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ALTO VOLTAJE

ADA SIMA
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Era conocido como Marconi en la planta de productos químicos. Casi alto, tenía una
cicatriz que le recorría el dorso de la espalda pero que había quedado semiborrada por el
paso del tiempo .En ese instante, mientras el agua se deslizaba por sus manos recordó cómo
se hizo la herida de pequeño cerca de su casa. La imagen de la sangre quedó grabada en su
mente para siempre.

Se miró en el espejo, pues, con frecuencia lo hacía y veía su mirada oscura y rasgada que
contrastaba con su piel clara y su cabello castaño oscuro casi negro que comenzaba a caer
apenas sobre sus mejillas.

Marconi se había rasurado ligeramente las cejas. El espejo parecía estremecerse cuando sus
facciones se reflejaban en el cristal cóncavo; unas facciones de una dureza extrema.

Ya eran las nueve de la noche y había acabado la jornada de doce horas en la planta de
productos químicos. No había nadie más que él en el vestuario. Su corpulencia estaba
marcada por músculos desarrollados al máximo y por unas piernas poderosas que las
rasuraba todas las semanas. Diríase que su genética era de las mejores de la ciudad. Esa
noche no iría al gimnasio, aquejado de una fuerte migraña regresaría a su casa para
descansar.

Marconi era su apellido y Fabián su nombre.

Marconi era vigoréxico, y para desarrollar más el músculo esquelético tomaba un tipo de
esteroide anabólico de vez en cuando. Procuraba no abusar de estos productos porque le
provocaban adicción y en enero tuvo una reacción adversa a uno de sus componentes y
estuvo de baja. Desde que era universitario empezó a consumir anabolizantes porque
trabajaba en una tienda de suplementos para deportistas.

Llegó a su casa, y le vino a la mente el rostro de Lea, con la que había mantenido una
relación de tres meses. Visualizó una fugaz imagen de los dos. Recordó como ella lo había
dejado. Se había vuelto a Inglaterra con su antiguo novio. Se alejó de él porque era frío y
distante, ya que nunca le mostraba afecto y se irritaba a menudo con ella. Solamente tenía

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tiempo para sus asuntos, y, dejaba apenas un hueco en el que cabía el sexo furtivo de tarde
en tarde y cuando a él le viniese en gana.

Nunca quiso a nadie. Procedía de una familia desestructurada de la que su padre había
desaparecido cuando él contaba dieciocho años. Se fugó, quizás a Italia, su país de origen y
nunca más lo vieron aparecer. Su madre nunca lo buscó porque a pesar de que le prometió
una vida mejor, se dio cuenta de que Lucciano no llevaría nunca suficiente dinero a casa,
pues se lo gastaba casi todo en los bares de luces trasnochadas y en bebidas espirituosas de
las que era deudor con frecuencia. Además, si tenía suerte se quedaba dormido y tirado en
la calle hasta que algún vecino con ayuda de otros lo reconocía y traía de vuelta a casa.
Cuando se fue, la madre aceptó el hecho como una parte del mal endémico que sufrían
desde hacía años. De un tiempo a esta parte Victoria sufría de rinitis crónica y de la
enfermedad de Chron. Se pasaba el día sentada mirando la ventana en camisón, sumida en
un mutismo sombrío con los ojos melancólicos, envueltos en telarañas de una vida
pequeña, desgastada en la vejez y el abandono.

Marconi tuvo duros enfrentamientos con su padre. Una vez lo llegó a amenazar con el
puño. En ese momento, se le ofusco la mente y se aisló de tal manera que solo sentía rabia.
Tuvo que dar un portazo y salir a la calle para calmarse y así no herir a nadie que era lo
último que deseaba. Como consecuencia de su reacción golpeó un árbol para rebotar la ira.
Día tras día las discusiones eran frecuentes. Su padre y él no se entendían. Sus caracteres
incompatibles e irreconciliables nunca llegaban a una paz definitiva. Marconi entonces,
decidió marcharse. Se buscó un apartamento que compartiría con sus amigos universitarios.

Cuando Lucciano desapareció su enojo también menguó bastante. y secretamente se alegró


de no volverlo a ver.

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Las jornadas en la fábrica eran duras y extenuantes. Marconi debía etiquetar los
comburentes e inflamables y transportarlos por kilos dentro de la planta. Cualquier error
podía suponer un riesgo para la vida.

Esa noche iría a entrenar. Se vendó las manos, y se puso su camiseta de tirantes negra que
se cruzaba en la espalda, después empezó a calentar, golpeando fuertemente el saco de
boxeo. Bailó diez minutos alrededor mientras alternaba un golpe de izquierda y otro de
derecha. Más tarde, se quedó sentado en el banco de presa, bajó la cabeza y vio a lo lejos a
su amigo Luis que vino a saludarlo.

Se abrazaron sin mediar palabra. Luis lo miró largamente y repuso

-¿Qué tal vas?

-Bien, pero ya sabes que doce horas se me hacen eternas.

-En el fondo eres un lobo solitario. Le dijo mientras sonreía y lo cogía por los hombros

-Me parece que cada vez somos más y le lanzó una mirada contenida.

Roberto, otro de sus colegas le ayudó a subir pesas de 70 kilos. Marconi permanecía
tumbado y su amigo depositaba la barra cargada de anillas de goma pesada cerca de su
pecho. En un esfuerzo ímprobo consiguió elevarla y extender los brazos por encima de la
cabeza. Repitió el ejercicio diez veces. Una mueca de dolor y cansancio se dibujó en sus
facciones. El sudor bañó su cuerpo sobrepasado por el esfuerzo.

Al día siguiente, continuo con la rutina en la fábrica. Trabajaba de forma maquinal. Apenas
prestaba atención a sus movimientos. Le parecía todo muy rutinario.

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Aquel domingo de marzo el sol parecía prometer un día precioso. Libraba. Fue a ver a su
madre y cuando llegó se la encontró tirada en el suelo. El rostro lo tenía macilento y el ceño
fruncido. Marconi halló un líquido transparente en la alfombra. La mujer podía llevar
muerta unas horas, quizá días. El camisón de la anciana presentaba manchas de café y
encontró a medio metro una taza volcada en el suelo. Se sentó junta a ella, le cogió de la
mano, y sintió el frío y la rigidez de la muerte. El frío espectral de su tacto hizo que
lentamente Fabián se desmoronase y que de su impotencia surgiesen las lágrimas que
siempre había reprimido. Sin embargo, más tarde, comprendió que lloraba por él mismo.
Todo estaba destinado al mismo final.

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Transcurrieron varias semanas desde que acaeciera la muerte de su madre. Volvía a ser
domingo y tumbado en la cama contemplaba la lluvia casi primaveral de la mañana que se
colaba por la ventana abierta de par en par.

Empezaba a hacer más calor, pero no el veintiuno de marzo, que recordaba nuevamente al
invierno. Algunas ráfagas de pensamientos se deslizaron por su mente, veloces, tanto, que
se convirtieron en ensoñaciones inconexas. Su cuarto desordenado permanecía así porque
no tenía tiempo de colocar en perchas los abrigos y las camisas o de guardar los zapatos en
el armario, pero ese domingo podría dedicar un rato a ordenar todo lo que no fuera a
utilizar.

Fabián llegó a su entrenamiento a las diez de la noche. Comenzó su rutina diaria. Se fijó en
que a la misma hora una mujer lo miraba. Espontáneamente, le dedicó una expresión hosca
y poco amigable.

Ella observaba con detenimiento su nívea piel y el oscuro cabello que emitía contrastes de
claro oscuro. Lo buscaba a propósito solo para observarlo. Le llamaba la atención.

A Marconi no le importaba que las mujeres lo miraran con recelo o con deseo. Por el
contrario, se sentía satisfecho de sí mismo y de su físico. Conocer el poder que ejercía su
presencia sobre otros le confería autoestima y más anhelo de perfeccionamiento.

Se planteó espiarlo por lo que siguió su propia estrategia. Salió antes que él y lo esperaría
cerca de una iglesia en la parte de atrás; pero calibró que la idea podría ser un poco
arriesgada ya que se daría cuenta y la descubriría. Entonces, eligió alejarse más y fingir que
estaba llamando por teléfono, tal vez en la distancia, no reparara en ella.

Dieron las once y vio por sorpresa que un hombre parecido a él subía unas escaleras de
piedra pero a las once y cinco vio a otro a lo lejos con un pantalón deportivo blanco que
daba la impresión de que iba a esquivar un coche. Su autobús ya llegó y al subirse se fue
desvaneciendo la imagen hasta que se redujo a nada.

Tenía sus dudas, Se trataría de él o no. Siguió pensándolo mientras la llave hacia contacto
con la cerradura.

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Al día siguiente, presintió que lo vería. Llegó antes de tiempo y estaba al fondo . La
mayoría de las veces se lo encontró de espaldas y le llamó la atención el maillot negro que
llevaba tipo años veinte

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Fabián Se levantó a las ocho de la mañana y mientras saboreaba una taza de café recordó
de repente a su madre cuando le preparaba el desayuno de niño. Abrió la ventana y dejó
que el frescor primaveral de las siete de la mañana se instalara en su cuerpo semidesnudo.

