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Horacio Tarcus - Crisis Del Populismo y Alternativa
Horacio Tarcus - Crisis Del Populismo y Alternativa
alternativa socialista
Horacio Tarcus
para Alba
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aconsejaría perversamente a un Presidente “con buenas intenciones”.
Ninguna de ellas atiende en realidad a la complejidad de los procesos
sociales en juego, sino que se pierden en el subjetivismo de la teoría de
los “grandes hombres”, de cuyos rencores y pasiones dependerían los
vaivenes de la Historia (la “grandeza” de Perón, la “traición” de Me-
nem, las buenas o malas intenciones subjetivas de cada uno, las
pérfidas influencias de la “eminencia gris” de su entorno, ayer El Brujo
u hoy Rapanelli, etc.).
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de que se han producido profundas transformaciones de la totalidad de
la estructura económica, social y política del país, en la relación
Estado/sociedad, en los vínculos entre la clase dominante y el Estado.
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social” ni simples instrumentos de “demagogia” —como sostienen,
respectivamente, peronistas y liberal–conservadores—, sino expresio-
nes superestruturales de una modalidad de acumulación que pasa,
necesariamente, como condición de su reproducción, por la ampliación
del consumo personal (Vilas, 1981, 99). En el ciclo histórico abierto en
1976, en cambio, la distribución regresiva del ingreso, junto a otras
determinaciones como la apertura externa de la economía, la promo-
ción de exportaciones o el “achicamiento” del Estado, constituye el
punto de partida de otro régimen social de acumulación del capitalis-
mo argentino, de otra configuración social y política del país, de la
búsqueda de un nuevo lugar en la división internacional del trabajo. En
las páginas que siguen queremos esbozar los grandes rasgos de una
investigación en curso, cuya hipótesis central consiste, precisamente,
en que la sociedad populista —una totalidad social que implicó un
régimen social de acumulación, de relación entre las clases, de forma-
ción estatal, de ideología hegemónica— tuvo su última experiencia his-
tórica en 1973–74 bajo Perón–Gelbard y que, desde 1976 en adelante, en
el contexto de crisis del capitalismo mundial, comenzó a configurarse
una nueva totalidad social a medida que se desarticulaba la anterior, y
que hasta hoy conoce tres etapas sucesivas: la de la dictadura militar,
fundamentalmente bajo la gestión de José A. Martínez de Hoz; la de
Alfonsín–Sourroulle y, finalmente, la de Menem–Bunge & Born.
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las necesidades actuales de reformulación de la acumulación del capital
y de dominación política en la Argentina.
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había quedado constituido irreversiblemente. Desde 1955, tras el
derrocamiento militar del gobierno peronista, se ensayaron distintas
variantes dentro del mismo régimen de acumulación: se dio mayor
peso a las inversiones de capital extranjeras, se pasó de una política de
industrialización sustitutiva liviana a otras de carácter más complejo,
se conocieron fases más “concentradoras” y otras más “distribu–
cionistas”; fases más “integradoras” y otras más “excluyentes”, pero
una nueva estrategia global no se conoció sino a partir de 1976.
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como las crisis y recomposiciones que los separan entre sí, se articulan
con los ciclos históricos del capitalismo mundial; sus crisis y sus
recomposiciones. El primero de ellos se articuló con (y fue posible en)
una prolongada fase expansiva del capitalismo mundial, caracterizada
por el pasaje del capitalismo de libre competencia a la fase imperialis-
ta. Esta expansión, resultado sobredeterminado de una revolución
tecnológica, la concertación monopolista del capital, la fusión del
capital bancario con el capital industrial, la exportación de capitales, el
reparto del mercado mundial por parte de un conjunto de naciones
imperialistas; implicó una determinada división internacional del
trabajo por la cual estas naciones industrializadas demandaban de las
naciones periféricas materias primas necesarias para el consumo,
productivo o improductivo, en sus propios mercados. Esta estructura
provocó un desarrollo complementario —aunque desigual— entre
naciones periféricas proveedoras de materias primas y naciones
centrales industrializadas. La explotación de una elevadísima renta
natural proveniente de la fertilidad de su suelo, colocó a la Argentina,
“granero del mundo”, entre las primeras, configurándose así la estruc-
tura económica, social y política peculiar de todo este ciclo, tal como la
describimos arriba.
