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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia


RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL-Derivada de las lesiones –
incapacidad de cincuenta días y secuela médico legales- sufridas por pasajera de
taxi a causa de accidente de tránsito ocurrido en desarrollo de contrato de
servicio público de transporte de pasajeros. Colisión entre taxi y dos vehículos
particulares. Omisión de la facultad oficiosa del juzgador de decretar pruebas de
oficio para concretar los perjuicios. Ataque en casación de la ausencia de
pronunciamiento sobre el daño a la vida de relación. Afectación por pérdida de
la oportunidad de conseguir un empleo. (SC7824-2016; 15/06/2016)

CONTRATO DE TRANSPORTE PÚBLICO DE PASAJEROS-


Responsabilidad contractual derivada de las lesiones –incapacidad de cincuenta
días y secuela médico legales- sufridas por pasajera de taxi que colisiona con dos
vehículos particulares. (SC7824-2016; 15/06/2016)

NEXO CAUSAL-Ausencia de demostración del vínculo entre la conducta del


victimario y el daño generado por la pérdida de empleo. Atribución del perjuicio
en el empleador que da por terminado el contrato de trabajo de manera
unilateral e injusta. Improcedencia de su concreción como lucro cesante.
Afectación de la pérdida de la oportunidad de conseguir un nuevo empleo.
(SC7824-2016; 15/06/2016)

LUCRO CESANTE-Daño derivado de la pérdida del empleo. Afectación


derivada de la privación de conseguir un nuevo empleo como pérdida de
oportunidad. Reiteración de la sentencia del 04 de agosto de 2014. (SC7824-
2016; 15/06/2016)

PÉRDIDA DE LA OPORTUNIDAD-Distinción del lucro cesante. Afectación


derivada de la privación de conseguir un nuevo empleo a causa de las lesiones –
incapacidad de cincuenta días y secuela médico legales- sufridas en accidente de
tránsito. Reiteración de la sentencia del 04 de agosto de 2014. Carga de la
prueba. (SC7824-2016; 15/06/2016)

DAÑO A LA VIDA DE RELACIÓN-Alcance. Afectación proyectada a la esfera


externa de la víctima, por lesiones en accidente de tránsito. Diferencia de los
daños morales. Ataque en casación de la ausencia de pronunciamiento sobre su
valoración y definición. Autonomía e independencia de su reconocimiento y
condena con relación a los perjuicios de orden moral. Demostración de los
hechos generadores del perjuicio. (SC7824-2016; 15/06/2016)

DAÑO MORAL-Alcance por lesión en accidente de tránsito. Diferencia del


daño a la vida de relación. Autonomía e independencia de su reconocimiento y
condena con relación al daño a la vida de relación. (SC7824-2016; 15/06/2016)

COMPLEMENTACIÓN DE LA SENTENCIA-Solicitada en segunda


instancia por la demandante al omitirse la condena derivada del daño a la vida
de relación padecido a causa de accidente de tránsito. (SC7824-2016;
15/06/2016)

PRUEBA DE OFICIO-Omisión de su decreto por el juzgador para concretar la


condena de perjuicios. Reiteración de las sentencias de 29 de abril de 2009 y 21
de octubre de 2013. (SC7824-2016; 15/06/2016)
Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

APRECIACIÓN PROBATORIA-Por suposición de la causa de la pérdida de


trabajo y ausencia de valoración de prueba documental aportada para acreditar
la vinculación laboral y el salario devengado al momento del accidente de
tránsito. (SC7824-2016; 15/06/2016)

ERROR DE DERECHO-Omisión de la facultad oficiosa del juez de decretar


pruebas de oficio para acreditar los perjuicio por lesiones en accidente de
tránsito, ante las falencias probatorias advertidas en los documentos allegados
en copia simple o extemporáneamente durante la audiencia del artículo 101 del
Código de Procedimiento Civil. (SC7824-2016; 15/06/2016)

SENTENCIA SUSTITUTIVA-Se casa parcialmente la sentencia y se decretan


pruebas de oficio antes de dictar la providencia de reemplazo, con el objeto de
determinar la cuantía del perjuicio por lesiones ocasionadas en accidente de
tránsito. (SC7824-2016; 15/06/2016)

Fuente formal:
Artículo 37 núm. 4, 177, 179, 180, 307, 368 núm. 1 del Código de Procedimiento
Civil.
Artículo 1613, 1614 y 2341 del Código Civil.
Artículo 1003 del Código de Comercio.
Artículo 170 del Código General del Proceso.
Artículo 16 de la Ley 446 de 1998.

Fuente jurisprudencial:

PÉRDIDA DE OPORTUNIDAD:
CSJ SC, 04 de agosto de 2014, exp. 1998-07770-01.

PRUEBA DE OFICIO:
CSJ SC, 29 de abril de 2009, rad. 2002-00435-01.
CSJ SC, 21 de octubre de 2013, rad. 2009-00392-01.

Fuente doctrinal:

PÉRDIDA DE OPORTUNIDAD:
TRIGO REPERAS, Félix y LÓPEZ MESA, Marcelo. Tratado De la
Responsabilidad Civil. Cuantificación del daño. Fondo Editorial del Derecho y la
Economía. Buenos Aires 2006.
SALINAS UGARTE, Gastón. Responsabilidad Civil Contractual. Tomo I.
Editorial Abeledo Perrot. Santiago de Chile 2011.
MEDINA ALCOZ, Luis. La teoría de la pérdida de oportunidad. Estudio
jurisprudencial y doctrinal de derecho de daños público y privado. Pag. 87.

Asunto:
Pretende la afectada, que se condene a los convocados al pago de los perjuicios
materiales y morales derivados del accidente de tránsito en el que participó el
taxi en el que se encontraba como pasajera y dos automotores, episodio que le
ocasionó la pérdida de su empleo, incapacidad de cincuenta (50) días y secuelas
médico legales. El Juzgado de primera instancia exoneró por falta de
legitimación en la causa al conductor y propietario del taxi en el que se
encontraba la actora como pasajera, e igualmente declaró no probadas las
excepciones propuestas por la empresa de taxis a la que se encontraba afiliado el

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

vehículo de servicio público y la aseguradora llamada en garantía, decisión que


fue revocada parcialmente por el Tribunal, que exoneró a la aseguradora, negó el
lucro cesante reconocido en primera instancia e incrementó la cuantía del
perjuicio moral, asimismo se negó la solicitud de adición de la sentencia
presentada por la demandante con relación al daño a la vida de relación. Contra
ésta decisión se formuló recurso de casación respecto de una de las actoras,
quien propuso un único cargo con fundamento en la causal 1º, por errores de
hecho y de derecho en la apreciación de las pruebas. La Corte CASÓ
PARCIALMENTE la sentencia al prosperar el error de derecho derivado de la
omisión en la facultad oficiosa del juez de decretar pruebas de oficio para
acreditar la concreción de los perjuicios y antes de dictar la sentencia de
reemplazo decreta pruebas de oficio para dicha finalidad.

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN CIVIL

MARGARITA CABELLO BLANCO


Magistrada ponente

SC7824-2016
Radicación n°. 11001 31 03 029 2006 00272 01
(Aprobado en sesión de dieciséis de junio de dos mil quince)

Bogotá, D. C., quince (15) de junio de dos mil dieciséis (2016).

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la


señora MARIA ESPERANZA CASTELLANOS, demandante,
contra la sentencia proferida el diecinueve (19) de diciembre de
dos mil once (2011), por la Sala Civil del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso ordinario por ella
instaurado contra WILSON LANCHEROS, ADAN ROBAYO

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

SANTANA y las sociedades RADIO TAXI AEROPUERTO S.A. y


LIBERTY SEGUROS S.A.

ANTECEDENTES

1. La accionante, ante el Juzgado Veintinueve Civil del


Circuito de Bogotá, despacho escogido una vez agotado el
correspondiente reparto (folio 52, cuaderno No. 1), a través de
apoderado judicial designado al efecto, demandó a las personas
y entidades señaladas en precedencia, reclamando, en esencia
que: «se condene a los demandados al pago de los DAÑOS MATERIALES Y
MORALES así: A. DAÑOS MATERIALES A.1 LUCRO CESANTE. Se deberá
cancelar por este rublo a la señora MARIA ESPERANZA CASTELLANOS la

suma de CUATOSCIENTOS (sic) SESENTA Y DOS MILLONES DE PESOS

M/CTE ($462´000.000.oo). C- DAÑOS MORALES Y DE RELACION (sic)».

Respecto de este último perjuicio, de manera puntual, expuso:

«Con motivo de la comisión del hecho realizado, mi poderdante ha


sufrido trastornos emocionales, depresión, angustia, que le ha
afectado, su vida, las relaciones interpersonales, los cuales avalúo
en:

«1. 1000 Salarios mínimos mensuales legales, para la señora María


Esperanza Castellanos.

2. Los intereses legales (Art. 1617 del C.C.) de las sumas antes
indicadas, a partir del día 23 de Octubre de 2.005, y hasta cuando
se verifique su pago.

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3. La indexación de la suma antes determinadas (sic), a partir del


día 23 de Octubre de 2.005, y hasta cuando se verifique su pago,
teniendo en cuenta el índice de precios al consumidor que certifique
el ‘DANE’.

4. En subsidio de las anteriores pretensiones patrimoniales, solicito


se reconozcan los daños Materiales y Morales, que resulten
demostrados y tasados pericialmente.

(….)»

(Folios 166 y 167, cuaderno principal).

2. Las súplicas memoradas contienen los aspectos


fácticos que se compendian:

2.1. El día veintitrés (23) de octubre de dos mil cinco


(2005), la demandante se transportaba en el vehículo de placas
SFN-100, de servicio público (taxi), manejado por el señor
WILSON LANCHEROS, y, durante el recorrido, colisionó con los
automotores de placas VDF-784 y SGQ-125, cuyos
conductores, en su orden, eran WILSON ZAPATA y RONALD
VERGARA.

Para esa fecha, la señora Castellanos contaba 43 años de


edad, gozaba de excelente estado de salud y, según la
resolución 0497 de 1997, expedida por la ‘Superintendencia
Bancaria’, su expectativa de vida era de 35.52 años más.