Amanecía y las aves cobrizas se posaron en el alfeizar mientras revoloteaban y emitían


gorjeos cariñosos. Se sintió impactado por el recuerdo. Pero lo dejó correr como el agua de
cualquier fuente que emite sonidos blancos que solo los piensa el que los evoca.

Fabián era impúdico y le gustaba exhibirse con poca ropa por las calles. La atención que le
prestaban los otros lo reconfortaba. Por otra parte, se paseaba desnudo por su casa y
siempre dejaba la ventana abierta y se imaginaba que a lo mejor podría atraer la atención
de alguien.

El silencio de la mañana lo calmaba. Aunque había mujeres que lo miraban no solía


prestarles atención.

Tomó el autobús temprano. El día empezaba a despuntar con un calor incipiente fruto de la
subida de las temperaturas. El sol resplandecía intenso y sus rayos se pegaban a la piel .Se
despegó la camiseta blanca del cuerpo con ambas manos pues comenzaba a sudar.

Hubo una mujer que se obsesionó con aquel hombre al que tal vez no se dirigiría por
cortedad. Le hubiera gustado saber más de él, conocerlo de cerca sin que él se enterase.
Aquel recuerdo no podría borrarlo tan fácilmente. Por una parte, le hacía sufrir el deseo de
tenerlo y por otra la realidad de no alcanzarlo. Cuando caminaba por las calles se
preguntaba si viviría en alguno de los inmuebles de la zona. Nunca lo sabría, así que dejó
que el recuerdo se alejara como un barco.

Era sábado veintinueve de marzo. Marconi tenía que trabajar ese día.

Cuando llegó como de costumbre se cambió de ropa en el vestuario. Se puso el mono de


trabajo y salió a la terminal.

Había sólo cincuenta personas en la planta. Un hombre de baja estatura lo interrogó:

-Marconi ,¿ has etiquetado el sulfato y el nitrato de amonio? Recuerda generar también


las etiquetas de la composición y propiedades del biogás y del potencial y generación del
metano, pues, hoy por la noche se llevan los contenedores-

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Matías desapareció rápidamente. Era un hombre menudo, de rasgos marciales y ceño
fruncido. Las comisuras de los labios eran descendentes y el gesto hosco y autoritario. El
rictus lo tenía marcado por la edad.

Fabián salió corriendo en dirección a la sala 306. Allí encontró los contenedores y
extrañamente observó el reactor tres desinstalado. Llamó por teléfono interno a Matías con
cierto nerviosismo.

-¿Que hace el reactor tres desactivado?¿ No debería estar en otra sala?

-Pensaba que lo sabías. Hace días que está aquí. Presentaba una grieta por lo que
decidimos hacer un bypass entre los reactores 1 y 4 para conectarlos y sacar fuera de línea
al reactor 3. Se lo llevarán está noche, ya le encargaré a Gonzalo y al equipo de
emergencia que lo trasladen al nivel cero.

Marconi prosiguió:

- Creo que debió coincidir con mi baja.

-Podría ser, porque lo sacamos fuera de línea a mediados de marzo,. Cuantos días
estuviste ausente?

-Una semana más o menos.

-Si-pero, tendrías que haberlo consultado en la memoria del proyecto después de haberte
incorporado tras la baja. Ahora ya lo sabes.

-No cuelgue, una última pregunta ¿qué contenía exactamente?

-Ciclohexano

Marconi silente depositó con suavidad el auricular del teléfono en la base y se dispuso a
trabajar

Dos horas después salió fuera para tomarse un tentempié con los compañeros.

Matías apareció de nuevo y le pregunto si había finalizado con las etiquetas a lo que
Marconi contestó afirmativamente. Matías, unos segundos después reanudó la
conversación, los miró a los tres con sus ojos pequeños e inquisitivos y dijo:

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-Muy bien, pues entonces cuando termines el descanso tú, dijo señalando a Marconi, irás a
la oficina a preparar la planilla en Open Office para la conversión de unidades de
viscosidad, caudales másicos y volumétricos sin olvidarte de los coeficientes de
transferencia de calor.-

-Tú, Ramíro irás a vigilar que todo vaya bien en la sala de control, luego iré yo a relevarte

-Gonzalo, ve con Marconi a la oficina y descarga para la presentación del lunes la planilla
de cálculo con los símbolos de los diagramas de la planta química que incluyan los
equipos y recipientes, los rotativos, los intercambiadores de calor, las válvulas, las
cañerías y accesorios y por último, la instrumentación. Luego iré yo a instalar el simulador
para la ponencia del lunes.

Después de unos segundos Matías desapareció para dar instrucciones a otro grupo y los
tres hombres se quedaron a solas

-Nos quedan todavía diez minutos- repuso Gonzalo.

Ramiro parecía tener la mirada triste y ausente

-¿Que te sucede hombre de Dios? Le preguntó Gonzalo no sin cierta sorna ¿Quieres un
cigarrillo? y le ofreció tabaco rubio.

- Anda, termínate el bocadillo y déjame en paz- repuso Ramiro fastidiado- Además, no


quiero fumar ahora, dame uno para más tarde-

Gonzalo le ofreció el último que le quedaba y siguió con su ironía particular

- ¿No ganas lo suficiente o qué? Masculló entre dientes con el cigarro en la boca

¿Verdad? Sí los ingenieros estuviéramos como tú daríamos pena y comenzó a reír


contagiando su jocosidad a Marconi

Después de unos instantes de silencio se pusieron a hablar Gonzalo y Marconi

- ¿Y tú qué tal vas con el entrenamiento?

-Bien, ahora estoy tomando un anabólico que es muy efectivo según me han dicho para
ganar músculo, pero solo unas semanas porque es muy fuerte.

-Ten cuidado, acuérdate de lo que te pasó hace un tiempo--

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-Sí, pero me está dando resultados. Cambiaré próximamente a la sandrolona.

Ya sabes que es importante la dieta y el ejercicio. Pero también la conexión mente


músculo

Gonzalo observó el cuerpo de Fabián con atención

-Vaya, pues, sí que los tienes desarrollados. ¿Qué ejercicios hacías?

-Dominadas, barra y otros repuso Marconi.

Matías llegó rápidamente e interrumpió la conversación

-Bueno chicos ya es la hora de que vayáis a vuestros puestos-

- Vaya pensaba que era la hora de irme dijo irónicamente Gonzalo

-Déjate de bromas Se quejó Matías

Se marcharon a sus posiciones de trabajo. Dentro de la oficina hacía un calor agradable.


Estuvieron ambos concentrados en sendas tareas sin mediar palabra.

Eran las doce cuarenta y cinco cuando entró Matías a supervisar lo que cada uno había
realizado. Le pareció que ambos habían concluido la operación correctamente. Después
desde un ordenador que funcionaba por control remoto les mostró el simulador en tiempo
real y les explicó los nuevos proyectos que tendrían lugar en los próximos meses.

-Este simulador se descargó con un software especial para el entrenamiento de los


operadores de planta que será la semana próxima. ¿Qué os parece? Se pueden utilizar
variables diversas y además el simulador responde como un equipo real. Se medirán
operaciones de flujo de fluidos e intercambio de calor- ¿Sabéis que- se va a ampliar la
terminal en otras tres en los próximos meses? Ya tenemos la licencia de obra. Vamos a
introducir más agentes químicos, además de aquellos con los que operamos, así que el
siguiente será el glisofato. También, la empresa pretende incorporar más innovación y
tecnología, necesarias para la implementación de nuevos proyectos. Es necesario
renovarse para afrontar los nuevos tiempos-

Eran las 14.20 minutos. Y Los operarios salieron al patio a comer.

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Se juntaron como de costumbre los tres amigos pero Ramiro se tumbó en el suelo y en vez
de comer se quedó dormido.

La hora transcurrió agradable, mientras el equipo de relevo estaba trabajando, Fabián tomó
conciencia del entorno en el silencio de la tarde. Se entretuvo mirando dos pájaros que
chapoteaban en un charquito y se acicalaban juntos mientras sacudían sus alas fuertemente
para secarse y brillaban parsimoniosas en el calor de la tarde. Después, una estela de luz
impregnó a los pájaros que parecían oro en movimiento.

.El sol derretía sus rayos dorados sobre el torso ahora desnudo de Marconi. La poca ropa
que llevaba exhibía su corpulencia. El sol lo adormecía

Parecía una sobremesa canicular. Ya Comenzaba a enrojecerse livianamente y empezó a


sentir ganas de dormir Sus ojos se le cerraban pesados. Sin embargo, luchaba contra el
sueño al que no pudo vencer.

Al poco tiempo, se despertó sobresaltado y recordó las imágenes de cuando dormía .En
ellas, Matías corría en todas direcciones sin encontrar una salida al exterior.

Somnoliento se enderezó y se puso el mono de trabajo en el aseo antes de que viniera el


técnico encargado.

