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LAT I NOAMÉ R I CA

volumen 20 • número 3
julio-septiembre 2020

Más allá del covid-19

Cita recomendada:
Villarreal Villamar, María del Carmen; Castells-Quintana, David, (2020) “Más allá del covid-19”, Foreign Affairs
Latinoamérica, Vol. 20: Núm. 3, pp. 14-22. Disponible en: www.fal.itam.mx
Más allá del covid-19
Efectos y desafíos para Latinoamérica
María del Carmen Villarreal Villamar
y David Castells-Quintana

E
n la historia de la humanidad, las pandemias no son un fenómeno nuevo.
Las más letales han sido, en orden decreciente, la viruela, el sarampión, la
gripe de 1918 (conocida como “gripe española”), la peste negra y el sida.
Sin embargo, la pandemia de covid-19 ha resultado un fenómeno sin precedentes
por su alcance e impacto, pero sobre todo por las respuestas para enfrentarlo. ¿Qué
lo hace diferente de otras pandemias? ¿Cuáles son sus efectos en Latinoamérica?
En enero de 2020, el covid-19 fue declarado emergencia de salud global, el nivel
más alto de alerta de acuerdo con el Reglamento Sanitario Internacional. En marzo,
tras su rápida expansión y la multiplicación de contagios y muertes en Asia, Europa,
América y África, la Organización Mundial de la Salud (oms) decretó la primera
pandemia por coronavirus. A finales de abril de 2020, el Centro de Recursos para el
Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins informó que, oficialmente, había más
de 3 millones de personas contagiadas y más de 230 000 muertes confirmadas en el
mundo. Y más allá de los efectos en la salud, la pandemia tiene también consecuen-
cias socioeconómicas y políticas cuyo alcance aún desconocemos.
El covid-19 se presentó en un entorno internacional caracterizado por la globaliza-
ción, el libre comercio y el multilateralismo. Las actividades comerciales y laborales,
las relaciones entre países y el desplazamiento de personas que producen estos fenó-
menos han servido como telón de fondo para la propagación del virus y para compar-
tir los conocimientos adquiridos, pero también se han puesto en entredicho algunas
certezas.

MARÍA DEL CARMEN VILLARREAL VILLAMAR es doctora en Ciencia Política y maes-


tra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Complutense de Madrid. Es profesora
del Programa de Posgrado en Ciencia Política de la Universidade Federal do Estado do Rio de
Janeiro (unirio) e investigadora del Grisul-LatitudeSul. DAVID CASTELLS-QUINTANA es
doctor en Economía por la Universitat de Barcelona y maestro en Desarrollo por el Barcelona
Centre for International Affairs (cidob). Es profesor en el Departamento de Economía Apli-
cada de la Universitat Autònoma de Barcelona (uab). Ambos son colaboradores permanen-
tes del portal Latinoamérica21 (l21), dedicado a analizar temas de coyuntura socioeconó-
mica y política en Latinoamérica. Sígalo en Twitter en @decastells y @Latinoamerica21.

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En efecto, los avances científicos, las nuevas tecnologías, la cooperación multi-


