Está en la página 1de 153

El Kata de la Voluntad

Estrategias para adquirir una


fuerza de voluntad de acero

Armando Elle
ÍNDICE

Introducción
Cap 1 - Una noche en México.
Cap 2 – El modelo de comportamiento humano.
Cap 3 – “Quiero, Deseo, Me gustaría...”
Cap 4 – Instintos e impulsos: nuestros señores y
padrones.
Cap 5 – La trampa número 1: La prevalencia de
los instintos.
Cap 6 – La trampa número 2: “Amor, ¡eres
demasiado racional!”
Cap 7 – La trampa número 3: La motivación.
Cap 8 – La trampa número 4: El encanto del
evento.
Cap 9 – Cómo equivocarse en todo.
Cap 10 – El músculo de la voluntad.
Cap 11 – Cuando el peso es demasiado grande.
Cap 12- Cuando los pesos son demasiados.
Cap 13 – El arma secreta número 1: Los pequeños
logros.
Cap 14 – El arma secreta número 2: Los hábitos.
Cap 15 – El rito del hábito.
Cap 16 – Un poco de artes marciales.
Nota del autor.
Introducción
Dentro de las artes marciales, el “kata” se refiere
a una serie de movimientos pre-ordenados y
codificados que representan técnicas de combate.
El estudiante de artes marciales los repite cientos
de veces para convertirlos en algo automático y
ser capaz de aplicar las diversas técnicas en una
manera instintiva. Puede ejecutarse contra un
oponente imaginario o contra uno de verdad, y en
este caso se llaman Kata Bunkai.

En la película Karate Kid se nos da una


representación pintoresca del Kata tal vez poco
real, pero extremamente eficaz desde un punto de
vista conceptual. Cualquier persona que haya
visto la película seguramente aun recuerda qué
sucede: el maestro Miyagi hace pasar el día a
Daniel encerando y puliendo autos. Al final del
día, Daniel no sólo esta cansado, está muy
decepcionado. Él no ha aprendido nada de karate,
y el maestro Miyagi lo hizo trabajar gratis. Pero
cuando el maestro pretende atacarlo, Daniel es
capaz de protegerse de los golpes aplicando
automáticamente los movimientos que ha repetido
hasta el cansancio durante el día. Me encanta esta
película, y no hablo de ella solo porque fue un
mito durante mi juventud, sino porque transmite
una idea.

Al inicio del estudio de un Kata, el profesor


realiza los movimientos en frente de los
estudiantes, mientras lo están mirando. A
continuación, explica y enseña los movimientos
que componen el Kata uno tras otro, hasta que los
alumnos tienen la plena comprensión y son
capaces de hacerlo por sí mismos.
Por esta razón, este libro comienza desde el final.
Esto es lo que veremos juntos en este libro.
Esto es el Kata de la Voluntad:

- Reflexiona sobre cómo y por qué haces lo que


haces.
- Ten en cuenta tus acciones como consecuencia de
dos motivos: los instintos y la inteligencia /
voluntad
- Aprende a conocer tus instintos, con sus ventajas
y sus desventajas.
- Disfruta de la motivación cuando llega, pero no
te confíes demasiado.
- Reconoce las presiones que te rodean:
aprenderás a defenderte.
- Reconoce el cambio como lo que es: un proceso
y no un evento.
- Ten en cuenta la fuerza de voluntad como lo que
es: un instinto ético que caracteriza al hombre, y
como resultado de la inteligencia.
- Usa la voluntad de acuerdo con la Regla número
1: No levantar demasiado peso en una sola vez.
- Usar la voluntad de acuerdo con la Regla número
2: No levantes demasiados pesos al mismo tiempo.
- Date objetivos intermedios, mídelos y celebra
cada vez que logras uno.
- Haz pequeños actos de voluntad en tus hábitos
diarios.
- Crea y fortalece tus hábitos utilizando siempre la
tríada estímulo - acción – recompensa.
- Repite desde el inicio.
¡Buena lectura!
Cap 1 – Una noche en México.
México, 24 agosto, 3 de la mañana.

Me casé hace apenas unas horas y acabo de subir


con mi esposa a nuestra habitación en la planta
superior de un edificio colonial donde celebramos
la boda. Es una noche cálida, y mientras ella se
cambia, yo voy a la terraza a fumar.
Me siento feliz….de ella, del día que hemos
vivido, de todos los amigos que vinieron a la
fiesta desde Italia, del rumbo que esta tomando mi
vida. Pero también siento una extraña inquietud y
un gran cansancio.
Han sido meses agotadores y estresantes.

La organización del matrimonio, mis continuos


viajes, las cenas fuera de casa, los 30 cigarros al
día, finalmente me han agotado. Me veo reflejado
en la ventana con la luz de la luna, y veo a un
hombre de aspecto cansado de 37 años, ojeras
profundas y al menos 5 kilos de más.
¿Tal vez me siento repentinamente mayor porque
me casé? Pero no debería ser así. Mi esposa es
joven y hermosa, estamos felices y lleno de
proyectos.
De hecho, hace meses que quiero cambiar algunas
cosas en mi vida: quiero hacer ejercicio, dejar de
fumar, escribir un libro, y desarrollar nuevas ideas
de trabajo en las que pienso desde hace tiempo. Un
programa ambicioso, que acaricio de vez en
cuando desde hace años; y que por muchas razones
no he podido lograr, de hecho, creo que ni siquiera
he empezado. Pero el hecho de contraer
matrimonio, con el gran cambio que trae consigo,
me hizo creer en los últimos meses que esta vez
sería diferente.

Y mientras reflexiono, entiendo de dónde viene la


inquietud. Me doy cuenta que nada es diferente.
Durante los meses anteriores a la boda, como
siempre, no he escrito una línea del libro, no he
hecho ejercicio, no he dejado de fumar, ni he
cambiado las cosas en el trabajo que quería.
Allí en el balcón, mientras fumo y veo mi reflejo
en la ventana, también veo la distancia que existe
entre la persona que soy y aquella que quiero ser, y
parece una distancia enorme e imposible de
recorrer.
Y en lo profundo, como una condena, creo saber
que será así por siempre. A pesar de mi deseo de
cambiar, sé que siempre he sido demasiado débil
para llegar al final de tantos propósitos que he
tenido en mi vida. Soy un hombre que tiene un
secreto que lo avergüenza, y frente al cual no
encuentra una solución: el secreto es que a pesar
de mi capacidad y un "éxito" aparente, soy un
hombre débil, un hombre que no tiene la
suficiente fuerza de voluntad para lograr sus
deseos.

Pero de repente, veo a alguien caminando en el


jardín. Lo reconozco de inmediato, es el padre de
mi esposa.
Quise a mi suegro desde el primer momento,
cuando lo conocí hace cuatro años. Es un buen
hombre, curioso, activísimo a pesar de sus casi 74
años de edad. Exterior e interiormente es un
verdadero mexicano, orgulloso de su familia y de
su cabello negro que meticulosamente peina hacia
atrás todas las mañanas.
Antes de la presentación formal con la familia, mi
esposa me había anticipado que su padre tenía
algunas peculiaridades, y me he divertido durante
estos años descubriendo una tras otra.

Entre ellas, la que encuentro más divertida es su


paseo nocturno. Todas las noches, después de la
cena y antes de ir a dormir, camina dentro de su
casa sus 4,000 pasos. Desde el lado izquierdo de
la cocina, se acerca a la puerta del pasillo, va al
extremo derecho de la sala, se da la vuelta y
regresa hacia a la cocina para comenzar de nuevo.
Esto se repite hasta que ha contado 4.000 pasos. Y
es muy riguroso en este aspecto: los pasos deben
ser 4,000, no 3,999 o 4,001; de hecho, no debemos
molestarlo mientras camina o pierde la cuenta.

Lo sorprendente es que he pasado con él Navidad,


Año Nuevo y fiestas familiares con 40 invitados.
Sin embargo, no hay nada que lo detenga: al
terminar de comer platica un poco y después pide
permiso y comienza a caminar 4,000 pasos. Sus
familiares ya no le hacen caso, y es normal que
continúen a hablar o bailar mientras mi suegro se
mueve hacia atrás y delante frente a ellos.
Por supuesto, cuando por alguna razón no está en
su casa, de alguna manera se las arregla, va y
viene donde se encuentre: durante su visita a Italia
hizo sus 4,000 pasos en Plaza delle Erbe en
Verona; frente a la Cámara de Diputados en Roma
(y créanme que la policía lo miraba en una manera
muy extraña), bajo los grandes arcos de las calles
de Turín ...

Esto lo hacía todas las noches durante su viaje,


después de cada cena.
Así que cuando lo vi esa noche a las 3 de la
mañana paseando por el jardín del hotel, con las
manos entrelazadas detrás de la espalda y
moviendo sus labios imperceptiblemente, no tenía
ninguna duda de lo que mi suegro estaba haciendo,
contaba los 4,000 pasos. Había sido el día de la
boda de su hija y después de al menos 15 horas de
fiesta, de haber bailado, bebido y cantado durante
todo el día, mi suegro salió a caminar.

Y mientras lo observaba, por primera vez en lugar


de hacerme sonreír simplemente sentí que lo
envidiaba. Cada vez que había decidido hacer
ejercicio, dejar de fumar o ponerme a dieta, nunca
fui capaz de continuar por más de un par de
semanas. Siempre había encontrado razones para
romper mis propósitos: una cena de cumpleaños,
un día agotador en el trabajo, un momento de
tristeza o de aburrimiento.

Siempre había encontrado una excusa para


romper mis propósitos y para mantener todos mis
malos hábitos.

Mientras él caminaba 4,000 pasos cada noche


desde hace casi 40 años, sin que nada pudiera
distraerlo de su propósito. Y esta fuerza de
voluntad parecía acompañarlo no sólo en sus
paseos nocturnos, sino en todos los aspectos de su
vida. Tenía que existir algún secreto ....
En ese momento mi esposa salió al balcón y me
tomó de la mano. Al voltear, la atraje hacia mí y la
besé. Y mientras la besaba llevándola hacia la
habitación, sentí que había encontrado el destello
de una idea, una idea aún incompleta, pero tan
cercana que sentí que podía tocarla con las manos.
...

Esa noche en México, al ver la extraordinaria


fuerza de voluntad de mi suegro, decidí que iba a
enfrentar la falta de voluntad por lo que realmente
es: una enfermedad. Y es una enfermedad grave, ya
que determina una serie de efectos muy negativos
en nuestra vida, tanto desde el punto de vista físico
como desde un punto de vista psicológico.
De hecho, mientras que una fuerte voluntad puede
permitirnos alcanzar casi cualquier meta, una débil
es como una carga en nuestras vidas que nos
convierte cada vez en personas más obesas, menos
ricas, más enfermas, menos activas, menos felices.
Y sobre todo, menos orgullosas de nosotros
mismos.

Una voluntad débil es una enfermedad que nos


hace obtener siempre MENOS de las cosas que
queremos, y siempre MÁS de las cosas que no
queremos.

Por lo cual, ¿No es una de las peores


enfermedades que podemos tener?

Siendo médico, me aproximo a los problemas


desde un punto de vista científico pero también
pragmático. Definitivamente me interesa más que
el razonamiento por sí mismo, analizar los
problemas y buscar las causas de los fenómenos
con el objetivo de encontrar una solución y una
cura.

Así, durante los meses sucesivos a mi regreso de


México, consulté libros y artículos científicos (y
hay muchos!), Entrevisté gente, observé el
comportamiento de los fenómenos sociales, hice
pequeños experimentos con los demás y conmigo
mismo, todo con el objetivo de comprender los
mecanismos de la voluntad y de encontrar "la
cura" para mi debilidad.
Y he descubierto muchísimas cosas.

