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Universidad Autónoma de Zacatecas

“Francisco García Salinas”

Unidad Académica de Artes

Licenciatura en Artes

ESPACIOS ALTERNATIVOS I

Docente: Claudia Solís Andrade

Alumna: Claudia Carelly Pasillas Ureño

Ensayo 10. Goethe y la actuación.

Fecha de entrega: 14 de noviembre de 2019.

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En el presente ensayo se nos habla de la tarea del actor, que ha sido y seguirá siendo,
materia de muchos debates, reflexiones, teorías y un sinfín de propuestas que surgen
alrededor de la tarea escénica. A lo largo de la historia, como ya hemos visto en otras
ocasiones, el ser actor implicaba diferentes cosas, en sociedades distintas a la nuestra, y en
contextos completamente diversos.

Desde el teatro como ritual, como espectáculo de entretenimiento, como arma poderosa de
comunicación, y como manifestación de los rasgos más particulares de cada civilización, de
la cultura propia, del idioma, y de todo aquello que compone la cosmovisión del hombre en
diferentes tiempos, el teatro ha sido y será unos de los pilares más contundentes para
comprender la realidad.

El papel del actor y su impacto social hace que nos preguntemos cuáles serán las
características con las que debe cumplir un verdadero actor o, de igual forma, cómo puede
enriquecer sus conocimientos para lograr crecer como actor y como artistas.

Sabemos que el arte de la actuación, va mucho más allá de aprender conceptos, manejar las
diferentes técnicas que existen o tener una producción envidiable para respaldar el trabajo
que se está realizando. Como mencionamos en alguno de los pasados trabajos, la mera
técnica no puede lograr hacer del actor todo lo que un verdadero actor debe ser.

Ni tampoco la sola buena intención, la sensibilidad o el “talento natural” lo es todo,


sabemos que todos estos elementos son necesarios para desarrollarse como artista, en un
arte tan complejo como lo es el de la actuación , y entre más elementos tengamos, más
completo será el panorama que guíe ese talento, o esa disciplina de trabajo.

Goethe y el teatro

Diferentes autores, metodólogos y teóricos del teatro han hecho distintas propuestas para
dar a conocer los conocimientos que años de estudio y observación les pueden haber
brindado.

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Si bien sabemos que en el arte nadie tiene la última palabra, las aportaciones de estos
autores han construido, sobre sus premisas, distintas formas de comprender y desarrollar el
ejercicio escénico. Gracias a ellos, es que se ha ido escribiendo, poco a poco la historia del
teatro y de las distintas expresiones en las que queda de manifiesto la actividad actoral,
desde las más antiguas, hasta las que apreciamos gracias al cine, radio y televisión.

Johann Wolfgang von Goethe, una de las principales figuras de la historia de la literatura, y
artífice del romanticismo, hace también su aportación, a través de sus escritos acerca del
teatro, y más específicamente en Reglas para actores, como a continuación lo analizaremos.

La palabra y el cuerpo

Para Goethe el drama tiene un lugar especial en la representación, pues es una manera en la
cual el hombre puede patentar, más allá de lo escrito, su existencia en el mundo. A través
del texto, Goethe va desglosando los distintos elementos de los que puede un actor valerse
para desarrollar su trabajo:

Lenguaje: es importante para el actor, tener una dicción clara y limpia, lo cual,
obviamente, implica dejar a un lado lo que el autor considera como un grave error: el uso
de dialectos.

Para este gran genio de la literatura el uso del alemán puro era algo imprescindible, porque
este idioma era resultado del refinamiento y el buen gusto, que pudo fraguar el arte y el
desarrollo científico. No olvidemos que, más que parecer una especie de puritanismo, esta
actitud responde al contexto histórico en el que nos hallamos: Goethe es un hombre de
ciencia, romanticista y sus ideas se empatan con las propias de la Ilustración. Por eso es que
considera que el idioma puro es necesario para el teatro, y una actividad como tal, merece
que sea respetado en su pureza y totalidad. A la dicción, a la agilidad y a la precisión le
confiere una especial atención, pues el actor ha de procurar que cada palabra pueda
entenderse claramente, siendo esto la base de toda buena declamación y recitación.

El idioma, es, entonces más que eso. Para un actor, al menos es el contexto en el que nos
encontramos analizando el pensamiento de su autor, las palabras juegan un papel
sumamente importante. Frente al público, el actor sólo tiene dos armas para defenderse: su

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cuerpo y su voz. Ha de atender, pues, con especial atención que las palabras signifiquen
mucho más que eso y puedan llegar a la mente y a las emociones del espectador de la
manera más clara posible.

Una vez establecido esto, vemos también como Goethe distingue entre dos tipos de manejo
del lenguaje que puede llevar a cabo un actor: la recitación y la declamación.

Recitar es, por una parte, aquel discurso dicho sin cambios apasionados de tono, guardando
ciertos matices tonales intermedios, que van desde el más frío al más exaltado tono. El
espectador sentirá que se está hablando de un objeto en tercera persona.

El recitar, a diferencia de otros modos y expresiones que se le den a la palabra, requiere que
se busque siempre dar la intención correcta a las palabras que el autor ha querido dejar
plasmadas en su obra, a fin de que, sin tener necesariamente que dramatizar, cada una de
las palabras se refiera a las emociones, sentimientos e ideas que se haya buscado plasmar.

