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volumen 20 • número 3
julio-septiembre 2020
Cita recomendada:
Villarreal Villamar, María del Carmen; Castells-Quintana, David, (2020) “Más allá del covid-19”, Foreign Affairs
Latinoamérica, Vol. 20: Núm. 3, pp. 14-22. Disponible en: www.fal.itam.mx
Más allá del covid-19
Efectos y desafíos para Latinoamérica
María del Carmen Villarreal Villamar
y David Castells-Quintana
E
n la historia de la humanidad, las pandemias no son un fenómeno nuevo.
Las más letales han sido, en orden decreciente, la viruela, el sarampión, la
gripe de 1918 (conocida como “gripe española”), la peste negra y el sida.
Sin embargo, la pandemia de covid-19 ha resultado un fenómeno sin precedentes
por su alcance e impacto, pero sobre todo por las respuestas para enfrentarlo. ¿Qué
lo hace diferente de otras pandemias? ¿Cuáles son sus efectos en Latinoamérica?
En enero de 2020, el covid-19 fue declarado emergencia de salud global, el nivel
más alto de alerta de acuerdo con el Reglamento Sanitario Internacional. En marzo,
tras su rápida expansión y la multiplicación de contagios y muertes en Asia, Europa,
América y África, la Organización Mundial de la Salud (oms) decretó la primera
pandemia por coronavirus. A finales de abril de 2020, el Centro de Recursos para el
Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins informó que, oficialmente, había más
de 3 millones de personas contagiadas y más de 230 000 muertes confirmadas en el
mundo. Y más allá de los efectos en la salud, la pandemia tiene también consecuen-
cias socioeconómicas y políticas cuyo alcance aún desconocemos.
El covid-19 se presentó en un entorno internacional caracterizado por la globaliza-
ción, el libre comercio y el multilateralismo. Las actividades comerciales y laborales,
las relaciones entre países y el desplazamiento de personas que producen estos fenó-
menos han servido como telón de fondo para la propagación del virus y para compar-
tir los conocimientos adquiridos, pero también se han puesto en entredicho algunas
certezas.
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las lecciones que se pueden extraer de esta experiencia y algunos de los principales
desafíos que sobrevendrán a la pandemia.
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sector. Y con todo esto, una devaluación de las monedas acompañada de fuga de capi-
tales encarecerá la deuda y las importaciones.
Más allá de los efectos políticos y económicos, el covid-19 está dando lugar tam-
bién a un panorama social desolador. Latinoamérica es la región más desigual del
mundo y más del 30% de su población vive debajo de la línea de la pobreza, según
la cepal. A pesar de los avances sociales y económicos alcanzados a principios del
siglo xxi, es este el contexto estructural en el que debemos analizar las consecuen-
cias de la pandemia. En la región, la pobreza y la desigualdad son más evidentes en
los sectores rurales y periféricos de las grandes ciudades, en las poblaciones indíge-
nas, afrodescendientes y en las mujeres, lo que determina divisiones internas, baja
cohesión social y secuelas diferenciadas según la clase, etnia, género o lugar de resi-
dencia. Además, el neoliberalismo, primero de los regímenes militares del Cono
Sur y más tarde de las democracias seguidoras de las premisas del Consenso de
Washington, contribuyó a agravar la de por sí insuficiente presencia del Estado. La
desprotección social, la debilidad institucional y la falta de políticas públicas son la
norma en la región.
En tales condiciones, Latinoamérica no posee la capacidad de dar una buena res-
puesta sanitaria. Según la ops, la inversión promedio para el sector es del 3.8% del pib
regional, con las excepciones de Costa Rica, Cuba o Uruguay, que invierten más de
la meta regional en salud, es decir, más del 6%. En la gran mayoría de los Estados
de la región, los sistemas de salud son de tipo privado y muy desigual, pues amplios
segmentos pobres de la población no tienen acceso o tienen un acceso limitado. Como
explica Adolfo Martínez Valle para l21, los países latinoamericanos tienen bajos índi-
ces de seguridad en salud. Un caso extremo es Colombia, que tiene el peor índice
regional, equivalente a 44.2 en una escala de 0 a 100. Sin embargo, en la actual coyun-
tura, los casos de Cuba y Venezuela son aún más preocupantes debido a las sanciones
económicas y comerciales que enfrentan.