Algunas tan intuitivas que me sorprenden por no


haberlas pensado antes; otras en cambio son más
sutiles o están ocultas, tanto que me hacen pensar
que todavía hay mucho por entender sobre los
mecanismos que rigen nuestras decisiones.
He resumido los resultados de mi investigación en
este libro que esta organizado como un camino en
el cual no debes omitir ningún paso (aquí esta un
primer pequeño esfuerzo de voluntad!): Cada
capítulo requiere ser leído, entendido y
internalizado.
Exactamente igual que los movimientos en un arte
marcial.
Este libro funciona; funcionó para mí y para
muchos otros. Y espero que funcione también para
ti.
Cap 2 – El modelo del
comportamiento humano.
Primero que nada, quiero tratar de definir y
enmarcar el modelo de comportamiento humano,
del cual la voluntad es sólo una manifestación, y
así poder responder a algunas preguntas
fundamentales:

¿Cómo y por qué hacemos lo que hacemos?

¿Cómo es que muchas veces no hacemos lo que


decimos que queremos hacer?

¿Qué significa querer algo?

Dado que esto no es un tratado de psicología o de


etología humana, resumí siglos de investigación
científica de fisiología y psicología, con sus
infinitas tonalidades en un patrón que es tan simple
como es posible, y que da una buena idea de cómo
funcionamos.
El hombre interactúa con el medio ambiente de una
manera que es simple y complicado al mismo
tiempo.

Simple porque el modelo es en general siempre


más o menos el mismo: uno o más estímulos son
registrados a través de nuestros órganos de los
sentidos; nuestro sistema nervioso analiza e integra
estos estímulos; de esta integración y análisis se
genera una respuesta en forma de pensamiento,
emoción o acción (o no acción).

Complicado porque esta pequeña cadena de


acontecimientos puede contener una serie de
estímulos, integraciones y respuestas que es
inmensa en términos cualitativos, y extremamente
variable en función del tiempo en el que se
expresan.

Te daré un ejemplo.
Cuando tocas una superficie caliente, la reacción
en cadena es realmente muy simple: los receptores
en las yemas de los dedos registran un estímulo
nocivo (exceso de calor); un circuito eléctrico
transmite este estímulo a un grupo de neuronas
localizadas en la columna vertebral; estas
neuronas estimulan los músculos del brazo y de la
mano, que reaccionan retirando el dedo de la
superficie caliente. Es una reacción simple,
predecible, sin ambigüedades, y común a todos
aquellos que tienen un sistema nervioso periférico
intacto.

Todo se produce en mucho menos de un segundo.


De hecho, cuando digo "simple" no estoy hablando
desde el punto de vista biológico: ya que estos
reflejos innatos presuponen una complejidad que
es resultado de millones de años de evolución.
Quiero decir simple desde el punto de vista
"conceptual".

Veamos ahora otro ejemplo: un niño de 6 años de


edad recibe una bofetada. También en este caso
habrá un reflejo físico de alejarse debido al dolor,
que está integrado a nivel de las neuronas de la
columna vertebral. Pero ocurren también muchas
otras cosas. En algunos centros neuronales
situados en niveles altos, el niño sentirá tal vez
ira, miedo, vergüenza o culpa. En otros centros
aún superiores, el cerebro compara esta
experiencia negativa con otras anteriores para
encontrar semejanzas y diferencias. En otros
centros aún, estará analizando la situación para
explicarla desde el plano cognitivo y establecer
estrategias de reacción. Y todo este trabajo no se
acabará probablemente en el momento de la
bofetada, durará en el tiempo dependiendo de las
características ambientales y de cada individuo;
dando lugar a "respuestas" complejas y poco
predecibles.

Esta compleja relación de respuestas al ambiente


externo depende de la estructura de nuestro
sistema nervioso, y refleja una jerarquía de
interacción que podemos dividir
esquemáticamente en tres niveles:
Un nivel básico, el de los reflejos.

Un nivel intermedio, al cual pertenecen los


instintos, impulsos y hábitos (por razones
prácticas, los mantenemos juntos, aunque si no son
exactamente la misma cosa)

Un nivel superior, que es el de la inteligencia y


voluntad. Es en este nivel superior que se
encuentra la fuerza de voluntad.

Mientras que los dos primeros niveles están


presentes en todos los seres vivos, el tercero es
característico solo de la especie humana.
Cada uno de estos niveles es más complejo que el
anterior, y no es casual que se haya desarrollado
más tarde durante la evolución. Nota que en este
desarrollo, cada nivel no ha eliminado o sustituido
al anterior, se ha posicionado sobre él. Esto ha
creado una situación en la que cada nivel
incorpora al anterior, pero al mismo tiempo está
condicionado; y de hecho también anatómicamente
cada nivel no está controlado por estructuras
cerebrales separadas e independientes, sino a
partir de unidades conectadas entre ellas, y entre
las cuales existe un intercambio continuo e intenso
de información en ambas direcciones.

Para entendernos mejor, pensemos por ejemplo en


el instinto de conservación: nos lleva a evitar
peligros, es innata, y de hecho ya existe en niños
muy pequeños. Pero lo que el niño no es capaz de
identificar es "qué cosa" constituye un peligro.
Para ello, su instinto de conservación se puede
alimentar desde la parte inferior, por ejemplo del
reflejo de dolor cuando toca el fuego; pero
también desde arriba, es decir de las estructuras
cognitivas que analizan y descodifican las órdenes
y prohibiciones de los padres.
En esta simple estructura ya se puede reconocer la
conexión entre los niveles de interacción con el
medio ambiente y el mecanismo de cómo se
condicionan entre sí.

Ahora, no quiero absolutamente disminuir la


importancia de los reflejos y el papel que han
jugado dentro de la evolución, y que aún ahora
mantiene en el modelo de interacción humana con
el medio ambiente. Sin embargo, como seres
humanos que toman decisiones todos los días,
estamos influenciados principalmente por los otros
dos niveles: el de los instintos/impulso/hábitos, y
el de la inteligencia/voluntad.

Entender la diferencia entre los dos significa


sobretodo explicar lo que queremos decir cuando
expresamos frase como "Yo quiero", "yo deseo",
"me gustaría".
Detrás de estas expresiones, que utilizamos
indistintamente para expresar una preferencia, se
esconden dos significados profundamente distintos
entre sí.
Para explicarte lo que quiero decir, es conveniente
hacer un salto de regreso a la Ciudad de México, y
juntos hacer un pequeño experimento.
Cap 3 – “Quiero, Deseo, Me
gustaría…”

En México y en algunos países de América del Sur


existe una tradición para atraer la buena suerte en
Año Nuevo: la noche del 31 de diciembre cada
persona escribe 12 deseos en un pedazo de papel.
Y cuando suenan las doce campanadas a
medianoche, se comen 12 uvas para que sus
deseos se hagan realidad en los próximos 12
meses.

Este año, como en los anteriores, pasé la noche del


31 de diciembre en México, con quien yo llamo
"mi familia mexicana." Anuncié que iba a hacer un
experimento, y como soy médico no se
impresionaron tanto. Así que recogí, con el
permiso de los autores, muchas de estas hojas, y
leí lo que querían para el Año Nuevo. Algunos
deseos eran muy concretos, entre ellos por
ejemplo estaba el nacimiento de un hijo o la
recuperación de una enfermedad. Pero la mayoría,
alrededor del 90%, entraba más o menos en una de
las siguientes afirmaciones:

Quiero dejar de fumar; quiero bajar de peso;


quiero hacer más ejercicio; quiero levantarme
temprano cada mañana; quiero estudiar más;
quiero leer más; quiero pasar más tiempo con mi
esposa; quiero que mi matrimonio funcione; quiero
bajar mi nivel de colesterol; quiero ahorrar; quiero
llevar una vida más sana.
¿Te reconoces en cualquiera de estos deseos?

Pedí a esas mismas personas esa noche a las 3 de


la mañana que me dijeran sin pensar tanto, en lo
que querían en ese preciso momento.
Prácticamente todas las respuestas cayeron en uno
de los siguientes 4 tipos: ir a dormir; fumar un
cigarro; comer otro pedazo de pastel o en algunos
casos tacos; y beber una cerveza.
Supongo que te reconoces en estos deseos.

Entonces, ¿Qué queremos decir cuando decimos


frases como "yo quiero", "yo deseo", "me
gustaría"?
De la misma manera en que existen dos estructuras
cerebrales vinculadas entre sí, hay dos tipos de
voluntades unidas entre sí: una que se podría
llamar "a corto plazo" encargada de conseguir
placer /objetos / sensaciones aquí y ahora, regida
por instintos / impulsos / hábitos (quiero ir a
dormir, quiero un cigarro); y el otro que podemos
definir "a largo plazo" que se encarga de lograr la
transformación más o menos profunda y lograr
objetivos personales más complejos, regida por la
razón (Quiero dejar de fumar, quiero estudiar
más).

Cuando decimos "quiero", entonces, puede ser


cualquiera de las dos estructuras que habla, y ser
el resultado de cualquiera de las dos voluntades
que prevalece.
El problema es que las dos voluntades, incluso si
están conectados y son interdependientes, a
menudo entran en conflicto entre sí.
Lógicamente, puesto que la voluntad racional y a
largo plazo pertenece a un nivel de desarrollo
"superior", debería prevalecer fácilmente sobre la
voluntad instintiva.
Sin embargo, de hecho, sucede casi siempre lo
contrario.

¿Por qué?
Cap 4 –Instintos e impulsos:
nuestros señores y padrones.

Los instintos y los impulsos son "movimientos"


inconscientes e innatos que afectan el
comportamiento humano.
"Innatos", porque son comportamientos
seleccionados a través de millones de años de
evolución que han beneficiado a la especie
humana, y por lo tanto son parte de nuestra
herencia genética.
"Inconscientes" porque tienen un alto grado de
automatismo, es decir, no son provocados por el
“yo racional”.

Ahora, está claro que son propio estas dos


características a hacernos tan poderosos: los
tenemos en nuestro código genético y se activan
automáticamente cuando se enfrentan a ciertos
estímulos.
A diferencia de los reflejos, en los cuales la
activación no puede ser bloqueada en ninguna
forma, los instintos pueden ser bloqueados,
modulados, modificados y gobernados por la
voluntad racional.

Pero si la evolución ha seleccionado ciertos


comportamientos tan benéficos, ¿por qué
deberíamos tratar de inhibirlos o cambiarlos? ¿No
es una contradicción? Si el instinto ha permitido
que nuestra raza sobreviva a través de millones de
años, ¿no es más inteligente seguirlo?

Esto sería cierto si el instinto fuera el mecanismo


de supervivencia más importante que se ha
seleccionado. Pero el hombre, sólo por instinto, no
habría sido capaz de sobrevivir; y así la evolución
ha seleccionado también la inteligencia y la
voluntad en los humanos. Los Neandertales se
extinguieron millones de años atrás. Nosotros por
el momento todavía estamos aquí.

Por lo tanto, los instintos e impulsos, aunque


seguramente han sido seleccionados debido a que
nos dan una ventaja evolutiva, no siempre son
ventajosos.
Y de hecho, tienden a tendernos trampas.
Cuando yo era niño y mi madre trataba de
convencerme para que comiera verduras, pensaba
lo injusto que era que el chocolate hiciera "mal" y
las zanahorias "bien".

¿Nunca te has preguntado por qué las cosas que


nos gustan están llenas de calorías y hacen “mal”?
Podrías pensar que es una coincidencia irónica.
Pero no lo es. ¿Porqué un rábano tiene poco sabor,
mientras que el tocino es tan bueno? ¿Por qué
nunca se te ha hecho agua la boca deseando una
coliflor? ¿Cómo es que después de comer espinaca
cruda no tienes la misma sensación de satisfacción
que sientes después de un trozo de chocolate con
leche?

La razón se encuentra justamente en los


mecanismos de evolución: hace millones de años,
la comida era relativamente escasa y difícil de
encontrar; se comía de vez en cuando; se carecía
de una protección eficaz contra el frío. Esta claro
que preferir alimentos muy calóricos era un
mecanismo evolutivo ventajoso, capaz de dar
abundantes reservas de energía a quienes los
consumían. En definitiva, la gente a la que le
gustaban las verduras moría más fácilmente. La
esperanza de vida, como consecuencia de las
enfermedades y los desastres naturales, era muy
bajo; por lo que los efectos secundarios de grasas
y azúcares, como el colesterol alto o la diabetes
definitivamente no interesaban a la gran máquina
de la evolución.