lateral y el papel de organismos internacionales, como la oms, han permitido saber
que el covid-19 implica mayores riesgos para determinados grupos de la población
(ancianos, personas con problemas respiratorios, etc.), pero puede contagiar a todos
sin distinciones. Se trata de un virus muy contagioso para el que no existe inmuni-
dad ni vacuna, y cuya velocidad de difusión satura rápidamente las estructuras sanita-
rias, así como las sociales y económicas. Ante estos hechos, hemos asistido al retorno
del protagonismo de los Estados. En diversos grados, las medidas adoptadas por los
gobiernos afectados incluyen el distanciamiento social y el decreto de cuarentenas, el
cierre de fronteras y la paralización de actividades productivas no esenciales. Como
corolario, más de 3000 millones de personas han sido obligadas a permanecer en sus
casas y se calcula que la economía mundial tendrá los peores resultados desde la Gran
Depresión.
Los efectos económicos, políticos y sociales de este fenómeno son inéditos y se
acentúan por el escenario mundial en el que se registran. El covid-19 surgió en el
contexto posterior a la crisis económica de 2008, que se caracteriza por disputas geo-
políticas y una guerra comercial entre las dos mayores economías mundiales: China
y Estados Unidos. Ambas superpotencias han agudizado sus tensiones y libran una
batalla retórica que incluye el cruce de acusaciones sobre el origen del virus, ade-
más de la lucha por el liderazgo mundial. China practica una “diplomacia del coro-
navirus” o “diplomacia de las mascarillas”, es decir, envía personal médico y material
sanitario para que los países más afectados enfrenten la crisis. Por su parte, Estados
Unidos, al margen de crear algunos fondos de emergencia humanitaria y asistencia
médica, ha cuestionado el papel de la oms. Tales cuestionamientos, así como las “sen-
tidas disculpas” ofrecidas por la Unión Europea por la falta de respuestas y solidari-
dad con países como Italia, son síntomas de la profunda crisis del multilateralismo.
Asimismo, la ausencia de líderes que coordinen medidas comunes, la competencia por
recursos y la formulación de respuestas nacionales a la pandemia pueden dar lugar a
la proliferación de extremismos y nacionalismos. La pandemia del coronavirus está
mostrando también otros problemas de nuestro tiempo, como las profundas desigual-
dades internacionales y las capacidades diferentes de los Estados para enfrentar la cri-
sis. Además, factores como el miedo, la desconfianza, el uso reiterado de una retórica
de tono belicista, así como las medidas restrictivas y de vigilancia impuestas por los
gobiernos pueden favorecer el avance de autoritarismos que atenten contra la demo-
cracia y restrinjan los derechos de los ciudadanos.
Los vínculos del covid-19 con el modelo de producción capitalista y fenómenos
como el cambio climático han puesto también en evidencia el carácter multidimen-
sional de esta crisis que no es solo sanitaria, sino también económica, política, social,
ambiental y ética. Ante la certeza de que el mundo no será el mismo después del coro-
navirus, estudiosos de todos los campos intentan comprender el fenómeno, conside-
rado la “guerra de nuestro tiempo”, y ofrecer explicaciones de distinta naturaleza que
imaginan un mundo mejor o peor. En este contexto, es primordial reflexionar sobre la
realidad latinoamericana, y analizar los efectos de la pandemia en la región, así como

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las lecciones que se pueden extraer de esta experiencia y algunos de los principales
desafíos que sobrevendrán a la pandemia.

