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ESPARTA

«Sembrado»), Lacedemonia o Lacedemonio, era una polis (ciudad


estado) de la Antigua Grecia situada en la península del Peloponeso a
orillas del río Eurotas, entre los montes Taigeto y Parnón. Fue la
capital de Laconia y una de las polis griegas más importantes junto
con Atenas y Tebas.

Gracias a su poderío militar, Esparta fue una de las ciudades que


lideraron a los aliados griegos durante las Guerras Médicas en la
primera mitad del siglo V a. C. Entre el 431 y el 404 a. C. Esparta fue la
rival de Atenas en la Guerra del Peloponeso, de la que salió victoriosa
pagando un alto coste. La derrota de los espartanos ante la ciudad
de Tebas en la batalla de Leuctra librada en el 371 a. C. marcó el final
de su hegemonía, aunque mantuvo su independencia política hasta
la conquista romana de Grecia en el 146 a. C. Entonces comenzó para
la ciudad un largo período de declive que tocó fondo en la Edad Media,
cuando los espartanos se trasladaron a Mistrá. La moderna Esparta es
la capital de la unidad periférica griega de Laconia y el centro de una
zona que vive de la agricultura.

Población
Los ciudadanos espartanos representaban solo una pequeña parte de
la población total de la ciudad. Según Isócrates, 2000 dorios invadieron
Laconia, simple suposición sin valor real. Aristóteles informa que, según
algunos, los espartanos eran 10 000 bajo los primeros reyes. De nuevo,
es difícil creer en esta cifra redonda La primera mención fiable es la
proporcionada por Heródoto: en 480 a. C., el rey Demarato estimó que
el número de hoplitas movilizables era un poco más de 8000; un año
después, 5000 hoplitas espartanos estuvieron presentes en la Batalla
de Platea  Este número decreció a lo largo del siglo V a. C.,
principalmente a causa del terremoto de 464 a. C., que según Plutarco,3
destruyó el gimnasio, matando a todos los efebos y la revuelta de los
hilotas (10 años de guerra de guerrillas). Por lo tanto, en la batalla de
Leuctra, en 37 a. C., solo había 1200 hoplitas movilizables, 400 de los
cuales murieron en combate. Aristóteles asegura que en su época
apenas había un millar de ciudadanos.
El número de periecos era mayor que el número de homoioi. Se piensa
que hubo alrededor de cien asentamientos perieculares: Esparta fue
apodada, según Estrabón, la «ciudad de las cien ciudades». Los hilotas,
se pueden estimar de 150 000 a 200 000, según Tucídides, siendo la
ciudad de Grecia con la cifra más alta.
Los ciudadanos o espartanos comunes