-¿Estáis listos? Esa fue la pregunta de Matías que llegó raudo a preparar la última sesión de
la tarde.

-¡¡Ramiro!! Gritó

¿Qué te sucede?. Llevas una mañana muy raro .¿Hay algo en que podamos ayudarte
muchacho?

Ramíro estaba mareado e intentó ponerse en pie. Finalmente lo logró no sin dificultades

-Señor, disculpe pero preferiría irme a mi casa- dijo con voz trémula

-Ahora no, te necesitamos. Dentro de un par de horas te puedes ir si quieres.

Después exclamó:

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¡Todos a sus puestos! Dirigiéndose a los que disfrutaban de la hora de la comida y lanzó
una palmada al aire.

Eran las cinco menos veinticinco de la tarde.

A Ramíro se le pidió que fuera a la oficina para descargar los diagramas de planta.

Marconi tomó el relevo en la sala de control de la terminal y Gonzalo prepararía los


contenedores con el equipo de emergencia. Matías los miró insistente

-No os olvidéis del reactor tres

Eran ya las cinco y media. El calor se hizo más sofocante, parecía que estaban en junio.

El sopor se hacía sentir y Marconi se secaba el sudor del cuello con un kleenex. Las horas
se iban derritiendo lentamente y le venían al pensamiento recuerdos vagos con sus
compañeros de juegos cuando era niño

¡No seas inútil Fabián, tira la pelota mejor, que siempre das al poste!

Marconi salió de su ensoñación al escuchar un ruido sordo seguido de un grito que


provenía de la oficina.

Abandonó inmediatamente la sala de control y fue a ver qué sucedía.

Ramiro estaba caído en el suelo y la mesa estaba manchada con un polvillo blanco.

Matías miró directamente a los ojos de Marconi con expresión grave.

Luego tocó el contenido esparcido en la mesa y exclamó:

-¡Cocaina!

Marconi sintió un pequeño escalofrío al observar la mirada escrupulosa del jefe de planta.

Inmediatamente Matías, llamó al equipo de emergencia que llegó con el médico de turno y
lo evacuaron inconsciente.

El doctor miró circunspecto al encargado y se quitó las gafas:

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¿Cómo es posible que permitan a los empleados llevar cocaína?¿ Acaso no se pasan los
controles pertinentes en esta planta?-

Matías interrogó a Fabián que estaba junto a Gonzalo y el equipo de emergencia:

-¿Vosotros sabías algo de esto? ¿Sabíais que consumía drogas?

-No señor, para nada. Respondieron Gonzalo y Marconi a destiempo.

- Quizá le tenía que haber dejado marchar antes- musitó con una cierta desavenencia.

Matías clavó su mirada crítica en Marconi y le ordenó que regresara a la sala de control a
revisar los mecanismos de seguridad y a los demás a la labor que estaban desempeñando.

Fabián miró su reloj y ya eran las 17: 40. Revisó el sistema integrado de seguridad de la
planta y los sistemas automáticos de control. En principio no detectó nada anormal.
Entonces Matías entró y le ordenó activar de forma estática los PLC y los SIS pero cuando
se marchó Marconi halló dificultosa la tarea de activación.

A través de la ventana de la puerta vio que Ricardo, el ingeniero industrial de la terminal 1


le hacía señas para que saliera. El técnico de planta que estaba en la sala contigua se percató
a través del cristal e hizo un gesto de asentimiento y le concedió unos minutos de descanso.
Ambos bajaron a la calle y Ricardo se puso a fumar.

- ¡Ay, Dios mío.! ¿Qué le pasó a Ramiro?

-¿Te ha llegado la noticia? Inquirió Marconi

-Si-, claro. Consumía drogas

Marconi suspiró incrédulo.- Sin embargo, la semana pasada estaba bien o parecía estarlo-

-Ramiro siempre ha sido muy hermético. Realmente, solo sabemos que está divorciado y
con un hijo que nació mal-

En fin, esperemos que se recupere y ¿tú, cómo lo llevas?

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- No sé, hoy me siento un poco tenso. Será el calor. Pero hemos tenido que hacer cada
uno el trabajo de tres. De todas formas, tengo una duda con uno de los autómatas.

-Explícate-

-Me refiero en concreto a los PLCS les cuesta entrar en acción. Cuándo los activo, tardan
un buen rato en responder.-

-Que lo miré mantenimiento, puede ser un fallo mecánico de la conexión. ¿Se lo has dicho
al encargado?

-Lo iba a hacer ahora. Ricardo jugó con el humo y lo expulsó en forma de oes. Fabián se lo
quedó mirando perplejo y observó cómo su cara se distorsionaba a través de la cortina
borrosa que había generado el cigarro. La abstracción duró unos segundos sin conversación.

El motor de un coche rompió el silencio y Fabián volvió en sí y al darse cuenta de que


había transcurrido más tiempo del necesario dijo que se marchaba

-De acuerdo, que te vaya bien. Por cierto, ¿cuándo echamos la próxima partida de póker?

Llámame el viernes y lo vemos.

Ricardo le guiñó un ojo

Se dieron una palmada en la espalda y subió de dos en dos las escaleras de caracol que
conducían a la sala principal.

-Marconi, te has retrasado tres minutos. Controla eso- subrayó Matías.

Fabián le iba a explicar el problema que existía con los PLC,S

Pero el encargado lo interrumpió porque tenía una llamada telefónica en ese momento y le
dijo que era importante y más tarde respondería a sus dudas.

Desde la sala de control Marconi vio como el equipo de emergencia sacaba no sin esfuerzo
el reactor tres de la sala 306

Las manecillas del reloj apuntaban ya las seis y Matías no aparecía por ninguna parte

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Daba la impresión de que todo estaba en orden. Entonces, decidió cumplimentar un parte de
incidencias para entregárselo.

Cuando Matías llegó le ordenó tomar muestras y almacenar las materias primas químicas y
el material de acondicionamiento con los procedimientos de seguridad requeridos.

-Cuando termines con esto por último limpiaras los equipos, incluidos los reactores 1 y 4
conectados por by pass-

Antes de marcharse, Marconi le entregó la hoja en que había relatado el fallo de los
sistemas de seguridad. Entonces, para cerciorarse fue en busca del equipo de
mantenimiento.

Meticulosamente, Fabián se sentó a realizar la operación. Disfrutaba de los últimos


vestigios de calor cuando ya eran las seis y cuarto de la tarde. Prestaba una atención plena
y observaba la extracción de cada materia prima con rigor. Se evadió de lo que. le rodeaba
hasta tal punto que se abstrajo del todo.

Cuando terminó se sentía entumecido por el esfuerzo realizado. Se estiró en el asiento.


Luego hizo algunas flexiones. Después se incorporó y comenzó la limpieza de los equipos
de planta

Matías salió del despacho de dirección, ya lo había dispuesto todo en la sala de los docentes
para la instrucción de los operadores. Se dirigió a Marconi y le dijo

-Además de limpiar los equipos, controla que no haya ninguna anomalía en su


funcionamiento. Ya revisamos los de seguridad y el fallo se ha conseguido corregir. Me
avisas si detectas algo anormal. Estaré en el despacho hasta el cierre. No te olvides de
llevar el equipo de protección. No tengo porque estar recordándolo todos los días.

Marconi pensó que a veces la antipatía del técnico encargado le causaba cierto enojo pero
nunca había reaccionado delante de él, sino que había sido cauto y prefería no mostrar sus
sentimientos.

Obedeció instrucciones del jefe de planta y prosiguió con la tarea asignada

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Se dirigió a la sala 301 del laboratorio. Por el pasillo se encontró con Ricardo de nuevo y
con el amigo de este, Iván. Ambos eran ingenieros industriales. Los dos estaban inmersos
en una conversación que impidió que se percataran de su presencia ya que por otra parte,
iba con el casco y las gafas protectoras. Obvió saludarlos. Ya habían terminado su turno y
se marchaban.

Marconi veloz se introdujo en el laboratorio y comenzó la limpieza de mantenimiento de


los reactores 1 y 4 a los que se había colocado un puente con una tubería en ángulo. Sin
embargo, al agacharse sintió la presencia de benceno y lo comprobó al calibrar con un
medidor 97 ppm. Sorprendido, vio que en el suelo había una colilla tirada y pensó que
cómo era posible aquello si la señal de no fumar colocada sobre la puerta era evidente.

Sin embargo, al alzar la cabeza se dio cuenta de que se había equivocado en algo, pues no
se trataba de los reactores uno y cuatro sino del ocho y nueve. Salió un momento y vio que
era la sala 302.

Alarmado por el olor a Benceno. Llamó por el teléfono de emergencia al encargado y


apareció Matías en cuestión de segundos.

¿Qué sucede? te busqué en la sala 301 y no estabas

¿Qué haces en la 302?

Mire, y Marconi abrió la puerta. El jefe de planta quedó consternado al sentir el olor a
benceno.

¿Qué ha sucedido aquí? Exclamó vehemente.

-Matías encontré esta colilla en el suelo. Alguien ha estado fumando en la sala.

