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Los Elementos de La Civilizacion y Del Caracter Espanoles PDF
Los Elementos de La Civilizacion y Del Caracter Espanoles PDF
LOS ELEMENTOS DE LA
CIVILIZACIÓN Y DEL
CARACTER ESPAÑOLES
EDITORIAL L O S A D A , S. A.
BUENOS iIRES
Queda hecho el depósito que
previene la ley núra. 11.723
Adquiridos los derechos exclusivos
para todos los países de lengua española
Copyright by Editorial Losada, S. A,
Buenos Aires, 1950.
IMPRESO EN LA ARGENTINA
193Jf ó 1935.
Varios lectores del Epítome de Historia de España desti
nado a los profesores de esta materia y a los maestros prima
rios, y que publiqué en 1927, han pedido repetidamente que
se desglosen de aquel libro los capítulos referentes a las notas
características de nuestra historia y a las direcciones que en
ella parecen fundamentales; y que con esos capítulos, desarro
lladas convenientemente las materias que contienen, añadién
doles todo lo que hoy día se pudiese considerar útil incorpo
rarles, compusiese yo una especie de Apéndice de la Historia
de la civilización española. De ese modo (dicen los peticiona
rios) el público encontraría en el sugerido Apéndice una
especie de síntesis, por grupos de cuestiones o asuntos, de las
conclusiones a que conduce racionalmente lo que hemos llegado
a saber hasta hoy del pasado y del presente de nuestro pueblo;
y, a la vez, daría un cuadro de las interpretaciones o deduc
ciones consiguientes respecto de lo sustancial de nuestras ac
tividades colectivas.
Dejando aparte la exactitud de la palabra “resumen” re
ferida al contenido de los capítulos de 1927 (porque es pa
labra equívoca y por lo común mal entendida por el vulgo),
la petición qu© acabo de exponer ha venido preocupándome
desde que llegó a mi conocimiento. He tardado, no obstante.
10 RAFAEL ALTAMIRA
algunos años en darle oídas; no sólo por lo difícil que había
de ser su satisfacción, sino también por el problema general
que plantea en cuanto a los límites en que es preciso detener
las interpretaciones y deducciones para que no rebasen el cam
po propio de la Historia. Por fin, he llegado a reconocer que
el mencionado Apéndice puede ser útil (y a veces, muy útil)
para mis lectores en cuanto a un mejor entender la impor
tancia y el alcance de los varios hechos de nuestra historia.
Por lo que se refiere al problema general a que aludí antes,
veo hoy, (más clara y precisamente que lo vi en 1922, al re
dactar y publicar mi estudio sobre el Valor Social del cono
cimiento histórico1), que, dado lo irrepetible que es en todo
hombre, culto o no, formular y hasta creer a pies jun-
tillas (aunque no pueda justificarlas científicamente) esas
interpretaciones y deducciones, mas el hecho de ser éstas lo
único que de la Historia retiene la mayoría de la humanidad
(y, además de retenerlas, las utiliza a cada instante como ar
gumento dialéctico y por ellas guía muchas veces sus actos),
no sólo es permitido a los historiadores estudiarlas y expo
nerlas con rigor crítico, sino que están obligados a hacerlo
así en cumplimiento de su deber docente.
Por consecuencia de todas estas reflexiones, aparece ahora
este nuevo libro mío, no como un Apéndice, sino como un as
pecto de la Historia española distinto y complementario de
todos los que he escrito desde 1900. Ese aspecto, que supera
el concepto de los lectores del Epítome de 1927 antes mencio
nado, tiene por base científica la razón de que las investiga
ciones que lo componen son hechos comprobados del sujeto
español y no puras opiniones o supuestos del historiador,. Lo
que éste pone tan sólo de su cosecha, es la fijación de la cons
tancia y la generalidad repetida, en la historia española» de
cierta ciase de actos, ideas o sentimientos declarados,' y la
consiguiente creencia de que, merced a esa continuidad, el
conjunto de ellos expresa una nota característica o una di-
* Está reimpreso en la segunda edición de las Cuestiones modernas
de Historia, Tomo XV de mi Obras completas. Madrid, 1935. Esas Cues-
tiones necesitan un segundo tomo, ya escrito, con que aparecerán en SU
tercera edición.