LATINOAMÉRICA ANTE LA PANDEMIA


El primer caso de covid-19 en Latinoamérica se registró en Brasil el 26 de febrero
de 2020, mientras que la primera muerte ocurrió en Argentina el 7 de marzo. A
finales de abril, la mayor parte de la región se encontraba en la fase de transmi-
sión comunitaria de la pandemia, con más de 200 000 infectados y más de 10 000
muertes. Al margen de las cifras, la pandemia ha traído consecuencias dramáticas,
como en Ecuador, con el colapso del sistema sanitario y funerario de Guayaquil.
Sin embargo, el escenario regional es diversificado en varios sentidos. Si bien la
mayor parte de los gobiernos de la región, salvo Nicaragua, ha seguido las reco-
mendaciones de la oms, ha decretado el estado de emergencia y ha impuesto reglas
como el distanciamiento social, la suspensión de actividades no esenciales y el cie-
rre de fronteras, la adhesión a estas medidas no ha estado exenta de conflictos. En
México, pese a que la oms elogió la adopción de medidas preventivas, el presidente
Andrés Manuel López Obrador minimizó en un primer momento la gravedad de la
situación y decretó la emergencia sanitaria apenas a finales de marzo de 2020, tras el
avance de la pandemia y por las fuertes críticas de la oposición. Por otro lado,
el Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuestionó las medidas de excepción decre-
tadas por las autoridades locales y ha descalificado reiteradamente la gravedad del
coronavirus, al tiempo que participa en manifestaciones y realiza llamados públicos
a romper la cuarentena en nombre de la economía. Las posiciones de ambos man-
datarios han generado disputas internas con las autoridades locales y otros efectos
políticos como, por ejemplo, la ruptura con una parte de sus bases de apoyo o la
división de la opinión pública, también estimulada por la diseminación de noticias
falsas en las redes sociales. En Chile, en un contexto muy polarizado, el gobierno
trasladó a octubre de 2020 el plebiscito nacional para iniciar un proceso constitu-
yente, inicialmente previsto para abril de 2020. Entre tanto, Bolivia aplazó las elec-
ciones presidenciales previstas para mayo, luego de la repentina renuncia y salida
del país de Evo Morales en noviembre de 2019.
Las relativamente recientes y aún frágiles democracias latinoamericanas tampoco
están libres de las amenazas que la pandemia supone para este sistema. En medio
de la expansión del coronavirus, países como Bolivia, Chile, Ecuador y El Salvador
adoptaron la retórica belicista en uso y aprobaron estados de excepción o medidas
que suspenden temporalmente la protección constitucional de algunos derechos fun-
damentales. Organizaciones internacionales de derechos humanos, como Human
Rights Watch, han denunciado la violación de libertades y garantías constitucionales.
Al mismo tiempo, países como Perú o Ecuador optaron por la militarización de la res-
puesta al covid-19, y establecieron políticas de control y vigilancia por geolocalización.
Si bien algunas de estas medidas se entienden en el contexto excepcional de la pan-
demia, su continuidad supone serias amenazas a la vigencia del Estado de derecho.

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En términos regionales, la discrepancia de visiones frente a la pandemia y la cri-


sis del multilateralismo latinoamericano, acentuada desde 2016, han impedido el
diseño de una estrategia conjunta. No obstante, ha habido esfuerzos notables, como
los realizados por la Organización Panamericana de la Salud (ops), que diseñó
una estrategia de respuesta y un fondo que recibe donaciones; el Mercado Común
del Sur, que asignó 6 millones de dólares de su fondo de desarrollo para la ini-
ciativa de lucha contra el covid-19 en los cuatro países del bloque, o la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, que adoptó la Resolución 01/20 Pandemia y
Derechos Humanos en las Américas. Además, otras organizaciones internacionales
y espacios de integración regional, con cooperación específica en el área de la salud,
han promovido reuniones virtuales, redes de expertos y declaraciones conjuntas
que han permitido la creación de observato-
rios regionales sobre el covid-19 y el intercam-
bio de experiencias. Es el caso, por ejemplo, de La discrepancia de visiones
la Comisión Económica para América Latina frente a la pandemia y la
y el Caribe (cepal), la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, el Foro para el crisis del multilateralismo
Progreso de América del Sur y la Comunidad latinoamericano han
Andina.
Pese a los avances, la falta de una estrate- impedido el diseño de una
gia regional ha sido evidente, especialmente estrategia regional conjunta.
en el ámbito comercial. En un momento de
disputa universal por los materiales médicos y
sanitarios, los países de la región no han podido organizarse para realizar compras
conjuntas. Por la falta de líderes regionales, la descoordinación de los organismos
latinoamericanos y la ausencia de Estados Unidos, todos los países han recurrido por
separado a China, la cual, ejerciendo la diplomacia del coronavirus, incrementa su
poder blando en la región.
Desde el punto de vista de la economía, ya es claro que la crisis causada por el
coronavirus será la peor desde la Gran Depresión de 1929. Según las estimaciones
del Fondo Monetario Internacional (fmi), el pib mundial caerá alrededor de un
3% en 2020. Y en un mundo globalizado, económica y viralmente, Latinoamérica
no escapará. De hecho, las previsiones para la región son peores: una caída del 5%
según el fmi.
Varios son los factores de esta caída en Latinoamérica, como se explica en el
Informe Especial Covid-19 de la cepal. En primer lugar, el freno de la produc-
ción como consecuencia del confinamiento y la interrupción de las cadenas globales
de valor, más diversos factores internacionales, como el desplome de los principa-
les socios comerciales, China y Estados Unidos. También, el derrumbe del precio
del petróleo y otras materias primas, que son de las principales fuentes de divisas de
la región y que afectará principalmente a países exportadores como Argentina, Chile,
Colombia, Ecuador y Venezuela. La disminución del turismo perjudicará a todo
el subcontinente, pero en particular a los países del Caribe, muy dependientes del