-Pero eso está terminantemente prohibido-. Gritó alterado y Fabián observó que perdía los
nervios debido a la tensión que se había producido por la situación de emergencia. Los
rasgos de su cara se desfiguraron.

¿Quién habrá sido? y ¿Por qué viniste a esta sala? gritó irascible.

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-Me equivoqué, sé que yo no estoy autorizado a entrar aquí pero creo que ha podido ser
positivo porque gracias a esto quizá podamos evitar una catástrofe si estamos a tiempo
¿No cree?

-¡La medición está ahora mucho más alta!. Volvió a gritar tenso el encargado.¡¡ Debe
haber ocurrido además un fallo previo en alguna otra parte del sistema. Se va a producir
la explosión en línea de los reactores.!!! Gritó furibundo

¡¡¡Activa las alarmas!!!. Chilló fuera de sí.

¡¡¡Avisa a mantenimiento, corre.!!!. ¿Quién fumó la última vez y lo despidieron? Se


preguntó en voz baja y encontró la respuesta inmediatamente, Rubén Cazorla

Marconi salió disparado hacia la sala de control. Por el pasillo se encontró a Gonzalo que
al ver el rostro desencajado de Marconi le preguntó ansioso qué sucedía. Pero Fabián corría
lleno de pavor y sólo gritó¡¡¡ va a explotar la planta!!!

Gonzalo sintió que le flaqueaban las piernas y un sudor helado le empezó a caer por la
frente y su sentido del humor desapareció al instante cuando se dio cuenta de que unas
potentes lenguas de fuego empezaron a extenderse en unos segundos y musitó angustiado
¿Pero qué ha pasado?

De nada sirvió que Marconi activara las alarmas que retumbaron como una sirena poderosa.
El equipo de emergencia no se hizo esperar. Los muchachos fueron corriendo por los
pasillos y llegaron a la sala que ya comenzaba a arder. Matías Gritó enloquecido,¡¡¡
demasiado tarde!!! Los equipos intentaron apagar el fuego con los extintores pero el gas
toxico los frenó y a pesar de que lo consiguieran en algunas zonas se siguió extendiendo
por otras. Una inmensa bola dorada apareció instantes más tarde en la distancia por medio
de detonaciones explosivas que se sucedían una tras otra.

Las lenguas ígneas ya iban camino de otras salas y Matías exclamó convulso,¡¡ vamos a
saltar por los aires!!! Sin embargo no le dio tiempo a reaccionar, el gas toxico había
invadido su cuerpo y moría engullido por las llamas.

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El vapor era más pesado que el aire. Muchos operarios que no llevaban la protección
adecuada cayeron al suelo por la toxicidad del gas. Marconi vio como el fuego comenzaba
a cubrirlo todo y ya avanzaba hacia él. Empezó a oír explosiones ininterrumpidas La onda
explosiva conformada por gases de alta presión y elevada temperatura empezó a crecer
debido a la detonación que se extendió radial en forma de ondas sonoras, lo que produjo un
gran choque sobre el suelo que dio lugar a fragmentos voladores de puro fuego que
alcanzaron a muchos, entre ellos el cuerpo de Marconi que le causó laceraciones y
quemaduras destello. Esa misma onda expansiva junto con la hiperpresión que sufría en
esos momentos lo propulsó por los aires rompiendo el cristal de una de las ventanas que
atravesó hasta caer al patio.

Poco a poco las escaleras se fueron derritiendo como si fueran de cera.

Algunos se arrastraron con un sobreesfuerzo hacia las ventanas, Apenas se podía respirar.
Sentían que estaban viviendo una pesadilla. Comenzaron a tambalearse pero antes de caer
al suelo entre la neblina que había provocado el gas tóxico intentaron salvarse sin éxito.

Apenas se podían reconocer los cuerpos de los compañeros calcinados. Algo sin duda
dantesco.

Al romper el cristal, uno de los supervivientes respiró aire por fin. La altura era
considerable y probablemente muriera si no cayera bien. Empezaba a asfixiarse y el fuego
lamia su cuerpo y quiso sofocar las llamas con el extintor que tenía a mano y en un intento
desesperado por sobrevivir se tiró al patio. Al principio sentía que flotaba en una oquedad
más negra que los abismos.

Por fin, el aire, había aire, podía apenas respirar. Las llamas pegadas a sus piernas se
habían debilitado y en ese intervalo de segundos no experimentó quemazón, solo
permaneció inconsciente y su impresión fue la de un sueño sempiterno que cae al vacío
pero caía a un precipicio sin comienzo ni fin.

Toda la zona se llenó de ambulancias. Después, llegó la policía al lugar del siniestro junto
con los médicos forenses que determinaron la muerte de cuarenta y tres personas. Solo
habían sobrevivido cinco. Las casas próximas habían resultado dañadas y mucha gente

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lloraba en mitad de la desolación. Una nube negra en forma de embudo crecía y se
confundía con el cielo nocturno.

Los bomberos habían conseguido extinguir las hambrientas llamas que habían dejado una
estela de destrucción inesperada. Se llevaron los cadáveres uno a uno. Se quedó el solar
devastado. Los abrojos que crecían en el campo estaban chamuscados y ennegrecidos.

Ya había oscurecido. No había estrellas en el cielo. Una ráfaga de viento frío bañaba
desoladora el páramo cubierto de fantasmas. Al fondo solo había negrura, nada podía
divisarse. Había tan solo silencio. El silencio de la muerte que sega vidas inconscientes.
Fueron reconociendo uno a uno los cuerpos de los que allí trabajaban.

-¿De quién se trata? Se agachó la doctora Parras y cogió su kit que contenía compresas
estériles, tijeras, sulfato de morfina e indicó que se pusiera en marcha el protocolo dos con
los afectados.

-No podemos distinguir el rostro- y encontraron parte del documento de identidad


chamuscado.

-Doctora Parras aquí pone Ice-. Revisaron la lista y dilucidaron que podía tratarse de
Mario Uceda.

La doctora lo examinó con detenimiento y vio que se referían a un chico de veintiocho años
que presentaba síntomas de asfixia, además de quemaduras en el rostro, y gran parte del
cuerpo.

-Seguro que fue propulsado desde atrás por la onda explosiva- dijo mientras lo examinaba

Siguieron con cada uno de los que presentaban una posibilidad aunque remota de ser
salvados.

Cuando llegaron al cuerpo de Marconi lo dieron por muerto en un principio.

-¡Espere! Exclamó la doctora Parras y puso su oído en el corazón del paciente y se dio
cuenta de que latía ¿Su nombre? Comenzaron a buscar en su documentación y hallaron un
trozo de documento en el que solo aparecía el nombre de Fabián

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La doctora indicó a los auxiliares que tomaran nota

-No está muerto, respira, pero presenta una contusión pulmonar concomitante debido a la
inhalación de gases tóxicos y quemaduras de primer grado en las piernas y en el abdomen.
Sí se arrojó por la ventana al tratarse de un primer piso ha podido salvarse porque la
altura no es considerable. Aquí veo- y señaló la espalda y las piernas- lesiones primarias
producidas por el aire tóxico y varios traumatismos severos.-

Lo arroparon con una manta y junto con los demás supervivientes se lo llevaron al hospital.

Luego examinó otro grupo que había fallecido por el derribo de las estructuras de la planta
al caérseles encima y el aplastamiento había sido la causa de su muerte.

Marconi estuvo en coma durante semanas. Su estado febril lo debilitaba en extremo.


Parecía clínicamente muerto. Algunos médicos que lo visitaron declinaron toda clase de
esperanza en salvarlo. Transcurrieron seis días más y gracias a los cuidados de las
enfermeras reaccionaba a la medicación positivamente pero seguía sin conciencia.

Algunos de sus amigos lo visitaron. Entre ellos Luis y Roberto. Pero todavía, él no podía
pronunciar palabra. A las seis semanas abrió los ojos y fue consciente del dolor físico que
sufría.

Se despertaba en mitad de la noche hasta que acudía a él una enfermera que le aplicaba
Furacín y conseguía aliviarlo gracias también a la inyección que se le administraba de
ibuprofenos. Poco a poco fue recobrando la conciencia.

Cada mañana, los enfermeros acudían a limpiar sus zonas afectadas mediante hidroterapia
con suero salino estéril y clorehexidina.

El segundo día del accidente procedieron al cepillado de la herida con una compresa estéril
y lo sedaron para que no tuviera dolores. Finalmente, le extendieron una pomada de aloe
vera y le colocaron en cada pierna un apósito seco. Una semana después lo evalúo el
cirujano. Tendría que continuar con la hidroterapia hasta pasados 14 días.

21
La doctora Parras entró a hacerle la revisión dos semanas después de que recobrara el
conocimiento. Lo auscultó y se dio cuenta de que había sido dañado el lóbulo inferior y el
borde anterior de los pulmones así como la superficie externa convexa. Mediante un
scanner que le habían realizado un día antes verificó que la impresión costal estaba rodeada
de una zona enfisematosa

Lo miró largamente y le hizo unas preguntas para saber si todavía se encontraba en estado
de shock.