LOS ELEMENTOS DE LA CIVILIZACIÓN
ÏI
El hecho de las concomitancias,
diferencial de las influencias
III
L as in flu e n c ia s esp a ñ o la s en o tro s p a íse s y la o rig in a lid a d de
n u e stro e sp íritu . P o sic ió n d e l p ro b le m a que p la n tea n
lo s re su lta d o s o b te n id o s
IV
Determinación del sujeto activo español
Observaciones preliminares
1. — Rigurosamente hablando, lo característico de un pue
bla no es más que lo propio y exclusivo de él, si es que que
remos guiarnos —como parece lógico— por la significación
de las palabras españolas que expresan aquella idea. Empe
zando por el verbo Caracterizar, la Academia lo define dicien
do: “Determinar los atributos peculiares de una persona o
cosa, de modo que claramente se distinga de. los demás”. De
las varias acepciones que posee el sustantivo Carácter, cinco
coinciden con lasdel verbo; a saber: “índole, condición, con
junto de rasgos o circunstancias con que se da a conocer una
cosa, distinguiéndose de las demás”; “Modo de ser peculiar y
privativo de cada persona por ser cualidades morales”
“Cualidades que moralmente diferencian de otro un conjunto
de personas o todo un pueblo”; “Natural o genio”; “En las
Obras literarias y artísticas, aquella fuerza y originalidad de
intención y de estilo que las diferencia notablemente de lo
común y vulgar”. Como se ve, estas definiciones (incluso,1
1 Sin duda, la Academia toma esta palabra moral, en las presentes
definiciones, en su acepción más general de "conjunto de facultades del
espíritu, por contraposición a físico”. En todo caso, es la que yo le di
y creo que corresponde aquí.
58 RAFAEL ALTAMIRA
n
Diversidad interior
III
El i n d i v i d u a l i s m o español
1 . — In d iv id u a l is m o destructo r
2. I n d i v i d u a l i s m o c r e a d o r
Pero el individualismo no es sólo causa de defectos en
nuestra espiritualidad. Bien cierto es que apenas hay cosas en
el mundo que no tengan posible una aplicación buena para la
vida humana. En punto al individualismo, es de notar que
lo pensamos los españoles como dotados también de un sen
tido que se aparta mucho del tono común que guía las tres
acepciones de la Academia y que, no obstante, nos parece fac
tor de importancia en la interpretación práctica que le damos
f que algunos de los psicólogos extranjeros han percibido.
Para nosotros —y hablo a título de observador y no de adep
to —, individualismo quiere decir, a más de las cosas ya enu
meradas, lo que sustancialmente índica la palabra individua
lidad (“calidad de una persona o cosa por la cual se da a
conocer o se señala individualmente”) ; y, con esto se injerta,
como ya dije antes, en las familias lingüisticas a que perte
necen las de personalidad y originalidad, en sus correspon
dientes acepciones, que copio, del Diccio^iario de la Academia:
“Diferencia individual que constituye a cada persona y la dis
tingue de otras”; “Calidad de original”. Y entre las varias
que contiene la voz original, estas dos: “Dícese igualmente
de lo que en letras y artes [¿por qué no también en cien
cias?]... denota cierto carácter de novedad, fruto de la creación
espontánea”. Juntando todo lo de común que poseen las di
versas acepciones alegadas, al concepto de “individualismo”
alcanza la significación de lo que se llama el genio propio es
pañol que, singularmente estudiado en el orden de la litera
tura y de las artes plásticas, ha producido abundantes obras
genuinas que no se encuentran en otros pueblos, y ha engen
drado así el hecho, categóricamente declarado por historia
dores extranjeros, de que el espíritu español, aun en los casos
82 RAFAEL ALTAMIRA
IV
La facultad organizadora
V
La sobriedad de la vida española
VI
Tipo general de nuestra vida económica
VII
La asimilación y la origi c a l i d a d
VIII
La intuición española y sus consecuencias
IX
La falta de continuidad y de perseverancia 1
X
El sentido práctico y realista
XI
Libertad e inmanencia en el Derecho
X II
El intervencionismo en la vida económica
xm
La resolución del proceso étnico español
XIV
La unificación política
XV
La unidad política de toda■ la Península
XVI
XVII
El Estado y las libertades públicas
xvm
El tono democrático de la vida social española
XIX
El desprecio del dinero y la hospitalidad española
XX
La pobretería española
XXI
Laboriosidad del español
xxn
El patriotismo español
XXIII
¿Xenofobia o xenofilia?
larmente.
Los hechos de nuestra historia pasada y los de la actual,
acusan categóricamente, en nuestra psicología, la convivencia
de la xenofilia y la xenofobia. Respecto de la primera, he
aducido algunos de ellos en el número XXII. Pueden añadirse
otros, muy significativos, aun cuando aparentemente se pres
ten a una interpretación muy distinta. Tales son el repetido
llamamiento que hemos hecho, en siglos y estados de cultura
muy diferentes, a la ayuda extranjera para resolver problemas
más o menos graves de nuestra vida interior política. Un pue
blo que fuese sustancialmente xenofobo, no sería moralmente
capaz de esos llamamientos que deberían herir el orgullo o
amor propio de sus sentimientos nacionales con la implícita
confesión de que no puede por sí sólo resolver los que son, y
nada más, íntimos conflictos o crisis. La petición de ayuda
supone, no sólo esa inferioridad, sino la confiada creencia de
que el extranjero posee la fuerza de que carece el peticionario.