2.2. En el libelo se afirmó que el taxi en el que se


desplazaba la accionante era de propiedad del señor ADAN

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ROBAYO SANTANA; se encontraba afiliado a la empresa Radio


Taxi Aeropuerto S.A., y, además, respecto del mismo, estaba
vigente un seguro de responsabilidad civil contractual emitido
por la sociedad Liberty Seguros S.A.
2.3. A raíz del accidente, la pasajera (demandante), sufrió
heridas de consideración y el Instituto de Medicina Legal, las
dictaminó así:

Anamnesis: Asiste a tercer reconocimiento legal, se revisan


reconocimientos anteriores, de las lesiones descritas en dichos
reconocimientos presenta: marcha con muleta auxiliar izquierda
persisten dos cicatrices de 1 cms de longitud cada una en la cara
anterior externa de rodilla derecha, visibles no ostensibles. Edema en
la rodilla derecha, arcos de movilidad de la rodilla derecha
severamente disminuidos, flexión de la pierna sobre el muslo hasta
90 grados. Cicatriz lineal y oblicua de 5 cms de longitud en la región
frontal izquierda, cicatriz hipercromica de 3 cms de longitud paralela
a la anterior frontal izquierda, cicatriz de 2 cms de longitud y otra de
1 cms de longitud en parpado superior izquierdo. Presenta:
conclusión mecanismo causal: contundente, corte contundente

incapacidad medico (sic) legal: definitiva. Cincuenta (50) días.


Secuelas medico legales: deformidad física que afecta el rostro, de
carácter permanente, perturbación funcional de miembro, de carácter
permanente: Perturbación funcional de órgano de carácter
permanente, a determinar otros secuelas si las hubiere la paciente
debe ser valorada por odontología forense.

2.4. La accionante, para la fecha del siniestro, era


empleada de la Congregación de Hermanos de las Escuelas
Cristianas –Instituto San Bernardo de la Salle-, ‘ devengando la
asignación mensual en la suma de QUINIENTOS MIL PESOS M/CTE

($500.000.oo) mensuales (sic), e igualmente se desempeñaba prestando

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sus servicios los fines de semana en el establecimiento de comercio,


CANTARES 60 Y 70, devengando la asignación mensual de SEISCIENTOS

MIL PESOS M/CTE ($600.000.oo)’.

2.5. La víctima, promotora de esta acción, por razón del


accidente, perdió sus empleos y está ‘viviendo de la caridad de
su familia y amigos en la actualidad’.

2.6. Debido a la situación presentada, la actora y sus dos


hijos, menores de edad ambos, ‘han sufrido el padecimiento del
estado de salud, físico, y psicológico de su madre, irreparables
daños de afección, angustia, dolor, como son los PETITUM (sic)
DOLORIS (DAÑOS MORALES)’. Luego, tanto a ella como a su
prole, los responsables del hecho que motivaron esta acción,
deben repararles los perjuicios materiales, morales y de
relación.

3. En su momento, una vez fueron vinculados


formalmente al proceso, los demandados resistieron la acción
incoada y, con tal propósito, por separado, se manifestaron
respecto de las pretensiones y, además, propusieron
excepciones de fondo bajo las siguientes características:

3.1. La aseguradora Liberty Seguros S.A., se opuso


rotundamente a las súplicas formuladas (folios 60 a 65,
cuaderno No. 1), aduciendo que la naturaleza de su
intervención no habilitaba una decisión en donde se le hiciera
responsable de manera solidaria. Sobre los hechos dijo que
algunos eran ciertos y otros, la mayoría, no le constaban.

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Las defensas que adujo las denominó: ‘Inexistencia de


obligación de indemnizar por ausencia de culpa’, soportada en
que hasta tanto no se estableciera la responsabilidad de su
asegurado, no era posible que fuera llamada a efectuar alguna
erogación, pues las características del contrato de seguro así lo
imponen; ‘Culpa de un tercero’, en cuanto que el señor William
Fernando Cortés quien conducía el vehículo de placas SGQ125,
fue el causante de la colisión, luego es a él a quien le
corresponde asumir el compromiso indemnizatorio; ‘Límite del
valor Asegurado’, que, conforme lo regula el artículo 1079 del
C. de Co., ante la eventualidad de declararse responsable del
siniestro al chofer del automotor de placas SFN100, su
amparado, la obligación de la aseguradora no podía exceder del
monto de lo asegurado.

3.2. A su turno, el señor Adán Robayo Santana, en escrito


obrante en folios 82 a 85, expuso, frente a lo pedido por el
gestor de la demanda, que: ‘No nos pronunciamos, nos atenemos a lo
que procesalmente se establezca Frente a las Pretensiones (sic) contenidas

en el Libelo Demandatorio (sic)’; alusivo a los hechos aceptó

algunos y de los demás expuso que no le constaban. En cuanto


a los medios exceptivos formulados, los llamó ‘Falta de
Legitimidad por pasiva’, bajo el argumento que si bien el
automotor de placas SFN-100 figura a nombre del señor
Robayo, lo cierto es que él, el 21 de marzo de 1995, lo vendió a
la empresa Elbert Beltrán y Cia, hoy, Districars Ltda, por tanto,
para el momento del accidente, no tenía el control o no era el
guardián del bien con el que se generó el daño; ‘Llamamiento
de poseedor o tenedor’, sustentada en que la última sociedad
mencionada, el 24 de marzo de 1995, enajenó dicha máquina a

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los señores Mireya Aurora Sánchez y Luis Alfonso Cajamarca,


quienes, a su vez, lo transfirieron al señor Alberto Camacho,
persona que para la fecha del suceso trágico era el poseedor del
rodante; ‘Litisconsorcio necesario’, fundamentada en que,
además de los demandados convocados, debieron ser citados,
en esa misma calidad, los señores Wilson Zapata Velandia,
Luis Pacheco García y Computaxi, vinculados todos ellos al taxi
de placas VDF 784; Ronald Vergara Ardila, Lilia María de
Vergara y Seguros del Estado, responsables del taxi de placas
SGQ 125; ‘Temeridad y Mala Fe’, fundada en que en el
diagnóstico emitido por el Instituto de Medicina Legal alusivo a
la salud de la víctima (demandante), en ningún momento se
dice que ella perdió los dientes por razón del accidente y, sin
embargo, en este proceso, se piden exorbitantes sumas de
dinero por esa y otras razones; además, no fueron afectadas las
pólizas que existen para responder por siniestros como el
acaecido.

3.3. El señor Wilson Lancheros fue notificado


personalmente el veinticinco (25) de enero de dos mil siete
(2007) –folio 101, cuaderno No. 1), empero, vencido el término
para contestar el libelo, guardó silencio.

3.4. La transportadora Radio Taxi Aeropuerto S.A., a su


turno, dio respuesta a la reclamación formulada (folios 107 a
114 ib); escrito en el cual hizo expresa su intención de
oponerse a las súplicas. Sobre los hechos, aceptó algunos y,
respecto de otros, dijo no constarles. Las excepciones de mérito
que propuso las llamó ‘No recaer en cabeza de la sociedad
demandada las calidades que exige la ley para salir al pago de

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los perjuicios en calidad de tercero civilmente responsable’.


Expuso, para sustentarla, que dicha empresa no tenía vínculo
alguno con el conductor del taxi SFN 100, señor Wilson
Lancheros, por tanto, no puede atribuírsele responsabilidad
por quien no estaba a su cuidado. Sin embargo, sostuvo, existe
un contrato de afiliación con el carro o los propietarios del
mismo y, el taxi de placas SFN100, para el 19 de noviembre de
1992, efectivamente, se encontraba afiliado a la empresa. Sobre
los perjuicios reclamados, manifestó que no estaban
suficientemente probados.

4. En su momento, la actora, adujo reforma del escrito


incoativo (folios 165 a 173), que, por auto de veintiuno (21) de
marzo de dos mil siete (2007), fue admitido. En lo fundamental,
dicha actuación procesal implicó la incorporación al proceso de
un nuevo accionado (Alberto Camacho); en lo demás, no hubo
alteración del factum u otros aspectos.

Las accionadas Radio Taxi Aeropuerto S.A., y Liberty


Seguros S.A., se pronunciaron frente a lo pedido en el proceso
y, básicamente, asumieron igual posición que cuando dieron
respuesta a la inicial actuación.

5. Siguiendo con la actuación prevista para esta clase de


controversias judiciales, el cinco (5) de septiembre de dos mil
siete (2007), se llevó a cabo la audiencia de que trata el
artículo 101 del C. de P.C., sin que haya habido conciliación ni,
tampoco, alteración de los términos del litigio. Posteriormente,
el veinticinco (25) del mismo mes y año, se abrió el plenario a
pruebas. Culminada esta última etapa y fenecida la

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oportunidad para alegar de conclusión, el juzgador de


conocimiento, el veintitrés (23) de abril de dos mil diez (2010),
profirió el fallo de fondo (folios 673 a 690, cuaderno principal).

En dicha decisión, exoneró, por falta de legitimación en


causa, a los señores Adán Robayo Santana y a Wilson
Lancheros; declaró no probadas las excepciones propuestas
por Radio Taxi Aeropuerto S.A., Liberty Seguros S.A.,
contrariamente, las declaró responsables de los perjuicios
reclamados y, junto al señor Alberto Camacho González, les
impuso condena al pago de ellos.

6. La anterior determinación fue recurrida en apelación


por ambos extremos; en cuanto a la actora, al elevar la alzada,
lo hizo de manera ‘parcial’ y adhirió al recurso formulado por
su contraparte. El Tribunal acusado, al resolver la
impugnación, lo que tuvo lugar el diecinueve (19) de diciembre
de dos mil once (2011) –folios 300 a 323-, decidió revocar los
numerales 2º a 4º y 6º; modificar el numeral 5º y confirmar el
numeral 1º de la determinación de primer grado. En definitiva,
se decidió acoger la defensa blandida por Liberty Seguros S.A.,
lo que implicó su absolución; el lucro cesante reconocido en
primera instancia ($134.731.223.oo., fue negado y, en cuanto
al perjuicio moral (numeral 5º.), su cuantía se incrementó a
$40.000.000.oo. M/cte.

7. La actora, en tiempo, frente a la decisión final emitida,


concurrió a pedir sentencia complementaria argumentando
para ello que, el ad-quem, no había emitido pronunciamiento
alguno en lo relacionado con el ‘daño a la vida de relación’

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(folios 327 a 357), no obstante que dicha petición fue incluida


en la demanda, los alegatos de conclusión y en la audiencia
prevista en el artículo 360 del C. de P.C. El juzgador negó la
adición pedida.
En ese orden, lo resuelto en una y otra providencia indujo
al promotor de esta acción, únicamente, a recurrir en casación,
censura que, en su momento, la Corte admitió a trámite.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

El juzgador ad-quem acometió el estudio del tema litigado


y, primeramente, dejó señalado que las condiciones necesarias
para adoptar una determinación que resolviera el fondo,
concurrían, en su totalidad, al proceso; también aludió a la
ausencia de vicios o irregularidades que afectaran las
actuaciones cumplidas. Respecto del fondo de la contienda, en
lo esencial, asentó:

i) Que la litis concernía con una responsabilidad


contractual derivada de las lesiones generadas a la accionante
quien, como pasajera del vehículo SFN 100, es decir, en
desarrollo de un contrato de transporte, terminó involucrada
en un accidente con las consecuencias mencionadas;

ii) Que, por ello, en un comienzo, aquellas personas que


conformaban la pasiva, citadas en calidad de conductor,
propietario y poseedor del automotor, así como la empresa
afiliadora y a la aseguradora, debían atender dicho reclamo.