Pero este mecanismo evolutivo, tan precioso y útil


hace millones de años, en la civilización actual
nos lleva a consecuencias desastrosas para la
salud: obesidad, diabetes, enfermedades
cardiovasculares.

Afortunadamente, la evolución NO ha
seleccionado al instinto como el único mecanismo
de supervivencia. En realidad el hombre, a
diferencia de otros animales, no puede sobrevivir
solo con el instinto. De hecho como animal
instintivo, el hombre es tan ineficaz que la
evolución en algún momento comenzó a preferir a
los individuos con lóbulos frontales más
desarrollados, es decir, con una mayor capacidad
intelectual, el pulgar adicional rotado hacia
adentro con el fin de construir herramientas, y con
una tendencia a caminar erguido, con el fin de
tener una visión del medio ambiente desde una
perspectiva diferente que sus primos chimpancés.
La evolución comenzó entonces a seleccionar
individuos inteligentes y dotados de la fuerza de
voluntad necesaria para ejercer su inteligencia,
incluso cuando se oponía al instinto.

Demos un salto en la prehistoria,e imagina dos


grupos de hombres primitivos, "X" y "Y", "X" se
compone de individuos inteligentes sin instinto.
Cada acción que realizan es el resultado de una
decisión consciente de la voluntad y el intelecto, y
por lo tanto cada estímulo debe ser analizado en un
nivel superior con el fin de organizar una
respuesta.
"Y" en cambio, consiste en individuos impulsivos
y sanguinarios, completamente dominados por el
instinto.

En un cierto punto, los dos grupos se encuentran


con un tigre dientes de sable mientras pasean
serenos por la sabana.
El grupo “X” tiene una vaga percepción de
peligro, basado en historias y experiencias
anteriores, y así comienza a preguntarse qué hacer:
¿Tratar de socializar con el tigre? ¿Empezar a
correr? Quedarse quieto? ¿Rodearlo? Las
opiniones difieren, y deciden reflexionar mejor
sobre el tema.

Pero en el grupo “Y” sucede algo distinto: tienen


miedo y su sistema límbico (la sede cerebral de
los instintos) envía automáticamente una serie de
mensajes al cuerpo; las pupilas se dilatan para
dejar entrar más luz e identificar el peligro dentro
del campo visual; la frecuencia cardiaca y la
respiración se aceleran, lo que permite que el
corazón bombee más sangre periférica y lleve
oxígeno a los músculos para darles la energía
necesaria para atacar o huir; la mente racional se
apaga por completo, y después de una decisión de
solo pocas décimas de segundo entre el instinto de
atacar y el de huir, el cobarde empieza a correr en
la dirección opuesta a la del tigre, y los demás lo
siguen inmediatamente.

Ahora, ¿cuál de los dos grupos tiene una mejor


oportunidad de supervivencia?

La respuesta obvia está en el secreto del gran


poder que tiene el instinto, con sus emociones y
reacciones, aún ahora contiene los patrones de
comportamiento de la especie humana. El instinto
es capaz de organizar rápidamente respuestas al
entorno; respuestas que tienen una alta
probabilidad de éxito.

Pero ahora, reconsideremos nuestros dos grupos


de homínidos en una situación diferente. Esta vez
están en el bosque en busca de comida y tienen un
hambre tremenda. En cierto momento, encuentran
enormes árboles frutales; con frutos grandes,
coloridos y jugosos. El grupo “Y” no pierde
tiempo y empieza a comer. El grupo “X” en
cambio, está bastante desconcertado; no sería la
primera vez que una tribu se envenena por
voracidad. Así que los miembros del grupo “X”
deciden recoger los frutos pero no comerlos hasta
que estén seguros de que ninguno del grupo “Y” se
ha enfermado por comerlos. Para ello tendrá que
aguantar el hambre por un poco, así como idear un
sistema para transportarlos y mantenerlos intactos
hasta el momento en que los vayan a comer. Ellos
usarán una combinación de fuerza de voluntad e
inteligencia.

En este caso, está claro que el grupo X tiene más


posibilidades de sobrevivir.

La evolución, dándose cuenta de que en el mundo


no hay ninguna esperanza de supervivencia
prolongada para cualquiera de los grupos “X” o
“Y”, hizo una prueba con un “XY” homínido
híbrido, en el que las dos facultades de instinto e
inteligencia buscan un equilibrio. Aquel hombre
híbrido de prueba somos nosotros.
Y así, el hombre moderno está siempre oscilando
entre el instinto y la razón:

"Quiero un cigarro" y "Quiero dejar de fumar"


"Quiero pasar el fin de semana acostado en el
sofá" y "Quiero correr 5 kilómetros cada noche"
"Quiero una triple porción de tiramisú" y "Quiero
bajar de peso"

Nuestra capacidad de ser feliz depende de cuánto


seamos capaces de gestionar este equilibrio.
En teoría, deberíamos hacerlo relativamente fácil.
Pero una serie de razones han convertido esta
decisión en algo cada vez más difícil....
Cap 5 - La trampa número 1: La
prevalencia de los instintos.

"N" es una hermosa mujer de 33 años; alta, rubia,


y muy en forma a pesar de dos embarazos. La
entrevisto en la sala de su casa, un amplio
apartamento situado en una zona céntrica de Turín.
Sentado en el sofá frente a ella miro a mi
alrededor y me doy cuenta de la enorme cantidad
de adornos, tapetes y objetos que nos rodean.

“N” me lleva entonces a ver a su closet, en el que


se acumulan decenas de playeras, pantalones,
faldas y camisas; y al menos veinte pares de
zapatos. Me doy cuenta de que muchas de estas
cosas están aun cerradas y nunca se han utilizado.
Esta es la razón por la que vine a entrevistar a
“N”.

“N” es una compradora compulsiva; algunas


estadísticas dicen que hay por lo menos 500, 000
mujeres como ella en Italia. Las mujeres que
compran continuamente artículos que ellas mismas
consideran un gasto innecesario y en general más
allá de su capacidad económica.

“N” me dice que a menudo siente una necesidad


irresistible de salir y "comprar". Ella me dice que
cuando ve un objeto en una vitrina, se encuentra
pensando en cómo ese objeto puede hacer que su
casa sea "más cómoda" o “más bonita”. Cuando ve
una bolsa, un vestido o zapatos, se imagina no sólo
utilizando esas cosas, pero incluso las ocasiones
en las que puede utilizarlos.

En cierto momento me muestra un sombrero de


piel de zorro, y me dice:
"¿Ves esto? Cuando lo compré pensé que sería
perfecto para ir a esquiar en invierno".
Luego añadió con una amarga sonrisa.
"Un pequeño detalle: yo ni siquiera sé esquiar"

Cuando entra en una tienda de ropa, “N” se siente,


y cito sus palabras, "como una niña en una tienda
de muñecas." Hasta ahora, en definitiva no hay
nada malo en ello. Pero por desgracia, el número
de compras compulsivas crea una serie de
problemas, que me comparte retorciéndose las
manos.
Después de comprar, se siente culpable y
avergonzada.

A menudo, incluso antes de llegar a casa se da


cuenta de que su compra no sirve para nada, y que
perdió dinero en manera innecesaria. En algún
punto, comienza a discutir con su marido, porque
él esta preocupado por el creciente costo de la
casa. Y así, llegó a mentir acerca de cómo utiliza
el dinero, lo que le ha causado más sufrimiento y
culpabilidad.
“N” ha prometido cambiarse a sí misma, pero a
pesar de sentir que hace una enorme cantidad de
trabajo, no obtiene resultados.

“El hecho es”, me dice: "que no tengo suficiente


fuerza de voluntad."
La compra compulsiva, aunque todavía no está
clasificada oficialmente como una enfermedad, es
considerada como tal por muchos psiquiatras, y
puede ser indicativo de otros trastornos de
personalidad. Por esta razón, al final de la
entrevista con “N”, le aconsejé consultar a un
especialista.
Pero también hice otra cosa.

Le pedí que me mostrara sus tarjetas de crédito, y


una vez que las tuve en la mano, le pedí que
tomara unas tijeras y las cortara. Así que ella tomó
las tijeras y ¡lo hizo!
En un primer momento, era un poco titubeante,
pero al final las cortó en dos de manera segura, y
supe por su expresión que se preguntaba cómo no
había pensado en eso antes.

Llamé a “N” dos semanas después de nuestra


entrevista y le pregunté qué había pasado en ese
tiempo. Durante años, “N” compraba por impulso,
y la breve euforia del momento era seguida
siempre por el sufrimiento y el arrepentimiento.
Después de dos semanas sin tarjetas de crédito,
“N” me dice que ha pasado algo muy diferente
cuando sale a comprar, todavía siente el impulso
de comprar; pero como no hay ninguna tarjeta de
crédito se ve obligada a comprar menos cosas.
Esto le da a su vez en un poco de sufrimiento, pero
en la noche al llegar a su casa esta feliz por el
dinero que ahorró y el no tener que pelear con su
marido.
Entonces, cortar las tarjetas de crédito por sí solo
probablemente no es suficiente para curar el
problema de “N”, pero al menos por un rato ella
se sentirá más segura. Y nosotros hemos obtenido
un poco de información interesante que
discutiremos en breve.

“N”, como dije antes, no está sola. Hay millones


de hombres y mujeres que, como ella, todos los
días, ceden a sus impulsos y después se sienten
oprimidos por la vergüenza y la culpa.
¿De dónde vienen estos sentimientos?

El hecho es que los instintos e impulsos han sido


seleccionados por la evolución sí, pero la
evolución también ha seleccionado las
herramientas para controlarlos y gestionarlos.
Nuestro subconsciente lo sabe perfectamente, y
cuando no somos capaces de seguir las decisiones
que nuestra voluntad racional quiere, sentimos una
sensación de frustración y fracaso.
Cuando, a pesar de quererlo, no podemos bajar de
peso, no podemos ahorrar, no podemos ser fieles,
se crea una pequeña fractura psicológica entre lo
que somos y lo que queremos ser, y esto nos hace
sufrir.

Nuestro sufrimiento en ese momento no sólo


depende del objetivo no cumplido, sino también de
la opinión negativa que nos formamos de nosotros
mismos por no ser capaces de llegar a él.
Me explico mejor.

Si a pesar de querer ahorrar dinero, gastamos $


300 por un objeto que no necesitamos y
consideramos inútil, tenemos dos daños: un daño
menor a nuestra cartera, es decir, $ 300. Después
de todo, no es una gran cifra y no va a cambiar
nuestra vida. El mayor daño es hacia nuestra
autoestima. Este segundo daño nos hace entrar en
un círculo vicioso en el que disminuir nuestra
autoestima hace que nuestra capacidad de enfrentar
una ocasión posterior sea más débil. Y a este
punto, los $ 300 que gastamos pueden convertirse
en $3,000 o $30,000; o incluso más si no nos
podemos detener.

Decidí contarte sobre el caso de “N”, en el fondo


igual a otros miles, porque el mundo de las
compras revela en manera macroscópica un hecho
muy importante:

Todo está organizado alrededor de nosotros para


hacernos consumir más de lo que deberíamos y
quisiéramos.

Y me bastó cortar las tarjetas de crédito de “N”


para probarlo.

Este mecanismo extiende sus efectos


indirectamente sobre nuestra capacidad de elegir
racionalmente y mantener las decisiones tomadas;
en resumen, nuestra sociedad funciona a favor del
instinto y el impulso, desequilibrando la ecuación
instinto/voluntad.

¿Crees que poder comprar artículos directamente


desde tu celular es realmente una gran ventaja
para ti?
Este mecanismo de compra beneficia mucho más a
los que venden, ya que se basa totalmente en
impulsos, sin que entre la reflexión.

Ahora, no tengo nada en contra de las tarjetas de


crédito o teléfonos inteligentes. Pero te propongo
un pequeño experimento: elige al azar 10 artículos
dentro de tu closet. Pregúntate cuántos de ellos NO
comprarías de nuevo, si antes de haberlo hecho
hubieras tenido tiempo para pensarlo bien.

Recuerda lo que pediste la última vez que fuiste al


restaurante y pregúntate, si pudieras volver atrás y
pensar un poco ¿no renunciarías por lo menos a
una porción de lo que comiste?

