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Abel : Acerca de la Dirección de la Cura de un adolescente


psicótico

Abel consulta a los 20 años, a pedido de su madre, quien preocupada por sus
“trastornos de conducta” y pensando que él pudiera drogarse, habla de esto en su
análisis. Su analista le sugiere que realice una consulta en la Institución donde trabajo
Los “trastornos de conducta” por así llamarlas, nada tenían que ver con la droga.
Abel es el chico heredero del apellido paterno.
Tiene dos hermanas mayores que él y el padre tiene varios hermanos. Ninguno
de ellos ha tenido hijos varones.
El padre es actor y la madre trabaja como bibliotecaria.
Siendo niño se destacaba por su inteligencia, muy superior a la normal.
Excelente ajedrecista, el gusto por este tipo de juegos le fue transmitido por su
abuelo materno, quien era griego, personaje este muy admirado y querido por Abel.
Abel relata que comenzó a sentirse mal en el viaje de egresados que hizo a
Bariloche. Sentía fuertes deseos de tirarse al lago.
Dice que lo hostigaban sus compañeros porque las mujeres le demostraban su
interés:
“Me decían homosexual pero por envidia porque era muy importante”.
Quiero destacar las fantasías que se jugaban en ese viaje donde cada uno soñaba
con tener una relación sexual o por lo menos que aconteciera algún tipo de contacto con
una mujer.
Cuando regresa, comienza un tratamiento que abandona al poco tiempo, porque
según sus palabras “no había comunicación”.
Por ese tiempo una de sus hermanas queda embarazada, y espera con ansiedad el
nacimiento de su hijo.
Coincidentemente, se enamora de Verónica y ante la inminencia de la
posibilidad de mantener relaciones sexuales con ella, se desencadenan las ideas
delirantes.
Es en este momento en que el significante del nombre del padre es convocado,
en que siguiendo la metáfora de Lacan, podemos decir que el taburete de tres patas se
desmorona, dice entonces: “tuve un despertar sexual a los catorce, a los quince años, me
sentí reprimido, no era bien aceptado que yo le gustara a las mujeres”.
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“Era una época en que yo estaba peleado con todo el barrio. Era yo contra el
mundo”.
“A partir de ahí, pase a ser centro de la cosa”.
“Siempre veía la posibilidad en una, la seducción, yo lo demostraba si me
gustaba una mujer. Hacía gestos como para conquistarla. Fue cuando se me vino todo
encima”.
“Agrega, me agredieron, buscaba afecto por todos lados y no lo encontraba, y
eso hizo explosión; salí con Verónica y me hostigaba gente que no hacía su vida y
tampoco dejaba hacer su vida a los demás”.
“Todas las chicas eran solteras, salvo esta piba que no se, después me enteré que
por ahí salía con un muchacho y después me agredieron y después pasó lo que pasó”.
…Me empecé a sentir como un bebé indefenso.
A partir de ese momento dice que “le sacaron la bestia”, “le tragaron las ganas”.
Estas son frases que se repiten casi a la manera de un estribillo en su discurso.
Discurso en el cual se presentan trastornos del lenguaje, tanto a nivel del significante
como de la significación.
Dice “es como si estuviera un programa RAM. En las computadoras hay un
sistema que tiene todos los lugares en que vos podés colocar los datos como en un
fichero, lo grabás en una cinta y es como si de mi cinta se hubiera borrado, lo grabado y
no pudiera volver a grabar”.
Las paredes se convierten a partir de este momento en los lugares desde donde el
recibe mensajes que se le imponen desde lo real a través de los graffitis dibujados sobre
ellas.
Siguiendo el planteo que Jacques Lacan hace en “De una cuestión preliminar a
todo tratamiento posible de las psicosis”, puedo decir que se trata de mensajes que no
provienen de un sujeto más allá del lenguaje sino de palabras más allá del sujeto.
Dice: “Los que me agredieron saben, porque dice en la pared: ha sido una Lada
Crucis, como si hubiera sido un día Crucis”. “Lada-día, ¿no es así?”.
“Pienso si no estará enfermo mi barrio y yo soy el punto en el cual la crisis: por
ahí soy el reflejo de esa gente enferma”.
Recibe del exterior el mensaje acerca del día en que como Jesús, él se ofrece en
la Vía Crucis al martirio del goce del Otro”.
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Dice luego “…pienso que si me querría ir del país, no podría porque yo soy una
persona importante, porque participé en política. Bueno, opiné lo que estaba bien, lo que
estaba mal. Bueno, otros también opinaron, importa porque la gente confió en mi”.
La transferencia apareció en un inicio, a la manera de una certeza de ser amado
por mí y luego comenzó a manifestarse como él amándome platónicamente, me regala
plantas, cassettes con grabaciones. Voy a citar aquí un fragmento de una sesión.
Pregunta: ¿vos te llamás Liliana Szapiro o es tu nombre artístico?, “por ejemplo mi
papá, se hace llamar de otra manera. El firma Cuso”.
Agrega: “¿vos no te llamás Isabel? Vi una pintada que decía: Isa es lo mejor”.
En otra sesión me pregunta: “¿vos vas a escribir un libro sobre mi que anotas
tanto? Si eso te sirve para ganar dinero, yo te autorizo”.
Abel logra una rápida mejoría.
En primer lugar creo que la relación transferencial que aparece al poco tiempo
como una manía de amor, tuvo un efecto moderador de goce, el amor aparece aquí
convocado para evitar la inminencia de una relación en la cual yo pudiera ocupar el
lugar de otro gozador. Quisiera remarcar la importancia de ciertos significantes que
aparecieron en su discurso y que pienso que operaron cercando al goce poniéndole un
límite al identificarlo con un significante.
Así, en una sesión en que él insistía en saber el nombre de lo que le pasó le
sugería que le pusiera él un nombre.
Entonces me dijo: “todo sucedió por un error por enamorarme de una chica que
tenía novio, lo que pasó fue un horror”.
Cuando se despide me dice: ya tenemos un nombre, y repite: “horror, grito del
cuerpo”.
A la sesión siguiente cuenta que estuvo más tranquilo y que piensa que su
computadora está comenzando a llenarse nuevamente de datos, ahora que sabe que tiene
un nombre para lo que le pasó.
Quisiera remarcar otro punto: En otro momento, al poco tiempo de que su
hermana diera a luz a una niña él comienza desarrollar una gran afición por la jardinería,
poniendo mucho empeño en cuidar el jardín de la casa de aquella, plantando rosales y
otros tipos de plantas.
Plantea en ese momento: “yo también como mi hermana, creo vida”.
A partir de aquí su vida empieza a organizarse alrededor de esta frase.
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Pasa días enteros en el jardín de su hermana, observando y velando el


