cuyas movilizaciones –decía Mario Edgar López
Ramírez– rompen con el falso mito de que la defensa y conservación del ambiente son una
Nostromo
equilibrar la balanza informativa a favor del ecologismo de los pobres. Las entrevistas a diversos
pobladores de la comunidad refieren su exigencia de justicia ambiental: “no estamos en contra de
la construcción de la presa, pero sí estamos en contra de que nosotros tengamos que salir de nues-
tra tierra, de nuestra vida, para favorecer los planes gubernamentales”; “está bien que quieran dar
agua a León, pero no a costa de echarnos, no a costa de inundar nuestras casas, nuestra iglesia y las
tumbas de nuestros antepasados”.
Ni los pobres son siempre ecologistas ni los ecologistas son siempre pobres. Hay empero nu-
merosos casos en el mundo de ecologismo de los pobres y de pueblos indígenas empobrecidos,
tanto histórica como actualmente. Hay también casos interclasistas en México y en otros países,
tales como las protestas contra centrales nucleares o el exitoso juicio con sentencia definitiva
en 2009 contra la empresa canadiense New Gold propietaria de la Minera San Xavier en el
Cerro San Pedro en San Luis Potosí, la cual lleva años de minería a cielo abierto y de empleo
de cianuro en una zona protegida. Hay también muchos ejemplos de un ecologismo que rinde
culto a la naturaleza silvestre y se olvida de los pobres humanos (representado por Nature Con-
servancy, la iucn, el wwf), aunque también hay a veces colaboración entre ese ecologismo de
ricos y el ecologismo popular: por ejemplo, la defensa de los manglares y de los bosques puede
ser un empeño común.
Apelando a la memoria de visitas anteriores a México, incluyo en el ecologismo popular
mexicano el vasto movimiento en defensa de la biodiversidad del maíz contra las importacio-
Nudos
nes y contra la legalización de semillas transgénicas; las protestas contra la deforestación y el
surgimiento de la gestión comunitaria y sostenible de bosques como en los Pueblos Manco-
munados de Oaxaca; las protestas contra los daños de la extracción de petróleo en Tabasco
y Campeche expresadas en el Pacto Ribereño; los movimientos por apropiación de tierras y 75
agua contra los monocultivos de eucaliptos o pinos para cartón o papel (por ejemplo, contra la
empresa Smurfit como en Colombia o Venezuela); la defensa de tierras comunitarias contra la
represas, contra algún aeropuerto (San Mateo Atenco), contra canchas de golf (Tepoztlan); la
resistencia contra la importación de residuos amparada por el nafta que dio lugar al paradójico
juicio de Metalclad contra el estado de San Luis Potosí y el municipio de Guadalcázar; las
protestas por la contaminación de las maquilas en Tijuana y otros lugares; las protestas locales
por la destrucción de manglares (si no en México, sí en Guatemala y Honduras). Hay también
muchos casos urbanos de ecologismo popular. No me extrañaría que en la unam alguien estuvi-
ese escribiendo una gran tesis doctoral sobre el ecologismo de los pobres en México: ese alguien
debería recordar que la protesta inicial de Emiliano Zapata en Morelos fue porque un ingenio
azucarero se llevaba el agua.
En conclusión
Nudos
sionalmente, hasta que aparece un nuevo inversor minero, petrolero, papelero o hidroeléctrico
respaldado por el Estado. Pero seamos optimistas: dichos movimientos son una principal fuerza
social en busca de aliados en todo el mundo para encaminar la economía en una ruta más justa
y sostenible. 77
En el presente artículo nos proponemos analizar algunos de los aspectos más salientes de la
gramática actual de las luchas sociales en América Latina, tomando como ilustración algunos
países, tales como Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador y México. Para ello, haremos un análisis
en tres movimientos sucesivos. En primer lugar, antes que centrarnos en la relación movimien-
tos sociales/gobiernos, presentaremos los componentes comunes del actual lenguaje movili-
zacional, entre ellos la forma asamblea y la dimensión plebeya de la acción. En segundo lugar,
buscaremos analizar la doble vía que la demanda de autonomía ha tomado en América Latina,
asociada tanto a la matriz indígeno-comunitaria, como a la nueva narrativa autonómica. En ter-
cer lugar, nos detendremos en lo que hemos denominado el “giro eco-territorial” de las luchas,
que expresa el cruce y articulación entre matriz comunitaria-indígena y lenguaje ambientalista.
Dicho giro eco-territorial, que se despliega al compás de la consolidación de un modelo ex-
tractivista, con sesgos neodesarrollistas, ilustra las tensiones –y colisiones– entre movimientos
sociales y gobiernos, independientemente del signo político de éstos.
Como en otras latitudes, y en un contexto de gran asimetría de fuerzas, en América Latina las
movilizaciones sociales han ido adoptando la acción directa no convencional y disruptiva, como
*
Investigadora Independiente del conicet, Consejo Nacional de Investigaciones Científico y Técnicas, Argentina, Profesora Titular
de la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Una versión más extensa de este artículo fue publicado en la
Revista Internacional de Filosofía Política, Madrid, España, 2010 (maristellasvampa@yahoo.com).
herramienta de lucha generalizada. La primacía que volvió a adquirir la acción directa puso al
desnudo la crisis y agotamiento de las mediaciones institucionales (partidos, sindicatos), al tiem-
po que se encaminó al desarrollo de formas de democracia directa, entre ellos y principalmente,
la democracia asamblearia. Simultáneamente, las formas de participación de lo popular en el espa-
Nostromo
cio público fueron (re)actualizando ciertos componentes plebeyos, muy ligados a la historia de los
sectores subalternos en América Latina. Veamos entonces ambas dimensiones.
En primer lugar, la forma asamblea se ha constituido en una suerte de núcleo común del nuevo
lenguaje movilizacional. Como afirma Ariel Colombo (2006), en tanto espacio de democracia
deliberativa, la asamblea suele conjugar democracia directa, acción directa y desobediencia civil.
78 Ésta “implica una ruptura del orden existente”, en la medida en que adopta un “carácter dis-
ruptivo, se propone como autónoma (no se inscribe en un espacio público preexistente), y es
recursiva (esto es, tiene que vincularse con el mismo tipo de reglas que se le exige al sistema)”.
Por su carácter recursivo, la forma asamblea requiere un aprendizaje mayor, lo cual explica los
avances y retrocesos en las dinámicas: en el medio de ella, los sujetos involucrados en una cons-
trucción política novedosa se preguntan acerca de los alcances de la horizontalidad, sobre la de-
mocracia por consenso o la votación, por las diferentes figuras de la democracia (participativa,
representativa, directa), por la posibilidad de desarrollar articulaciones políticas o los vínculos
con el Estado, de cara a la necesidad de permanecer fieles a un mandato basista y asambleario.
Sin embargo, la forma asamblea es compleja, descentralizada, heterogénea y plural en sus
manifestaciones. En efecto, ésta recrea y potencia antiguas y nuevas formas de sociabilidad
y resistencia, entre ellas, la democracia por consenso, asociada a la tradición de los pueblos
indígenas y sus formas de democracia local así como a la tradición consejista proveniente del
sindicalismo revolucionario. Asimismo, la forma asamblea está lejos de ser unívoca, pues su
expansión no está vinculada necesariamente con una definición “sustancial” de la democracia
(por ejemplo, una suerte de “democracia popular”), o con un proyecto de corte emancipatorio.
En muchos casos estamos lejos de aquellas experiencias ligadas al ideario revolucionario (la
Comuna, el consejismo obrero), cuya discusión pueblan bibliotecas enteras del pensamiento de
las izquierdas. En realidad, una primera constatación requiere el reconocimiento de que estamos
frente a la generalización de una forma que apunta primordialmente a la defensa y desarrollo de la
participación, producida y alimentada desde abajo. De ahí sus potencialidades contrahegemó-
nicas, cuando ésta aparece asociada a un horizonte político radical e instituyente, pero también
sus límites y posibles distorsiones, cuando ésta deviene una institución en sí misma, niega ex-
plícitamente su vinculación con un discurso político-ideológico, y en el límite, puede llegar a
adoptar una práctica pragmática, acompañando o refuncionalizando las lógica de poder de las
clases dominantes.
Dos ejemplos pueden servirnos para ilustrar distintos casos de esta figura: el primero nos re-
mite a la Argentina, a una localidad mediana de la provincia de Entre Ríos, donde surgió en 2005
la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú, un espacio multisectorial, de carácter masivo, clara-
mente hegemonizado por las clases medias. Durante casi cuatro años, la Asamblea de esa ciudad
mantuvo interrumpido uno de los puentes internacionales que une la Argentina con Uruguay,
a raíz de la construcción –del lado uruguayo– de una planta papelera, que los asambleístas de-
nuncian como contaminante. De carácter masivo, la Asamblea de Gualeguaychú colocó en la
agenda pública la cuestión ambiental y tuvo un impacto mediático y social muy importante. Sin
embargo, pese a representar uno de los picos más altos de la historia asamblearia de la Argentina
post-2001 (por su carácter masivo y su continuidad), fue también una de la que más rápidamente
mostró sus limitaciones, a partir del desarrollo de una fuerte matriz nacionalista. La interven-
ción del entonces presidente argentino, N. Kirchner, en apoyo a la asamblea (en clave de “Causa
Nacional”), y la respuesta no menos virulenta de su par uruguayo, Tabaré Vásquez, fueron
cruciales en dicha inflexión. Así, el conflicto terminó por instalarse en un registro de difícil so-
lución, el de la exacerbación de las lógicas nacionalistas, antes que en el terreno de la discusión
Nudos
sobre los modelos de desarrollo. Por otro lado, los repertorios de acción (como el corte de ruta
y la asamblea) terminaron por convertirse en un eje irrenunciable y excluyente de una suerte de
totalidad procedimental y a la vez identitaria, un medio trasmutado en un fin en sí mismo, que
obstaculizó la posibilidad de pensar en otras formas de acción colectiva, al tiempo que enfrentó 79
a los actores a los riesgos y dificultades de la rutinización (cansancio de la sociedad, peligro de
estigmatización y criminalización de la lucha, entre otros).
El segundo caso se refiere a la APPO, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, en
2006. La APPO fue una gran experiencia asamblearia, una suerte de nueva “comuna”, un espacio
horizontal, participativo y sin una dirección unitaria, en la cual confluían diversas tradiciones de
lucha; desde el sindicalismo magisterial, el comunitarismo y la izquierda radical, entre otras. La
experiencia organizativa, ligada a los sectores subalternos (clases populares y clases medias ba-
jas) fue de tal magnitud que, antes de que la gran represión se abatiera sobre ella, la APPO llegó a
constituir cuerpos de policía comunitaria y a funcionar como poder paralelo. Sin embargo, más
allá de la situación de aislamiento (el cerco informativo) y la fuerte estigmatización que precedió
a la represión, la dinámica interna de la APPO puso en evidencia ciertas limitaciones ligadas a la
forma asamblea, en su expresión como “movimiento de movimientos”. Como afirma Esteva:
“Cuando se trató de pasar de la forma revuelta/rebelión a la organicidad estructurada de un
movimiento aparecieron divergencias que aún no han podido superarse”. Así, la actitud mayo-
ritaria fue la de mantener la forma movimiento, pero sin lograr adoptar la forma organizativa
pertinente, como red de movimientos sociales, comunidades y organizaciones autónomas.
En suma, hay toda una fenomenología de la forma asamblea de la cual dar cuenta, íntima-
mente asociada al modo en cómo ésta aparece y los contextos conflictivos en los cuáles se in-
serta. Por un lado, dichas formas de participación desafían el pensamiento político, en la medida
en que ilustran el paradigma de la política desde abajo, desde una multiplicidad de figuras, no
todas ellas unívocas ni tampoco de carácter emancipatorio. Por otro lado, éstas se instalan en un
espacio multiorganizacional y recursivo, en el cual la articulación entre diferentes organizaciones
resulta siempre ardua y difícil, precisamente, puesto que uno de los principios fundamentales de
cualquier asamblea es el resguardo y defensa (celosa) de la autonomía.
En segundo lugar, gran parte de la fuerza interpelante de las actuales movilizaciones provie-
ne de sus fuertes contenidos plebeyos. En efecto, históricamente en América Latina el carácter
plebeyo aparece como un rasgo asociado a la irrupción de las clases populares en el espacio
público y, más aún, de modo general, a las formas de participación de lo popular. Sin embargo,
¿cómo entender o definir lo plebeyo sin caer en ambigüedades ni opacar la riqueza de sus dife-
rentes sentidos (culturales, políticos, simbólicos)? En términos políticos-culturales lo plebeyo
alude a un proceso de auto-afirmación, que implica, por un lado, una reivindicación de lo po-
pular, desde abajo, en cuanto ser negado y excluido; por el otro, una impugnación, de carácter
antielistista e iconoclasta, en relación con la cultura dominante.
1
Esteva, “Cronología”, 2007a, p. 29.
La asociación entre lo plebeyo y las formas de participación de lo popular aparece cristaliza-
da en la imagen de la “invasión” de los pobres y excluidos, que habitan la periferia o descienden
de los cerros, para “cercar” o “sitiar” el centro político y económico de la ciudad. Las revueltas
urbanas de las últimas décadas y la visibilidad persistente que han adquirido los sectores exclui-
Nostromo
dos, vuelven a traer al presente estás imágenes fantasmáticas de la “invasión”, lo cual confirma
hasta que punto la ciudad se ha convertido en “un espacio estratégico”, en el cual se concentra
la actividad de los pobres (los llamados sectores informales), en busca de la sobrevivencia, así
como la acción colectiva de “los que no tienen poder”. Por ejemplo, en Bolivia, la imagen del
cerco indígena a la metrópoli mestizo-criolla, remite a la época de Tupac Katari (1781), que fue
80 actualizada en las insurrecciones de 2003 y 2005. En Argentina, entre 2002 y 2004, el ingreso
cotidiano de las organizaciones de desocupados provenientes de los suburbios, en la ciudad
“cosmopolita” de Buenos Aires, reavivó viejos prejuicios clasistas y racistas.
Por otro lado, la irrupción pública de lo plebeyo aparece ligada a fuertes procesos de cambio
social. No por casualidad, este componente esencial de las formas de participación de lo popu-
lar ha sido detectado muy especialmente por los historiadores latinoamericanos así como por
los estudiosos del populismo. Estos cambios más o menos abruptos en la composición de las
clases subalternas, pueden ser leídos en clave contemporánea a partir de la pérdida de la preg-
nancia (imaginaria o real) de la identidad obrera. Por ejemplo, en Bolivia en las últimas décadas
hemos asistido al pasaje de una matriz “obrero-campesino” a una “indigeno-campesina”, con
fuertes contenidos plebeyos. No por casualidad El retorno de la Bolivia plebeya es el título de uno
de los primeros libros del grupo de intelectuales de Comuna, en Bolivia, (A. García Lineras,
L.Tapia, Raúl Prada) que retoman la noción de “sociedad abigarrada” o “abigarramiento”, de
René Zavaleta. En un contexto diferente, en Argentina, el proceso de descolectivización de las
clases populares de las últimas décadas conllevó un corrimiento del conflicto, manifiesto en la
crisis del mundo obrero tradicional y la emergencia de un proletariado multiforme y plebeyo,
que se reconoce en las nuevas formas de auto-organización barrial y la preeminencia de la
acción directa. Sin embargo, a diferencia del caso boliviano, el carácter plebeyo de las nuevas
organizaciones populares, ilustra un quiebre de solidaridades al interior del mundo –o más bien,
los diversos mundos– de las clases populares. Este quiebre fomentó la construcción de fronte-
ras (culturales y simbólicas), entre el nuevo proletariado plebeyo (leído como el mundo de los
excluidos y a la vez, como “nueva clase peligrosa”), y la clase trabajadora tradicional (asociada
a la “la normalidad” del mundo de los trabajadores asalariados, nucleada en las diferentes cen-
trales sindicales).
En suma, la irrupción de lo plebeyo en el espacio público pone de manifiesto tres cuestiones:
por un lado, es la modalidad histórica o recurrente a la cual apelan los excluidos colectivamente
para expresar sus demandas; algo que al decir de la venezolana M. López Maya (2005) puede
ser denominado como “la política de la calle”; una modalidad en la que convergen la idea de
politicidad de los pobres con la de “explosión de las muchedumbres”. En segundo lugar, dicha
2
Sassen, Espectros, 2003.
3
Más allá de sus evidentes conexiones con otras nociones, como aquella de la “economía moral de la multitud”, de E. P. Thomp-
son, “estructuras del sentimiento”, de R.Williams o, en el lenguaje más específico de la sociología de los movimientos sociales, los
cambios en los repertorios de acción, del propio Tilly, en sus trabajos de sociología histórica, la existencia de una tradición “ple-
beya”, vinculada a la acción de las masas en el espacio público, es un tema muy presente en la literatura historiográfica y sociológica
latinoamericana.
4
Svampa, Sociedad, 2005 y Svampa, Época, 2008.
perspectiva introduce elementos importantes a la hora de analizar las transformaciones en la
composición de las clases populares (la pérdida de elementos pregnantes –imaginarios o reales–,
ligados a la condición obrera y la emergencia de nuevos elementos o dimensiones aglutinantes).
En tercer lugar, permite dar cuenta de la convivencia no tan paradójica de diferentes modelos
o figuras de la democracia presentes en el actual escenario político latinoamericano, esto es, la
consolidación de un modelo de democracia delegativa y decisionista desde arriba, y su con-
Nudos
vergencia con formas de acción directa, de fuerte carácter plebeyo y destituyente, promovidas
desde abajo, tal como afirman M. Saint-Upèry (2008) y F. Ramírez (2008) para el caso de
Ecuador, pero que sin duda incluye a varios de los gobiernos considerados como “progresistas”
(Argentina, Venezuela y Bolivia). 81
En fin, no cabe duda que esta convergencia entre potencia plebeya y liderazgo decisionista
y carismático está en la base de la expansión de la narrativa o tradición nacional popular, y con-
tribuye a matizar el alcance del llamado autonomista que recorre a tantos movimientos sociales.
Sin embargo, tal convergencia no nos debe hacer olvidar que el énfasis en el carácter plebeyo
de las masas está ligado primariamente al fuerte proceso de mutación de las clases populares; o,
para decirlo de otro modo; al surgimiento de nuevos sujetos populares.
En términos generales, la autonomía aparece no sólo como un eje organizativo, sino también
como un planteo estratégico, que remite a la idea de “autodeterminación” (dotarse de su propia
ley, en el sentido de Castoriadis), lo que en clave contemporánea quiere decir centralmente re-
conocimiento de la diversidad y la diferencia. Ahora bien, este llamado autonómico como eje de
las luchas sociales encuentra dos declinaciones fundamentales en América Latina: por un lado,
el proyecto de autonomía de los pueblos indígenas, expresado en la propuesta de creación de
un Estado Plurinacional (como en Bolivia), o también en el avance de las autonomías locales
(como en México). Por el otro, la autonomía se refiere a una demanda muy presente en las or-
ganizaciones sociales y colectivos, que apuestan a la creación de formas organizativas flexibles,
horizontales, vinculadas a la democracia por consenso. En sus versiones extremas, sostenida
especialmente por colectivos o grupos de afinidad, este planteo desafía el pensamiento de iz-
quierda más anclado en las visiones clásicas acerca del poder y de los modos de construcción
contrahegemónica.
Las diferencias entre ambos llamados resulta evidente: mientras el avance de las luchas in-
dígenas da cuenta de una reivindicación específica ligada a la historia latinoamericana y a la
persistencia del modelo neocolonial, el despliegue de la narrativa autonómica aparece asociado
al nuevo talante epocal, presente en gran parte de las sociedades contemporáneas, heredero
de los llamados nuevos movimientos sociales, y directamente vinculado tanto con la crítica a
las izquierdas tradicionales como con la crisis de representación política. Pero, más allá de las
5
En esta línea, Ramírez (2008) sostiene que “la vigente `prioridad de lo social´ se vincula además con la construcción de un campo
político en el que las fuerzas sociales prioritariamente convocadas por los gobiernos progresistas vienen ‘desde abajo’ y poseen
un marcado carácter plebeyo. La prioridad redistributiva, así como otros elementos del orden de lo imaginario en la interpelación
discursiva de los líderes transformacionales, revelarían el retorno de una cierta `política de clase´ en sus decisiones estratégicas y
en sus opciones de política pública. No por casualidad son aquellos, ‘los de abajo’, quienes han sostenido mayoritariamente en las
urnas a los nuevos gobiernos”.
diferencias, en uno y otro caso, la dinámica autonómica tiende a desplegarse en la tensión ins-
cripta entre un proyecto identitario de refundación (la autonomía como horizonte utópico) y el
repliegue diferencialista-identitario (la autonomía como valor refugio).
Para el primer caso, la actual experiencia en Bolivia representa la expresión más acabada
Nostromo
del proyecto político indigenista, tal como fuera ilustrado por el Pacto de Unidad, integrado por
diversas organizaciones indígenas y campesinas vinculadas al MAS, que en 2006 prepararon y
publicaron especialmente para la Asamblea Constituyente un documento que proponía la crea-
ción de un Estado comunitario y plurinacional, prueba elocuente de la apuesta política realizada
por importantes organizaciones sociales, de carácter indígena y rural, respecto de los objetivos
82 refundacionales que se planteaba la Asamblea Constituyente. En un contexto político diferente,
el avance de las autonomías indígenas locales en México de los últimos años ha ido revelando
progresivamente un modelo de construcción del poder, en contraposición a la estatalidad re-
presentada por el PRI y el PAN. Elección y rotación de autoridades según los usos y costumbres,
gestión comunitaria de la educación, en algunos casos, como en Guerrero, policía comunitaria,
son aspectos que cubre el proceso de construcción cotidiana de la autonomía, en la apuesta por
lograr el ejercicio directo de las comunidades indígenas. Luchas locales que progresivamente
enfrentan problemas nacionales en el marco de la globalización: la lucha por la tierra y el terri-
torio (soberanía alimentaria, lucha contra la privatización de la energía eléctrica, el petróleo y los
bienes naturales). Así, las autonomías indígenas son un proceso en construcción, cuyo alcance
todavía no puede ser evaluado en su impacto y magnitud, pero que revela la potencia del pro-
yecto político indigenista.
En segundo lugar, aunque en otro registro, la demanda de autonomía recorre también otras
formas de resistencia cuyos elementos centrales son la horizontalidad y la democracia por con-
senso. Esta narrativa autonómica se alimenta de una desconfianza radical respecto de las es-
tructuras partidarias y sindicales, así como de toda instancia articulatoria superior. En tanto
talante epocal, da cuenta de una transformación importante en la dinámica de construcción de
las subjetividades políticas, que gran parte de la teoría social contemporánea ha subrayado en
términos de procesos de individualización. Por ello mismo hablamos de una narrativa, pues
ésta se construye como un relato identitario, de producción del sujeto, en el cual cuenta la ex-
periencia personal de los actores, más que una inscripción del sujeto en la comunidad, el pueblo
o la clase social.
Cierto es que no hay que caer en la tentación metonímica y confundir la parte con el todo,
pero resulta claro que la demanda de autonomía es uno de los rasgos más salientes del campo
contestatario. Más aún, para el caso latinoamericano, la conjunción entre territorialidad, acción
directa, difusión de modelos asamblearios y demanda de autonomía, han ido configurando un
ethos militante, esto es, un conjunto de orientaciones político e ideológicas que configuran la ac-
ción colectiva y se expresa a través de nuevos modelos de militancia: entre ellos, la figura “local”
del militante social o territorial, verdadera columna vertebral de los grandes movimientos sociales
de América Latina, así como la figura más “global” del activista cultural, que se halla difundida
tanto en los países del centro como de la periferia, sobre todo en el ámbito de la comunicación
alternativa, la intervención artística y la educación popular.
6
Para el tema, véase G. López y Rivas, “Autonomía”, 2004 y López Barcenas, “Autonomías”, 2006.
7
La categoría de narrativa ha sido definida por Koselleck, Futuro, 1993, como la dimensión específicamente temporal mediante la
cual los actores asignan sentidos a la vida, individual y colectiva, eslabonando el tiempo como hilo articulador de la narración.
Diferentes aunque complementarios, el militante social territorial y el activista cultural no
siempre se encuentran en el largo camino de las luchas. En efecto, a diferencia de otras décadas,
las nuevas formas de activismo son particularmente celosas de su autonomía, y en ambos casos
(sea en América Latina o en Europa) aún no está claro si la mayor distancia o la articulación con
los movimientos sociales es sólo un problema de dinamismo socio-político, de potencialidad
intrínseca o de irreductibles diferencias en términos de horizonte de expectativas. Sin embargo,
Nudos
a diferencia de los colectivos alterglobalización que encontramos en Europa, en América Latina
éstos buscan una mayor articulación con los grandes movimientos sociales, constituyéndose en
creadores de nuevos sentidos políticos y culturales, o bien, asumiendo el rol de reproductores
de los acontecimientos en un contexto de intensificación de las luchas sociales. Esto sucede 83
actualmente con los activistas socio-ambientales, cuya forma de militancia expresa una vocación
nómade, en el marco de relaciones de afinidad y redes de solidaridad con organizaciones rurales
y urbanas, sean campesinos, indígenas o conglomerados urbanos más heterogéneos desde el
punto de vista social y étnico.
Un caso de articulación singular ha sido sin duda el zapatismo. En efecto, más allá de la
valoración que hagamos de éste, el zapatismo conllevó una reformulación de los planteos de
las izquierdas latinoamericanas, en un movimiento que, por un lado, lo separaba de una parte
importante de las izquierdas vernáculas (por su crítica a la concepción del poder); por el otro, lo
conectaba directamente con el nuevo ethos epocal, ilustrado emblemáticamente por la narrativa
autonomista. Esto fue lo que dotó al zapatismo de una gran capacidad de atracción e irradia-
ción: su poderosa interpelación específica (hacia los pueblos indígenas), estaba lejos de decli-
narse en términos de un neofundamentalismo étnico o de repliegue identitario; al tiempo que la
forma de concebir la política desde abajo, reclamando autonomía, horizontalidad y democracia
por consenso eran valores compartidos con los nuevos movimientos sociales (feministas, ecolo-
gistas, entre otros) surgidos a partir de los años sesenta en Europa y Estados Unidos. La noción
de autodeterminación fue la llave que unió estas dos dimensiones de la autonomía, provenientes
de experiencias tan diversas.
En Argentina, hubo un amplio desarrollo de la narrativa autonomista que incluye desde las
organizaciones de desocupados independientes, asambleas barriales, organizaciones de dere-
chos humanos, fábricas recuperadas, asambleas socio-ambientales, numerosos colectivos cultu-
rales e incluso experiencias centradas en la denuncia de la precarización laboral y nuevos acti-
vistas sindicales. Recordemos que, en este país la presencia de la matriz comunitaria, a través de
las organizaciones indígenas, es más bien marginal. Pese a que en el campo de los movimientos
sociales, la narrativa autonomista se nutre de un discurso práctico, antes que teórico, cabe se-
ñalar la fuerte resonancia que en el campo cultural tuvieron Deleuze, la filosofía política italiana
(Toni Negri y Paolo Virno), así como algunos textos de Holloway y el zapatismo. En breve,
mientras que en el caso de México este nuevo talante epocal presenta diversas modalidades de
conjunción con la matriz indigenista, en Argentina ésta se nutre casi exclusivamente del rechazo
a la izquierda tradicional y el sistema institucional, instalando una tensión entre la afirmación
de la autonomía como horizonte político emancipatorio y la autonomía como valor refugio.
Tanto las asambleas barriales que proliferaron durante 2002, como en la actualidad la Unión de
8
Como afirma M. Bergel (2008), “un rasgo que configura una de las especificidades de los autónomos argentinos: el recono-
cimiento de la superioridad epistemológica y política del momento práctico, y el celo por la irreductible singularidad de cada
experiencia”.
Asambleas Ciudadanas (UAC), que nuclea unas setenta organizaciones de base que luchan contra
la megaminería a cielo abierto y los agronegocios, ilustran el segundo caso (la autonomía como
valor refugio), y visibilizan las dificultades que en términos de construcción política enfrenta
esta cultura militante, sobre todo, a partir de la actualización de lo nacional-popular y el surgi-
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Nudos
ma consensuado por varios gobiernos latinoamericanos en el año 2000, cuyo objetivo central
es el de facilitar la extracción y exportación de dichos productos hacia sus puertos de destino.
De este modo, en términos geopolíticos, el extractivismo que hoy busca implantarse en la re-
gión latinoamericana, desde México a la Argentina, no aparece como un destino, sino como una 85
opción política y también civilizatoria, asumida por los diferentes gobiernos, que va reconfiguran-
do negativamente los territorios y economías al tiempo que genera una nueva dependencia: cada
vez se exportan más materias primas, lo cual aparece reflejado en la concentración económica,
en la especialización productiva, así como en la consolidación de enclaves de exportación, ras-
gos que históricamente fueron criticados tanto por las corrientes desarrollistas como marxistas.
Así, una cuestión importante es que el actual escenario ilustra no sólo un continuado acopla-
miento entre extractivismo neodesarrollista y neoliberalismo, expresado por los casos de Perú,
Colombia o México, sino también entre extractivismo neodesarrollista y gobiernos progresistas
(Ecuador, Bolivia, Venezuela, Argentina), en un contexto de fortalecimiento de las capacidades
estatales, lo cual complejiza aún más la problemática ligada a la multiescalaridad de los conflictos
en donde se entrecruzan políticas públicas, diferentes lógicas de acción y territorialidades diversas.
Una de las consecuencias de la actual inflexión extractivista ha sido la explosión de conflictos
socioambientales, visibles en la potenciación de las luchas ancestrales por la tierra, de la mano
de los movimientos indígenas y campesinos, así como en el surgimiento de nuevas formas de
movilización y participación ciudadana, centradas en la defensa de los recursos naturales (defi-
nidos como “bienes comunes”), la biodiversidad y el ambiente. Así, por encima de las marcas
nacionales, la dinámica de las luchas va asentando las bases de un lenguaje común de valoración
sobre la territorialidad, que da cuenta cada vez más del cruce innovador entre matriz indíge-
no-comunitario y el discurso ambientalista. Dicha convergencia se expresa en lo que podemos
denominar el giro ecoterritorial, que ilustra el modo en cómo se piensan y representan, desde la
perspectiva de los actores sociales, las actuales luchas socioambientales, centradas en la defensa
de la tierra y el territorio.
Tal vez podría pensarse que la consolidación de un lenguaje de valoración alternativo sobre
la territorialidad es más inmediato para el caso de las organizaciones indígenas y campesinas,
debido a la estrecha relación que éstas plantean entre tierra y territorio, en términos de comu-
nidad de vida, como a la notoria reactivación de la matriz comunitaria indígena acaecida en las
últimas décadas. Sin embargo, lejos de ser exclusivo de aquellas regiones con fuerte presencia de
pueblos originarios, la “ambientalización de las luchas”11 alcanza incluso otros países, como la
Argentina, donde en los últimos años se han multiplicado las resistencias campesino-indígenas
y, sobre todo, los movimientos socio-ambientales.
En este sentido, lo más novedoso es la articulación entre actores diferentes, lo cual ha venido
dando lugar a un diálogo productivo entre disciplinas y saberes, caracterizado por la valorización
10
Coincidimos con la caracterización amplia que del extractivismo hace Gudynas, Tesis, 2009b.
11
Leff, Ambiental, 2007.
de los saberes locales y la elaboración de un saber experto independiente de los discursos domi-
nantes. Resulta imposible realizar un listado de las redes auto-organizativas nacionales ambien-
talistas que hoy existen en América Latina, además de las organizaciones campesino-indígenas
preexistentes. A título de ejemplo, podemos mencionar la CONACAMI (Confederación Nacional
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de Comunidades Afectadas por la Minería, nacida en 1999, Perú), la Unión de Asambleas Ciu-
dadanas (UAC, Argentina), surgida en 2006 que, como hemos señalado, congrega organizaciones
de base que cuestionan el modelo minero y el de los agronegocios; y la Asamblea Nacional
de Afectados Ambientales (ANAA, México), creada en 2008, en instalaciones de la UNAM, que
cuenta con el apoyo de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (uccs).12 Estas
86 redes y movimientos socioterritoriales han ido generando un lenguaje común opuesto o divergente
al discurso eficientista y la visión desarrollista, propia de la narrativa dominante, cuyos tópicos
comunes son los siguientes:13
a) Bienes comunes: La defensa de los recursos naturales aparecen resignificados como “bienes
comunes” que garantizan y sostienen las formas de vida en un territorio determinado. El con-
cepto, muy generalizado en el espacio de los movimientos sociales, integra visiones diferentes
que sostienen la necesidad de mantener fuera del mercado aquellos recursos que, por su carácter
de patrimonio natural, social, cultural, poseen un valor que rebasa cualquier precio. Este carácter
de “inalienabilidad” aparece vinculada a la idea de lo común, lo compartido y, por ende, a la
definición misma de la comunidad o ámbitos de comunidad.14
La referencia en torno de los bienes comunes aparece íntimamente y asociada al del territo-
rio:15 así, no se trataría exclusivamente de una disputa en torno a los «recursos naturales», sino
por la construcción de un determinado “tipo de territorialidad” basado en la protección de “lo
común” (patrimonio natural, social y cultural). Varios serían los pilares que dan sustento expe-
riencial a este lenguaje en torno de “lo común”. En unos casos, la valoración del territorio está
ligada, entre otras cuestiones, a la historia familiar, comunitaria e incluso ancestral («territorio
heredado»); otras veces, involucra a quienes, habiendo optado por abandonar los grandes centros
urbanos del país, han elegido los lugares hoy amenazados («territorio elegido»). Por último, la
concepción del territorio «heredado» y/o del territorio «elegido», va convergiendo con la concep-
ción del territorio vinculada a las comunidades indígenas y campesinas («territorio originario»).
En la línea del “territorio originario”, se inserta la defensa cada vez más relevante del derecho de
autodeterminación de los pueblos indígenas, expresado a nivel internacional en el convenio 169 de
la OIT, que recogen todas las constituciones latinoamericanas, el cual se ha convertido en una herra-
mienta fundamental para lograr el control/recuperación del territorio, amenazado por el actual
modelo de desarrollo, tal como lo reflejan los casos de Perú y Ecuador, y recientemente en Bolivia.
b) Justicia ambiental: El giro eco-territorial presenta contactos significativos con lo que los
propios actores denominan «movimiento de justicia ambiental», originado en la década de 1980
en comunidades negras de Estados Unidos. La noción de justicia ambiental “implica el derecho
a un ambiente seguro, sano y productivo para todos, donde el medio ambiente es considerado
12
Para el tema véase Navarro y Pineda, “Luchas”, 2010 y Hernández Navarro, “Resistencia”, 2010.
13
Hemos escogido desarrollar sólo cuatro de estos marcos comunes, los cuáles además tienen un peso desigual en la dinámica
misma de las luchas. Una caracterización más exhaustiva debería incluir aquel de “soberanía alimentaria”, que no hemos tomado aquí
y que sostienen la mayoría de los movimientos campesinos.
14
Esteva, “Commons”, 2007b.
15
Pese a su uso extendido y aunque ésta viene asociada íntimamente al tema del territorio, no ha habido mayores debates en América
Latina sobre la noción misma de bienes comunes. En realidad, el concepto proviene de la tradición anglosajona. Para el tema véase
Helfrich, “Ámbitos”, 2008.
en su totalidad, incluyendo sus dimensiones ecológicas, físicas, construidas, sociales, políticas,
estéticas y económicas. Se refiere así a las condiciones en que tal derecho puede ser libremente
ejercido, preservando, respetando y realizando plenamente las identidades individuales y de
grupo, la dignidad y la autonomía de las comunidades”.16
Este enfoque, que enfatiza la desigualdad de los costos ambientales, la falta de participación
y de democracia, el racismo ambiental hacia los pueblos originarios despojados de su territorios
Nudos
en nombre de proyectos insustentables, en fin, la injusticia de género y la deuda ecológica, están
en el origen de diversas redes de justicia ambiental que hoy se desarrollan en América Latina, en
países como Chile (OLCA, Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales) y Brasil
(Red de Justicia Ambiental).17 87
c) El buen vivir: Una de las consignas que ha otorgado mayor vitalidad al actual giro eco-terri-
torial es la del buen vivir, suma kausay o suma qamaña, vinculado a la cosmovisión indígena andina
(quechua y aymara). Sin duda, éste es uno de las tópicos más movilizadores, nacidas en la región,
que tiende a desplazar otros (como el de Justicia Ambiental), tendiendo puentes entre pasado
y futuro, entre matriz comunitaria y mirada ecologista. ¿Cuáles son los sentidos que adquiere
el «buen vivir» en los actuales debates que se llevan a cabo, sobre todo, en Ecuador y Bolivia?
Todos coinciden en afirmar que es un «concepto en construcción». Para el boliviano Xavier
Albó (2009), detrás del concepto está la lógica de las comunidades de muchos pueblos indígenas
originarios, contrapuestos a las sociedades y poderes dominantes y su plasmación como parte
del país. Esta línea eco-comunitarista es ilustrada por el canciller boliviano David Choquehuan-
ca, un intelectual aymara de amplio recorrido en el mundo de las ONG. Por otra parte, para la
ecuatoriana Magdalena León, la noción de «buen vivir» se sustenta «en reciprocidad, en coope-
ración, en complementariedad» y aparece ligada a la visión eco-feminista de cuidado de la vida,
de cuidado del otro.18
Dos Constituciones latinoamericanas, la de Ecuador y Bolivia, incorporaron la perspectiva
del «buen vivir». Para el caso del Ecuador, el gobierno elaboró, a través del SENPLADES (Se-
cretaría Nacional de Planificación y Desarrollo), el Plan del Buen Vivir, 2009-2013 que propone,
además del “retorno del estado”, un cambio en el modelo de acumulación, más allá del prima-
rio-exportador, hacia un desarrollo endógeno, biocentrado, basado en el aprovechamiento de la
biodiversidad, el conocimiento y el turismo. Como afirma el plan presentado, “el cambio no será
inmediato, pero el programa del “Buen Vivir” constituye una hoja de ruta”.19
Es importante destacar que mientras en Ecuador se dota de un largo linaje a la filosofía del
«buen vivir» (que va desde Aristóteles, hasta el eco-socialismo y el eco-feminismo), en Bolivia,
cuyo proceso político es más auto-centrado, solo se lo liga a la visión de los pueblos originarios.
Sin embargo, y dada la importancia de los debates actuales, por el momento el «buen vivir» es
una superficie amplia sobre la cual se van inscribiendo diferentes sentidos emancipatorios. En
éstos lo comunitario aparece como marco inspirador y núcleo común, más allá de las dificulta-
des de traducirlo en experiencias (no es posible idealizar el mundo comunitario indígena ni tam-
poco ignorar las diferentes declinaciones de lo comunitario en América Latina), o de traducirlo
en políticas públicas concretas, frente al extractivismo reinante. Ciertamente, la amenaza es su
16
Acselard, “Conflicts”, 2004, p. 16.
17
Pueden consultarse los siguientes sitios: http://www.olca.cl/oca/justicia/justicia02.htm y www.justicaambiental.org.br/_justi-
caambiental
18
León, “Economía”, 2009.