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2. Bajo esa percepción, el Tribunal, en seguida, dejó


plasmado que la prosperidad de las pretensiones dependía de
la acreditación de:
‘un vínculo concreto de la naturaleza indicada entre quien como
demandante reclama por la ilicitud de una conducta y aquél
señalado como demandado es la persona a quien dicha conducta se

le imputa’ (contrato); ii) ‘que esta última consiste en la inejecución


o en la ejecución retardada o defectuosa de una obligación que por
mandato de la ley o por disposición convencional es parte integrante

del ameritado vínculo; iii) ‘que el daño cuya reparación económica se


exige consista, básicamente, en la privación injusta de una ventaja a
la cual el demandante no habría tenido derecho (daño) de no mediar
la relación tantas veces mencionada’.

3. A partir de tales reflexiones, sostuvo, la relación


contractual, referida a un contrato de transporte, estaba
demostrada en el proceso, pues, para el momento del
accidente, la actora era pasajera del automotor indicado líneas
atrás, luego, ese primer requisito aparecía acreditado. Las
consecuencias derivadas de dicho pacto, dijo, comprende a la
sociedad Radio Taxi Aeropuerto S.A., vínculo del que expresó:

«Por manera que debe tenerse como un hecho probado la existencia


del contrato de transporte celebrado entre la demandante y Radio
Taxi Aeropuerto S.A., en consideración a que por su naturaleza
consensual el mismo quedó perfeccionado cuando la actora tomó el
automotor de servicio público (taxi) de placas SFN-100 para que
fuera transportada de un lugar a otro, con la aquiescencia del

conductor Wilson Lancheros» (folios 311 y 312, sentencia del

Tribunal).

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4. El juez de la apelación afirmó, adicionalmente, con


fundamento en el artículo 1003 del Código de Comercio, que el
transportador debía responder por los daños generados a los
pasajeros, con mayor razón si de las causales de exoneración
allí previstas ninguna concurrió en el sub-examen. En esa
perspectiva expuso:

«De suerte pues, que como la culpa devenida del incumplimiento no


fue desvirtuada por la demandada Radio Taxi Aeropuerto S.A., no
queda sino concluir que la misma permanece incólume, y por lo
mismo en este punto se confirmará la sentencia apelada aunque

por las razones plasmadas en esta providencia» (folio 314, del


cuaderno del Tribunal).

5. En lo que hace a la llamada en garantía, es decir, la


aseguradora (Liberty Seguros S.A.), la Corporación acusada
optó por liberarla de cualquier reclamación, habida cuenta que
el contrato de aseguramiento tenía como tomador y asegurado
al señor Adán Robayo Santana, empero, si dicha persona fue
exonerada en primera instancia, sin que alguno de los sujetos
procesales replicara tal determinación, implicaba que esa
decisión debía confirmarse. En ese orden, si la obligación de
dicha empresa pendía de la responsabilidad de su asegurado,
quien fue excluido de la litis, por obvias razones, esa sociedad
debía, también, ser liberada.

6. El juzgador, luego de plasmar tales postulados, se


encaminó a la cuantificación del perjuicio y, al respecto,
puntualizó:

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6.1. Alusivo al perjuicio moral, tanto para su definición


como para su clasificación (morales objetivados y morales
subjetivos o ‘pretium doloris’), invocó lo que en reciente
oportunidad dijo la Corte Suprema de Justicia; posteriormente,
señaló que en el expediente aparecía suficiente prueba sobre el
daño generado a la actora y que tal detrimento derivó del
accidente de tránsito, concluyendo que en desarrollo del
‘principio’ del ‘arbitrium judicis’ correspondía señalarle a la
demandante una suma de cuarenta millones de pesos
($40.000.000.oo) M/cte.

6.2. En cuanto a los perjuicios materiales, en la


modalidad de lucro cesante, el Tribunal expuso que la
demandante solicitó, durante el trámite de la alzada, que la
afectación causada fuera nuevamente tasada atendiendo que,
con posterioridad a la decisión de primer grado, debido a las
lesiones y secuelas derivadas, el último dictamen incrementó la
incapacidad, luego, la valoración de las pruebas allegadas
durante el trámite de la apelación debía llevarse a cabo y, sobre
el punto, sostuvo:

«Se advierte, sin embargo, que los aducidos documentos carecen del
poder demostrativo que pretende imprimirles el impugnante como
quiera que no cumplen las formalidades previstas en el artículo 277
del Código de Procedimiento Civil, si se considera que por tratarse de
documentos privados dispositivos provenientes de terceros,
debieron suministrarse debidamente autenticados, lo cual no se
cumplió en la medida en que solo se allegaron unas copias simples

sin valor probatorio» (folios 318 y 319 ib).

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«Basta lo anterior no sólo para que no se acceda a la nueva tasación


que de los perjuicios materiales (lucro cesante) solicitó la parte
actora, sino para que se denieguen los perjuicios reclamados a título
de lucro cesante, pues en este punto le asiste razón a la sociedad
impugnante Radio Taxi Aeropuerto S.A en cuanto a que la
demandante ‘no cumplió a cabalidad ‘las reglas de la carga de la
prueba en materia civil’ y, de forma concreta, el principio jurídico
fundamental ‘onus probando incumbit actori’, en la medida en que
debió demostrar los ingresos que según ella percibió como empleada
de la Congragación de Hermanos de la Escuelas Cristianas –
Instituto San Bernardo de la Salle y en forma ocasional del
establecimiento denominado Cantares 60 y 70».

Después de tales consideraciones, el ad-quem agregó, a


propósito del lucro cesante, que en el expediente no aparecía
acreditado que el despido o la pérdida del empleo por parte de
la actora hubiese tenido como causa directa el accidente;
empero, de aceptarse esa razón, dijo, entre la demandante y su
empleador existió una conciliación, por tanto, ante un
incumplimiento lo que correspondía, por mandato legal, era
promover la acción pertinente para hacer real esa prestación.

A lo anterior sumó que la ‘certificación’ obrante en folio 37


del cuaderno principal, sólo es una copia simple y, en
conformidad con el precepto 254 del C. de P. C., no puede
brindársele valor probatorio.

Y, alusivo a la constancia expedida por la gerente de la


empresa Cantares 60s y 70s, allegada al proceso en desarrollo
del artículo 101 del C. de P.C., y, concretamente, dentro de la
oportunidad allí prevista para modificar pruebas, el fallador

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

consideró que esa oportunidad era restringida y no aplicaba


para el evento descrito, pues, según lo esbozó, en el sub-lite no
hubo variación de los términos del pleito y, bajo esas
condiciones, no había lugar a aplicar dicha disposición. En ese
orden, la aducción de elementos de convicción (certificación)
tuvo lugar por fuera de los tiempos previstos en la ley, es decir,
resultó extemporánea.

No obstante, sostuvo el fallador, al dejarse de lado tal


apreciación jurídica, de todas maneras, la valoración del
referido documento no puede implicar acoger su contenido,
habida cuenta que:

«no indica que los servicios que se dijo fueron prestados por la
demandante fueran constantes y que siempre devengara una suma
mensual, a lo que cabe agregar que ni siquiera se especificó el año en
el que se prestaron los servicios como contratista independiente»

(folio 321 idem). Y concluyó:

«Por manera que como la demandante no probó que efectivamente


hubiere sido contratada para desempeñar otras actividades
laborales, ni mucho menos que hubiese podido obtener un ingreso

por la suma de $462.000000.oo. (sic) deprecada, aflora evidente


que no se puede reconocer suma alguna por el rubro de lucro

cesante».

Luego de discernir en esos precisos términos, resolvió la


instancia disponiendo la confirmación de la sentencia proferida
por el a-quo, aunque, como se advirtió, con las modificaciones
allí registradas, es decir; i) excluyó al señor Adán Robayo; ii) la

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

empresa aseguradora, también, fue excluida, pues su suerte


dependía de su asegurado; iii) negó el lucro cesante por cuanto
que la documental allegada para soportarlo lo fue en copias
simples; y, iv) la prueba que acreditaba esta modalidad de
perjuicio se adujo en una etapa que la ley no permitía allegarla
(art. 101).

En tiempo, la demandante solicitó al fallador ad-quem la


complementación de la decisión adoptada y, ante este
pedimento, se dijo por la Corporación acusada:

«Consideró en este caso la parte demandante que en la sentencia de


segunda instancia el Tribunal ‘solamente hizo una valoración de los
DAÑOS MORALES, pedidos en al (sic) demanda, pero dejo (sic) de
hacer un estudio, valoración y condena en concreto, frente a los
DAÑOS A LA VIDA DE RELACIÓN, reclamados en las pretensiones
de la demanda (Fols 44 a 51 C.1), y su reforma (Fols 127 a 136 C.1),
en el recurso de apelación adhesivo, presentado por el suscrito (Fols.
231 a 253 C.2) y dentro de la audiencia y el resumen de los alegatos
presentados dentro de la misma, celebrada a voces del Art. 360 del
C.P.C.’.

«Más es evidente que lo solicitado no cabe dentro de la hipótesis de


la adición, pues más allá de la denominación de ‘daño a la vida de
relación’ a que hizo referencia el petente, lo cierto es que la decisión
del Tribunal comprendió todos los extremos que enmarcaron la
controversia suscitada entre las partes y no se observa que haya otro
punto sobre el que sea forzoso decidir. Bien se comprenderá
entonces que la decisión no tuvo omisión alguna que genere una
complementación.

18
Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

«Desde luego que en la providencia se señalaron cuáles fueron las


específicas razones que le dieron convicción a la Corporación sobre el
caso concreto. No puede entonces el petente fundar la discrepancia
de los argumentos de la decisión con los que a su juicio debieron ser
tenidos en cuenta, pues mecanismos como la adición no pueden

servir como elementos anarquizadores (sic) del procedimiento


cuando con ellos se procura transmutar las decisiones adoptadas».

LA DEMANDA DE CASACIÓN

Con fundamento en el artículo 368 del C. de P. C.,


acudiendo a la vía indirecta de la causal primera, el actor
presentó en un solo cargo las inconformidades frente al fallo
adoptado por el Tribunal. La acusación alude a la comisión de
evidentes errores de hecho y, además, algunas equivocaciones
de derecho, en materia probatoria.

CARGO ÚNICO

1. El casacionista fustiga la sentencia emitida por la


Corporación de segunda instancia porque, según lo aseveró,
incurrió en la violación, vía indirecta, de los artículos 1613,
1614 y 2341 del C.C.; del 1003 del C. de Co., y del 16 de la Ley
446 de 1998, trasgresión que provino de la labor probativa que
cumplió, al incurrir en dicha actividad en yerros tanto en lo
fáctico como en lo jurídico, dando lugar al desconocimiento de
los preceptos 179,180 y 307 del C. de P.C.

