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EL TEATRO ESPAÑOL DEL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

Hacia 1900, España era un país fundamentalmente analfabeto, en una


época de abundantes denuncias al sistema. Aunque este ambiente es
anterior a la pérdida de las últimas colonias españolas en América en 1898,
esta fecha quedó como símbolo de este periodo. La sociedad la dominan los
grandes terratenientes. Por debajo, en la burguesía, surgen intelectuales y
escritores disconformes. En último término, la clase obrera es el nido principal
de ideas revolucionarias. En general, en toda Europa se respira un ambiente
de malestar e inquietud, y esto lleva al naciente existencialismo.
En este periodo podemos encontrar un teatro con un gran
condicionamiento comercial. Así, tiene en cuenta los gustos del público
(burgués en su mayoría), reflejados tanto en lo ideológico como en su estética
conservadora. Con este condicionamiento en mente, podremos distinguir dos
grandes corrientes teatrales: el teatro de éxito y el teatro innovador.
Dentro del teatro comercial de éxito distinguimos tres tipos: comedia
burguesa, teatro poético o modernista y teatro costumbrista.
La comedia burguesa triunfa con Jacinto Benavente y su obra La
malquerida, en la que se muestran los pequeños vicios de la burguesía desde
una perspectiva ligeramente crítica. Se buscan el retrato social y la
naturalidad en los diálogos.
El teatro poético, por su parte, refleja la sensibilidad modernista contra
el teatro realista y costumbrista. Lo caracterizan sus temas históricos y destaca
Eduardo Márquez con En Flandes se ha puesto el sol.
El teatro costumbrista, por último, responde a una visión idealizada y
tópica de la vida popular, y basa su humor en personajes graciosos y en un
lenguaje casticista lleno de vulgarismos y equívocos. Destacan: Carlos
Arniches, que refleja las costumbres madrileñas (El santo de la Isidra) y crea la
tragicomedia grotesca (La señorita de Trevélez); los hermanos Álvarez
Quintero, con su Andalucía tópica (Mariquilla Terremoto); y Pedro Muñoz Seca
con el astracán, género propio, que basa su humor en situaciones
disparatadas y diálogos absurdos (La venganza de don Mendo).
En el teatro innovador participan, además de Valle-Inclán y García
Lorca: Miguel de Unamuno, con temas filosóficos y diálogos densos (Fedra);
Azorín, con su teatro irreal y simbólico (Lo invisible); Jacinto Grau, interesado
por mitos y temas literarios (El señor de Pigmalión); Ramón Gómez de la Serna,
vanguardista, con su obra Los Medios Seres, y autores de la Generación del

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27 como Pedro Salinas (El dictador), Rafael Alberti (Noche de guerra en el
Museo del Prado) o Max Aub (Comedias de vanguardia).
La originalidad y la expresividad de Ramón María del Valle-Inclán, lo
distinto de sus temas y lo rompedor de su estética hicieron que su teatro no se
representara hasta tiempo después. Valle, en su crítica social radical, deforma
la realidad de forma grotesca con un género propio, el esperpento.
En su obra distinguimos varias etapas: la modernista, con temas de
evasión, estilo brillante y actitud rebelde (El marqués de Bradomín); el teatro
mítico, en el que destaca la trilogía Comedias Bárbaras; las farsas, que
mezclan lo sentimental y lo grotesco, agrupadas en Tablado de marionetas
para educación de príncipes; y su esperpento, deformación de la realidad
basada en la distorsión, con Luces de Bohemia. En esta obra, el ciego Max
Estrella recorre diversos lugares de Madrid ofreciendo una crítica de la
sociedad española. Destacan la riqueza lingüística y el carácter literario de las
acotaciones, además del abundante cambio de personajes y espacio.
Federico García Lorca, por su parte, crea un teatro poético que va
depurando progresivamente. Presenta el tema del enfrentamiento entre el
individuo, que representa la libertad, y su entorno, que refleja el poder de la
sociedad. Casi siempre este conflicto acaba con la destrucción del individuo.
Además, quería acercar el teatro al pueblo, por lo que creó el grupo de teatro
“La Barraca”, con el que llevó el teatro clásico a los pueblos de España.
Tras su fracaso con El maleficio de la mariposa, obra modernista, se
acercó al drama lírico con su obra Mariana Pineda. Giró hacia el surrealismo
con El público, obra que no se representó hasta 56 años más tarde de ser
escrita, y también abarcó la comedia amarga con Doña Rosita la soltera. Sin
embargo, sus obras más famosas son las conocidas como la trilogía rural:
Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Las tres presentan rasgos
comunes: la índole sexual de los problemas tratados, la mujer como
protagonista, la ambientación en el campo andaluz y el desenlace trágico.
De estas tres, La casa de Bernarda Alba es la que supone la cumbre
teatral de Lorca. Bernarda Alba, a la muerte de su segundo marido, impone
un luto de 8 años a sus 5 hijas. Pepe el Romano, que se compromete con
Angustias, levanta la pasión en sus hermanas, Adela y Martirio. Estas estarán
en una constante lucha de pasiones que desembocará en el suicidio de
Adela. Vemos en esta obra una increíble maestría del lenguaje, que narra una
historia en que el amor exige la libertad y el poder se impone como tiranía,
que se representa en Bernarda Alba y su simbólico bastón.

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