La doctora Parras notó que no se había recuperado del todo porque todavía tenía pesadillas
y por la noche una sudoración fría lo invadía. Por la tarde Luis y Roberto fueron a visitarlo.

Los recibió con agrado, ya que eran los únicos que conocían lo sucedido pues Fabián
siempre fue muy hermético y mantenía un cierto distanciamiento con la gente de su entorno
excepto con los compañeros de trabajo y los amigos del gimnasio.

- Bueno,¿cómo estás? Me he enterado de que murieron casi todos menos Ricardo, Iván y
alguno que otro. Además ha salido en los periódicos. Le trajeron uno para que lo hojeara. -
Yo diría que en todos los medios repuso Luis.

Le habían colocado un humidificador en la habitación para favorecer la reepitelización de


las quemaduras superficiales.

Una enfermera entró para quitarle los apósitos hidrocoloides y sustituirlos por apósitos
sintéticos, efectivos en el tratamiento de las quemaduras ya que liberan el nitrato de plata de
forma lenta y así se impide su toxicidad. Una vez realizada esta operación, le puso unas
mallas de silicona que permiten el exudado para potenciar una curación más rápida.

Las quemaduras profundas habían sido tratadas con limpieza quirúrgica. El desbridamiento
había funcionado perfectamente pero no en todas ellas, por lo que él doctor comprobaría al
día siguiente si fuera necesario realizarle un injerto.

. Cuando la enfermera se hubo marchado prosiguió la conversación con sus amigos.

-¡Ha sido una pesadilla! Menos mal que Iván y Ricardo ya había terminado su turno y se
marcharon antes del accidente- repuso Marconi

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-Nosotros llegamos a creer que estarías siempre en coma porque cada vez que veníamos
nos decían que continuabas igual, dormido. Pero menos mal que lo has conseguido- dijo
Luis –Además va a haber un juicio- Están haciendo una investigación policial. Así que lo
más probable es que vengan a visitarte-

-¿Cuándo?

Y añadió -Pronto, quizá en unos días-

¿Qué día es hoy?- preguntó cabizbajo.

Luis respondió mientras abría la cortina y vislumbraba un día plomizo y frío.

cuatro de junio-

Ha pasado mucho tiempo- repuso Marconi desganado.

-Mañana nieva- añadió Luis

- ¿Cómo es posible que nieve en junio?- Añadió Fabián circunspecto.-Encima el médico me


dirá si hay que hacer algún injerto en la zona dañada.

-Menos mal que te van a indemnizar- exclamó Luis

- Ya os invitaré cuando salga- y ensayó una sonrisa forzada.

-Estoy perdiendo el músculo y eso no me gusta nada-

- Ya te ayudaremos a recuperarlo- Eso no es lo importante ahora. Cúrate primero repuso


Roberto y le dio una palmada suave en el hombro.

Se dieron un abrazo y los dos amigos desaparecieron a las nueve y media de la noche.

Ya había oscurecido y se entreveían nubes de tormenta. Marconi sintió de repente la lluvia


que se deslizaba en la ventana, patinando como lágrima negra sin percibir más que una
visión borrosa y somnolienta del exterior. Recordó aquel domingo de marzo en que llovía
justo antes del accidente y se estremeció al darse cuenta de cómo podían cambiar las cosas

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en unos segundos. Se fue adormeciendo mecido por las gotas que se arrastraban pudorosas
en el cristal empañado.

Soñó un sueño tranquilo en que se veía a sí mismo cómo recuperaba su masa muscular en
un paisaje campestre bañado por la luz del sol.

A la mañana siguiente entró el doctor Fernández cuando todavía no eran las nueve.
Marconi estaba dormido.

Hacía frío y se despertó malhumorado. El doctor le hizo el reconocimiento médico y para


el enfisema pulmonar le prescribió un tratamiento. Luego, le examinó las quemaduras y
muchas presentaban una mejoría notable, pero había otras que no habían podido sanar y se
requería la realización de un injerto.

Programaron la operación para el martes. Mientras tanto, las enfermeras le iban


sustituyendo unos apósitos por otros. Finalmente, sería operado. Su estado de ánimo
comenzó a mejorar y ya se encontraba dispuesto a dar algunos paseos por la planta.

Una vez realizada la operación cuando salió del quirófano llevaba las piernas vendadas.
Estuvo echado toda la tarde mientras reflexionaba sobre su vida y sus recuerdos afloraban
de forma espontánea.

Sentía cierto dolor en las piernas pues ya se había pasado el efecto anestésico. Sin embargo,
lo aguantó bien. De vez en cuando la enfermera entraba en su habitación para administrarle
calmantes. La noche se hizo larga y se dio cuenta de que no podía dormir. Cualquier ruido
lo inquietaba. Notaba el segundero del reloj con una precisión extrema. Intentaba visualizar
imágenes que lo relajaran. Eran las tres de la mañana y todavía no conseguía conciliar el
sueño porque había dormido demasiado tiempo los días previos. Finalmente a las seis se le
cerraron los ojos y experimentó el peso de una losa en sus heridas que ya comenzaban a
cicatrizar. Su cuerpo también parecía pesado y la mano del sueño se extendió prematura y
lo meció en la inconsciencia del automatismo silencioso que recogía sueños deshilachados
sin forma ni color, como retazos de imágenes que pertenecían a las ensoñaciones mecánicas
y que no lograría recordar cuando despertara. En sus sueños sufría o intentaba escapar de
algo, pero siempre permanecía inmóvil.

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La luz azul de la madrugada bañó la habitación y presintió que alguien tocaba su cuerpo.
Un peso astral le impedía moverse y era poseído por una fuerza subyugante. No luchaba
sino que se dejaba vencer por una inercia débil.

El sol amarillo pálido le hizo despertarse aquel 18 de junio. Después de desayunar se


encontró con que en su habitación estaban los inspectores de policía esperando tal y como
le habían anunciado unos días antes.

Le estrecharon la mano

- Bonito día ¿verdad?

-Así es, respondió lacónico Fabián

-Ha sido una gran catástrofe y le trajeron recortes de periódicos donde se relataba lo
sucedido.

-Es usted un afortunado por haber sobrevivido. Quizá le haya salvado su envergadura.
Alguien más endeble no hubiera podido sobrevivir.

-Una tragedia-respondió con un suspiro profundo Marconi que contemplaba escéptico a


ambos policías.

-Dentro de poco le darán el alta- repuso el comisario Javier Martín

y Fabián añadió:

- En tres días

Javier lo miró largamente y soslayó:

- Creemos que usted mantenía una estrecha relación con uno de los empleados

-¿A quién se refiere? Le preguntó intrigado.

-Nos referimos a Ramiro González-

- Somos amigos de la planta eso es todo- contestó serenamente -¿Qué quieren decir? les
preguntó preocupado

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José Gómez, el segundo policía tomó el relevo

-Verá, señor Marconi, su amigo Ramiro pudo fumar aquel día en la sala que contenía
benceno-Parece que nadie se percató de que él entrara allí.

-¿Entonces fue él? Se preguntó en voz alta mientras reconstruía en su memoria toda la
escena vivida con anterioridad.

¿No sabía usted nada de este hecho? Es muy posible que fuera él

Marconi luego indicó:

-Recuerdo que lo encontraron tirado en el suelo de otra sala y detectaron que había
consumido cocaína. Eso es todo. No sé más-

-Ramiro González ha sido detenido en su domicilio prosiguió el agente Gómez mientras


daba una vuelta por la habitación observando todo lo que en ella se encontraba. Después
alzó la mirada que clavó en Fabián y continuó hablando-por alijo de drogas y por ser el
presunto sospechoso de provocar el desastre de Quimasa.

Se detuvo unos instantes para retomar sus palabras finales:

Lo que queremos transmitirles es que le enviarán una citación para el juicio que tendrá
lugar en los próximos días-

Al poco tiempo los dos agentes se despidieron y le estrecharon la mano

Fabián se quedó silencioso y sintió un escalofrío al recordar todo lo que había vivido en
aquella planta química y los proyectos potenciales que no llegaron a materializarse.

Pasaron tres días y le dieron el alta hospitalaria. Ya era 21 de junio y el cielo parecía más
azul que nunca.

Al salir a la calle se sintió plenamente recuperado. Respiró la brisa acumulada en el


ambiente de la mañana. Tomó el metro hacia su casa. Por vez primera sintió la soledad de
la pérdida. La soledad de no tener a nadie cerca.

Cuando llegaba oyó sonar el teléfono antes de abrir la puerta.

Al descolgarlo reconoció una voz familiar.

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-¡Ricardo, cuánto tiempo! Exclamó casi eufórico.

-Te fui a visitar pero estabas inconsciente. Llamé al hospital y me dijeron que te habían
dado el alta.

-Sí, ya me ves aquí de nuevo-

-¿Y cómo te encuentras emocionalmente?-

-Depende del momento. A veces siento como una carga pesada que me oprimiera.

-Sabes que Ramiro va a ir a juicio?-

-Sí, unos policías vinieron a visitarme al hospital hace unos días y me lo dijeron.