Cabe la pretensión de que la llamada se hace por amor a la
patria y produce un noble sacrificio del amor propio en aras
de su salvación; pero este argumento pierde toda su fuerza
ante el hecho evidente, por demostración histórica inatacable,
de que casi siempre (o siempre quizá, aunque sea otra la
apariencia exterior) el motivo no fué salvar a la patria, sino
a un partido político (dinástico, a veces) o vengarse de un
164 RAFAEL ALTAMIRA
XXIV
¿Es España un país guerrero?
XXV
La reacción ante el medio físico
XXVI
La mujer en la historia de España
X X V II
La importancia de la cultura
X X V III
Persistencia del tipo tradicional de vida
X X IX
XXX
Postdata
n
C a p ít u l o T e r c e r o
I
¿Violencia o persuasión?
La historia de un pueblo cualquiera —y por lo tanto, la
nuestra— no es más que su psicología en acción. Precisar
aquélla, es precisar ésta. Por ello podemos preguntarnos qué
218 RAFAEL ALTAMIRA
II
Religión, renacimiento, racionalismo
m
¿Senequismo, ascetismo o misticismo?
IV
La decadencia española
V
Intolerancia, tolerancia y libertad
VI
La envidia, pecado español
VII
La creencia en el '‘destino”
vm
Observaciones finales
I
Consideraciones generales
Considero la materia del presente capítulo como comple
mento de las expuestas en los tres que le preceden. Examinaré
separadamente los distintos aspectos que la integran.
Casi siempre que se habla de la civilización de un pueblo,
hay en el fondo de la pregunta que explícita o implícitamente
se Hace, un equívoco que procede de la complejidad del asunto
y que conviene aclarar. Esa pregunta puede, en efecto, com
prender tan sólo alguna o algunas de las cuestiones en ella
envuelta«, o comprenderlas todas; y como son muy diversas,
no cabe abrazarlas todas en una sola contestación. A mi ver,
pueden distinguirse estos dos grupos de cuestiones:
¿Cómo se ha civilizado el pueblo de referencia? ¿Hasta
dónde? ¿En qué forma? ¿Propia, o importada? Y si fuese
importada, ¿según qué modalidad de ésta?
¿Qué ha hecho ese pueblo por la civilización universal,
en cada época? Es decir, ¿en qué ha sido su acción conco
mitante con la de los demás pueblos contemporáneos y enla
zados con él? ¿En qué ha representado una dirección o acti
tud contrarias a las de éstos, o un SvHÍ)1(ao general divergente
del que caracterizó la corriente civilizadora en cada época?
Y si hubo divergencia ¿cuáles fueron su motivo y su intención?
Adviértase que en ambos grupos de preguntas domina un
RAFAEL ALTAMIRA
II
Direcciones generales de nuestra aportación civilizadora
ni
Resumen completo de las aportaciones de España
f\ >'■" ó
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d
lieo posible de alegar en
r
.es españolas. Otras hay
as respectivas f alias, y
deficiencias, podemos sumar a nuestra obra humana presento
y futura, aun en lo que tiene de más moderna, de más origina i
y característica de los tiempos actuales, a diferencia de los
pretéritos. Esas aportaciones a que ahora me refiero y con
cuya consideración quiero terminar este capítulo, pertenecen
a la especie de cualidades que interesan de modo especial al
comercio o, por mejor decir, a las actividades todas de la vida
económica. Brevemente, aludí ya a ellas en los números IV
y XXI del capítulo tercero.
Sabido es que la importancia económica de un país no se
mide tan sólo por las cifras, momentáneas y variables, de su
producción y comercio. Pueden ser éstas circunstanciales y
efímeras; en todo caso, dependen en gran parte de otros fac
tores. Tales son, principalmente, la potencia real de produc
ción que cada país posee por sus condiciones naturales y la
existencia o ausencia, en el pueblo que lo habita, de las cua
lidades personales que permiten establecer la necesaria ecua
ción entre el hombre y los medios, para utilizar así éstos en
la más amplia medida a beneficio propio y del resto de la
humanidad. No voy a discutir ahora las posibilidades produc
tivas del suelo y el clima españoles, puesto que están repe
tidamente reconocidas en recientes viajes de técnicos y hombres
de negocio europeos y americanos. Pero si quiero recordar mi
hecho relacionado con el factor ‘ hombre” y, por tanto, con
288 RAFAEL ALTAMIRA