Busto de un hoplita (soldado de la Antigua Grecia), quizás Leónidas


(Museo arqueológico de Esparta).
Los únicos que poseían derechos políticos eran los denominados
espartiatas que, a diferencia de los espartanos, tenían ascendencia con
el pueblo indoeuropeo de los dorios, llamados “astoi” Conformaban una
minoría privilegiada pues al momento de nacer recibían una parcela de
tierra junto con unos ilotas, que conservaban toda su vida. No todos
los homoioi espartiatas, sin embargo, eran considerados iguales y
compartían los mismos derechos. Los historiadores llaman “tresantes”
(“los temblorosos”) a aquellos culpados de atimia (privación total de los
derechos civiles o políticos), La historiografía
llama tresantes («temblorosos») a los espartiatas que habían sido
culpados de atimia, y en consecuencia privados de la ciudadanía plena
y de la condición de homoioi, a causa de haber mostrado cobardía o
desobediencia durante una campaña militar.
Estos individuos no habían exhibido la andreía, el valor que
caracterizaba al espartiata, quien, como afirma el rey Agis II, «no
pregunta cuántos son los enemigos, sino dónde están».
Según Heródoto, Jenofonte, Plutarco y Tucídides, a los “tresantes” se
les sometía a toda clase de desprecios y vejaciones: obligación de
pagar el impuesto de soltería, expulsión de los equipos de pelota, de los
coros, de las comidas en común, etc. Su estado de marginación era casi
tan absoluto como el de los ilotas, con la excepción de que ellos sí
podían acceder a los lugares públicos (siempre en los últimos puestos)
y que les estaba permitido redimir su deshonra mediante actos de valor
en la guerra. Eran ciudadanos de segunda clase.
Para ser un ciudadano espartano, se deben cumplir cuatro condiciones:
• Un auténtico espartiata debía ser hijo de un ciudadano espartiata
y de la hija de un ciudadano espartiata (Los bastardos se
distinguían de los ciudadanos de pleno derecho).
• haber recibido la educación espartana
• hacer sus comidas (sisitias) junto a los demás ciudadanos en los
comedores públicos
• poseer una propiedad (kleros) suficiente como para permitirle
sufragar los gastos de su ciudadanía y la comida en común a
escote.
Conformaban una minoría privilegiada que poseía las tierras, ocupaba
los cargos públicos en forma exclusiva y concentraba el poder militar.
Los trabajos manuales y de la tierra eran considerados tareas
denigrantes para ellos, los trabajos de agricultura eran propios de los
espartanos (hombres que vivían en Esparta pero que no eran
ciudadanos).
El nombre de “Homoioi” (“Iguales”) es testimonio, según Tucídides, del
hecho de que en Esparta «se ha instaurado la máxima igualdad entre el
estilo de vida de los acomodados y el de la masa”: todos llevan una vida
en común y austera.
Los no ciudadanos: periecos e ilotas
Los periecos (habitantes de la periferia), eran descendientes de los
miembros de las comunidades campesinas sometidas sin utilizar la
fuerza. Son mantenidos al margen del cuerpo cívico por la reforma de
Licurgo, que les niega cualquier derecho político. Aunque libres, jamás
participan en las decisiones. Poseen el monopolio del comercio y
comparten el de la industria y la artesanía con los ilotas. Entre los
periecos hay también campesinos, reducidos a cultivar los terrenos
menos productivos. Gozaban de ciertos derechos, como poseer bienes
o casarse, ser integrantes del ejército cívico, pero no podían participar
en el gobierno de la ciudad.
Los ilotas son los campesinos de Esparta. Eran descendientes de las
comunidades campesinas sometidas a la fuerza por los dirigentes. Su
estatus se crea con la reforma de Licurgo. No son estrictamente
esclavos, sino siervos: pertenecen al Estado, están adscritos a la
propiedad que cultivan, no son objeto de comercio, pueden casarse y
tener hijos y se quedan con los frutos de su trabajo una vez deducida la
renta que corresponde al titular de la hacienda, normalmente un cuarto
de la producción total.
De modo excepcional, los ilotas podían ser reclutados para el ejército y
liberados luego. Mucho más numerosos que los ciudadanos, la reforma
de Licurgo les dejó por completo al margen de la vida social. Los
“Iguales”, que temían su rebelión, les declaraban solemnemente la
guerra cada año, les humillaban y atemorizaban (ver "Krypteia").
Esparta también tenía otras categorías de hombres libres no
ciudadanos, convencionalmente llamados inferiores: ciudadanos caídos
en la pobreza (ya no podían pagar su parte en las comidas comunes) o
por cobardía en el combate (los tresantes).
La Educación en Esparta
La educación en la ciudad de Esparta estaba condicionada por su ideal
de vida. En Esparta la educación estuvo a cargo del gobierno y su
fin era formar excelentes soldados.
Cuando nacía un niño era sometido a un Consejo Revisor. Los débiles
y deformes eran arrojados a los abismos de la montaña del Taigeto
(2409 metros). Los que merecían vivir eran devueltos a sus familiares,
hasta los 7 años de edad. Después, los niños pasaban a la tutela del
Estado, bajo los cuidados y la vigilancia de los pedagogos.
Se les sometía a ejercicios corporales graduales de salto, carrera,
lanzamiento de disco y jabalina, a cabalgar y a soportar las fatigas y los
golpes.
A la preparación gimnástica se le agregaba la preparación de orden
espiritual, como leer, escribir y recitar los poemas homéricos y otros
propios de Esparta.