El juez de instrucción es posible que le impute la pena máxima si se esclarecen pronto los
hechos. Va a haber un juicio oral. Seguro que te han citado. ¿Has comprobado si tienes ya
la carta?

Marconi miró a su alrededor y vio que había una carta tirada en el suelo junto a la puerta de
entrada. Esperó unos segundos y la abrió

-La tengo. Es para el próximo 18 de julio-

-Yo también asistiré. Nos van a interrogar a todos los supervivientes de aquel día-

-Ramiro se puso a llorar varias veces en el primer juicio. Cuando se lo llevaron tenía los
ojos enrojecidos. Dijo que no recordaba nada de lo sucedido-

-Tiene una buena coartada repuso Fabián, él salió mucho antes de las nueve-Yo vi un
cigarro encendido en el suelo, y seguro que él lo había tirado allí después de haberle dado
unas caladas. Por eso, le pidió a Gonzalo uno en la hora de la comida. Creo que lo tenía
todo planeado.

Ay suspiró Ricardo la cosa pinta mal. ¿No sospecharon de ti?

-No lo sé. Matías perdió los nervios y no supo reaccionar.

-¡¡Era demasiado!!- añadió Ricardo.

-En fin, te paso a ver el fin de semana. Me debes una partida de póker-

-De acuerdo-

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Marconi colgó el teléfono y guardó la carta.

Volvió al gimnasio del que había estado ausente más de tres meses. Allí se encontró con
sus dos colegas. Empezó a levantar pesos ligeros hasta el momento en que estuviera
preparado y fuera capaz de incrementar el peso. El entrenamiento le resultó difícil después
de tanto tiempo de inactividad. Sus amigos estaban allí para apoyarlo. De repente se
encontró con la mujer que solía mirarlo y notó cierta decepción en sus ojos. Marconi ya no
estaba en forma. Él lo sabía pero iba a entrenar duro para conseguir recuperar su físico.
Roberto le hizo estrenarse con ejercicios cardiovasculares y con pesas de quince kilos .El
entrenamiento seria exhaustivo. Cada semana aumentaría dos kilos de peso.

Llego el 18 de julio, era jueves y tenía que declarar en calidad de testigo.

Se levantó la sesión. La jueza Maribel Estrada pronunció sus primeras palabras

-Se llama a declarar a los testigos. Ricardo Barona suba al estrado por favor.

Ricardo subió y distinguió a lo lejos el rostro impasible de Marconi. Durante diez minutos
largos habló.

Parecía mirar a Fabián en todo momento. Este lo escuchaba con atención.

- Me fui antes de que la catástrofe comenzara, explicó -Todo iba bien. Nada hacía presagiar
algo así. Me pareció un día como cualquier otro. Lo único que puedo decir es que sentía
un picor fuerte en la garganta y que me hizo toser mientras estaba en la planta sobre las
seis y media de la tarde. No le di más importancia, simplemente al salir de allí se me pasó.

Después de declarar Ricardo volvió a su sitio.

Más tarde, subió al estrado Daniel González de 28 años y al que le habían amputado una
pierna. Se le veía preocupado. Una cierta tensión se dibujaba en su rostro picado de
viruelas. Al recordar la pesadilla sus palabras entrechocaron en su boca y no pudo contener
la emoción de las lágrimas. Se levantó del sitio con sus muletas y salió de la sala.

La jueza empatizó con el joven a quien eximió de su declaración.

Cuando le llegó el turno a Marconi contó los hechos tal y como los había vivido.

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El fiscal le interrogó

-¿Usted sospechaba de alguien en especial?-a lo que Fabián respondió con una negativa y
prosiguió:

-Simplemente al ver el cigarro humeante en el suelo me alarmé.

-¿Mantenía usted una buena relación con Ramiro González?

-Sí,, pero ese día estaba raro, apenas hablaba-

-¿Qué quiere decir con “raro”?

-Quiero decir que no estaba normal, parecía somnoliento, confundido. Algo le sucedía-

-¿Es cierto que consumía drogas? La voz del fiscal resonaba estentórea.

-Sí, así lo descubrimos ese mismo día-

-¿Usted fuma?-

-No - respondió Marconi.

Las pruebas del polígrafo confirman que usted dice la verdad.

-¿Su difunto jefe Matías López Hernández no sospechó de usted cuando encontró la colilla
y el cigarro humeantes en el suelo?

-No lo sé, respondió Fabián y prosiguió con la descripción de los hechos

-Simplemente se alteró mucho- dijo sin mirar al fiscal -y fue por el olor a benceno-

-¿Cuánto tiempo estima usted que ese cigarro había estado encendido?

-Quizá llevaría una media hora-

-¿y cuándo evacuaron a Ramiro González?-

-A las seis de la tarde aproximadamente-

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-Eso significa que pudo ser él quien fumó en el recinto unos minutos antes de las seis o
para ser más exactos a las cinco y media antes de que le descubrieran en la otra sala
desmayado en el suelo- insistió el fiscal

-No se lo puedo aseverar, pero probablemente pudiera ser así porque con antelación se
guardó un cigarro que le pidió a Gonzalo- concluyó Marconi

Cuando bajó del estrado vio a Ramiro sentado cubriéndose parte de la cara con las manos.

Lo miró tanto como pudo para descubrir algún gesto que lo delatara.

Acto seguido llamaron a Ramiro.

La acusación le preguntó:

-¿Usted fumó en la sala 301?-

Se hizo un largo silencio sin que la pregunta fuera contestada y el fiscal la reformuló de
nuevo.

Un hilo de voz débil salió de su garganta

-No recuerdo casi nada de aquel día-

-¿Usted fuma habitualmente?-

-No-

El fiscal dio vueltas alrededor de la sala y prosiguió con las preguntas.

-Después de haberle realizado las pruebas del polígrafo estas concluyen que usted miente
acerca de lo que dice. -Sabe más de lo que quiere aparentar en esta sala. Por favor, haga
constar los hechos. La voz del fiscal era un eco sonoro.

- Señor González, al registrar su domicilio encontramos varios paquetes de cigarros


apilados en una caja.¿ Qué tiene que decir a eso?

-Son de mi ex mujer. Los dejó ahí

La acusación lo interrumpió:

-Es falso su ex mujer había dejado de fumar hacía más de dos años-

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El abogado defensor de Ramiro interrumpió a la acusación.

-El acusado dice la verdad. Había dejado de fumar hacía días. Esos cigarros eran de hacía
años y los tenía guardados para que su ex mujer se los llevara cuando fuera a recoger a su
hijo el fin de semana que le correspondiera hacerse cargo de él-

El fiscal paseó silencioso por la sala y se detuvo abruptamente y luego gritó:

-Entonces, como es posible que se guardara un cigarro para luego. Por tanto, seguía
fumando y es falso que se negara a dejarlo-

El abogado defensor exclamó:

-Ramiro, es una persona con muchos problemas no solo de autoestima sino también
personales y se dirigió al jurado- Piensen que hubiesen hecho ustedes en su lugar. Un
hombre sin hogar. Sin el cariño de su esposa que lo había dejado por otro hombre y con un
hijo discapacitado. ¿Pueden empatizar con él?. Fíjense en sus ojos dijo señalándolo- Miren
su mirada está ausente. Es una víctima de las circunstancias. No sabía lo que hacía. No
era consciente de sus actos

Después la jueza le pidió a Ramiro que se bajara del estrado

Llamaron nuevamente a Marconi que ocupó el asiento de Ramiro

La pregunta de la acusación fue directa y agujereó el estómago de Fabián

- ¿Vio fumar a menudo a Ramiro en los descansos?

Marconi respondió con un sí casi inaudible

La voz clara y directa de la acusación no se hizo esperar

-¿Usted cree que hubo un intento de ocultación por parte de su colega al poder estar
implicado directamente en el incidente que provocó la muerte masiva y la destrucción de la
planta?

Se hizo un silencio ominoso, hasta que Marconi contestó

-No puedo responder a esa pregunta. Solo puedo decirle que encontramos a Ramiro tirado
en el suelo inconsciente-

Los pasos del fiscal resonaron una vez más.

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Alguien desde la parte de atrás gritó

-¡¡Fue él!!

El fiscal miró en los rostros para identificar al que había gritado. Su voz saltó en el aire

-¿Quién ha dicho eso?

La jueza exigió silencio en la sala.

Un joven de veinticuatro años se levantó. Tenía el cabello casi rapado por los laterales y
aparentaba menos edad.

El fiscal pidió a la jueza que el joven pudiese declarar para arrojar más luz al asunto

Después de unos minutos de reflexión accedió

Suba al estrado- le exigió con voz firme y mandaron sentar a Fabián

La acusación se acercó a él para escudriñarlo

-¿A quién acusa? Preguntó

-A Ramiro González, señor- respondió

-Su nombre, dígame su nombre y qué relación tiene con el imputado

-Me llamo Javier y pensaba no hacerlo. Iba a encubrirlo pero cuando vi al chaval sin la
pierna me dije a mi mismo que cómo demonios iba a callarme. Javier se paró unos instantes
y luego prosiguió. -Yo conozco a Ramiro desde hace cinco años. Cuando sucedió la
explosión en la planta dos o tres días después vino a verme. Me contó que él había fumado
en la sala que se incendió. Entonces, lo miré sin creerme lo que me estaba diciendo. ¡Pero
no te das cuenta le respondí de que te has cargado a toda esa gente?¡ Al principio me dijo
que se entregaría pero luego cambió de opinión.