crecimiento de sus rosas, plantando césped nuevo, investigando con semillas.
Dice entonces, “escribir, ya escribí, plantar un árbol ya planté, solo me falta
para ser hombre tener un hijo”.
En este período desaparecen las ideas delirantes y Abel comienza a pensar en
trabajar y en estudiar jardinería.
A los pocos meses de iniciado el tratamiento se había logrado una estabilización.
Por otra parte sucede al poco tiempo en la realidad un hecho que agrava la
situación y provoca una desestabilización.
Abel asiste al estreno de una película donde actúa su padre. Oportunidad en la
que puede ver a éste, apareciendo en la pantalla del cine, desempeñando el rol del
progenitor de un niño.
En esta situación el padre es agasajado y admirado por sus familiares, amigos, y
el público en general por haber logrado realizar una creación actoral excelente.
El significante del nombre del padre es nuevamente invocado inútilmente,
agravándose su desestabilización.
Comenzaron entonces nuevamente las intuiciones delirantes. Comenzó a leer
nuevamente mensajes en las paredes dirigidos a él, girando la relación transferencial
hacia los celos delirantes.
A la sesión siguiente al estreno dice: “he decidido ser hombre, pienso que si soy
hombre se va a declarar una guerra contra los niños, los animales y los seres humanos”.
“Bastaría que alguien apriete un botón. Yo estoy ahora en el umbral de la puerta
y estoy más adelantado que antes, que tenía la puerta cerrada”.
La transferencia aparece bajo la forma de una erotomanía persecutoria. Dice
entonces: “¿de qué lado estás, del lado de los reyes o del lado del pueblo?
“¿Vas a bajar o no vas a bajar? Me querés matar. Soy un bufón. (Los reyes, el
bufón, son personajes de otra obra en la que actúa su padre a la cual asiste a esa época
como espectador).
Agrega: “soy Jesús; lo sé porque se lo decía una mujer a otra. Llevo una estrella
en la frente”.
Ante mi su gerencia de que tratara de explicar como sería ser Jesús, responde
sólo: “el sol…el sol”.
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Mientras habla, en esta sesión de la cual es extraído el párrafo anteriormente


transcripto se encuentra sentado en el diván frente a mi y sus piernas se abren y se
cierran sin cesar.
Plantea entonces que está todo el día moviéndose de esta manera porque lo
quieren matar.
En este momento, temiendo la posibilidad de un pasaje al acto intervengo
cambiando la dirección de la cura, iniciándole a hablar nuevamente sobre su crear vida a
las plantas, por otro lado, vuelvo a ubicarme en la transferencia de manera diferente.
Le pregunto si las plantas que plantó en el jardín de su hermana florecieron, y le
pido asesoramiento acerca de cómo hacer para que una planta que estaba marchitándose
en el consultorio pudiera revivir.
Comienza a hablar entonces de los hermosos colores que lucen las rosas que
plantó, como han crecido algunos árboles que cuida.
Me recomienda distintas marcas de abonos, que puedan ayudar a revivir a mis
plantas.
Remarca la importancia de su tarea como jardinero, porque a través de ella
puede dar “a luz” como su hermana.
A la sesión siguiente dice que se siente mejor.
Se pacifica, por otra parte, su relación con el Otro.
Ya no tiene la certeza de que será envenenado, los muchachos del barrio ya no lo
hostigan con insultos.
Entra en la escuela de jardinería de la Universidad y en la actualidad es un
excelente alumno y a su vez ha comenzado a ejercer este oficio, no ya como hobby sino
como un medio para ganar dinero.
No quisiera que el relato de este caso apareciera a la manera de un cuento de
hadas, con soluciones y finales mágicos.
A lo largo del tratamiento han vuelto a aparecer en su discurso ideas delirantes y
distintos tipos de fenómenos elementales.
Cabe destacar que siempre que he intervenido demandándole que hable de su
“crear vida” en relación a la jardinería he obtenido un efecto moderador muy
significativo.
Por lo tanto me interrogo acerca de cómo opera este crear vida a las plantas.
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Creo que lo que se comienza a producir con esta frase es un intento de


simbolización de lo real del goce que es atemperado entonces, a manera de suplencia
del significante del nombre del padre ausente a causa de la forclusión.
Por otra parte, las flores, las plantas, aparecen como ofrecidas al Otro, a ese Otro
gozador y aterrador, dejando él de estar expuesto a su arbitrio.
Dice que quiere crear plantas fuertes que puedan resistir la vida.
Son las semillas que él ahora planta, las que crecerán y regocijarán, su propia
mirada y la de los demás.

Liliana Szapiro

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