Lo importante aquí es, como si de un instrumento musical se tratara, darle el matiz correcto
a lo que se dice: si es forte, piano, pianissimo, etc. Considerando cuál es la idea que se ha
de comunicar y si esa comunicación está siendo efectiva.

La declamación es, a su vez, una cuestión diferente en el trato que ha de dársele. A


diferencia de la recitación, declamar sí implica salir de sí mismo, dramatizar lo que se está
diciendo. La palabra escrita será una especie de guía para desarrollar el modo en que se le
dará la interpretación, sin embargo, no basta sólo con buscar darle una adecuada intención,
sino que también hay que ponerse en la piel del personaje que se está interpretando.

El resultado que con esto busca Goethe, es que el actor logre con el uso de las simples
palabras, imprimir el sentimiento propicio a cada una de ellas, de manera tal que ya
estamos hablando acerca de la creación de un personaje.

Si ponemos especial atención a las indicaciones que nos da Goethe respecto a su


sugerencia, ya estamos hablando de la construcción propia de un personaje: en este sentido,
como sabemos que el teatro de esta época se centraba sobre todo en la importancia de una
dramaturgia establecida y, referida sobre todo al sentido más tradicional de la palabra, es
una cuestión muy lógica comprender que siempre las palabras van a jugar el papel más

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importante y sobre de ellas es que hay que construir todo lo que se desarrolla en torno a la
historia.

Probablemente, para la situación que hoy en día se vive en el teatro contemporáneo,


muchas de estas sugerencias lleguen a parecer extremadamente rigurosas y “cuadradas”, sin
embargo, como ya se dijo antes, el contexto histórico, cultural y, obviamente, artístico nos
permite reconocer cómo todas estas cuestiones eran de suma importancia, tanto para los
actores, como para quienes escribían teatro.

La eficacia, la pulcritud y la claridad, tanto en la previa construcción de los personajes,


como en la representación teatral a través de las palabras, nos hace pensar en la percepción
del teatro como un arte sumamente difícil, digno de prestarle mucha atención al aspecto
técnico, pero aun así, sin dejar a un lado lo emotivo y espiritual, que recrea entonces, la
belleza de sus formas.

Posturas y movimientos corporales en el escenario: hemos dicho ya, con


anterioridad, que los grandes componentes del teatro, se encontraban sobre todo en el uso
correcto del cuerpo y la voz. Pasemos entonces a lo primero.

Ya existe, desde este momento de reflexión acerca del ejercicio escénico, la necesidad de
entender la actuación como algo orgánico, natural. Es por ello que Goethe hace también
esfuerzos porque todas estas reglas puedan ser admitidas e interiorizadas por el actor, de tal
manera que no haya huella en ellas de artificio, de falsedad, como si fueran mejor parte de
la naturaleza del actor.

Sigue siendo, sin embargo, completamente necesario que le actor sea un contemplador de la
naturaleza, después de esto, que no sólo se limite a imitarla, sino que también busque que
todas sus acciones aparezcan de una forma bella frente a los espectadores.

En gran parte, las premisas que se proponen respecto al manejo del cuerpo del actor, se
resumen en que éste sea quien tenga todo el control de cada parte de su cuerpo. No debe
abandonarse a sí mismo, dejarse a un lado u olvidarse de que su cuerpo es la principal
herramienta, junto a la voz, con la que trabaja.

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Se mencionan también otras acciones específicas en el escenario que hasta nuestros días
son de suma importancia para estar parado en un escenario. Dice Goethe que un actor jamás
debe olvidar que se encuentra en el escenario gracias al público, así que, aunque deba
actuar con naturalidad, jamás deberá de darle la espalda al público, Tampoco hablará de
manera que no sea escuchado por los espectadores, para lo cual hará un doble juego: hablar
para el otro personaje al que se dirija y hablarle también al público, a través de su postura e,
incluso, de sus ojos.

Deberá el actor de cuidar su aspecto y el mensaje que manda a su público estando en el


escenario; no sólo buscará ser claro en cuanto a las palabras, sino que en los movimientos
de su cuerpo debe haber cierta gracia y “elocuencia”. Tod el cuerpo “habla” por sí mismo
en el escenario, por ello es preciso, como ya se dijo anteriormente, que el actor tenga la
conciencia suficiente del espacio que ocupa y de cómo maneja su propio cuerpo.

Así es como Goethe, mediante diversos y precisos consejos trata de guiar al actor en su
arte, haciendo un análisis, no sólo del texto dramático, o de la corporalidad del actor, sino
que también añade a todo ello, la necesidad de tomar en cuenta para la creación de una
historia, la escenografía, los colores, los matices de la obra y el desarrollo de todo lo que
implica una puesta en escena.

Su manera de concebir el teatro es por demás viva y congruente de todos los elementos que
él considera importantes. Quizá para el teatro contemporáneo, siempre en búsqueda de
nuevos leguajes y formas, muchas de estas sugerencias pudieran parecer “pasadas de
moda”, “dogmáticas”, “innecesarias”, etc., siempre es bueno recordar cuáles han sido los
fundamentos sobre los cuales se han fincado los cimientos del teatro, y su repercusión en lo
que hoy vivimos y vemos.

Sin duda, esta poética que nos ofrece Goethe, nos ayuda a comprender la relevancia que,
dentro de su contexto propio, ha tenido el teatro, e incluso como a nosotros nos ha llegado
el legado de estos grandes hombres, críticos de su realidad y estudiosos de un arte tan
complejo, como efímero, como lo es el teatro.

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