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sector. Y con todo esto, una devaluación de las monedas acompañada de fuga de capi-
tales encarecerá la deuda y las importaciones.
Más allá de los efectos políticos y económicos, el covid-19 está dando lugar tam-
bién a un panorama social desolador. Latinoamérica es la región más desigual del
mundo y más del 30% de su población vive debajo de la línea de la pobreza, según
la cepal. A pesar de los avances sociales y económicos alcanzados a principios del
siglo xxi, es este el contexto estructural en el que debemos analizar las consecuen-
cias de la pandemia. En la región, la pobreza y la desigualdad son más evidentes en
los sectores rurales y periféricos de las grandes ciudades, en las poblaciones indíge-
nas, afrodescendientes y en las mujeres, lo que determina divisiones internas, baja
cohesión social y secuelas diferenciadas según la clase, etnia, género o lugar de resi-
dencia. Además, el neoliberalismo, primero de los regímenes militares del Cono
Sur y más tarde de las democracias seguidoras de las premisas del Consenso de
Washington, contribuyó a agravar la de por sí insuficiente presencia del Estado. La
desprotección social, la debilidad institucional y la falta de políticas públicas son la
norma en la región.
En tales condiciones, Latinoamérica no posee la capacidad de dar una buena res-
puesta sanitaria. Según la ops, la inversión promedio para el sector es del 3.8% del pib
regional, con las excepciones de Costa Rica, Cuba o Uruguay, que invierten más de
la meta regional en salud, es decir, más del 6%. En la gran mayoría de los Estados
de la región, los sistemas de salud son de tipo privado y muy desigual, pues amplios
segmentos pobres de la población no tienen acceso o tienen un acceso limitado. Como
explica Adolfo Martínez Valle para l21, los países latinoamericanos tienen bajos índi-
ces de seguridad en salud. Un caso extremo es Colombia, que tiene el peor índice
regional, equivalente a 44.2 en una escala de 0 a 100. Sin embargo, en la actual coyun-
tura, los casos de Cuba y Venezuela son aún más preocupantes debido a las sanciones
económicas y comerciales que enfrentan.
La pandemia exacerba las desigualdades sociales, la pobreza y la exclusión de las
sociedades latinoamericanas, al paso que la escasa cohesión social, la falta de capaci-
dad de los Estados nacionales e infraestructuras deficientes agravan cualquier crisis,
en un círculo vicioso y peligroso en tiempos inestables como el actual. Se prevé que
la pandemia y sus efectos aumenten los conflictos sociales y políticos. Sin embargo,
el impacto socioeconómico de la crisis se profundiza si consideramos los efectos de
la pandemia sobre el empleo. La Organización Internacional del Trabajo estima que
hasta 14 millones de puestos de trabajo formales se perderán en la región. Pero el pro-
blema laboral en Latinoamérica se amplifica debido a la alta informalidad, que ronda
el 50% del empleo total. En consecuencia, millones de trabajadores informales, lo
mismo vendedores ambulantes que limpiadores o rebuscadores, de por sí con ingre-
sos bajos y casi sin redes de seguridad, están viendo desaparecer su fuente principal
de ingresos y sufrirán graves consecuencias.
Sin alternativas laborales y sin políticas públicas adecuadas, el crimen organizado
y los grupos armados podrían fortalecerse y acrecentar los problemas de seguridad
pública. En países como Brasil, por ejemplo, la gestión de la pandemia hizo que las