19
Ospina, “Significado”, 2010.
temprano vaciamiento en manos de retóricas de legitimación gubernamental, o bien su posible
«vampirización» por parte de los organismos internacionales, como ya ha sucedido en otras
épocas con otras nociones de gran potencialidad política.
d) Derechos de la Naturaleza: Esta perspectiva jurídica-filosófica, basada en la ecología profun-
Nostromo
da, aparece por primera vez en la nueva Constitución Ecuatoriana, cuyo carácter innovador da
cuenta de lo que E. Gudynas denominó el «giro biocéntrico», subrayando el desplazamiento
desde una visión antropocéntrica de la Naturaleza hacia otra, centrada en ésta última como
sujeto de derechos. En esta línea, se plantearían igualmente también diferentes tipos de ciuda-
danía (ciudadanía ambiental y meta-ciudadanía ecológica), o dos tipos de justicia independiente,
88 la justicia ambiental, que exige condiciones sociales equitativas y un medioambiente sano y no
contaminado, y la justicia ecológica, referida a la sobrevivencia de las especies y sus ecosistemas
como redes de vida.20
En sintonía con esta visión, una de las mayores expresiones ha sido la propuesta del gobier-
no ecuatoriano, en mayo de 2007, de no explotar el petróleo del parque nacional Yasuni (bloque
43), esto es, de mantener el crudo en tierra, con la idea de combatir el cambio climático, prote-
ger la biodiversidad y el apoyo a las culturas aisladas; en fin, de promover un tipo de desarrollo
social, basado en la conservación de la naturaleza y las energías alternativas. La comunidad
internacional participaría con una compensación financiera, creando un fondo de capital que
sería administrado por la ONU, con la participación del Estado ecuatoriano, la sociedad civil y
los contribuyentes. Vale aclarar que el Yasuni, situado en la Amazonía, al Este del Ecuador, es
el bosque más biodiverso del planeta: “en una sola hectárea del bosque hay tantas especies de
árboles como en todo EEUU y Canadá juntos”.21
Organizaciones de pueblos originarios, como la CONAIE (Confederacional Nacional de Indí-
genas del Ecuador) y ONGs ambientalistas, como Acción Ecológica, muy activas en este campo,
ilustran el giro eco-territorial de las luchas; no sólo porque estamos hablando del país en el cual
se han pergeñado innovaciones jurídicas y constitucionales, como la ya referida, sino porque en
un contexto de grandes tensiones con el gobierno de Rafael Correa, dichos actores colectivos
apuntan permanentemente a la profundización del debate acerca del modelo de desarrollo y la
construcción de una alternativa al extractivismo reinante.
En qué medida estos marcos comunes que recorren las organizaciones indígenas y los movi-
mientos socioterritoriales se constituyen per se en una alternativa al extractivismo neodesarrollis-
ta dominante es, desde nuestra perspectiva una pregunta de difícil e incompleta respuesta. Una
primera cuestión a subrayar es que, cuando hablamos de giro ecoterritorial, nos referimos a la
construcción de marcos de la acción colectiva,22 que funcionan como estructuras de significa-
20
Gudynas, “Tesis”, 2009b, Acosta, Maldición, 2010.
21
El parque Nacional Yasuní es, además, hogar de los Huaorani y de algunos de los últimos pueblos indígenas que aún viven en
aislamiento. En estas tierras se encuentran las reservas más grandes de petróleo ecuatoriano, en el bloque Ishpingo-Tambococha-
Tiputini (itt) con 900 millones de barriles.
22
Goffman definió a los marcos como “esquemas de interpretación que capacitan a los individuos y grupos para localizar, percibir,
identificar y nombrar los hechos de su propio mundo y del mundo en general» (1991). Desde una perspectiva constructivista e in-
teraccionista existen sin embargo diferentes enfoques sobre los “procesos de enmarcamiento”. Para el tema, véase Rivas, “Análisis”,
1998; Snow, “Analyse”, 2001.
ción y esquemas de interpretación contestatarios o alternativos. Dichos marcos tienden a de-
sarrollar una importante capacidad movilizadora, a instalar nuevos temas, lenguajes y consignas,
al tiempo que orientan la dinámica interactiva hacia la producción de una subjetividad colectiva
común. Con esto no pretendemos enclaustrar la noción en un concepto académico (o un instru-
mento meramente analítico), pero si volver la atención sobre el modo en cómo los movimientos
y organizaciones sociales inscriben y van dotando de sentido a sus luchas, ya que además ése es
Nudos
el contexto desde el cual se piensa y se hace teoría en América Latina. En ese sentido, resulta
claro que este marco común de significaciones apunta a la expansión de las fronteras del dere-
cho, en clara oposición al modelo dominante, así como expresan una disputa societal en torno
de lo que se entiende o debe entenderse por “verdadero Desarrollo” o “Desarrollo alternativo” 89
y, de manera más extensa, de lo que se entiende por Democracia, dada la exclusión de las po-
blaciones afectadas. Sea en un lenguaje de defensa del territorio y los bienes comunes, de los
Derechos Humanos, de los derechos de la Naturaleza, o del “buen vivir”, la demanda apunta a
una democratización de las decisiones, más aún, al derecho de los pueblos de decir «NO» frente
a proyectos que afectan fuertemente las condiciones de vida de los sectores más vulnerables y
comprometen el futuro de las generaciones.
En este sentido, el giro ecoterritorial de las luchas da cuenta de cómo las organizaciones
y movimientos sociales involucrados van construyendo conocimiento alternativo, en torno a
marcos comunes, lo cual constituye una condición necesaria pero no suficiente para hablar de
alternativas al modelo de desarrollo imperante. Al margen de las experiencias locales que pue-
dan erigirse como modelo (experiencias alterdesarrollistas, de carácter comunitario y economías
regionales fuertes, a menudo invisibilizadas), en los últimos tiempos han comenzado a debatirse
propuestas de salidas al extractivismo, desde un nivel más macrosocial,23 las cuales todavía no
han sido suficientemente debatidas (y reapropiadas) por las propias organizaciones sociales.
En gran parte de los casos, las organizaciones y redes movilizadas se hallan abocadas a la ela-
boración de un diagnóstico común, así como a una serie de estrategias de lucha cuyo objetivo es
netamente defensivo: se trata de detener y neutralizar el avance –por demás vertiginoso– de los
proyectos extractivos. Asimismo, las nuevas estructuras de significación están lejos todavía de
haberse convertido en debates de sociedad. Ciertamente, son temas que tienen una determinada
resonancia social, a través de su inscripción en la agenda política y parlamentaria, pero las expec-
tativas económicas y políticas que muchos ciudadanos latinoamericanos colocan en las políticas
públicas y en los procesos de transformación social encarados por los gobiernos progresistas,
opacan, subalternizan y tienden a neutralizar la potencia de dichos marcos contestatarios.
Adicionalmente, existen otros obstáculos, vinculados a las dificultades propias de los movi-
mientos de resistencia, atravesados a veces por demandas contradictorias de las organizaciones,
así como por la persistencia de ciertos imaginarios sociales convencionales en torno al desarro-
llo. Así, una de las dificultades aparece reflejada por la tensión de territorialidades. En este sen-
tido, es necesario reconocer que el actual proceso de construcción de territorialidad se realiza
en un espacio complejo, en el cual se entrecruzan lógicas de acción y racionalidades portadoras
de valoraciones diferentes. De modo esquemático, puede afirmarse que existen diferentes ló-
gicas de territorialidad, según nos refiramos a los grandes actores económicos (corporaciones,
elites económicas), a los Estados (en sus diversos niveles), o a los diferentes actores sociales
23
En ese sentido, hay que subrayar los aportes de E. Gudynas y de A. Acosta, así como la realización de diferentes debates y talleres
de discusión realizados en diferentes países de América Latina, sobre las alternativas al extractivismo.
organizados y/o intervenientes en el conflicto. Mientras que las lógicas territoriales de las cor-
poraciones y las elites económicas se enmarcan claramente en un paradigma economicista, que
señala la importancia de transformar aquellos espacios donde se encuentran los recursos na-
turales considerados estratégicos en territorios eficientes y productivos; la lógica estatal, en sus
Nostromo
diversos niveles, suele insertarse en un espacio de geometría variable. Por ejemplo, respecto de
la minería transnacional a gran escala, más allá de la diferencia de sus regímenes políticos y sus
modalidades de intervención, la Argentina y el Perú presentan grandes similitudes: se trata de
modelos de desposesión en donde prima la lógica economicista de las corporaciones trasnacio-
nales, favorecidas y profundizadas por las políticas públicas nacionales y regionales. Distinto es
90 el caso de Bolivia, ya que durante el primer mandato de Evo Morales la nueva lógica estatalista
entró en conflicto con la lógica propia de las empresas, instalando al Estado en un doble clivaje:
de un lado, una política que apunta al control estatal de la renta; de otro lado, una racionalidad
que despliega una visión puramente economicista del territorio. A su vez, ambas lógicas buscan
articularse con un principio más amplio, parcialmente redistributivo (a través de la relación entre
la renta extractivista y los programas sociales).
La cuestión es aún más compleja si nos referimos a los pueblos originarios y sus organiza-
ciones, ya que la problemática del territorio aparece cada vez más ligado a la demanda de auto-
nomía, entendida ésta como autodeterminación, lo cual, como afirma H. Díaz Polanco (2008),
significa el reconocimiento de la diversidad y la diferencia cultural, así como la inscripción de los
derechos colectivos, económicos y sociales, al interior del territorio. Así, más allá de las resisten-
cias efectivamente existentes a las nuevas modalidades de acumulación del capital, los propios
pueblos originarios y sus organizaciones expresan territorialidades múltiples.
Esta colisión de territorialidades parece caracterizar varios de los conflictos propios del se-
gundo mandato del gobierno de Evo Morales, respecto de la lógica territorial de las organi-
zaciones indígenas rurales, expresadas de manera emblemática por CIDOB (Confederación de
Pueblos indígenas del Oriente Boliviano) y CONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas
del Qullasullu), que reclaman el respeto a las autonomías (sobre todo, de las Autonomías In-
dígena Originaria Campesinas), tal como figuran en el texto constitucional y de los derechos
colectivos inscriptos en el mismo: el derecho a consulta a través de las estructuras orgánicas,
cuando se trata de proyectos que pueden afectar los territorios de pueblos originarios, el dere-
cho a usufructuar de los beneficios económicos de la explotación de los recursos naturales no
renovables, en fin, el derecho a la gestión de un ambiente sano en sus territorios. En suma, en
consonancia con Bebbington y Bebbington (2009), para el caso de Bolivia, la problemática del
control de los bienes naturales, inserta la discusión en diferentes registros de conflicto y permite
establecer matices, acerca de la relación de oposición entre el actual modelo de desarrollo y las
comunidades campesino-indígenas.24
En segundo lugar, hay que añadir que, pese a que el extractivismo (y muy particularmente
la minería), cuenta con una oscura historia en América Latina, en aquellos países donde existe
una tradición de minería a gran escala, hay fuertes renuencias a disociar minería y desarrollo,
tal como sucede en Bolivia y Perú, donde en una misma organización puede coexistir tanto la
denuncia de la desposesión como el interés por obtener mejores beneficios de la explotación
24
Los autores citados analizan para el caso de la explotación del gas, en el Chaco boliviano, cómo dichos conflictos dan cuenta del
cruce y sobreposición de la nueva territorialidad estatal, las demandas autonómicas de las elites regionales y las demandas territo-
riales de las organizaciones y pueblos indígenas.
económica. Con grandes ambivalencias, la persistencia de un imaginario convencional del de-
sarrollo, involucra también a las propias organizaciones sociales.
Por último, uno de los problemas más graves es la desconexión existente entre organizacio-
nes que luchan contra el extractivismo, más ligadas al ámbito rural y a las pequeñas localidades,
y los movimientos sindicales urbanos, que representan a importantes sectores de la sociedad y
conservan un fuerte protagonismo social. Ciertamente, gran parte de las organizaciones invo-
Nudos
lucradas en la luchas socioambientales se desarrollan en territorios rurales, algunos semiaslados,
donde residen poblaciones campesinas e indígenas. El corrimiento de las fronteras de explo-
tación amenaza dichos territorios, muchas veces concebidos desde una mirada miserabilista
(poblaciones atrasadas, economías sumergidas), o bien desde una mirada sacrificial (concebidos 91
como “desiertos” o “territorios socialmente vaciables”, en la medida en que, a excepción de los
recursos estratégicos, no contendrían elementos o bienes valorizables por el capital). Asimismo,
los megaproyectos se extienden sobre pequeñas y medianas localidades, cuyo poder de presión
es más débil y su vulnerabilidad mayor, respecto de las grandes ciudades. En todo caso, la lejanía
respecto de los grandes nodos urbanos, ha contribuido a reforzar las fronteras entre campo y
ciudad, entre la sierra, la selva y la costa, como en Perú y Colombia; o entre las pequeñas locali-
dades y las grandes ciudades, como en Argentina, en la medida en que estos megaproyectos (mi-
neras, agronegocios, represas, entre otros) sólo afectan de manera indirecta a las ciudades. Como
corolario, esto se ve reforzado por los procesos de fragmentación territorial que ha conllevado
la implementación de proyectos extractivistas y la consolidación de enclaves de exportación.
A modo de conclusión
El análisis de la gramática actual de las luchas sociales en América Latina da cuenta de tres rasgos
mayores, estrechamente vinculados. En primer lugar, las formas de participación de lo popular
desbordaron los contenidos establecidos, y fueron multiplicando otros focos de producción de
la política, cuya clave de construcción son la democracia directa y asamblearia, así como una
perspectiva plebeya y antielitista de las relaciones de poder. Ello reinstaló la cuestión del retorno
de la política a las calles, colocando en el centro la (re)apropiación del espacio público como
lugar privilegiado del antagonismo político y del reclamo en términos de derechos, al tiempo
que fue consolidando un nuevo ethos militante, esto es, un conjunto de orientaciones políticas e
ideológicas que se expresan a través de diferentes modelos de militancia, tales como el militante
territorial, el activista cultural y, de manera más reciente, el activista ambiental. Sin embargo, la
emergencia plebeya presenta claros lazos con la matriz nacional-popular, que hoy reivindican
no pocos gobiernos progresistas de la región, entre ellos Venezuela, Bolivia y Argentina. De
este modo, en varios países, el nuevo ethos militante ha ido realizando un pasaje hacia la esfera
institucional, en el que la autonomía es subalternizada, o bien se declina de forma conflictiva,
según los diferentes escenarios nacionales.
En segundo lugar, uno de los datos mayores del escenario latinoamericano es que la gramática
de las luchas sociales ha incorporado el tema de las autonomías indígenas En este sentido, el nuevo
despertar político de los pueblos indígenas se instala tanto en el terreno de la memoria larga, como
en el de la memoria corta de las luchas: en efecto, la relegitimación de la matriz comunitaria ha teni-
do como telón de fondo el avance de la globalización neoliberal, expresado en la actualidad en la
sobreexplotación de los recursos naturales y la expansión de las fronteras del capital hacia territo-
rios considerados como “socialmente vaciables”25 desde el punto de vista de la lógica del capital.
Por último, en los últimos años, por encima de sus diferencias nacionales, la nueva gramática
de las luchas aparece cada vez más marcada por el giro eco-territorial, en el cual convergen de
manera novedosa matriz indigenista y lenguaje ambientalista. Dicho giro da cuenta de un cre-
Nostromo
ciente conflicto entre las grandes corporaciones trasnacionales, en su alianza con los diferentes
gobiernos, y los derechos de las comunidades y los pueblos, sostenidos por una legislación in-
ternacional, (Convención 169 de la OIT y Declaración de las Naciones Unidas del 2007), y por
las Nuevas Constituciones políticas de Bolivia y Ecuador. Sea en un lenguaje de defensa de los
Derechos Humanos o de los derechos de la Naturaleza, la demanda apunta a una democrati-
92 zación de las decisiones, más aún, al derecho de los pueblos de decir “NO”, frente a proyectos
que afectan fuertemente sus condiciones de vida y comprometen el futuro de las generaciones.
La propuesta de constituir un Tribunal de Justicia Ambiental por parte de diferentes organi-
zaciones continentales en el cuál se traten estas cuestiones es sin duda un punto de partida
importante, en un contexto en el cual coinciden desapropiación de territorios y expansión de
las fronteras del derecho.
En suma, los movimientos sociales siempre han combinado dimensiones destituyentes con
otras dimensiones más instituyentes; respuestas defensivas con la creación de novedosos “cam-
pos de experimentación” (Boaventura de S. Santos), en los cuáles se tejen y destejen nuevas al-
ternativas societales. Desde nuestra perspectiva, en lo que respecta principalmente a la discusión
sobre los modelos de desarrollo, en los últimos años, los movimientos y organizaciones sociales
han venido generando un espacio común de saberes alternativos, que todavía deben ser leídos
en un nivel más modesto del que enuncian algunos actores involucrados: asistimos a la estruc-
turación de temas, consignas, conceptos, límites, que operan como marcos de acción colectiva
contestatario respecto de la modernidad dominante y alimentan los debates sobre la salida al ex-
tractivismo y una modernidad alternativa. Estos marcos no son meramente discursos ni mucho
menos puras herramientas analíticas, pero corren el riesgo de devenirlo, no solamente debido
a la vertiginosidad y a la envergadura de los proyectos extractivos en curso, y a la urgencia por
responder, detener o neutralizar dichos avances, sino también porque éstos se insertan en un
espacio de tendencias contradictorias, que ilustran la actual complementaridad entre lenguaje
progresista y modelo de desarrollo dominante.
La disputa por el modelo de desarrollo deviene entonces el verdadero punto de birfurcación
de la época actual. Todo ello abre un gran interrogante acerca de las futuras resoluciones de las
tensiones y colisiones que se establecen entre, por un lado, las vías del extractivismo neodesa-
rrollista adoptado por los diferentes gobiernos, independientemente del signo político-ideológi-
co, y por otro lado, las luchas de los pueblos originarios y de tantos otros movimientos sociales
latinoamericanos, que hoy ilustran el giro eco-territorial de la región.
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I
Vivimos tiempos tensos, difíciles, ambiguos y promiscuos. Son tensos y difíciles pues, al estallar
en la nada las promesas de una supuesta generalización de cierto bienestar privado, que hipoté-
ticamente llegaría de la mano del libre mercado y de la privatización capitalista de casi todo lo
que existe en el mundo, y tras la vertiginosa ola de movilizaciones y levantamientos que en la
América Latina de comienzos de siglo ocasionó tal estallido, estamos hoy viendo la deslucida y
confusa reedición de antiguos proyectos políticos nacionales centrados en el control del aparato
estatal y sus instituciones que, además, no terminan de desligarse del férreo control institucional
y legal que ejerce la avariciosa acumulación del capital. La ambigüedad de la situación, que en-
gendra a su vez la promiscuidad, resulta del hecho de que buena parte de la energía desplegada
*
Profesora e investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la buap, Puebla.
1
Colectivo Situaciones, Conversaciones, 2009. En 2009, el Colectivo Situaciones abordó, mediante una serie de conversaciones con
distintas personas, los “dilemas políticos del presente”. La idea de promiscuidad de los tiempos que corren la recupero de su trabajo:
alude a estos tiempos confusos donde no están nada claros los límites y marcos que distinguen a distintas posturas políticas en el
espacio público.
desde la sociedad trabajadora en su compleja diversidad, con sus vastos ámbitos de vida indíge-
na y comunitaria, no ha sido hasta ahora suficiente como para recomponer de manera estable en
el tiempo algún tipo de articulación política polifónica y diversa que permita ensayar, imaginar
y producir procesos políticos abarcativos y en expansión que establezcan nuevas posibilidades
para auto-regular la convivencia humana y entre nuestra especie y la naturaleza.
La calidad de estos tiempos confusos es lo que me propongo abordar en las siguientes pági-
Nudos
nas. En particular, indagando en la creciente y antagónica tensión que se sigue generado entre
diversos entramados comunitarios indígenas en Bolivia y Ecuador y la colosal ambición de
apropiación privada de territorios, bienes y recursos que sigue empujando la actividad de cor-
poraciones transnacionales, en particular, las extractivas. La confusión no se produce en dicha 95
tensión que, más bien, aporta claridad al debate contemporáneo. La opacidad y falta de clari-
dad se injerta en la contradicción descrita, sobre todo por el hecho de que gobiernos progresistas,
colocados en la administración estatal por los propios movimientos de impugnación al saqueo
transnacional, se vuelcan a través de sus acciones contra sus mismos electores y contra sus
anhelos; aunque, eso sí, usurpando palabras y conceptos labrados desde abajo, argumentando
insistentemente sobre los límites de las transformaciones posibles y, sobre todo, poniendo en
escena sucesivos juegos de espejos donde sus medias verdades se reproducen al infinito, satu-
rando el debate público.
Para analizar la calidad y la amenaza de tales tiempos confusos rescato una intuición del
intelectual aymara Carlos Mamani, quien señala cómo el dominio y control de sus propios ter-
ritorios por parte de las comunidades aymaras en Bolivia habría conservado uno de los com-
ponentes de la unidad pacha –conjunción de tiempo y espacio–, si bien el otro se habría visto
fuertemente afectado. Según Mamani, el control territorial –así sea parcial y fragmentario– que
las comunidades rurales indígenas han conservado en las alturas andinas desde tiempos in-
memoriales resistiendo y coexistiendo tensamente con sucesivas formas de dominación, tanto
coloniales como más modernizadas, ha permitido que no se llegue a trastocar completamente el
modo en que tales comunidades se relacionan con la naturaleza en los sucesivos ciclos producti-
vos. Pese a ello, el disloque de la unidad pacha –conjunción de tiempo y espacio– que se produjo
desde la Colonia y se fue reconfigurando posteriormente, habría afectado drásticamente la di-
mensión tiempo, pues ha subordinado, dificultado o cancelado las formas de autogobierno de las
propias comunidades.
La noción pacha es central en este argumento. Las comunidades aymaras consideran no sólo
que habitan en un lugar, sino que jamás desligan tal cuestión del hecho de que están situadas en
un determinado tiempo. Es en la disposición autónoma de espacio y de tiempo donde fundan
sus posibilidades de autorregulación. Por eso defienden tenaz y enérgicamente los ámbitos de su
autonomía colectiva, así sean parciales, intermitentes o fragmentarios, buscando siempre formas
de disponer de territorios y tiempos propios. Según la idea de Mamani, justamente a partir de la
Esta confusa ambigüedad se hizo patente, en particular, en los discursos y argumentos mediante los cuales el gobierno boliviano
quiso imponer la subida de los precios de los hidrocarburos en Boliva a fines del 2010. No es, por supuesto, el único caso, pero si
uno de los más notables.
Carlos Mamani, intelectual aymara de reconocido prestigio, es citado informalmente por Luis Tapia en Reflexión, 2008. La noción
pacha es central en el pensamiento andino, en especial en el aymara; funciona como prefijo en Pachamama que se suele traducir por
Madre Tierra, o en Pachakuti que refiere a tiempos convulsos cuando el orden del mundo se trastoca. Pacha alude, en términos gene-
rales, a la unidad o conjunción tiempo-espacio donde se desarrolla la vida; también puede usarse como sufijo como en Manqapacha
que significa el espacio-tiempo de lo subterráneo y desconocido o de manera singular como en Awqa Pacha, tiempos y espacios de
la guerra o confrontación.
disposición de territorios –espacios– es que ellos pueden conservar ciertas prácticas productivas
y ciertos formatos no estatales de regulación interna de la convivencia colectiva, que a su vez ha-
bilita su permanencia como entramado comunitario en marcha. Esto ocurre a pesar de que al no
poder disponer autónomamente del tiempo en virtud de las múltiples imposiciones y sujeciones
Nostromo
II
La vertiente comunitaria-popular que irrumpió enérgicamente en el debate público, sobre todo
en Bolivia, a través de sus gigantescas acciones de movilización y levantamiento buscaba, entre
otras cosas, establecer un límite al despojo de determinados bienes y recursos comunes –en
particular el agua, la hoja de coca, la tierra y los hidrocarburos– y, sobre la base de la fuerza y
experiencia recuperadas en tales movilizaciones, amplió sus perspectivas hacia la generalización
de la reapropiación social de otros bienes comunes y de otras riquezas públicas.
Esos tumultuosos esfuerzos colectivos pueden entenderse entonces, también, como la
búsqueda comunitaria y popular por recuperar y conservar o reconstruir sus propios territorios
y, además, por abrir el tiempo, des-sujetándolo de la frenética aceleración que le imprime y le
exige la valorización del capital. Los levantamientos y luchas colectivas pueden entenderse de tal
manera porque lo que hicieron y dijeron quienes se movilizaron con mayor contundencia du-
rante los momentos más enérgicos de las acciones colectivas de insubordinación, no consistió
Sobre el tema del horizonte político comunitario-popular que se abrió entre 200 y 2005 en Bolivia, se puede revisar mi trabajo Los
ritmos del Pachakuti, donde reflexiono ampliamente sobre esto: Gutiérrez, “Ritmos”, 2011.
Sobre el tema de la reconstrucción territorial como fundamento de nuevos cuerpos políticos pueden verse Mamani, Pablo, Geo-
políticas, 2005, así como también el aporte más reciente de Mamani et al., Memorias, 2010.
primordialmente en proponer formas de recomposición general de la convivencia social, sino
en mantener abiertas las posibilidades de deliberación pública y general de los temas más álgidos
para desde ahí, poco a poco, ir transformando las relaciones sociales.
Claramente, esto no es lo que el canon occidental dominante entiende como “política”
pues, bajo esta última clave argumental la cuestión central de la política se circunscribe a la
ocupación y reconducción del estado, de sus instituciones y entramados legales, buscando ante
Nudos
todo restablecer un orden de mando escindido por el levantamiento: unos gobiernan y otros
son gobernados y, cuando más, los segundos delegan periódicamente sus capacidades políticas
en los primeros mediante el voto. En contraste con ello, la noción básica de la política desde
las comunidades consiste en dotarse de los mecanismos y formatos para asegurar la responsabi- 97
lización común sobre el conjunto de los asuntos colectivos, distinguiendo los principales de los
secundarios. Y, por lo tanto, se basa en –y exige necesariamente– disponer de suficiente tiempo
para poder echar a andar los amplios y complejos procesos deliberativos donde poco a poco se
van tomando acuerdos que expresan las decisiones comunes acerca de aquello que es conve-
niente hacer, para posteriormente organizar su ejecución.
Este conjunto coherente de prácticas políticas se hizo claramente visible y mostró su potencia
y capacidad durante la ola de levantamientos y movilizaciones que tuvo lugar entre 2000 y 2005,
así como en la posterior Asamblea Constituyente que sesionó entre 2006 y 2008. El entramado
comunitario que sostiene dichas prácticas y se empeña en dotarse de tales capacidades, consiste
en complejas articulaciones de conglomerados humanos que habitan desde tiempos inmemoria-
les territorios situados en diversas regiones de lo que hoy es Bolivia. Algunos teóricos bolivianos
han reflexionado ampliamente sobre esto. En particular, Tapia, Chávez y Mokrani hablan de la
existencia de una democracia comunitaria, cuya postura y mirada se visibilizó enérgicamente en los
últimos años. En términos de “traducción” y en contraste con las nociones más modernas de
política y democracia, los autores mencionados explican su posición de la siguiente manera:
...hablamos] de una democracia comunitaria en el sentido que habría una participación de casi todos
los miembros de la comunidad, un proceso de deliberación de carácter asambleístico y rotación en
los cargos de autoridad; ésta es una forma de vida política y gobierno que se basa en la propiedad
colectiva de la tierra o en la posesión colectiva del territorio. Habría, por lo tanto, también un vín-
culo entre igualdad y participación, reproducida por la rotación en los cargos de autoridad. Ahora
bien, las estructuras comunitarias tienen criterios de inclusión a partir de los cuales se otorgan
derechos a unos y otros. En estructuras comunitarias, sobre todo en el altiplano, el derecho a par-
ticipar en la vida política y en los cargos de autoridad está dado por la estructura de parentesco. De
manera un poco similar a como ocurre en algunos Estados modernos, en el modo en que se otorga
ciudadanía a los individuos.
Ver Gutiérrez, “Ritmos”, 2011.
En muchas regiones de Bolivia es la comunidad la que posee una determinada cantidad de tierra y existe aún un sistema estacional
de reparto y atribución de parcelas a las unidades domésticas que componen la comunidad en amplias zonas del altiplano andino.
Esta forma de ocupación y usufructo de la tierra poseída en común se conoce como “aynuqa” y constituye una vigorosa tecnología
social altamente eficiente de deliberación, toma de acuerdos y organización de la ejecución de esos acuerdos. Sobre esto, ver Quispe,
Tupak, 1988, p. 11. Esta forma de organizar la producción dota a las comunidades de gran experiencia en el manejo de riesgos, así
como en la coordinación de vastas y complejas redes de actividades combinadas. Los aymaras, en este sentido, se han dotado de
útiles habilidades no sólo para la organización de grandes acciones colectivas sino también para registrar lo que se ha hecho y lo que
ha de hacerse. Esta forma productiva combina: i) terrenos de propiedad colectiva y formas de ocupación diferenciada de esos ter-
renos, ii) parcelas de cultivo específico otorgadas por la comunidad en posesión temporal a las unidades domésticas que gestionan
y usufructúan de los frutos de su trabajo de manera autónoma, iii) espacios de producción colectiva -sobre todo ganaderos- y iv)
obras colectivas de infraestructura. Para más elementos sobre esto ver Gutiérrez, “Ritmos”, 2011.
Tapia y Mokrani, Democracia, 2007, p. 21.
Además, para regular su convivencia interna las comunidades tienen un sistema de cargos
propio para asuntos productivos, para la construcción y mantenimiento de la infraestructura,
para la utilización del agua, para entablar la relación con las instituciones estatales (educativas,
de “asuntos campesinos”, etc.) y para organizar su vida ritual interna. Hay una gran cantidad
Nostromo
de formas y combinaciones para estas prácticas políticas comunitarias que, en conjunto, son
auténticos sistemas de auto-gobierno local. En las comunidades aymaras, la trayectoria política
interna que se espera que sus miembros cumplan se denomina “thaki” –camino, en castella-
no–, y está basado en dos principios que contrastan con los fundamentos de la ciencia política
moderna: tales principios son la “obligatoriedad” y la “rotatividad” en el servicio. En relación
98 a la “obligatoriedad” el principio funciona así: las unidades domésticas requieren actualizar su
pertenencia al entramado comunal año tras año a partir del cumplimiento de las obligaciones
colectivas asumiendo algún cargo. Tal forma de la participación política, entonces, no está ba-
sada en la “libertad” de elegir y ser electo, de acuerdo al principio liberal de la participación
política, sino en la “obligación” de ocupar algún cargo –de mayor o menor importancia– con
sistemática frecuencia en el conjunto de instituciones que regulan y organizan la convivencia
social. A raíz de esta forma de organizar la convivencia común, la intervención colectiva en el
asunto público local es inmediata y continua para cada miembro de la comunidad. El principio
de la “obligatoriedad” de la participación se complementa con el principio de la “rotatividad”
en la ocupación de los principales cargos existentes.10
Ahora bien, pese a que para acometer muchas de las tareas de la producción y la fiesta las
comunidades tienen un nítido funcionamiento bajo estos principios, en términos de las funcio-
nes de representación política o de los cargos más importantes, es muy frecuente que esta lógica
de funcionamiento se estrelle con otros principios operativos y de concepción que entran en
contradicción con los primeros, sobre todo en niveles más alejados de lo estrictamente local:
un ejemplo muy inmediato de tales contradicciones son las que se producen al interior de las
estructuras sindicales campesinas,11 en las cuales, sobre todo desde los niveles provinciales y de-
partamentales, los modos de funcionamiento responden a principios más bien “modernos” de
sistemas de “derechos y deberes” y donde, por lo general, se elige únicamente a los varones.
A otra escala todavía mayor, cuando a finales de 2005 Evo Morales ganó las elecciones, la
contradicción entre formas políticas comunitarias y formas políticas liberales comenzó a ampli-
ficarse. La cuestión es que para esta última forma de lo político, el triunfo electoral garantizaba
al gobierno así conformado, el derecho de mando sobre la sociedad. En contraste con ello, para
muchos varones y mujeres del entramado comunitario rural y periurbano, el masivo apoyo elec-
toral a Evo y al mas expresado no sólo en los primeros comicios sino en los sucesivos procesos
electorales, significaba, sobre todo, la posibilidad de expansión y consolidación de la propia
política comunitaria. De maneras muy diversas se expresó en Bolivia sobre todo entre 2006
Para una discusión de las dificultades que confrontan estas lógicas en medio de la regulación liberal contemporánea puede re-
visarse, Gutiérrez et al., Pluriverso, 2001 y Patzi, Insurgencia, 1999. También, Tapia y Mokrani, Democracia, 2007.
10
Vale la pena notar que “el cargo” lo ocupan las unidades domésticas. En este punto las comunidades cabalgan sobre una contra-
dicción que las desgarra y que es importante exhibir: entre los aymaras se utiliza la palabra “jaqi” para expresar la noción “persona
adulta”. Sin embargo, este término alude, en realidad, a una pareja unida en matrimonio que está a cargo de una unidad doméstica.
En tanto el puesto de vocero de la unidad doméstica lo tienen por lo general los varones, hay aquí una dificultad para pensar en la
participación política no mediada de las mujeres de las comunidades. Sobre esto ver Canessa, Minas, 2006, pp. 83-84.
11
En Bolivia las comunidades indígenas rurales se agruparon durante muchos años en la Central Sindical Única de Trabajadores
Campesinos de Bolivia (csutcb). Existe en aquel país un amplio debate en torno a las tensiones y problemas entre las formas comu-
nitarias de gestión de la vida local y los formatos sindicales más amplios. Ver Patzi, Insurgencia, 1999; Rivera, Oprimidos, 2003 [1984]..
y 2008 que la gente quería –y creía que podría– comenzar a hacerse cargo del asunto común
bajo otras lógicas mucho más directas, horizontales y a pequeña escala, centradas en la principal
cuestión que había quedado pendiente: la reapropiación de la riqueza común anteriormente
expropiada. Desde los esfuerzos por establecer como legales los ya legítimos sistemas indepen-
dientes de gestión y distribución del agua potable en diversas periferias urbanas bolivianas –y,
por lo mismo, de contar directamente con apoyo técnico y financiero para ello, bajo sus pro-
Nudos
pias reglas–, hasta los esfuerzos por reapropiarse de tierras en Oriente, o de establecer nuevas
delimitaciones territoriales reconstituyendo geografías indígenas anteriormente fragmentadas
con base en markas y ayllus en Occidente, han sido múltiples y variadas las iniciativas que desde
abajo trataron de echarse a andar sin ningún apoyo –y más bien, con la clara oposición– del 99
gobierno de Morales.12
Este último, es decir, el grupo ahora gobernante, decidió centrar sus esfuerzos en la rea-
lización de la Asamblea Constituyente como principal medida política nacional. El proceso
constituyente y la nueva Constitución que produjo han sido objeto de diversos análisis críticos
que no vale la pena repetir aquí. Baste decir, sin embargo, que desde un inicio, es decir, desde
el momento de lanzar la llamada “Ley de Convocatoria a la Asamblea Constituyente”, se esta-
bleció como única forma legítima de representación y participación política la mediación, ya sea
partidaria o de las entidades liberales llamadas “agrupaciones políticas”. Con ello, se despreció
y desconoció la polifónica actividad política practicada desde múltiples formatos organizativos
comunitarios y asociativos que se habían visibilizado durante la época de los levantamientos.13
Así se reinstaló una pugna política –con claros ribetes colonial-capitalistas– que se ha ido
constituyendo cada vez más en un callejón sin salida, y que alumbra con claridad la crisis civili-
zatoria que continúa desgarrando a Bolivia y al continente entero: son dos formas distintas de
política, de entender la cuestión de la gestión del asunto común las que se confrontan. De un
lado, una política tradicional edulcorada con calificativos de toda clase (desde “socialismo del
siglo xxi”, hasta el pretendidamente novedoso “plurinacionalismo” boliviano que enmascara la
continuación del predominio de formatos políticos liberales y tecnocráticos impuestos desde
arriba a la vida pública), que se empecina en volver sobre trayectorias históricas anteriores de
reforzamiento del aparato estatal y de supuesta ampliación de su control a partir del excedente
económico producido en el país. Del otro, una política a la que llamo comunitaria-popular, pro-
tagonizada de manera diversa por pueblos indígenas afianzados en sus entramados comuni-
tarios de reproducción de la vida, por asociaciones de vecinos que se dotan y gestionan sus
bienes comunes, por agrupaciones y acuerpamientos diversos y polifónicos que se proponen
distintos objetivos –casi siempre particulares. Esta articulación compleja de distintos y múltiples
entramados sociales, cada uno con márgenes amplios de autonomía, pero con disposición a la
cooperación y al enlace intermitente se ha propuesto recurrentemente: i) garantizar el dominio
tendencialmente pleno de los territorios que habitan, estableciendo de manera variada límites
a los nuevos embates del despojo transnacional,14 y ii) mantener abierto el tiempo político para
12
Sobre esto ver Mamani, Geopolíticas, 2005; Tapia y Mokrani, Democracia, 2007, Gutiérrez, Ritmos, 2011.
13
Un análisis detallado de esto se encuentra en Gutiérrez y Mokrani, “Bolivia”, 2009.
14
En el momento más álgido de los levantamientos los pueblos indígenas bolivianos establecieron un plan de recuperación plena
de soberanía sobre sus territorios. Proponían, en términos simples, invertir el orden de la decisión sobre asuntos públicos: cualquier
actividad económica que involucrara a los territorios indígenas debía pasar, después del análisis y estudio por parte de estructuras
gubernamentales especializadas y centrales que tenían que emitir una opinión de acuerdo a una regulación reformulada, y ceñirse
a la decisión colectiva de los habitantes locales que tendrían la última palabra en todos los casos. Esto, por supuesto, no ocurrió,
aunque sí quedó como parte del acervo de propuestas políticas de trastocamiento del orden del capital surgido desde el entramado
ensayar formas que permitan consolidar lo anterior y hacerlo cada vez en mejores condiciones.
En esto consiste la restitución del pacha, de sus dos componentes: espacio y tiempo.
Sostengo entonces que para una gran parte de los hombres y mujeres de las comunidades
rurales bolivianas, así como para los habitantes de los barrios periurbanos de diversas ciudades,
Nostromo
el masivo apoyo electoral a Evo y al mas expresado en sucesivos procesos electorales tenía un
significado propio y distinto al que se le asigna en el formato liberal de la política: consistía en
la expansión de su propia capacidad política autónoma de reapropiación tendencial de espacios
y tiempos hacia ámbitos anteriormente inaccesibles de la esfera gubernamental oficial del país.
El problema es que para pensar “esta política” carecemos casi completamente de herramientas
100 conceptuales y de habilidad argumental. En contraste con ello, Evo, sus asesores y quienes
ocuparon y ocupan cargos públicos, lo que querían era gobernar bajo el formato liberal. No
estuvieron dispuestos a romper amarras con las cadenas de la política de la representación en la
que tan bien se mueven las élites y, más bien, llegaron a plantearse como horizonte de la acción
común, el mero recambio de dichas élites.
Así, muy pronto se hizo visible la voluntad del gobierno progresista de restituir un orden de
mando, ahora con ellos en la cúspide. Esto ha llevado a una sistemática búsqueda de cooptación
y subordinación de las organizaciones sociales anteriormente autónomas a las decisiones del
mas y de Evo Morales en particular. A partir de ahí, la cuestión de la reapropiación de los bienes
comunes y de la riqueza pública que ocupó el centro de la disputa política en Bolivia durante los
sucesivos levantamientos y cercos a las ciudades desplegados desde el entramado comunitario,
pasó a convertirse en un conjunto de pasos estatal-burocráticos de supuesta nacionalización.
Sin embargo, aquí no termina esta clausura, pues el propio estado boliviano se ha mantenido en
medio de un cerco más grande del capital transnacional.
Entonces, lo que vamos viendo es cómo los gobiernos progresistas se empeñan en limitar
los esfuerzos de transformación política, económica y social desde abajo y en conducirlos por
caminos más conocidos. Lo peor de todo es que lo han hecho introduciendo, ellos sí, una gran
dosis de confusión en el asunto. Desde la ambigüedad del término “nacionalización”, hasta la
vocación extractivista que tales gobiernos están exhibiendo, lo que presenciamos es una especie
de claudicación en su compromiso hacia los horizontes abiertos desde abajo. Lo más compli-
cado de todo esto es que ahí, en medio del discurso sobre “descolonización”, se recompone
el más feroz colonialismo interno: los gobiernos progresistas han decidido ceñirse a las pautas
del neoinstitucionalismo patrocinado por el Banco Mundial. Analicemos con cierto detalle esta
cuestión.