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

1.1. En efecto, según lo argumentó el recurrente, el


sentenciador negó a varios de los documentos allegados al
proceso, a petición de la parte actora, el poder de persuasión
que la normatividad vigente les tiene reservado; empero, más
allá de ese desliz, el juzgador se abstuvo de cumplir el
compromiso que le asiste en su condición de director del
proceso, es decir, hacer uso oficioso en materia de pruebas, en
procura, ya de corroborar algunos de los aspectos de hecho
esgrimidos o, dado el caso, la atestación de la cuantía del daño
inferido.

El Tribunal se equivocó, afirmó, cuando, al evaluar el


tema relativo al lucro cesante, consideró que los medios de
persuasión allegados, unos, no podían ser sopesados en favor
de la demostración de esa modalidad dañina, dado que se
allegaron a las diligencias en copia simple; otros, en cuanto
que se aportaron durante la audiencia prevista en la norma
101 del C. de P.C., sin que se hayan presentado las
circunstancias fácticas y jurídicas establecidas en dicha
disposición para ‘modificar’ las pruebas solicitadas, por tanto,
al desconocerse las condiciones para ese propósito, según el
juez de la alzada, la certificación incorporada en esa
oportunidad resultó extemporánea.

También erró el funcionario cuando, al desechar esas


pruebas no procedió, como le correspondía, concretarlas para
propiciar la indemnización reclamada. Ese dislate se hace más
palpable cuando el mismo juez de segundo grado sostuvo que
las lesiones de la actora habían provenido del accidente de

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

tránsito informado en la demanda, a tal punto, vindicó el


memorialista, que hubo condena por perjuicios morales. Y, si
ello fue así, como en efecto aconteció, al Tribunal le
correspondía, en aplicación de los artículos 179,180 y 307 del
C. de P.C., hacer uso oficioso de su potestad-deber probatoria.

En los siguientes términos el recurrente condensó su


reproche:

«Lo anterior, por supuesto, no es lo que ocurre con el error que ahora
se denuncia pues el Tribunal desestimó como pruebas tendientes a
obtener la cuantificación del lucro cesante de la demandante los
siguientes documentos: a) la ‘certificación’ que aparece al fl. 37 del c.
ppal., bajo la consideración de que es tan solo ‘una copia simple sin
valor probatorio, que no reúne las condiciones exigidas en el artículo
254 del C. de p.c.; b) la certificación que expidiera la gerente de la
empresa Cantares 60 y 70 donde hizo constar que la demandante
prestó sus servicios como contratista independiente como cocinera, y
que por cada turno trabajado se le pagaba $35.000 con el
argumento que hizo residir en que en la audiencia del artículo 101
los apoderados de las partes ‘dejan incólumes los hechos de la
demanda y de la contestación, lo que implica que no señalaron
nuevas condiciones para el litigio’, por lo que la certificación
solicitada incorporar como prueba ‘…con fundamento en el
parágrafo antes citado (fls. 179 y 185 C.1), no resulta procedente por
extemporánea’; c) la ‘información general del dictamen sobre pérdida
de la capacidad laboral’ de fecha 21 de abril de 2010 en el que
consta que la demandante presenta ‘un porcentaje de pérdida de
capacidad laboral’ del 61.04%, documento presentado por la
demandante en el trámite propios de la segunda instancia, pues dijo
que ‘(…) los aducidos documentos carecen del poder demostrativo
que pretende imprimirles el impugnante como quiera que no cumplen
las formalidades previstas en el artículo 277 del Código de

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

Procedimiento Civil, si se considera que por tratarse de documentos


privados dispositivos provenientes de terceros, debieron
suministrarse debidamente autenticados, lo cual no se cumplió en la
medida en que no solo se allegaron unas copias simples sin valor
probatorio’.

«Así, pues, el Tribunal tenía a la mano el remedio para enmendar


las falencias probatorias que advirtiera en los tres documentos
anteriores, remedio que no era otro que el decreto ex officio de los
mismos y, de ese modo, abrirle el paso a la cuantificación del
perjuicio padecido por la actora en su vertiente de lucro cesante. No
haber procedido en este sentido comportó la transgresión de los

artículos 179, 180 y 307 del C. de p.c.» (folios 28 y 29, cuaderno

de la Corte).

La Corporación acusada debió valorar la necesidad o


utilidad de la prueba y proceder a su decreto, con mayor razón
si, precedentemente, había desechado las allegadas por la
gestora de la indemnización. Al no hacerlo en esa forma
desconoció las normas aludidas (arts. 179,180 y 307 C. de
P.C.).

1.2. En cuanto a los errores de hecho en que


supuestamente incurrió el fallador, se le endilga haber
aseverado que la señora María Esperanza Castellanos no había
demostrado que la pérdida del trabajo en la Congregación de
Hermanos de las Escuelas Cristianas, tuvo lugar por razón del
accidente. Afirmó que el juez le brindó ‘un sentido diferente’ al
hecho de que la actora había sido despedida de la entidad
señalada, yerro que se hace más evidente cuando el propio
juzgador sostuvo que la indemnización que la actora había

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

recibido, lo fue por razón del retiro arbitrario. A lo cual debe


agregarse que frente a la pérdida del trabajo en la forma
referida, la gestora del reclamo, por su disminuida capacidad
laboral, no podía aspirar a otra ocupación.

Y como la terminación del contrato señalado no se debió a


una causa justa, era evidente que el mismo provenía de la
reducción, significativa por cierto, del desempeño de la señora
Esperanza Castellanos, y, de ahí, la indemnización que le
fuera reconocida por su anterior empleador.

Además, constitutivo de otro error de hecho, según el


impugnante, el Tribunal desconoció la existencia del oficio que
obra en folio 228, del cuaderno principal, y, el contrato
memorado, ajustado por la recurrente con la entidad citada en
precedencia, obrante en folio 482 ídem., que de haberlos tenido
en cuenta le hubiesen permitido concluir que para el momento
del accidente ella estaba vinculada y devengaba la suma de
$500.000.oo., mensuales.

Otra de las equivocaciones del fallador giró alrededor del


no reconocimiento de la indemnización por ‘los daños a la vida
de relación’, frente a lo cual, el actor manifestó:

«En el anterior orden de ideas, no puede menos de decirse que el


Tribunal entremezcló o confundió el daño a la vida de relación con el
perjuicio moral. Confusión que, obviamente, comporta una negativa
(tácita o implícita) al reconocimiento del daño padecido por la actora
en su vida de relación.

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

«A la anotada conclusión se llega justamente por lo que se destaca de


la providencia inmediatamente citada. Precisa advertir, ad cautelam,
de que no se está ante una incongruencia por mínima petita, porque
al juzgador le fue expresado por la demandante en la solicitud de
complementación que debía definir lo concerniente a la aludida clase
de perjuicios y pronunciarse sobre la respectiva pretensión, lo que
recibió la respuesta ya señalada en la que manifiesta que su
decisión ‘…comprendió todos los extremos que enmarcaron la
controversia…’, lo que expresa que después de anotar que ‘el daño a
la vida de relación’, es una denominación de la parte demandante.
El juicio del Tribunal no fue omisivo sino desestimatorio. Es decir, el
error del Tribunal en el punto no es in procedendo sino in iudicando;
más exactamente, facti in iudicando por lo que adelante se dirá»

(folio 30 demanda de casación).

Y luego de memorar un pronunciamiento de la Corte


Suprema sobre el daño a la vida de relación (13 de mayo de
2008, Exp. 11001 3103 006 1997 09327 01), afirmó:

«Siendo, por tanto, clara la autonomía conceptual del daño a la vida


de relación respecto del perjuicio moral, conforme a las anteriores
precisiones jurisprudenciales, se debe afirmar que con relación a él el
Tribunal incurrió en error de derecho por el no decreto ex officio de la
prueba que en segunda instancia le fuera solicitada por la
demandante. Ciertamente, la actora pidió que se tuviera como
prueba el dictamen sobre la pérdida de la capacidad laboral
realizado por el Instituto de Seguros Sociales el 21 de abril de 2010
en el que se determinó que esa pérdida ascendió al 61.04% (f.224, c.
Trib.). El Tribunal entonces dispuso tener como pruebas las ‘copias
simples aportadas por la parte actora en el escrito que antecede.
Estímense en su valor legal al momento de desatar la controversia’ (f.
228 ib.). Y al desatar la controversia, como se sabe, decidió
descartarlas como prueba precisamente por tratarse de unas copias

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

que carecen de la autenticación legalmente requerida (fs. 317 y 318

ib.)» (folio 32, ejusdem).

CONSIDERACIONES
1. Con miras a resolver el recurso extraordinario
formulado por la parte demandante, oportuno resulta dejar
claro, desde ya, que si bien el casacionista reseñó las
eventuales equivocaciones del fallador, es decir, la
desestimación probativa de los documentos allegados para
acreditar el lucro cesante y el daño a la vida de relación
sufridos por la actora, tanto en primera como en segunda
instancia, en rigor, no cuestionó tales desvíos; dejó de lado
emprender la confrontación para demostrar el yerro del
Tribunal. En ese orden, el recurrente enfrentó lo que, para él,
resultó ser el verdadero error del juzgador, consistente en el no
uso de la facultad oficiosa para decretar pruebas, sentido en el
que la Corte proyectará el estudio emprendido.

2. También aparece propicio el momento para indicar que


las partes no controvirtieron el acaecimiento del accidente y,
surgido de ese suceso, el perjuicio infligido a la impugnante;
tampoco confutaron la falta de legitimación de aquellas
personas que la Corporación acusada optó por liberar de la
reclamación formalizada. Así las cosas, ajenos aparecen dichos
aspectos al recurso extraordinario, emergiendo, como único
punto en discordia, la cuantía del referido detrimento.

3. Bajo tal perspectiva, el análisis del planteamiento


impugnativo se abordará en la siguiente forma:

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

i) los errores de derecho; postulación dentro de la cual


serán estudiadas, inicialmente, las facultades oficiosas del juez
en materia de pruebas; luego de ello, las supuestas
equivocaciones alrededor del daño generado a la vida de
relación.

ii) seguidamente, el examen comprenderá los hipotéticos


desvíos del ad-quem en lo factual, empezando por el vínculo
laboral de la actora con la Congregación de Hermanos de las
Escuelas Cristianas, el salario devengado por ella y el nexo
causal en la terminación de dicha relación.

3.1. Es deber del juez en estos tiempos actuales y frente a


la visión publicista del proceso, velar por la efectividad de la
tutela de los derechos planteados en el litigio, a fin de cumplir
con la verdadera razón y objetivo final de la jurisdicción, cual
es el cumplimiento del valor constitucional de justicia.