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autoridades de salud dialogaran con grupos de narcotraficantes y milicias, recono-


ciendo implícitamente que controlan porciones del territorio estatal. Además, mien-
tras que los enfrentamientos por recursos y territorios aumentan, en México grupos
como el Cártel Jalisco Nueva Generación o el Cártel del Golfo han intentado refor-
zar su papel durante la pandemia y han buscado el apoyo de la población mediante la
distribución de alimentos y bienes de primera necesidad. Igualmente, la pandemia y
las restricciones presupuestarias que impone podrían comprometer aún más la eje-
cución del acuerdo de paz en Colombia, en difi-
cultades por el rezago en el cumplimiento de
sus promesas o el asesinato de líderes sociales y Se prevé que la pandemia
excombatientes, que no han cesado ni siquiera
durante la pandemia.
y sus efectos aumenten los
Debido a las desigualdades socioeconómicas conflictos sociales y políticos
y la urbanización de la región, los contagios y de la región.
las secuelas del coronavirus son mucho mayores
entre los sectores populares, sobre todo entre
los millones de personas que viven en los suburbios marginados (favelas, villas mise-
rias, barriadas) de las principales ciudades de la región como Buenos Aires, Ciudad de
México y São Paulo. Estas poblaciones no pueden darse el lujo de “quedarse en casa”,
porque no tienen recursos para ellos ni para sus familias. Las respuestas y la ayuda
de urgencia ofrecidas por los gobiernos han sido insuficientes. Aunque hay redes de
solidaridad y el papel de los movimientos y las organizaciones sociales es fundamen-
tal para la seguridad alimentaria, el hambre en los sectores populares es cada vez más
visible. En Bogotá, los habitantes han llegado a exhibir trapos rojos para denunciar
este flagelo durante la pandemia.
Si bien hay diversos grupos sumamente vulnerables a la pandemia (trabajadores
informales, adultos mayores, población sin hogar, pueblos indígenas, niños y otros) y
cada uno presenta especificidades, destacamos en particular la situación de las muje-
res y de los migrantes y sus familias. En el caso de las mujeres, a la vulnerabilidad que
enfrentan por trabajar principalmente en el sector informal y estar excluidas de los
esquemas de protección social, se suman también adversidades como la sobrecarga
de trabajo, la violencia de género y los feminicidios exacerbados durante la pande-
mia. Las latinoamericanas realizan tareas esenciales para el mantenimiento de la vida
y cada día dedican al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados el triple del
tiempo que dedican los hombres. Durante la pandemia estas desigualdades de género
se han agudizado, sobre todo en los hogares con menores ingresos y mayores deman-
das de cuidados. Además, según la Entidad de la Organización de las Naciones Unidas
para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, en países como Brasil,
Colombia y México, con la pandemia se ha registrado un aumento de más del 50%
de denuncias de violencia familiar, así como un incremento significativo del núme-
ro de denuncias de violaciones y feminicidios.
Por otro lado, el cierre de las fronteras nacionales o la militarización y el refuerzo
de los controles migratorios han reducido de forma radical los desplazamientos,

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pero no los han detenido completamente, sino que han obligado a los migrantes,
en particular de Centroamérica, a buscar rutas alternativas e irregulares, lo que
aumenta su vulnerabilidad y los peligros a los que se exponen. Durante la pan-
demia, la situación es más grave para los migrantes en tránsito en las estaciones
migratorias y centros de detención de países como México, así como para los indo-
cumentados en movilidad humana, quienes se encuentran desprotegidos por tra-
bajar sobre todo en el sector informal, y no pueden utilizar los servicios médicos
locales, carecen de redes de apoyo, enfrentan problemas de acceso a la información
o son excluidos de las ayudas sociales para los nacionales. Un ejemplo relevante de
la desprotección de los migrantes y los refugiados es el caso de la población vene-
zolana sin recursos y desalojada de sus viviendas en países como Colombia y Perú.
Esta población ha emprendido el retorno a Venezuela sin asistencia sanitaria y
en condiciones de extrema vulnerabilidad. Los migrantes están sujetos también a
deportaciones y expulsiones, así como a crecientes formas de estigmatización, dis-
criminación y xenofobia. Además, la crisis mundial determinará una fuerte caída de
las remesas, lo que repercutirá en la pobreza y en el nivel de vida de las familias
de los migrantes. La cepal prevé una contracción de entre el 10% y el 15% de este
rubro, con graves efectos en los países más dependientes, como Haití y los Estados
del Triángulo Norte de Centroamérica.
Más allá de las especificidades de cada grupo, los sectores más vulnerables de la
población latinoamericana no solo están desprotegidos social y económicamente, sino
que tampoco tienen acceso a la salud y, cuando lo tienen, la atención no suele ser de
calidad y mucho menos comparable a la que reciben los miembros de las clases socia-
les altas. Por la falta generalizada de pruebas de covid-19 y la precaria infraestructura
sanitaria, hay en la región un amplio subregistro de casos de contagio y muertes que
disminuye artificialmente los impactos de la enfermedad. Como resultado, la pan-
demia de covid-19 afecta con mayor fuerza a las poblaciones más pobres y tradicio-
nalmente excluidas y deja en evidencia los problemas estructurales y las desiguales
capacidades de respuesta de los Estados latinoamericanos.