III
En una publicación reciente, Pablo Dávalos,15 economista ecuatoriano cercano a los movimien-
tos y luchas indígenas, desmenuza, entre otras cosas, “el significado político del giro en el dis-
curso de los organismos internacionales de crédito para la región, marcando un pasaje que va
del famoso Consenso de Washington del fmi a los proyectos de “reconstrucción del Estado”
Nudos
fmi en las últimas dos décadas del siglo pasado, es el Banco Mundial quien ha tomado el relevo
para impulsar la necesaria “reconstrucción del Estado”. La reconstrucción liberal-capitalista del
Estado, por supuesto. Así, la cuestión complicada es que dada la precaria situación económica
y financiera de los países andinos, tal reconstrucción estatal se ha visto exteriormente forzada a 101
combinar proyectos extractivistas, altamente depredadores de la naturaleza y de las poblaciones
indígenas que la habitan,17 con políticas públicas redistributivas de corte asistencial. Resulta
entonces que cada vez es más difícil distinguir entre las políticas que impulsan los gobiernos
llamados progresistas de las que siguen los gobiernos plenamente liberales: en ambos casos
ocurre lo mismo en términos concretos y la diferencia es únicamente la retórica con la que unos
y otros explican sus acciones.
Esto último se entiende con gran claridad en el caso ecuatoriano, donde, si bien no hubo un
quiebre tan profundo como el que ocurrió en Bolivia, de todos modos la fuerza del movimiento
indígena fue evidente durante varios años. Dávalos explica una parte de lo que está ocurriendo
en Ecuador de la siguiente manera:
El gobierno –el de Correa o cualquier otro– necesita dólares y tiene que apostar a garantizar su
mayor entrada. Pero como no hay industria, la única forma por la cual esos dólares ingresan es por
la vía del endeudamiento y por la vía de la renta de los recursos naturales. No existen otras fuentes.
Por un lado, el gobierno ha empezado un agresivo proceso de endeudamiento, sobre todo con
China. En los últimos meses del año 2010 ha suscrito convenios bilaterales con China por cerca
de cinco mil millones de dólares y ha entregado el petróleo como garantía de pago de esa deuda.
Y la otra apuesta del gobierno de Correa está en ingresar a la extracción de recursos naturales, en
especial la minería y los servicios ambientales. Pero para hacer minería a cielo abierto en gran escala
necesita desalojar a las personas que habitan esos territorios. Y para eso necesita acudir a la violen-
cia; de allí las confrontaciones.18
Esta forma esquemática de exponer las formas contemporáneas de sujeción de los estados
nacionales ferozmente debilitados y sujetos a los designios transnacionales, tiene la virtud de
hacer notar con claridad el problema en cuestión: los pueblos estorban porque los gobiernos
necesitan dinero para gobernar y las transnacionales se lo dan sólo si controlan y quitan a los
pueblos de los lugares que se proponen saquear. De aquí no puede salir más que el desastre.
Es por ello que parece no haber salida si nos quedamos en el canon de comprensión de lo
político construido desde la modernidad que, como bien sabemos, está íntimamente ligado a
16
Gago y Stulwark, “Entrevista”, 2010.
17
Ejemplo de esto son los ya múltiples conflictos que el gobierno boliviano ha tenido con su población, particularmente en relación
a los modos de explotación de los hidrocarburos y al precio de los mismos, que sigue atado a los precios internacionales pues existe
en Bolivia, pese al discurso nacionalizador, una sociedad de facto entre el gobierno y las corporaciones petroleras, donde los intereses
de estas últimas se imponen a rajatabla por sobre cualquier otra consideración. De la misma manera, en Ecuador, durante 2010 y
pese a la nueva constitución, el ejército ecuatoriano entró a desalojar a los pobladores indígenas de la provincia de Morona Santiago,
para asegurar las actividades de ciertas empresas mineras.
18
Gago y Stulwark, “Entrevista”, 2010.
la acumulación y reproducción ampliada del capital. Estados-nación fuertes, hoy en día, no
significan otra cosa que gobiernos capaces de controlar a la gente, en particular a los pueblos
indígenas, a las periferias urbanas y a sus entramados popular-comunitarios que pugnan por
múltiples vías por descarrilar los proyectos de su propia devastación impuestos desde arriba
Nostromo
IV
El paradigma político que se visibilizó, alumbrado por la movilización comunitaria sobre todo
en Bolivia, fue la cuestión del afianzamiento y recuperación de territorios, así como la apertura
del tiempo. Esto ha sido nombrado, también, como sumak kawsay, suma qamaña o “buen vivir”.
Lo complicado es que esto no es un proyecto cerrado que pueda ser definido como lo puede ser,
19
En un exhaustivo estudio sobre los contenidos ecologistas o no de los actuales gobiernos en América Latina, Eduardo Gudynas
afirma lo siguiente: “Mientras que en los países bajo gobiernos conservadores se mantienen estrategias convencionales (estos son
los casos de Colombia o Perú), lo más llamativo ha sido la aparición de un “neo-extractivismo” de estirpe progresista. En estos
casos hay un retorno del Estado que se expresa de variadas maneras: puede ser el aumento de regalías o impuestos (como sucedió
en Bolivia, Ecuador y Venezuela), la reactivación o refundación de las empresas estatales (Argentina, Bolivia), o incluso el financia-
miento desde el propio Estado (Brasil). Los gobiernos progresistas se presentan como mejores promotores del extractivismo y más
eficientes en lograr que genere crecimiento económico.” Gudynas, “Ecología”, 2010.
20
En este sentido el caso de Bolivia en relación a los hidrocarburos es paradigmático: en los últimos días de 2010 se elevaron los
precios de los combustibles para poder garantizar la rentabilidad de las corporaciones transnacionales que son “socias” del estado
boliviano. Es decir, bajo formas quizá un poco atenuadas, lo que eso indica es que en Bolivia sigue vigente el régimen de “contratis-
mo”, concesión y privilegio de poderosos intereses empresariales, que podemos observar en muchos otros países. Una reflexión
más amplia sobre esto se encuentra en Dávalos, Neoinstitucionalismo, 2010.
por ejemplo, un programa de gobierno. Hay una tramposa asimetría colonial al querer presen-
tarlo de ese modo.21 La cuestión es que el “buen vivir” es, ante todo, un compromiso con un
modo de hacer, producir y reproducir la vida, no un plan de gobierno. Por lo tanto, es antes que
otra cosa una trayectoria colectiva, un itinerario a ir consolidando en común.
Siguiendo nuevamente a Pablo Dávalos, este paradigma tiene cuatro rasgos principales: en
primer lugar, rompe con las “individualidades estratégicas” y razona a partir de la relación de
Nudos
cada quien con su comunidad más inmediata.22 En segundo lugar, el sumak kawsay insiste en
quitarnos de la cabeza la noción de que más es preferible a menos. Es decir, de que “siempre
tenemos que producir y tener más, según reza el paradigma del desarrollo, del crecimiento, de
la acumulación”. Lo tercero tiene que ver con la dimensión del tiempo: “Nosotros creemos que 103
el tiempo es lineal y, por tanto, creemos en la acumulación. La estructura del tiempo que en
este momento pertenece al capital. El sumak kawsay plantea devolverle a la sociedad el tiempo:
una noción de temporalidad donde el tiempo pueda ser circular abierto. Finalmente, un cuarto
elemento es conferirle un sentido ético a la convivencia humana.23
El resumen de Dávalos acerca del significado de la expresión sumak kawsay contiene elemen-
tos fundamentales de lo que, por mi parte, denomino horizonte popular-comunitario. Insistir en
que esto es un horizonte político, un camino a ensayar en común y no un “modelo de gobierno”,
no es una cuestión de detalle sino un asunto sustancial. No hay manera de codificar, o al menos to-
davía no, los contenidos del suma kawsay como contenidos positivos de reorganización social. No
habría, pues, nada más falso que un gobierno que afirmara que se propone establecer desde arri-
ba el Suma Kawsay. En tanto creación colectiva, en tanto despliegue de prácticas existentes en la
vida social aunque relegadas a ámbitos secundarios o privados de la vida común, Suma Kawsay se
asemeja más a una brújula, a una constelación de nociones que orientan unas búsquedas y unas
prácticas, que a modos específicos de ejercicio del mando o del poder político entendiendo esto
en cánones tradicionales. Suma Kawsay refiere pues a maneras de hacer, nombra conocimientos
operativos y prácticos anidados en las profundidades del tejido social y escapa, por lo mismo, a
la clausura argumental a la que quiere encajonarla la política dominante.
Hace ya varios años, reflexionando sobre la estructura social boliviana, Silvia Rivera señalaba que
21
Silvia Rivera afirma, de manera general, que bajo relaciones coloniales de dominación “hay una función muy peculiar para las
palabras: las palabras no designan, sino encubren, y esto es particularmente evidente en la fase republicana, cuando se tuvieron que
adoptar ideologías igualitarias y al mismo tiempo escamotear los derechos ciudadanos a una mayoría de la población”. Según el
argumento que sostengo, algo similar ocurre en los actuales confusos tiempos progresistas. Rivera, Ch’ixinakax, 2010.
22
“En el capitalismo, uno piensa primero en sí mismo, uno dice ‘primero yo, yo soy ciudadano, yo soy consumidor, yo maximizo
mis propios beneficios y utilidades’. La noción de sumak kawsay plantea una solidaridad de los seres humanos consigo mismos,
que ha sido rota por el discurso del liberalismo. Pero, a diferencia del discurso del socialismo –que planteaba una relación con una
sociedad más grande, y de esta sociedad con el Estado–, en el discurso del sumak kawsay la relación del individuo ya no es con el
Estado sino con su sociedad más inmediata, con su comunidad, de donde los seres humanos tienen sus referentes más cercanos”.
Gago y Stulwark, “Entrevista”, 2010.
23
“Para el liberalismo puede haber democracia política pero no puede haber democracia económica, por eso la formación de utili-
dades de las empresas y de los consumidores no tiene absolutamente nada que ver con la ética”. Ibídem.
Durante varios años hemos visto múltiples luchas y acciones colectivas que se propusieron
de manera diversa erosionar dicho eje colonial en su formato y momento capitalista-liberal.
Tales esfuerzos colectivos coexisten en su variedad y, en algunas ocasiones, dialogan entre sí,
a veces incluso de manera virulenta. Se proponen, eso sí, de una manera difícil de expresar,
Nostromo
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Memoria y antagonismo en las luchas
socioambientales en México*
Sergio Tischler y Mina Lorena Navarro**
Nudos
La tierra se defiende
Si bien en toda la historia de la humanidad, a lo largo y ancho del planeta, han surgido diferentes
respuestas sociales para enfrentar la depredación y el despojo de los bienes naturales materiales 105
e inmateriales, actualmente nos encontramos ante un nuevo ciclo de luchas contra la mercan-
tilización de la vida en todo el planeta, siendo especialmente notoria su irrupción en los albores
de este nuevo siglo en América Latina. Ante esta renovada ofensiva del capital se abre un nuevo
capítulo de la histórica batalla librada por los pueblos contra las políticas que buscan eliminar
las formas campesinas y populares que han mantenido una relación no predatoria con la natu-
raleza, a fin de subsumirlas a la lógica del mercado.
A este respecto, entre las diversas concepciones para pensar los movimientos contra el des-
pojo, nos sumamos a la de luchas socio-ambientales, debido a que nos parece que uno de los locus
del conflicto más importantes es la pelea contra la escisión ambiente-sociedad. Parte de esto es
una posición crítica, por ejemplo con el discurso del conservacionismo por parte de los estados
y las empresas, quienes niegan que los pueblos puedan tener formas sostenibles para gestionar
la naturaleza, reproduciendo la naturaleza antagónica de la separación hombre-naturaleza, pro-
pia de la sociedad capitalista.
En el fondo de esta pelea subyace una tensión muy importante entre dos paradigmas total-
mente opuestos en la forma de percibir a la naturaleza: “recursos naturales” vs. “bienes comunes,
colectivos o naturales”. La concepción de “recursos naturales” se encuentra en el lenguaje de
la economía política que disuelve a la naturaleza en una mera aglomeración de recursos útiles o
materias primas susceptibles a ser clasificadas en valorables y no valorables, para ser utilizados,
mercantilizados y transformados en valores de cambio.
Mientras que la visión de “los bienes comunes” se desprende de la denuncia que los movi-
mientos a nivel mundial hacen sobre el saqueo y despojo, las cosmovisiones de los pueblos
conciben a la naturaleza como una totalidad sumamente compleja de relaciones hombre-natu-
raleza, la cual no puede ser convertida en mercancía, ni concebida desde la lógica instrumental
o de exterioridad con la que opera el capitalismo.
*
En este artículo tratamos de hilar y presentar una serie de testimonios que se desprenden de un amplio número de entrevistas
realizadas desde 2008, como parte de una investigación militante sobre las luchas socioambientales, como subjetividades críticas
al capital. Las experiencias con las que hemos tenido posibilidad de trabajar son el núcleo inspirador de este esfuerzo que busca
visibilizar su enorme potencia y digna lucha contra la dominación.
**
Sergio Tischler es Profesor-investigador del Posgrado de Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso
Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (buap). Mina Lorena Navarro es socióloga y profesora de la Fac-
ultad de Ciencias Políticas y Sociales. Activista e integrante de jóvenes en resistencia alternativa.
Según Ana Esther Ceceña pueden reconocerse históricamente, incluso antes de la irrupción de Europa en América y África, dos
tipos de culturas. La primera de ellas es esencialmente no-predatoria configurada en el contexto de mundos concebidos y organiza-
dos, a partir del establecimiento de relaciones intersubjetivas múltiples donde la naturaleza constituye una totalidad abierta y en
permanente recreación. La segunda puede reconocerse como antropocéntrica basada en relaciones monosujéticas (sujeto-objeto)
con un sentido jerárquico y una gran capacidad transformadora, pero también destructora (Ceceña, 2010).
Alvater, “Ecología”, 2009, pp. 2 y 4; Marín, “Esquel”, 2009, p. 185; Frente Popular Darío Santillán, Cartilla, 2007.
Alvater, “Ecología”, 2009, p. 13.
En las notas que siguen, uno de los aspectos que nos interesa resaltar de las luchas socioam-
bientales y los movimientos sociales que enfrentan las políticas de despojo territorial es el desar-
rollo de una política de la memoria como dispositivo de resistencia, donde el ver hacia atrás no
es un gesto nostálgico o romántico sino una manera de ir más allá de las relaciones sociales que
Nostromo
los oprimen, es decir, como parte de un proceso de transformación que deriva de la negación
de las expresiones más agresivas y predatorias del capital. Particularmente nos importa destacar
de estas luchas los siguientes temas relacionados con la memoria y la resistencia colectivas: a)
la resistencia contra el capital, b) el antagonismo social y ciertos rasgos anti-capitalistas de su
manifestación, y c) la comprensión de estos movimientos como emergencia de una nueva con-
106 stelación de lucha de clases.
”
nuestros muertos, con nuestros niños.
Marco Suaste, comunero del cecop
Antonio Gramsci, al plantear el tema de la contradicción entre pensar y hacer en una sociedad
definida por el antagonismo de clase, introduce la distinción entre “sentido común” y “núcleo
sano de buen sentido” o “buen sentido”. Él señala que en el seno de la ideología dominante o
sentido común existe un núcleo de buen sentido, que se caracteriza por un tipo fundamental
de conocimiento construido por la experiencia de lucha de las clases subalternas. Este conoci-
miento tiene la potencia de producir una forma de conocimiento coherente y autónomo al del
sentido común definido por las clases dominantes; es decir, una coherencia de ninguna manera
funcional a la dominación, sino disruptiva de la misma. El “núcleo de buen sentido” del sentido
común puede ser interpretado, siguiendo la argumentación gramsciana, como una suerte de
embrionaria concepción alternativa del mundo surgida de la resistencia a la dominación; esto es,
como una forma cultural activa de los de abajo, que entre otras cosas, apunta a rechazar la idea
de la dominación como un hecho objetivo sin fisuras. Nos parece que esto es algo importante.
Sin embargo, el paso de esta forma de resistencia a una forma coherente y alternativa al
sentido común de la dominación se resuelve en Gramsci por la vía de la hegemonía. Son los
“intelectuales orgánicos” (el partido revolucionario como principal figura) los que pueden darle
a ese núcleo de buen sentido una coherencia y una forma política universal cuya realización es el
estado. Con esto, creemos, se corre un riesgo: subordinar las luchas particulares a una instancia
homogeneizante y hegemonizante que puede terminar por romper las formas potenciales de
la autonomía de los movimientos anticapitalistas, o de “abajo y a la izquierda”, para utilizar la
terminología zapatista. Por esa razón, nosotros preferimos interpretar el espíritu de escisión que
El Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa la Parota (cecop) es una organización de campesinos y campesinas del
Municipio de Acapulco, al sur de México, que han resistido desde hace ocho años a la construcción de la Presa La Parota sobre el
Río Papagayo, impulsada por la Comisión Federal de Electricidad (empresa paraestatal generadora y distribuidora de la energía eléc-
trica en México). La construcción de esta Presa afectaría directamente a 25 mil campesinos y desertificaría las tierras de 75 mil que
siembran río abajo. A pesar de que el gobierno federal había anunciado que la construcción de la Presa se posponía hasta el 2018,
desde el 2010 se ha reactivado la amenaza. En fechas recientes el cecop logró nuevamente echar abajo en los tribunales agrarios las
asambleas para operar la expropiación y venta de tierras.
Gramsci en Sacristán, Antología, 1970, p. 367.
hace al “núcleo de buen sentido” desde la perspectiva de la autonomía; la cual, en tanto cate-
goría crítica, implica un proceso de negación de la forma estado como expresión de una escisión
entre gobernantes y gobernados, característica de las relaciones de dominación. Negación que
no hay que entender de manera lineal, mecánica e inmediata y sin contradicciones, sino como un
proceso de valoración y potenciación de las formas no estatales de gobierno en las experiencias
comunitarias de lucha.
Nudos
En ese tenor, podemos señalar que en diversas experiencias socioambientales se manifies-
ta la emergencia de una tendencia a rechazar no sólo los canales y estructuras formales que
constituyen la relación mando-obediencia positivizados por las reglas estatales para contener la
participación y la rebeldía, sino también cualquier estructura que intente capturar o subordinar 107
su autonomía, entendida como su capacidad colectiva para intervenir en el asunto común, e ir
definiendo sus propios fines y modos para lograrlos. La emergencia de estas posibilidades pone
en crisis la forma clásica para pensar la política, en términos de su relación inexorable con el
estado. En tanto ésta ha sido extraída del ámbito comunitario para profesionalizarla. “La políti-
ca es separada de la comunidad y contrapuesta a ella. La comunidad se percibe como él ámbito
del desorden, sobre el que la política despliega todos sus mecanismos de disciplinamiento.”
Las fisuras que estas luchas producen en lo político están relacionadas con la generación de
espacios públicos no estatales, inaugurando “novedosos escenarios de vivencia democrática y
autogestiva, permitiendo retirar del estado y de los agentes privilegiados del sistema capitalista
el monopolio exclusivo de la definición de la agenda social”.
Esto se puede percibir, por ejemplo, en los testimonios de integrantes del Consejo de Eji-
dos y Comunidades Opositores a la Presa La Parota (cecop) del Estado de Guerrero. Dicen, al
respecto:
(Desde que comenzó la lucha contra la presa) Cambiaron muchas cosas, porque los líderes que
estaban en la zona a hoy no pueden entrar. Son rechazados, les quitamos el poder que tenían (…).
Hemos tratado de quitar la frase “líder” hoy tratamos de cambiarla por “representantes” de comu-
nidades o “voceros” pero ya quitar esa frase de líder (…) acá queremos que haya representantes de
pueblo que defiendan a su pueblo, no que se beneficien de él, y que trabajen para su pueblo. Y ellos
se aprovechaban del pueblo para beneficiarse.
Otra cuestión es que en todo momento el cecop se dio cuenta que hay movimientos en los cuales
se van montando las ong’s, y al rato ellas son las que van tomando las determinaciones y en el caso
del cecop se dijo “adelante todas las ong’s, pero aquí decidimos nosotros.10
Gutiérrez, Pachakuti, 2009.
Ceceña, Derivas, 2008, p. 94.
Ouviña, “Política”, 2007, p. 190.
Entrevista a Felipe Flores, cecop, mayo 2010.
10
Entrevista a Rodolfo Chávez, cecop, diciembre 2009.
Paso de la Reina, o el Frente de Pueblos de Anáhuac en el sur oriente de la Ciudad de México
contra una línea del metro que está destruyendo sus tierras de cultivo.
En buena parte de la corriente ortodoxa del marxismo el tema de la subjetividad revolu-
cionaria es trabajado de manera jerárquica, siguiendo la tradición iluminista: en la cúspide de
Nostromo
la jerarquía se encuentra el concepto teórico. De tal suerte, que para que una acción sea revo-
lucionaria necesariamente debe estar mediada por la teoría revolucionaria, lo cual restringe de
manera superlativa la noción de los sujetos en lucha para producir autónomamente acciones
auténticamente disruptivas y revolucionarias. Otra perspectiva es plantear que, en el mejor de
los casos, la teoría y la organización revolucionaria pueden potenciar las luchas de los sujetos
108 en lucha, no por el hecho de que la ciencia o la razón las definan sino porque, como lo sugiere
Walter Benjamin,11 el concepto revolucionario es parte de la tradición de la resistencia de los
explotados. Es decir, que las ideas teóricas potencian la lucha precisamente porque son parte de
la experiencia, en este caso, de la experiencia de resistencia. Algo que habla de la relación interna
de complementariedad y diferencia entre un aspecto y otro, relación en que ambos términos
se median mutuamente.12 En otras palabras, la unidad entre el concepto y la experiencia no se
consigue a costa de la subordinación de la experiencia al concepto, lo cual sería una unidad re-
presiva impuesta por este último, es decir, por la abstracción. Desde luego, esa relación implica
la retención de la particularidad de las luchas y de los sujetos, pero sin fetichizarla; esto es, sin
transformarla en un fin en sí mismo sin relación con la totalidad.
Retomando el tema del núcleo de buen sentido como forma embrionaria de una concepción
alternativa del mundo surgida de la resistencia a la dominación, la memoria colectiva aparece
iluminada y constituida en el recuerdo desde el presente (en el aquí y ahora de la lucha) con las
luchas pasadas y experiencias anteriores contra la dominación. Justamente, la memoria como
conciencia colectiva habilitada a partir de la apropiación del pasado en la lucha presente, se
alcanza a reconocer en el testimonio de un integrante del ya citado Consejo de Ejidos y Comu-
nidades Opositores a la Presa la Parota (cecop) del Estado de Guerrero.
Estoy orgulloso de haber nacido en Cahuatepec, nosotros tenemos historia, nosotros descendimos
de los indios Chopes, era un pueblo rebelde, y por eso aquí la Parota tiene parte de esta genética, un
pueblo rebelde que nunca se ha dejado del gobierno.
Yo los invito a que se sumen a esta lucha tan noble, que surgió con la esperanza de cuidar la riqueza
de nuestros antepasados. Los españoles se robaron nuestro oro, a cambio de espejitos regalábamos
barras y riquezas, ahora después de tantos años la única riqueza que nos queda es el agua y la tierra,
la naturaleza. Que para nosotros significa todo, engloba una serie de sentimientos que para nosotros
es invaluable.13
11
Benjamin, Historia, 2007 [1940].
12
Sobre este aspecto de la praxis, ver Adorno, Dialéctica, 1975.
13
Marco Suaste, cecop, noviembre 2008.
sociedad futura”,14 en contra de un futuro fijado por el peso opresivo del progreso. Como di-
cen los zapatistas: “Es importante resistir, pero también es importante construir el mundo que
queremos aquí y ahora”.
Para esos campesinos y pobladores en resistencia, la tierra y los bienes naturales constituyen
una parte fundamental de la comunidad. Por un lado, el metabolismo social campesino implica
una relación de complementariedad y reciprocidad con la “madre tierra” de naturaleza no ins-
Nudos
trumental, no sometida al cálculo y al beneficio. Para ellos, la tierra no es un objeto como lo
es para el mercado y la ciencia positiva. Por otro lado, la tierra es el territorio profundo de las
generaciones pasadas, un espacio habitado por el tiempo de la comunidad. Es decir, que para
esas experiencias sin tierra no hay comunidad, porque aquí la comunidad no está definida cen- 109
tralmente por la idea de nación o de “comunidad imaginada”15 en el sentido clásico, que supone
una suerte de restauración imaginaria del vínculo colectivo como mediación del desgarramiento
social que supone el “individualismo posesivo”,16 y la abstracción respecto de la forma comu-
nitaria del ethos campesino.
En este contexto, el levantamiento zapatista ha sido fundamental para que la memoria indí-
gena y campesina irrumpiera radicalmente en el ámbito nacional estableciendo nuevos horizon-
tes y sensibilidades políticas. Ese México se proyecta en la visión de país. Por eso se puede decir
que la memoria de los pueblos en lucha, incluyendo los movimientos socioambientales contra
el despojo, no es un pasado-pasado sino un pasado-presente, movilizado como horizonte de
esperanza. De la historia profunda emerge la memoria como dispositivo de resistencia, en de-
fensa de la vida y contra el despojo de futuro. Como se dice en el testimonio de David Valtierra
de Radio Ñomndaa:17
[…] el hecho de darnos cuenta de nuestra historia de antes y de cómo es la historia reciente, uno
se va dando cuenta contra qué estamos luchando. […] Tener esta memoria histórica, de cómo eran
los tiempos antes del sometimiento, y cómo son las cosas ahora. Y por eso a nosotros nos entra el
coraje, la rebeldía de por qué vamos a vivir así, vamos a seguir la lucha de nuestros abuelos, de los
que no se dieron por vencidos, que nos han dado la oportunidad de tener un territorio.18
En la actualidad, vastas extensiones territoriales que en décadas pasadas estaban fuera del mapa
estratégico de inversión del capital en el corto plazo, ahora son consideradas de importancia
primordial para la reproducción del sistema. En esas condiciones, el campesinado y la población
indígena, y en general las culturas no predatorias están sufriendo una embestida brutal por parte
del estado y de las corporaciones privadas.19
14
Ouviña, “Política”, 2007, p. 180.
15
Anderson, Comunidades, 1993.
16
Macpherson, Teoría, 1979.
17
Radio Ñomndaa es un proyecto de comunicación y organización a cargo de comunidades indígenas del pueblo amuzgo en la
Costa Chica de Guerrero, que desde el 2002 vienen construyendo y peleando por un profundo proceso de construcción de au-
tonomía en esa zona. Además, desde hace por lo menos diez años han estado involucrados en la defensa de sus bosques y contra la
explotación maderera, y recientemente son parte de una lucha contra el saqueo de la grava de los ríos de sus comunidades, a cargo
de las autoridades municipales y la cacique de la zona Aceadeth Rocha.
18
Valtierra, Radio Ñomndaa, diciembre 2010.
19
Ceceña, “Dominar”, conferencia, 2010.
No es algo nuevo, como ya se dijo, pero plantea para estos sectores una situación de excep-
cional urgencia. Entre otras cosas, porque en el horizonte aparece la posibilidad de su desapa-
rición y exterminio. Los problemas que están enfrentando estas luchas están atravesados por el
tiempo de la urgencia, situándose en el umbral entre la vida y la muerte; entre la vida y la nada.20
Nostromo
Todo esto crea una situación de enfrentamiento y violencia entre los sujetos colectivos
afectados por las políticas de acumulación capitalista y los agentes de las mismas, el estado y las
empresas privadas, fundamentalmente. Para los sujetos colectivos que rechazan esas políticas
pareciera ser que la consigna es no desaparecer.
Los movimientos socioambientales, como luchas ancladas a un territorio, a un tejido comu-
nitario, y a los tiempos y espacios de la vida diaria, están enfrentando con las citadas políticas de
despojo cambios dramáticos en su vida cotidiana. La vida cotidiana se siembra de astillas del an-
tagonismo que se vive día con día. Y es la vivencia del antagonismo, experimentado como dolor
cotidiano, como injusticia, lo que ha dado lugar a la elaboración de la memoria colectiva como
un tipo específico de conciencia de la contradicción entre comunidad y capitalismo. Las pala-
bras de una de las integrantes de la Agrupación Un Salto de Vida en Jalisco,22 quienes enfrentan
una alarmante situación de desastre ambiental por la contaminación del Río Santiago, ubicado
a unos cuantos metros de sus viviendas, revelan este dolor cotidiano como antagonismo y grito
contra la dominación:
Hay algo que está lastimando a la gente es la salud, si de algo tenemos miedo es de la muerte, si hay
algo que no está atendiéndose es ese. Eso nos lleva al conflicto interno, personal, colectivo, comu-
nitario ¿Te quedas? ¿A qué te quedas? ¿Te vas? Entonces ya no ayudas, ya no aportas, ya no resistes;
pero si te quedas corres el riesgo de morir, por estar expuesto. Es una muy fuerte contradicción
que todavía no hemos podido darle salida, (…) El olor anoche que estaba muy fuerte, me da mucha
tos, y yo pensaba: me quedo, no le hace que me muera, pero si me voy ya no voy a tener la fuerza
para seguir en esto.23
Nudos
Mientras que nosotros sigamos siendo parte del sistema capitalista, siendo parte de los procesos,
dándole fuerza al sistema pues lejos va a estar el camino que necesitamos. Difícil, pero hay que
plantear otra manera de luchar. (…) ser parte del sistema es buscar una posición dentro del sistema
mismo. Con las instancias así como están ahora no es posible construir los cambios que nosotros
necesitamos, es más como una manera de entretenernos o de absorbernos la rebeldía.26 111
En términos objetivos, la lucha entre capital y dichos sujetos colectivos es lucha de clases. Sin
embargo, es una lucha de clases que plantea cambios significativos al patrón tradicional de la
misma; cambios que tienen que ver directamente con una subjetividad que sugiere, anuncia, una
nueva constelación conceptual.27 Uno de los cambios experimentados es el relacionado con la
naturaleza y el trabajo. Walter Benjamin, en la soledad de su circunstancia, ya había planteado
que la idea de trabajo del marxismo vulgar era un concepto “corrupto” de gravísimas implica-
ciones políticas. Si bien es cierto, se refería a la socialdemocracia de su tiempo, la crítica, sin lugar
a dudas, tiene una significación más amplia y actual. Dice:
Esta concepción del marxismo vulgar sobre lo que es el trabajo no se detiene demasiado en la
cuestión acerca del efecto que el producto del trabajo ejerce sobre los trabajadores cuando éstos no
pueden disponer de él. Sólo está dispuesta a percibir los progresos del dominio sobre la naturaleza,
no los retrocesos de la sociedad. Muestra ya los rasgos tecnocráticos con que nos toparemos más
tarde en el fascismo (Tesis XI). 28
Una idea de trabajo atada servilmente a la idea de progreso; en consecuencia, que rinde
culto a la técnica y a la explotación de la naturaleza, y que muestra los rasgos de la dominación
tecnocrática. Dicha idea de trabajo acompañó a las luchas obreras por el mejoramiento de su
situación salarial, y contribuyó a fomentar cierto conformismo político dentro de las clases
trabajadoras, como dice Benjamin. De otra parte, esa noción “corrupta” se tradujo en políticas
de centralización burocrática compulsiva del trabajo en los países del llamado socialismo real.
En general, la explotación de la naturaleza y su uso instrumental como parte de un trabajo cuyo
metabolismo la transforma en cosa (trabajo abstracto), está en la base de la crisis actual.29
En los movimientos a los que nos hemos venido refiriendo se encuentra una crítica a esta
noción de trabajo. La crítica a veces es implícita y en ocasiones explícita. Y tiene que ver con la
24
A partir de ese eje del antagonismo, la resistencia puede adquirir una connotación más radical, con trazos y contenidos de anti-
capitalismo. En las condiciones señaladas, la lucha contra el despojo y la defensa de los bienes comunes es una forma de negación
de la forma temporal-espacial de la reproducción capitalista.
25
Navarro Trujilo y Pineda Ramírez, “Luchas”, 2009, p. 95.
26
Entrevista a David Valtierra, Radio Ñomndaa, diciembre 2010.
27
Para la idea de “constelación conceptual, ver Adorno, Dialéctica, 1975.
28
Benjamin, Historia, 2007 [1942], pp. 31-32.
29
Holoway, Capitalism, 2010; Postone, Tiempo, 2006.
forma de relación con la naturaleza, una forma de relación antagónica a la capitalista. Ya se ha
planteado que para dichos sujetos la tierra y los recursos naturales no son objetos, no son mer-
cancías. Para ellos, el trabajo es entendido como una transformación de bienes de la naturaleza
y energía en valores de uso que sirven para satisfacer necesidades humanas, lo que implica que el
Nostromo
uso de la tierra, los bosques y los ríos, presupone su cuidado. Sin embargo, ese tipo de relación
no glorifica el conocimiento tradicional en un repliegue conservador hacia la comunidad; más
bien, abre las posibilidades de un diálogo con un tipo de conocimiento científico alternativo a
la forma instrumental de apropiación de la naturaleza, propia del trabajo abstracto en el capi-
talismo.30 Sin lugar a dudas, la experiencia zapatista en general, y la experiencia autonómica en
112 particular, han sido paradigmáticas. Una característica de la autonomía zapatista es que la misma
implica prácticas que son un proceso de transformación y redefinición del trabajo. El centro de
la cuestión es que la comunidad no debe estar al servicio del trabajo sino el trabajo al servicio
de la comunidad. Es decir, que el trabajo es entendido como un momento de la autonomía de
la colectividad y de los individuos que la componen.
Si la noción “corrupta” de trabajo ya mostraba los rasgos tecnocráticos de la dominación,
como lo señaló Walter Benjamin, se podría decir que la noción zapatista de trabajo muestra ya
ciertos rasgos de una sociedad emancipada, cuya representación no es una figura de estado: el
acento está puesto en las colectividades auto-organizadas. Por esa razón, la idea zapatista de
autonomía ha iluminado las luchas sociales, y en particular la de las colectividades que defienden
la tierra y la naturaleza contra el despojo del capital.
Se podría pensar, sin embargo, que estos movimientos son definitivamente marginales y que
no pueden alterar de manera significativa el curso de la dinámica política nacional. Esto sería
tanto como decir que todo proceso de cambio surge de instancias que tienen una vocación de
poder y hegemonía nacionales, y que los sujetos que tienen o que pueden desarrollar una vo-
cación de horizontalidad anticapitalista en espacios en apariencia marginales están condenados
objetivamente a una triste condición subalterna en la periferia de ese poder nacional. Por el
contrario, nosotros creemos que los grandes cambios se generan en los intersticios del abajo
rebelde de la sociedad, al cual pertenecen los movimientos que aquí se han presentado. Estos
movimientos, en su “núcleo de buen sentido”, anticipan rasgos de una sociedad alternativa,
dentro de los cuales sobresale la necesidad de refundar la relación sociedad-naturaleza bajo
premisas radicalmente diferentes, las cuales sólo pueden edificarse como parte de la negación
del uso instrumental de la naturaleza por parte de la sociedad, íntimamente ligado a la forma
específica del trabajo en el capitalismo.
Bibliografía referida
Adorno, Theodor, Dialéctica negativa, España, Taurus, 1975. Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones
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la Cooperación Floreal Gorini, mayo 2009. Ceceña, Ana Esther, Derivas del mundo en el que caben todos
30
Por eso, no está de más subrayar que la concepción a-histórica de las ciencias (naturales y físico-matemáticas) ha sido una puerta
de entrada para el positivismo y de la idea de progreso en la concepción de la sociedad, incluyendo al marxismo tradicional. Al
respecto, ver Sohn Rethel, Trabajo, 2001.
los mundos, México, clacso/Siglo Veintiuno Edi- Navarro Trujilo, Mina Lorena y César Enrique Pineda
tores, 2008. Ramírez, “Luchas socioambientales América
Ceceña, Ana Esther, “Dominar la naturaleza o vivir Latina y México. Nuevas subjetividades y radi-
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Instituto de Investigaciones Económicas, unam, núm. 14, 2009, pp. 81-104.
28/10/2010. Ouviña, Hernán, “Hacia una política prefigurativa.
Gramsci, Antonio, “Relaciones entre ciencia-religión- Algunos recorridos e hipótesis en torno a la
Nudos
sentido común”, en Sacristán, Antonio, Antonio construcción del poder popular”, en Varios
Gramsci: Antología, México, Siglo Veintiuno Edi- autores, Reflexiones sobre el poder popular, Buenos
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Gutiérrez, Raquel, Los ritmos de Pachakuti, México, Bajo Postone, Moishe, Tiempo, trabajo y dominación social. Una re-
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Holoway, John, Crack capitalism, London, Plutto Press, Theory, Cambridge, Cambridge University Press,
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trasnacional, narrativas de desarrollo y resistencias so- Topo, 2001.
ciales, Biblos, Buenos Aires, 2009.
La historia de la que yo quisiera hablar tiene un poco más de 500 años. Una historia que nos
remite a la identificación de las formaciones culturales recientes en el planeta, y que nos refiere
cómo esas formaciones crecieron en la relación sociedad-naturaleza, en la comprensión de sus
relaciones intersubjetivas, en el entendimiento de sus problemas de reproducción y en el descu-
brimiento de los modos de resolverlos. En términos generales estamos hablando de macrovi-
siones o cosmovisiones y de sus inmanentes epistémicos.
Desde esa perspectiva, antes de la irrupción de Europa en América y África, identificamos
que hay dos grandes tipos de culturas que configuran mundos concebidos y organizados a partir
del establecimiento de relaciones intersubjetivas múltiples, donde la naturaleza constituye una
*
Este texto deriva de la transcripción de la Conferencia “Dominar la naturaleza o vivir bien: disyuntiva sistémica” realizada el 28 de
octubre de 2010, en el Instituto de Investigaciones Sociales de la unam. La trascripción estuvo a cargo de Jaime Ortega Reyna y la
edición fue realizada por la autora.
**
Investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas, unam.
totalidad abierta y en permanente recreación, o de relaciones monosujéticas (sujeto-objeto), con
un sentido jerárquico y una gran capacidad transformadora pero también destructora.
En el primer conjunto identificamos culturas y organizaciones sociales que son afines con la
naturaleza, plurisujéticas, capaces de reconocer un conjunto de entes que interactúan y se com-
Nostromo
plementan, y que de esa manera van resolviendo sus necesidades, sirviéndose unos de los otros
y viceversa. Este tipo de civilizaciones o culturas, por sus propias características y lógica interna,
son esencialmente no-predatorias. Sin dejar de reconocer las contradicciones en su quehacer
específico, o las diferencias entre ellas, en términos generales son formaciones socioculturales
que conciben al hombre como parte del conjunto natural –la Madre Tierra, la Pacha Mama, la
114 Mahimata–, como hermano o complementario de las plantas, los animales, las montañas o los
ríos. El interior de este universo comprende diversas vertientes explicativas del mundo; no obs-
tante, y más allá de sus diferencias, todas comparten un ethos común, sustentado en el sentido
de complementariedad y de vida.
Por otro lado están las civilizaciones o culturas antropocéntricas, que consideran al humano
como sujeto único erigido por encima de todas las otras formas de vida y sobre la materia. La
idea de la dominación de la naturaleza es el eje conductor. El carácter jerárquico y utilitario de
estas culturas y la unidireccionalidad y monosujetidad en la que se asientan, les otorga un sen-
tido ineludiblemente predatorio.