Independientemente del tipo de decisión que debas


tomar, la interacción y el equilibrio entre la
voluntad a corto plazo y la voluntad a largo plazo
(¿recuerdas? "Quiero un cigarrillo" y "Este año
quiero dejar de fumar!") se basa en última
instancia en una sola capacidad: renunciar a la
gratificación inmediata y momentánea por un
objetivo a largo plazo que retenemos
racionalmente mejor y por lo tanto más
gratificante.

Para un hombre con sobrepeso y no en forma, sería


genial encontrarse seis meses después delgado,
saludable y siendo capaz de correr 10 kilómetros
cada noche. Perder 20 kg de más y empezar a
correr es un objetivo perfectamente racional y
absolutamente gratificante.
Pero para conseguirlo debe salir a correr y
renunciar a la satisfacción de relajarse en el sofá
después de comer una hamburguesa.
Para un gran fumador con bronquitis, sería
increíble encontrarse después de 6 meses sin el
deseo de un cigarro y con 50% de probabilidades
menos de morir de cáncer. Pero para ello debe
dejar de encender un cigarro después de otro,
renunciando al efecto de que le resulta agradable.

En los años 60, en un kinder en California


realizaron un experimento que ha pasado a la
historia dentro de las ciencias sociales.
Seleccionaron a un grupo de niños de diferentes
edades, los reunieron en una habitación, y pusieron
frente a cada uno de ellos un malvavisco.
Tengamos en cuenta que el malvavisco es el dulce
más rico y suave que se ha producido por años, y
es un poco "el Santo Grial” de todos los niños de
América.

Se les dijo a los niños que cada uno de ellos podía


comer el malvavisco en ese momento, pero los que
resistieran durante media hora tendrían entonces
derecho a dos como premio.
En su simplicidad, el experimento imitaba a la
perfección los mecanismos que regulan los
impulsos y voluntad racional: si el niño renunciaba
a la gratificación instantánea, habría tenido una
mayor (exactamente dos veces!) tan solo media
hora más tarde.
Dejaron solos a los niños y los investigadores
observaron su comportamiento durante la siguiente
media hora a través de un cristal.

Algunos niños, a pesar de la aparente


irracionalidad de la decisión, no pudieron resistir
y comieron el malvavisco antes de la media hora.
Pero otros niños, resistieron y tuvieron su
recompensa.

Durante el experimento, los investigadores


observaron algunos hechos muy importantes:
En primer lugar, como es de esperar, los niños
mayores tenían estadísticamente mayor capacidad
que los más pequeños para resistir a comer el
malvavisco. Esto confirmó la hipótesis de que la
fuerza de voluntad está estrechamente vinculada a
las áreas del cerebro asociadas con la
racionalidad, la autoconciencia y la madurez del
individuo.
En segundo lugar, se observó que los que habían
cedido al impulso de comer el malvavisco lo
había hecho casi de inmediato.
Los que resistieron, inicialmente habían observado
el malvavisco con gran insistencia, para llegar
casi a perder el interés después de unos minutos.
Esto demostró que el impulso desarrolla su
máximo potencial al inicio del contacto con el
objeto deseado, y que este poder se desvanece
muy rápidamente.

La consecuencia obvia de esta observación es que


a una tentación o se cede de inmediato o es
relativamente fácil de resistir. Entonces, existe un
momento crucial cuando aplicas la fuerza de
voluntad, que es muy breve y donde la voluntad
debe estar al máximo, tras el cual el esfuerzo para
resistir llega a ser relativamente bajo. (Nota:
Estamos hablando aquí de una sola exposición al
estímulo y no la exposición repetida. Es decir, por
ejemplo, si tenemos media hora para comer un
trozo de chocolate, y resistimos los primeros
minutos, es fácil llegar a la expiración de la media
hora. Esto no tiene nada que ver con lo que va a
suceder, sin embargo, si al día siguiente nos
muestran de nuevo el chocolate).

Los niños que participaron en el experimento


tuvieron después un seguimiento hasta la
adolescencia, comparando por grupos homogéneos
de edad algunos parámetros como el índice de
masa corporal o el rendimiento escolar: en
promedio, los niños que fueron capaces de resistir
a la pequeña gratificación inmediata con el fin de
obtener una mayor, dieron un resultado mejor que
los que habían seguido el impulso.
Esto demostraba que un mayor autocontrol y una
mayor fuerza de voluntad se correlacionan con
mejores resultados a largo plazo, al menos para
los parámetros medidos por el experimento.

Y demostraba que la fuerza de voluntad y el


autocontrol, así como la tendencia a ceder ante los
impulsos, afectan la vidas de las personas
impactando en áreas muy distintas entre ellas. Los
datos de seguimiento mostraron que aquellos que
ese día habían resistido a comer el malvavisco era
más capaces de esforzarse en el estudio y en el
deporte. La mayor fuerza de voluntad demostrada
en el experimento del malvavisco, surgió también
en otros aspectos no relacionados.

Por esta misma razón, la presión social que actúa a


favor de los instintos no se limita a hacernos
comprar una pieza más de ropa, o comer un poco
"más calorías” de las que necesitamos.
Generalmente tiene un efecto más profundo y
penetrante, desequilibrando el balance entre
voluntad e instinto, e dejándonos a la merced de
este último.

Cuando pienses que eres débil y sin fuerza de


voluntad, reflexiona sobre el hecho de que todo
lo que esta a tu alrededor presiona para que las
cosas sean así.
Cap 6 - La trampa Número 2:
“Amor, ¡eres demasiado racional!”

En el capítulo anterior vimos cómo nuestra parte


instintiva / impulsiva viene continuamente
estimulada desde el exterior para hacerla
hipertrófica.
Pero esto es sólo uno de las dos partes de la
ecuación.

Te propongo un pequeño experimento: ve con tu


pareja, míralo o mírala fijamente a los ojos y dile:
"Amor, eres demasiado racional."
Es probable que comenzará una pelea.
“Instinto”, es una buena palabra. Nos recuerda la
naturaleza, las emociones, el misterio de saber que
algo está bien sin saber por qué.

La “racionalidad” en cambio, es una palabra fea.


Nos hace pensar en la frialdad, la falta de
emociones y pasiones, en tomar decisiones
mecánicas y predecibles.

Y de hecho, si quieres mortificar a una persona,


dile que es demasiado racional. Se sentirá
culpable, inadecuada, y bajo acusa. Dirá a sí
misma: "es cierto, todos viven felices guiados por
su instinto, mientras yo vivo como un robot; soy
frío y austero, totalmente inadecuado en la vida
social. Por esto no soy una persona feliz". Y no
estoy adivinando, sino simplemente te digo lo que
me han dicho en docenas de entrevistas!

El significado que atribuimos a la palabra


"instinto" y "racionalidad" no es casual y es quizás
la mayor trampa jamás ideada en años de
evolución.
El propósito de la trampa es, de nuevo,
desequilibrar nuestro balance al decidir a favor de
los instintos e impulsos.
Los constructores de la trampa somos nosotros, es
decir, la sociedad occidental orientada al
consumo.
Incluso las víctimas de la trampa somos nosotros.
Las consecuencias son múltiples, pero todas
dependen de un efecto primario: la trampa nos
hace ser débiles y tomar malas decisiones.

Volviendo entonces al significado que atribuimos a


las palabras "instinto" y "racionalidad", es
evidente que nuestra sociedad no sólo se ha
limitado a subrayar una forma distorsionada del
concepto de instinto; también ha tratado de
degradar la racionalidad atribuyéndole
connotaciones negativas a las personas reflexivas,
que evalúan antes de elegir, y tratan de
desarrollarse para imponer en el mundo, y en
primer lugar a sí mismos un mínimo de auto-
control. Todo esto se hizo de una manera tan sutil y
progresiva que ni siquiera nos hemos dado cuenta.

Pero regresemos por un momento a las hojas que


me dieron durante la cena de Año Nuevo en
México y el "yo quiero" que contenían: Quiero
bajar de peso; Quiero ser más saludable; Quiero
amar a mi esposa; Quiero estudiar más. Se trata de
deseos racionales, orientados a los programas a
largo plazo orientados a transformaciones
positivas. Todos aquellos "yo quiero" dicen
básicamente lo mismo:

“Quiero ser una mejor persona”

Ahora trataré de redefinir esta racionalidad del


deseo que da tanto miedo: llamémoslo "instinto de
mejorarse". Tal vez entonces te gustará más porque
contiene la palabra instinto.

Porque se trata de esto. Además de alimentarte de


alimentos calóricos y relacionarte más o menos al
azar, cosa que cualquier chimpancé puede hacer, el
hombre primitivo tenía el deseo de mejorar. Y es
esto lo que nos ha llevado a desarrollar todo lo
que somos ahora. Y no pienses en el smog, el
tráfico, el estrés, o en los tres o cuatro últimos
gobiernos. Piensa en la literatura, el arte, el
voluntariado, la filosofía, la ciencia. El instinto de
mejorar es hijo de la razón, y tiene necesidad de
un tipo especial de voluntad, que es, normalmente,
aquella a la que nos referimos cuando hablamos de
"fuerza de voluntad".

Me gusta llamar a este tipo particular de voluntad:


"voluntad ética." No se opone a la otra, la
hedónica. La una y la otra corresponden
respectivamente, a la razón y el instinto, y como el
instinto y la razón se complementan entre sí. La
evolución nos ha dado ambas, por lo cual en cada
cabeza están las dos; el hombre sabio debe
aprender a hacerlas coexistir.
Tener más fuerza de voluntad entonces también
significa ser capaz de reconocer la propia
racionalidad, el propio instinto de mejorarse, y
hacerlo protagonista de nuestras elecciones
oponiéndose a los instintos / impulsos.
Cap 7 - La trampa número 3: La
motivación.

Muchas personas piensan e incluso enseñan en


sesiones de coaching que la motivación es
indispensable para tener fuerza de voluntad y
lograr nuestros objetivos. Este aspecto es
particularmente enfatizado más adelante en el
estudio y en el trabajo. "Haz algo que ames" es un
mantra que pocos cuestionan.
Pero, ¿es realmente así?

Como con el instinto, también la motivación es en


parte sobrestimada y en parte mal interpretada. Me
explico, no tengo nada en contra de la motivación.
Simplemente, en mi experiencia la motivación no
es algo ni duradero ni constante, por lo que no es
una buena estrategia para el medio / largo plazo.

Hagamos un ejemplo: te pones tu traje de baño y lo


que ves en el espejo no te gusta. No te gusta tanto
que de repente desarrollas una enorme motivación
para bajar de peso: a continuación, elijes ir a
correr todas las noches y comenzar una dieta
estricta.
Y efectivamente, esa misma noche vas a correr,
después de la carrera pones en tu plato sólo una
pechuga de pollo con verduras. Y así continuas
con uno, dos y hasta tres días. Luego llega una
noche en la cual estás muy cansado por el trabajo;
o vas a una cena con amigos; o tuviste un mal día,
y tu cuerpo solo quiere acostarse en el sofá y una
taza de chocolate caliente.

La sensación negativa que sentiste hace apenas


unos pocos días mirándote en el espejo, y que te
motivó a correr y hacer dieta, se encuentra
justamente a días de distancia; y es bastante
borrosa. Mientras que el sofá y el chocolate están
ahí esperándote.
¿Alguna vez te has encontrado en esta situación?

Pero veamos otro ejemplo. Después de unas


vacaciones en Cuba, has decidido que el español
te gusta y quieres aprenderlo. Los bailes
caribeños, la alegría de la gente, el mar y el sol te
dejó emocionado y motivado; gastas $1,000 entre
libros de gramática, vocabulario y películas en su
idioma original. Ese fin de semana estudias
español casi todo el tiempo. Decides que también
tomarás clases, te inscribes en un chat en español,
y sólo lees libros en el idioma original. Pero
después de un mes, en el que has hecho algunas
sesiones de full immersion de media hora,
seguramente habrás abandonado el español
completamente.

