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UN NUEVO CAMINO PARA LA EDUCACIÓN

Cartago, 16 de septiembre de 2020


Por: Iván Darío Villegas Castañeda
Licenciado en español y literatura
Especialista en edumática

La pandemia nos hizo reevaluar algunos profundos paradigmas


culturales, al obligarnos a cambiar varias de nuestras costumbres,
algunas tan simples como dejar de darse la mano al saludar o tener que
lavarse constantemente las manos o portar, al salir a la calle, un
tapabocas en el rostro, simplemente, se convirtieron en rutinas que
quizá, estarán mucho tiempo entre nosotros.

La educación tradicional también se enfrentó a esos cambios culturales,


en forma intempestiva y obligatoria.

Dejar de asistir a las aulas físicas, no interactuar con compañeros y


docentes en forma presencial, participar de interacciones virtuales
apoyadas en recursos digitales; estar permanentemente aislados de los
demás, recreando el entorno escolar en algún espacio del hogar; lidiar
con angustias existenciales, depresiones, apatías, carencias de
distintas clases y otras situaciones al interior de la familia; se
convirtieron rápidamente, en la nueva normalidad de los estudiantes y
profesores.

Las familias también debieron cambiar sus rutinas, y la madre, padre,


hermano mayor o cuidador, debieron enfrentarse a la tarea de
acompañar a los estudiantes en su proceso de aprendizaje, tratando de
facilitar lo que tradicionalmente es una tarea del profesor y de la
escuela.

Lastimosamente, y a pesar del esfuerzo de docentes, estudiantes y


familias, la pandemia no solo causó y seguirá causando estragos en la
salud física y mental de los ciudadanos, y en la economía nacional;
también son muchos los estragos causados en la educación, vacíos que
se verán reflejados en los procesos formativos posteriores de nuestros
niños, adolescentes y jóvenes: atraso en los procesos formativos,
deserción, apatía generalizada, entre otros.

En un mundo ideal, la pandemia no habría sido un motivo de atraso en


los procesos de enseñanza-aprendizaje, pero en un mundo ideal no
está contemplada la realidad colombiana:

1. Escasa conectividad; nula en muchas regiones.


2. Escasez o inexistencia de dispositivos adecuados para el trabajo
digital o virtual.
3. Desinterés de muchas familias por apoyar el proceso educativo
de sus hijos.
4. Políticas educativas estatales que solo llegan a aquellos que
pueden costearse de su propio bolsillo, la conectividad o el
dispositivo adecuado.
5. Choque entre la enseñanza tradicional y la enseñanza a distancia
mediada por recursos digitales y virtuales, que se sintió con
mucha fuerza entre los docentes.

Ese mundo ideal no es el que la ministra de educación y sus asesores


nos quieren hacer creer cuando hablan de millonarias inversiones en el
sector. Colombia tiene un atraso de décadas en la educación pública
que podría generar extensos debates de un extremo al otro del espectro
político del país, pero es en últimas, el magisterio el llamado a replantear
la política pública de la educación a nivel nacional.

Mientras nos desgastamos corriendo con estadísticas tomadas de las


evaluaciones externas e internas de las IE oficiales; agobiados por toda
clase de actividades propuestas por el MEN y otros organismos
nacionales e internacionales que muchas veces no tienen nada que ver
con los planes de estudio o la formación integral (Día E, índice sintético
de calidad) y, mientras nos desgastamos intentando entender cuál es la
mejor opción pedagógica o didáctica para trabajar con nuestros
estudiantes; los docentes no estamos viendo con claridad el horizonte
hacia el cual debe dirigirse la política educativa del estado colombiano.
Hemos dejado la política educativa en manos de toda clase de asesores
nacionales y extranjeros, de los cuales la inmensa mayoría son
profesionales de otras áreas, que nada tienen que ver con la pedagogía.
El MEN ha permitido que esta brecha sea cada vez más amplia, y los
docentes lo hemos permitido al no proponer esa política integral de
educación oficial que tanta falta nos hace.

El magisterio tiene una tarea pendiente y es la de proponer un discurso


integral pedagógico de carácter nacional y regional, que parta, en un
encadenamiento armónico y secuencial, desde la educación de la
primera infancia hasta el doctorado. En otras palabras, una ley de
educación oficial que una y articule todos los niveles de la educación
colombiana que hoy están divididos y desarticulados: preescolar, básica
primaria, básica secundaria, media, formación técnica, pregrado y
posgrado, como un todo, con un solo gran objetivo: formar los
ciudadanos que necesita este país para salir del sistema
tercermundista.

Un solo modelo pedagógico integral que abarque desde el jardín hasta


las investigaciones de post doctorado.

Así, nos evitaríamos perder el tiempo con múltiples actividades


copiadas de otros países con procesos culturales y sociales muy
distintos al nuestro

La pandemia nos ha puesto a pensar en otras formas, en otros


discursos y en otros objetivos; no desaprovechemos la oportunidad de
proponer los cambios profundos que necesita la educación para el país
de nuestros hijos.

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