Para el adecuado ejercicio de esa función, nuestro


ordenamiento procesal le entrega al director del caso, entre
otras, dos herramientas esenciales, como son la iniciativa
probatoria de oficio, respetando siempre las prerrogativas que
asisten a cada sujeto procesal, sin desconocer las reglas de
aportación, y el control en las actuaciones de las partes bajo el
principio de buena fe procesal.

Por definido se tiene entonces, que el acceso a la


administración de justicia, como derecho fundamental que es,
no debe mirarse solo desde la perspectiva de poder acudir ante

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

los agentes judiciales para dejar en sus manos la resolución del


conflicto pertinente; esa es, sin duda, una de las dos caras de
tan significativa garantía. La otra perspectiva que destella de
tal situación concierne con la verdadera y efectiva claridad
reclamada, es decir, la obtención de una decisión ajustada a la
realidad procesal, antes que a una verdad formal; se busca en
esa doble orientación, la plena satisfacción del derecho
controvertido. Lo dicho hasta aquí, implica, sin duda, que el
funcionario competente ponga al servicio de esa causa litigiosa
todas sus facultades y poderes de dirección e instrucción (art.
37 y ss C. de P.C.), con miras a dirimir, en definitiva, a qué
puede aspirar el justiciable. No se trata, entonces, de un mero
formalismo; de acceder a la judicatura por el prurito de ser
escuchado. A ese propósito debe sumarse el volcamiento
irrestricto del funcionario, con todas las potestades atribuidas
por la ley, para lograr reconocer o negar la prestación
reclamada.

Y, por supuesto, en función de concretar esos objetivos,


surge de manera principal el ejercicio de la labor demostrativa,
pues, allí, sin duda, anida una importantísima parte de la
actividad judicial; no resulta una casualidad que desde tiempos
antiguos se refiera a aquella máxima en cuanto a que al juez se
le deben dar las pruebas de los hechos que soportan el
sustento normativo a aplicar, para que él, a su vez, conceda a
quien corresponda el derecho en disputa. Referente que, desde
luego, permeado como ha sido por la concepción del nuevo
Estado de Derecho, ha mutado y, hoy por hoy, no solo al
extremo interesado le asiste el compromiso de acreditar el
supuesto fáctico de la norma que invoca (art. 177 ib.), sino que

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

al propio funcionario, por ministerio de la ley, le ha sido


asignado un rol protagónico en las controversias llevadas a su
conocimiento y, sobre sus hombros descansa, de manera
principal, se reitera, el deber de incorporar al plenario los
elementos de convicción suficientes para que, al momento de
finiquitar el asunto, con apego a la ley, satisfaga la expectativa
del litigante.

Y, para cumplir esa preponderante labor, en gran


variedad de situaciones, la normatividad le provee la facultad
oficiosa de traer al proceso los medios suasorios que considere
necesarios. No le es dable tornarse pasivo; esperar que las
partes le entreguen dicho material; a él, de manera irrestricta,
se le encomienda una actividad juiciosa con miras a arrimar al
proceso lo necesario para poder dirimir la controversia y no
solamente para ello sino para hacer efectiva y real la aspiración
del usuario a que la justicia sea bien y debidamente
administrada; es, sin duda, la forma más evidente de acceder,
como lo manda la Carta Política, a la administración de
justicia.

En esa dirección, hipótesis litigiosas como el


reconocimiento de frutos, mejoras, intereses o perjuicios,
exigen a cargo del juzgador denodados esfuerzos para llevar al
proceso los medios de persuasión suficientes para, con total
claridad, desnudar si a quien los reclama le asiste el derecho o,
contrariamente, debe liberarse al deudor de su reconocimiento;
esa labor conclusiva es correctamente aceptable sólo en la
medida en que exista material disuasivo en uno u otro sentido
y, tal situación debe derivar de una actividad indiscutidamente

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

oficiosa del funcionario, tendiente a suplir vacíos o deficiencias


de orden fáctico (piezas procesales incompletas) o jurídico
(copias simples o extemporáneas), en esa labor demostrativa; al
no visualizarse tal circunstancia destellaría una omisión
constitutiva de un proceder anómalo o deficitario del servicio de
justicia.

La Corte Suprema de Justicia ha tenido la oportunidad,


en multitud de ocasiones, de evaluar el tema y, ha expuesto:

Ahora bien, el deber de decretar y practicar pruebas de oficio (arts.


37, num. 4º, 179 y 180 C. de P.C.), cuando ‘la utilidad y necesidad
de la prueba, surgiera de la misma ley, por ésta exigirla
imperativamente, o de las circunstancias propias del proceso
respectivo, como cuando indubitablemente conduce al hallazgo de
la verdad real y a determinar la decisión final’ (Sentencia de
casación de 5 de mayo de 2000, expediente 5165), se impone en
los casos ‘en que es obligatorio ordenarlas y practicarlas, como por
ejemplo la genética en los procesos de filiación o impugnación; la
inspección judicial en los de declaración de pertenencia; el
dictamen pericial en los divisorios; las indispensables para
condenar en concreto por frutos, intereses, mejoras o perjuicios,
etc. De análogo modo para impedir el proferimiento de fallos
inhibitorios y para evitar nulidades’, eventos, en los cuales, ‘es
ineludible el ‘decreto de pruebas de oficio’, so pena de que una
omisión de tal envergadura afecte la sentencia’ (cas. civ. sentencia
de 15 de julio de 2008, [SC-069-2008], exp. 1100131030422003-
00689-01).

Específicamente, el legislador establece el expresado deber


tratándose de la condena al pago de frutos, intereses, mejoras,
perjuicios u otra cosa semejante, por cantidad y valor determinados
a cuyo propósito ‘[c]uando el juez considere que no existe prueba

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

suficiente para la condena en concreto, decretará de oficio, por una


vez, las pruebas que estime necesarias para tal fin’ (artículo 307 del
Código de Procedimiento Civil, modificado por el Decreto 2282 de
1989, art. 1º, num. 137) y su omisión, considerada la naturaleza
instrumental de la norma, ‘orientadora de la actividad procesal del
juez’ (cas. civ. sentencia de 25 de febrero de 2005, exp. 7232), puede
tipificar un error de derecho (Cas. Civ. 12 de septiembre de 1994,
expediente 4293)’ (Sent. Cas. Civ. de 13 de abril de 2005, Exp. No.
1998-0056-02, reiterada en Sent. Cas. Civ. de 29 de noviembre de
2005, Exp. No. 01592-01)’ (cas.civ. sentencia de 12 de diciembre de
2006, [SC-174-2006], Expediente No. 11001-31-03-035-1998-
00853-01) denunciable ‘a través de la vía del recurso extraordinario
de casación apoyado en la causal primera, por la transgresión de
normas de disciplina probatoria que conducen fatalmente a la
violación de preceptos sustanciales, obviamente en el entendido de
que se reúnan los demás requisitos de procedibilidad, y la
preterición de tales medios de convicción tenga trascendencia para
modificar la decisión adoptada’ (cas.civ. sentencia de 15 de julio de
2008, [SC-069-2008], exp.1100131030422003-00689-01) y, en
determinadas hipótesis, de desconocer el derecho a la prueba
integrante del debido proceso, ‘constituye nulidad procesal, en los
términos del numeral 6º del artículo 140 del C. de P.C.’ (cas. civ.
sentencia de 28 de junio de 2005, [SC-136-2005], exp. 7901), ‘que
puede alegarse inmediatamente después de ocurrida en la
actuación siguiente (art. 143, inc. 5º C.P.C.); pero en el evento en
que tampoco haya existido esta oportunidad, por haberse proferido
ya sentencia de segunda instancia, dicha irregularidad puede
alegarse en casación’ (cas. civ. de 22 de mayo de 1998, exp. 5053,
reiterada en la sentencia de 28 de junio de 2005), más no un yerro

fáctico –hace notar la corte-(CSJ SC 29 de abril de 2009,

Ref. Exp. 2002-00435-01).

La Corporación, recientemente, volvió a revisar el punto y


dijo:

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

También se produce este desfase cuando el sentenciador, sin razón


y existiendo serios motivos para que lo haga, no acude a las
facultades conferidas por los artículos 179 y 180 del Código de
Procedimiento Civil de decretar pruebas de oficio necesarias en la
verificación de ‘los hechos relacionados con las alegaciones de las
partes’, sin que ello conlleve suplir las cargas desatendidas por
estas y que le son propias, sino el esclarecimiento de aquellas
situaciones que obstruyen el deber de administrar pronta y
cumplida justicia, pero siempre y cuando esa omisión tenga
relevancia en la forma como se desató el pleito.

Es así como su práctica se hace imprescindible, entre otros, en


asuntos de filiación, para verificar la relación genética de los
involucrados; en los trámites de pertenencia, donde es obligatoria
la inspección judicial del bien, salvo cuando se trata de viviendas
de interés social; y cuando se requieren para imponer una condena
resarcitoria integral, al ocasionar un perjuicio que debe ser
indemnizado.

Sin embargo, una recriminación por este sendero sólo se verifica si


el medio de convicción está claramente sugerido o insinuado en el
expediente, porque de no ser así, se estaría desconociendo la
discrecionalidad con que cuenta el fallador al respecto. Ello ocurre,
por ejemplo, cuando obra la prueba aunque indebidamente aducida
o incorporada, hipótesis en la cual, de ser trascendente en la
decisión, se hace imperioso regularizarla, porque de no hacerlo se
produce una grave desatención de los elementos que conforman el
plenario.