Un tercer ejemplo: vas a una convención. La


persona que da la conferencia es excepcional y te
llena de energía; al final, junto con todos tus
compañeros, tú también haces una pequeña carrera
sobre brasas ardientes gritando cuanto eres
maravilloso (quien ha estado en estos eventos sabe
lo que estoy hablando ...) y sales convencido no
sólo de que has entendido todo de la vida, sino
también de que a partir de ese momento todo será
diferente. Vas a dormir feliz, motivado e
iluminado. Después de una semana tu vida es
exactamente la misma de antes.

¿Te suena familiar?

La motivación es uno de los sentimientos más


estudiados, porque las organizaciones siempre
buscan el sistema mágico para activarlo y obtener
más de los individuos que la componen.
Los diferentes tipos de motivación pueden
representarse con el siguiente esquema:
intrínseca, extrínseca, positiva, negativa.

Positiva Negativa

Intrínseca I/P
I/N

Extrínseca E/P
E/N
Con respecto a la extrínseca, es decir, la que es
dada desde el exterior, se trata en esencia de los
llamados sistemas de recompensa / castigo que han
sido durante siglos la base de la educación básica
de los niños o de la gestión en las empresas.

Si haces la tarea, te compro un regalo. (extrínseca,


positivo o E / P)
Si no haces la tarea, no puedes salir con tus
amigos. (extrínseca, negativo o E / N)
Si trabajas más, te daré un aumento. (extrínseca,
positiva o E / P)
Si no trabajas, te corro. (extrínseca, negativo o E /
N)

Pero por lo que yo oigo y veo, los niños continúan


no estudiando. A pesar de siglos de experiencia y
de decenas de estudios científicos que hayan
demostrado la poca utilidad de estas estrategias de
motivación basadas en un sistema de premio /
castigo, muchos se obstinan en considerarlos
válidos, y buscan manejar su familia o su vida a
través de este sistema de premios y castigos .
Incluso la publicidad en los paquetes de cigarros
sigue la misma estrategia: si fumas, tendrás cáncer
en el pulmón, te dará un infarto, o serás impotente.
Sin embargo, los fumadores siguen fumando.

El fracaso del sistema de motivación extrínseca es


tan evidente que no vale la pena seguir hablando
de él. El simple hecho de que se quiera estimular
la voluntad propia o de otra persona estableciendo
un sistema de premios y castigos, solo puede fallar
en el intento.

Se merece más atención la motivación intrínseca,


la que viene desde dentro. Deriva de los gustos,
ideas, pasiones, preferencias, y depende de la
libre convicción del individuo; por esta razón es
más poderosa.

Si me gusta esquiar, va a ser más fácil levantarme


temprano por la mañana para ir a las pistas.
(Intrínseco positivo o I / P)
Si me gusta la filosofía, va a ser más fácil estudiar
hasta tarde para el examen de Platón. (intrínseco
positivo o I / P)
Si quiero hacer feliz a mi esposa, trataré de no
fumar. (intrínseco negativo o I / N)

En cada curso de coaching en el mundo,


recomiendan "hacer algo que te gusta, y el éxito
vendrá por sí mismo." Lo siento, pero no estoy de
acuerdo. Algo que "nos gusta" no es en sí mismo
una garantía de que somos capaces de hacerlo
bien. Además no es un hecho que "nos guste" por
siempre.

Mira, para mi la motivación es como el comienzo


de un amor. Todo es emocionante y nuevo; no
puedes ver los defectos del otro, estar juntos es
siempre fácil y agradable, se tienen relaciones
sexuales todos los días, siempre tienes algo que
decir. Hermoso, pero no es duradero. No se
construyen 40 años de matrimonio y una familia
gracias al flechazo de un día.
Como no se escribe un libro porque nos gusta
escribir y un día se tuvo una idea fulminante y se
escribieron un par de páginas de corrido.
El hecho de que algo nos entusiasma por un tiempo
más o menos largo, no garantiza ningún resultado
por sí mismo.

Cualquiera que sea el objetivo, confiar demasiado


en la motivación es erróneo.
En 2009, Rafael Nadal sorprendió al mundo del
tenis declarando que no sabía si quería seguir
jugando. Tenía en ese momento 23 años y era el
número uno del mundo en el ranking de la ATP, y
probablemente el número uno de todos los tiempos
sobre arcilla. Muchos de los que creen en la
motivación extrínseca positiva se preguntaban
cómo era posible que el éxito y el dinero que aún
podía ganar, no fueran capaces de convencerlo a
seguir jugando. Pero como hemos visto, quien cree
solamente en la motivación extrínseca es realmente
ingenuo.

Es mucho más interesante la cuestión de la


motivación intrínseca de Rafa Nadal. En YouTube
esta disponible una entrevista de Rafa de hace
muchos años, cuando era aún un niño (prodigio,
pero siempre un niño) y el dinero y el éxito
estaban aún muy lejos. El entrevistador le pregunta
qué otro deporte le atrae además del tennis. El
pequeño Rafa dice que también le gusta jugar
fútbol, pero dice que "no es como el tenis, el
fútbol para mí es sólo una diversión." A los doce
años, Rafa dice que cuando quiere divertirse juega
fútbol, y al mismo tiempo, implícitamente nos dice
que para él el tennis NO ES una diversión.
Seguramente él comenzó a jugar tennis porque le
gustaba, pero después de un tiempo, aprendió a
pasar 6 horas al día todos los días con una raqueta
en la mano, le gustara o no.

Nosotros vemos ahora las imágenes de sus golpes,


su correr desesperado detrás de la pelota, todos
sus partidos jugando al máximo. Y olvidamos que
detrás de la determinación con la que domina a sus
oponentes no sólo existe gran talento, sino también
seis horas diarias de entrenamiento duro. ¿Crees
que después de 15 años golpeando la pelota, el
entusiasmo y motivación son los mismas que
cuando era un niño que aún tenía que despegar?
¿Crees que la motivación por sí sola puede hacer
este tipo de magia? O ¿no hay detrás de este tipo
de resultados también y sobre todo, una voluntad
de acero que depende muy poco de la motivación?

Si al elegir un trabajo, una pareja, una dieta, un


idioma que aprender, un deporte, te basas sólo en
la motivación o el entusiasmo del inicio, debes
saber que habrán días de lluvia, cansancio,
compromisos, y que la motivación y el entusiasmo
se desvanecerán hasta casi desaparecer. Entonces,
solo tu voluntad será capaz de salvarte de darte
por vencido. Y no sólo eso: esa misma voluntad
podrá ayudarte a mantener con vida al menos un
poco del entusiasmo y la motivación inicial para
hacerlas explotar de nuevo al menos de vez en
cuando, como si fuera el primer día.
Cap 8 - La trampa número 4: El
encanto del evento.

Hay un último obstáculo importante en el camino


que nos separa de tener una fuerza de voluntad de
acero.
¿Recuerdas los deseos que los mexicanos expresan
al comer sus uvas el 31 de diciembre? Esos son
deseos para el año nuevo.
Esto sugiere implícitamente un aspecto importante:
las transformaciones que deseamos y que debemos
alcanzar gracias a nuestra fuerza de voluntad
requieren de tiempo.
A menudo, un largo tiempo.

Pero nosotros amamos los eventos. Son cosas


grandiosas y a veces inesperadas que pasan en un
período breve. En este caso, más que un
patrimonio bio-evolutivo, es sólo un hecho
cultural. Nuestra civilización tiene sus raíces en la
cultura griega. Una cultura hecha de tragedias y
héroes, y cuya historia se mueve a través de
grandes empresas, grandes crisis y grandes
soluciones.

Una figura típica en el teatro griego era el “deus ex


machina”, básicamente funcionaba así: llegaba un
punto en la historia cuando las cosas estaban tan
enredadas y complicadas que parecía que no había
solución. En ese momento, desde arriba del telón
bajaba la "machina", un actor que interpretaba a
uno de los dioses mitológicos. El dios resolvía la
situación rápidamente, todos aplaudían y luego el
telón bajaba.

A través de los siglos, las cosas no han cambiado


mucho: el deus o el antiguo héroe se ha sustituido
en nuestra imaginación con caballeros, pistoleros,
navegantes y otros tipos de héroes.

Recientemente, ha regresado de moda una versión


moderna y escueta de la novela de formación
típica del siglo XIX y de la cual cualquier curso
de guiones de Hollywood enseña las bases: el
protagonista se encuentra en una situación inicial
que en algún momento viene oscurecida por un
problema; el protagonista está en crisis y todo
parece perdido; el protagonista tiene un momento
de revelación en el que entiende toda sobre la
vida, se encuentra a si mismo y resuelve la
situación a través de una serie de actos
extraordinarios. Lo curioso es que el patrón es más
o menos el mismo sea que se hable de amor, de
guerra, o de cualquier otra cosa.

Ahora, considera la analogía con la siguiente


trama: el protagonista es joven, delgado y lleno de
esperanza (la situación de partida); luego abusa de
la comida y del sofá durante muchos años, hasta
que de repente se ve en el espejo y se da cuenta de
que ha engrasado (problema); la visión de sí
mismo en el espejo le causa un minuto de profunda
crisis existencial (momento de la revelación) y
luego, finalmente motivado empieza la dieta y a
correr 10km cada noche; pierde 20 kg y conquista
la seguridad en si mismo y a la mujer de sus
sueños (resolución).
Tan simple como una película.

Como ya he dicho, nosotros occidentales amamos


los eventos: el campeón que mete la pelota en la
portería, el héroe que conquista a la chica de sus
sueños, el tipo normal y hasta un poco nerd que
inventa una red social y se convierte en millonario.

Estos eventos nos vienen mostrados y descritos en


cualquier tipo de medio para entretenernos,
educarnos o motivarnos. Pero muy raramente nos
es representado el proceso que llevó a que se
cumpliera al evento, y así lo olvidamos. Se nos
olvida que detrás de un espectacular gol de Leo
Messi, hay un sinfín de días de entrenamientos,
dieta estricta y años de medicinas para el
tratamiento de un trastorno hormonal que lo aqueja
desde niño; o que detrás de Facebook hay un
hombre que ha dedicado años a estudiar con el fin
de llegar a Harvard, una de las universidades más
prestigiosas del mundo, y que en Harvard,
mientras sus amigos iban a fiestas, él escribía los
códigos en html y buscaba financiamientos para
sus ideas. O incluso si no lo olvidamos, no
siempre somos capaces de sentir realmente el
esfuerzo que está detrás de un resultado. Podemos
imaginar, por ejemplo, que Messi se entrena tanto,
pero realmente no sentimos el olor de su sudor, la
incertidumbre de cuando aun no era un campeón, el
dolor y el miedo a un accidente o una lesión, el
deseo de llevar una vida normal.
Nuestra fascinación por los acontecimientos nos
hace concebir el cambio como una ruptura entre el
antes y el después, en el que un evento es un punto
de inflexión entre el viejo y el nuevo ser.

Pero esto pasa justo sólo en las películas.


Ahora, yo no niego que ocasionalmente puedan
nacer de la nada acontecimientos extraordinarios,
pero tenemos que considerarlos como una
excepción y no la regla en la cual basar nuestras
vidas.
El cambio es normalmente el resultado de
pequeñas y lentas transformaciones diarias, que a
su vez dan pequeños resultados, a menudo
imperceptibles, que se suman uno sobre otro hasta
obtener un efecto.

No se crea el amor con una mirada o una frase


bien pensada, como no se aprende un idioma en un
día. Y te digo más. La misma decisión de hacer
una cosa, y la fuerza para llevarla a cabo, no son
el resultado de un solo irresistible acto de
voluntad. Es necesario una larga secuencia de
pequeñas decisiones, una capacidad y voluntad
para escoger cada día. Así, por ejemplo, la
capacidad de aprender una lengua no depende de
una decisión importante en un día en el cual uno
esta motivado; esto sólo puede conducir a unos
pocos días de ejercicios intensos seguidos por el
abandono del propósito. Si realmente quieres
aprender un idioma debes dedicarle al menos una
hora al día todos los días, durante un período
razonablemente largo.

Esto, por supuesto, plantea un problema. De hecho,


sin duda estamos más dispuestos por la naturaleza
heroica de nuestra concepción del ser, a tomar
grandes decisiones individuales. Nos emocionan,
nos motivan, nos hacen sentir el resultado cerca.
En cambio, el pequeño acto cotidiano de voluntad
es bastante difícil, ya que no está vinculado a un
momento particular, sólo se repite todos los días; y
también puede ser desalentador, porque nos
recuerda lo lejos que esta el resultado que
queremos. Nos recuerda que el cambio no es sólo
un evento único concentrado en poco tiempo, es
un proceso largo y lleno de obstáculos.

