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INTRODUCCIÓN A LA ANTROPOLOGÍA CRISTIANA

04 La Revelación Divina

Material elaborado por la cátedra


Versión 1 Dic. 2016
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La Revelación
Divina
Dios se manifiesta
Módulo de estudio
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Índice
La Revelación Divina ........................................................................................................................................... 2
1. Naturaleza y Objeto de Revelación....................................................................................................... 2
2. La Verdad Revelada por Dios .................................................................................................................. 6
2.1 Escritura, Sagrada Tradición y Magisterio .................................................................................. 6
3. La enseñanza de la Iglesia ........................................................................................................................ 8
4. Bibliografía: .................................................................................................................................................... 9
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La Revelación Divina
El siguiente módulo es una adaptación de la Unidad “La Revelación Divina” de edición
impresa del texto de Ramos, Alejandro (2007). Antropología Teológica. Buenos Aires:
Agape y de las sucesivas adaptaciones para educación a distancia.

Ya vimos que es posible hacer una reflexión puramente racional que nos
lleve al conocimiento sobre algunos aspectos básicos sobre Dios como
son su existencia y algunas de sus características (atributos).

Sin embargo, ese conocimiento no es suficiente para tener una relación


personal con Dios. Para eso es necesario que Él mismo se dé a conocer.
Hay cosas que si Dios no nos las contara no podríamos saberlas. En esto
consiste la revelación divina.

En esta unidad trabajaremos las nociones fundamentales sobre la reve-


lación divina para entender de qué se trata. Esto será el fundamento de
lo que después veremos sobre el hombre. Ya vimos lo que es la fe so-
brenatural y también la noción de “creación”. Ambos datos revelados
por Dios que no podríamos haber conocido si Dios no las hubiese en-
señado. Luego veremos algunas cuestiones que involucran a la natura-
leza humana y su dignidad.

1. Naturaleza y Objeto de Revelación


Revelar significa «sacar el velo», es decir, mostrar algo. Dios, entonces,
se revela a Sí mismo y el misterio de su voluntad.

Por eso podemos afirmar que la revelación divina es la manifesta-


ción personal de Dios que ha realizado durante un determinado
período de la historia humana por medio de hechos y palabras por
la que se da a conocer a sí mismo y al misterio de su voluntad y
que hoy podemos conocer en la Biblia y la Sagrada Tradición.

El objeto primario revelado es Dios mismo y el misterio de su voluntad,


el cual consiste en que “por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espí-
ritu Santo, puedan los hombres llegar hasta el Padre y participar de la

Unidad 4 – La Revelación Divina 2


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naturaleza divina” (Latourelle 1995: 357).1 Aquí se expresa claramente el


fin del cristiano: llegar al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.

Para ser más claros: los bautizados tenemos que llegar al Padre (es de-
cir, ir al Cielo). Jesús, el Hijo, es quien, durante su vida, nos habló del
Padre (cf. Jn 14,2), pues para eso vino a la tierra: para dar a conocer al
Padre y su voluntad. Sin embargo, no vino sólo para eso, sino también
para mostrarnos el Camino que debemos seguir para alcanzar este fin.
Ese Camino es Jesús mismo, Cristo, el Hijo, la Segunda Persona de la
Trinidad, que afirmó: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al
Padre sino por mí” (Jn 14,6).

Por último, este Camino no podemos seguirlo por nuestros propios


medios, sino que necesitamos una ayuda extraordinaria que también
nos la da Dios: la gracia sobrenatural. Además, para recorrer este ca-
mino precisamos un vehículo, mandado por Jesús mismo: el Espíritu
Santo, que nos da la gracia sobrenatural y nos lleva permanentemente
en la senda de Cristo hacia el Padre (Jn 14,16).

Así, el objeto de la Revelación es Dios (Uno y Trino) y su designio


sobre los hombres.

Cuando hablamos de la naturaleza de la Revelación Divina, hacemos


referencia básicamente a tres puntos:

 el diálogo de amistad entablado por Dios;


 el amor de Dios para con los hombres;
 el modo de revelarse de Dios por medio de hechos y palabras.

Esto quiere decir que es Dios, “el Dios invisible” (Col 1,15), quien toma la
iniciativa y va en busca del hombre herido por el pecado, entabla un
diálogo de amistad con él, como lo hizo con Moisés (Ex 33,11) y con los
apóstoles (Jn 15,14-15). Al igual que en la vida espiritual, cuando uno va
en busca de Dios, en realidad, Él ya actuó en nosotros previamente; es

1
Esta cita expresa el designio divino e incluye los tres misterios princi-
pales del cristianismo: la Trinidad, la Encarnación y la gracia.

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decir, que el pecador se arrepiente cuando ya el Espíritu de Dios pasó y


movió su alma hacia la conversión.