LECCIONES Y RETOS DESPUÉS DEL CORONAVIRUS


Pese a que la crisis actual se caracteriza por un alto grado de incertidumbre, una de las
lecciones más importantes es que no estamos preparados para enfrentar pandemias
y que necesitamos tomar más en serio las amenazas y los desafíos que representan.
La falta de preparación no se deriva de la escasez de conocimientos o tecnología, sino
sobre todo, de la forma de organización de nuestras sociedades, así como de la falta
de voluntad política. La primacía y la fe ciega en el mercado, el retroceso del Estado,
el equilibrio de las cuentas fiscales, la privatización y la desregulación han sido insufi-
cientes para tener sociedades más justas y equitativas, además de que son muy inefi-
caces frente a fenómenos como las pandemias. En consecuencia, para hacer frente a
los múltiples desafíos planteados por el covid-19, así como otros desafíos comunes, los
países de Latinoamérica deben fortalecer el papel de los Estados nacionales.

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Al igual que Estados Unidos y los países de la Unión Europea, los Estados latino-
americanos requieren ambiciosos planes de recuperación económica. En este pro-
ceso, organismos financieros internacionales y bancos de desarrollo regionales, como
el Banco de Desarrollo de América Latina, pueden ejercer un papel central, mediante
créditos y cooperación técnica que complementen las medidas aplicadas por los
gobiernos. Más allá de la coyuntura, se deben retomar proyectos nacionales de des-
arrollo que, con políticas públicas y medidas de protección social, sean capaces de
garantizar una vida digna para las mayorías. Para ello, es imperativo promover refor-
mas fiscales que refuercen las arcas públicas, mejoren la redistribución y permitan
renegociaciones de deudas. Según el Latinobarómetro de 2018, el apoyo a la demo-
cracia alcanza solo el 48% de la población y hay una desconfianza generalizada hacia la
política y las instituciones, de modo que es necesario que el retorno del Estado impli-
que más Estado social y no se traduzca en más represión, vigilancia y control, que
luego debilitarían a los regímenes democráticos.
Por otra parte, si hay algo que ha demostrado la pandemia es la importancia de
la salud como un derecho humano y un bien público, lo mismo que la necesidad
de garantizar el acceso universal a la atención sanitaria, sin distinciones de clase,
nacionalidad o estatus migratorio. En Latinoamérica, el replanteamiento del modelo
sanitario es urgente. De acuerdo con la Estrategia Regional y Plan de Acción sobre
las Enfermedades Crónicas de la ops, esto implica que los países de la región garan-
ticen una inversión de más del 6% de su pib, sin menoscabo de la inversión en otros
campos, como la educación o la seguridad social. Un reto central es revalorar y elevar
la inversión en los sectores de ciencia y tecnología, además de reforzar la autonomía
productiva de sectores estratégicos, como el de la salud. La llegada del covid-19 y la
disputa internacional por los materiales sanitarios han revelado que no basta abogar
por transformar las leyes de producción intelectual o apelar al retiro de las patentes
sobre medicamentos, sino que es necesario dotarse de parques industriales autóno-
mos, capaces de producir los insumos que se requieren en la región.
La pandemia también ha evidenciado que la crisis no es solamente sanitaria, sino
multidimensional: se trata también de una crisis económica, política, social, ambiental
y ética vinculada a nuestro modo de producción y consumo, así como a sus secuelas en
fenómenos como el cambio climático. Maristella Svampa, socióloga y profesora de la
Universidad Nacional de La Plata, sostiene que los países de la región pueden extraer
valiosas enseñanzas para repensar por completo su modelo de desarrollo y superar el
carácter extractivista, primario y antiecológico de sus economías. Al mismo tiempo,
en pleno proceso de reorganización y deslocalización económica, la fase posterior a la
pandemia puede ser una oportunidad para que los países latinoamericanos disminu-
yan su dependencia de las manufacturas importadas y opten por procesos de produc-
ción y comercio de carácter más regional.
La pandemia también puso sobre la mesa la necesidad de mostrar más transpa-
rencia en la distribución de la riqueza, los privilegios de las minorías y los problemas
como la evasión fiscal y la corrupción. La crisis obliga a observar de cerca otras tra-
gedias presentes en la “normalidad” de nuestra región. El hambre, la pobreza y las