Y así, por ejemplo, quien decide seguir una dieta,


se imagina ya delgado en el momento en el cual
toma la gran decisión. Pero en las pequeñas
decisiones cotidianas, con un plato de ensalada
delante y la perspectiva de ir a correr bajo la
lluvia, se da cuenta de lo lejana que esta la meta.

Como analogía, me parece que la fuerza de


voluntad para darnos resultados sea más similar a
un corredor de maratón que un velocista: es decir,
debe ser capaz de ejercer un poco de fuerza
durante varias veces, en lugar de quemar todo en
una sola vez.
Pero aún hay más.

Tratar de usar nuestra fuerza de voluntad toda junta


concibiendo y buscando lograr actos grandiosos,
no sólo es probablemente inútil, sino también
perjudicial. Una vez más, como analogía, es como
si antes de correr un maratón se diera todo durante
cien metros después de los cuales estaremos
cansados y ya llenos de ácido láctico.
La buena noticia es que este problema se puede
resolver.
Cap 9 - Cómo equivocarse en todo.

Uno de mis profesores de la universidad amaba


decir que para aprender cómo hacer algo, primero
debemos aprender cómo NO hacerlo.
Así que ahora te voy a hablar un poco de mí.
Yo me entusiasmo fácilmente. Para que tengas una
idea de cuánto, cito en orden aleatorio algunas
cosas que he hecho:

He jugado hockey, baloncesto, fútbol, ping pong,


voleibol, bádminton, tenis, he esquiado, he hecho
snowboard, he escalado, he hecho natación, he
probado windsurfing, he levantado pesas y he
hecho ciclismo de montaña. Para cada uno de estos
deportes compré equipos, tomé cursos y dediqué
una cantidad considerable de mi tiempo.
He tocado el piano, la guitarra y el saxofón.
He experimentado con la escritura, la pintura, el
teatro, y la danza.
He estudiado inglés, español, chino, árabe y
francés.
Asistí a 3 universidades.
Seguí la dieta Zona, la dieta Atkinson, la dieta de
la sopa, la dieta vegetariana, la dieta cavernícola,
la dieta macrobiótica.
He dejado de fumar más de 30 veces.

Ahora, algunos podrían pensar que yo he tenido


una vida extraordinaria, y he desarrollado una
capacidad enorme; no es así.

De toda la lista anterior, que entre otras cosas


incluye sólo una pequeña parte de las muchas
actividades que me han entusiasmado al menos
brevemente, no he terminado casi nada.
Si analizo las actividades una por una, o mejor, si
analizo el modo en que me acerqué a cada una de
estas actividades, puedo reconocer un patrón de
comportamiento típico:
Flechazo, con su carga de entusiasmo y
motivación.
Dedicación absoluta.
Placer por los primeros resultados obtenidos.
Primeras señales de desmotivación.
Desmotivación evidente con esporádicos intentos
para empezar otra vez.
Abandono total.

Si me has seguido en los capítulos anteriores,


puedes ver claramente cómo yo tengo demasiada
confianza en la motivación, y caigo frente al gran
encanto de los eventos.
Claro que he obtenido algo dentro de este caos;
además de italiano hablo bien otros tres idiomas
(recomiendo aprender con técnicas de memoria);
me gradué y obtuve un master; soy bastante bueno
en un par de deportes; no soy una persona obesa a
pesar de mi golosidad patológica.

Aun así, mi tasa de fracaso, considerando la


cantidad de cosas que he empezado, el tiempo, la
energía y el dinero invertido para hacerlo, es
realmente muy alta.
Durante algunos años no le he dado importancia, y
hasta podría decir que en el fondo me he divertido;
pero a partir de un cierto punto en mi vida
comencé a sufrir. En primer lugar, ya me había
construido dentro de mi familia y entre mis amigos
una reputación como inconstante y por la cual ya
no era tomado en serio con mis iniciativas.
Entonces, empecé yo mismo a sentirme un poco
frustrado por todas las cosas que yo no era capaz
de terminar.

Y junto a la frustración crecían las dudas sobre mí


mismo. Estaba empezando a pensar que realmente
soy una persona inconstante, y que esto tenía raíces
en una debilidad inherente e incurable de mi
carácter.
Como les dije al principio de este libro, el día de
mi boda yo estaba en un balcón de México
sintiéndome incompleto.
Cuando volví a Italia, me mudé con mi esposa en
una nueva casa.

La nueva casa nos gustaba mucho; entre otras


cosas, tiene una pequeña escalera de caracol frente
a la cocina que conduce a un ático. Mi esposa no
sabía cómo usarlo, porque ya tenían suficiente
espacio en la planta baja. Así que decidí hacer un
pequeño gimnasio. Yo haría lo que hace mi suegro:
todas las mañanas sin importar cómo me sentía, lo
que debía hacer o la época del año, yo haría una
hora de ejercicio. De esta manera podría conseguir
los resultados que quería. Y siendo un entusiasta,
yo no quería hacer sólo 4,000 pasos cada noche.
Yo ya tenía una visión de mi mismo trabajando
más duro cada día en la caminadora y con las
pesas, adquiriendo habilidades sobrehumanas.

Durante las dos semanas siguientes, escogí,


compré e instalé los aparatos, sin embargo, no hice
ejercicio ni una sola vez. Cuando el pequeño
gimnasio estaba finalmente listo yo estaba muy
motivado y listo para entrenar.
A la mañana siguiente empecé.

Informé a mis familiares y amigos sobre mi


intención, y por supuesto me encontré rodeado por
el escepticismo habitual. Mi madre dijo a mi
esposa que dentro de un mes podría utilizar la
caminadora para colgar ropa. Pero yo sentí que
esta vez sería diferente.
Comencé mis ejercicios un lunes (porque siempre
se comienza el lunes??); yo había hecho una rutina
sin duda ambiciosa, pero muy factible, que me
permitiera regresar rápidamente de nuevo en
forma.

Recuerdo que el lunes fue agotador, porque no


estaba acostumbrado a forzar mi cuerpo de esa
manera. Pero terminé mi hora de ejercicios con
gran satisfacción, y ese día en el trabajo les conté
a todos sobre mi nueva vida. De cómo me sentía
lleno de energía, del gusto de tomar un baño por la
mañana después del ejercicio, y de cómo en pocas
semanas se habría visto los resultados.
Un colega objetó que seguramente vendría una
mañana en la que yo no tendría ganas de hacer
ejercicio; a lo que yo respondí que era sólo una
cuestión de fuerza de voluntad; esas pocas
mañanas cuando no me sentiría con ganas de hacer
ejercicio, habría utilizado la fuerza de voluntad.

Un mes después la caminadora se había convertido


en perchero.

Estaba tan frustrado que cuando comíamos en la


cocina, me sentaba en forma tal que no pudiera ver
la escalera de caracol que va al ático. Mi esposa
me había tomado un poco el pelo, pero después se
apiadó de mí y no había mencionado el gimnasio
del ático, el dinero que había gastado en él o los
propósitos que no cumplí. Este hecho me hacía
sufrir aún más: mi esposa me amaba y me
admiraba, y yo temía que mi fracaso pusiera al
descubierto mi secreto, el carácter débil que yo
estaba seguro de tener. Cada noche me prometía
hacer mis ejercicios la mañana siguiente, pero casi
invariablemente cada mañana no tenía ganas, lo
cual me parecía una buena razón para no hacerlo,
dejando todo para la mañana sucesiva.
Dos meses después de la construcción del
gimnasio (durante los cuales tuve un par de
recaídas de dos/tres días, en los cuales me había
agotado por hacer ejercicio), vinieron de visita
mis suegros.
Era la primera vez que hacían un viaje tan largo, y
no siendo tan jóvenes llegaron cansadísimos
después de 14 horas de vuelo, y con la diferencia
de horario de 8 horas en la cabeza. Cenamos, e
increíblemente después de la cena mi suegro
caminó sus 4,000 pasos en nuestro pasillo antes de
ir a dormir.
Me hizo venir una desesperación tremenda.

A la mañana siguiente, domingo, durante el


desayuno mientras mi esposa estaba fuera con su
madre, hablé con mi suegro. Yo estaba muy
intrigado, envidiaba su fuerza de voluntad y tenía
ganas de escuchar su opinión al respecto.
Entonces lo felicité, diciéndole que se necesitaba
una gran fuerza de voluntad para decidir caminar
tantos pasos cada noche durante 40 años. Le
pregunté cómo tomó y cómo mantenía una decisión
tan empeñativa.

Para mi sorpresa, él respondió que no la había


tomado. Cuando por primera vez comenzó a
caminar, no pensó que caminaría por cuarenta
años: simplemente había decidido que quería
estirar un poco las piernas.
Y como él no tenía ganas (me sorprendió mucho el
oír que el tampoco “tenía ganas”) de ir al parque
cercano, bromeando con su esposa empezó a ir y
venir dentro de la casa. Lo cual le gustó, así que
empezó a repetirlo. Al principio no contaba los
pasos; pero estaba seguro de que durante mucho
tiempo no eran más de 8-900, porque recordaba
que caminaba sólo por unos minutos. Él no estaba
en forma ya que pasaba gran parte del día en el
trabajo, así que por la noche se cansaba
fácilmente.

Sin embargo, después de poco tiempo se había


acostumbrado, y así cada día aumentaba los pasos;
me dijo que probablemente había llegado a hacer
por lo menos 10 mil, porque incluso pasaba una
hora y media caminando.
De hecho se sentía en gran forma, y estaba
pensando que tal vez era momento de salir de casa
y empezar a correr.
Pero una noche su esposa, que por lo general
esperaba a que terminara de caminar para platicar
juntos, se quedó dormida frente a la televisión. Y
la cosa empezó a repetirse más a menudo. Mi
suegro siempre había estado feliz con esa media
hora de conversación con su esposa, y lo
consideraba importante para un matrimonio
exitoso. Ella lo actualizaba sobre los hijos, los
vecinos o las pequeñas reparaciones que la casa
necesitaba. Él le hablaba de su trabajo y luego
discutían un poco de política. Pienso que también
hacían otras cosas, teniendo en cuenta que tienen
tres hijos, pero mi suegro no lo mencionó.

Además, él también se había dado cuenta de que,


aunque desde que era niño solía leer antes de ir a
dormir, durante algún tiempo no había iniciado un
libro nuevo, como si el deseo de leer antes de ir a
dormir se hubiera ido.
Así que comenzó a hacer algunas pruebas
empíricas para determinar la cantidad de pasos
que debería hacer para mantener el tiempo para
platicar con su esposa y el deseo de leer unas
cuantas páginas de un libro.
Y así había llegado a los famosos 4,000 pasos.

Mientras me hablaba, yo me daba cuenta de


algunas cosas.
La excepcional condición física de mi suegro y los
4,000 pasos que lo había visto hacer tantas veces
por la noche sin poner realmente atención, y sobre
los cuales me había enfocado de pronto la noche
de mi boda, no eran mas que eventos. Lo que me
estaba contando mi suegro, era el proceso que le
había permitido lograrlo.
De hecho mi suegro no decidió caminar durante 40
años todas las noches. Cuarenta años de caminar
cada noche es una decisión demasiado grande para
tomarla en una sola vez.
Una noche había decidido solo estirar las piernas.

Y ni siquiera había decidido sobre si serían 4,000


pasos. Se dio cuenta de que su tiempo y su
voluntad eran limitados, así que había hecho una
serie de pruebas para distribuirlos al máximo. Si
hubiera hecho más de 4,000 pasos no habría tenido
ni el tiempo ni la voluntad de hacer otras cosas
importantes en la noche. Si hubiera hecho menos,
no estaría en forma.
Escuchando a mi suegro empecé a ver que tal vez
mi falta de fuerza de voluntad era sobre todo una
falta de estrategia en utilizarla.