Latourelle afirma: “Esta palabra por la que Dios franquea en cierto modo
la distancia que le separa del hombre y se llega hasta su presencia, no
puede ser otra cosa que la palabra amistad: procede del amor, crece en
la amistad y persigue una obra de amor...” (358). Para franquear esa dis-
tancia con el hombre, Dios utiliza nuestro propio lenguaje, haciéndose
ver y comprender desde la historia y las palabras, forjando una amistad
con nosotros.

Además, la Revelación procede del Amor y persigue una obra de Amor:


introducir al hombre en la vida trinitaria, en el seno del Amor que es
Dios mismo. Se revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo, mostrando una
comunidad de Amor perfecta, modelo para nosotros y, a su vez, fin de
nuestra vida cristiana.

Por último, Dios se revela con hechos y palabras intrínsecamente liga-


das (DV 2)2. Para comprender este concepto fundamental, observemos
nuestra vida cotidiana: los esposos que se aman mutuamente no sólo se
dicen cuánto se aman, sino que, además, hay gestos concretos y coti-
dianos que lo demuestran. En una amistad forjada en el amor, las per-
sonas no sólo hacen cosas que demuestren que son amigos, sino que,
además, hablan de la amistad que tienen y la explicitan con hechos
concretos.

Éste es el modo en que Dios se manifiesta para salvarnos. Se introduce


en la historia del hombre y se comunica con él de múltiples formas, dis-
puestas según la Bondad y Sabiduría divinas. En la historia, Dios se reve-
la con obras concretas3:

2 DV son las siglas de la Constitución Dogmática Dei Verbum. Es uno de los documentos que se
elaboró durante el Concilio Vaticano II (llevado a cabo entre 1962 y 1965). Para saber más sobre
este Concilio y otros, ver: http://www.es.catholic.net/op/articulos/25245/cat/949/concilio-
vaticano-ii-anos-1962-1965.html

3 Todas las acciones que Dios realiza en la historia para salvarnos, es decir, el ejercicio concreto
de la salvación, se conoce en Teología como la “economía de la salvación” o “historia de salva-
ción”.

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 En el Antiguo Testamento, los acontecimientos del Éxodo (Ex 7-


14), por ejemplo.
 En el Nuevo Testamento4, la vida de Cristo, su Encarnación, sus
milagros, su Muerte y Resurrección.

Pero además, se manifiesta en palabras:

 En el Antiguo Testamento, los profetas interpretan las interven-


ciones de Dios en la historia del pueblo de Israel, por ejemplo.
 En el Nuevo Testamento, las palabras del mismo Cristo, Dios y
hombre, declaran el sentido de sus acciones.

Mirando el conjunto de las Sagradas Escrituras (la Biblia), la obra de Sal-


vación realizada por Cristo que fue anunciada con hechos y palabras en
el Antiguo Testamento y confirmada también con hechos y palabras en
el Nuevo Testamento. Estos dos aspectos no van separados, sino unidos
en lo más profundo: Dios hizo y dijo, dijo e hizo, hizo mientras dijo y
dijo mientras hizo (Latourelle 360). Así, el designio salvífico no sólo
queda manifestado en palabras, sino que es realizado por obras. No
sólo nos dice que nos va a salvar, sino que obra la Salvación en la histo-
ria del hombre.

4 El Antiguo y el Nuevo Testamento son partes de la Biblia

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2. La Verdad Revelada por Dios


Todo lo que revela Dios es verdad. Esto es así porque afirmar lo contra-
rio sería una contradicción. Dios es perfecto y por dicho motivo no pue-
de engañar, mentir ni equivocarse. Un análisis filosófico sobre Dios
también llegará a esta conclusión.

La voluntad de Dios es salvar al hombre e invitarlo a una plena comu-


nión con Él en el Cielo por lo que afirmaremos que su voluntad es una
voluntad salvífica. De esto se desprende que:

Las verdades que Dios revela son verdades salvíficas.

Dios no busca enseñar verdades relacionadas con las ciencias de la na-


turaleza. Hay que tener bien claro esto para no confundir la revelación
divina con una serie de datos que pueden llegar a ser comparados con
los que obtiene el conocimiento humano.

En la Biblia y la Sagrada Tradición hay que buscar lo que Dios quiso co-
municar y precisamente son las verdades para nuestra salvación.

2.1 Escritura, Sagrada Tradición y Magisterio


“La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la
Palabra de Dios, confiado a la Iglesia” (DV 10).

Esto significa que encontramos la revelación que Dios hizo en la Biblia y


la Sagrada Tradición.

Éste es un punto crucial en el tema; es foco de muchas críticas por parte


de cristianos que no son católicos y ha traído graves confusiones, inclu-
so entre los mismos católicos.

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El Magisterio está formado por el Papa y los obispos en comunión


con él y han recibido de Cristo el mandato de interpretar, enseñar
y custodiar todo lo revelado por Dios. Para esto son asistidos es-
pecialmente por Dios cuando enseña de manera oficial sobre mo-
ral y fe.