La pandemia exacerba las desigualdades sociales, la pobreza y la exclusión de las
sociedades latinoamericanas, al paso que la escasa cohesión social, la falta de capaci-
dad de los Estados nacionales e infraestructuras deficientes agravan cualquier crisis,
en un círculo vicioso y peligroso en tiempos inestables como el actual. Se prevé que
la pandemia y sus efectos aumenten los conflictos sociales y políticos. Sin embargo,
el impacto socioeconómico de la crisis se profundiza si consideramos los efectos de
la pandemia sobre el empleo. La Organización Internacional del Trabajo estima que
hasta 14 millones de puestos de trabajo formales se perderán en la región. Pero el pro-
blema laboral en Latinoamérica se amplifica debido a la alta informalidad, que ronda
el 50% del empleo total. En consecuencia, millones de trabajadores informales, lo
mismo vendedores ambulantes que limpiadores o rebuscadores, de por sí con ingre-
sos bajos y casi sin redes de seguridad, están viendo desaparecer su fuente principal
de ingresos y sufrirán graves consecuencias.
Sin alternativas laborales y sin políticas públicas adecuadas, el crimen organizado
y los grupos armados podrían fortalecerse y acrecentar los problemas de seguridad
pública. En países como Brasil, por ejemplo, la gestión de la pandemia hizo que las
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pero no los han detenido completamente, sino que han obligado a los migrantes,
en particular de Centroamérica, a buscar rutas alternativas e irregulares, lo que
aumenta su vulnerabilidad y los peligros a los que se exponen. Durante la pan-
demia, la situación es más grave para los migrantes en tránsito en las estaciones
migratorias y centros de detención de países como México, así como para los indo-
cumentados en movilidad humana, quienes se encuentran desprotegidos por tra-
bajar sobre todo en el sector informal, y no pueden utilizar los servicios médicos
locales, carecen de redes de apoyo, enfrentan problemas de acceso a la información
o son excluidos de las ayudas sociales para los nacionales. Un ejemplo relevante de
la desprotección de los migrantes y los refugiados es el caso de la población vene-
zolana sin recursos y desalojada de sus viviendas en países como Colombia y Perú.
Esta población ha emprendido el retorno a Venezuela sin asistencia sanitaria y
en condiciones de extrema vulnerabilidad. Los migrantes están sujetos también a
deportaciones y expulsiones, así como a crecientes formas de estigmatización, dis-
criminación y xenofobia. Además, la crisis mundial determinará una fuerte caída de
las remesas, lo que repercutirá en la pobreza y en el nivel de vida de las familias
de los migrantes. La cepal prevé una contracción de entre el 10% y el 15% de este
rubro, con graves efectos en los países más dependientes, como Haití y los Estados
del Triángulo Norte de Centroamérica.
Más allá de las especificidades de cada grupo, los sectores más vulnerables de la
población latinoamericana no solo están desprotegidos social y económicamente, sino
que tampoco tienen acceso a la salud y, cuando lo tienen, la atención no suele ser de
calidad y mucho menos comparable a la que reciben los miembros de las clases socia-
les altas. Por la falta generalizada de pruebas de covid-19 y la precaria infraestructura
sanitaria, hay en la región un amplio subregistro de casos de contagio y muertes que
disminuye artificialmente los impactos de la enfermedad. Como resultado, la pan-
demia de covid-19 afecta con mayor fuerza a las poblaciones más pobres y tradicio-
nalmente excluidas y deja en evidencia los problemas estructurales y las desiguales
capacidades de respuesta de los Estados latinoamericanos.
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Al igual que Estados Unidos y los países de la Unión Europea, los Estados latino-
americanos requieren ambiciosos planes de recuperación económica. En este pro-
ceso, organismos financieros internacionales y bancos de desarrollo regionales, como
el Banco de Desarrollo de América Latina, pueden ejercer un papel central, mediante
créditos y cooperación técnica que complementen las medidas aplicadas por los
gobiernos. Más allá de la coyuntura, se deben retomar proyectos nacionales de des-
arrollo que, con políticas públicas y medidas de protección social, sean capaces de
garantizar una vida digna para las mayorías. Para ello, es imperativo promover refor-
mas fiscales que refuercen las arcas públicas, mejoren la redistribución y permitan
renegociaciones de deudas. Según el Latinobarómetro de 2018, el apoyo a la demo-
cracia alcanza solo el 48% de la población y hay una desconfianza generalizada hacia la
política y las instituciones, de modo que es necesario que el retorno del Estado impli-
que más Estado social y no se traduzca en más represión, vigilancia y control, que
luego debilitarían a los regímenes democráticos.