Anualmente eran azotados delante del altar de la diosa Artemisa. No


deberían proferir la menor queja si querían disputar el título de
campeón.

A los 17 años, los jóvenes espartanos ingresaban al ejército, bajo


juramento de fidelidad a la patria, a los dioses y a las leyes. A los 30
años se les permitía integrar la Asamblea de los ciudadanos y solo así
podían contraer matrimonio, sin embargo, no estaban completamente
libres. El servicio militar era obligatorio hasta los 60 años.
Las tropas estaban formadas por la infantería y cada hombre se
llamaba Hoplita.

A los jóvenes se les inculcaban el civismo que consistía en asistir a


las asambleas del pueblo y respetar a las autoridades. Asimismo,
aprendían el uso preciso de las palabras (laconismo). El amor maternal
fortalecía el patriotismo. La madre era capaz de sacrificar a su hijo, si
se había mostrado cobarde en la guerra.
Eran frecuentes las despedidas de las madres de esta manera: vuelve
con tu escudo o sobre tu escudo (mata o muere); si tu espada es corta,
darás un paso más en el combate, no te detengas.
La organización política de Esparta: Licurgo
La organización política de Esparta es atribuida a Licurgo, legislador
espartano que, hacia 884 años a.C. promulgó una constitución que
forjó la grandeza de su ciudad.

El Gobierno de Esparta
De acuerdo a la legislación espartana, el gobierno estaba conformado
por los siguientes organismos: los reyes, el senado, la asamblea y los
éforos.
Los Reyes
Eran en número de dos y pertenecían a familias diferentes. La dignidad
real era hereditaria.

Uno de ellos era el jefe del ejército y el otro, el sumo sacerdote, que
administraba el culto a los dioses. Este sistema dual garantizaba el buen
gobierno, cada rey contrabalanceaba el poder del otro.
El Senado o Gerusía (de gerontes o Ancianos)
Llamado también Gerusía estaba integrado por veintiocho miembros,
de familias honorables de espartanos, todos ellos, mayores de (60)
sesenta años de edad. Eran elegidos por la asamblea y con
carácter vitalicio. El Senado tenía funciones legislativas y control de
relaciones exteriores. El Senado con el tiempo les fue restando las
atribuciones de gobierno a los reyes que al final, mantuvieron solo la
jefatura militar.

La Asamblea
Formada por todos los ciudadanos mayores de treinta años, a
excepción de los periecos y los ilotas. La Asamblea nombraba a los
senadores y éforos o magistrados aprobaban o rechazaban las leyes
presentadas por el Senado.

Los Éforos o Magistrados


Eran cinco magistrados elegidos por la Asamblea, que tenían la misión
de impedir cualquier cambio en la estructura política, Los éforos también
debían velar por la educación de la juventud y el mantenimiento del
orden. Por último, convocaban la asamblea y obligaban a los reyes y
funcionarios a rendir cuentas, su mandato solo duraba un año, a cuyo
término rendían cuentas de su administración.

• Presidían las reuniones de la Gerusía o consejo oligárquico de


ancianos de Esparta y de la asamblea (Apella).
• También estaban a cargo de los juicios civiles, que ejercían según
el derecho consuetudinario, ya que no había leyes escritas.
• Controlaban la recaudación de impuestos y el calendario. Cada
año se designaba tomando el nombre de uno de los éforos: como
ocurría con los arcontes de Atenas, eran, pues,
magistrados epónimos
• Dirigían la política exterior y el entrenamiento militar de los
jóvenes. Los éforos decretaban las levas de soldados, y dos
éforos acompañaban al ejército cuando entraba en batalla, con
la atribución de poder arrestar y mandar a prisión a los reyes si
no se comportaban correctamente durante la guerra.