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de regulación e intervención directa en el proceso de acumulación
capitalista, así como a una política de asignación de recursos orientada
a la ampliación del consumo. Será el Estado benefactor que, a través de
la “regulación keynesiana” se orientará a la solventización de la
demanda y la ampliación del mercado, y que sentará las bases para una
nueva relación entre el Capital y el Trabajo, creando las condiciones
para una colaboración estrecha entre las burguesías en expansión y las
capas más favorecidas de un movimiento obrero cada vez más fortale-
cido.
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Con la crisis de 1973–74, se inicia otra prolongada fase depresiva,
a través de la cual se va produciendo un vasto proceso de reestructura-
ción de gran relieve y alcance. No se trata de una mera crisis de desa-
rrollo capitalista, sino una crisis en la forma de este desarrollo social,
de las formas políticas y económicas de regulación de un modelo
capitalista. “Se trata de la crisis de un modelo, la crisis del keynesia-
nismo, (...) la crisis del viejo concepto de trabajo, crisis de las institu-
ciones del mercado mundial, crisis del Welfare State” (Alvater, 1985).
Del mismo modo que en los años 1930–40, en los 1970–80 nos encon-
tramos ante el fin de un modelo histórico de acumulación basado en el
crecimiento de la ocupación, las reformas sociales, la ampliación del
Estado, las ideologías de la integración y el desarrollo...
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consecuencia, una agudización del sustrato de esa normalidad, la lucha
de clases, la contradicción Capital/Trabajo, y de la forma de esa norma-
lidad, la competencia entre diversos capitales. Como señala Gilly, “la
crisis comporta una renovada agresividad del capital contra la fuerza
de trabajo y de cada capital contra los otros capitales para, a través de
los procesos concomitantes de desvalorización de la fuerza de trabajo y
desvalorización del capital, recuperar la tasa de ganancia y relanzar la
acumulación capitalista” (1981, 16).
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(b) la crisis capitalista mundial de 1973–74;
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(Schvarzer, 1983; Azpiazu y otros, 1986). Semejante objetivo precisaba,
en una primera etapa al menos, de un enorme poder represivo que
estuviera en condiciones de agredir una estructura social constituida a
lo largo de varias décadas. No se trató, simplemente, de pasar de una
variante de industrialización “distribucionista” a otra “concentradora”
de los ingresos —tal el caso de la denominada Revolución Argentina
bajo el plan Krieger—, sino de remover las propias bases económicas y
sociales de aquel modelo. No se buscó, simplemente, proscribir al
peronismo o atacar salvajemente a la vanguardia obrera, sino privar
tanto al populismo como al movimiento obrero organizado de la
propia base material en que se asentaban (Villarreal, 1985).
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finalmente, una reestructuración social en la relación Capital/Trabajo.
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mero “achicamiento” del mismo, sino el desmantelamiento de las
instituciones y funciones del Estado benefactor, cuya crisis fiscal
permanente lo había vuelto “costoso” para las nuevas condiciones de
acumulación y dominación del capital. En este proceso convergen las
privatizaciones de empresas públicas, la colocación de las restantes
bajo la égida de grandes grupos económicos (es decir, su subordina-
ción a la racionalidad del capital privado por encima de la del capital
estatal), la reducción del personal del Estado, el achicamiento de la
protección y la seguridad social, así como el reforzamiento de sus
funciones y aparatos de control y represión.
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rendimiento individual; (b) consolidar una tasa estable de desocupa-
ción estructural; (c) asociar, con una movilidad salarial ascendente, a
un sector de los asalariados a la expansión del capital, a costa del
estancamiento o la declinación del salario y la protección social del
conjunto de los trabajadores; (d) asociar a través de leyes y los contra-
tos a los trabajadores al “éxito” de su propia empresa, antes que a la
solidaridad con su sector social (Gilly, 1987, 3).
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cor un nuevo modelo de crecimiento económico que deja afuera a más
de la mitad de la población.
