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De este modo se plantea la vía del diálogo y la mediación como camino para lograr «acuerdos donde
todos se pongan de acuerdo en algo» (FRANCISCO, Discurso a los representantes de la sociedad civil,
Paraguay 11 de julio). Si no, solo quedará la resignación ante quien impone y no sabe construir puentes
sino barreras.
Si la política está al servicio de los pueblos y busca construir el bien común, debemos partir del hecho de
que los pueblos no son simples recipientes y destinatarios de proyectos externos, pensados por otros
fuera de ellos. De otro modo, estaríamos usando al pueblo para proyectos ideológicos totalitarios como ha
sucedido tantas veces en la historia de la humanidad. Para Francisco: «los pueblos del mundo quieren ser
artífices de su propio destino. Quieren transitar en paz su marcha hacia la justicia. No quieren tutelajes ni
injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos
sociales y tradiciones religiosas sean respetados. Ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar
a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, vemos nuevas formas de
colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia» (FRANCISCO, II Encuentro
Mundial de los Movimientos Populares, Bolivia 9 de julio de 2015).
Este enfoque orienta al discernimiento sociopolítico y a las acciones y gestos pastorales, entendiendo que
el poder debe estar al servicio de los excluidos y olvidados, de aquellos a quienes nadie mira y que países
desarrollados tratan con indiferencia, como si no existieran, en fin, de todos los que las grandes
corporaciones usan para aumentar su producción y tienen que sacrificar sus propias vidas, aun corriendo
el riesgo de morir al migrar ilegalmente a otros países, solo para que sus hijos puedan tener un futuro.
Esto implica un cambio en la noción clásica de lo que es la política y sus prioridades.
Para Francisco, todo discernimiento sociopolítico debe basarse en la búsqueda del bien común a partir de
cuatro criterios de discernimiento o polaridades en tensión que inspiran la propia selección de sus viajes,
palabras y gestos: a) «el todo sobre la parte» (EG 234-236), b) «la realidad sobre la idea» (EG 231-233),
c)«la unidad sobre el conflicto» (EG 217-237, LF 55.57), y d) «el tiempo sobre el espacio» (EG 217-237,
LF 55.57). La interrelación de estos cuatro principios lleva a concebir la «unidad» entre lo diverso, donde
cada uno —los pueblos y sus culturas— aporta su propia «realidad» como «parte» de un «todo» en el que
se van generando «procesos» que, con el «tiempo», darán vida a nuevas realidades.
La invitación del Papa en la Evangelii Gaudium es a realizar «un discernimiento evangélico —de la
realidad sociopolítica—. Es tener la mirada del discípulo misionero» (EG 50), porque el mismo Kerygma es
«ineludiblemente social» (EG 177); lo que propone Jesús al predicar el Reino de Dios es un proyecto
nuevo de sociedad, de vida fraterna (EG 180-181).