En esta vertiente se ubica la cultura occidental, que nace con la exaltación de lo humano,
del hombre como criatura superior y, por ello, de una relación natural de subordinación del
resto de la vida y de la materia. El principio cultural movilizador consiste en la acentuación de la
supremacía humana y de su capacidad de dominio sobre todo lo demás. Mientras más logrado
sea el dominio y control sobre la naturaleza más grande será la proeza humana y más grande
su lugar en la totalidad. La totalidad es jerárquica (polarizada) y la condición social acumulativa.
Se concibe un desarrollo social ascendente en pos del progreso, que implica una permanente
negación u objetivación del otro-no-humano o del otro-humano-sacrificable. El dominio de la
naturaleza por el sujeto único es, llevado al extremo, el dominio de la naturaleza humana por los
seres que la evolución natural aceptaría reconocer como superdotados.
Una concepción de totalidad no complementaria, dicotómica (sujeto-objeto) y jerárquica,
produce una comprensión fragmentada y una organización estratificada y segmentada en la que
las relaciones de fuerza y poder se colocan como referente central. La diferenciación subordina-
dora conlleva un proceso de conformación sociocultural desintegrador e individualizador, que
se construye sobre la base de la desagregación natural. Las comunidades se convierten en suma
de individuos; lo social se disocia de lo económico, lo político y lo cultural, y se crea la sociedad
civil en contraposición a la sociedad política, como instancias no sólo diferenciadas sino en
muchos sentidos excluyentes.
Como en un imán los polos se atraen. La desagregación social producida por las relaciones
unilaterales sujeto-objeto tiene como contraparte la reorganización ordenada o disciplinada. Se
Sobre las culturas plurisujéticas, son particularmente importantes los trabajos de Carlos Lenkersdorf sobre los mayas tojolabales.
Nuestro
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propósito no es de ningún modo romantizar o satanizar ninguno de los procesos socioculturales que estamos examinan-
do sino identificar su matriz conceptual, y desde ella y a partir de la experiencia histórica trazar sus perspectivas.
Debo aclarar que cuando hablo de cultura occidental o pensamiento occidental lo hago en un sentido conceptual, epistemológico,
y no histórico. No desestimo en ningún momento las inmensas contradicciones que hay dentro del sistema-mundo creado y domi-
nado por Occidente y en el que conviven, la mayoría de las veces de manera conflictiva, submundos cultural y conceptualmente
distintos y disidentes.
Scott, Seeing, 1998; Ceceña, Derivas, 2008.
irrumpe en lo natural para producir una totalidad racionalizada, susceptible de ser controlada y
dinamizada de acuerdo con las reglas del progreso.
Observando el devenir histórico de estos últimos 500 años, la tendencia es a fragmentar la
comunidad y los modos de organización previamente existentes. En cualquier momento de
la historia del capitalismo siempre hay un previamente existente que se construye a partir de las
resistencias y luchas, y que permanentemente está siendo fragmentado para ser rearticulado
Nudos
racionalmente.
En el periodo pre-moderno pueden ser identificados grupos sociales con una cultura preda-
toria, aunque sin la complejidad argumental de la moderna. La concepción de la naturaleza
como el otro externo surge sólo alrededor del siglo xvi pero el comportamiento destructivo 115
es evidentemente anterior. No obstante, a lo largo de milenios las culturas correspondientes a
estos dos universos conceptuales fueron capaces de convivir, y a pesar de su presencia muchas
veces conflictiva, mantuvieron, e incluso mejoraron, las condiciones de vida en el planeta. En
los últimos 500 años, en cambio, una buena parte de las capacidades tecnológicas de la humani-
dad fueron concentradas por los impulsores de la modernidad capitalista. La enorme fuerza
transformadora reunida así condujo al mundo a una situación de colapso, irreversible en sus
propios términos, abriendo simultáneamente las condiciones de inestabilidad que hacen posible
un cambio sistémico.
Las interpretaciones y sentidos de realidad que dan lugar a nuevas construcciones cognitivas
emancipatorias de tiempo largo, suponen una modificación de prácticas, de estructuras y de
equilibrios políticos que les den soporte.
Los pueblos movilizados de Bolivia y Ecuador colocaron en el debate la disyuntiva entre el
mejoramiento material y el restablecimiento de la armonía complementaria del vivir bien, justo
en el momento de reflexión sobre la reconformación de los principios básicos del pacto social
en que se asienta la nación en ambos casos.
Las nuevas Constituciones de las dos Repúblicas incluyen, de manera un poco esquizofréni-
ca, las tensiones entre las dos grandes visiones de mundo referidas anteriormente: se mantiene
el apego al desarrollo y a los criterios emanados de la concepción moderna capitalista y al mis-
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Adoptamos aquí el concepto Sumak qamaña en calidad de genérico para enunciar los distintos planteamientos en torno a la idea
de refundar el sentido de la vida a partir de la búsqueda de armonía y complementariedad intersubjetiva que ha emergido principal-
mente de la región andino-amazónica de América, pero que recoge un saber ancestral y un imaginario utópico que se expresa en las
cosmovisiones y en las interpretaciones o propuestas políticas de la mayor parte de los pueblos del Continente.
mo tiempo se introducen sentidos y conceptos derivados de la visión pachamámica o integral,
que se abre paso construyendo alternativas sistémicas. No obstante, a pesar de las evidentes
contradicciones, que son expresión de una realidad inestable y confrontada, el reconocimiento
de los principios del buen vivir es signo de transformaciones culturales radicales.
La Constitución de Bolivia asienta en su artículo octavo que “El Estado asume y promueve
como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo,
Nudos
no seas mentiroso, ni seas ladrón),
��������� sumak qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko
kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble).”
Se reconoce la variedad de visiones y de organizaciones societales al asumirse como nación
plurinacional, y se afirma colectivamente una serie de principios morales que configuran una 117
socialidad muy distinta a la de los códigos liberales. Las condiciones para ser un buen ciudadano
pasan por la honestidad y la autoridad moral ganada con el trabajo y compromiso social.
Los propósitos de la nación, que el estado tiene la responsabilidad de impulsar, están relaciona-
dos con el bien comunitario entendido en una perspectiva de amplio espectro, que supone el trán-
sito entre las dimensiones cósmicas y terrenales, de la tierra y de los seres vivos en todos los tiempos.
El trabajo como potencia creadora es el corazón de la felicidad, se dice en Ecuador, expli-
cando el ama killa que se relaciona con el respeto a la tierra, y la Constitución, si bien propone el
desarrollo, se desliza desde le antropocentrismo hacia el biocentrismo reconociendo derechos a
la naturaleza tanto como a la humanidad.
El trabajo no es entendido en estas concepciones como instrumento de dominación (sobre
la naturaleza o sobre otros hombres), sino como el espacio de construcción de la vida armo-
niosa, serena, pacífica, noble y sin mal, sin agresión. Se trabaja para alegrar a la Pacha mama y la
satisfacción de la Pacha mama nutre y da felicidad a los seres que la cuidan y la alimentan.
El Sumak qamaña en Bolivia y el Sumak kawsay en Ecuador cobran sustancia desde la totali-
dad integrada de todo lo que compone la vida y el cosmos. Se habla desde las cosmovisiones y
las herencias culturales comunitarias, pero no se trata de una concepción estática o conserva-
dora. Los saberes heredados se revisan permanentemente en un ejercicio habitual denominado
tinkuy, que permite ir adaptando, enriqueciendo, corrigiendo o desechando lo que sea prudente,
desde una valoración regida por la serenidad del aprendizaje del saber ser, que es el ser con y en
la tierra, el ser en armonía con la totalidad.
Producción y trabajo
La producción y el trabajo son entendidos como espacios de libertad y de goce en los que se
establece la relación con los otros sujetos –el maíz, las aves, etc. Se produce como un acto social
y no como un acto económico. La producción y el trabajo son un ejercicio de reafirmación de la
vida, lo que implica también el ejercicio y la recreación de la politicidad, y no un mal necesario
o un simple medio para garantizar la sobrevivencia.
Trabajo, desde esta perspectiva, no es equivalente a empleo. La vida no se resuelve con
empleos sino reinventando la complementariedad. Es decir, la recuperación del trabajo como
acto social e intersubjetivo es en sí misma contradictoria con la manera capitalista de entender
la producción o el trabajo productivo.
Usamos el término sin ningún tipo de connotación despectiva o fundamentalista.
Ramírez, “Socialismo”, 2010.�
La dinámica productiva del capitalismo que ha generado la situación de colapso en que nos
encontramos, ofrece como solución nuevas inversiones, que tienden a profundizar la catástrofe,
y empleos precarios y enajenados que ni siquiera tienen posibilidad de absorber el desempleo
masivo del periodo previo.
Nostromo
El trabajo que cuida y reproduce la vida considera ésta en un sentido amplio. No se repro-
duce un tipo de vida sin las otras; es preciso regenerar el entramado completo de vidas para dar
condiciones de futuro a la misma humanidad. En vez de reponer la fuerza de trabajo, que será
usada por el capital, crear cada vez la vida en toda su complejidad. Trasladar el eje de la produc-
ción material al hacer de la vida.
118
Territorio
Comunidad y sentidos
La concepción de la vida y del proceso social con carácter plurisocietal y plurisujético supone
un cambio de visión del individuo a la comunidad como unidad básica. No obstante, no se trata
de una diferencia de número sino de una modificación sustancial que surge de un inmanente
epistémico distinto al de la modernidad.
El sentido de comunidad se conforma integrando la lluvia, las montañas, el viento, las plantas,
los minerales y elementos físicos del lugar, los animales, los seres que vivieron otro tiempo, los se-
res que la habitan y los astros que le aportan luz, calor, y condiciones para la siembra o la cosecha.
Es decir, el concepto de comunidad es muy amplio, complejo y con varios elementos de co-
Nudos
hesión o identidad: la historia compartida, la lengua, los sentidos comunes, el trabajo colectivo y
la complementariedad, generalmente organizada por pares –agua y fuego, hombre y mujer, valle
y montaña, noche y día, luna y sol y muchos otros.
El nudo epistemológico desde el cual se construye la comprensión del mundo, la organiza- 119
ción social, el habitus y el horizonte es a la vez aportado por “las arrugas de la tierra” que encie-
rran los aprendizajes milenarios y por la crítica o ruptura con una visión no satisfactoria. Es una
línea hacia el futuro y una larga raíz incrustada en un pasado de muy larga duración, pero implica
por los dos lados una resistencia y una subversión. El simple intento de pensar distinto, de man-
tener imaginarios utópicos y de recrear las memorias en una circunstancia homogeneizadora y
avasalladora como la que intenta imponer el capitalismo es ya una rebeldía descolonizadora.
El Sumak qamaña supone una transformación de todos los mapas y territorios, incluido el
corporal y el mental.
Momento de bifurcaciones
El capitalismo ha tocado sus límites de posibilidad. Su capacidad destructiva sobrepasa con mu-
cho sus potencias creativas, generando una situación de inestabilidad sistémica propicia tanto
para catástrofes como para bifurcaciones, como las que analiza Prigogine para el campo de la
física e Immanuel Wallerstein para el de las ciencias sociales.10 El capitalismo ofrece un camino
conocido, con reglas aprendidas, con certezas, pero cuyo desenlace es siniestro. Se sabe que el
desarrollo, la acumulación, la libertad de mercado y el crecimiento son los jinetes de la extinción
de la vida. Desde hace 500 años son esos jinetes los que hegemonizan los procesos sociales. Nos
han enseñado a pensar y a hacer como ellos. Nos han inculcado el miedo a la incertidumbre y a
lo desconocido; el miedo a un orden complejo (¡caos!) o no dirigido (¡anarquía!). Sin embargo,
incluso la ciencia alerta sobre la situación de alto riesgo en la que nos ha colocado la translimi-
tación ecológica (wwf). El capitalismo no caerá solo. O lo detenemos o nos arrastra a todos en
la carrera.
Planteamientos como el del Sumak qamaña, sumak kawsay, autonomía, vivir bien o buen vivir
son una apuesta sin certeza. Es necesario inventarlos, a pesar de sus largas raíces. Durante 500
desaprendimos la complementariedad y nos empapamos de competencia aun si lo hicimos re-
sistiendo y luchando. El mundo cambió tanto que tampoco sería suficiente recordar nuestros
modos ancestrales; tenemos que imaginar, crear y experimentar nuevos.
10
A partir de sus investigaciones en los campos de la química y la física, Prigogine señala que para que haya historia tiene que
haber inestabilidad o no-equilibrio. Las situaciones de equilibrio son estáticas, no permiten transformación. El momento actual
es altamente inestable, como lo fue cuando tuvo lugar la irrupción de Europa en el mundo, y por tanto es de multiplicidad y de
posibilidades abiertas de bifurcación. Todos los caminos son posibles; no hay certezas, sólo oportunidades. Wallerstein retoma las
investigaciones de Prigogine y las introduce en el estudio de los procesos sociales de larga duración que implican configuraciones
sistémicas organizadas.
Dentro del capitalismo no hay solución para la vida; fuera del capitalismo hay incertidumbre,
pero todo es posibilidad. Nada puede ser peor que la certeza de la extinción. Es momento de
inventar, es momento de ser libres, es momento de vivir bien.
Nostromo
Bibliografía referida
Ceceña, Ana Esther, Derivas del mundo en el que caben todos Scott, James C., Seeing like a state, Yale University Press,
los mundos, México, Siglo Veintiuno Editores/ 1998.
clacso, 2008. Wallerstein, Immanuel, Análisis de sistemas-mundo. Una
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Prigogine, Ilya, El nacimiento del tiempo, Buenos Aires, 2005.
Tusquets, 2006 [1988]. wwf, Planeta Vivo Informe 2010, Biodiversidad, biocapacidad
Ramírez, René, “Socialismo del sumak kawsay o bioso- y desarrollo, disponible en http://www.wwf.org.
cialismo republicano” en senplades, Los nuevos mx/wwfmex/planeta-vivo-2010.php
retos de América Latina: socialismo y sumak kawsay,
Quito, senplades, 2010.
“ Ahí está el busilis del problema: ¿las corridas de toros deben ser consi-
deradas cívicamente inmorales o no? Si lo son, en el sentido de que resultan
incompatibles con los derechos fundamentales sobre los que se basa nuestra
Constitución o con principios éticos inapelables sobre los que quisiéramos que
se fundase la civilización, deben ser prohibidas por mucha tradición y mucho
arte que las avale y aunque sean el modus vivendi de numerosas personas. Como
señaló la pasada Semana Santa un antitaurino, también la crucifixión de Cristo
ha dado lugar a admirables obras artísticas y venerables tradiciones piadosas,
”
pero no por ello autorizamos que se siga hoy en día crucificando a la gente.
Savater, Tauroética, 2011, p. 18.
”
produce cada vez más víctimas, comprendida ella misma.
Yourcenar, “Quién”, 2007, p. 55.
*
Catedrático de la Universidad de Barcelona.
1
Un gulag es un lugar en el que se encarcelan a prisioneros políticos y sirve como un mecanismo de represión a la oposición política
del estado.
¿Alienígenas?
Imaginemos que –como en tantas películas de ciencia-ficción– llega del espacio una raza alie-
nígena, dotada de una tecnología muy avanzada, que trata por todos los medios de apropiarse
de los recursos terrestres y someter a los seres terrícolas, esclavizándolos y explotándolos des-
piadadamente… Como en esas películas, esperaríamos que se encendiese la llama de la rebelión
Nudos
contra los crueles alienígenas, ¿verdad?
Ay… si uno lo piensa un poco quizá llegue a ver que esos invasores ya están aquí, y somos
nosotros. Punto por punto, la descripción de su conducta podemos aplicarla al comportamiento
de los seres humanos en la biósfera. Nos comportamos frente a los seres vivos y los recursos 121
naturales como esa raza alienígena venida del espacio exterior. Y de esta manera destruimos; y
también –porque somos interdependientes y ecodependientes– nos autodestruimos.
En mi modesta opinión, Fernando Savater –tan donoso discurridor sobre muchas cuestio-
nes– nunca hila muy fino en su reflexión sobre la naturaleza, o sobre el trato que dispensamos
a los animales no humanos. Pero el cabreo que dispensó en forma de artículo de prensa tras la
histórica votación en el Parlament de Catalunya (el 28 de julio de 2010) que había prohibido las
corridas de toros sobrepasa lo que le habíamos leído anteriormente.
A los animales domésticos se les maltrata cuando no se les trata de manera acorde con el fin para el
que fueron criados. No es maltrato obtener huevos de las gallinas, jamones del cerdo, velocidad del
caballo o bravura del toro. Todos esos animales y tantos otros no son fruto de la mera evolución
sino del designio humano (...). Tratar bien a un toro de lidia consiste precisamente en lidiarlo.
De acuerdo con este razonamiento, tratar bien a una niña criada como esclava sexual consis-
tiría en violarla. Tratar bien a un gladiador ha de consistir en hacerlo pelear hasta la muerte en el
circo romano (suponiendo que fuera criado para ello). No habrá problema ninguno con el uso
de los castrati para diversión de príncipes y prelados: qué duda cabe de que son fruto del desig-
nio humano. Y si a algún ingeniero genético ligero de cascos se le ocurre iniciar la producción
industrial de bebés transgénicos para elaborar con ellos cremas de belleza, adelante: tampoco
ellos serían, al fin y al cabo, producto de la evolución sino del ingenio de los hombres...
Frente a esto, sin duda Savater replicaría que no cabe tratar a humanos y no humanos apli-
cando el mismo conjunto de criterios morales: para los primeros ética kantiana (o algo seme-
jante), para los segundos instrumentalización sin límites. Según el pensador donostiarra, nuestra
relación con la naturaleza o con los animales no humanos ha de regularla la sensibilidad o el
gusto estético, pero no la ética. Así, Savater escribe en el mismo artículo de prensa: “La moral
trata de las relaciones con nuestros semejantes y no con el resto de la naturaleza. Precisamente
la ética es el reconocimiento de la excepcionalidad de la libertad racional en el mundo de las
Critiqué su tratamiento de la distinción natural/artificial en Riechmann, “Industria”, 2005.
Savater, “Vuelve”, 2010. (De forma más meditada en Tauroética, 2011, p. 41.) El 28 de julio de 2010, el Parlamento de Cataluña
aprobó con 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones abolir las corridas de toros en Cataluña a partir del 1° de enero de 2012.
Durante el siglo xvi la Iglesia Católica no permitía que las mujeres cantaran en el coro y por eso se empezó a recurrir en hombres
castrados los cuales eran llamados Il Castrato. Estos hombres llegaban a tesituras que iban desde soprano a mezo-soprano, debido
al retiro de sus testículos en edad puberta.
necesidades y los instintos”. Pero aquí está incurriendo en una petición de principio: lo que debería
ser probado se asume como premisa. Savater presupone que existe una diferencia radical entre animales
humanos y no humanos, que es precisamente lo que está en cuestión: tal “abismo ontológico” es, en mi
opinión, una ventajista construcción humana que no puede defenderse sin arbitrariedad, sin in-
Nostromo
currir en especismo (prejuicio de especie). El psicólogo inglés Richard D. Ryder empleó el término
speciesism por primera vez el año 1971, en un artículo sobre “Experiments on animals”. En 1986
el Diccionario de Oxford lo definió como “la asunción de la superioridad humana sobre otras
criaturas, lo que lleva a la explotación animal”. Peter Singer, en su clásico Liberación animal, lo
define como: “un prejuicio o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de nuestra
122 propia especie y en contra de los de otras”.
La petición de principio está bien identificada como falacia desde los trabajos lógicos de Aristóte-
les. Al propio maestro de Estagira (como más tarde a Nietzsche) le podía parecer autoevidente
que los seres humanos se dividían de forma natural en amos innatos y siervos innatos, y que
lo natural era que los primeros esclavizasen a los segundos “por su propio bien”: pero con ello
incurría él mismo en una clamorosa petición de principio. El prejuicio clasista de su época no
podía tomarse como un dato: si acaso, tendría que justificarlo. La situación de Fernando Savater
con respecto a los animales no humanos es análoga. Si quiere razonar a partir de su prejuicio de
especie, tendrá que tratar de justificarlo primero. La discriminación especista da por sentado que
los intereses de un individuo son de mayor o menor importancia por el hecho de pertenecer a
una especie animal determinada: pero ¿por qué esa pertenencia a una especie determinada ha de
ser un factor moralmente relevante? No vale afirmar simplemente que “todo lo que cuenta en la
ética [es] el reconocimiento de lo humano por lo humano y el deber íntimo que nos impone”,
porque tenemos buenas razones para defender que, más allá del círculo de lo humano, hemos
de considerar a los animales no humanos como pacientes morales (aunque no como los agentes
que no pueden ser, claro está).
Seguramente vale la pena recordar aquí estas importantes nociones de filosofía práctica.
Agente sería aquel individuo capaz de evaluación, deliberación y decisión moral (los agentes
morales forman un subconjunto del conjunto de los seres humanos: los bebés, por ejemplo, no
son agentes morales). Diremos que algo es digno de consideración moral si debemos tenerlo en
cuenta directamente, por sí mismo, en nuestros juicios y valoraciones morales. Paciente moral sería
aquel beneficiario de la conducta del agente que merece consideración moral. Por ejemplo, una
niña pequeña o un discapacitado psíquico profundo no son agentes morales, pero la mayoría
de nosotros pensamos que merecen consideración moral y deben ser kantianamente tratados
como “fines en sí mismos”.
Critiqué esa noción de un “abismo ontológico” entre los animales humanos y los no humanos en mi libro Todos los animales somos
hermanos, 2005), especialmente en el capítulo 1 (“Animales humanos y no humanos en un contexto evolutivo”).
Singer, Liberación, 1999 [1975].
Savater, “Barbarie”, 2010.
Acerca de esta noción, ver Goodpaster, “Sobre”, 2004, pp. 147-ss.
Esta intuición es la que recoge la noción de “paciente moral” introducida por Warnock, Object, 1971, p. 148.
Muchos de nosotros pensamos que todos los seres vivos merecen consideración moral (aun-
que distinguiendo y jerarquizando sobre la base de las capacidades con relevancia moral que posee
cada ser vivo en concreto –y no según su pertenencia a una especie determinada).10
Nudos
Fernando Savater defiende que “reconocer derechos a los animales debería comportar suponer-
les también deberes”, dada “la correlación –no meramente lingüística, desde luego– que existe
entre ‘libertad’ y ‘responsabilidad’. En una palabra, como la exigencia de reciprocidad específica 123
al menos potencial sin la cual la ética resulta ininteligible (lo cual también distingue el caso de
los recién nacidos o los disminuidos psíquicos de cualquier tipo de simios, por despejados que
sean)”.11 Pero debería resultar claro que no tiene razón en esa exigencia de reciprocidad. Hay
relaciones éticas que son esencialmente asimétricas, y la más importante de las mismas es precisa-
mente la de responsabilidad (la capitana del barco es responsable de sus pasajeros, y no a la
inversa; la cirujana torácica es responsable de su paciente mientras lo tiene sedado en la mesa
de operaciones, y no a la inversa; el hijo es responsable de su padre demenciado, y no a la in-
versa…). De igual forma, también se dan deberes asimétricos, sin exigencia de reciprocidad, y
bien puede suceder que tales deberes (humanos) puedan considerarse fundadores de derechos
(cuyos titulares sean animales no humanos). Sostener lo contrario –una correlación férrea entre
derechos y deberes– nos llevaría por ejemplo al disparate moral de negar cualquier deber hacia
las generaciones humanas futuras…12
Tampoco cabe aceptar, en mi opinión, la idea de Savater según la cual no cabe hablar con
sentido de “intereses” sin elección libre13 (con lo cual los animales no humanos –o los bebés
humanos– no poseerían intereses). Hacer depender así la existencia de intereses de la capaci-
dad para elaborarlos discursivamente supone, otra vez, incurrir en petición de principio. Por
supuesto que una planta tiene interés en recibir suficiente luz solar, un cerdo tiene interés en
no ser degollado, y una niña pequeña tiene interés en recibir una buena educación no sexista
–y los tienen aunque sean incapaces de articularlos racionalmente. La vida va de la mano de la
posesión de intereses: todos los vivientes los tienen.
Un manotazo arbitrario
En El cerdo que quería ser jamón (y otros 99 experimentos para filósofos de salón), Julian Baggini fantasea
en los siguientes términos:
10
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Un planteamiento amplio de estas cuestiones en Velayos, Dimensión, 1996.
11
Savater, “Filantropía”, 1999.
12
Traté con detalle este asunto en Riechmann, “Responsabilidad” 2005.
13
Savater, Tauroética, 2011, p. 26.
cerda llamada Priscilla a la que había conocido la semana anterior. Había sido genéticamente dise-
ñada para poder hablar y, lo que es más importante, para querer que se la comieran. Priscilla había
deseado toda su vida acabar en una mesa, y el día de su matanza se despertó toda esperanzada. Le
había contado todo esto a Max justo antes de dirigirse presurosa al confortable y humano matadero.
Nostromo
La fantasía del filósofo británico está sugiriendo, en negativo, cuáles serían las condiciones
para que matar y comer animales superiores fuese una práctica éticamente aceptable. Savater
piensa que puede quitarse el problema de encima de la mesa con un manotazo: si son “artificia-
124
les”, entonces la voluntad del creador de artificios se sobrepone a cualquier otra consideración.
Opino que se trata de un manotazo completamente arbitrario.
Supremacismo humano
Fernando Savater tiene razón al criticar la incoherencia de los antitaurinos que comen carne.
Pero pedir a los defensores de los animales que renuncien a los antibióticos (“cuyo simple
nombre ya promete matanzas”14) es pura demagogia. No hay incoherencia ética ninguna entre
rechazar el antropocentrismo moral excluyente y defenderse de una infección bacteriana que
nos llevaría a la tumba: los defensores de los animales no se creen, por lo general, criaturas
angélicas. Saben que la tragedia existe y que no todos los valores que estimamos son siempre
conciliables.
La cuestión de fondo es que ese antropocentrismo moral excluyente afirma la prioridad de
cualquier interés humano (incluso los más frívolos) frente a los intereses básicos de criaturas sin-
tientes con capacidades complejas muy similares a las nuestras. Y esto es lo que a mucha gente
nos parece inaceptable… Escribe Savater: “La ahimsa no sólo es incompatible con alimentarse
de seres vivos, sino también con la estreptomicina y otros medios de defendernos de los peli-
gros que suponen esos vivientes para nosotros”.15 Este es un razonamiento falaz del tipo “da
igual ocho que ochenta”, basado en negar relevancia a la distinción entre los intereses básicos de
un ser humano (no morir de hambre, sobrevivir a una infección) y nuestros deseos triviales y
quizá moralmente cuestionables (comer carne de cordero lechal, disfrutar de una buena pelea
de gallos).
Quizá “antropocentrismo” no sea ni siquiera el término más adecuado para el problema
moral que está en juego. Pues por una parte existe lo que en otros lugares he llamado “antropo-
centrismo en sentido epistémico”, que es inevitable (cada ser vivo existe dentro de un mundo
sensorial, cognitivo y experiencial característico de su especie, del que no puede evadirse); y por
otro lado es un hecho que el ser humano ocupa un lugar singular dentro de la biósfera, y que
sus peculiares capacidades (entre ellas, muy destacadamente, su poder destructivo) le sitúan en
un lugar “central” respecto a los demás seres vivos. El problema moral surge cuando los intereses hu-
manos se favorecen sistemáticamente frente a intereses de rango equivalente de los que son portadores organismos
no humanos; para esto sería menos equívoco hablar, más que de antropocentrismo, de antroposu-
premacismo o “supremacismo humano” (así como denominamos “supremacismo blanco” a la
ideología racista del Ku-Klux-Klan o los neonazis europeos).
14
Savater, “Barbarie”, 2010.
15
Savater, Tauroética, 2011, p. 32.
Trabajando en las raíces
Nudos
Si hubiéramos de identificar, en el ámbito de las prácticas materiales sobre las que se basan
nuestros modos de vida, los fenómenos que causan más dolor y daño a los animales no huma-
nos, no sería difícil convenir en dos conjuntos de fenómenos: la crianza industrial de animales por una
parte, y la degradación y destrucción de ecosistemas por otra. 125
Basta con identificar estas dos fuentes de daño para que se nos haga patente que resulta
imposible frenarlas sin un potente movimiento de autolimitación, autocontención o repliegue por parte de la
especie humana. Y hay que darse cuenta de lo que esto significa: limitar drásticamente el consu-
mo de carne y pescado, por ejemplo, o dejar de poseer y usar automóviles privados.
Por ejemplo: una foca adulta, en el Mediterráneo, necesita comer unos veinte kilos diarios
de pescado y marisco. Los pescadores las vieron como competidoras y exterminaron a miles de
ellas; ahora se intenta reintroducir la foca monje –la foca del Mediterráneo– en Cabo de Gata,
Cadaqués y Menorca.
Pero no habrá espacio para estas focas sin alguna restricción en nuestro voraz consumo de
pescado y marisco y en nuestra salvaje ocupación de la costa. En general: no podemos tener focas
en nuestras aguas, lobos y osos en nuestros montes, sin un movimiento de autocontención humana. Este movi-
miento de autocontención representa el mayor desafío de nuestra época. Y de momento, a la
hora de afrontarlo, estamos fallando.
Cuando me preguntan por qué gasto tanto tiempo y dinero hablando de ser amable con los animales,
cuando existe tanta crueldad hacia los hombres, yo contesto: Porque estoy trabajando en las raíces.17
“No hay que creer que todos los seres existen para el hombre”, prevenía Maimónides: “exis-
ten en provecho de sí mismos.”18 ¿Seremos capaces de respetar su espacio para existir, y sus
tiempos para hacerlo?
Se puede barruntar que, en Savater y otros autores, son las dificultades para ser moral las que desde
un segundo plano conducen a acotar de forma restrictiva (y en mi opinión arbitrariamente) la
comunidad moral. Estos autores dirían algo así: ya ven ustedes lo complicado que nos resulta
tratar éticamente al prójimo humano, no sobrecarguemos todavía más nuestros limitados recur-
sos morales introduciendo a demasiada gente en el club.
Pero si implícitamente se razona de esta forma, lo honesto sería poner la dificultad sobre
la mesa de forma directa, en vez de tratar de hacer pasar por buena una idea de la ética –”el
reconocimiento de lo humano por lo humano”– a mi entender poco convincente. Y por mi
parte, reconociendo el gran peso que hay que atribuir a esa dificultad para ser moral en nuestras
consideraciones éticas, argüiría dos cosas. En primer lugar, la dificultad se refiere al paso de una
“moral de proximidad” a una “moral de larga distancia” (el salto de la barrera de especie sería sólo una
dificultad añadida): pero la forma de hacer frente a la dificultad no puede consistir en renunciar
a cualquier ética universalista, concentrando nuestros limitados recursos morales sólo en el trato
ético con los miembros de nuestro grupo primario y círculos más cercanos…
En segundo lugar, quizá haya que tomar en serio estrategias político-morales del tipo del tipo
aspirar a lo imposible para lograr lo posible (recomendación que en su tiempo nos hicieron tanto Max
Weber como Karl Liebknecht). Probablemente deberíamos considerar la ética de un filósofo
moral de la talla de Emmanuel Lévinas como una propuesta de esta clase:20 pensemos en su más
que exigente noción de responsabilidad infinita… Por cierto que también aquí apreciamos peligros
(nutrir un superyó feroz que neurotice severamente al agente moral; alimentar construccio-
nes utópicas que nos lleven a descuidar los deberes morales más cotidianos y evidentes), pero
reconocerlos e identificarlos no sería en mi opinión razón suficiente para ocluir esta vía.
20
Una sugerente introducción en Putnam, Filosofía, 2011.
¿Pueden ser dañados?
Volvamos a la cuestión de los animales no humanos. Víctor Gómez Pin –en otro artículo más
contra la prohibición del toreo en Cataluña, debate donde la demagogia alcanzó muy altos
niveles– daba una buena definición de lo que está en juego:
Nudos
El comportamiento ético no consistiría ya en la exigencia de no instrumentalizar a los seres de razón
y de lenguaje, sino en la exigencia de no instrumentalizar a los seres susceptibles de sufrimiento.21
Mary Ann Glandon y Victoria Camps han insistido en que el lenguaje de los derechos –caracte-
rístico del universo político liberal– es un lenguaje político y moralmente pobre, porque no nos
habla de nuestros deberes y responsabilidades mutuas, y trata a los individuos como extraños
entre sí.23
El abuso del lenguaje de los derechos –como el abuso de la idea de contrato como forma de todas
las relaciones humanas– está supliendo la ausencia de solidaridad, la falta de una interrelación más
fluida y constante entre los individuos. La protección de los animales o de la naturaleza se plantea
en términos de derechos. Pero ¿no es absurdo hablar de los derechos de los cerdos o de los árboles
cuando es un hecho que la interdependencia de la vida planetaria se está degradando? Seguramente
21
Gómez Pin, “Anatema”, 2010.
22
Es lo que he tratado de defender en mi libro Todos los animales somos hermanos.
23
Glandon, Rights, 1991, especialmente el capítulo 4.
es también la falta de socialidad la culpable de trasladar el lenguaje de los derechos a los grupos,
una forma insatisfactoria de reconocer que los seres humanos son sociales a la vez que autónomos:
‘No necesitamos una nueva carpeta de derechos colectivos sino un concepto pleno de personalidad
humana y una forma más ecológica de pensar en la política social’ (Mary Ann Glandon).24
Nostromo
Y José Luis Pardo, en Nunca fue tan hermosa la basura, realiza una sentida defensa de la
otredad:
La animalidad, como en general la naturaleza, siempre es para nosotros, los humanos, algo inquie-
tante. Y uno de los remedios más extendidos contra la inquietud es la asimilación: conceder dere-
128
chos a los animales, por ejemplo, o a las plantas o a los bosques, es decir, empeñarnos en no dejarles
ser lo que son. Si a alguien le preocupasen realmente los animales o la naturaleza, lo primero que haría
sería levantarse al menos con las armas del intelecto contra semejantes intentos de eliminar del
mundo todo lo que nos es ajeno.25
Sólo una precisión: creo que en efecto abusamos del lenguaje de los derechos en detrimento
de otros lenguajes morales posiblemente más interesantes; pero no resulta más absurdo hablar
de los derechos de los cerdos que hacerlo de los derechos de los discapacitados, en este terrible
contexto de degradación ecológica y cuarteamiento de la socialidad que es el nuestro. Conceder
derechos jurídicos a un roble es tan razonable (o tan poco) como concedérselos a una empresa
transnacional, y equivale a establecer: habrá ciertas conductas que nosotros, los agentes morales
(y sujetos jurídicos), nos vedaremos frente a ese roble o a esa empresa.
Vale decir: critiquemos nuestros lenguajes político-morales en lo que éstos tengan de criti-
cables, pero sin incurrir en especismo (prejuicio de especie).
Los seres humanos somos producto del mismo proceso evolutivo del que surgen las demás
especies vivas: todos los seres vivos en el planeta Tierra estamos emparentados biológicamente
(hay una sola bioquímica en la Tierra). En los seres humanos, evolución genética y evolución
cultural se determinan mutuamente.
Charles Darwin apuntó que en la selección natural que va moldeando a los mamíferos tan
importantes resultan la agresividad y la competición como el fuerte amor filial de las madres
hacia sus crías, vinculado con el éxito reproductivo de la especie. Estos afectos se hallan en el
origen de vínculos sociales más inclusivos, que abarcan a grupos amplios de seres humanos.
Los lazos afectivos orientan la agresión y la competición hacia el exterior del grupo, mientras
que dentro del mismo prevalece la cooperación. Observamos un proceso histórico de amplia-
ción de los límites de estos grupos (que considerados desde cierta perspectiva constituyen una
comunidad moral): de la familia extensa a la tribu, de ésta al clan, luego a la nación, y tendencial-
mente hoy a toda la humanidad… Si nuestro horizonte es una ética universalista, ¿no debería
este movimiento ir más allá de las fronteras de nuestra especie? Hoy la estrategia de agresión
tiende a conservarse sólo frente a lo no humano.
24
Camps, “Teoría”, 2003, p. 124.
25
Citado con gran aprobación en Savater, Tauroética, 2011, p. 42.
Si nuestra evolución cultural y moral continúa, el siguiente paso sería pasar de la sociedad
global a una comunidad más amplia de la que formarán parte los animales no humanos, quizá la
“comunidad biótica” hacia la que apuntó Aldo Leopold. Como sugiere James Rachels,
los seres humanos somos sólo una de las especies que habitan este planeta. Como los seres hu-
manos, los animales también tienen intereses que se ven afectados por lo que hacemos. Cuando
Nudos
los matamos o torturamos son dañados, así como los seres humanos son dañados cuando se les
trata en esas formas. Bentham y Mill tuvieron razón al insistir en que se debe dar igual peso a los
intereses de los animales en nuestros cálculos morales. (…) La imparcialidad exige la expansión de
la comunidad moral no sólo a través del espacio y del tiempo, sino también a través de las fronteras
entre especies.26 129
Estamos acostumbrados a pensar que tenemos obligaciones para con aquellos que pertene-
cen a nuestra comunidad. Pero si todos los seres vivos pertenecemos a una misma comunidad
biótica…
Al igual que todas las demás especies con que compartimos el mundo, somos el resultado de mul-
titud de sucesos casuales que se remontan hasta la pasmosa explosión de formas de vida que se
produjo hace quinientos millones de años, y antes de la explosión, hasta el origen mismo de la vida.
Cuando comprendemos, pensando en nuestros orígenes, esta conexión íntima con el resto de la na-
turaleza, se desprende un imperativo ético: nuestra obligación es protegerla, no causarle perjuicios.
Y es nuestra obligación, no porque seamos la única criatura sensible de la Tierra y esta superioridad
nos permita ser generosos, sino porque en un sentido básico el Homo sapiens está a la misma altura
que todas y cada una de las demás especies. Y cuando entendemos la biota de la Tierra en térmi-
nos holísticos, es decir, viéndola funcionar como un todo interactivo que produce un mundo vivo,
estable y con buena salud, acabamos por vernos a nosotros mismos como parte de ese todo, no
como especie privilegiada que puede explotarla impunemente. El reconocimiento de que estamos
arraigados en la vida y su bienestar exige que respetemos a las demás especies, no que las arrollemos
en la ciega satisfacción de nuestros intereses.27
(I) Los criterios intersubjetivos que aplicamos para atribuir capacidad sensitiva a otros seres humanos son apli-
cables también a los animales. La ciencia nos enseña que los animales (los mamíferos por lo menos)
tienen un sistema nervioso del mismo tipo que el nuestro; las mismas endorfinas y sus receptores
neuronales que nosotros poseemos se han encontrado en los sistemas nerviosos de todos los
vertebrados investigados. No podemos dudar de que los animales sientan placer y dolor, ni de
que también (por lo menos la mayoría de los mamíferos) sean capaces de abrigar expectativas y de
experimentar miedo, aburrimiento, excitación, etc., en mayor medida de lo que podríamos poner
en duda la realidad de sentimientos y sensaciones análogos en otros seres humanos distintos de
nosotros mismos. Los animales, en resumidas cuentas, son sin duda seres sintientes.
(II) En las sensaciones –al contrario que en las simples percepciones– está siempre implícito un momento de valor-
ación positiva o negativa. Por ello, para los seres capaces de tener sensaciones tiene sentido hablar de una calidad
26
Rachels, Introducción, 2007, p. 304.
27
Leakey y Lewin, Sexta, 1997, pp. 273-274.
de vida (subjetiva). Su vida puede ser mejor o peor para ellos mismos. Las sensaciones positivas
favorecen la buena vida, las negativas la impiden. Todos los seres capaces de tener sensaciones tienen intere-
ses: intereses, precisamente, en una buena vida (X tiene interés en un estado de cosas S cuando S
favorece la buena vida de X).
Nostromo
(III) Para nuestros fines presentes, podemos explicitar lo que significa “vivir en perspectiva moral”
aproximadamente de la forma siguiente: vive moralmente quien concede la misma importancia a la buena
vida de todos los seres humanos. (Todas las morales universalistas contienen un principio análogo a
éste, formulado a veces en términos de imparcialidad, a veces en términos de igual consideración
de los intereses de todos los afectados, o de alguna otra forma.)