Y empecé a pensar en la fuerza de voluntad en


términos de lo que realmente es: un músculo.
Cap 10 - El músculo de la voluntad.

En 1996, en la Case Western University, un grupo


de psicólogos llevó a cabo una serie de
experimentos para medir los efectos de las
emociones positivas y negativas sobre la fuerza de
voluntad.
En uno de ellos, reclutaron un grupo de alrededor
de setenta alumnos, diciendo que tenían que
participar en una prueba sobre la memoria
gustativa (!). Cada estudiante tenía delante dos
platos, uno lleno de galletas de chocolate y el otro
lleno de raíces comestibles pero muy amargas. Los
estudiantes, de acuerdo con instrucciones dadas un
día antes de la prueba, estaban en ayunas. Y para
colmo, las galletas de chocolate estaban recién
hechas, y el aire del salón se llenó con su buen
olor.

Aunque cada estudiante tenía de frente las galletas


de chocolate y las raíces, se pidió a la mitad de
los estudiantes que comieran sólo galletas de
chocolate, y a la otra mitad sólo las raíces.
Los alumnos respetaron las instrucciones, y cada
uno comió sólo la opción que se le había asignado.
El examinador le dijo a los estudiantes que la
prueba había terminado y al día siguiente se les
daría un cuestionario, con el cual medirían su
memoria gustativa.

Luego pidieron a los estudiantes hacer otra prueba,


cuyo objetivo era medir algunos datos sobre la
resolución de problemas. A cada uno se les dio
una serie de problemas para resolver, y les dijeron
que eran libres de irse cuando quisieran.
Una vez más, para colmo, los problemas eran en
realidad imposibles de resolver, por lo que el
nivel de frustración de los estudiantes era el
máximo.
Por supuesto, los estudiantes trataron por un
tiempo de resolverlos, pero después uno tras otro
se dieron por vencidos y se fueron, hasta que 30
minutos más tarde sólo había 4 estudiantes.
En ese momento, el examinador interrumpió la
prueba y les pidió salir.

Analizando los datos obtenidos, los psicólogos


observaron que en promedio, los que comían
galletas de chocolate se fueron después de los que
habían comido las raíces. De hecho, la diferencia
entre un grupo y el otro fue estadísticamente
enorme.

La conclusión de los investigadores fue que los


que se habían tenido que esforzar para comer las
raíces, viendo que los otros comían galletas
felizmente, habían consumido una parte
considerable de su fuerza de voluntad, y se habían
dado por vencidos durante la siguiente prueba
antes que el segundo grupo.
La voluntad se había "cansado" durante la primera
prueba, y por lo tanto no era capaz de hacer un
buen trabajo durante la segunda.
Se había comportado exactamente igual que un
músculo.

Otros estudios psicológicos posteriores


confirmaron esta observación, hasta llegar a
asumir la llamada teoría de “la paradoja de la
fuerza de voluntad": en la práctica, la teoría
sostiene, con una sólida base de datos de apoyo,
que quien realiza una tarea focalizándose
demasiado en la fuerza de voluntad, obtendrá
resultados menos satisfactorios que los que
realizan la misma tarea dándole menos
importancia.
Un ejemplo clásico de esta teoría fue puesta a la
luz por la profesora Dolores Albarracín del
departamento de psicología de la Universidad de
Illinois en un experimento con algunos de sus
estudiantes. Pidió a un grupo resolver una larga
serie de anagramas mientras se repetían a sí
mismos "tengo que resolver todos estos
anagramas"; y pidió a otro grupo resolver los
anagramas repitiéndose a sí mismos "No sé si
quiero resolver todos, tal vez me detengo aquí"

El segundo grupo de estudiantes, el que podía


“dudar", tuvo un rendimiento mucho mayor que el
primer grupo, resolviendo no sólo más anagramas,
pero también en un tiempo menor.
Esto nos dice dos cosas: En primer lugar, que los
experimentos psicológicos son a menudo muy
extraños, pero esto tal vez ya lo estabas pensando
por ti mismo.
En segundo lugar nos dice que si al hacer algo que
requiere el uso de la fuerza de voluntad utilizo
demasiada de esta fuerza, tendré resultados peores
que los que lo realizan sin ejercer fuerza de
voluntad.
Así que prácticamente para tener una fuerza de
voluntad de hierro basta utilizarla lo menos
posible, sólo para lo estrictamente esencial. Como
te he dicho, es un poco extraño, y es por eso que la
teoría es paradójica.

Es aún menos claro la razón por la cual la


voluntad está sujeta a esta "fatiga".
La hipótesis más plausible es que se trata de un
mecanismo de protección que evita que nuestro
ego se sienta frustrado y deprimido por hacer
cosas que no quieres hacer.
Cualquiera que sea la razón es cierto que la fuerza
de voluntad se "fatiga" durante su uso.

Y así, como cuando un músculo está


sobrecargado por una carga demasiado grande
para su capacidad y no puede flexionarse, así la
voluntad difícilmente será capaz de digerir
enormes cambios todos a la vez.

Si no se usa la fuerza de voluntad correctamente,


la mayoría de nuestros actos de voluntad están
condenados al fracaso, ya sea porque su peso es
demasiado grande para ser cargado todo en una
sola vez, o porque otros actos de voluntad agotan
nuestra energía.

Cuando el peso es demasiado grande o cuando


los pesos son demasiados, estamos usando mal
nuestra fuerza de voluntad.
Cap 11 - Cuando el peso es
demasiado grande.

"¿Cómo se come un elefante? Un bocado a la vez "

Hemos visto que nuestra voluntad es un músculo


que razona. Cuando ve algo demasiado grande
para él, puede simplemente negarse a hacerlo por
temor a dañarse.
Ahora, vale la pena detenerse en el concepto de
demasiado grande, ya que es una medida subjetiva
y no una objetiva, y que además puede cambiar
dentro del mismo individuo dependiendo de las
circunstancias.

Para algunos estudiar una hora al día una lengua


extranjera es un acto de voluntad factible, mientras
que tal vez resistir a un postre de chocolate es
definitivamente difícil. Un entusiasta de los
deportes puede haber sonreído con mi resistencia
absoluta para ejercitarme por la mañana, pero tal
vez no sería capaz de hacer un esfuerzo para
escribir 5 páginas de word cada noche.
Además, creo que todos hemos experimentado, en
diferentes periodos de nuestra vida, los altibajos
de nuestra fuerza de voluntad: lo que nos cuesta
poco esfuerzo a veces, puede ser casi inalcanzable
en otros.

Exactamente como quien ha nacido más o menos


dotado atléticamente, también para la voluntad
cada persona tiene una "predisposición" que la
caracteriza; a esta predisposición se le agregan
variables tales como los objetivos que uno se
plantea, las preferencias, los momentos de la vida,
el entrenamiento o las estrategias que se utilizan.

Conocer la propia predisposición y las otras


variables que condicionan el ejercicio de la
voluntad es el elemento estratégico más importante
para lograr resultados.
Para explicarme mejor, te cuento cómo resolví el
problema de mis ejercicios de la mañana.
En primer lugar, reflexioné sobre el hecho
evidente de que tal vez me había puesto una meta
demasiado ambiciosa. Mi voluntad no era capaz
de tolerar el peso de una hora de ejercicio cada
mañana hasta el final de mis días, por lo que
después del primer día de entusiasmo simplemente
se había negado a ir más allá. Pensé entonces
quitar de mi programa el concepto de "para
siempre", y centrar mi atención sólo en el momento
de ejercicio de la mañana siguiente. Pero el
resultado no fue satisfactorio: de hecho, todavía
seguía sin ganas de hacer ejercicio, y además vivía
con ansiedad y fatiga por la idea de tener que subir
al ático para ejercitarme durante una hora al día
siguiente. Comencé entonces a negociar un poco
más con mi psique para encontrar un compromiso
mínimo con el que me sintiera cómodo.

Tal vez te hará reír, pero al final llegué a la


conclusión de que la mañana sucesiva habría
solamente subido las escaleras hasta el ático.
Parecía absurdo, pero era así; mi voluntad estaba
tan agotada por la idea de ejercitarme una hora en
el gimnasio que el máximo objetivo que podía
alcanzar sin que sintiera el peso del esfuerzo era
subir las escaleras hasta el ático.

Decidí, por lo tanto, alcanzar este objetivo mínimo


el día siguiente.

A la mañana siguiente me desperté y decidí que me


dirigiría a la escalera de caracol para subir al
ático. Sentía mi corazón y cabeza ligeros porque
en realidad eso era algo que quería hacer, y me
costó un esfuerzo de voluntad mínimo. Al llegar al
ático miré a mi alrededor y sonreí al ver mi ropa y
la de mi esposa apilada en la caminadora. Estaba a
punto de darme la vuelta y bajar cuando pensé que
mientras ya estaba allí, al menos podría hacer un
poco de abdominales. Después de todo, todavía
era temprano y no tenía ganas de ir a trabajar. Me
acosté en el suelo y decidí hacer una pequeña serie
de 30 abdominales. Cuando terminé no me sentía
cansado, me sentía bien, así que hice otra serie de
50. Me puse de pie para estirar un poco y me di
cuenta de que todavía tenía mucha energía, decidí
hacer otra serie de 50. Cuando terminé la serie
pensé que había hecho suficiente trabajo
abdominal, y que tal vez una docena de flexiones
con el brazo antes de bajar habría completado de
manera digna el primer día de ejercicios. Con la
décima flexión mis brazos estaban aún muy
sólidos, así que decidí continuar por otros 10. En
ese momento respiré profundamente durante un
minuto, y luego hice otras 20 flexiones seguidas.
Me sentía con ganas de correr en la caminadora,
pero por temor a exagerar, me obligué a no hacerlo
y volver a bajar las escaleras. Al descender por
las escaleras reflexioné sobre la ironía del hecho
que, después de luchar conmigo mismo por meses
para obligarme a subir la escalera, ¡ese día tuve
que obligarme a bajar!
Desde ese primer día han pasado casi dos años, y
cada mañana cuando estoy en casa, sin excepción,
hago un esfuerzo mínimo para subir la escalera.
Han habido 4 o 5 días en los cuales tenía mucha
prisa, así que subí la escalera, giré sobre mis
talones y bajé corriendo a cambiarme para ir a
trabajar. Sin embargo, en el 95% de los casos, me
quedé en el ático y no creo que haya hecho menos
de veinte minutos de ejercicio, y nunca más de una
hora.
Y cada mañana, todo comienza con un esfuerzo
muy mínimo, tan pequeño que hasta yo puedo
hacer: subir las escaleras.
Cap 12 - Cuando los pesos son
demasiados.

"En este momento dejar de fumar es la cosa más


importante que puedes hacer en tu vida"

Como hemos visto, nuestra voluntad tiene un


mecanismo de autoprotección que normalmente
falla cuando se trata de cosas que son demasiado
grandes.
También hay un segundo mecanismo que la protege
haciéndola fracasar: cuando tenemos que lidiar
con demasiadas cosas a la vez.
Esto es crucial para explicarte por qué los planes
de cambio radical en nuestras vidas no se realizan
nunca.

Nos dejamos seducir por la idea de un cambio de


360 grados, de la transformación en un día de la
antigua a la nueva persona. Y sucede que una
noche decidimos, tal vez leyendo algo que nos
inspiró, que queremos cambiar por completo; y
que desde el día siguiente vamos a estar a dieta,
haremos ejercicio, dejaremos de fumar,
dedicaremos más tiempo a nuestros hijos, vamos a
ahorrar más dinero, aprenderemos un nuevo
idioma, vamos a tomar clases de cocina, y así
sucesivamente.
Ya sea que se trate de querer empezar algo, como
es el caso de comenzar a estudiar un idioma, o
dejar de hacer algo, como en el caso del consumo
de tabaco, se trata siempre de actos de voluntad
que se toman al miso tiempo todos juntos.
En un escenario como este, te encontrarás al día
siguiente debiendo:

hacer ejercicio cuando son meses que no lo haces;


renunciar a los cigarros;
evitar el capuchino y el pastel de la cafetería;
estudiar alemán durante la hora de la comida;
renunciar a relajarte frente a la TV por jugar con
los niños en la noche.