Por otra parte, si hay algo que ha demostrado la pandemia es la importancia de
la salud como un derecho humano y un bien público, lo mismo que la necesidad
de garantizar el acceso universal a la atención sanitaria, sin distinciones de clase,
nacionalidad o estatus migratorio. En Latinoamérica, el replanteamiento del modelo
sanitario es urgente. De acuerdo con la Estrategia Regional y Plan de Acción sobre
las Enfermedades Crónicas de la ops, esto implica que los países de la región garan-
ticen una inversión de más del 6% de su pib, sin menoscabo de la inversión en otros
campos, como la educación o la seguridad social. Un reto central es revalorar y elevar
la inversión en los sectores de ciencia y tecnología, además de reforzar la autonomía
productiva de sectores estratégicos, como el de la salud. La llegada del covid-19 y la
disputa internacional por los materiales sanitarios han revelado que no basta abogar
por transformar las leyes de producción intelectual o apelar al retiro de las patentes
sobre medicamentos, sino que es necesario dotarse de parques industriales autóno-
mos, capaces de producir los insumos que se requieren en la región.
La pandemia también ha evidenciado que la crisis no es solamente sanitaria, sino
multidimensional: se trata también de una crisis económica, política, social, ambiental
y ética vinculada a nuestro modo de producción y consumo, así como a sus secuelas en
fenómenos como el cambio climático. Maristella Svampa, socióloga y profesora de la
Universidad Nacional de La Plata, sostiene que los países de la región pueden extraer
valiosas enseñanzas para repensar por completo su modelo de desarrollo y superar el
carácter extractivista, primario y antiecológico de sus economías. Al mismo tiempo,
en pleno proceso de reorganización y deslocalización económica, la fase posterior a la
pandemia puede ser una oportunidad para que los países latinoamericanos disminu-
yan su dependencia de las manufacturas importadas y opten por procesos de produc-
ción y comercio de carácter más regional.
La pandemia también puso sobre la mesa la necesidad de mostrar más transpa-
rencia en la distribución de la riqueza, los privilegios de las minorías y los problemas
como la evasión fiscal y la corrupción. La crisis obliga a observar de cerca otras tra-
gedias presentes en la “normalidad” de nuestra región. El hambre, la pobreza y las
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desigualdades con las que convivimos diariamente se han intensificado y exigen nue-
vos pactos sociales con otras formas de redistribución de la riqueza y mayor justicia
social. Estas transformaciones son retos irrenunciables, sobre todo si pensamos que
2019 fue un año de amplias movilizaciones en la región y que, en la medida en
que aumenten la pobreza, la miseria y la falta de trabajo, se multiplicarán los con-
flictos y los estallidos sociales, lo que puede dar lugar a nuevas regresiones autori-
tarias, así como a nuevas amenazas a la paz y a la seguridad regional. El covid-19 ha
sacado a relucir la importancia de los cuidados y la asistencia, así como del papel cen-
tral que desempeñan las mujeres, generalmente sin reconocimiento ni protección
social. Mejorar la justicia social requiere adoptar un enfoque de género que supere las
inequidades y la violencia que viven las latinoamericanas.
En un contexto de interdependencia global, la pandemia también ha demostrado
que, a pesar de estar en crisis, la cooperación y el multilateralismo funcionan, y que
opciones individualistas que abogan por medidas unilaterales son ineficaces y contra-
producentes. No es la primera ni será la última pandemia que enfrente Latinoamérica,
así que los países de la región pueden responder mejor de forma coordinada, dise-
ñando estrategias colectivas y solidarias que valoricen tanto las experiencias como
los espacios y mecanismos de cooperación. Los avances que fueron alcanzados en el
ámbito de la salud en espacios como el Consejo Suramericano de Salud de la Unión
de Naciones Suramericanas, merecerían ser debidamente reconocidos e integrados en
una estrategia de cooperación de largo plazo. Las perspectivas críticas sobre el modelo
de salud hegemónico y la necesidad de impulsar procesos de soberanía sanitaria y ali-
mentaria que propugnan desde hace décadas movimientos, organizaciones sociales y
académicos deberían también ser valoradas como alternativas regionales necesarias.
En relación con las transformaciones tecnológicas y la virtualización de las rela-
ciones sociales y económicas, los desafíos que la región deberá enfrentar al terminar
la pandemia también son enormes. La automatización de los procesos de produc-
ción amenaza los empleos de millones de personas y puede precarizar aún más la
vida de los trabajadores. Entre tanto, la virtualización de la educación puede ampliar
las desigualdades y las brechas educativas y tecnológicas, especialmente en las zonas
rurales y sectores populares de las grandes ciudades. ¿Optarán los líderes políticos
por enfrentar con decisión la tragedia que viven los latinoamericanos, y en especial
los más necesitados, o se concentrarán en preservar sus intereses políticos o en salvar los
intereses económicos de unos pocos? La historia, por desgracia, nos da pistas sobre la
posible respuesta. Esperemos que esta vez sea diferente.
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