(IV) Pero, como hemos visto antes, los animales también pueden tener una buena o mala vida. Ex-
130 cluir a los animales del universo moral, o degradarlos a objetos morales de segunda categoría, con el mero pretexto de
que no pertenecen a la especie humana, es tan arbitrario como la exclusión o degradación de negros con el pretexto
de su raza o de mujeres con el pretexto de su sexo. Incurre en prejuicio de especie quien crea diferencias
injustificadas entre las especies o se aprovecha de diferencias moralmente irrelevantes entre ellas:
el “espejismo” o prejuicio de especie es tan inaceptable como el sexismo o el racismo.
(V) Por ello, sólo vive en realidad moralmente quien concede la misma importancia a la buena vida de todos los seres
capaces de tener sensaciones. Dicho de otra manera: los animales (al menos los animales superiores) son
dignos de consideración moral por sí mismos, y tenemos deberes morales directos para con ellos.
A partir de Angelika Krebs: “Haben wir moralische Pflichten gegenüber Tieren? Das pathozentrische Argument in der
Naturethik”. Deutsche Zeitschrift für Philosophie 41/6, 1993, pp. 997 y ss. Recogí esta argumentación en un paso central de mi
libro Todos los animales somos hermanos (Los Libros de La Catarata, Madrid, 2005, pp. 68-69).
Una flota factoría puede sacrificar setenta animales al día, utilizando misiles que parecen traídos del
futuro, con bridas y alerones diseñados para que exploten en cráneos gigantes. 360.000 ballenas azu-
les murieron de ese modo durante el siglo xx, reduciendo su población a sólo mil individuos. Hacia
la década de 1960 la ballena azul estaba, a todos los efectos, extinguida a nivel comercial.28
Estamos hablando de animales cuyos grandes cerebros, con evolucionados neocórtex –que
indican inteligencia superior–, sólo pueden compararse con los de los seres humanos y los gran-
des simios. Los cetáceos son capaces de resolver problemas, utilizar herramientas, transmitir es-
tas habilidades como herencia cultural... Viven en sociedades complejas, manifiestan emociones,
emplean sofisticados sistemas de comunicación...
En 1910 se cazaron 1.303 rorcuales y 43 cachalotes; en 1958, 32.587 y 21.846 para cada es-
pecie, respectivamente. En 1965 la masacre llegó a su máximo histórico: 72.471 ballenas. Con
varias especies al borde de la extinción llegaron medidas de protección. En 1966 se prohibió la
caza de ballenas jorobadas, en 1976 de rorcuales. En 1982 la Comisión Ballenera internacional
institucionalizó una moratoria mundial. Moratoria que luego algunos países no han respetado:
Japón, Noruega... Desde que en 1987 se puso realmente en marcha (con la excepción de algu-
nos pueblos nativos que cazan ballenas para sobrevivir, como los esquimales o inuit en Groen-
landia), se han cazado más de 25.000 ballenas de gran tamaño. Una terrible ironía: en 2006
28
Hoare, Leviatán, 2010, p. 391.
Islandia anunció que iba a volver a cazar ballenas boreales... pero, al descubrirse que los niveles
de mercurio y organoclorados en las ballenas abatidas eran demasiado altos para el consumo
humano, desistió temporalmente.29 “Ya nada queda por cazar, está cazado todo lo cazable”,
escribía Jesús Ibáñez en 1977:
Nudos
superación del hombre, la superación del cazador. La relación antibiótica de la caza tiene que ser
sustituida por una relación simbiótica entre los hombres y la relación simbiótica con la Naturaleza.
Superación de la lucha de clases y de la lucha contra la Naturaleza. Pero ¿cómo desmontar la máqui-
na que en sus giros locos amenaza al mismo tiempo a la especie humana y su nicho ecológico?30
131
En la naturaleza, las plantas verdes –incluyendo al fitoplancton marino– producen materia viva
a partir de elementos muertos. Son artesanas de un milagro. Después, en los niveles superiores
de las cadenas tróficas, entramos en un reino de crueldad: comer o ser comido. Cuerpos vivos
que se alimentan de otros cuerpos vivos.
Así hasta llegar al ser humano. Éste, biológicamente omnívoro, puede optar por reducir el daño
que causa alimentándose, puede abandonar –parcialmente– el reino de la crueldad. (Sin ñoñería
ninguna: sé que no puedo reducir a cero el daño que causo existiendo. La estructura de la vida
humana es trágica. Sé que puedo minimizar el daño, no aspiro a anularlo. No soy un ángel –ni
me extraviaré intentando serlo.)
Mucho más allá del significado inmediato de semejante abstención, entrevemos un sentido
profundo: en el ser humano la naturaleza cobra conciencia de sí, se torna autorreflexiva, y des-
punta entonces la conciencia moral. El ser humano desborda la matriz natural de la que procede.
La imagen utópica del lobo que pastorea sosegado junto al cordero se realiza, simbólicamen-
te, en el ser humano que de forma voluntaria deja de comer carne. De alguna forma, se anticipa
una existencia pacificada (en la cual el lince seguirá devorando conejos, pero los humanos deja-
remos de asesinarnos unos a otros y de devastar la naturaleza). Dejar de comer carne es realizar
un trocito de utopía.
De ahí la importancia que, para el entero edificio de la convivencia ético-política, reviste el
vegetarianismo. Encarna –con una potencia incomparable– la opción de no dañar al otro que se
halla en la base de toda ética. Es a la vez opción moral, y símbolo de todas las demás opciones
morales: aunque podría obtener una ventaja dañándote, me autolimito para no hacerlo. Las
demás criaturas no pueden planteárselo, el ser humano sí.
Podemos sin duda preguntarnos: si desde una perspectiva evolucionista el ser humano es un ser
natural, ¿por qué debería autocontenerse –como el enkratés aristotélico– en su trato con la natu-
raleza? Si el choque de un gran meteorito puede causar una megaextinción ¿debe preocuparnos
29
Ibídem, p.
�������
419.
30
Ibáñez, “Caza”, 1994, p. 7.
el causarla nosotros? Si los grandes carnívoros matan para comer ¿a nosotros no nos será lícito?
La respuesta breve es: los seres humanos –los adultos que no padezcan excesivas discapaci-
dades, cabe precisar– somos agentes morales, y ninguna otra criatura en la biosfera lo es.
El pez grande se come al chico: pero el ser humano puede decidir no comerse al pez gran-
Nostromo
La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad
en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la
humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica
en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la
debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan todas las demás.31
Homo sapiens sapiens: el asesino que puede dejar de matar. Reducido a su condensación máxi-
ma, ¿no sería precisamente ése nuestro programa?
Privilegio y responsabilidad
31
Citado en� Rowlands, Filósofo, 2009, p. 123.
32
Canetti, Libro, 2010, p. 105.
33
Savater, Tauroética, 2011, p. 29; cita a Thomas Nagel en “Ética sin biología”, un capítulo de Mortal Questions.
interpela Fernando Savater34. Precisamente porque tenemos capacidades morales que los demás animales
no tienen: nobleza obliga. Cuando Savater rechaza la idea según la cual “los dolores causados
por la Naturaleza son sufrimientos imprescindibles para la vida en su conjunto, mientras que
los provocados por los humanos son caprichosos y no necesarios” 35 está contradiciéndose a sí
mismo: como defensor de la libertad humana, debería tener clara la distinción básica entre mal
natural y mal social o moral.
Nudos
El núcleo de lo moral, tal y como lo han concebido pensadores sociales como Zygmunt
Bauman, se halla en el compromiso con el otro a lo largo del tiempo.36 Podríamos parafrasear: en el
acompañarnos unos a otros. O el reconocimiento del otro, o el festín caníbal. Pero hoy debe-
mos subrayar: ese “otro” no es solamente un animal humano. 133
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34
Savater, Tauroética, p. 32.
35
Ibídem, p. 38.
36
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Nostromo
134
Indios y campesinos:
alternativas anticapitalistas en la defensa
de la madre tierra
César Enrique Pineda Ramírez*
”
Habitante de la comunidad de Amatillo, Integrante del Consejo
de Ejidos y Comunidades Opositores a la Presa La Parota.
”
política y territorialmente.
Coordinadora de Comunidades en conflicto Aruco-Malleco.
En los últimos veinte años, los movimientos indígenas y campesinos en toda América Latina
aceleraron un viraje estratégico en sus demandas y horizontes emancipatorios. A la oleada de
recuperaciones de tierra o de defensa de su propiedad y posesión colectiva se ha añadido un
profundo debate y acción antagónica con los modos de producción y consumo dominantes
además de un cuestionamiento civilizatorio a los efectos depredadores del nuevo ciclo de acu-
mulación, que no sólo se ancla en la desposesión de la tierra, el territorio y los bienes naturales
sino que crea nuevas formas de apropiación de la naturaleza que la desarticulan y la afectan
como sistema bio-sostenible. La crítica anti-sistema ha devenido en una necesidad de las luchas
indígena-campesinas que oponen valores de uso contra el valor de cambio; que oponen signi-
ficaciones y racionalidades culturales no mercantiles a la dominación simbólico-científica del
desarrollo y en especial, modos de producción y significación, formas de hacer no encaminadas
a la máxima ganancia y la acumulación. En dicha crítica, que va de la acción de boicot y obstruc-
*
Sociólogo y estudiante de la maestría en Estudios Latinoamericanos de la unam. Activista de jóvenes en resistencia alternativa.
cebrion1@yahoo.com.mx
1
Moyo y Yeros, Recuperando, 2008.
Ceceña, “Guerra”, 2004.
ción de los proyectos de la agroindustria, del capital inmobiliario y extractivo a las prácticas de
reordenamiento productivo ecológico-comunitarias, se han ido moldeando algunos elementos
alternativos de gestión colectiva de los bienes comunes.
El surgimiento de estas prácticas evidentemente se torna conflictivo al poner en cuestión las
bases mismas de la producción capitalista y la relación dineraria, contradiciendo, por un lado, la
lógica del capitalismo verde y del crecimiento sostenible, falsas soluciones que dejan intactas las
Nudos
relaciones de explotación del mundo no humano, y advirtiendo, por el otro, que el crecimiento
productivo infinito es insostenible e inviable. En ese sentido, mientras estas prácticas proponen
una nueva racionalidad productiva, la lógica extractivista-desarrollista mantiene el modelo intac-
to; mientras estas prácticas valoran como inconmensurables y no mercantilizables a los bienes 135
comunes, la lógica de crecimiento nacional necesita de la extracción y usufructo mercantil de
ellos; mientras estas prácticas empujan hacia una producción descentrada que internalice las
condiciones ecológicas y sociales del llamado desarrollo, la lógica estatal de crecimiento soslaya
y vuelve secundarias estas contradicciones; mientras estas prácticas apuntan hacia un desarrollo
endógeno local autodeterminado, la lógica nacional-estatal está orientada hacia el desarrollo
nacional conectado a las necesidades del sistema-mundo; mientras estas prácticas luchan contra
el despojo, la racionalidad estatal ve este proceso como un daño colateral de un objetivo prio-
ritario mayor; mientras estas prácticas señalan que la naturaleza no tiene dueño, la lógica estatal
necesita de la apropiación de la tierra, el territorio y los bienes comunes para el crecimiento.
Aparecen así dos proyectos que se contraponen, basados en premisas diametralmente opues-
tas. Los movimientos valoran las culturas y tradiciones comunitarias ligadas al arraigo sobre la
tierra y el trabajo que deriva de ellas como identidad de sus pueblos; valoran el usufructo de los
recursos sólo para la reproducción y no para la acumulación; valoran también algo que surge en
numerosos conflictos que ellos mismos nombran con la palabra dignidad, reconociendo así nu-
merosos sentimientos colectivos sobre el no sometimiento, la identidad comunitaria, el respeto
y la determinación propia y, en especial, un profundo sentimiento colectivo de la justicia que no
está a discusión. En suma, priorizan valores y posiciones no mercantiles sobre su identidad, su
historia y los ecosistemas. Son de alguna forma racionalidades distintas a la dominante.
Estas luchas oponen dignidad, memoria y resistencia frente a la desposesión, la humillación
y el utilitarismo mercantil de la tierra y los bienes comunes, pero también han comenzado a
bocetar alternativas productivas, organizativas y de gestión material que desbordan la lógica del
capital. Por ello, la crítica de los movimientos populares indígena-campesinos puede pensarse en
tres dimensiones. La primera constituye una lucha de racionalidades y culturas no mercantiles
contra la lógica dineraria; la segunda, anclada en los derechos colectivos de los pueblos indios,
opone un sujeto soberano autodeterminado sobre el territorio a la necesidad compulsiva de re-
territorizalización de la dominación capitalista; por último, oponen tecnologías, formas y herra-
mientas agroproductivas que no funcionan en la lógica global del capital. Culturas subalternas
no mercantiles, autonomías y sistemas productivos alternativos son algunos de los ejes por los
que los movimientos indígena-campesinos no sólo resisten sino que experimentan y prefiguran
un mundo otro. Dignidad, autonomía, autoproducción son los ejes que analizamos a continua-
ción a partir de las propuestas, discursos y prácticas de diversas luchas populares.
Sotolongo y Delgado, Revolución, 2006.
Pineda, Emancipación, página web, 2010.
Navarro Trujillo y Pineda Ramírez, “Luchas”, 2009.
“ No podemos hacer nuestra cultura en el aire (…),
”
mientras la tierra exista, existirá el pueblo mapuche.
Guillermina Raimán, indígena mapuche.
Nostromo
La tierra no se vende, no se puede comprar algo que no está a la venta […] no vamos a ceder ni un
centímetro cuadrado de nuestra tierra, ahí están enterrados nuestros muertos, ahí nacimos y ahí nos
vamos a morir; no queremos morirnos en las grandes ciudades como si fuéramos animales, somos
seres humanos. Ellos nos han dicho indios guarachudos que apestan; sí, seguramente somos in-
dios guarachudos y a lo mejor apestamos, pero tenemos algo que se llama dignidad y esa no la van
a comprar con su cochino dinero. (Marco Antonio Suástegui, Consejo de Ejidos y Comunidades
Opositores a la Presa la Parota, Guerrero, México).
Todos los elementos de la dominación cultural basada en el discurso del progreso, el de-
sarrollo y la planificación estatal se desmoronan cuando los subalternos recuperan para sí, su
misma capacidad y coordenadas de valoración y significado. Muchos de esos elementos están
en sus propias culturas e historias:
Esas tierras no son prestadas, esas tierras son nuestras, de nuestros antepasados porque somos
pueblos originarios, establecidos a la orilla del lago de Texcoco, el pueblo es histórico, y estas tierras
siempre nos han pertenecido, fueron arrebatadas, robadas a nuestros antepasados en la conquista,
fueron recuperadas en la revolución mexicana por nuestros abuelos; estas tierras han costado la san-
Echeverría, Definición, 2001, p. 64.
Guarachudo se refiere al uso de calzado artesanal, huarache, utilizado por campesinos e indígenas en México como sandalias.
gre de nuestros abuelos y estas tierras son nuestras y no vamos a permitir que nos pisoteen de esta
manera porque no es razonable, no es lógico que suceda esto. (Marta Pérez, integrante del Frente de
Pueblos en Defensa de la Tierra, mejor conocido como el pueblo de San Salvador Atenco).
Los procesos de dignificación y recuperación de lo propio, del ser campesino y/o indígena
son en esencia antagónicos con la dominación, pero también a los cánones establecidos por el
Nudos
poder, representado en el estado y en la cultura de éxito basada en el dinero. Los procesos de
reconstrucción de las subjetividades políticas colectivas van a contracorriente de la lógica del
mercado sobre la tierra, el territorio y los bienes naturales. La reconstrucción identitaria indíge-
na amenaza los intereses geoestratégicos del mercado: 137
Para el logro de una sociedad mapuche sana y justa, es necesario referirse nuevamente a la idea de
revitalización cultural, valórica y religiosa, que no tiene que ver solamente con su importante prác-
tica referida a expresiones tradicionales nuestras que van desde el ejercicio religioso comunitario
hasta las prácticas de cotidianeidad sean ésta en la producción, la economía, la vida. Dice relación
también con la restitución de todos los elementos que son propios del espacio físico natural de
nuestro hábitat, de nuestro territorio; tiene que ver con la hidrografía, tiene que ver con las aguas,
los cerros, los bosques, la zoología, la vegetación, el tema arbolar, la medicina natural, los alimentos,
en general todo aquello que se relaciona al mundo mapuche. (Coordinadora de comunidades en
conflicto Arauco-Malleco)
El que diversas comunidades y pueblos se pongan de pie a partir de sus propias culturas,
saberes e identidades es de por sí disruptivo al constituir sujetos sociales antagónicos, pero que
lo hagan además con un proceso de significación de la tierra y sus bienes naturales alejándose de
la cosificación y utilitarismo con la que se relaciona el mercado con ella, hace que se convierta
en una subjetividad radicalizante y antagónica con el mercado. Esta racionalidad-subjetividad
no mercantil es explosiva. Esta subjetividad colectiva campesino-indígena que es menosprecia-
da por la izquierda tradicional e incomprendida por el desarrollismo progresista es visualiza-
da como peligrosa por los intereses dominantes. Una ilustración de ello es el documento del
National Intelligence Council (nic), en el cual sus analistas advierten que las “reivindicaciones
territoriales impulsadas por grupos indigenistas (sic) irredentistas podrían incluir el escenario de
insurgencia armada y violencia política”.
Si estas reivindicaciones se tornan antisistémicas y anticapitalistas por su forma de construc-
ción simbólico-identitaria, lo son también por la forma de configuración de reproducción social
material e inmaterial que recuperan y dignifican. Se crea una segunda tensión, un antagonismo
entre las formas de reproducción social (que integran formas de significar, producir y decidir,
las formas de reproducción social campesino- indígenas) y las formas de reproducción social
capitalistas–estatales. Esencialmente la propuesta de reconstrucción de la autodeterminación a
partir de la autonomía, es decir, de la construcción-recuperación-resignificación de mecanismos
y formas de poder colectivo, distintos a la democracia liberal dominante, por un lado, y a los
dispositivos, formas y tecnologías productivas alternas, por el otro.
Analicemos estas últimas. Desde las tecnologías indias de producción (milpa, chinampa,
terraza), pasando por las formas de organización basadas en el común, la reciprocidad y la
Citado en Díaz Polanco, Laberinto, 2008, p. 54.
Que como dice el convenio 160 de la Organización Social del Trabajo: “cualquiera que sea su situación jurídica, conservan todas
sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.
cooperación (minga, tequio) hasta las formas comunales de organización, la economía indíge-
na-campesina, no es sólo una economía rural o preindustrial sino mucho más que eso. Es una
forma de reproducción social (material e inmaterial) que reproduce lo colectivo, la comunidad,
entendida ésta en un sentido amplio: auto-organización de la cobertura de las necesidades, defi-
Nostromo
nidas colectivamente sobre la base de la gestión de los bienes y los ciclos naturales, de acuerdo
con el principio de renovabilidad y de relaciones y saberes específicos que son a la vez comuni-
tarios y locales.10 Esta economía es opuesta a la reproducción ampliada de capital.
La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (conaie) define al sistema co-
munitario como la forma de vida basada en la reciprocidad, solidaridad, igualdad y autoges-
138 tión, es decir, un sistema socioeconómico y político de carácter colectivo en el que participan
activamente todos sus miembros. La conaie pugna por el impulso de proyectos productivos
autogestionarios alternativos en los territorios de las Nacionalidades y Pueblos, así como la con-
versión de la gran propiedad privada de la tierra a propiedad comunitaria y estatal que incluye el
desarrollo de agroindustria controlada comunitariamente.11 Felix Patzi, al estudiar el sistema de
gestión económica comunal de la región andina, plantea que el sistema comunal:
Por otro lado, Vía Campesina, una coalición de organizaciones campesinas que aglutina a
millones de agricultores, especialmente del sur del mundo, reivindica a los pequeños producto-
res y su agricultura sostenible como mecanismo de equilibrio climático y de enfriamiento frente
al proceso de calentamiento global producido por los efectos de la producción capitalista:
Creemos que la agricultura sostenible a pequeña escala y el consumo local de alimentos va a invertir
la devastación actual y sustentar a millones de familias campesinas. La agricultura también puede
contribuir a enfriar la tierra usando prácticas agrícolas que reduzcan las emisiones de CO2 y el uso
de energía por los campesinos. […] En todo el mundo practicamos y defendemos la agricultura
campesina y familiar sostenible y exigimos soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es el
derecho de los pueblos a los alimentos saludables y culturalmente apropiados, producidos a través
de métodos sostenibles y ecológicamente adecuados, y su derecho a definir sus propios sistemas de
agricultura y alimentación.13
10
López García y López López, Comida, 2003.
11
Coincidiendo en este punto con el Movimiento Sin Tierra en Brasil, que no rechaza la industria ligera, siempre y cuando ésta sea
controlada colectivamente, manteniendo una pequeña escala y desechando organismos genéticamente modificados y agrotóxicos.
12
Patzi, Sistema, 2003, p. 305.
13
Vía Campesina, Productores, 2009.
cultura campesina familiar sostenible apoyada por verdaderos programas de reforma agraria, y
la promoción de producción descentralizada, en lugar de la producción a gran escala de agro-
combustibles.
Como podemos observar la división social y técnica de la producción, su control colectivo,
su propiedad comunal, sus mecanismos descentralizados, su escala, la manera de usufructo, la
gestión colectiva de los bienes, sus principios de funcionamiento basados en la autogestión y
Nudos
en la reciprocidad, su forma de relación con los ciclos naturales y con la biosfera, sus fines de
reproducción y no de acumulación así como las técnicas productivas utilizadas constituyen otro
modo de sustentar la vida que antagoniza con el capital, son verdaderas críticas a la gran produc-
ción industrial, al crecimiento y acumulación capitalistas. Sin embargo, en el afán de completar la 139
crítica, habría que agregar la construcción de estructuras políticas propias que permitan decidir
sobre los bienes naturales comunes; sobre la producción y las formas asociativas, y sobre los
medios de decisión colectiva. Por ello, la demanda y re-construcción de dichas auto estructuras
puede considerarse como la plataforma emancipatoria que proponen los pueblos indios para sí
mismos. Por sólo citar un ejemplo, el proceso de la Coordinadora Arauco Malleco del pueblo
indígena mapuche en el wallmapu (territorio hoy constituido en Chile), plantea así su propio
proyecto político estratégico:
Esta forma de política es una tecnología social que elimina el monopolio de los partidos y el poder
concentrado en el individuo o grupo. […] Democracia comunal quiere decir, en términos generales
que los representantes elegidos en forma rotativa no son elegidos para su deliberación y decisión,
sino para expresar la deliberación y decisión de la colectividad a la que representan. […] La delibera-
ción recae en la sociedad misma y no hay un ente autónomo por encima de la sociedad.14
Dichas estructuras cuestionan la forma estatal pero atentan también contra los intereses de
la gestión capitalista del territorio y de los bienes naturales. La combinación de subjetividades
14
Patzi, Sistema, 2003, p. 310.
y contraculturas subalternas con modos y sistemas de producción alternativos, y en especial,
estructuras autonómicas de control colectivo del territorio son explosivas como prácticas an-
tagónicas y emancipatorias del capital y del estado. Son por tanto vistas desde el poder y la
dominación como un verdadero atentado contra la reproducción sistémica. De nuevo, las in-
Nostromo
vestigaciones del nic resaltan el peligro de dichos procesos cuando dicen que: “movimientos
indigenistas políticamente organizados también pueden representar un riesgo para la seguridad
regional. […] Existe la probabilidad de que muchos movimientos evolucionen hacia reivindi-
caciones de tipo autonómico territorial […] [esto] ahuyentaría capitales, inversiones y la propia
dinámica del mercado por un tiempo prolongado.”15
140 Las luchas en defensa de la madre tierra, la Pachamama y la Ñuke Mapu, son una verdadera
afrenta al sistema de reproducción del capital. En Nigeria, el Movimiento por la Emancipación
del Delta del Níger, en confrontación con las petroleras extractoras, ha logrado a pesar de una
feroz represión, que la producción diaria baje de dos millones y medio de barriles a menos de
millón y medio.16 En Chile, el movimiento indígena mapuche ha recuperado más de 17 mil
hectáreas de tierra,17 avanzando sobre el latifundio y la propiedad forestal corporativa, siendo
un verdadero obstáculo para la extracción y monocultivos forestales. En México, el Frente de
Pueblos en Defensa de la Tierra detuvo un proyecto aeroportuario que le despojaría de sus
tierras colectivas y, hasta el momento de escribir estas líneas, el Consejo de Ejidos y Comuni-
dades Opositores a la Presa La Parota había obstruido un megaproyecto hidroeléctrico que lo
apartaría del río Papagayo y de sus tierras. Cada proyecto de inversión rebasaría los mil millones
de dólares.18 La Unión de Asambleas Ciudadanas, a partir de la movilización y la lucha popular,
ha logrado que en diversas provincias y municipalidades argentinas se legisle, prohibiendo la
minería a cielo abierto y las fumigaciones contaminantes.19 La Asociación Ya Basta ha destruido
los campos de cultivo de maíz transgénico, pioneros en Italia; de igual forma, las destrucciones
del Movimiento Sin Tierra en Brasil, con los ensayos y plantaciones transgénicas ilegales de la
empresa Monsanto.20
El reverso de la oleada de resistencia, boicot, bloqueo y obstrucción de la dinámica del
capital que destruye la biósfera y sus elementos, son las prácticas no mercantiles de pueblos
y comunidades campesinas e indígenas que utilizan modos de producción que reconstituyen
los mecanismos que engendran vida y que amplían las relaciones comunitarias al margen del
mercado con el fin de hacer frente a las necesidades existentes. A través de la autogestión su-
bordinan lo económico a estructuras y necesidades sociales comunes,21 que descentralizan la
economía adaptando a cada medio ambiente y a cada localidad; modalidades tecnoproductivas
relacionadas con las culturas y con los ecosistemas; modelos de economías de pequeña escala
basados en los recursos locales y los ciclos naturales opuestos a las prácticas industriales gigan-
tes y homogeneizantes, que incluyen saberes autóctonos, tradicionales y populares, gestionando
15
Citado en Díaz Polanco, Laberinto, 2008, p. 55.
16
Velloso, Guinea, página web, 2009.
17
Revisar la página de la Coordinadora Arauco Malleco, www.weftun.cjb.net/
18
Según distintas fuentes periodísticas el proyecto de un nuevo aeropuerto en la periferia de la ciudad de México alcanzaba los
dieciocho mil millones de pesos mexicanos, es decir unos 1,300 millones de dólares. En el caso de la Parota, según las propias
autoridades del Gobierno del Estado de Guerrero y del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, la inversión
rondaría entre 850 y 1,000 millones de dólares.
19
Ver http://asambleasciudadanas.org.ar/
20
Bravo, “Contribución”, página web, sin fecha.
21
López García y López López, Comida, 2003.
colectivamente los bienes naturales e impulsando nuevos derechos colectivos de apropiación y
uso común de la naturaleza, así como el derecho a controlar sus procesos económicos-políti-
cos-productivos.22 Es el derecho a definir la forma de vida colectiva basados en la autodetermi-
nación, en la autonomía. Sin lugar a dudas, estos elementos de lucha anticapitalista prefiguran,
moldean ya un mundo otro, uno en donde el mundo humano y no humano se relacionan de
una forma otra. Indios y campesinos muestran algunas de las alternativas de ese mundo nuevo,
Nudos
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Sobre ecosocialismo en la crisis de
civilización: ecología política de la
pobreza y descrecimiento
Nostromo
142 1
Para hablar hoy en serio de estrategia eco-socialista habría que ponerse antes de acuerdo en la
respuesta a la pregunta sobre qué civilización está en crisis, pues de la respuesta a esa pregunta de-
pende la propuesta que haya que hacer para salir de ella. Son muchas las personas que piensan
que, efectivamente, en el momento actual confluyen varias crisis, pero que al mismo tiempo
tienden a ver tal confluencia como una mera superposición temporal de desarreglos o desequi-
librios, no como una crisis global. Y luego están los que entienden que lo que está en crisis es
sencillamente la civilización del petróleo o la civilización del automóvil. Unos y otros admiten
que la crisis actual es grave, pero suelen concluir que se puede salir de ella con unas cuantas
reformas o retoques en el sistema económico y financiero imperante. Algunas de estas personas
vienen a decir incluso que no hay mal que por bien no venga y que la actual crisis financiera y
económica paliará la otra, la ecológica o medioambiental, porque, mientras tanto, y como con-
secuencia de ellas, se están reduciendo las emisiones de co2.
No es esa mi opinión. Yo creo que lo que está en crisis es nuestra civilización, o sea, la forma
de producir, consumir y vivir que el capitalismo industrialista ha configurado durante varios si-
glos; que lo temporal y transitorio es precisamente la crisis financiera y económica y que de ella
se va a salir, efectivamente, con reformas más o menos profundas del sistema; pero que, dado el
carácter expansivo de este tipo de civilización, las reformas en el sistema financiero y económi-
co propugnadas desde arriba y con una orientación neo-liberal no paliarán sino que acentuarán
la otra crisis, la ecológica o medioambiental. Puesto que esta civilización capitalista e industria-
lista es expansiva y no tiene sentido del límite, la crisis ecológica o medioambiental se agudizará
y además, al combinarse con el proceso de homogeneización cultural, que es otra consecuencia
del carácter expansivo de la civilización capitalista, provocará en el mundo un malestar cultural
aún mayor que el que ya existe ahora.
Así se entra en el último, pero no menos importante, de los factores constituyentes de la
crisis de civilización: la crisis cultural y de valores. Al llegar aquí está justificado preguntar de
nuevo: ¿qué civilización es entonces la que está en crisis? Una respuesta inmediata a esta pregunta
sería decir drásticamente que todas, todas las culturas y civilizaciones históricas que han sido in-
vadidas por la civilización capitalista en su expansión desde el siglo xvi hasta nuestros días. Si no
se quiere ser tan drástico, se podría decir que la mayoría de las culturas y civilizaciones invadidas
por la civilización capitalista a lo largo de una historia siniestra han pasado ya, casi siempre para
mal, el punto crítico: la mayoría de las minoritarias está en el umbral de la extinción; la minoría
de las que fueron históricamente mayoritarias han sido permeadas hasta tal punto por los valo-
res de la civilización hegemónica que empiezan a resultar irreconocibles.
*
Filósofo comunista y ensayista español (V).
La noción de crisis de civilización tiene que ser reformulada teniendo en cuenta la principal
implicación que, en el plano cultural, tiene el vivir en un mundo globalizado. Una de las conse-
cuencias más patentes de lo que se ha dado en llamar globalización es la tendencia a la homoge-
nización cultural. La homogeneización cultural actual ha tomado la forma de occidentalización del
mundo. El occidentalismo es, desde luego, la cara externa del capitalismo en la era de la globali-
zación. Pero el occidentalismo no es sólo capitalismo: incluye valores morales procedentes de
Nudos
varias religiones, de la Ilustración europea, y en los últimos tiempos, paradójicamente, también
eso que, para abreviar, podríamos llamar “chinización del mundo”. El occidentalismo, así en-
tendido, potencia la homogenización cultural, es prepotente y expansivo: desprecia o ignora las
diferencias culturales, alimenta el neocolonialismo, la xenofobia y el racismo. El occidentalismo 143
trae como consecuencia la extensión del sentimiento de pérdida cultural en millones de personas
en todo el mundo.
La sensación de pérdida cultural se observa, desde luego, en las poblaciones autóctonas de
países o regiones del mundo que se ven amenazados por el proceso de homogeneización porque
ésta se lleva por delante sus lenguas y sus costumbres. Pero se observa también en importantes
contingentes de inmigrantes que tienen dificultades para adaptarse a la cultura (o culturas) de los
países receptores, que se resisten a la asimilación y que querrían mantener los hábitos y costum-
bres de las culturas de procedencia (o al menos la doble identidad). Y se observa, finalmente,
en las poblaciones de los países receptores de los flujos de inmigración porque mucha gente se
declara amenazada por los hábitos y costumbres de los inmigrantes de otras culturas.
Atendiendo al hecho de que actualmente son muchísimas las personas afectadas, en distintos
lugares del mundo, por alguno de estos sentimientos o percepciones, se comprende la exten-
sión que ha ido alcanzado, en la civilización hegemónica y en sus mezclas, aquello que algunos
amerindios del siglo xvi denominaron nepantlismo. Para ellos estar nepantla era “estar en medio”,
estar indefinidos culturalmente, sin acabar de saber a qué carta quedarse en el encuentro entre
culturas. Para nosotros, y muy particularmente para aquellas personas que comparten el senti-
miento de pérdida cultural, ocurre, salvando las distancias, algo parecido.
Un mundo culturalmente dividido entre prepotentes y nepantlas es un mundo en crisis. Pocas
cosas puede haber tan representativas de una crisis de civilización como el sentimiento de pér-
dida de los valores que han sido propios. Eso es lo que hay. Y eso no se arregla buscando en las
clásicos de cada cual los valores perdidos. En los clásicos del socialismo, empezando por Marx,
por ejemplo, sólo podemos encontrar algunos atisbos: metodológicos e historiográficos, desde
luego; atisbos ecológicos o medioambientalistas, aunque pocos; y también, aunque menos, atis-
bos para una crítica radical de la civilización en crisis.
2
De las respuestas a la crisis de civilización que han sido elaboradas en las últimas décadas con
carácter preventivo, crítico o alternativo por los principales movimientos sociales hay al menos
tres que conviene tomar aquí en consideración. Por orden cronológico de su manifestación esas
respuestas han sido: la ecologista (desde la década de los setenta del siglo pasado), la altergloba-
lizadora (desde mediada la década de los noventa) y la que se esboza últimamente a partir de la
noción de decrecimiento.
De entre los varios ecologismos que han fructificado en el mundo desde finales de la década
de los sesenta del siglo xx el más interesante, el más cargado de razones y el que mejor puede
enlazar con el proyecto socialista es el ecologismo social de los pobres. Éste atiende simultáneamente
a las causas socio-económicas del empobrecimiento de los países y a la interrelación existente
entre la vieja rémora de la desigualdad social y los desequilibrios medioambientales que afectan
a muchas regiones de Latinoamérica, África, Asia y la Europa oriental, cuyos ecosistemas son
Nostromo
particularmente frágiles.
El ecologismo social sabe que, para avanzar hacia la naturaleza y armonizar las relacio-
nes con ella, debemos atender nuevamente a los problemas socioeconómicos. Sabe también
que existe una relación directa entre neocolonialismo, sobrexplotación, catástrofes ecológicas
y empobrecimiento de las poblaciones. Y por eso postula una nueva teoría de las necesidades
144 materiales y espirituales, una teoría que es crítica del industrialismo y del consumismo inducidos
y se muestra, a la vez, sensible y atenta con las formas de humanizar la naturaleza que han sido
propias de las culturas campesinas tradicionales.
La forma que el ecologismo social ha ido tomando en estos últimos tiempos entre las perso-
nas conscientes de estos países empobrecidos es lo que suele llamarse ecología política de la pobreza.
La ecología política de la pobreza es una opción en favor de un ecologismo social que atiende
simultáneamente a los límites del crecimiento y al hecho de que vivimos en una “plétora mise-
rable” con enormes diferencias y desigualdades en todo lo esencial para la vida de los humanos.
La ecología política de la pobreza nació en África, Asia y América Latina como respuesta a los
problemas socio-ecológicos ya percibidos por las poblaciones indígenas. En su origen están
las protestas, y también propuestas alternativas, de mujeres de Kenia y de la India así como de
sindicalistas sensibles en Brasil en la década de los ochenta. Este origen no es casual, pues es
sabido que en muchos países africanos y asiáticos son las mujeres del campo, sobre cuyos hom-
bros recae gran parte del trabajo productivo, quienes más sufren la crisis ecológica, los ataques
a la biodiversidad, el empobrecimiento de los suelos cultivables, la desertificación y la escasez
de agua. Y, por otra parte, en las selvas brasileñas se hizo cada vez más evidente que las nuevas
formas de esclavitud y de explotación del trabajo asalariado, que ni siquiera permiten la sindica-
ción, tienen mucho que ver con los ataques al entorno natural y a las culturas tradicionales.
La ecología política de la pobreza se caracteriza por cuatro rasgos: 1) propone una rectifica-
ción radical del concepto lineal, ilustrado, de progreso; 2) descarta el punto de vista eurocéntri-
co (luego euro-estadounidense) que ha caracterizado incluso las opciones económico-sociales
tenidas por más avanzadas en el último siglo; 3) avanza una reconsideración de la creencia laica
basada en la asunción de la autocrítica de la ciencia contemporánea y en la crítica del complejo
tecno-científico que domina el mundo; 4) solicita un diálogo entre tradiciones de liberación o
de emancipación en las distintas culturas históricas para avanzar hacia un nuevo humanismo
atento a las diferencias culturales y respetuoso del medio ambiente.
Además, la ecología política de la pobreza no sólo se opone al industrialismo desarrollista
que ha sido característico del capitalismo histórico, sino también a la utilización mercantil del
ecologismo. Y argumenta en este punto que, como era de esperar en un mundo dominado por
el mercado y por el fetiche del dinero, la producción supuestamente ecológica, meramente con-
servacionista o bienintencionadamente ecológica (que de todo hay), corre el peligro de conver-
tirse en negocio de unos cuantos, en beneficio privado, en pasto de la publicidad y en ocasión
para el llamamiento a un nuevo tipo de consumismo. Constata que la línea verde del sistema pro-
ductivo capitalista empieza a cotizar en la Bolsa de valores mercantiles, porque lo verde vende.
La ecología política de la pobreza hace observar que se está abriendo un nuevo flanco en el
enfrentamiento entre países ricos (muy industrializados y competitivos) y países empobrecidos
(cada vez más identificados con las reservas ecológicas del planeta). Subraya cómo algunas de
las instituciones monetarias internacionales propician algo así como un trueque-fin-de-siglo:
deuda externa por ecología; y cómo, por lo general, en esa propuesta de trueque sigue domina-
do un punto de vista etnocéntrico. Lo que incluye un matiz nuevo respecto del viejo colonialis-
mo: el discurso se disfraza, una vez más, de universalismo pero se cubre con el manto de valores
Nudos
ético-ecológicos, como la conciencia de especie, usurpándolos al ecologismo.
La gran tarea de la ecología política de la pobreza y del ecologismo social e internacionalista
es aprender a moverse, a ambos lados del Atlántico, evitando dos escollos: el neocolonialista y el
neonacionalista. Lo cual no es nada fácil, desde luego. Pues el malestar de la cultura y la ausencia 145
de expectativas hacen que mucha gente se vuelva contra sus vecinos; y las grandes migraciones
del final de siglo parecen estar convirtiendo la xenobofia en la ideología funcional del capita-
lismo. En suma, lo que la ecología política de la pobreza viene a decirnos es que no se puede
seguir viviendo como se ha vivido en las últimas décadas, por encima de las posibilidades de la
economía real y contra la naturaleza. Que el modo de vida consumista de los países ricos no es
universalizable porque su generalización chocaría con límites ecológicos insuperables. Y que en
nuestro mundo actual ser sólo ecologistas es ya insuficiente.
Para hacer realidad lo que ahora es todavía un proyecto, un horizonte, la ecología política de
la pobreza, surgida en los países empobrecidos, tiene que enlazar con las personas sensibles del
mundo rico y convencer a las buenas gentes de que la reconversión ecológico-económica plane-
taria del futuro obliga a cambios radicales en el sistema consumista hoy dominante en casi todo
el mundo industrialmente avanzado. Pues el desarrollo sostenible implica cierta autocontención
y la autocontención implica austeridad. Pero para que “austeridad” sea una palabra creíble para
las mujeres y varones del mundo empobrecido es necesario que antes, o simultáneamente, sea-
mos austeros quienes hoy vivimos del privilegio.