De antaño tiene explicitado la Sala que ‘uno de los avances más


importantes que ha tenido el derecho procesal ha sido el de darle al
juez o magistrado que tiene a su cargo el trámite de determinada
controversia judicial la potestad de decretar pruebas de oficio. El
proceso en estas circunstancias, si bien conserva su naturaleza

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dispositiva, morigera su estructura a través de la prerrogativa que


se le concede al funcionario con el fin de acudir en la búsqueda de
la llamada verdad real, con la cual pasa de simple espectador del
debate entre los litigantes a convertirse en el director del mismo con
plenos poderes, aunque respetando, como es obvio, las reglas
aplicables fijadas por el legislador (…) El tema de la prueba de
oficio hay que estudiarlo desde dos frentes que son disímiles,
aunque se complementan (…) El primero hace referencia a los casos
en los cuales por expreso mandato del legislador es obligatorio e
ineludible el ‘decreto de pruebas de oficio’, so pena de que una
omisión de tal envergadura afecte la sentencia, pudiendo ser
aniquilada a través de la vía del recurso extraordinario de casación
apoyado en la causal primera, por la transgresión de normas de
disciplina probatoria que conducen fatalmente a la violación de
preceptos sustanciales, obviamente en el entendido de que se
reúnan los demás requisitos de procedibilidad, y la preterición de
tales medios de convicción tenga trascendencia para modificar la
decisión adoptada (…) El punto fue recientemente analizado por la
Corporación, en la sentencia N° 069 de 15 de julio de 2008,
expediente 000689-01, en la que se precisó que ‘no sólo es una
facultad que tiene el juez sino que también es un deber, mucho más
si se tiene en cuenta que hay algunos casos en que es obligatorio
ordenarlas y practicarlas, como por ejemplo la genética en los
procesos de filiación o impugnación; la inspección judicial en los de
declaración de pertenencia; el dictamen pericial en los divisorios;
las indispensables para condenar en concreto por frutos, intereses,
mejoras o perjuicios, etc. De análogo modo para impedir el
proferimiento de fallos inhibitorios y para evitar nulidades’ (…) El
segundo alude a las situaciones procesales en las cuales el juez, en
aras de resolver el asunto sometido a su composición, puede usar
la facultad discrecional de acudir a dicho mecanismo con el fin de
aclarar los puntos oscuros o confusos que interesan al proceso (…)
Es cierto que, en principio, el decreto de pruebas de oficio no es un
mandato absoluto que se le imponga fatalmente al sentenciador,

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puesto que él goza de una discreta autonomía en la instrucción del


proceso, circunstancia por la que no siempre que se abstenga de
utilizar tal prerrogativa equivale a la comisión de su parte de un
yerro de derecho. Además, no puede perderse de vista que hay
casos en los cuales la actitud pasiva u omisiva del litigante que
tiene la carga de demostrar determinada circunstancia fáctica, es
la generadora del fracaso, bien de las pretensiones ora de sus
defensas, por haber menospreciado su compromiso en el interior de
la tramitación y en las oportunidades previstas por el legislador (…)
Además, no puede perderse de vista, tal como lo tiene definido la
jurisprudencia de la Sala, que para que pueda acusarse
válidamente mediante la presente vía de impugnación
extraordinaria una sentencia por haber incurrido en error de
derecho respecto de una prueba y, más concretamente, por no
haber decretado alguna de oficio dentro de la discrecionalidad que
le es propia al juzgador, es requisito inexcusable, insoslayable e
imperativo que la misma obre en el expediente, pues, de no hallarse
físicamente en él no es válido aceptar una acusación de dicho
talante’ (sentencia de 24 de noviembre de 2008, exp. 1998-00529-
01. En iguales términos fallos de 15 de diciembre de 2009,

expedientes 1999-01651-01 y 2006-00161-01) (CSJ SC 21 de

octubre de 2013, Exp. 2009-00392-01).

Tal es la tendencia, día a día, de transformar la manera


de cumplir la labor judicial que, las diferentes codificaciones
adoptadas en los últimos tiempos, tienden, marcadamente, a
comprometer al juzgador a modificar su rol en la dirección del
pleito. Por ejemplo, el actual artículo 180 del C. de P.C.,
cuando de la prueba oficiosa se trata, alude a que los jueces
‘podrán’, decretarlas; mientras que la Ley 1564 de 2012 (C.G.
del P.), al reproducir dicha disposición, en el nuevo artículo
170, consagró que ‘El juez deberá’ ordenarlas, luego, la opción
de actuar de oficio ha venido diluyéndose en el tiempo y, sin

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

duda, el funcionario, como director del litigio, asumirá el papel


que, por naturaleza, como depositario de la facultad de resolver
conflictos, condensa el compromiso de involucrarse hasta
encontrar, de serle posible, por su propia iniciativa, las
pruebas que le lleven a dilucidar la contienda a él entregada.
En la actualidad, atendiendo los marcos jurídicos
vigentes y las pautas doctrinarias y jurisprudenciales
expuestas, la única cortapisa en el ejercicio oficioso con tal
objetivo, reflejo de un punto de equilibrio procesal, es que dicha
facultad no termine siendo utilizada para liberar, en términos
absolutos, a las partes de asumir la carga procesal que les
corresponde, por ello, vía jurisprudencial se han ido
estableciendo situaciones de especial importancia en donde se
hace necesario la participación oficiosa del funcionario para
bien del litigio.

En el presente asunto, el impugnante se duele por cuanto


que el Tribunal, frente al compromiso de dilucidar el reclamo
de la indemnización de perjuicios derivados del accidente de
tránsito del que fue víctima la demandante, consideró que los
elementos persuasivos allegados por ella no podían ser tenidas
en cuenta porque, de un lado, se allegaron en copias simples
(ante la segunda instancia), de otro, por haberse aducido en la
oportunidad contemplada en el artículo 101 del C. de P.C., sin
sobrevenir las condiciones fácticas para que así hubiese podido
procederse, luego, en últimas, se adjuntaron de manera
extemporánea.

Una y otra situación que, como se dejó visto, el


casacionista no se ocupó de controvertir, puso en evidencia la

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

necesidad o no de que el fallador asumiera una actitud


diferente a la observada en materia de pruebas. Para el censor,
el Tribunal incurrió en un error de derecho, pues al desechar
los elementos allegados, como se encontraba frente a un
reclamo indemnizatorio, le correspondía desplegar su poderío
de conductor de la controversia e incorporar de oficio los
medios que consideraba necesarios y útiles para poder
completar la prueba y dispensar la justicia que se le reclamó;
no era, entonces, una mera potestad u opción que tenía el
juzgador.

Y, sin duda, en ese contexto, al impugnante le asiste la


razón.

En efecto, lo primero que debe dejarse en claro es que la


parte actora no fue omisiva o negligente en la actividad
probatoria, pues la realidad procesal evidencia que allegó al
plenario diferentes documentos (historia clínica, certificación o
concepto emitido por el ISS), referentes al estado de salud de la
demandante y las secuelas que le dejó el accidente; también se
aportaron algunas certificaciones de los empleos que
desempeñaba al momento del siniestro. Bajo ese orden de
cosas, la aplicación, por parte del Tribunal, de las directrices
insertas en los artículos 179,180 y 307 del C. de P.C., no
tendía a suplir las cargas asignadas a la accionante.

En segundo lugar, aflora, sin ninguna resistencia, que el


tema debatido se relaciona con uno de los diferentes casos que
la propia normatividad considera como justificativo para el

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

decreto oficioso de pruebas, es decir, la ‘condena al pago de


frutos, intereses, mejoras, perjuicios u otra cosa semejante’
(art. 307 C. de P.C.), cuyo propósito no es otro que concretar la
condena a que haya lugar, en lugar de extender un
pronunciamiento adverso o negativo del derecho reclamado,
por la sola razón de carecer o no existir elementos
demostrativos para esa concreción.

En el estricto terreno de la labor probatoria, observa la


Corte que cuando el Tribunal desestimó los elementos
allegados (tanto por no tener nota de autenticidad o ser,
simplemente, copias informales), se limitó a desprenderse de
dicho material y aplicar como elemento de valoración las
consecuencias derivadas de la carga que pesaba sobre el actor
en cuanto a acreditar las afirmaciones hechas; pero, desdeñó
sopesar sus facultades oficiosas o, siquiera, la viabilidad o no
de ejercitarlas.

A ello debe agregarse que a diferencia de lo considerado


por el a-quo, el fallador de segunda instancia desechó la prueba
incorporada en desarrollo de la audiencia del artículo 101
ibídem, determinación que, al margen de apreciarse acertada,
pues no fue un asunto involucrado en la impugnación
extraordinaria, lo cierto es que dejó huérfana aquella causa que
atinente al reclamo de perjuicios, por ministerio de la ley,
ameritaba una actitud proactiva con miras a recoger dichos
elementos que los acreditaran o atestaran su cuantía; sin
embargo, el Tribunal se mostró renuente sobre el particular,
dejando en clara vulneración no solo el derecho en litigio, como
se advirtió, sino también la misma función judicial.

36
Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

Por supuesto, tal actividad no podía comprender,


indistintamente, todos los reclamos habida cuenta que algunas
de las súplicas formuladas en la demanda no tienen vocación
de prosperar, luego, alrededor de las mismas no operaba igual
oficiosidad, aspectos que adelante se precisaran por la Corte.

En ese contexto el cargo prosperará.

3.2. El daño a la vida de relación.

Para el impugnante, la situación acaecida alrededor de


esta modalidad de perjuicio, no refleja una situación de
incongruencia por mínima petita, sino un evidente caso de
negación del derecho reclamado, pues el fallador, al
confundirlo con los daños morales, cuando sólo reconoció estos
últimos, de manera implícita o tácita, negó aquel resarcimiento.

Tal postura encuentra soporte, inclusive, en los


planteamientos de la misma Corporación acusada, cuando
resolvió no acoger la ‘complementación’ solicitada por la
demandante, sostuvo:

« (…) la decisión del Tribunal comprendió todos los extremos que


enmarcaron la controversia suscitada entre las partes y no se
observa que haya otro punto sobre el que sea forzoso decidir. Bien se
comprenderá entonces que la decisión no tuvo omisión alguna que

genere una complementación» (folio 363, cuaderno de segunda

instancia).

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

No obstante lo referido por el impugnante y lo sostenido


por el Tribunal, la situación señalada no describe, en verdad,
una determinación contraria a tal o cual súplica del libelo y,
menos, como en el caso presente, referida a la afectación a la
vida de relación. Considera la Corte que resolver de manera
negativa uno de los pedimentos de las partes, ya se haga con
la motivación pertinente y de manera expresa, o sobrevenga sin
ninguna explicación y, además, emerja en forma tácita o
implícita, de todas formas impone explicitar un mínimo de
argumentación sobre lo fáctico o jurídico que induzca a creer
que ese fue el sentido de la decisión.

La sentencia proferida no destinó, siquiera, una línea a


definir o conceptualizar esa clase de detrimento; no hay
mención, por ninguna parte, sobre la existencia o no del
perjuicio a la vida de relación; no se valoraron aspectos que
objetivamente hubiesen podido consolidar la idea de la
existencia de un menoscabo a ese derecho; tampoco se
analizaron las circunstancias especiales de la demandante
para concluir que, efectivamente, había sido vulnerado su
entorno con respecto a ella misma y a sus cercanos. En fin, del
fallo impugnado no puede inferirse que, en rigor, el Tribunal
haya desestimado esa pretensión.

Y si se trata de haber confundido el perjuicio moral con el


de la vida de relación, como así lo sostiene el casacionista, no
puede otra conclusión extraerse que, para el ad-quem, las dos
clases de lesión no son una misma cosa y, en ese contexto, con
mayor veras, lo que cabe afirmar es que el juzgador dejó de
pronunciarse sobre la vulneración de un derecho que, dada la

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

autonomía del mismo, su procedencia imponía ser evaluada de


manera independiente y, al no hacerse, el error no atañe a una
decisión adversa sino a un olvido o preterición.
En la perspectiva descrita por el impugnante, la fusión de
esa dualidad de quebranto (moral y daño vida de relación),
implicó la resolución de uno de ellos y, por ende, el desdén por
el otro. Y, si, al funcionario judicial le asiste el deber de emitir
pronunciamiento sobre todo lo que las partes le soliciten y, con
mayor razón, si ese pedimento constituye uno de los extremos
o elementos de la relación procesal, al no hacerlo respecto del
daño a la vida de relación, como lo denuncia el actor, sin
importar la razón para no emitir decisión sobre el particular
(confusión), lo evidente es que, en definitiva, no expresó su
parecer en ningún sentido, es decir, acogiendo o desestimando
la súplica formulada.