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desigualdades con las que convivimos diariamente se han intensificado y exigen nue-
vos pactos sociales con otras formas de redistribución de la riqueza y mayor justicia
social. Estas transformaciones son retos irrenunciables, sobre todo si pensamos que
2019 fue un año de amplias movilizaciones en la región y que, en la medida en
que aumenten la pobreza, la miseria y la falta de trabajo, se multiplicarán los con-
flictos y los estallidos sociales, lo que puede dar lugar a nuevas regresiones autori-
tarias, así como a nuevas amenazas a la paz y a la seguridad regional. El covid-19 ha
sacado a relucir la importancia de los cuidados y la asistencia, así como del papel cen-
tral que desempeñan las mujeres, generalmente sin reconocimiento ni protección
social. Mejorar la justicia social requiere adoptar un enfoque de género que supere las
inequidades y la violencia que viven las latinoamericanas.
En un contexto de interdependencia global, la pandemia también ha demostrado
que, a pesar de estar en crisis, la cooperación y el multilateralismo funcionan, y que
opciones individualistas que abogan por medidas unilaterales son ineficaces y contra-
producentes. No es la primera ni será la última pandemia que enfrente Latinoamérica,
así que los países de la región pueden responder mejor de forma coordinada, dise-
ñando estrategias colectivas y solidarias que valoricen tanto las experiencias como
los espacios y mecanismos de cooperación. Los avances que fueron alcanzados en el
ámbito de la salud en espacios como el Consejo Suramericano de Salud de la Unión
de Naciones Suramericanas, merecerían ser debidamente reconocidos e integrados en
una estrategia de cooperación de largo plazo. Las perspectivas críticas sobre el modelo
de salud hegemónico y la necesidad de impulsar procesos de soberanía sanitaria y ali-
mentaria que propugnan desde hace décadas movimientos, organizaciones sociales y
académicos deberían también ser valoradas como alternativas regionales necesarias.
En relación con las transformaciones tecnológicas y la virtualización de las rela-
ciones sociales y económicas, los desafíos que la región deberá enfrentar al terminar
la pandemia también son enormes. La automatización de los procesos de produc-
ción amenaza los empleos de millones de personas y puede precarizar aún más la
vida de los trabajadores. Entre tanto, la virtualización de la educación puede ampliar
las desigualdades y las brechas educativas y tecnológicas, especialmente en las zonas
rurales y sectores populares de las grandes ciudades. ¿Optarán los líderes políticos
por enfrentar con decisión la tragedia que viven los latinoamericanos, y en especial
los más necesitados, o se concentrarán en preservar sus intereses políticos o en salvar los
intereses económicos de unos pocos? La historia, por desgracia, nos da pistas sobre la
posible respuesta. Esperemos que esta vez sea diferente.

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