Otro tema también que trae confusión es que muchas veces, se piensa
que la Revelación es un patrimonio exclusivo del Magisterio, que el Pa-
pa y los Obispos lo toman y hacen con él lo que les conviene, subordi-
nando la Escritura a su oficio magisterial e incluso confundiendo la Tra-
dición con el mismo Magisterio. El Concilio Vaticano II en la Dei Verbum
aclara de modo tajante este problema:

La Tradición y las Escrituras son el depósito de la fe, la Revelación divi-


na, separando al Magisterio (tengamos en cuenta que la Tradición y el
Magisterio no son aceptados por las otras religiones cristianas).

El depósito de la Fe es un patrimonio de todos los cristianos, no sólo del


Magisterio. De esta forma, resalta la unidad entre pastores y fieles, a
partir de la cual toda la Iglesia vive del depósito sagrado.

El hecho de que toda la Iglesia viva en unidad y participe desde la fe, la


oración y la Eucaristía de esta Revelación, no significa que cualquiera
pueda interpretarla como quiera. El oficio de interpretar auténticamente
el depósito de la fe queda reservado exclusivamente al Magisterio de la
Iglesia, no por un capricho clerical sino por mandato y con la autoridad
del mismo Jesucristo, con la asistencia del Espíritu Santo.

Aunque el Magisterio tiene la autoridad de interpretar este depósito, no


está sobre él, sino a su servicio. El Magisterio no sustituye la Revelación,
sino que se define a sí mismo como «servidor de la Palabra de Dios»,
que no enseña otra cosa que lo que le ha sido confiado.

El Magisterio, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo,


escucha con piedad, guarda santamente, expone fielmente y saca de
este único depósito de la Fe lo que propone como Verdad revelada que
hay que creer.

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Por lo tanto, así como Tradición y Escritura son inseparables entre sí,
tampoco podemos separar al Magisterio de ellas, puesto que el sentido
de la existencia de este último es servirlas.

Habiendo considerado los diferentes aspectos del tema, cabe recordar


la Revelación de Dios es una obra de amor. Entonces: ¿le agregamos
algo a Dios con nuestra conversión?, ¿lo hacemos más feliz, más perfec-
to, más amable?, ¿me llama porque me necesita? La respuesta es: NO,
no agregamos nada a Dios con nuestra conversión, ni Él necesita de
nosotros. Si esto es así, ¿por qué se revela?, ¿por qué busca al hombre?,
¿por qué envía a su Hijo, Jesucristo, a morir por nosotros?

En esta clave, se comprende mejor el mensaje de la Revelación y la obra


de Dios: si no lo necesita e igualmente lo hace, no cabe otra respuesta
que el AMOR, la caridad plena. Dios no busca ser más feliz, ni el benefi-
cio propio, sino que nosotros alcancemos la plenitud de la felicidad en
Él. Por lo tanto, cuando nos encontramos frente a dificultades sobre
cuestiones de la Revelación es necesario comprender el Amor de Dios.
Esto sólo se alcanza por el camino de la Fe, que, curiosamente, no la
obtenemos sino porque Dios nos la da en el Bautismo.

3. La enseñanza de la Iglesia
Todo lo que la Iglesia Católica enseña de manera oficial sobre el hom-
bre lo obtiene de esta revelación hecha por Dios. La Teología es la cien-
cia que usando la revelación como fuente desarrolla un conocimiento
científico sobre Dios y sobre el hombre y el mundo en cuanto relacio-
nados con Dios.

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Al revelarse Dios no sólo nos enseña cosas sobre Él sino también sobre
el hombre y el mundo. Estas verdades reveladas nos ayudarán a com-
plementarlas con las verdades obtenidas por medio del conocimiento
humano y así tener una visión integral del ser humano y del mundo.

La Iglesia sabe que estas verdades son un bien para todos los hombres
y por eso busca llegar a todos ellos por medio de su Magisterio.

La Iglesia, entendida como Pueblo de Dios, recibe la revelación divina


por una gracia de Dios para la salvación de todos los hombres y por
eso tiene una esencia misionera que la compromete con el bien de
toda la humanidad.

4. Bibliografía:
 AAVV (1997). Diccionario de la Biblia. Barcelona: Herder.
 LATOURELLE, R. (1995) Teología de la Revelación. Salamanca: Ed.
Sígueme.
 MANNUCCI, V (1995). La Biblia como Palabra de Dios. Introduc-
ción general a la Sagrada Escritura. Bilbao: Desclée de Brouwer.
 PÍO XII (1943). Carta Encíclica Divino afflante Spiritu sobre los es-
tudios bíblicos, 30 de septiembre de 1943. Disponible en:
http://w2.vatican.va/content/pius-
xii/es/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_30091943_divino-
afflante-spiritu.html
 SÁNCHEZ CARO, JM y otros (1996). La Biblia Didáctica. Madrid:
Ed. SM-PPC Consulta.

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