Bajo esa percepción, el eventual error del juez de segundo


grado no atañe a una negación del derecho sino a una evidente
ausencia en su valoración y definición, situación aneja a la
congruencia de las decisiones judiciales, equivocación que
cuenta con su propia causal de casación, lo que se echa de
menos en el escrito sustentatorio del recurso extraordinario
presentado, tornando inidóneo el ataque formulado.

2.3. No obstante, al margen de tal situación, válida, eso sí,


para no acoger la impugnación en ese aparte, evaluado el
ataque bajo la cuerda casacional planteada por el promotor del
recurso extraordinario, emerge que el error denunciado no
existió.

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

En efecto, al observar la demanda aducida y su reforma,


integradas en un solo documento, encuentra la Corte que el
actor fue quien, desde el comienzo, fusionó tanto el detrimento
moral como el de vida de relación, por tanto, el ad-quem, se
limitó a pronunciarse alrededor de una sola clase de
detrimento; la lectura que brindó a lo expuesto por el
demandante refleja, de manera fiel, la forma como se presentó
y reclamó la indemnización. En dicho escrito, expresamente,
dijo:

«2. Que como consecuencia de la anterior pretensión, se


condene a los demandados al pago de los DAÑOS MATERIALES
Y MORALES así:». Y cuando los discriminó, en el acápite
reservado para los morales, aludió a ‘DAÑOS MORALES Y DE
RELACION’. Es decir, en la misma formulación de las
pretensiones se materializó, en una sola, la aspiración a la
indemnización por concepto de daños morales y de relación.

Lo anterior es corroborado cuando se pidió la


cuantificación patrimonial de ese perjuicio, pues se aludió a
‘1000 Salarios mínimos mensuales legales, para la señora María

Esperanza Castellanos’, sin que se haya discriminado cuanto por

uno u otro (moral y daño de relación), lo que permite inferir que


para el accionante eran uno mismo.

Pero no solamente de esa circunstancia puede derivarse


tal situación, pues cuando el gestor de este recurso describió,
en los hechos, la magnitud de la afectación que sufrió debido al
accidente, indistintamente, refirió:

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

«Mi representada, MARIA ESPERANZA CASTELLANOS, y sus


menores hijos, ANGELA CRISTEL Y RUDY ANDRES PUENTES
CASTELLANOS han sufrido el padecimiento del estado de salud,
físico, y psicológico de su madre, irreparables daños de afección,
angustia, dolor, como con los PETITUM DOLORIS (DAÑOS MORALES)

–hecho No. 11-.

«En consecuencia, el accidente le ha ocasionado a mi poderhabiente y


sus menores hijos, perjuicios por concepto de DAÑOS MATERIALES,
MORALES y DE RELACION, que deben ser cancelados por el

responsable del hecho que han dado lugar a esta demanda» (hecho

No. 12, folio 169, cuaderno principal).

Y, previamente, cuando esbozó la razón del


reconocimiento de perjuicios, al anunciar los ‘morales y de
relación’, expuso: «Con motivo de la comisión del hecho realizado, mi
poderdante ha sufrido trastornos emocionales, depresión, angustia, que le

ha afectado, su vida, las relaciones interpersonales» (folio 166 ib.).

Esa misma percepción es validada cuando el accionante


aludió a las pretensiones subsidiarias del literal C. En el
numeral 4º (folio 167), se pidió que: « se reconozcan los daños
Materiales y morales, que resulten demostrados y tasados
pericialmente». Luego, para la víctima, los daños morales y de
vida de relación, no son diferentes.

Dado que se trata de detrimentos distintos, que no


pueden ser confundidos, al ser reclamados debió indicarse un
referente económico para cada uno de ellos, aspecto que no se
hizo; además, su naturaleza, diferente a la del daño moral,

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comporta una afectación proyectada a la esfera externa de la


víctima, sus actividades cotidianas; relaciones con sus más
cercanos, amigos, compañeros, etc., a diferencia de los daños
morales que implican una congoja; impactan, directamente, su
estado anímico, espiritual y su estabilidad emocional, lo que,
sin duda, al describirse en el libelo respectivo de qué manera se
exteriorizan, deben mostrarse diversos, empero, como se
anunció líneas atrás, su promotor cuando expuso el factum del
debate describió unas mismas circunstancias como
indicadoras de los dos daños.

Y, si, en gracia de discusión, la Corte aceptara que en el


escrito incoativo fueron pedidos de manera autónoma e
independiente los daños morales y de vida de relación, habría
que concluir, prontamente, que el impugnante no señaló,
puntualmente, de qué forma se le generó el daño a la vida de
relación, pues, como atrás se indicó, no hubo señalamiento
concreto de la repercusión en el círculo o frente a los vínculos
de la actora. Es más, no se apreció o describió, en particular,
qué nexos o relaciones se vieron afectadas, sus características
o la magnitud de tal incidencia. Resulta incontrovertible que
toda limitación en la salud física o mental de un individuo
impacta negativamente su entorno; sin embargo, ante una
reclamación judicial, no puede la víctima dejar al juez
conjeturar las repercusiones concretas de esa situación
perjudicial y, en el presente asunto, la afectada se despreocupó
de indicar las particularidades del detrimento denunciado,
luego, no es dable aseverar su existencia real, determinada y
concreta.

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

En fin, la actividad deficiente de la Corporación de


segundo grado, en materia probatoria, como atrás quedó
registrado, no puede considerarse que comprenda esta
modalidad de daño.
2.2. Atinente a los errores de hecho, como se recordará,
según la queja del impugnante, se redujeron a:

i) no haber valorado en el sentido apropiado la pérdida del


trabajo de la actora. Para el casacionista, lo correcto de ver en
esa situación era que al disminuirse la capacidad laboral de la
demandante, al intentar conseguir un nuevo trabajo (por haber
perdido el anterior), le resultaría muy difícil obtener un nuevo
empleo. Además, no obstante haber aceptado que la
indemnización reconocida por el empleador de la perjudicada
evidenciaba el despido sin justa causa, desechó que,
precisamente, la merma en su rendimiento sí fue el detonante
para la terminación del mencionado pacto; y,

ii) El fallador no valoró el oficio obrante en folios 228 y


482, del cuaderno principal, relativos a la relación que existió
entre la señora Castellanos y la Congregación de Hermanos de
las Escuelas Cristianas y la remuneración mensual que ella
obtenía de tal entidad.

Cumple decir, alrededor del primer aspecto, que el


juzgador expresamente dijo: «en el plenario no se encuentra
plenamente demostrado que el despido de que fue objeto la demandante
hubiera sido por razón o como consecuencia directa del accidente de

trabajo» (folio 319, cuaderno de segunda instancia) . Es decir,

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

para el ad-quem quedó desprovista de la demostración


pertinente esa afirmación de la parte demandante. Inferencia
esta que reluce huérfana de ataque; el censor no enfrentó esa
conclusión del juzgador.

Y, si la acusación se focaliza sólo en el hecho de que ‘la


demandante no iba a poder de hallar una nueva ocupación –
por lo menos en condiciones similares a las que tenía antes del
accidente-’, aparece que aun aceptando como cierta esta
consecuencia, el origen del daño no podía, como así lo visualizó
el Tribunal, atribuirse a los demandados, pues si la actora
quedó en situación de buscar nuevo trabajo fue por la sencilla
razón de que su empleador la despidió y, si esa determinación
fue sin justa causa, incluida en esa ilegalidad la reducción de
su rendimiento, pues a él, a su antiguo patrón, deben
atribuírsele todos los efectos sobrevinientes de una decisión
arbitraria como esa.

Ciertamente, atendiendo el texto de la Ley 100 de 1993,


ante la eventualidad de un accidente de un trabajador (al
margen de que el suceso se califique como laboral o no), el
porcentaje de disminución de su capacidad de desempeño
comporta la adopción de, entre otras medidas o soluciones, la
reubicación de dicha persona o, según las circunstancias, la
pensión por invalidez. Pero, en ningún caso, la ley autoriza que
las secuelas dejadas por el acontecimiento dañino sean
expuestas como un motivo suficiente para aniquilar la relación
existente.

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

Si el contrato laboral que la señora María Esperanza


Castellanos mantenía con la Congregación de Hermanos de la
Escuelas Cristianas feneció, tal cual ella lo aseveró, de manera
arbitraria, de suyo surge que quien procedió con vulneración
de la ley, es decir, la entidad señalada, es quien debe hacerse
responsable de las consecuencias surgidas, pues, como se
advirtió, el afectado debió continuar con su vínculo ya
cumpliendo la función asignada antes del accidente o, en otra,
si no quedó en capacidad de realizarla, dado el caso, procederá
la pensión por invalidez, asunto que, por supuesto, deberá
valorarse atendiendo cada situación en particular.

En definitiva, en el asunto que se examina, el nexo causal


entre la conducta del victimario -demandados- y el daño
generado a la señora Esperanza Castellanos por el despido de
su trabajo, ha sido roto; no existe ese vínculo causa-efecto. En
rigor, itérase, la pérdida del empleo no puede ser atribuible al
accidente y las secuelas dejadas en la humanidad de la actora,
esa determinación solo tiene origen en la actitud de la sociedad
quien dio por terminado, unilateral e injustamente, el referido
contrato.

En ese orden, si la perjudicada, al verse desvinculada,


pensionada o no, al intentar establecer una nueva relación y
enfrentar las limitaciones o restricciones provenientes del
accidente que, en mayor o menor grado, afectaban las
posibilidades de obtenerlo (queja concreta del impugnante), tal
hipótesis evidencia que la concreción del daño no era, en rigor,
la pérdida de un lucro cesante derivado de ese supuesto
proyecto laboral, pues en verdad no tenía ocupación y al no

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

contar con ella mal puede aseverarse que se le privó de una


ganancia. La afectación, en estrictez, deviene de la oportunidad
de incrementar sus ingresos a partir de una nueva relación de
tal naturaleza, es decir, se le privó, eventualmente de una
oportunidad (la de conseguir un trabajo), y, en ese sentido, la
denuncia sobre el perjuicio generado no podía encauzarse
alrededor de un lucro cesante sino otra modalidad de
afectación.