Hay al menos un aspecto de la ecología política de la pobreza que tiene particular importan-
cia para lo que en Europa se llama habitualmente eco-socialismo. Se trata de la crítica al neo-
colonialismo que instrumentaliza la conciencia ecológica de las poblaciones y que muchas veces
pasa desapercibido a los ojos del medio-ambientalismo europeo.
Los principales representantes de la ecología política de la pobreza han denunciado la apari-
ción de un eco-colonialismo que actúa ahora de forma parecida a como lo hizo el primer colonialis-
mo histórico en el siglo xvi. Al igual que entonces, el eco-colonialismo del presente, potenciado
por los gobiernos de las grandes potencias y a veces por las empresas transnacionales, centra su
discurso en las cosas que, siendo de todos (o habiendo sido de todos), no son de nadie, de don-
de deduce que tales cosas han de ser patrimonio de la humanidad. El problema surge cuando
este discurso implica, falazmente, que el control y la gestión de este patrimonio de la humanidad
ha de recaer en quienes pueden utilizarlos convenientemente. Pues resulta que, de hecho, quienes
pueden hacer un uso conveniente de los recursos ecológicos del planeta son los mismos (o los
descendientes de los mismos) que en otro momento histórico podían hacer un uso “conve-
niente” de las minas y tierras americanas, africanas o asiáticas. En el pasado esa pretensión se
basó en la superioridad técnica y cultural. Ahora se pretende basarla también en la conciencia
ecológica de la especie.
La crítica al eco-colonialismo camuflado de universalismo ecológico planetario va cuajando
en Brasil, Ecuador y Perú discutiendo los proyectos de conservación de la zona amazónica,
del pantanal del Matto Grosso o de utilización comercial de ciertos ríos, como el río Paraguay,
entre Brasil y Bolivia. Ésta es zona clave para analizar la relación existente entre la problemática
medioambiental y los efectos negativos de la globalización. Pues una de las cosas que entran en
juego aquí, cuando se habla de salvar la zona amazónica o el equilibrio fluvial es precisamente la
Nostromo
soberanía y el control de bienes que pueden considerarse patrimonio de la humanidad pero que
están enclavados en territorios de población indígena y sobre los que, por otra parte, los estados
aducen títulos de propiedad.
La ecología política de la pobreza, tal como se ha ido perfilando en América Latina, ve con
mucha desconfianza los llamamientos a la internacionalización de la Amazonia en nombre de
146 la conciencia de especie (y a veces sin admitir siquiera la condonación de la deuda externa de
aquellos países), porque, una vez más, observa ahí la existencia de un doble lenguaje, de un do-
ble criterio para hablar y juzgar de lo que hacen “ellos” y de lo que hacemos “nosotros”. Con-
viene escuchar a los dirigentes de la Unión de Naciones Indígenas cuando dicen: “Los europeos
hablan mucho de salvar la Amazonia. Pero no vemos ninguna preocupación por el ser humano
que vive aquí. Sólo piensan en salvar los bosques, las tierras, los animales”.
La ecología política de la pobreza llama críticamente la atención, en este contexto, sobre el
hecho de que con argumentos universalistas pero con intereses etnocéntricos parecidos se dijo,
en la época del primer colonialismo, que se iba a salvar la buena tierra californiana del primitivo
y perezoso indio mexica. Y concluye recordándonos, a los europeos, algo que deberíamos saber
ya: no es la primera vez en la historia que la usurpación de las grandes y buenas palabras por
los dominadores conduce al etnocidio. Conciencia ecológica y conciencia de especie son buenas
palabras. Conviene que sepamos cómo suenan en los labios de las personas que mejor conocen
lo que está en juego en las tierras, los ríos y los pantanos en que vivieron sus antepasados.
3
La encrucijada civilizatoria es de tales dimensiones que, hablando en el lenguaje de los socialis-
tas de otros tiempos, podría decirse que están dadas todas las condiciones “objetivas” para una
revolución mundial, planetaria. Si por ahora apenas se habla de revolución global o mundial
es sólo porque la palabra “revolución”, como tantas otras, está deshonrada. La imposibilidad
de basar la esperanza en palabras deshonradas es algo que vio muy bien Simone Weil, ya en la
temprana fecha de 1934, en sus Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social. Habrá,
pues, que reconstruir el concepto. Pero lo cierto es que hasta ahora, y mientras se reconstruye el
concepto, la gente consciente y preocupada sólo se atreve a decir que otro mundo es necesario y
posible. Éste ha sido, desde su principio, el eslogan del movimiento alterglobalizador o altermun-
dialista, una parte importante del cual también se considera eco-socialista. La pregunta ahora es:
¿qué otro mundo sería ese?
Otro mundo posible sería un mundo en el que se hubiera condonado ya la deuda de los países
empobrecidos; un mundo en el que los países ricos dedicaran realmente el 0.7% de su pib a
ayudar a salir del hambre, la pobreza y la miseria a los países y poblaciones en peor situación;
un mundo en el que las instituciones económicas y financieras internacionales estuvieran al
servicio de las necesidades de la mayoría de la población; un mundo en el que se tasaran con-
venientemente los intercambios financieros y comerciales para favorecer a los que viven sólo
de sus manos; un mundo con un mercado regulado en función de las necesidades de las gentes;
un mundo en el que las actividades de la banca y de las empresas estuvieran controladas por los
representantes de los ciudadanos; un mundo en el que se hubiera reformado profunda y demo-
cráticamente la estructura de la onu para igualar las voces y los votos de los representantes de
todos los países; un mundo en el que hubiera una renta básica garantizada para la ciudadanía,
con independencia de sus ocupaciones; un mundo en el que los tiempos para el trabajo, el ocio
y el cuidado de los próximos se hubieran adaptado a las necesidades de las mujeres; un mundo
Nudos
en el que se hubiera garantizado la soberanía alimentaria y energética de las comunidades y po-
blaciones pobres; un mundo en el que la democracia participativa complemente a la democracia
representativa para que realmente tengan voz los que no la tienen o están infrarrepresentados en
los parlamentos; un mundo de verdad atento a la sostenibilidad de la base natural de manteni- 147
miento del planeta y, por tanto, amigo de la naturaleza en lo global y en lo local; un mundo aten-
to tanto a la biodiversidad como a la diversidad cultural; un mundo en el que los presupuestos
que hoy se dedican a la fabricación de armas destructivas se dedicaran a potenciar la educación
y la sanidad públicas...
Éstas son algunas de las concreciones del lema, que pueden hacer ese otro mundo deseable
para la mayoría de las poblaciones. No es previsible, claro, que todas esas cosas puedan lograrse
al mismo tiempo en todo el mundo. Por tanto, para que también la deseabilidad se haga concreta
harán falta ejemplos en cada uno de esos ámbitos. Las personas necesitamos ejemplos para actuar,
para poder decirnos: “sí, eso es deseable y realmente posible; hay quienes lo están haciendo ya”.
Ahí se basa la deseabilidad positiva. La otra hipótesis, la mala, es que lo deseable surja en la con-
ciencia de las gentes como un puñetazo, a consecuencia del encadenamiento de crisis, guerras y
catástrofes. O sea, que la historia vuelva a avanzar por su lado malo o peor, como decían en otros
tiempos los dialécticos de formación hegeliana. Pero esto último, en la época de las armas de
destrucción masiva, es apostar directamente por el exterminismo.
El problema es que cuando alguien se atreve a decir hoy en día que, para salir con bien de
la crisis global o de civilización, haría falta una revolución también global o mundial, por lo
general le suelen mirar con perplejidad incluso los partidarios convencidos de la necesidad de
ese mundo alternativo al que hacía referencia hace un momento. Esta perplejidad se debe, en
mi opinión, a dos razones. Una ya le he apuntado antes: la palabra “revolución” suscita descon-
fianzas porque se la identifica con un concepto deshonrado, bien por la evolución negativa de
los procesos revolucionarios del siglo xx, bien por el fracaso o la derrota de las revoluciones
socialistas tanto en Rusia como en el occidente europeo. La otra razón, tan importante como
la anterior, es la percepción de que hoy por hoy, y a pesar de la crisis, no hay (o hay muy poca)
conciencia revolucionaria en el mundo. Explicar esto con calma exigiría un espacio que no tene-
mos aquí. Pero, aunque suene un tanto abrupto, creo que se puede concluir que sin conciencia
revolucionaria no hay revolución posible. El mundo no se va a revolucionar por sí mismo, o
sea, sin la voluntad de sujetos, por anónimos que sean, que quieran revolucionarlo. Éste es el
motivo por el cual en el denominado “movimiento de movimientos” se habla más de objeción,
insumisión, desobediencia en general o desobediencia civil en particular, que de revolución.
Por otra parte, el movimiento altermundialista o alterglobalizador ha sido hasta ahora un
movimiento resistencial, un movimiento de resistencia frente a los peores efectos de las políti-
cas capitalistas neoliberales. Ha sido globalmente anticapitalista en un sentido vago o vaporoso.
Muchos de los grupos, organizaciones, colectivos y personalidades activas en el movimiento de
movimientos no son, hablando con propiedad, anticapitalistas; y muchos de los grupos, organi-
zaciones y personas que sí lo son, no consideran que la revolución sea posible en los próximos
tiempos. Ven la desobediencia como una forma de resistencia, y las campañas y acciones con-
tra las instituciones económicas internacionales y contra las potencias político-económicas del
mundo como una estrategia cuya finalidad principal es poner frenos en las ruedas del carro del
Nostromo
148
4
Por otra parte, la convicción de que ya no caben parches calientes en la crisis global es lo que
está en el trasfondo del paso de la idea de crecimiento cero, que fue el eslogan de una parte del
ecologismo desde la década los setenta del siglo pasado, a la idea, más reciente, de decrecimiento.
Para decirlo con una imagen que parafrasea una frase de Walter Benjamin: ya no basta con echar
el freno al móvil; hay que poner la marcha atrás para evitar el abismo. Eso es lo que se deduce
al menos del desarrollo reciente de la idea de decrecimiento impulsada por autores como Serge
Latouche, Vincent Cheynet, François Schneider, Paul Ariés o Mauro Bonaiuti, la mayoría de
los cuales suele citar, entre sus fuentes de inspiración, la bioeconomía de Nicholas Georgescu-
Roegen quien, entre otras cosas, distinguió hace ya tiempo entre “alta entropía” (o energía no
disponible para la humanidad) y “baja entropía” (o energía disponible).
¿Qué tipo de economía oponer a las economías aún dominantes? Lo que los teóricos del
decrecimiento llaman economía sana o decrecimiento sostenible se basaría en el uso de energías
renovables (solar, eólica y, en menor grado, biomasa o vegetal e hidráulica) y en una reducción
drástica del actual consumo energético, de manera que la energía fósil que actualmente se utiliza
quedaría reducida a usos de supervivencia o a usos médicos. Esto implicaría, entre otras cosas, la
práctica desaparición del transporte aéreo y de los vehículos con motor de explosión, que serían
sustituidos por la marina a vela, la bicicleta, el tren y la tracción animal; el fin de las grandes su-
perficies comerciales, que serían sustituidas por comercios de proximidad y por los mercados; el
fin de los productos manufacturados baratos de importación, que serían sustituidos por objetos
producidos localmente; el fin de los embalajes actuales, sustituidos por contenedores reutiliza-
bles; el fin de la agricultura intensiva, sustituida por la agricultura tradicional de los campesinos;
y el paso a una alimentación mayormente vegetariana, que sustituiría a la alimentación cárnica.
En términos generales todo esto representaría, en suma, un cambio radical de modelo eco-
nómico, o sea, el paso a una economía que, en palabras de algunos de los teóricos del decreci-
miento, seguiría siendo de mercado, pero controlada tanto por la política como por el consumidor. La
economía de mercado controlada o regulada tendría que evitar todo fenómeno de concentra-
ción, lo que, a su vez, supondría el fin del sistema de franquicias; potenciaría el fomento de un
tipo de artesano y de comerciante que es propietario de su propio instrumento de trabajo y que
decide sobre su propia actividad. Se trataría, pues, de una economía de pequeñas entidades y
dimensiones, que, además –y esto es otro punto fuerte de la actual teoría del decrecimiento– no
tendría que generar publicidad. Esto pasa por ser una conditio sine qua non para el descrecimiento
sostenible. La producción de equipos que necesita de inversión sería financiada por capitales
mixtos, privados y públicos, también controlados desde el ámbito político. Y el modelo alterna-
tivo introduciría, además, la prohibición de privatizar los servicios públicos esenciales (acceso
al agua, a la energía disponible, a la educación, a la cultura, a los transportes públicos, a la salud
y a la seguridad de las personas). La economía del decrecimiento estaría orientada hacia un co-
mercio justo real para evitar así la servidumbre, las nuevas formas de esclavitud que se dan en el
mundo actual y el neocolonialismo.
En la mayoría de las aproximaciones recientes a la idea de decrecimiento se postula que éste
Nudos
tendría que organizarse no sólo para preservar el medio ambiente sino también para restaurar
aquel mínimo de justicia social sin el cual el planeta está condenado a la explosión, porque su-
pervivencia social y supervivencia biológica están siempre interrelacionadas.
En sus formulaciones más inteligentes y elaboradas, la idea de decrecimiento no se presenta 149
como un mero concepto sin conexión con la praxis socio-política, pero tampoco como un
programa definido para la construcción de alternativas a las sociedades de crecimiento, como
un programa político cerrado, como una receta o como una panacea. Ni siquiera se presenta
como un ideal en sí o como el objetivo único para las sociedades que han de salir de la ideología
del crecimiento. El decrecimiento aparece más bien, en esas formulaciones, como un horizonte,
como el horizonte aglutinador frente a la imposibilidad material del crecimiento que conocemos
y frente a la insostenibilidad de nuestro modelo actual de desarrollo. Lo que dice Mauro Bo-
naiuti, por ejemplo, es que la idea de decrecimiento puede llegar a convertirse en algo así como
un horizonte interpretativo largamente compartido en el ámbito de las alternativas (en plural)
al capitalismo global.
Este planteamiento permite concretar un poco más. De la misma manera que la defensa del
crecimiento no implica que todo tenga que crecer, así también la admisión de la idea de decreci-
miento tampoco implica que todo tenga que decrecer. Lo que se propone que disminuya, en el momento
y en la situación actual, es el consumo de materia y energía, o sea, principalmente lo que se llama
producto interior bruto. La idea de decrecimiento apunta, pues, a la producción y reproducción
de valor y felicidad en las sociedades humanas reduciendo en ellas de una manera progresiva
la utilización de materia y energía. Se descarta que eso sea un objetivo alcanzable por la vía
exclusiva de la tecnología, se dan pistas para hacer frente al reto en el ámbito de las tecnologías
alternativas y se reafirma la conciencia de las contradicciones que hemos de superar. En última
instancia, todo eso implica, obviamente, un cambio radical en la forma de producir, de consumir
y de vivir, o sea, una nueva forma de organizarnos social y económicamente.
Por ahí enlaza la idea de decrecimiento con las utopías sociales anteriores en la historia de la
humanidad, particularmente con aquellas que tomaron sus distancias respecto del crecimiento
indefinido de las fuerzas productivas, como sugiere la propuesta de Serge Latouche cuando éste
resume expectativas de muchos y vías que ya se están prospectando colectivamente: primar la
cooperación y al altruismo sobre la competencia y el egoísmo; revisar nuestra manera de con-
ceptualizar la pobreza y la escasez; adaptar las estructuras económicas a la medida del ser huma-
no, en lugar de hacer entrar con calzador al ser humano en estructuras económicas impuestas;
redistribuir el acceso a los recursos naturales y a la riqueza; limitar el consumo a la capacidad de
carga de biósfera; potenciar los bienes duraderos; conservar, reparar y reutilizar los bienes para
evitar el consumismo; potenciar la producción a escala local y en un sentido sostenible; primar
los cultivos agro-ecológicos, etc.
Ya con esto se suscita una interesante controversia sobre dónde poner los acentos a la hora
de elaborar una política económico-ecológica alternativa: si únicamente en una fuerte reducción del
consumo o más bien en una revisión profunda de las preferencias. Frente a otros partidarios del decreci-
miento Bonaiuti, por ejemplo, argumenta que con la actual distribución de las preferencias la
reducción drástica del consumo provocaría malestar social, desocupación y, en última instancia,
el fracaso de la política económico-ecológica alternativa. Propugna, en consecuencia, desplazar
Nostromo
los acentos hacia lo que llama “bienes relacionales” (atenciones, cuidados, conocimientos, parti-
cipación, nuevos espacio de libertad y de espiritualidad, etc.) y hacia una economía solidaria. Se
entiende, pues, que el decrecimiento material tendría que ser un crecimiento relacional, convivencial y espiri-
tual. Lo que en cierto modo daría respuesta a la preocupación acerca del futuro de la democracia
y el humanismo en el horizonte del descrecimiento.
150 Todo esto trae a la memoria aquello que el filósofo marxista Ernst Bloch llamaba utopía
concreta para diferenciarla de la utopía abstracta: la utopía realizable como horizonte. El horizon-
te sería, en este caso, la sostenibilidad ambiental y la justicia social, lo cual no precisa de una
respuesta técnica sino más bien política y filosófica: cambios profundos en el tejido cultural de
nuestras sociedades. Conviene subrayar aquí la presentación que se está haciendo de la noción
de decrecimiento como una necesidad, y no como mero ideal, sobre todo porque, en principio, la
palabra misma puede funcionar como un mero negativo del crecimiento. Pues si ha ocurrido en
el pasado reciente que el crecimiento cero (o casi cero) y el decrecimiento caótico se produjeron
históricamente sobre la base de políticas económicas neoliberales, sin control estatal o por des-
organización completa del estado, habría que llegar a la conclusión de que la peor de las utopías,
la más negativa, es precisamente la política económica que se ha estado presentando a sí misma
como la más “realista”.
El capital es una máquina formidable de reificación. Desde la Gran Transformación que refiere
Karl Polanyi, es decir, desde que la economía capitalista de mercado se ha autonomizado, desde
que ésta se ha, por así decir, «desempotrado» de la sociedad, funciona únicamente según sus
propias leyes, las leyes impersonales de la ganancia y de la acumulación. Ella supone, subraya
Polanyi, “lisa y llanamente la transformación de la substancia natural y humana de la sociedad
en mercancías”, gracias a un dispositivo, el mercado autoregulador, que tiende inevitablemente
a “romper las relaciones humanas y […] destruir el hábitat natural del hombre”. Se trata de
un sistema despiadado, que arroja a los individuos de las capas desfavorecidas “bajo las ruedas
mortuorias del progreso”, ese “carro de Jagannâth”.
*
Agradecemos al Dr. Fernando Matamoros por el apoyo para la publicación del texto. Traducción de César Ortega.
**
Sociólogo y filósofo marxista franco brasileño. Profesor de la ehess de París.
1
Polanyi, Grande, p. 70.
Jagannātha o Jagannāth, es uno de los nombres sánscritos usados para denominar a Krishná. Significa ‘señor’ (nātha) del ‘universo’
(jagat). El templo del Señor Jaganath es uno de los mayores de India. La adoración es tan antigua que no hay registros de cuánto
Max Weber ya había captado en forma notable la lógica “cosificada” del capital en su gran
obra Economía y Sociedad: “La reificación (Versachlichung) de la economía fundada sobre la base
de la socialización del mercado sigue absolutamente su propia legalidad objetiva (sachlichen). […]
El universo reificado (versachlichte Kosmos) del capitalismo no deja ningún lugar a una orientación
caritativa....” Weber deduce que la economía capitalista es estructuralmente incompatible con
cualquier criterio ético: “En contraste con cualquier otra forma de dominación, la dominación
Nudos
económica del capital, a partir del hecho de su ‘carácter impersonal’, no sabría ser éticamente
reglamentada. […] La competencia, el mercado, el mercado de trabajo, el mercado monetario, el
mercado de productos, en una palabra, las consideraciones ‘objetivas’, no son éticas, ni antiéti-
cas, sino simplemente no-éticas […] y comandan el comportamiento en el momento decisivo e 151
introducen instancias impersonales entre los seres humanos involucrados.” En su estilo neutro
y no-comprometido, Weber ha puesto el dedo sobre lo esencial: el capital es intrínsecamente,
por su esencia, no-ético.
En la raíz de este conflicto se encuentra el fenómeno de la cuantificación. Inspirado por el
Rechenhaftigkeit –el espíritu de cálculo racional que refirió Weber– el capital es una máquina formi-
dable de cuantificación. No reconoce que el cálculo de las pérdidas y ganancias, las cifras de pro-
ducción, la medición de precios, costos y ganancias, somete la economía, la sociedad y la vida hu-
mana a la dominación del valor de cambio de la mercancía y su expresión más abstracta, el dinero.
Estos valores cuantitativos, que se miden en 10, 100, 1,000 o 1 000,000, no conocen de lo
justo o lo injusto, ni de lo bueno o malo: ellos disuelven y destruyen los valores cualitativos y en
primer lugar los valores éticos. Entre éstos existe “antipatía”, en el sentido antiguo del término,
proveniente de la alquimia: falta de afinidad entre dos sustancias.
Hoy en día, este reino total –de hecho, totalitario– del valor mercantil, del valor cuantitati-
vo, del dinero, de las finanzas capitalistas ha alcanzado un nivel sin precedentes en la historia
de la humanidad. Pero la lógica del sistema ya había sido capturada por un crítico lúcido del
capitalismo, en 1847: “Ha llegado por fin un momento en que todo lo que los hombres habían
considerado como inalienable deviene en objeto de cambio, de tráfico y puede ser enajenado.
Es el tiempo en que las mismas cosas que eran comunicadas pero nunca intercambiadas; dadas
pero nunca vendidas; adquiridas pero nunca compradas –la virtud, el amor, la opinión, la cien-
cia, la conciencia, etcétera– en el que todo finalmente pasa por el comercio. Es el tiempo de la
corrupción general, de la venalidad universal, o, para hablar en términos de economía política,
el tiempo en el que cualquier entidad, moral o física, se ha convertido en un valor venal, llevada
al mercado para ser apreciada en su justo valor”.
Las primeras reacciones, no solamente obreras, sino también campesinas y populares contra
la mercantilización capitalista tuvieron lugar en el nombre de valores sociales y algunas necesi-
dades sociales consideradas más legítimas que la economía política del capital. Estudiando los
movimientos de masas, las “revueltas del hambre” y por otros motivos del siglo xviii inglés, el
historiador E.P. Thompson refiere la confrontación entre la economía moral de la plebe y la eco-
tiempo lleva realizándose (lo que es muy común en India, donde los textos no se fechaban ni guardaban cronologías). Como en casi
toda religión, el culto al Señor Jagannātha no ha estado exento de fanatismos. Muchos devotos, con la esperanza de liberarse de los
sufrimientos o de purificarse definitivamente, se arrojaban bajo las ruedas de los pesados e imparables carruajes. Las autoridades
coloniales inglesas (establecidas en la India hasta 1947) divulgaron extensamente este hecho como ejemplo de la “barbarie hindú”.
Por eso en los países anglohablantes, el término juggernaut (anglificación de Jagannātha) significa ‘fuerza inexorable u objeto enorme
que aplasta todo lo que encuentra a su paso’. (N. del T.)
Weber, Wirtschaft , 1923, pp. 305, 708-709.
Marx, Misère, 1947, p. 33.
nomía capitalista de mercado (que tiene en Adam Smith su primer gran teórico). Los revueltas
por el hambre (en las que las mujeres desempeñaron el papel principal) constituían una forma
de resistencia al mercado –en nombre de la antigua economía moral de las normas tradicionales de
la comunidad– que no estaba exenta por supuesto de racionalidad y que, en el largo plazo haya
Nostromo
Thompson, Customs, 1991, pp. 267-268.
cristán, Raymond Williams, André Gorz (en sus primeros escritos), así como de las preciosas
contribuciones de James O’Connor, Barry Commoner, Juan Martínez Allier, Francisco Fernán-
dez Buey, Jean-Paul Déléage, Elmar Altvater, Frieder Otto Wolf, Joel Kovel, y muchos otros.
Esta corriente está lejos de ser homogénea políticamente, pero la mayoría de sus repre-
sentantes comparten algunos temas comunes. En ruptura con la ideología productivista del
progreso –en su forma capitalista y/o burocrática (el llamado “socialismo real”)– y opuesto a
Nudos
la expansión al infinito de un modo de producción y consumo destructor del medio ambiente,
representa dentro del movimiento ecologista la tendencia más avanzada, la más sensibles a los
intereses de los trabajadores y los pueblos del Sur, aquélla que comprende la imposibilidad de
un desarrollo sostenible en los marcos de la economía capitalista de mercado. 153
¿Cuáles podrían ser los principales elementos de una ética ecosocialista, que se oponga radical-
mente a la lógica destructiva e inherentemente no-ética (Weber) de la rentabilidad del capital y del
mercado total, este sistema de la “venalidad universal” (Marx)? Avanzo aquí algunas hipótesis,
algunos puntos de partida para la discusión.
En primer lugar, se trata, me parece, de una ética social: no es una ética de la conducta indivi-
dual, no apunta a culpabilizar a las personas, promover el ascetismo o la autolimitación. Desde
luego, es importante que los individuos sean educados en el respeto al medio ambiente y el re-
chazo del desperdicio, pero lo que verdaderamente está en juego es otra cosa: la transformación
de las estructuras económicas y sociales del capitalismo/mercantiles, el establecimiento de un
nuevo paradigma de producción y distribución fundado, como hemos visto, en la consideración
de las necesidades sociales, como la necesidad vital de vivir en un entorno natural no degradado.
Un cambio que requiere de actores sociales, movimientos sociales, organizaciones ecologistas,
partidos políticos, y no solamente de personas de buena voluntad.
Esta ética social es una ética humanista. Vivir en armonía con la naturaleza, proteger las espe-
cies en peligro de extinción son valores humanos, así como la destrucción, por la medicina de
formas vivas que atacan la vida humana (microbios, virus, parásitos). El mosquito Anopheles,
portador de la fiebre amarilla, no tiene el mismo derecho a la vida que los niños del Tercer Mundo
amenazados de esta enfermedad: para salvar a estos últimos, es éticamente legítimo, en algunas
áreas, erradicar al primero...
La crisis ecológica, amenazando el equilibrio natural del medio ambiente, pone en peligro
no sólo a la fauna y la flora, sino también y sobre todo a la salud, las condiciones de vida, la
supervivencia misma de nuestra especie. Así que no hay necesidad alguna de partir a la guerra
contra el humanismo y el antropocentrismo para ver en la defensa de la biodiversidad y de las es-
pecies animales en peligro de extinción una exigencia ética y política. El combate para salvar
el medio ambiente, el cual es necesariamente el combate por un cambio de civilización, es un
imperativo humanista, que no concierne sólo a tal o cual clase social, sino al conjunto de todas
las personas.
Este imperativo concierne a las futuras generaciones, amenazadas de heredar un planeta que
se ha vuelto inhabitable por la acumulación cada vez más incontrolable de daños para el medio
ambiente. Pero el discurso que fundaba la ética ecológica fundamentalmente en este peligro
futuro ya está hoy bien superado. Se trata de una cuestión mucho más urgente, que concierne
directamente a las generaciones presentes: los individuos que vivimos en el comienzo del siglo
xxi conocemos ya las consecuencias dramáticas de la destrucción y envenenamiento capitalista
de la biósfera, y que amenazan –en lo que concierne a los jóvenes en todo caso– en veinte o
treinta años con verdaderas catástrofes.
Se trata también de una ética igualitaria: el modo de producción y de consumo actual de
los países capitalistas avanzados, basado en una lógica de acumulación ilimitada (de capital, de
ganancias, de bienes), de despilfarro de recursos, de consumo ostentoso y de destrucción acele-
Nostromo
rada del medio ambiente, no puede de ninguna manera extenderse a todo el mundo, bajo pena
de una crisis ecológica de grandes proporciones. Este sistema se basa, por lo mismo, necesaria-
mente, en el mantenimiento y la profundización de la ya terrible desigualdad entre el Norte y el
Sur. El objetivo del proyecto ecosocialista es una redistribución planetaria de la riqueza mundial,
y un desarrollo conjunto de los recursos a través de un nuevo paradigma productivo.
154 La exigencia ético-social de satisfacción de las necesidades sociales sólo tiene sentido dentro
de un espíritu de justicia social, igualdad –que no significa homogeneización– y la solidaridad.
Ella implica, en última instancia, la apropiación colectiva de los medios de producción y la
distribución de bienes y servicios a cada cual según sus necesidades. No tiene nada en común con la
llamada “equidad” liberal, que trata de justificar la desigualdad social en la medida en que esta-
rían “ligadas a funciones abiertas a todos en condiciones de justa igualdad de oportunidades”,
el argumento clásico de los defensores de la “libre competencia” económica y social.
El ecosocialismo implica también una ética democrática: en tanto que las decisiones econó-
micas y las elecciones productivas continúen en manos de una oligarquía de capitalistas, banque-
ros y tecnócratas –o, en el desaparecido sistema de economía controladas por el estado, de una
burocracia ajena a todo control democrático– nunca dejaremos el ciclo infernal del productivis-
mo, de la explotación de los trabajadores y de la destrucción del medio ambiente. La democrati-
zación de la economía –que implica la socialización de las fuerzas productivas– significa que las
decisiones importantes en la producción y la distribución no se toman por “los mercados” o un
politburó, sino por la propia sociedad, después de un debate democrático y pluralista, en el que
se opongan las propuestas y opciones diferentes. Es, claramente, la condición necesaria para la
introducción de otra lógica socio-económica, y de otra relación con la naturaleza.
Por último, el ecosocialismo es una ética radical, en el significado etimológico de la palabra:
una ética que se propone llegar a la raíz del mal. Las medidas parciales, las semi-reformas, las
Conferencias de Río, los mercados de derechos de contaminación son incapaces de aportar
una solución. Hace falta un cambio radical de paradigma, un nuevo modelo de civilización, en
definitiva, una transformación revolucionaria.
Esta revolución afecta a las relaciones sociales de producción –la propiedad privada, la divi-
sión del trabajo–, pero también a las fuerzas productivas. En contra de una cierta vulgata mar-
xista –que puede apoyarse en algunos textos del fundador– que concibe el cambio únicamente
como la supresión –en el sentido hegeliano de la Aufhebung– de las relaciones sociales capitalis-
tas, “obstáculos al libre desarrollo de las fuerzas productivas” hace falta cuestionar la estructura
misma del proceso de producción.
Para parafrasear la famosa frase de Marx sobre el estado, después de la Comuna de París: los
trabajadores, la gente no puede tomar posesión del aparato productivo y ponerlo simplemente
a caminar en su favor: hay que “romperlo” y sustituirlo por otro. Esto significa: una profunda
Rawls, Libéralisme, 1995, pp. 29-30.
El mercado de derechos de contaminación (también llamado de bonos de carbono) abarca todas las transacciones en las que
algunos países desarrollados compran créditos de carbono a los demás, para cumplir en forma parcial con el Protocolo de Kyoto
(N. del T).
transformación de la estructura técnica de producción y las fuentes de energía –principalmente
fósiles o nucleares– que lo conforman. Una tecnología que respete el medio ambiente, y ener-
gías renovables –solar en particular– son fundamentales para el proyecto ecosocialista.
La utopía de un socialismo ecológico, de un comunismo solar no significa que no hace falta
luchar ahora por objetivos inmediatos, que prefiguren el futuro y estén inspirados en estos mis-
Nudos
mos valores:
–Dar prioridad al transporte público contra la proliferación monstruosa de los vehículos
particulares y de transporte por carretera.
–Salir de la trampa nuclear y desarrollar la investigación en torno de fuentes de energía re- 155
novables.
–Exigir el cumplimiento del acuerdo de Kyoto sobre gases de efecto invernadero, rechazan-
do la mistificación del “mercado de derechos de contaminación”.
–Luchar por una agricultura ecológica, combatiendo a las multinacionales de semillas y sus
transgénicos (Organismos Genéticamente Modificados, ogm´s).
Estos son sólo algunos ejemplos, podemos fácilmente alargar la lista. Encontramos estas
demandas, y otras similares, entre las reivindicaciones del movimiento internacional contra la
globalización capitalista y el neoliberalismo, que surgió en 1996 en la Conferencia Intergaláctica
contra el Neoliberalismo y por la Humanidad, organizada por los zapatistas en las montañas de
Chiapas, y que ha mostrado su capacidad de protesta en manifestaciones callejeras en Seattle
(1999), Praga, Quebec, Niza (2000) y Génova (2001). Un movimiento que no sólo es crítico
de las monstruosas injusticias sociales producidas por el sistema, sino que también es capaz
de ofrecer alternativas concretas, como en el Foro Social Mundial de Porto Alegre (enero de
2001). Este movimiento, que rechaza la mercantilización del mundo, extrae la inspiración mo-
ral de su revuelta y sus propuestas de una ética de la solidaridad, inspirada en valores sociales y
ecológicos cercanos a los enumerados aquí.
Bibliografía referida
Bensaïd, Daniel, Marx l’intempestif. Grandeurs et misères Rawls, John, Libéralisme politique, París, puf, 1995.
d’une aventure critique (xixè, xxè siècles), Paris. Fa- Schwartzman, David, “Solar Communism”, Science and
yard, 1996 Society, vol. 60, num. 3, 1996, pp. 307-331.
Isselin, François, “Spécificités techniques de la produc- Thompson, E. P., “Moral Economy Reviewed”, Customs
tion capitaliste”, Inprecor, num. 461- 462, agos- in Common, Londres, Merlin Press, 1991.
to-septiembre, París, 2001. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, Tübingen, jcb Mohr,
Marx, Karl, Misère de la Philosophie, París, Sociales, 1947. 1923.
Polanyi, Karl, La Grande Transformation. Aux origines
politiques et économiques de notre temps, París, Galli-
mard, 1983.
Sobre el significado político de la elección entre las fuentes de energía fósil y solar, ver Isselin, “Spécificités”, 2001, pp. 45-52.
Schwartzman, “Solar”, 1996.
Sobre los escombros del crecimiento
emerge el descrecimiento
Nostromo
Nudos
do, por medio de ciertas técnicas empresariales como el “marketing” o mercadotecnia (según los
latinoamericanos) que incluye la utilización de una publicidad refinada; el fácil acceso al crédito
para el consumo y la obsolescencia programada en gran escala. La economía de crecimiento
convirtió en esas décadas a los países industrializados en sociedades de crecimiento, caracteriza- 157
das por una vida de consumo y trabajo en exceso. La gran euforia de los años sesenta se estrelló
en los años setenta con el freno del crecimiento económico en los países industrializados, la
primera crisis del petróleo y la aparición de significativas cifras de desempleo. Ante la apremiante
necesidad de retomar el crecimiento económico, los países poderosos adoptaron en los años
ochenta un cambio radical a las ideas del desarrollo, e introdujeron: la privatización de los bienes
públicos, los recortes masivos de personal, la desregulación, la financiarización de la economía, el
“libre comercio”, la eliminación del “bienestar social”; adoptaron el neoliberalismo que permite la
recuperación del crecimiento de los países poderosos, muy especialmente de Estados Unidos,
sin importar los resultados sociales y ambientales que tuviera ese cambio, especialmente en los
países empobrecidos por las deudas generadas por las políticas de las décadas de desarrollo.
cercanos a los que hoy se utilizan en el movimiento por el decrecimiento en Europa. En sus
libros publicados en México –La convivencialidad, Energía y Equidad, Némesis médica, La sociedad
desescolarizada– Ivan Illich introdujo en esos años la idea de la contraproductividad de las her-
ramientas, de las instituciones. Por su parte, Corneluis Castoriadis describió la colonización del
imaginario social por medio de la educación, la publicidad y el consumo. En su libro La ecología
158 contra los mercaderes señala: “La ecología es subversiva pues cuestiona el imaginario capitalista que
domina el planeta. Rechaza su motivo central, según el cual nuestro destino es aumentar sin
cesar la producción y el consumo. Revela el impacto catastrófico de la lógica capitalista sobre el
medio ambiente y sobre la vida de los seres humanos”.
Años más tarde, en 1979, el economista y matemático Nicolás Georgescu Roeguen, publicó
en Francia, por no poderlo hacerlo en Estados Unidos, su libro –ahora clásico– Demain la des-
croissance (Mañana el descrecimiento), donde analiza el crecimiento económico bajo la perspec-
tiva del segundo principio de la termodinámica (entropía) y concluye que la economía ignora la
irreversibilidad de las transformaciones de la energía y la materia: es una falsa ciencia; no puede
haber crecimiento infinito en un mundo finito. Nicolás Georgescu Roeguen es el economista
que primero preconizó con claridad el descrecimiento económico. Por otra parte, Alain Caille,
desde una perspectiva sociológica y antropológica realizó una crítica demoledora de las bases de
la economía como una ciencia.
El fracaso de las ideas del progreso y del desarrollo en los países empobrecidos (el Sur), unido
a la pérdida de los símbolos, guías y referentes en los países poderosos (el Norte), a causa del
consumismo exacerbado y a las perversidades de la ciencia y la tecnología, condujeron a estos
pensadores a la idea del descrecimiento como forma de acción social y política. Empero, la crisis
ecológica global añadió una nueva dimensión determinante en este proceso. El descrecimiento
tiene entonces una doble filiación: se configura, por un lado, a partir de la toma de conciencia de
la crisis ecológica y por el otro, al filo de la crítica a la economía, la tecnociencia y el desarrollo.
La crisis de los setenta, provocó cambios profundos en la visión económica de los países pode-
rosos, la caída del crecimiento económico condujo al neoliberalismo. Este modelo, impuesto
por Margaret Thacher y Ronald Reagan, inició el desmantelamiento de las consideraciones so-
ciales que habían dominado en los “treinta años gloriosos” e introdujo la globalización, con
apoyo de nuevas tecnologías. El crecimiento económico impulsado por el neoliberalismo, a
partir de los años ochenta, exacerbó a tal punto las anomias o disfunciones sociales en los países
ricos y las afectaciones ambientales a escala mundial que provocó la agudización de las protestas
La palabra francesa decroissance ha sido traducida como descrecimiento por el grupo que ha impulsado esta consigna en México, con el
propósito de darle a esta palabra una connotación política diferente a la que ha impuesto el pensamiento económico y científico y
eliminar el galicismo que probablemente entraña esta palabra al ser introducida al español en el siglo xix, en la traducción de textos
científicos franceses. Sin embargo, el movimiento nacido en España en 2007 tradujo esta palabra, casi al mismo tiempo que el grupo
mexicano por el descrecimiento, como decrecimiento.
de socialistas y ecologistas contra este nuevo modelo que resultó muy fortalecido por la caída
de la Unión Soviética a finales de los ochenta. En 2002, se reunieron en París tres corrientes de
pensamiento ligadas a la crítica radical del crecimiento económico: el grupo de Ivan Illich, los
estudiosos del pensamiento de Corneluis Castoriadis y los economistas cercanos al pensamiento
de Nicolás Georgescu Roeguen, con el fin de analizar la situación del mundo y tratar de unificar
ideas y acciones en torno al crecimiento económico. En 2003, después de una terrible ola de
Nudos
calor que mató a más de diez mil ancianos en París, un conjunto de pensadores franceses –Serge
Latouche, Alain Caille, Paul Aries, entre otros– lanzaron un manifiesto por la decroissance, que
dio inicio a un movimiento por el descrecimiento, primero en Francia, luego en Italia, España e
Inglaterra y ahora en Canadá, Dinamarca, Alemania, México, Argentina y otros países. 159
Serge Latouche, frecuentemente designado como “teórico del descrecimiento”, en su libro
La apuesta por el descrecimiento, indica que “se trata de demostrar que si bien un cambio radical es
una necesidad absoluta, la elección voluntaria de una sociedad de descrecimiento es una apuesta
que vale la pena de ser llevada a la práctica, para evitar un regreso brutal y dramático”.
