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Al igual que los obispos, ellos tienen derecho a tener una capilla
doméstica y están facultados para utilizar altares portátiles .
Ejercen autoridad cuasi episcopal en sus iglesias titulares, o sea,
pueden usar sus ornamentos episcopales (pontificalia), otorgar
bendiciones episcopales y promulgar indulgencias de hasta 200 días
. Pueden conferir la tonsura y las órdenes menores (que quedaron
abolidas o reformadas en la nueva legislación canónica y litúrgica
del Concilio Vaticano II) a los miembros de sus familias eclesiásticas
y a personas incardinadas a sus iglesias titulares. Durante su
estancia en Roma pueden disfrutar de los beneficios de sus iglesias
titulares.
El Colegio Cardenalicio
Según una antigua tradición que data del siglo XIII, los cardenales
residentes en Roma disfrutan de lo que se llama “jus optionis”, o
derecho de opción. Esto significa que cuando queda vacante una
sede cardenalicia, el cardenal que siga en rango de antigüedad
puede optar por esa sede. De ese modo el más antiguo de los
cardenales obispos puede elegir el puesto de decano del Colegio, y
se convierte, automáticamente, en obispo de Ostia, habida cuenta
que por la tradición el decano del Colegio Cardenalicio es siempre
obispo de esa ciudad. (Se ha modificado el “ius optionis” en
tiempos modernos, a través de documentos como “Ad
suburbicarias dioceses”, 1961, de Juan XXIII, y “Sacro Cardinalium
Consilium” 1965, de Pablo VI, Cfr. artículos 349 y siguientes del
Código de Derecho Canónico, promulgado por Juan Pablo II, 1986.).
El número de los Cardenales varió hasta casi finales del siglo XVI y
siguió creciendo al ritmo de los sucesivos desarrollos de los asuntos
de la Iglesia. Los Concilios de Constanza (1414-18) y Basilea (1431-
37), limitaron el número a 24. Pero en tiempos de Pablo IV (1555-
59), el número aumentó a 70 y después a 76 bajo Pío IV (1559-65).
Sixto V, con la Constitución 'Postquam verus' de diciembre de 1586,
fijó el número de cardenales a 70.
Desde 1059, los Cardenales han sido los únicos electores del Papa a
quien eligen en cónclave, siguiendo las últimas orientaciones de la
Constitución Apostólica de Juan Pablo II "Universi Dominici Gregis",
del 22 de febrero de 1996. Durante el período de "sede vacante"
-de la Sede Apostólica-, el Colegio Cardenalicio desempeña una
importante función en el gobierno general de la Iglesia y, tras los
Pactos Lateranenses de 1929, también en el gobierno del Estado de
la Ciudad del Vaticano.