En ese orden, la documental que el Tribunal ignoró,


según la denuncia del actor (contrato de trabajo y certificación
sobre la remuneración de la demandante), concernía con un
aspecto fáctico incontrovertible, alusivo a la vinculación
existente, su terminación y la suma que para ese momento
devengaba la demandante. Una situación de ese linaje sí
denotaría un daño en la modalidad de lucro cesante,
circunstancia que, en verdad, no acaece en el caso examinado,
habida cuenta que la descripción fáctica del casacionista alude
no a unas ganancias del empleo perdido sino de aquellas que,
muy probablemente, iría a perder por sus limitaciones físicas,
en otros términos, el detrimento provendría de la remuneración
reducida por las lesiones y no del que perdió.

En reciente oportunidad la Corte analizó el daño desde la


perspectiva del lucro cesante y la pérdida de oportunidad,
habiendo dicho lo que sigue:

Las últimas doctrinas sobre la materia — a pesar de que existen


corrientes que la ubican dentro del género lucro cesante— también
marcan fronteras entre ambas, y más importante aún, coinciden en

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

que el apreciable grado de la posibilidad debe ser suficiente, de


suerte que la oportunidad perdida no resulta indemnizable si
representa apenas una probabilidad abstracta y vaga, una
esperanza débil de derecho.

Para los profesores FELIX TRIGO REPRESAS y MARCELO LÓPEZ


MESA, “el daño emergente es el más cierto de todos los daños
patrimoniales, por cuanto parte de la base de un desembolso
efectivo o de un menoscabo tangible. Un grado menos de
certidumbre y nos encontramos con el lucro cesante, que se
basa en la disminución de ingresos, extremo que debe fundarse
en un juicio de probabilidad. Finalmente, en cuanto a la
pérdida de chance existe la necesidad de realizar otro juicio
de probabilidad, sólo que de naturaleza más flexible, para
apreciar así, si el damnificado se ha visto privado de obtener una
ganancia, o si al menos, ello es verosímil” 1. (Negrilla fuera de texto).

En palabras de GASTÓN SALÍNAS UGARTE2 la pérdida de


oportunidad es una forma de daño en la cual la certidumbre del
mismo aparece imprecisa, aun cuando se halla presente; razón por
la cual en la aplicación del moderno derecho indemnizatorio,
cuando los Tribunales han reconocido perjuicios al amparo de ese
concepto, han dejado claro que en esos eventos la cuantía se
establece en virtud de lo que la doctrina francesa ha enseñado
como la desaparición de la probabilidad de un suceso favorable o
pérdida del chance de obtener una ganancia, debiendo
contemplarse de una forma restrictiva y su reparación nunca puede
formularse en los mismos términos que si el daño no se hubiera
producido y el resultado hubiera sido beneficioso al perjudicado.

1
TRIGO REPERAS, Félix y LÓPEZ MESA, Marcelo. Tratado De la Responsabilidad Civil.
Cuantificación del daño. Fondo Editorial del Derecho y la Economía. Buenos Aires 2006.
2
SALINAS UGARTE, Gastón. Responsabilidad Civil Contractual. Tomo I. Editorial Abeledo
Perrot. Santiago de Chile 2011.

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Más adelante expresó el mismo autor que: “No se trata, por


supuesto, del tradicional lucro cesante, pues el daño que
éste importa, es cierto en la medida en que el damnificado
tiene un interés legítimo a la percepción de esos lucros al
momento del evento dañoso. En otras palabras, el rubro
lucro cesante no indemniza la pérdida de una mera
expectativa o probabilidad de beneficios económicos futuros,
sino el daño que supone privar al patrimonio damnificado de
la obtención de lucros a los cuales su titular tenía derecho,
es decir, título, al tiempo en que acaece el eventos damni. Cuando
el daño se origina en frustración de una esperanza razonable, en
la pérdida de una chance, de una probabilidad fundada, nos
encontramos frente a esta categoría de daño, donde coexiste un
elemento de certeza con un elemento de incertidumbre”. (Destaca la
Sala).
A partir de las reflexiones memoradas, debe decirse que tanto la
pérdida de oportunidad como el lucro cesante futuro, pese a que el
censor los entremezcla, pertenecen a categorías diversas pues
atienden fuentes obligacionales distintas, pero además se
diferencian por los grados de certidumbre que en una y otra se
registran.

En la primera, existe un razonable juicio de posibilidad, relativo a


la concreción futura de un resultado útil donde se combinan la
certidumbre y la fluctuación, pero partiéndose de la base de que el
afectado se hallaba en una posición de privilegio que le permitiría
obtener un beneficio, y el actuar ilícito de otra persona le impide
fructificar tal situación de prosperidad. De hecho, no escasean en la
doctrina especializada ejemplos de esta nueva modalidad de daño.
Piénsese, en la actuación del agente demandado en
responsabilidad civil que con su proceder, impidió que alguien,
habiéndose inscrito a un concurso o licitación y superado la
mayoría de sus fases, por una indebida digitación o calificación, lo
excluyó de la posibilidad de obtener el empleo o resultar
adjudicatario del contrato; el deportista que con una trayectoria

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

reconocida y después de haber obtenido distintos premios, es


atropellado por un automotor en la proximidad de la última
competencia donde se había perfilado como seguro ganador; el
evento del descuido del abogado que no recurre una providencia
con el propósito de que sea revocada; o de la persona que, por no
recibir la información suficiente y pertinente, pierde la oportunidad
de resolver si adopta una decisión diferente de la que finalmente
tomó frente a una negociación significativa, para solo mencionar, a
título meramente enunciativo, algunos de los supuestos más
frecuentemente citados por la literatura sobre la materia.

En el segundo evento, esto es en el ámbito del lucro cesante futuro,


no se indemniza la pérdida de una probabilidad sino la obtención
de dividendos a los cuales tendría derecho la víctima, pero bajo el
esquema de una privación de ganancia cierta.

4.3 No ha sido pacifica la ubicación del acaecimiento del daño por


pérdida de la “chance”; algunos autores han expresado que se
trata de un método de cuantificación del daño, creyendo con ello
haberse resuelto el problema respecto a la incertidumbre causal
que el mismo devela3 y que ha puesto en duda en muchos sistemas
su aceptación.

(…)

Sus presupuestos axiológicos, para que pueda considerarse como


daño indemnizable según la elaboración jurisprudencial de esta
Corporación refieren a: (i) Certeza respecto de la existencia de una
legítima oportunidad, y aunque la misma envuelva un componente
aleatorio, la “chance” diluida debe ser seria, verídica, real y actual;
(ii) Imposibilidad concluyente de obtener el provecho o de evitar el
detrimento por razón de la supresión definitiva de la oportunidad
para conseguir el beneficio, pues si la consolidación del daño

3
MEDINA ALCOZ, Luis. La teoría de la pérdida de oportunidad. Estudio jurisprudencial y
doctrinal de derecho de daños público y privado. Pag. 87

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Radicación n° 11001 31 03 029 2006 00272 01

dependiera aún del futuro, se trataría de un perjuicio eventual e


hipotético, no susceptible del reconocimiento de una indemnización
que el porvenir podría convertir en inconveniente; y (iii) La víctima
debe encontrarse en una situación potencialmente apta para
pretender la consecución del resultado esperado; no es cualquier
expectativa o posibilidad la que configura el daño, porque si se
trata de oportunidades débiles, lejanas o frágiles, no puede
aceptarse que, incluso, de continuar el normal desarrollo de las
cosas, su frustración inevitablemente conllevaría en la afectación
negativa del patrimonio u otros intereses lícitos. Dicho de otro
modo, el afectado tendría que hallarse, para el momento en el cual
ocurre el hecho dañino, en un escenario tanto fáctico como
jurídicamente idóneo para alcanzar el provecho por el cual

propugnaba (CSJ SC 4 de agosto de 2014, Exp. 1998


07770 01).

Fijados esos derroteros, emergen, de manera nítida, dos


inferencias: de un lado, las pretensiones del impugnante
respecto a la situación de la demandante y su reclamo por la
reducción de ingresos ante un nuevo empleo, no pueden referir
a la modalidad dañina de lucro cesante; de otro, de darse las
circunstancias necesarias para estructurar un perjuicio, lo
sería bajo la modalidad ‘pérdida de oportunidad’, empero, para
ello, como se dejó visto, al damnificado le correspondía
acreditar la presencia de los requisitos que la doctrina ha
enlistado para tornar viable tal súplica, asunto que no aparece,
siquiera, reclamado por esa senda.

A partir de las anteriores reflexiones, este segundo cargo


no prospera.

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3. Ahora, en cuanto que la primera acusación resultó


acogida, corresponde emitir el pronunciamiento pertinente, sin
embargo, como a continuación se precisará, es del caso la
adopción de algunas pruebas, por lo que la Corte hará uso de
su potestad oficiosa en esa materia.

SENTENCIA SUSTITUTIVA
El fallo de reemplazo será adoptado una vez se recaude la
prueba pericial que corresponde incorporar, pues la cuantía del
perjuicio sufrido por la actora no está definida en autos.

DECISIÓN

En mérito de lo discurrido, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la
república de Colombia y por autoridad de la ley, CASA
parcialmente la sentencia proferida el diecinueve (19) de
diciembre de dos mil once (2011), por la Sala Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso referido
al inicio de esta determinación.

Subsecuentemente, antes de adoptar la decisión de


instancia, se ordena:

1. Tener en cuenta, con los alcances probatorios que la


ley pertinente ha dispuesto, la documental allegada por la parte
actora en desarrollo de la audiencia de que trata el artículo 101
del C. de P.C.

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2. El actor deberá allegar, debidamente autenticadas, en


conformidad con lo previsto en los artículos 252 y 254 del C. de
P.C., la historia clínica de la demandante y la certificación
sobre las secuelas derivadas del accidente.

3. Librar comunicación al gerente o administrador del


establecimiento ‘Cantares 60 y 70’ para certifique, de manera
detallada: i) qué labor desempeñaba la demandante en ese
establecimiento; ii) el valor cancelado por esos servicios; iii)
existía o no reconocimiento de alguna suma de dinero diferente
y a qué título; iv) que tiempo destinaba la señora María
Esperanza Castellanos para cumplir las actividades
convenidas; v) la calidad de vinculación, es decir, la clase de
contrato que regía esa relación; vi) la periodicidad del pago; vii)
el tiempo de duración de dicho vínculo; viii) la causa de la
terminación o si el mismo continúa vigente; y, ix) si, de haber
culminado dicho vínculo, se precisará la fecha de tal evento,
así como si existió indemnización y porqué razón.

4. Se designada al experto contador DANILO PEDROZA


BENITEZ para que en el término de quince (15) días, contados
a partir de su posesión, proceda a conceptuar sobre lo
siguiente:

El lucro cesante pasado y futuro que la demandante dejó


de percibir en el establecimiento ‘Cantares 60 y 70’.

Sin condena en costas por haber prosperado el recurso de


casación.

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Notifíquese y devuélvase

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA


Presidente de Sala

MARGARITA CABELLO BLANCO

ALVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

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ARIEL SALAZAR RAMÍREZ


(Magistrado Impedido)

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