¿Qué es el descrecimiento?
El descrecimiento es pues un simple lema político, una consigna, un llamado al orden; una
palabra-obús, como afirma Paul Aries, que no tiene una teoría en el sentido clásico de la pa-
labra, pero que pretende profundizar en el abandono de los objetivos de crecimiento por el
crecimiento mismo, por lo que podría ser definido más bien como la búsqueda de un estado
de “acrecimiento” (sin crecimiento), como se dice “ateo” (sin dios). Se trata, entonces, del aban-
dono de una religión: la religión de la economía, una bandera bajo la cual se agrupan aquellos
que han iniciado una crítica radical del progreso y el desarrollo; una propuesta política que invita a
huir del totalitarismo economicista, desarrollista y progresista; que invita a erradicar de nuestras
propuestas políticas las palabras crecimiento, progreso y desarrollo, debido a sus consustancia-
les implicaciones depredadoras, contrarias a la sana convivencia y supervivencia humana. Más
carreteras, más automóviles, más aeropuertos, más celulares, más computadoras, más aviones,
implica que el contenido real de la palabra desarrollo, traerá consigo más devastación, más depre-
dación ecológica y más injusticia. Es importante repetirlo mil veces: el futuro del ser humano
no es el auto climatizado para todos. El descrecimiento entraña, en efecto, compartir mejor las
cosas del mundo, pero, implica también cambiar radicalmente la forma en que se produce y se
consume en el mundo: trabajar y consumir mucho menos de lo que hoy trabajan y consumen
las clases medias en el mundo.
La ideología del crecimiento está moribunda, a pesar de los millones de seres humanos
que se sacrifican en sus altares; a pesar de la virtual unanimidad con la que los ciudadanos y
los políticos todavía se quieren aferrar a este salvavidas perforado. Por lo mismo, se inventan
subterfugios para hacernos más comestible este envenenado platillo y así se inventan términos
como el “ecodesarrollo”, el “desarrollo sustentable”, el “otro crecimiento”, el “crecimiento
Latouche, Paris, 2006, p. 15.
El movimiento por el descrecimiento se deslinda totalmente del llamado “desarrollo sustentable”, al que denuncia como una tentativa
de encantamiento de la sociedad para el rescate de la idea del desarrollo. No sólo porque se trata de un oxímoron –el desarrollo es en
los hechos contrario a la sustentabilidad– sino por la pretensión de novedad que entraña la eufemización del desarrollo por medio del
adjetivo sustentable creado por la tecnocracia de habla inglesa. El desarrollo bajo cualquier calificativo implica siempre crecimiento
económico, profundización de las inequidades y destrucción de la Naturaleza.
con rostro humano” y otros términos que demuestran que este falso dios está moribundo. Sin
embargo, se le siguen sacrificando las generaciones futuras.
La victoria de la contrarrevolución conservadora de las últimas décadas ha vuelto cada día
más inútil este costoso mito, pues los ricos ya no tienen vergüenza de ser cada día más ricos
Nostromo
mientras la miseria se generaliza en el mundo. La crisis financiera del 2008 confirmó su nuevo
poderío. Para el neoliberalismo sobra ya el 80% de los seres humanos y las patronales mundiales
advierten: “¡Dejen de soñar! habrá que trabajar mucho más para ganar lo mismo”. El empleo
no tiene futuro en el mundo del crecimiento económico y el desarrollo. La corriente política del
descrecimiento estima que los ciudadanos debemos aplicarnos de inmediato en la destrucción
160 del mito del crecimiento, del desarrollo.
El crecimiento económico no es en ningún sentido una necesidad absoluta natural; sólo es
posible llegar a ello después de que se ha instalado en una sociedad el principio de la división y
la competencia. Las sociedades primitivas son sociedades contra la existencia del estado y de la
economía, con el propósito de proteger su integridad. Los pueblos originarios no rentabilizan
sus actividades, no porque no puedan hacerlo sino porque no lo desean, porque pone en peli-
gro su cultura. El rechazo a la mercantilización de la vida y al crecimiento económico es muy
antiguo y continúa hasta nuestros días: no sólo los “ludditas” que destruían maquinas al inicio
de la Revolución Industrial o los llamados trabajadores “sublimes” que en el siglo xix inventaron
el San Lunes y se negaban a trabajar más allá de lo estrictamente necesario o los menonitas y
los amish que colectivamente se opusieron a la industrialización en puerta en Alemania, sino
también, a principio de este siglo xxi, muchos campesinos y gente de las ciudades se oponen a
diversas formas de modernidad para conservar su manera de ser y su cultura. Gritan, como en
San Salvador Atenco o en La Parota “La Tierra no se vende”. Todavía una parte de la vida social
e individual de hoy en día, en el dominio asociativo y amoroso, escapa al cálculo económico.
Sin embargo, la mayoría de la población urbana quiere ganar más dinero y gastar más dinero del
que gana; los científicos no se detienen frente a investigaciones muy riesgosas como la nanotec-
nología, los transgénicos o la nuclear y sigue vigente aquello de que todo lo que es técnicamente
realizable acabará por serlo: no detendremos la clonación humana sin cambiar de ideología. El
crecimiento económico es por la tanto una elección que hace una sociedad, imponiéndose una
disciplina para lograrlo.
Nuestra sociedad depende de una organización fundada en la acumulación ilimitada. Este
sistema está condenado al crecimiento; cuando el crecimiento se detiene, aparece la crisis, el
pánico y la guerra. El consumo por medio del crédito introduce la necesidad del crecimiento.
Colonizada por la lógica financiera, la economía se convierte en un gigante desequilibrado que
no se mantiene de pie sino gracias a una carrera perpetua que destruye todo a su paso. Los go-
biernos y los estados tienen también la necesidad de crecer para conseguir la cuadratura del cír-
culo fiscal. Se establece así, con el sistema neoliberal, una dictadura de las tasas de crecimiento.
Casándose con la razón geométrica que preside la lógica del crecimiento económico, el hombre
occidental ha renunciado a la mesura. Con un alza del 3.5% anual del pib, se consigue una mul-
tiplicación por 31 en un siglo y por 961 en dos siglos. Con una tasa del 10% anual, que es la que
tiene China hoy en día, se obtiene una multiplicación por 736 en un siglo. ¿Puede creerse que es
La resistencia del desarrollo y del desarrollismo es muy grande, tanto en los países poderosos como en los empobrecidos existe una
verdadera alergia a la idea de descrecimiento. El desarrollo es motivo de confrontación entre organizaciones en la escena alternativa,
altermundista, progresista, que se pronuncian a favor del desarrollo sustentable y los movimientos por el descrecimiento. En el
norte, Ignacy Sachs declara en este nuevo siglo “hoy más que nunca el desarrollo es una idea-fuerza”.
posible un crecimiento infinito en un planeta finito?
La desmesura del amo y dueño de la Naturaleza ha tomado el lugar de la antigua sabiduría
que consistía en insertarse en un ambiente explotado razonablemente. Estamos en este mundo
moderno en el delirio de lo cuantitativo. ¿Cómo imaginar que el pib mundial que era de seis
billones de dólares en 1950, que se ha convertido en 43 billones en 2000, pueda aumentarse
a 172 billones de dólares en 2050, como lo pide el Banco Mundial, sin destruir totalmente los
Nudos
equilibrios de la Naturaleza?
El crecimiento duradero de la época moderna sólo ha sido posible por la creciente mundial-
ización, por la exportación de la miseria a todo el mundo, especialmente al África y a Latinoa-
mérica; pero, la crisis actual del crecimiento se debe a la imposibilidad física de desterritorializar 161
aún más sus posibilidades. Un crecimiento mundializado tendrá como consecuencia una ca-
tástrofe generalizada. Más del 70% de los ecosistemas de la Tierra están severamente afectados.
Como ha dicho Lacan, el capitalismo funciona muy bien. Ciertamente, nada triunfa como él
triunfó, pero, sucumbirá a su propio éxito. La civilización occidental tiene el privilegio de haber
inventado un modelo de ganar dinero que ha funcionado mejor que cualquier otro en la historia,
pero no debemos olvidar los valores nacidos en el Siglo de las Luces, que han hecho florecer la
idea de la autonomía y de la democracia, nacidos también en Occidente; Libertad, que Igualdad
y Fraternidad son todavía ideales por conseguir. Por lo mismo, es necesario no olvidar que la
ideología de crecimiento nacida hace poco más de medio siglo es también una hija bastarda de
Occidente: nunca una civilización ha llevado tan lejos su confusión de valores, gracias a su fe
en las supuestas leyes económicas. La economía ha envenenado nuestra vida y nuestro futuro
inmediato. Para sobrevivir, debemos salir de la economía tan pronto sea posible.
Los límites del crecimiento, tema fundamental en el descrecimiento, están definidos a la vez
por el volumen de los recursos naturales no renovables y por la rapidez de regeneración de los
renovables. Por milenios, en la mayor parte de las sociedades, la utilización de estos recursos
estuvo limitada por las comunidades. Sin embargo, la rapacidad de la economía moderna y
la desaparición de los frenos comunitarios han transformado los aprovechamientos en una
depredación sistemática de los mismos. Nada se opone realmente hoy en día a la destrucción
del medioambiente. La competencia comercial y los mercados libres de hoy en día tienen efec-
tos devastadores en la biósfera. Nada detiene a los buscadores de oro como nada detenía a los
garimpeiros del Amazonas. En nuestro sistema, cualquier capitalista o cualquier homo economicus
opera igual que un buscador de oro. La modernidad ha eliminado la reciprocidad que tenían los
pueblos originarios con la Naturaleza. El sistema jurídico moderno, al considerar los recursos
naturales como una mercancía fomenta su rápida destrucción. Para colmo, los neoliberales
proponen la erradicación total de los bienes comunes o commons, como el agua, por medio de
su privatización. El establecimiento de los límites del crecimiento es el gran reto intelectual y
político de nuestro tiempo.
Descrecer o retroceder
“Si pudiéramos efectivamente imaginar un modo de producción menos destructivo del ambien-
te, éste sería un ‘retroceso’ altamente deseable. Pues en realidad lo que fuera un retroceso para
nosotros sería de hecho un gran avance para los pueblos del tercer mundo. Esto no pondría en
cuestión sino el confort de una minoría muy pequeña de la población mundial que ha vivido
hasta nuestros días de una forma muy anormal”, nos dice Francois Partant.
En los países poderosos crecen los neo rurales, los neo campesinos, los neo artesanos: los
que abandonan el mundo moderno y buscan una “vida simple” alejada de loca carrera de la
Nostromo
economía. El Slow Food, la Slow Life, el Downshift, La Vía Campesina, las empresas coope-
rativas de autogestión, los sistemas de intercambio local, los bancos éticos o mutualidades de
crédito de riesgo, entre otros. Dentro de un cuadro de “post desarrollo” y en la construcción
de una sociedad de descrecimiento se redescubre el valor de los saberes locales frente al cono-
cimiento científico que pretende imponer su dominio en todos los campos.
162
Existen muy buenas razones para apostar por el descrecimiento: el desastre social y ambiental
del mundo moderno, podrían ser motivos suficiente, pero también el desastre mundial de las
instituciones, de los gobiernos, del sistema jurídico, de los asuntos financieros, y de la paz, entre
otros, obligan a apostar por él para evitar una hecatombe. Todas estas crisis mundiales tienen
su propia autonomía, pero se retroalimentan entre sí y tienen su origen en lo mismo: en el cre-
cimiento económico sin límite.
El crecimiento económico es responsable directo del desastre ambiental que afecta al mun-
do entero. Según Naciones Unidas, el 75% de los ecosistemas de la Tierra están severamente
afectados, seis mil especies desaparecen por año, el calentamiento global reduce 5% cada año
la producción agrícola mundial y la disponibilidad de agua dulce; los mares son ya una cloaca
en la que ha desaparecido la mayor parte de la pesca. Se agotan rápidamente los dones de la
Naturaleza como el petróleo, los metales, los bosques, el suelo fértil. Estamos a pocos años del
pico del petróleo y de los metales, lo que significa que pueden dispararse pronto sus precios y
causar un colapso económico y político. De acuerdo con los científicos, el calentamiento global
puede significar la elevación de más de siete grados en la temperatura promedio hacia el fin del
siglo xxi; pero, una elevación mayor a cuatro grados centígrados puede significar la destrucción
del actual sistema ecológico, incluyendo a la especie humana.
Todos los indicadores ambientales están en rojo, en todo el mundo: desertización; pérdida
de biodiversidad, contaminación del aire, del agua, de los suelos; desaparición de los glaciares
en los polos y elevación del nivel del mar y desplazamiento de miles de millones de personas
por motivos ambientales. El crecimiento económico ha disparado la producción de desechos,
de basura, humos, de gases, de contaminantes en la atmósfera; ha disparado la tala de árboles,
los vertidos venenosos sobre ríos, lagos y mares, el consumo desmedido de energía, agua dulce,
metales, maderas y otros bienes de la Naturaleza; además, genera una enorme y creciente cruel-
dad sobre los animales. Es ya excesiva la devastación ambiental en el mundo entero. ¡La Tierra
no aguanta más!
La Tierra no puede absorber más de tres mil millones de toneladas de carbono. Sin em-
bargo, desde 1990 ya enviábamos seis mil a la atmósfera. Como hacia el 2050 seremos nueve
mil millones de habitantes, tenemos una cuota de carbón por persona de cinco kilos por año,
y si aplicamos nuestros valores de igualdad, los estadounidenses deben reducir doce veces sus
consumos; seis veces los europeos; pero, los hindúes podrían aumentar 120% sus consumos, los
pakistaníes, podrían duplicarlos y así otros países, en la medida de sus actuales consumos.
El crecimiento económico es responsable, también, del desquiciamiento social mundial.
Nunca antes han sido tan grandes las desigualdades entre los países poderosos y los países
sometidos a su dominación. El ingreso del 1% de los ricos del mundo equivale al ingreso del
63% de los más pobres de la tierra. Tres familias de las más ricas de la tierra tienen un ingreso
superior al pib de los 48 países más pobres del mundo; con sólo el 4% de la riqueza de las 225
Nudos
personas más ricas del mundo se podrían dar acceso a las necesidades mínimas de toda la po-
blación del planeta. Mil millones de personas no tienen acceso al agua potable. Sin embargo,
los poderosos del mundo gastan en armamento anualmente más de un millón de millones (un
billón) de dólares, mientras 1,200 millones de personas viven con un dólar diario. En Estados 163
Unidos y en Europa se dispara la cantidad de casos de depresiones, bipolaridades, angustias,
esquizofrenias, psicosis, y la toxicomanía (drogas, alcohol, juegos de azar y de dinero), el stress,
los problemas alimentarios, y las sicopatías: auto mutilaciones, déficit de atención con o sin
hiperactividad, fobias, etcétera. En las sociedades opulentas hay más muertos por suicidios que
por accidentes de tránsito. Las escuelas de estas sociedades ricas se han convertido en uno de
los lugares más violentos del país. La violencia doméstica reclama cada día más víctimas: son
ahora la primera causa de muerte e invalidez entre las mujeres de 15 a 44 años. En Francia cada
semana una mujer es asesinada por su pareja. Esta violencia conyugal es el motivo del 60% de
las intervenciones nocturnas de la policía en Paris. Violaciones, agresiones sexuales, animalidad
sexual, hostigamientos, violencia en el trabajo, violencia psicológica, agresión publicitaria, em-
brutecimiento electrónico, contaminación visual, todo esto aumenta sin cesar entre los países
llamados desarrollados.
por la mayoría. Una recesión es siempre dramática para los humildes, pues no hay nada peor que
una sociedad de crecimiento sin crecimiento. El descrecimiento no es por lo tanto realizable en
una sociedad de crecimiento: El proyecto de descrecimiento es un proyecto político que consiste en
la construcción de sociedades autónomas y ecónomas, tanto en los países enriquecidos como en
los países empobrecidos; es un proyecto que inicia con la descolonización de imaginario social.
164 Para realizar la ineludible descolonización del imaginario y ganar la apuesta del descrecimien-
to, Latouche confía en la llamada “pedagogía de las catástrofes”, término acuñado por Denis de
Rugemont. Ciertamente los desastres pueden conducir a reacciones de tipo fascista, sin embargo,
las fallas de la mega máquina que oprime al mundo que son fuente de insoportables sufrimientos,
pueden servir también a la toma de conciencia, al enjuiciamiento del sistema, al rechazo (el caso
nuclear después de Fukushima) y desde luego a las revueltas. Como lo señala el famoso filósofo
Hans Jonas “vale más prestar atención a la profecía de la desgracia que a la de felicidad”. No
por el gusto masoquista por el Apocalipsis sino para conjurarlo. Como lo advierte Jean Pierre
Dupuy en su libro Por un catastrofismo esclarecido, el verdadero problema es que “no llegamos a dar
un peso de realidad suficiente al futuro, en particular al futuro catastrófico”
En el norte, el descrecimiento es un imperativo para elevar la calidad de vida: es urgente des-
ligar el bienestar del pib, lo que exige una ruptura con el sistema. Latouche propone cambiar de
rumbo con un programa radical, sistemático, de ocho Rs: revaluar; reconceptualizar, reestruc-
turar, redistribuir, relocalizar, reducir, reutilizar, reciclar. Estos ocho objetivos interdependientes
son susceptibles de impulsar un círculo virtuoso de descrecimiento sereno, convivencial y sos-
tenible. Estos objetivos entrañan lo mismo revolución que retroceso, cambio radical de direc-
ción e innovación que repetición. En lo que concierne a las sociedades del sur, el objetivo del
descrecimiento no puede concebirse en los mismos términos, ya que todavía no son en su gran
mayoría sociedades de crecimiento. Intentar el descrecimiento en el sur es intentar el desenvolvimiento,
es decir, la eliminación de los obstáculos hacia la expansión de sociedades autónomas y desen-
cadenar un movimiento en espiral para colocarse en la órbita del círculo virtuoso de las ocho Rs.
Este esquema teórico común dibuja el objetivo deseable pero, no excluye las modalidades de la
puesta en práctica, las etapas, los compromisos y las transiciones.
En el punto más alto del círculo, la revaluación nos recuerda que el descrecimiento es ante
todo un combate por los valores, un rechazo a la sociedad de trabajo y de consumo, no sólo por
sus excesos (Paul Aries), sino por la monstruosidad de su cotidianidad. La reevaluación pasa,
pues, por la descolonización del imaginario. Se requiere por lo tanto una revolución cultural; es
imprescindible abandonar la idea de una expansión ilimitada. Por otra parte, en el punto más
bajo del círculo de la ocho Rs, la relocalización, resulta el medio más importante para conseguir
el descrecimiento. Implica volver a una vida y a una economía local y volver a considerar el
territorio donde vivimos. Consumir lo que se produce en la ecorregión, producir lo que se con-
sume en la ecorregión. El descrecimiento busca un nuevo reencantamiento del mundo, el reen-
cantamiento que generan los poetas, los pintores y los estetas de toda especie. En resumen, los
especialistas de lo inútil, de lo gratuito, del sueño de las partes sacrificadas de nosotros mismos:
el hombre habita en el mundo como un poeta (Heidegger).
Bibliografía referida
Ariès, Paul, Décroissance ou Barbarie; Paris, Golias, 2005. Heidegger, Martin, Qu’appelle-t-on penser?, Paris, puf,
Caille, Alain, Dé-penser l’économique: contre le fatalisme, 1973.
Paris, La Découverte, 2005. Jonas, Hans, Le Principe responsabilité. Une étique pour la
Castoriadis, Corneluis, “L’écologie contre les mar- civilisation technologique, Paris, Editions de Cerf,
chants”, Un société a la dérive, Paris, Seuil, 2005. 1998.
Nudos
Dupuy, Jean Pierre, Pour un catastrophisme éclairé. Quand Latouche, Serge, Le Pari de la décroissance, Paris, Librairie
l’impossible est certain, Paris, Seuil, 2002. Ar thème Fayard, 2006.
Georgescu, Roeguen Nicolas, Demain la décroissance, Sachs, Ignacy, Tiers-Monde, num. 137, 1994, pp. 54-55.
Fontenay le Fleury, Sang de la Terre, 1995.
165
¿Nos podrían explicar sintéticamente en qué consiste la propuesta del descrecimiento y qué transformaciones
sociales propicia?
El descrecimiento indica una salida a la vez individual y colectiva, de la dependencia del mer-
cado, hacia un sistema eco-socialista, es decir, ambiental y socialmente sustentable. La propuesta
del descrecimiento reconoce en la crítica al imaginario del crecimiento continuo y del desarrollo
ilimitado, la premisa necesaria para reorientar los valores sociales fundamentales y las priori-
dades políticas y económicas. La perspectiva del descrecimiento concierne e interpela entonces
a la sociedad en su totalidad, en sus dimensiones económicas, políticas, culturales, simbólicas y
sociales. Si se redujera a una mera propuesta de descrecimiento económico, perdería gran parte
de su fuerza y de su ambición transformadora. Sin contar que la reciente crisis económica y
financiera, cuyos efectos son evidentes hasta ahora y muy probablemente destinados a mayores
recrudecimientos, están volviendo el horizonte del descrecimiento económico mucho más tan-
gible para amplios sectores de la población del norte del mundo (y no sólo), que hasta hace poco
vivían en la miope ilusión de un crecimiento ilimitado. La perspectiva de la crisis y del descreci-
*
La asociación italiana por el descrecimiento une distintas realidades locales que trabajan en red, a partir de sus propios territorios,
para construir juntos una sociedad diferente y un estilo de vida ecológica y socialmente sustentable. “Queremos reencontrar el
sentido de los bienes comunes, de los bienes relacionales, experimentar nuevas formas de compartir, practicar un consumo social,
una convivencialidad más profunda. Creemos que es posible construir una sociedad centrada en el respecto de las personas y de las
relaciones, y no de las mercancías y de los intercambios económicos. Una sociedad que anteponga la importancia de los bienes in-
materiales a la de los bienes materiales. Que valorice las formas relacionales anti-utilitaristas y no instrumentales y que dé importan-
cia a la solidaridad y al bien común, en lugar del interés privado. Que valorice la naturaleza y las otras formas vivientes, por su belleza
y dignidad y no sólo en términos instrumentales”. (Manifiesto de la Red Italiana por el Descrecimiento). Para más informaciones
consultar el sitio web de la asociación: http://www.decrescita.it. La traducción del texto estuvo a cargo de Lucía Linsalata.
miento, con sus fantasmas y sus víctimas, se ha vuelto un argumento y un problema cotidiano
no tanto (o no sólo) para altermundistas, críticos del desarrollo y ciudadanos conscientes, sino
también para gobiernos, instituciones financieras nacionales e internacionales, colosos banca-
rios y grandes empresas transnacionales. En este escenario parcialmente nuevo, la propuesta del
Nostromo
Nudos
un sentido opuesto al perseguido por el capitalismo. Apunta a la preservación, en lugar de la
depredación de la naturaleza; a la reducción, en lugar del aumento de los consumos; a la satis-
facción, en lugar de la acumulación constante; a la cooperación, en lugar de la competencia; a la
solidaridad, en lugar del egoísmo; a la participación democrática, en lugar de la pasividad y del 167
autoritarismo.
La sociedad del descrecimiento no puede ser prefigurada a priori como en una especie de
proyecto utópico. Sin embargo, independientemente de las formas que asumirá una sociedad
del descrecimiento, su construcción procederá idealmente según los principios de las “8R” pro-
puestas por Serge Latouche, uno de los principales teóricos del descrecimiento: revaluación,
recontextualización, reestructuración, relocalización, redistribución, reducción, reutilización,
reciclaje.
Entendemos que asumir la idea de una sociedad de descrecimiento implica plantearse la
posibilidad de transformar radicalmente nuestros estilos de vida y las formas en las que cons-
truimos nuestras relaciones sociales, tanto entre seres humanos como con la naturaleza. ¿Qué
tipo de consecuencias políticas tiene, según ustedes, este planteamiento?
En una sociedad capitalista, no sólo el mercado opera en base al imaginario y a la lógica del
desarrollo económico ilimitado, sino también la política y sus instituciones. Las “democracias
realmente existentes” son de hecho sistemas políticos fundados en el crecimiento. No sólo los
recursos estatales se fundan en una economía del crecimiento (la recaudación fiscal se funda
en la renta del trabajo y de las empresas –por lo tanto en la producción– y está claramente vin-
culada a los ciclos económicos), sino que también el sistema de financiamiento de los actores
políticos está cada vez más ligado a los intereses de mercado. En el contexto de competencias
políticas cada vez más espectaculares y costosas, las élites políticas recurren al apoyo de sujetos
económicos privados, que retribuirán luego en términos de ventajas competitivas en el mercado
con favores, contratos y oportunidades. A estos elementos, también habría que añadir otros
como el uso sistemático del marketing político, el control privado sobre los medios de comu-
nicación (periódicos y televisiones), la realidad más brutal de la compra-venta de votos y de las
mayorías parlamentarias.
En estas condiciones es difícil que las democracias realmente existentes puedan o sean ca-
paces de enfrentar y solucionar las crisis económicas, sociales y ecológicas que ocurren ante
nuestros ojos. Además, muchos de los temas emergentes como los ligados al agotamiento de
los recursos, a la pérdida de biodiversidad, al cambio climático, son fundamentalmente nuevos
para la elaboración teórica de la democracia.
Por lo tanto, la perspectiva del descrecimiento supone también una acción de transfor-
mación profunda de las formas y de las reglas de las instituciones democráticas, en dirección
de una limitación de los costos de la política, del control de las formas de financiamiento, de la
introducción de límites en el consumo de los recursos, de la progresiva expansión de los “bienes
comunes” como ámbitos tutelados contra la privatización, de la introducción de nuevas reglas
procedimentales que garanticen una mayor participación y soberanía de los ciudadanos y de las
comunidades locales, de garantías ligadas a una idea de responsabilidad intergeneracional. Se
puede llegar a pensar incluso en nuevos procesos constituyentes que renueven las leyes funda-
mentales y las mismas lógicas de las instituciones asamblearias.
Nostromo
¿Qué diferencia plantea el descrecimiento con ideas como las de “crecimiento cero”, “crecimiento negativo” o
“desarrollo sustentable”?
Nudos
iniciales. Hablar de descrecimiento en el sur del mundo significa no perseguir la ilusión del
crecimiento por el crecimiento, es decir del desarrollo como objetivo central de la sociedad
humana, sino más bien apostar por aquella idea de “buen vivir” compartida por muchos movi-
mientos de base; idea que se acerca más a los valores y a las visiones de mundo indígenas y 169
locales. Hablar de descrecimiento en los países desarrollados significa, en cambio, emprender
un auténtico camino de reforma de las propias instituciones y de desintoxicación de la lógica
del crecimiento. Es decir, el descrecimiento en los países occidentales implica una forma de
“des-aprendimiento” de los estilos de vida, de las costumbres sociales, económicas y políticas
en dirección de una mayor sobriedad, sustentabilidad y justicia social. Por lo tanto, la lucha es la
misma pero las condiciones y los puntos de partida son muy diferentes.
¿La escala de transformación del descrecimiento es sólo a nivel local? Y si esto es así ¿Cómo
no correr el riesgo de que sean proyectos que sólo queden situados en el terreno de la mi-
cropolítica? ¿Se piensa desde el descrecimiento un cambio generalizado y con posibilidades de
desarticular al poder dominante o el poder instituido? ¿Cómo lograrlo?
Todo cambio real es un movimiento de personas de carne y hueso que reivindican el poder
de decidir sobre su futuro. En el movimiento del descrecimiento conviven experiencias de
diferente tipo que incluyen dimensiones individuales, las de las redes de proximidad, experi-
mentaciones municipales, pero también luchas y campañas de impugnación y transformación
de las políticas nacionales e internacionales. Personalmente consideramos que es necesario un
acercamiento integrado. Muy frecuentemente las posibilidades más amplias de experimentación
y cambio no se encuentran en aquellos lugares o en aquellos espacios que con cierta ingenuidad
identificamos con los lugares de mayor poder –que son en efecto los lugares más rígidos y más
ligados a las fuerzas y a las presiones externas. Sino todo lo contrario, se gestan a nivel local o
intermedio. Por otro lado, el involucramiento de la dimensión local es necesario, pero no sufi-
ciente. Los movimientos deben lograr incidir también en las dinámicas institucionales verticales
que definen los contextos y los vínculos más generales de la acción y de la vida social. Ideal-
mente las fuerzas del cambio deben de actuar desde abajo, desde arriba y desde los niveles inter-
medios. Sin embargo, en la realidad uno empieza fundamentalmente allí donde está, en base a
las relaciones y a los recursos efectivamente disponibles y movilizables para la transformación.
¿Qué inspiración o aportes encuentra el descrecimiento con el anarquismo, el socialismo u otro tipo de ideas o
proyectos de cambio social?
La idea del descrecimiento contiene elementos de democracia radical y de justicia social. Desde
este punto de vista es cercana al anarquismo y al socialismo. Sin embargo, ni el anarquismo ni
aún menos el socialismo han llevado a sus últimas consecuencias la crítica al sistema económico
industrial-capitalista. No han llegado a cuestionar explícitamente el motor de este sistema, es
decir la creencia en el crecimiento económico.
Por otro lado, si las experiencias del socialismo real han demostrado cuales pueden ser las
posibles degeneraciones de un modelo estatal, hoy son precisamente los grandes actores del
capitalismo contemporáneo y del mundo financiero global los más empeñados en erosionar los
principios de los sistemas estatales nacionales. Por lo tanto, si por un lado no podemos poner
Nostromo
La idea de consumir con un poco más de sensatez y de cabeza, de llevar un estilo de vida un poco más sencillo, finalmente, “de
vivir mejor con menos”, es una idea que se está popularizando en la cultura norteamericana y europea con el nombre de downshifting
(desacelerar o simplificar). Partiendo del principio de que el dinero nunca podrá llenar las necesidades afectivas, y de que una vida
lograda viene dada más por la calidad de nuestra relación con los demás que por las cosas que poseemos o podamos poseer, esta
corriente no trata sólo de reducir el consumo, sino sobre todo de dar más importancia a las relaciones humanas y descubrir maneras
mejores de disfrutar de la vida.
La expresión “sprawl urbano” se refiere al desarrollo de suburbios de baja densidad alrededor de las ciudades.
en redes para realizar “hilera corta” de producción, distribución y consumo de los productos de
base (alimentos, pero también productos para la casa y la limpieza, vestidos, zapatos y en el futuro
también energía). Consumidores y productores que se orientan recíprocamente, construyendo
relaciones fundadas en las confianza y la solidaridad en base a criterios de calidad de los produc-
tos, de producción biológicas y biodinámicas, de equidad y transparencia en el precio, de bajo
impacto ambiental (Km0, es decir la mayor cercanía posible para reducir los transportes). Las
Nudos
experiencias de los grupos de compra solidaria se están expandiendo rápidamente en toda Italia.
Los grupos oficiales y registrados en la red italiana de los grupos de compra solidaria son 778,
pero su número real supera seguramente el millar, involucrando no menos de 25.000 familias.
Otro gran proyecto al que estamos trabajando actualmente como red italiana por el descre- 171
cimiento es la organización de la “Tercera conferencia internacional sobre el descrecimiento
económico por la sustentabilidad ecológica y la equidad social”. Después de la organizada en
2008 en París y en 2010 en Barcelona por iniciativa de Research & Degrowth, la tercera edición
de este encuentro se realizará del 19 al 23 de septiembre de 2012 en Venecia y estará dedicada
al tema “La gran transición. El descrecimiento como pasaje de civilización”. Los ejes princi-
pales de la discusión serán bienes comunes, trabajo y democracia. En torno a la conferencia,
la red nacional por el descrecimiento junto con las redes locales de la economía solidaria están
proyectando 10 días de festival, ferias e iniciativas dislocadas en el territorio veneciano basadas
en la idea de “Venecia sustentable” en las que participarán todos los sujetos locales compro-
metidos con prácticas alternativas desde el punto de vista económico, ecológico y social.
En particular nos gustaría saber si tienen algunas estrategias de intervención, de difusión del
descrecimiento con el resto de la población. ¿Cómo trabajan el tema de la subjetividad, y en
específico el desmantelamiento de las narrativas de desarrollo construidas desde el fetiche del
bienestar moderno?
El descrecimiento sólo puede difundirse por contaminación viral. Antes de ser una teoría es
una práctica. Los sujetos del cambio son los mismos portadores del descrecimiento. Su fuerza
es el ejemplo de prácticas de buen vivir, individuales y colectivas. Además de esto, las distintas
realidades italianas del descrecimiento organizan constantemente talleres sobre el descrecimien-
to de carácter teórico-práctico, fiestas para convivir, congresos y debates públicos. Las ideas y
las propuestas del descrecimiento están encontrando sus primeras manifestaciones de interés,
también a nivel de estudios universitarios.
¿Cuáles son según ustedes los límites mayores que encuentra hoy el movimiento por el descrecimiento?
Sin dudas, el problema más difícil está representado por el chantaje económico y ocupacional;
es decir, por la ausencia de alternativas inmediatamente practicables por grandes masas de indi-
viduos. Ciertamente es necesario organizar una transición de las formas de producción indus-
trial, de los modelos de producción energética y más en general de las lógicas del trabajo, hacia
formas más difusas, descentradas y sustentables, pero para lograr estos cambios necesitamos
tiempo, esfuerzo y una fuerte voluntad política. Se está discutiendo de ideas similares y se están
avanzando propuestas. Sin embargo, por el momento ciertos valores están siendo llevados ade-
lante sobre todo a nivel micro o individual como formas de downshifting o simple voluntad.
¿Cómo piensan seguir trabajando en la realización de sus proyectos?
descrecimiento puede representar un horizonte común alrededor del cual unir muchas sensibi-
lidades y luchas que frecuentemente actúan de forma separada, en el plano de la ecología, de la
economía solidaria, del pacifismo, de los movimientos antipatriarcales, de los jóvenes y de los
precarios.
172
Navegaciones
Cultura
Mercado de pulgas
Inti Meza Villarino
Navegaciones
fera privada. Esto es, la vida doméstica de las clases crónicas y testimonios de los diversos participantes
medias ilustradas andinas. La discusión no está del (hilarante la imagen de aquella tocada en una casa
todo errada, en muchas ocasiones la colonización tan pequeña que la banda tocaba en una habitación
más profunda del subalterno se originó en las co- y los asistentes les escuchaban en otra habitación),
cinas de los terratenientes. Se trata pues –para la el estilo deambula entre el informe y la cháchara
autora– de reinventar el presente indígena, proce- entre carnales, un piojo en el comal: los compadres
diendo a una revisión exhaustiva del pasado para entregaron un libro sin revisión ni edición, por lo
salvar a los muertos de una segunda humillación en que nos encontraremos con tantos errores tipográ- 175
manos de sus nuevos saqueadores. ficos, gramaticales y sintaxis que cualquier correc-
tor de estilo se pondría mamón y se desmayaría
Álvaro Detor / Pablo C. Hernández Sánchez, del horror. Los autores declararon en alguna publi-
México Punk, 33 años de rebelión juvenil, México, 2011. cación periódica que asumen el papel del do it your
self (“hazlo tú mismo”), tan caro a la ética punk.
Adoramos a la muerte. No aprendemos a vivir. Vagabunde- Habría que recordar que el trabajo cooperante
amos en la basura. Nos conformamos con la mierda. Somos siempre tendrá mejores resultados, al menos en la
una propuesta mediocre. Una protesta a medias. Odiamos empresa editorial.
a la policía, pero la obedecemos. Odiamos a la religión, pero
seguimos creyendo en dios. Odiamos a la escuela, pero segui-
mos yendo. Odiamos al trabajo, pero obedecemos al patrón Discos
por unos miserables pesos. En estas líneas que acabamos
de leer podríamos resumir la contradicción actual Los Macuanos, El Fin, 2010.
de un movimiento social, estético y “juvenil”, que
en este año que acaba de pasar recién cumple los En los últimos dos años ha surgido una pléyade
35 años de existencia. Lo que en un principio se de nuevos músicos que han decidido ponerle ritmo
funda como una profunda y virulenta negación del a los violentos sonidos de fondo de nuestra nue-
mundo, pronto –muy pronto- es asimilado a la cul- va circunstancia mexicana. Se trata de la cumbia
tura pop hegemónica. Algo, sin embargo, podemos y otros sonidos aportados por la cultura (a)narca
decir a su favor, que efectivamente habrá un antes de nuestros tiempos. Tal vez sean los Macuanos,
y un después del punk en el mundo del pop. La desde el meritito Tijuana, los que mejor han sa-
historia que los autores deciden contarnos no esta bido producir esta dark cumbia, llena de grooves
exenta de interés. Después de todo la historia del siniestros y gozadores; con ellos bailarás al ritmo
de rojo amanecer o del temazo dedicado a la iglesia sabido reconstruir un sonido pocas veces reprodu-
de san miguel canoa, que tan gratos recuerdos nos cido en nuestro idioma. Se trata de la recuperación
trae… Pasado el tiempo, hay que reconocer que de Roxy Music de la etapa de Avalon, aunado a una
Nortec no fue sino la oferta cultural que foxilandia bella y meticulosa producción sónica que te deja
promovía sabrosamente en el Palacio de las Bellas desfalleciente tras su primera escucha. Las letras, si
Artes, “ahora –nos dice uno de los Macuanos, cada bien están en español, son producto de una curiosa
vez que escucho Tijuana makes me happy, me enca- inversión de la literalidad y el sentido de las pala-
brono.” Bailemos pues, la danza de la muerte y la bras más propia de la cultura pocha. Si intentamos
desesperación, después de todo no estamos solos comprender el track de lechuguilla quedaríamos
en esto, seguro nos acompañaran gustosos los se- confundidos con el extraño fraseo aparentemente
senta y cuatro mil cuatrocientos veinte ejecutados a-significativo: no habla para nada de una lechuga
durante este nefasto sexenio. ¡Báilele compadre!, sino de una curiosa relación sexual entre dos seres
en espera de su siguiente álbum, aquí se pueden que han dejado de amarse: en realidad lo que dice
bajar su discografía…. ¿Cuál recomiendo? El Fin. el coro es let you guide me , le chu gui lla me… Pero esto
http://losmacuanos.com/ no puede ser un impedimento para disfrutar de su
música, las letras en el pop jamás han apelado a la
Juan Cirerol, Haciendo Leña, 2011. significación, su fuerza consiste en la musicalidad
de las palabras, y Helado Negro canta arrastrando
A finales del 2011, Juan Cirerol, oriundo del mero las palabras confundidas detrás de los sentidos, la
Nostromo
chicali, saca su segunda producción musical, el tono experiencia resultante es de una languidez pocas
es más mesurado, con esto quiero decir que han veces experimentada en el pop contemporáneo en
decidido dotarle de una producción más acabada español, experiencia rara, dulce y reconfortante.
y limpia a su sonido norteñoso y vaquero. Esto no De las mejores cosas que se produjeron durante el
necesariamente es bueno para el producto final. Ci- dos mil once, sin duda alguna.
rerol es bueno cantando y tocando como borracho
176 y loco desquiciado, sus rolas ganan cuando emula
a un Chava Flores después de haber consumido Videos
crystal, y ésta es la referencia más clara, Cirerol
sabe reírse de sus desgracias (que siempre serán las Fase 7, Dir. Nicolás Goldbart, 2011.
nuestras): si no es la novia infiel, es la novia indife-
rente, a pesar de que en este disco sobresalen las ¿En que lugar apartado de los géneros cine-
canciones de (des)amor, también sabe contar con matográficos mainstreams es posible ver a una madre
muy buen tino las historias desquiciadas y salidas asesinar a su hijo sin que nos recuerde el doloroso
de madres de los valemadres de este mundo. Los recuerdo de Medea y la tragedia griega? ¿O que
macuarros proletarios siempre acamellando el tostón, un niño pueda asesinar a un policía y sea visto
siempre a la búsqueda de la coca y la acetona, en no sólo como algo necesario sino benéfico para la
este sentido sobresale la versión de se vale soñar de comunidad? Bueno, la respuesta es sencilla: en las
Rito Heras, compositor de los duros: “quisiera que películas de terror y en las de ciencia ficción. Algo
cuando llueva en vez de agua cayera perico…” y así por que apreciamos los incondicionales del terror y la
el estilo. sci-fi es la ruptura total y sin ninguna mediación con
el contrato social. Se trata de explorar con libertad
Helado Negro, Canta Lechuza, 2011. lo más aterrador de la imaginación social posible:
se mata a la madre convertida en zombie, como se
Roberto Carlos Lange es el nombre detrás de He- mata al vecino insoportable (y con tan poco tacto)
lado Negro. Productor de música “electrónica” de simple y sencillamente por que es un asunto de so-
larga pero discreta trayectoria. Ha contribuido con brevivencia. Estas situaciones son muy comunes
sus ideas junto a Guillermo Scott Herren en Pre- en el cine anglosajón (Alien de Ridley Scott o en
fuse 73 y Savath & Savalas, por nombrar sólo los cualquier película de John Carpenter). Sin embargo
más reconocidos. De origen ecuatoriano, Lange ha el terror latinoamericano ha servido la más de las
veces para apuntalar a una ideología familiarista: también entrevista a los directamente involucrados
siempre se está rescatando al padre, la madre, la en el caso: rehenes y policías, periodistas y cuerpo
hija, la esposa. El caso de Fase 7 es un buen cam- especial anti secuestros de respuesta inmediata.
bio en esta perspectiva. La historia se sitúa en la También busca las pistas perdidas que el raterillo
ciudad de Buenos Aires, durante una cuarentena va dejando en sus extravagantes declaraciones du-
debido a una epidemia de gripe A. Los personajes rante el secuestro a quien quiera y pueda escuchar-
deambulan por un edificio, puesto en cuarentena, lo: Sandro sabe que debe desconfiar del cuerpo
en la más atroz de la indiferencia cotidiana, hasta policiaco, él es un sobreviviente de la masacre de
que se acaban los servicios y el Estado parece desa- ocho niños de la calle a manos de la policía en
parecer detrás de una serie de saqueos y asesinatos. la iglesia de la Candelaria ocurrida en 1993; tam-
Es entonces cuando los vecinos deberán de realizar bién ha tomado catedra en vicio y crimen por los
un reacomodo en sus afectos e intereses. Lo hila- múltiples centros de detención juvenil (durante la
rante consiste en la parsimonia de la joven pareja década de los noventa, ningún país le disputaba a
quienes ante el desastre social, sobreviven sin el Brasil el dudoso mérito de tener las peores cárceles
menor conocimiento de lo que esta sucediendo allá de América Latina). El valor de la vida de Sandro,
afuera. La mujer embarazada jamás se enterará de descubierto en este documental, lo encontramos al
las desgracias y atrocidades que están sucediendo escudriñar ese rostro alucinado, en las palabras in-
fuera de su departamento, mientras el marido tiene coherentes de un casi niño que jamás llegará a ser
Navegaciones
que involucrarse cada vez más y más con su vecino hombre porque morirá demasiado pronto. La his-
para salvar el territorio vedado. Sobresale la actu- toria de Bus 174 no trata de la tragedia de ser pobre,
ación de Yayo Guridi, comediante argentino de si no de la tragedia de morir en la injusticia y por
trazo grueso, pero que en esta película se muestra ello ser recordado como un asesino. La narración
sólido y contenido, dotándole de un cierto carác- va desenvolviendo una historia que al final nos pa-
ter aun mas sicótico a la situación, y por supuesto rece tan intolerable como imposible de sobrellevar.