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trabajadores, una ideología gremial conservadora pero fuertemente
confrontativa e impugnadora, no tienen espacio dentro de la “moder-
nización” en curso. La ofensiva comenzó bajo la dictadura militar con
métodos represivos, continuó con métodos políticos bajo la gestión
alfonsinista a través de diversos intentos (del proyecto Mucci al de
Barrionuevo) y persiste hoy con el embate de Menem–Triaca sobre el
ubaldinismo.
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sostenía el Individuo Posesivo frente a la Comunidad Organizada, la
libre regulación del mercado frente a las políticas de regulación estatal,
la economía privada ante las empresas del Estado, la reducción del
gasto público contra el Estado benefactor, permaneció marginada
durante el auge de la sociedad populista. Pero su eclipse no era más
que una postergación: volvería, con la crisis de esta sociedad, a cobrar
su revancha. El agotamiento a que había llegado el modelo populista
proporcionó al neoliberalismo la ocasión para emprender la gran
ofensiva ideológica que tiene por temas el fin del estatismo y la econo-
[10]mía capitalista de mercado como salida a la crisis. Ha sido la
“modernización” capitalista en curso la que sentó las bases materiales
para su renacimiento.
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nando y relegando el discurso y la práctica del internacionalismo
proletario, entendiendo que la nueva táctica adecuada consistía en
“correr por izquierda” el nacionalismo antimperialista del populismo.
No había que enfrentarlo “abstractamente”, según modelos “foráneos”,
sino apoyarlo y superarlo, la lucha antimperialista devendría, por su
propia dinámica, anti–capitalista. Casi todas las corrientes de izquierda
fueron abandonando la búsqueda de sus propios programas de tran-
sición al socialismo, entendiendo que la extensión progresiva del sector
público de la economía que impulsaban las experiencias populistas
sería el camino más adecuado para encaminar a la sociedad hacia el
socialismo. No había más que “desbordar” los límites capitalistas del
populismo. La estatización creciente devendría, por su propio peso,
socialización. Finalmente, casi todas las corrientes de izquierda, tras un
rechazo inicial, basaron sus políticas de “acumulación” en la perspecti-
va de que la amplísima “base obrera” del “movimiento nacional
peronista” desbordaría y terminaría desplazando a la “cúpula burgue-
sa” que lo contenía. Por la dinámica de clases propia del populismo, el
peronismo devendría socialismo.
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en cuestión, sino aquella izquierda y aquel socialismo comprometidos
con el pasado, con un paradigma populista en franca descomposición.
NOTA
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sucesión de etapas de acumulación del capital ni tampoco con regíme-
nes políticos sucesivos. Si entendemos a la sociedad como un conjunto
complejo de relaciones sociales heterogéneas, con su propio dinamis-
mo, no reductibles a meras relaciones sociales de producción o a sus
condiciones ideológicas y políticas de reproducción, cada ciclo históri-
co constituiría un conjunto de formas sociales, relativamente estables,
que configuran la materialización de cierto tipo de articulación instau-
rado entre diversas formas de relaciones sociales. Cada uno de ellos
expresa una unidad contradictoria, está surcado por tendencias
conflictivas —distintas políticas económicas, distintos gobiernos, aún
distintos regímenes politices— que tienden a resolverse a través de la
lucha política, y a constituir sistemas hegemónicos. Ch. Mouffe (1982,
76) apela a este concepto y J. Nun (1985, 36 y ss.) al de régimen social
de acumulación para exorcizar la “tentación economicista” de aquel
modelo que instituye un nivel objetivo de sucesivas etapas de acumula-
ción del capital, dotado de lógica propia, sobre el que se erigen, a
posteriori, formas de relación entre las clases que le son propias, así
como el conjunto de la superestructura jurídico–política e ideológica
correspondiente (M. de Peralta Ramos, 1973).
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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DI TELLA, G., Zymelman, M., Los ciclos económicos argentinos,
Bs. As., Paidós, 1973.
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LÖWY, Michael (comp), Le populismo en Amérique Latine, París,
Cahiers d’etude et de recherche nº6, IIRF, 1987
27
PICO, Josep, Teorías sobre el Estado del Bienestar, Madrid, Siglo
XXI, 1987.
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WALDMANN, Peter, El peronismo. 1943–1955, Bs. As., Sudameri-
cana, 1981.
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