Lo miró y vio que lloraba

Todos oyeron un grito de desolación

¿Por qué lo has contado? ¡¡¡ Eres un traidor hijo de perra!!! Yo confiaba en ti

-Lo he hecho por el bien de todos- se justificó Javier que enrojeció súbitamente

-Qué responda el acusado-inquirió la jueza

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Ramiro se defendió

-Tengo un hijo discapacitado

Pero ¿por qué lo hizo? Interrogó el fiscal

-No me sentía bien aquel día así que cuando Matías López me obligó a quedarme lo odié
por unos instantes y decidí vengarme. Sabía que estaba prohibido fumar en las
instalaciones entonces aproveché que él no se encontraba para ir a encender el cigarro en
una de las salas a escondidas. Nadie se había percatado de mi presencia en la sala. Hacía
mucho calor ese día. Sí, señores fumé en la sala quizá por hastío o por venganza y tiré el
cigarro al suelo sin apagarlo, supongo que lo olvidaría, no sé, no recuerdo bien porqué.
Pero me volví a la oficina y allí empecé a sentirme mareado hasta que me desplomé y me
caí al suelo-

-Se ha dicho que usted consumía drogas. Encontraron cocaína en su mesa- prosiguió el
fiscal

Ramiro guardó silencio. No quiso contestar la pregunta.

-No hay más preguntas, concluyó la acusación.

Dos días después tenía lugar el desenlace del juicio y el jurado debía pronunciarse sobre la
inocencia o culpabilidad del acusado

Hubo unos minutos de deliberación y la representante del jurado dijo delante de todos los
intervinientes.

-En nombre de mis colegas he de decir que consideramos culpable a Ramiro González
Solezano de haber causado las muertes de manera imprudente a sus compañeros de la
planta química.

El juez ratificó el veredicto del jurado declarándolo culpable por homicidio imprudente.

Se levantó la sesión y se llevaron esposado a Ramiro.

Cabizbajo, no se atrevió a mirar a nadie

Después, concluida la sesión, se armó alboroto en la sala de lo penal. Testigos y amigos desalojaron
sus asientos.

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Marconi estrechó las manos de Marcelo uno de los supervivientes de la catástrofe y a ellos se les
unieron más tarde Iván y Ricardo.

Hablaron amistosamente. Pero el rostro de Marconi expresaba cierta desazón. Quería conversar con
Ramiro al que se habían llevado a prisión. Se prometió a sí mismo que lo visitaría.

Era un día de julio muy caluroso. El sol quemaba. Se dirigió a su casa pues ya era mediodía. El
juicio se le había hecho largo.

Decidió pasar página y centrarse en recuperar su físico. A pesar de que lo intentó no podía olvidar
el hecho de que Ramiro estuviera en la cárcel y que no confesara el verdadero motivo de su delito.
Fabián pensaba que había alguna razón que lo había impulsado a cometer el delito.

Un mes después fue a visitar a su compañero a la prisión .El calor era asfixiante. Recorrió largos
pasillos acompañado de un funcionario de prisiones y llegó a la celda 16 donde se encontraba en
compañía de dos presos más.

La puerta chirrió y se miraron de frente. Marconi lo observó en un intervalo de silencio sin saber
qué decir. En ese momento se sintió vulnerable.

Ramiro estaba sentado en el borde la cama y comenzó a hablar con su indiferencia acostumbrada.

-¿Qué haces aquí? Le preguntó mientras apagaba el último cigarrillo en el suelo de la celda.

-¿Sabías que Gonzalo murió abrasado por las llamas? Lo interrogó con los ojos para hallar algo de
emoción en su mirada vacía. Hablaba en voz baja.

¿A qué vienes? Preguntó sin mirarlo ¿A recordarme lo mismo una y otra vez? Ahora su voz era
como un eco sordo que había perdido su forma y se confundía con los gritos de la cárcel. Unos
minutos después todo quedó en silencio. Entonces, le dirigió una mirada sonámbula y fue
arrastrando las palabras como una cadena pesada que salía de su boca y expresaba su agotamiento
físico y mental-Yo también he sufrido. Todos sufrimos. Es inevitable. La muerte está ahí. Hoy te
toca a ti y mañana a mí. Podría haber sido otro el que tirara el cigarro. Qué más da que fuera yo u
otra persona. Ya pasó.

Marconi sintió sed.

La boca se le secó y no encontraba la botella de agua en su mochila. Sus palabras se le pegaban al


paladar como un chicle.

34
-Solo quería una confesión de amigo a amigo-

Ramiro hizo un gesto hosco con la boca

-Yo no tengo amigos-y miró a su alrededor con expresión triste. Se le marcaba más el rictus ahora
que estaba en la cárcel. Sus ojos apagados ya no tenían luz alguna. Hizo un largo silencio y se oyó
el crepitar de una cerilla que encendía un cigarro que nuevamente se introdujo en la boca.

-Sabes, tenía una vida, una esposa a la que adoraba y me abandonó. Tenía un hijo también. Pero
los he perdido a los dos. ¿Y quién piensa en ´mí? Te diré quién. Nadie Luego prosiguió mirando la
pared con tristeza. Solo espero mi muerte, es lo único que me queda

Fabián lo entendió por un momento, sintió su dolor como una losa que lo aplastaba. Veía que estaba
en su prisión personal de la que no podía huir, lo miró a los ojos largamente y salió del recinto sin
decir adiós.

Ramiro gritó su nombre cuando se alejaba

-Eh, ¿por qué tienes tanta prisa?

Fabián se detuvo. Pensó que quizá no tenía sentido contestarle pero dos segundos más tarde estaba
frente a él.

Hacía calor en la cárcel. El humo del cigarro se deshacía lentamente en el aire que se tornaba
pesado en ciertos momentos. Marconi le dirigió una mirada sin fin. Se fijó en él como si fuera la
primera vez que lo viera. Observó cada una de sus facciones que iban difuminándose entre los
surcos que se le formaban en las mejillas.

-Has estado muy poco tiempo aquí conmigo. Me gustaría que al menos tú no te llevaras un mal
recuerdo de mí

Marconi titubeó y esperó las siguientes palabras de su amigo

-Ese día, fumé en la sala por inconsciencia, no pensé en los peligros que podrían acarrear unas
cuantas caladas. Debió ser que tiré el cigarro y no lo apagué, ya sabes lo despreocupado que soy a
veces. La droga que me habían suministrado no era de buena calidad y cuando estás así no piensas
en nadie ni en nada. Ramiro se detuvo un instante para recobrar la templanza necesaria y seguir
hablando.

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-Lo cierto es que me siento más deprimido todavía aunque no lo parezca. A veces, me rendiría. Los
días aquí me producen una gran frustración. Lucho contra mi mismo pero me dejo vencer. La
desidia me puede. Ya ves Fabián que no soy fuerte. Pero aquí nadie viene a verme. Solo has venido
tú. Aplastó su cigarrillo consumido en el suelo con los dedos. Su rostro apergaminado se parecía
más al de un anciano que al de un hombre de mediana edad. Marconi dejó que se desahogara

-La verdad es que me gustaría que no te fueras. Después de un rato prosiguió. Ya te dije que no
tengo amigos en la cárcel. Todos te miran con recelo. No sabría y tomó aire para seguir hablando.
No sabría cómo vencer la desesperación.

Fabián no creía ya en las palabras de Ramiro. Todo lo que había significado para él se había
borrado. Ya no había nada que pudiera hacer para convencerlo. Quizá solo fuera un asunto de
tiempo o quizá el accidente que provocó le obligaría a olvidarlo para siempre. Se mostraba distante
hasta tal punto que la tensión lo incomodaba. Empezó a sentir un temblor nervioso en las
pantorrillas y ganas de marcharse.