Federico Luppi, en un fabuloso comeback, personi- El valor de la película es sacarla de ese espacio de
ficando a un sujeto a medio camino entre el Cobra lo tolerable y dotarle de otra vida, de una cierta 177
de Silvester Stallone (¿pero alguien aún se acuerda dignidad y una cierta memoria más justa y sosegada
de él?) y un Chuck Norris hiperfascista. La película sin atenuar ni por un momento la violencia y la
se disfruta más si sueltas la carcajada intentando no injusticia de ser joven y pobre en las calles de Rio
ahogarte al comer las palomitas. de Janeiro, Brasil.
Bus 174, Dir. Jose Padilha, 2002. Finisterrae, Dir. Sergio Caballero, 2011.
El día 12 de junio del 2000, Sandro Rosa do Nas- Finisterrae es una película con fuerte voluntad de
cimento, raterillo y ex convicto de veintitrés años experimentación. Trata de dos fantasmas hacien-
sube a un camión de la ruta 174 con la intención de do el camino de los peregrinos a Santiago. Uno a
robar al chofer y a los demás pasajeros, pero muy pie y el otro a caballo. El motivo del recorrido es
pronto algo sale mal y alguien da aviso a la policía. bastante simple, van en busca de hacerse humanos
El camión es rodeado por las fuerzas policiales (uno supone que será por segunda vez). La historia
en medio de la avenida que se encuentra frente al es sencilla, sin mayor complicación. Los diálogos
jardín botánico. El ladrón se queda encerrado, atra- son en ruso principalmente, pero también hay mo-
pado junto con los pasajeros del camión. Desde mentos en español y catalán. La elección de ruso
ese momento todos serán rehenes de la incompe- no debería de sorprendernos, evoca perfectamente
tencia policial de la ciudad de Rio de Janeiro. Nos la belleza de la naturaleza fantástica de las pelícu-
encontramos ante uno de los mejores documen- las de Tarkovski. Todos los diálogos, así como el
tales filmados en el continente americano de los vestuario, son de una bella precariedad. El direc-
últimos diez años. El director no sólo compila el tor ha elegido un par de sabanas para vestir a los
material visual grabado durante aquella tarde por fantasmas. Toda la fuerza de la película proviene
los distintos noticiaros que se hicieron presentes, de los escenarios naturales de la provincia espa-
ñola durante el invierno. Conmovedora resulta la Caballero logra contar una historia sencilla en su
vista de los alces durante la tormenta de nieve. Al concepción, pero de grandes y hondas resonancias
final queda la sensación de haber experimentado para aquellos quienes piensan que una vez muertos
una fábula sobre los que hacen el viaje al país de lo sólo queda la desesperanza. La película pareciera
humano… donde no se es nadie sin esa naturaleza contradecir a éstos y decirnos a todos: siempre
siempre violenta, misteriosa y salvaje, pero sobre podemos volver y comenzar de nuevo.
todo indiferente a nuestra humanidad. En este sen-
tido los tropos que dan vida a la historia son los
propios de la fábula romántico-surrealista. Sergio
Navegaciones
179
Sotavento
Ulises Castro
Las contribuciones contenidas este aspecto. La Conquista fue Los artículos invitan, a con-
en el libro La colonización de la na- mucho más que el trabajo y el tracorriente del pensamiento
turaleza son a la vez propuestas sacrificio del noventa por cien- unidireccional, a cambiar la mi-
de reflexión teórica, comprome- to de la población originaria, y rada; a contextualizar los conflic-
tidas con las luchas ambientales. mucho más de lo que tal vez fue tos ambientales en la persistente
El núcleo de la obra está consti- la mayor sucesión de catástrofes continuidad de subordinación y
tuido en torno al avance de la mi- ecológicas. El verdadero papel colonialidad que permiten al siste-
nería a cielo abierto en la región de la Conquista residió en natu- ma internacional de acumulación
de América Latina, y destaca el ralizar –hasta la actual globaliza- vigente y a las élites de los Esta-
horror de la violencia perpetra- ción– las relaciones coloniales dos Nacionales, arrasar la natu-
da sobre los cuerpos y territorios de dominación y subalternidad. raleza latinoamericana. La pro-
tocados por la actividad mine- Desde entonces –nos dice Ali- puesta implica cambiar el guión
ra. En conjunto, se trata de una monda– la persistente colonia- histórico de la cultura lineal de
nueva forma de comprender y lidad afecta tanto la realidad progreso, sea de derecha o de
dar significación a los problemas biofísica como la configuración izquierda, y en su lugar –como
ambientales. territorial. Al igual que sus habi- señala Weinstock– fundar una
A menudo encontramos só- tantes, la naturaleza aparece en el mirada descolonizadora conducen-
Sotavento
lidos trabajos que abordan la pensamiento hegemónico como te a otro “Locus de enunciación”
hecatombe ambiental desde la un espacio subalterno que puede desde la mirada de los pueblos
crítica al desarrollo de las fuerzas ser explotado, arrasado y recon- que apuestan la vida por la de-
productivas impulsadas por la figurado de acuerdo a las necesi- fensa territorial. Porque defen-
modernidad capitalista. Los au- dades presentes de acumulación. der el territorio, enfatiza Palacín,
tores aquí reunidos no se apar- La Conquista es también el es defender todo, el pasado, el 181
tan de ello, pero su originalidad fenómeno fundante de la moder- presente y el futuro.
estriba en enfocar la devastación nidad y, con ella, el despliegue Desde luego, para quienes
de la naturaleza en la génesis del de una dimensión conceptual estamos convencidos de que la
mundo globalizado: la Conquis- de pensamiento universalmente historia del capitalismo es una
ta y descubrimiento de América. válido que extermina los sabe- lucha de clases, la propuesta de
No sólo por la “biota portátil”1 res y las prácticas culturales, en la mirada descolonizadora plan-
que traían consigo los conquista- relación con la naturaleza, desa- tea nuevos retos que es necesario
dores, sino por las consecuencias rrolladas durante milenios por resolver (no sumar a la cuenta).
que asumió la lógica del descu- los pueblos no occidentales. El Pues, como también señala Ali-
brimiento.2 Enemigo –queda claro– es la na- monda, para la historia ecológica,
Y es el gran mérito de los rrativa de la modernidad y, así, el una biodiversidad arrasada por la
autores, centrar la atención en capitalismo. introducción de monocultivos,
1
Melville, “Plaga”, 2009.
2
De Sousa, “Epistemología”, 2009.
no tiene la mayor importancia la violenta separación del hom- se vislumbra prometedor. En las
que la mano de obra provenga bre con su naturaleza. Las luchas narrativas de los pueblos origi-
de un esclavo o de un nativo. socioambientales contra los me- narios encontramos dos de los
La relación entre la mirada gaproyectos mineros, agroindus- rasgos imprescindibles de toda
descolonizadora y la lucha de triales y de infraestructura, son narración libertadora: la inverosi-
clases tienen en común el ob- contra esa separación. El dolor y militud y la esperanza.
jetivo por el cambio y la lucha la memoria, levantados sobre las El papel del narrador consis-
contra la violencia; ya sea con- ruinas de lo despedazado y sacri- te en mantener la esperanza de
tra la violencia materializada en ficado, se nutre de la experiencia los hombres dentro de sus posi-
la narrativa universalizante de la pasada y presente del vivir colo- bilidades, el narrador es hombre
modernidad, que barre la diver- nizados y de la imagen de una que sabe aconsejar a sus oyen-
sidad de saberes, o contra la vio- naturaleza brutalmente golpeada tes.3 Pero, el consejo no debe
lencia inherente a la imposición en el marco de la explotación ca- presentar las cosas de manera
del trabajo. La diferencia radica pitalista. racional. Al contrario: “No hay
en la falta de colorido e imagi- Frente a esto, nos dice Svam- tarea más ajena al narrador que
nario que tiene el discurso de la pa, las luchas indígenas reivin- la desmitificación […] Por eso, por
lucha de clases al apostar por una dican sus derechos y apuestan ser esperanzada y esperanzadora,
revolución que deja fuera todas la vida por un “giro eco-territo- la narración es incurablemente
las formas naturales tradiciona- rial”, dentro del cual converge ingenua”.4 Sin duda, tratar de ter-
les creadas por las culturas no el Buen vivir. Ahora bien, ¿qué minar con la explotación natural
europeas. posibilidades existen para una y humana parece ingenuo, pero
Una lucha de clases carente lucha que apuesta por la susti- esperanzador. Este libro es una
de los aportes de las narrativas no tución del paradigma narrativo excelente introducción a la com-
occidentales no puede sino con- de la modernidad y en su lugar prensión de aquello que parece
ducir al fracaso, pues, al mante- coloca una pluridiversidad de na- ingenuo: defender con la vida el
ner su identidad con la narrativa rrativas orientadas al respeto de agua, la tierra, el aire y la llama de
de la modernidad, la buscada li- la naturaleza y el hombre? Por la esperanza.
bertad es colocada en un mundo lo pronto parece que muy po-
Nostromo
Bibliografía referida
182 Benjamin, Walter, “El narrador”, en Obras completas, libro Melville, G. K. Eleonor, Plaga de ovejas. Consecuencias
ii, vol. 2, Madrid, Abada, 2009. ambientales de la Conquista de México, México,
De Sousa, Boaventura Santos, Una epistemología del Sur, Fondo de Cultura Económica, 1999.
México, Siglo Veintiuno Editores / clacso, Savater, Fernando, La infancia recuperada, Madrid, Taurus,
2009. 1994.
3
Benjamin, “Narrador”, 1999, p. 44 [1936].
4
Savater, “Infancia”, 1994, p. 3.
Un nuevo trípode para sostener
la praxis política
Massimo Modonesi, Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismo y subjetivación política,
Buenos Aires, Prometeo Libros /clacso, 2010, 186 pp.
Hernán Ouviña
Existen trípodes y trípodes. Algu- dos décadas en Nuestra América. (2007) y La autonomía posible. Re-
nos se resienten y desequilibran, Nacido en Roma en 1971 y invención de la política y emancipación
otros no tienen una base lo su- residente desde 1997 en México, (2009), son todos ellos materia-
ficientemente sólida como para Modonesi posee doble “naciona- les que no buscan simplemente
auscultar la realidad de manera lidad” continental, algo así como retratar momentos y corrientes
nítida y permanente, y los hay una complementaria mirada relevantes en la historia de las
tan pesados e inmóviles que se bifronte que le permite cotejar clases subalternas, sino sobre
tornan obsoletos para ser trasla- las diversas realidades y tradicio- todo intentar “pasarle el cepillo
dados y poder así recorrer cami- nes políticas, tan disímiles entre a contrapelo” a estos procesos,
nos escabrosos. Existen además sí, que laten al interior de esas para reconstruir una estrategia
trípodes que nos brindan la po- unidades problemáticas (como las de transformación social que
sibilidad de sostener pantallas (y supo llamar José Aricó) que son abreve en el protagonismo de
retratar en ellas acontecimientos América Latina y Europa. El im- los de abajo, sin desmerecer los
invisibilizados); fotografiar mo- partir clases, simultáneamente, nuevos desafíos que a la teoría
mentos (es decir, congelarlos de Historia Contemporánea y de crítica le depara esta realidad
desde una perspectiva diacróni- Teoría Marxista en el país azteca, contemporánea tan compleja y
ca); filmar procesos (observando evidencia su casi obsesiva vo- difícil de asir.
Sotavento
por lo tanto sincrónicamente el cación praxiológica. Conocer para Tal como expresará en la In-
devenir histórico) o, por qué no, transformar, y a la inversa: transfor- troducción del libro, es a la luz de
apuntar y disparar contra una rea- mar para conocer, es una máxima este momento histórico latinoa-
lidad que se nos presenta como que –con claras reminiscencias mericano que “cobra sentido la
injusta y adversa (se sabe: no sólo a Gianbattista Vico– al mismo recuperación de enfoques mar-
los fusiles, sino también las cá- tiempo signa su vida académico- xistas centrados en el conflicto, la 183
maras pueden oficiar de “armas política y estructura en filigrana crisis y la formación de subjetivi-
cargadas de futuro”). Masssimo a este original libro. El hecho dades anticapitalistas. Después
Modonesi nos ofrece uno nuevo, de formar parte de la recono- de la derrota y del repliegue
compuesto en este caso de tres cida revista Memoria, editada en tendencial del pensamiento
categorías que, paradójicamente, México, y de ser actualmente el crítico, un cambio de época y un
hasta ahora se han mostrado reti- Director de la osal (Observato- nuevo clima político propician
centes a confluir en una misma rio Social de América Latina) de la apertura intelectual y la reac-
matriz de intelección. En su re- clacso, no hace más que ratificar tivación de conceptos que, bajo
ciente libro, Subalternidad, antago- esta tendencia. Sus anteriores li- distinta denominación, brotan
nismo, autonomía, demuestra que bros y compilaciones dan cuenta de la práctica de las luchas”. Y
este infeliz desencuentro amerita también de esta afición: La cri- según lo indica su propio título,
ser repensado en función de los sis histórica de la izquierda social- las categorías a restaurar dentro
inéditos procesos socio-políticos ista mexicana (2003), El comunismo: del corpus marxista son básica-
que han surgido en las últimas otras miradas desde América Latina mente tres. En primer lugar, la
noción gramsciana de subalterni- caer en el eclecticismo posmo- procesos de subjetivación políti-
dad, reinterpretada a la luz de los derno o en la canonización de ca actualmente en curso”.
aportes y déficit de la llamada citas y autores. He aquí una no- A esto se agrega el hecho de
Escuela de Estudios Subalternos table contribución del libro: ha- estar en presencia de nociones
surgida en la India; en segundo cer ladrar a perros (que se creían) forjadas al calor de movimien-
término, el concepto de antago- muertos. En efecto, el autor rea- tos políticos anticapitalistas:
nismo teorizado por Antonio Ne- liza una rigurosa reconstrucción subalternidad, antagonismo y
gri durante los años setenta en de los debates generados alre- autonomía nacen como preceptos
Italia, fundado en la experiencia dedor de tres categorías que se o instrumentos de lucha edifi-
de insubordinación colectiva que nos presentan como potentes cados por “intelectuales orgá-
despliegan las masas en pos de herramientas conceptuales para nicos” que, al unísono, piensan
devenir sujeto político; por úl- interpretar y transformar la reali- el compromiso y comprometen
timo, la idea de autonomía desar- dad contemporánea, delineando el pensamiento. La teorización del
rollada por Cornelius Castoriadis su génesis y devenir histórico, puño levantado (tal es la provoca-
y Claude Lefort en el marco de signado por la invariante y pen- tiva definición de Antonio Negri
la emblemática revista Socialismo dular tensión entre espontaneidad durante los convulsionados años
o Barbarie, y que tiene varios pun- y conciencia. setenta) atraviesa y moldea a las
tos de contacto con la consigna Si los tres primeros capítulos tres corrientes que con mayor
de la autogestión desplegada del libro se abocan de lleno a des- sistematicidad problematizaron
por diversos movimientos fran- brozar y conceptualizar cada uno estos conceptos: la filosofía de
ceses en la década del sesenta y de los vértices que constituyen a la praxis gramsciana, el ideario
setenta. este trípode categorial, a lo largo socio-bárbaro de Castoriadis y
El propósito último es eva- del cuarto se intenta rebasar los el obrerismo autónomo italiano,
luar los alcances y límites de esta límites analíticos que surgieron que no sólo buscaron entender
tríada, para analizar y explicar las al interior de estas perspectivas los procesos de subjetivación,
dinámicas de conformación de políticas. Luego de situar el mar- sino fundamentalmente prefigurar-
las subjetividades políticas, par- co de referencia de los conceptos los. Teniendo en cuenta esta mu-
tiendo de las experiencias surgi- de subalternidad, antagonismo tua confluencia entre reflexión
Nostromo
das respectivamente, de las rela- y autonomía, Modonesi arroja y acción, Modonesi postula que
ciones de dominación, conflicto algunas hipótesis adicionales a existe además una piedra angular
y emancipación. Una de las prin- modo de propuesta articulato- teórica compartida, como es la
cipales hipótesis de Modonesi es ria. La primera de ellas estriba en centralidad del cruce entre rela-
que existe al mismo tiempo un reconocer el infructuoso desen- ciones de poder y construcción
184 nivel de homología teórica y una cuentro de estas nociones, que del sujeto. No obstante, dicha
especificidad irreductible en cada nacieron y se desarrollaron por homología no debe hacernos per-
uno de estos conceptos, tor- separado llegándose a plantear der de vista los rasgos distintivos
nando posible su combinación como alternativas y excluyentes de cada una de estas nociones.
desigual para la comprensión de entre sí. Ello se ha debido en Esto lo lleva a plantear como
este tipo de configuraciones, en buena medida a los histórica- hipótesis complementaria la ne-
la medida en que “iluminan tanto mente contrapuestos momentos cesidad de asumir que “las cons-
una dimensión y un aspecto si- en los que se elaboraron durante trucciones subjetivas derivan de
multáneo-sincrónico –así como el siglo xx. Sin embargo –dirá un ámbito relacional y procesual
un pasaje significativo que per- el autor–, a raíz del nuevo pasaje determinado, del que se despren-
mite hilar una lectura procesual�� – epocal vivido en América Lati- den modalidades específicas que
diacrónica”. En esta arriesgada na en las últimas décadas, cabe se manifiestan en formas distin-
apuesta teórico-política se busca pensar en su confluencia e in- tas, las cuales remiten a alcances
enlazar tres grandes tradiciones terconexión para “visualizar los y proyecciones diferenciados”.
opacadas –cuando no desvirtua- matices, las sobreposiciones y las En suma: estamos en pre-
das– dentro del marxismo, sin contradicciones que recorren los sencia de un riguroso libro que
oxigena al marxismo crítico, ex- tes en América Latina. Quizás el demne de ese ineludible choque
humando algunas de sus tradi- desafío mayor sea confrontar empí- praxiológico. Porque al fin y al
ciones más fecundas y dotándolo ricamente a este potente trípode cabo, como solía afirmar Marx
de herramientas conceptuales re- de intelección, con el crisol de parafraseando a Goethe, gris es
novadas, que permiten dar cuen- luchas y resistencias que, de ma- la teoría y verde el árbol de la vida.
ta de –e intervenir activamente nera desigual y combinada, hoy Frente a este dilema de colores,
en– los actuales procesos de circundan el subsuelo de nues- una vez más cabe responder con
constitución de sujetos políticos tro irreverente continente, para la clásica arenga de Esopo que
contra-hegemónicos emergen- sopesar hasta qué punto sale in- reza ¡hic rhodus, hic salta!
Guiomar Rovira
El libro presenta materiales tan dos grandes tradiciones de la Existe el riesgo de que las orga-
Sotavento
ricos y variados sobre el tema de izquierda: la marxista y la anar- nizaciones indígenas suplanten
la autonomía que invita a debatir, quista. Por un lado, Massimo a las comunidades, siendo éste
a pensar, a realizar talleres, a no Modonesi hace una genealogía un reto que articule lo local, lo
abandonar el intento de arrojar del concepto de autonomía en el regional y lo nacional. Ocurre a
luz sobre las dificultades que en- marxismo contemporáneo; por veces que algunas organizacio-
frentan las luchas emancipatorias el otro, Claudio Albertani en sus nes indígenas se alejan de la par- 185
actuales. Teoría y práctica se vin- “flores salvajes” rastrea el anar- ticipación colectiva y en lugar de
culan en la misma palabra: auto- quismo y el pensamiento liberta- dispersar el poder para que todos
nomía. Una noción que estalla y rio, seguido del planteamiento de participen en su ejercicio, crean
se resignifica continuamente, in- la tercera gran veta que destaca estructuras paralelas a las de los
cómoda y actuante, inaprensible la noción de autonomía en las pueblos indígenas, actuando en
e incapaz de reducirse a término luchas presentes, en específico su nombre. Bárcenas apunta el
administrativo. La autonomía es la de los pueblos indígenas de problema de cómo la sociedad
política. Síndrome de nuestras México. nacional, ansiosa de tener inter-
luchas, de nuestro tiempo. Pala- Francisco López Bárcenas, locutores válidos construye líde-
bra verbo, conjugado en singular intelectual mixteco, analiza la res, convierte en interlocutores a
y en plural, aquí y ahora: en tiem- disyuntiva entre el modelo de aquellos miembros de las comu-
po presente. autonomía regional y la idea de nidades que han estudiado. Ad-
El libro abre con dos artícu- autonomía comunitaria en las vierte contra la captación, pues
los fundacionales que rastrean luchas de los pueblos indígenas. muchas veces los líderes, más
que transformar al estado des- plaza el compromiso con los liza otro aspecto: el de la domina-
de dentro y ocupar puestos, son demás por el compromiso con ción y sus formas de desarraigar
ellos mismos transformados. una verdad revelada, una ideo- a la gente de su espacio y tiempo.
Gilberto López y Rivas señala logía que afirma defender a un Para ello expone dos ejemplos de
que la autonomía no es otorgada “otro” abstracto (la humanidad). control de población, situados
sino conquistada. La propuesta Advierte sobre los dogmas de la en el Cauca de Colombia y en la
de una democracia autonomista, autonomía misma, como la no periferia de Santiago de Chile.
para el autor, nada tiene que ver delegación: pensar en organizar El bloque argentino del libro
con la democracia tutelada o ad- la cooperación a gran escala sin acaba con el texto de Hernan
ministrativa. Analiza la forma en ninguna forma de representa- Ouviña, interesante reflexión so-
que el zapatismo ha actualizado ción es “pensamiento mágico”, bre la viabilidad de una política
este debate en las luchas sociales. dice. Por eso propone una serie prefigurativa y autónoma en el
Gustavo Esteva, en su artículo, de procedimientos asamblearios medio urbano: ¿cómo llevar el
se pregunta sobre los límites de y reglas acotadas para procesos zapatismo a la ciudad, sin un te-
la democracia formal para aco- colectivos de deliberación. Y ahí rritorio propio sin ningún tipo de
ger el proyecto autonómico y señala emergencia de redes y su autosuficiencia? Ouviña señala el
propone construir opciones de efectividad para lograr conjugar problema de convertir la hori-
reconstrucción de la vida social la iniciativa de muchos sin que zontalidad en una especie de mé-
desde la descentralización y la nadie esté ahí gritando órdenes. todo fetiche. Propone explicitar
democracia radical, apelando a la Adamovsky no sólo expone las asimetrías para erosionarlas
propuesta zapatista. su crítica, sino que elabora ade- en base a la confianza. Romper
La segunda parte del libro más, un marco propositivo acer- la práctica militante de intentar
ofrece valiosos aportes de la nu- ca de la autonomía. Analiza las concientizar a la gente y susti-
trida reflexión que en Argentina dificultades de la izquierda a la tuirla por la idea de “irradiar”
se ha hecho sobre la autonomía, hora de pensar el poder y el or- hacia otros. Buscar cómplices,
considerando para ello la efer- den social. Señala la incapacidad no iluminar masas adormecidas.
vescencia activista motivada des- de generar proyectos alternati- Ouviña señala que hay que ir con
de finales de 2001. Al respecto vos, que vayan más allá del “pen- cuidado con el “imperativo cate-
Nostromo
llama la atención que para los ar- samiento mágico”, por un lado, górico antiestatal”, que acaba en
gentinos en cuanto a los proble- o de la vía autoritaria, por el otro. la tentadora eseidad que concibe
mas concretos de los movimien- Adamovsky nos invita a pensar al estado como un bloque mo-
tos sociales en acto, la autonomía en dispositivos políticos alterna- nolítico y sin fisuras.
ha dejado de ser el modelo idea- tivos que permitan gestionar la La tercera parte del libro in-
186 lizado, para convertirse en una sociedad; estrategias que explici- cluye reflexiones teóricas más
práctica llena de potencialidades ten el camino de transición, que variadas sobre la autonomía. Es
y a la vez, de problemas. En este permitan reemplazar al estado más un cajón de sastre. Benjamín
sentido, en el texto de Mabel y al mercado por otras formas Arditi considera que la autono-
Thwaites se desgranan las distin- de gestión social. No basta con mía se ejerce desde el momento
tas acepciones de la palabra au- decir que hay que acabar con el en que se empieza a luchar por
tonomía con diversos ejemplos y estado y con el capitalismo, pues ella. Rastrea las formas de la agi-
citas, resaltando así unas cuantas ahí sólo aparece en el horizonte tación para la emancipación. Re-
limitantes que conlleva el ejerci- la disolución catastrófica, y en flexiona sobre la política como
cio de la autonomía: la indefini- este caso, nadie desea subirse al el arte de lo imposible, el efecto
ción de tareas, la falta de estruc- carro de una catástrofe. Urge, que tiene en el presente algo que
tura, el problema de la asamblea, advierte el autor, lograr cons- no es posible en el campo de la
la ausencia de representantes, la truir alternativas, propuestas de experiencia que nos tocó vivir
idealización de la autogestión. acción atractivas para la gente, pero que impulsa a la gente a mo-
Ezequiel Adamovsky critica modelos de transición. verse, como anticipación de algo
la cultura de izquierda que reem- El texto de Raúl Zibechi ana- por venir, no siendo lo mismo
que prefigurar el futuro. En pa- y sus luchas, impulsadas desde presentantes ni futuro por el que
labras de Deleuze, cita Arditi, “la la necesidad de apropiarse y de- sacrificar el presente. Hay que
estructuración del ahora como el fender la vida cotidiana que, por decidir autónomamente y hay
tiempo de devenir otro”. cierto, es la gran aportación de que vivir la vida que tenemos.
John Holloway hace un aná- la participación femenina, han Pero eso no es una tarea senci-
lisis del carácter dual del trabajo puesto la lucha por la autonomía lla. La autonomía dice que no
en Marx y las claves del hacer en el centro de la reflexión sobre hay fin que justifique los medios,
contra el trabajo, propias de la la emancipación política. Igual sino que los medios son fines en
autonomía. Sergio Tischler ana- como lo ensayan en las ciudades sí mismos. Nos habla de la revo-
liza la centralidad del estado en el los colectivos, las cooperativas lución personal y colectiva. Todo
proceso revolucionario, y señala y los movimientos sociales. La ser humano debe poder pensar
que la definición de lucha de cla- apuesta entonces sigue siendo por sí mismo. Pero para ejercer
ses ha entrado en crisis. Raquel habitar y hacer habitable nuestro la facultad mental del sano juicio,
Gutiérrez se centra en el caso mundo; organizarse de formas necesitamos contrastar nuestro
de la guerra del agua en Cocha- no autoritarias, respetando y ha- parecer con los demás y con el
bamba, Bolivia. Ahí señala que ciendo respetar la integridad y la mundo, el pensamiento es dialo-
la emancipación no representa dignidad de todas, incluida la na- gicidad.
un lugar al que interese llegar ni turaleza; no aceptar explicaciones Si algo pone en claro la au-
una meta que se desee alcanzar, complacientes que enceguecen el tonomía es que lo personal es lo
sino es la trayectoria misma de la pensamiento, no obedecer, hacer político, por eso abreva también
lucha, la disposición y la acción camino al andar. el feminismo, quizá un aspecto
de desplazarse, alterar y trastocar Este texto nos invita a re- que el libro no aborda. Y si algo
el lugar asignado; el lugar social flexionar la autonomía como pone en claro es que si no nos
atribuido. Gutiérrez señala que la parte del individuo y de la vida preparamos, si no leemos, si no
energía vital se desborda durante cotidiana, como una posición discutimos y le damos vuelta a
los procesos colectivos y cambia radical constante que incite pre- nuestros deseos de libertad, si no
la forma simbólica y la estructu- guntarse el porqué de lo institui- buscamos “nociones comunes”
ra material del mundo. do, de encontrar por una misma no llegaremos a ningún lado.
Sotavento
En el último capítulo, Ana las otras potencialidades que La lectura de este libro es en
Esther Ceceña traza un panora- anidan en nuestras panzas y en la sí misma un ejercicio de autono-
ma del enemigo a enfrentar: el panza de la misma sociedad que mía: porque obliga a pensar, a
capitalismo, caracterizando éste nos acoge. La autonomía se con- cuestionarse, a encontrar visio-
como un sistema que nos ha cibe colectiva, como parte de un nes enfrentadas, ángulos con-
llevado a una situación de emer- momento histórico y un proceso trastantes, matices y argumentos 187
gencia y que actúa en contra de la encarnado; como la construc- que enriquecen la posibilidad
humanidad. ¿Cómo construir los ción de conocimiento, como la de pensar y actuar hoy –cito a
flujos conceptuales de la eman- irrupción de la política, como la Albertani– “contra esta ofensi-
cipación? No hay liberación que lucha, que tiene que experimen- va explotadora del estado, y sus
no pase por el pensamiento. tarse entre todas, nos pasa y la pandillas mafiosas organizadas
Tras haber hecho este sucin- hacemos pasar por nosotras, nos incrustadas en las estructuras de
to repaso por el contenido del vive y la vivimos con otros. poder, que dictan quien ocupa
libro, que da mucho más de sí de La idea misma de autonomía un cargo y quien no”.
lo que aquí he señalado, quiero rompe de cuajo con la tradición Hay que rastrear el pasado,
recordar a Proudhon, quien al autoritaria de la izquierda; cons- entender aquello que las distin-
pensar contra el estado y propie- truye un cerco alrededor de las tas tradiciones de lucha pueden
dad privada, defiende la idea del vanguardias y de las órdenes de aportarnos para pensar y actuar
apoyo mutuo y el principio de mando y dice que no, que no se en el presente cuando la embes-
libre federación de grupos y aso- debe obedecer. No a la delega- tida del capitalismo global ame-
ciaciones. Los pueblos indígenas ción, no a la postergación. Ni re- naza más que nunca. Las expe-
riencias encarnadas, la historia a dice: “La belleza de la palabra sus diversas acepciones, de sus
contrapelo, ponerlo todo sobre autonomía reside en su potente genealogías, de sus prácticas, de
la mesa y empezar a darle vueltas evocación del ansiado campo de sus ideales normativos y sus di-
sin dogmas, sin miedos, sin que- la libertad”. Y a lo largo de to- ficultades.
dar bien ni mal. Una cita del tex- dos los textos podremos hacer
to de Mabel Thwaites Rey nos un repaso de las autonomías, de
Nostromo
188
Barlovento
“El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad”.
Discurso pronunciado en la UNCSD, Rio+20.
Río de Janeiro, Brasil, 20 de junio de 2012.
José Mujica
“El desarrollo no puede ser
en contra de la felicidad”.
Discurso pronunciado en la UNCSD, Rio+20.
Río de Janeiro, Brasil, 20 de junio de 2012*
José Mujica**
Autoridades presentes de todas las latitudes y orga- esto lo digo para negar la importancia de este even-
nismos, muchas gracias y muchas gracias al pueblo to, no, es por el contrario, el desafió que tenemos
de Brasil y a su señora presidenta, y muchas gracias por delante es de una magnitud de carácter colosal,
a la buena fe que seguramente han manifestado to- y la gran crisis no es ecológica, es política. El hom-
dos los oradores que me precedieron y expresamos bre no gobierna hoy las fuerzas que ha desatado,
la íntima voluntad como gobernantes de acompa- sino que las fuerzas que ha desatado lo gobiernan
ñar todos los acuerdos que ésta, nuestra pobre hu- al hombre. Y la vida, porque no venimos al planeta
manidad pueda suscribir, sin embargo permítase- para desarrollarnos en términos generales, venimos
nos hacer unas preguntas en voz alta. a la vida intentando ser felices, porque la vida es
Toda la tarde se ha estado hablando del desa- corta y se nos va, y ningún bien vale como la vida
rrollo sustentable y de sacar a inmensas masas de la y esto es elemental; pero si la vida se me va a esca-
pobreza. ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? par trabajando y trabajando para consumir un plus
El modelo de desarrollo y consumo es el actual de y la sociedad de consumo es el motor, porque en
las sociedades ricas, me hago esta pregunta, ¿qué le definitiva si se paraliza el consumo o si se detiene,
pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la mis- se detiene la economía, y si se detiene la economía
ma proporción de autos por familia que tienen los es el fantasma del estancamiento para cada uno
Nostromo
alemanes, ¿cuánto oxígeno nos quedaría para poder de nosotros, pero ese hiperconsumo a su vez es el
respirar?, más claro, el mundo tiene los elementos que está agrediendo al planeta y tiene que generar
hoy materiales como para hacer posible que siete ese hiperconsumo cosas que duren poco porque
mil ocho mil millones de personas puedan tener hay que vender mucho y una lamparita eléctrica no
el mismo grado de consumo y de despilfarro que puede durar más de mil horas prendida, pero hay
tienen las más opulentas sociedades occidentales, lamparitas eléctricas que pueden durar cien mil,
190 ¿será posible?, o tendremos que darnos algún día doscientas mil horas, pero esas no se pueden hacer
otro tipo de discusión, porque hemos creado una porque el problema es el mercado porque tenemos
civilización, en la que estamos, hija del mercado, que trabajar y tenemos que tener una civilización
hija de la competencia, que ha deparado un pro- de uso y tire, y estamos en un círculo vicioso. És-
greso material portentoso y explosivo, pero lo que tos son problemas de carácter político que nos es-
fue economía de mercado, ha creado sociedades tán diciendo la necesidad de empezar a luchar por
de mercado y nos ha deparado esta globalización, otra cultura. No se trata de plantearnos volver al
que significa mirar por todo el planeta, y, ¿estamos hombre de las cavernas ni tener un monumento
gobernando la globalización o la globalización nos del atraso, es que no podemos indefinidamente
gobierna a nosotros? Es posible hablar de solidari- continuar gobernados por el mercado sino que te-
dad y de que estamos todos juntos en una econo- nemos que gobernar al mercado. Por eso digo que
mía que está basada en la competencia despiadada, el problema es de carácter político, en mi humilde
¿hasta dónde llega nuestra fraternidad? Nada de de pensar, porque los viejos pensadores definían,
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United Nations Conference on Sustainable Development, Rio+20. https://www.youtube.com/watch?v=3cQgONgTupo
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Presidente de la República Oriental de Uruguay.
Epicurio, Séneca, los aymara: pobre no es el que compañeros trabajadores lucharon mucho por las
tiene poco sino que verdaderamente pobre es el ocho horas de trabajo, y ahora está consiguiendo
que necesita infinitamente mucho y desea y desea las seis horas, pero el que consigue las seis horas
y desea más y más, Esta es una clave de carácter se consigue dos trabajos, por lo tanto trabajo más
cultural. Entonces voy a saludar el esfuerzo y los que antes porque tiene que pagar una cantidad de
acuerdos que se hacen y lo voy acompañar como cuotas, la “motito” que compró, el autito que com-
gobernante porque sé que algunas cosas de las que pró y pague cuota y pague cuota y cuando quiere
estoy diciendo rechinan, pero tenemos que darnos acordar es un viejo reumático como yo y se le fue la
cuanta que la crisis del agua, que la crisis de la agre- vida, y uno se hace esta pregunta, ¿ése es le destino
sión al medio ambiente no es una causa, la causa es de la vida humana? Estas cosas son muy elementa-
el modelo de civilización que hemos montado y lo les, el desarrollo no puede ser en contra de la felici-
que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir, dad tiene que ser a favor de la felicidad humana del
¿por qué?, pertenezco a un pequeño país muy bien amor, arriba de la tierra de las relaciones humanas,
dotado de recursos naturales para vivir, en mi país de cuidar a los hijos, de tener amigos, de tener lo
hay tres millones de habitantes, un poco más, tres elemental, precisamente porque eso es el tesoro
millones 200, pero hay unas trece millones de vacas más importante que tiene. Cuando luchamos por
de las mejores del mundo, y unos 8, 10 millones de el medio ambiente, el primer elemento del medio
ovejas estupendas, mi país es exportador de comi- ambiente se llama la felicidad humana. Gracias.
da, de lácteos, de carne, es una peni-llanura, casi el
90 por ciento de su territorio es aprovechable. Mis
In Memoriam
Francisco Fernández Buey
Lamentamos profundamente el fallecimiento de nuestro muy
Barlovento
apreciado colaborador, destacado pensador del marxismo
crítico y luchador permanente por un mundo mejor.
En nuestro próximo número dedicaremos una reflexión acer-
ca de su fundamental trabajo crítico.
Nostromo 5
Iván Illich (1926-2002)
Nostromo 5