La eugenesia que significa ‘buen origen’: una filosofía social que


defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante
diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos de
humanos.1 El origen de la eugenesia está fuertemente arraigado al
surgimiento del darwinismo social a finales del siglo XIX.
La eugenesia, como practica espartana para garantizar la perfección
física de sus ciudadanos, fue defendida por Hitler en el ámbito del
Estado Raza, como en su momento lo fue por Platón en la Republica
Esparta implantó una estricta eugenesia destinada a conseguir
ciudadanos sanos y fuertes. De acuerdo con Plutarco (Vida de Licurgo)
nada más nacer, el niño era examinado por una comisión de ancianos
en la Lesjé (“Pórtico”, “Soportales”), para determinar si era hermoso y
de constitución robusta. En caso contrario se le llevaba al Apóthetas,
una zona barrancosa al pie del Taigeto, donde se le arrojaba o
abandonaba en una cima. Se buscaba eliminar así toda boca
improductiva. Si el niño (o la niña) superaba la prueba, era confiado a
su familia para que lo criase.
Los dorios fueron una de las principales tribus griegas antiguas
(siendo las otras tres los aqueos, los jonios y los eolios). Se distinguían
por su idioma, sociedad y tradición histórica.
La mujer espartana
La mujer espartana disfrutaba de una relativa libertad y autonomía, que
les permitía ocuparse de actividades comerciales o literarias, entre otras
posibilidades.
Desde niñas recibían una educación parecida a la que recibían los
varones, entrenándose en gimnasia, música y deportes; se las
alimentaba bien para que tuvieran buena salud y se las preparaba para
ocupar un lugar central en la sociedad lacedemonia: el de madres de
los espartiatas.
Su formación tenía lugar en las thiasas o "asociaciones" femeninas,
donde se establecía una relación entre las jóvenes y sus tutoras
parecidas a la relación entre los varones y sus pedónomos.
Las espartanas usaban un atuendo ligero: el peplo dorio, con la falda
abierta que dejaba al descubierto buena parte de las piernas y permitía,
por tanto, gran movilidad.
El matrimonio, al que todos los espartanos estaban obligados -por su
finalidad estrictamente reproductiva-, estaba altamente ritualizado en
esta sociedad. La mujer llegaba a este punto contando 24 o 25 años,
edad avanzada si tenemos en cuenta los parámetros de otras
sociedades de la antigüedad clásica.
Las mujeres espartanas no podían participar de los órganos de
gobierno, ni acceder a cargos públicos, ni intervenir en las reuniones de
los hombres, ni en el ejército, pero tampoco estaban obligadas a las
labores domésticas, para las cuales contaban con esclavas. Tenían, en
cambio, la responsabilidad de concebir y preparar a los hijos hasta los
siete años, momento en que la educación pasaba a manos del estado.
Los roles de hombre y mujer eran muy diferentes, pero esos roles eran
igualmente valorados: los ideales de valor y entrega varoniles tenían su
justo contrapunto y motivación en la inteligencia, fuerza y mérito de las
mujeres que los parían y criaban, y por tanto merecían todos los
respetos. Hay un momento en la película en que un emisario persa se
queja a Leónidas por la intromisión de una mujer (la reina) en su
conversación y, cuando Leónidas lo arroja al foso por su insolencia en
todos los aspectos, no deja de echarle en cara el haber ofendido a “su
reina”, a pesar de que ella misma no había sentido vergüenza y le había
respondido adecuadamente: “nosotras las espartanas podemos hablar
entre hombres, puesto que somos las que parimos a los verdaderos
hombres”. La consideración e igualdad con el varón de que disfrutaban
estas ciudadanas no tiene parangón en la Grecia clásica.

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