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En Santander, los productores de miel de abejas de San Gil han dicho que la flor de

un árbol (balso negro) que sirve de sombrío a los cafetales contribuye a la muerte de
las abejas, porque su forma es una verdadera trampa mortal.

Los apicultores de las veredas de Oiba, San Gil y Socorro en el departamento de


Santander se encuentran preocupados por la pérdida poblacional de abejas en los últimos
dos años, así como por la baja producción de miel, propóleo, cera, apitoxina, jalea y polen
que según ellos está en peligro de acabarse.

Y no es para menos. Los apiarios ubicados en estas veredas (compuestos de 20 a 22


colmenas) cuentan con tres o cuatro cámaras de cría que están siendo ocupadas tan solo
por la mitad de las abejas. Así, la mayor parte de las colmenas han quedado
desprotegidas, de modo que las polillas y los comejenes se han comido la cera y los
pocos recursos que hay acumulados.

Ante este panorama, el profesor Jorge Tello de la Facultad de Medicina Veterinaria y de


Zootecnia de la Universidad Nacional de Colombia, en asocio con la Corporación
Colombiana de Investigación Agropecuaria (Corpoica), el SENA, el ICA y la Secretaría de
Agricultura de Santander, indagaron las razones por las que el censo de abejas en esta
región del país bajó considerablemente.

Gracias a una investigación de campo, se descubrió que no solo abejas sino también
hormigas, avispas, polillas, escarabajos, saltamontes, colibríes y otros insectos se
encontraban ahogados dentro del néctar de las flores del árbol “balso negro”, que hace
parte del programa de sombrío del café en el país y que fue escogido para ser plantado
por parte de los asesores de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia.

El árbol nativo (Ochroma pyramidale) mide hasta 25 metros, es de tronco grueso y


madera liviana, resistente y duradera. De acuerdo con la investigación, se producen hasta
500 flores por árbol, las cuales, debido a su alto nivel de secreción, deben ser polinizadas
por murciélagos nectarívoros de la región, mas no por insectos.
Su flor es grande y produce entre 5 y 7 centímetros cúbicos de néctar en la noche,
además tiene un artificio que hace que la abeja caiga y quede atrapada en su interior.

Según Tello, su revisión da cuenta de que las flores deben producir por lo general medio
centímetro de néctar y hasta menos, por lo que el balso debe ser polinizado por
murciélagos. “Sin embargo, en esta región del país los murciélagos son escasos porque la
gente los mata”.
Los expertos se dieron cuenta de que esta flor es una trampa natural. “El insecto no
puede aferrarse a ella, sino que se resbala como en un tobogán y cae en esa gran
cantidad de néctar. De esta manera, se ahogan, las alas se quedan pegadas y luego cae
otro y así sucesivamente”.

En el estudio se han contado hasta 30 insectos por flor, entre abejas nativas, Apis,
africanizadas, hormigas, avispas, polillas, escarabajos y saltamontes.

El problema es que el balso negro ha sido plantado sin control por parte de los
caficultores. De forma natural, se encuentra un árbol por hectárea, pero según este
estudio hay 80 por hectárea, lo que lo convierte en un monocultivo y en un potencializador
de sobreoferta de néctar para la fauna de la región.

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