Después de un rato se calmó. Miró las paredes desconchadas y el suelo lleno de colillas luego
dirigió su mirada a Ramiro

-¿Qué puedo hacer por ti? Le preguntó desganado

-Nada, solo escuchar mis tonterías. Al menos tú me conoces desde hace más de ocho años. Ya no sé
qué decirte. Todo ha sido una pesadilla. Quisiera disculparme al menos contigo ya que con los
demás no podré. Están muertos. Se paró unos instantes Todos acabaremos así. Es nuestra fatalidad.
Es nuestro destino pero la mayoría tenía proyectos, ilusiones aunque fueran fugaces. Sin embargo,
yo ya no tenía ninguna. Escúchame y lo señaló con el dedo enérgicamente- Cuando los veía por los
pasillos bromeando no lo entendía. Pensaba ¿acaso no tienen problemas en sus vidas? ¿Es que sus
vidas son perfectas? ¿Nadie los abandonó alguna vez? ¿Ninguno tiene un hijo discapacitado? Por
lo visto, sus vidas eran casi perfectas. Ya me empecé a hartar de ese ambiente de ó rdenes, de
reglas, de bromas estúpidas. Hasta alguna vez fantaseaba con la idea de hacer algo prohibido y me
preguntaba ¿por qué no? ¿Quién me lo impide? Cuando sucedió aquello no me lo podía creer.
Había olvidado apagar el dichoso cigarrillo. Había dejado mis huellas. Pero Fabián,- e hizo un
ademán de negación con la cabeza- estaba bajo los efectos de la droga. No pude hacer nada. Unas
lágrimas de dolor aparecieron en sus ojos que transformaron su rostro en el de un ser humano que
sufría. En ese momento Marconi sintió un impulso de abrazarlo para consolar a su amigo pero se
contuvo.

36
-Los errores se pagan.- prosiguió Ramiro

Fabián miró al suelo y dijo:

-Ramiro yo lamento mucho que te veas en esta situación pero debiste pensar en la gente que ya no
está entre nosotros. Debiste controlarte y no dejarte llevar por tus fantasías o por las drogas. El
caso es que hubiera sido de todas formas tu último día en la planta porque te habrían
expedientado. Efectivamente, todo esto supone una factura muy elevada de pagar. Pero no te queda
otra que pagar.

Ramiro le dirigió una mirada desesperada y lo sujetó del brazo para que no se marchara

-Necesitaría que me trajeras un poco de coca- Siento que me subo por las paredes sin la droga. Yo
te diré dónde puedes conseguirla

-Ramiro, no me pidas eso porque sabes que no lo voy a hacer contestó fríamente y Ramiro hizo
un ademán de sacar algo de su pantalón pero no le dio tiempo a darle nada porque la conversación
fue interrumpida por la entrada del vigilante que fríamente obligó a Marconi a desalojar la celda.

A lo lejos se oían los gritos de Ramiro

-¡¡Vuelve otro día amigo!!

Cuando tomó el autobús intentó elucubrar varias hipótesis para salvar a Ramiro ante sí mismo.
Durante varios días no pudo olvidarlo. Comprendía que su amigo había sido una víctima de las
circunstancias y que no supo enfrentar su propia adversidad. Debía sufrir mucho y no se puso en el
lugar de los demás. La indiferencia lo consumía como los cigarros que fumaba. A veces, pensaba
que la vida tejía un cerco alrededor de algunos y que muchos preferían morir atrapados por el
sistema decadente de una sociedad enloquecida.

Llegó el mes de septiembre y el recuerdo de la planta comenzó a esfumarse como un espejismo que
permanece atrapado en el inconsciente. Sin embargo, todas las semanas tenía una pesadilla en la
que intentaba huir de un lugar angosto que lo iba comprimiendo hasta aplastarlo. Entonces, se
despertaba acalorado y con la respiración entrecortada y se daba cuenta de que era un simple sueño
y se tranquilizaba para volver a dormirse.

El sol parecía no acabarse nunca. Era cada vez más fuerte y brillaba esplendoroso al mediodía. Por
las mañanas rezumaban las hojas de los árboles su brillo canicular. Fabián cambió su horario de

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gimnasio y en vez de ir a las diez de la noche iba por la mañana. Paulatinamente fue recuperando su
forma física gracias al entrenamiento constante.

El resto del día lo ocupaba en otras actividades y muchas veces pasaba las horas muertas en su
dormitorio huyendo del calor infernal.

Luis y Roberto a menudo lo visitaban y le informaban de las competiciones de culturismo que había
cada año. Fabián ya tenía una motivación y pensaba presentarse a la categoría de peso medio.

Calentaba cuidadosamente antes de iniciar el ejercicio. Después dedicaba series de doce


repeticiones para los músculos grandes y ocho series de repeticiones para el resto de músculos de
forma estricta

Entrenaba cuatro veces por semana. Pero no lo hacía en exceso para dejar que el músculo se
recuperara. Realizaba ejercicios básicos como el press, el remo, la sentadilla el peso muerto y el
curl. Por otra parte, comenzó a realizar algunos de aislamiento que pulían su físico para la
competición.

Cuando realizaba el press de banca llegaba a coger 150 kilos y forzaba los músculos al máximo
para ganar masa muscular.

Su amigo Luis se convirtió en su mejor aliado y le ayudó a encontrar sus puntos débiles y a
combatirlos mediante el entrenamiento de los músculos menos desarrollados al cien por cien.

Fabián llevaba una dieta equilibrada a base de proteínas de la mejor calidad y carbohidratos de
cadena corta. Sabía que el éxito en las competiciones se basaba porcentualmente en la dieta sobre
todo en las últimas semanas. La clave del éxito consistía en entrenar regularmente a la misma hora y
mantener una actitud positiva. Como se daba cuenta a lo que se enfrentaba, Fabián era constante y
no trasnochaba para que su físico mejorase lentamente y así no perder masa muscular.

Habían transcurrido varios meses desde la tragedia. Era diciembre y un frío sobrecogedor asolaba la
ciudad. Luis, el ingeniero industrial fue a visitarlo para que se reencontrara con el entorno
accidentado.

Llegó a las nueve y media y Marconi lo invitó a un café en su casa.

Luis se encontraba en búsqueda de empleo. Su semblante parecía preocupado

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-Ya encontrarás. No es fácil hallar a alguien con tu currículum. Se lo dijo mientras se sentaba a su
lado para proseguir la conversación.

-Tú has tenido más suerte. Te han indemnizado con mucho dinero-

-Pero también lo he pasado muy mal, con heridas y cicatrices que no se han borrado en algunas
partes de mi cuerpo. Se levantó el jersey para enseñarle las marcas indelebles del costado.

Luis recuperó la sonrisa al ver el cuerpo fibroso de Fabián.

-Veo que ya has vuelto a tu forma física.

-Entreno a menudo. Eso es todo. Fabián se mostró lacónico. Su mirada se tornó grave

-El próximo año compito, en junio-

.¿Competir?-

Me refiero al culturismo.

Ah claro.

-Lo hago porque me gusta simplemente. Por pura diversión-

Y aparte de eso ¿qué has pensado? Le preguntó Luis tranquilamente-¿ buscarte otro empleo?

-No lo sé, respondió mirando al suelo. Todavía puedo aguantar bastante con lo que me han dado.
Más adelante lo pensaré.

El día se tornó plomizo. El olor a escarcha impregnó el patio interior y su aroma llegó a la cocina
donde ambos amigos estaban sentados.

Después de unas horas de café y conversaciones amenas, se marcharon en el coche de Luis para
volver al lugar del accidente. Se trataba tan solo de un páramo desolado. Algunas vallas esparcidas
en el sitio indicaban que una constructora iba a edificar viviendas en esa zona. Los dos amigos
hablaron mientras paseaban y un viento helado recorrió el paraje solitario.

Luis cabizbajo no era capaz de recomponer ninguna escena en su cabeza. Sentía un deseo frenético
de marcharse de allí. El viento que se levantó lo molestaba y Fabián se dio cuenta.

-¿Qué te sucede?

Le cogió del brazo para que no se desmoronara. Luis empezó a sentirse incómodo con la situación y
pidió a Marconi que se fueran lo antes posible.

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-No quiero recordar lo que ha sucedido. Pensé que lo había superado. Pero creo que no.

-Vámonos, no tienes porqué sufrir más de la cuenta-

-¿Qué se te ha pasado por la mente a ti? Le preguntó Luis

-He sentido un escalofrío mientras caminábamos. Solo recuerdo que me desmayé cuando me
alcanzaron las llamas. Luego, nada más salvo que me desperté en el hospital vendado y con
muchos dolores-

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La rutina seguiría igual. Marconi se puso cómodo en su sofá mientras escuchaba las últimas gotas
de lluvia fresca que caprichosas se introducían en el salón y mojaban su cara. Cerró los ojos y de
vez en cuando sintió una llamarada de fuego que le quemaba el cuerpo. Supuso que todavía seguía
vivo en él, aquel incendio.

El semblante de Ramiro se confundía con sus preguntas acerca de cómo todo había sucedido. Se
veía limitado al no hallar una respuesta definitiva. Pero quizá fuera la frustración de Ramiro, la
desidia o la indiferencia por la suerte ajena lo que le llevara a provocar el trágico accidente o quizá
la mala voluntad de ver a los demás en una situación de ventaja respecto a él. Pero no solamente
veía la cara de Ramiro, también visualizó la de Matías tan lleno de vida que había perecido en el
incidente. Después se sucedieron en su imaginación otros rostros, otras gentes con las que a menudo
se había encontrado en el metro o en la calle de al lado. Dejó que sus pensamientos discurrieran
instintivamente con la libertad con la que la lluvia impregna las aceras grises.

Se vio a sí mismo en una nube de gas que se cernía sobre su cuerpo hasta dejarlo sin aliento.
Navegó por el aire y el viento lo acunó sin motivo.

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