Al verlo escrito, se puede notar claramente que no


es factible; pero créeme que mucha gente, tal vez
después de tener un "momento de la revelación",
sinceramente considera poder lograrlo. Pero la
realidad es que se encuentran al día siguiente
fracasando; y no en una de estas actividades, pero
en todas ellas!
¿Por qué?

El hecho es que los actos de la voluntad consumen


energía, y el cerebro es muy ahorrador con la
energía que tiene disponible; por lo que a medida
que se realizan los actos de voluntad, el cerebro
quita la “gasolina” a esa zona, digamos que la
manda a dormir, para evitar que se consuma
demasiado. Así que realizar cada acto es más
difícil que el anterior, hasta que nuestra voluntad y
nuestra capacidad para tomar decisiones eficaces
esencialmente llegan a cero.
Y es así que sientes la sensación típica de los días
muy intensos y estresantes, en los cuales durante la
noche solo podemos pasar el tiempo en una
actividad puramente pasiva, como ver la
televisión. Seguramente te habrá pasado varias
veces.
¿Cuántas veces has escuchado o dicho a ti mismo
la frase "ahora solo quiero apagar el cerebro"?

Esto nos da una muy buena idea de lo que nos


sucede cuando se ha pensado y decidido
demasiado.
Naturalmente, porque el hombre es un ser con
voluntad, un ser con instinto ético, existen
mecanismos para superar este bloque.
Y nos resulta casi imposible cambiar tantas cosas
al mismo tiempo, es definitivamente más fácil
cambiar muchas cosas, una tras otra, durante un
período de tiempo digamos limitado.
Mucha gente inconscientemente se da cuenta de
esto, y de hecho programa por ejemplo empezar la
dieta o dejar de fumar, "cuando este menos
estresado", "cuando este de vacaciones", “cuando
pasará esta etapa difícil con mi esposa."

Nos damos cuenta entonces, más o menos


inconscientemente, que nuestros recursos son
limitados, y sabemos que es difícil lograr más de
una meta a la vez. Sin embargo, seguimos con la
esperanza de poder lograrlo, para después
sentirnos culpables, por lo que se pierde aun más
energía que se resta a la voluntad, siendo el
sentirnos culpables la conciencia de nuestro
instinto ético. Así se crea un círculo vicioso que
probablemente tarde o temprano, la evolución
romperá, o seleccionando individuos inmunes a la
culpa, o como espero, individuos capaces de
administrar estratégicamente su voluntad, sin
consumirla tratando de hacer demasiadas cosas al
mismo tiempo y sin ser consumida por el peso de
sus propios fracasos.

Cuando no podemos cambiar nos sentimos débiles,


pero tal vez sería más correcto si nos sintiéramos
estúpidos por nuestra falta de estrategia. Nos
centramos en el evento de cambiarnos a nosotros
mismos, nos sentimos fascinados por el nuevo
“yo” que nos imaginamos, y luego olvidamos por
completo el hecho de que no es natural cambiar
todo en un día; es necesario un proceso de cambio
progresivo, un paso a la vez, una cosa tras otra.
He conocido a decenas de fumadores como yo;
todos querían dejar de fumar, pero querían esperar
a un momento de la vida en la que estuvieran
menos estresados, más tranquilos, con menos
problemas. La verdad es que en la mayoría de los
casos, ese momento nunca llega. He dejado de
fumar gracias a un método muy conocido, y que en
realidad dice que no se basa en la fuerza de
voluntad (no voy a entrar en los detalles, pero
obviamente no estoy de acuerdo). Y uno de los
pilares de este método es que no reenviar tu último
cigarro, porque dejar de fumar es la cosa más
importante en la vida de un fumador.
No puedo estar más de acuerdo.

Si quieres hacer un cambio importante sobre algo


que consideras muy pesado, bueno, tienes que ser
implacable: se necesita realmente un excedente de
fuerza de voluntad, y este excedente debes tener el
valor de tomarlo de otras cosas. Esto no significa
dedicar todo de ti mismo para lo que deseas
cambiar. Continuarás a hacer también el resto,
simplemente todo lo demás vendrá en un segundo
plano, al menos hasta que el cambio no será
efectivo. A ese punto, podrás recuperar de nuevo
el excedente de fuerza de voluntad para
redistribuirlo a las cosas a las que se lo habías
quitado.
Cuando dejé de fumar le dije a mi esposa que por
un tiempo le habría sin duda dedicado menos
energía y atención; se lo dije con suavidad, con
cariño y claramente, explicándole las razones y
ella lo entendió y aceptó. Yo estaba consciente de
que debía reducir la carga de trabajo y no luchar
conmigo mismo para no comer un helado.
Sabía que tenía que concentrarme en un objetivo
específico y difícil, pero era la prioridad en ese
momento sobre todo el resto. Así que el resto
tendría que estar un poco sin mí, o por lo menos
sin que yo estuviera a su servicio.
Cada día que no fumaba se me hacía más fácil no
encender un cigarro, y entonces podía llevar
gradualmente parte de mi energía diaria a otras
actividades.
Después de un mes de no fumar, ya se había
convertido en un hábito; quizás no tan fuerte como
el de fumar, pero sigue siendo un hábito; mi exceso
de energía se podía destinar a sus actividades
normales, o ser utilizado en un nuevo cambio.

Con una gran ventaja, sin embargo: no fumar me


gratificaba y me hacía sentir más fuerte y seguro de
mi mismo. Como si mi fuerza de voluntad hubiera
aumentado.
Esto te puede parecer contradictorio con lo que
hemos dicho antes, que el uso de la voluntad
consuma la voluntad misma haciéndola más débil.
Pero regresemos un momento a la analogía con el
músculo: si un músculo tiene que levantar un peso
demasiado grande, se lastima: así como se lastima
si debe levantar un peso demasiadas veces.
Pero cuando un músculo levanta un peso sensato
por un número razonable de veces al día, entonces
el músculo no sólo no se hace daño, pero se
entrena y se hace más fuerte.
Y así sucede es con la voluntad. Utilizada en forma
incorrecta se y nos debilita. Pero utilizada
correctamente se vuelve más fuerte, y nosotros con
ella.
Ya hemos visto muchas cosas sobre cómo
utilizarla correctamente. En los siguientes
capítulos, sin embargo, te voy a enseñar un par de
armas secretas.
Cap 13 –El arma secreta número 1:
Los pequeños logros.

¿Recuerdas el experimento de los estudiantes que


tenían que comer o chocolate o raíces, y luego
resolver los problemas?
Un primer hallazgo importante fue la demostración
de que la voluntad actúa igual que un músculo.
Pero hay otra cosa realmente muy interesante
relacionada con ese experimento: el hecho de que
los problemas no pudieran resolverse. ¿Por qué no
dar problemas tal vez difíciles pero posibles de
resolver?

La razón es simple: la voluntad se alimenta de


pequeños logros.

Cuando se realiza un esfuerzo de voluntad para


conseguir algo, se pueden obtener dos posibles
resultados: conseguir el resultados o no
conseguirlo.
En el primer caso, se desencadena una respuesta
positiva: hemos hecho un esfuerzo convencidos de
que nos llevaría a conseguir una cosa, y en
realidad pasó. Estamos satisfechos por dos
razones: hemos conseguido lo que queríamos y
hemos demostrado a nosotros mismos que
esforzarse era la opción correcta. Tuvimos razón,
y nuestro ego se hace un poco más fuerte. Y
también más fuerte es nuestra fuerza de voluntad,
que es como si hubiera recibido de este pequeño
logro del EGO un poco de nueva “gasolina”.
Por esta razón, los problemas dados a los
estudiantes no tenían solución; de otro modo, por
cada problema resuelto, el estudiante recibiría un
pequeño excedente de fuerza de voluntad, dada por
la satisfacción de su ego, retrasando así el
momento en que saliera del salón. Y los resultados
obtenidos por los investigadores habrían sido
influenciados no sólo por quien había comido
chocolate y quien raíces, sino también por la
capacidad de cada estudiante para resolver los
problemas.
Ahora veamos cómo se puede utilizar este
descubrimiento en manera estratégica.
Está claro que la mejor manera de afrontar
cualquier proyecto que requiera fuerza de voluntad
es dividirlo en muchos pequeños proyectos
intermedios. Hemos visto que un esfuerzo
demasiado grande cansa a la fuerza de voluntad:
las dimensiones del cambio y el tiempo necesario
para obtenerlo nos intimidan y nos aplastan,
condenándonos al fracaso. Pero si este esfuerzo se
divide en pequeñas etapas intermedias más
pequeñas obtenemos muchas ventajas: nos
asustamos menos, somos capaces de monitorear
los progresos y finalmente, los pequeños éxitos
intermedios nos dan un superávit de entusiasmo y
energía.

Te daré un ejemplo: Para una persona obesa,


ponerse la meta de perder 20 kg en seis meses no
esta bien. 20 kg son tantos, y 6 meses es mucho
tiempo. Es mucho mejor construir un plan con
objetivos intermedios, por ejemplo perder 2 kg en
la primera semana. Para una persona obesa 2 kg no
son muchos, y el esfuerzo se percibe entonces
como pequeño. Además, después de una semana ya
podrá conseguir el primer pequeño éxito,
"recargando" así la reserva de fuerza de voluntad.
De hecho, muchos nutricionistas prefieren trabajar
de esta manera, programando breves encuentros
pero frecuentemente.
Hacer una dieta puede ser muy frustrante, pero si
se mide cada semana y se obtiene un buen
resultado pequeño, la frustración se puede
convertir en entusiasmo y se seguirá con la dieta
durante largos períodos.
Cap 14 - El arma secreta número 2:
Los hábitos.

En mi experimento de hacer ejercicio cada mañana


me di cuenta de un hecho muy interesante: después
de unas semanas, subir la escalera de caracol se
había convertido en algo casi instintivo para mí.
Algo que hacía de manera natural,
automáticamente, sin que mi voluntad interfiriera
de alguna manera.
Subir escaleras se habían convertido en un
hábito.

Ahora sé que algunos colegas médicos no estarán


de acuerdo, pero me gusta definir a los hábitos
como instintos adquiridos.
Un hábito se forma a partir de un acto de voluntad
inicialmente previsto y ejecutado en la parte
superior del cerebro, donde sólo hay estructuras
"nobles" que gobiernan la inteligencia y la
planificación; si este acto de voluntad se repite
con bastante frecuencia, el cerebro transfiere la
ejecución a las estructuras menos nobles y más
profundas, las mismas que el instinto.

Piensa bien: cuando eras niño, había que enseñarte


a cepillarte los dientes; y por algún tiempo te
llevaron cada noche frente al lavabo para hacerlo.
Después te dejaron hacerlo solo, tal vez solo se
limitaron a recordártelo o a obligarte a hacerlo
cuando no querías. Entonces en algún punto, ya no
tuviste la necesidad de que alguien te lo recordara
ni que te obligara a hacerlo; cepillarte los dientes
se había convertido en un hábito. De hecho, desde
hace años lo haces todos los días de manera
automática, sin que te cuesta ningún tipo de
esfuerzo de voluntad.

Sin embargo, si en el transcurso del día alguien te


dice que tienes un pedazo de lechuga entre los
dientes vas a ir de nuevo al baño a lavarte los
dientes; en este caso, no en modo automático sino
guiado por una decisión precisa de la voluntad.
¿Cuál es la diferencia entre las dos situaciones?
Hay una manera muy fácil de explicarla. ¿Te
acuerdas de cómo, cuándo y por cuánto tiempo te
cepillaste los dientes esta mañana? Probablemente
no, pero sabes que lo hiciste.
Pero si vas durante el día para cepillarte los
dientes y quitarte un pedazo de verdura entre los
incisivos, probablemente en la noche podrás
recordar cada detalle.

Este proceso de transformación del hábito sucede


en todas las acciones que se repiten
constantemente bajo ciertas circunstancias: al
principio es necesario un compromiso cognitivo y
volitivo para hacerlo; luego, cuando tu cerebro se
da cuenta de que es una rutina, por razones de
ahorro y eficiencia energética se transfiere la
ejecución de la parte delantera del cerebro, es
decir, la que preside las funciones superiores del
ego (que incluye sólo pensar y tomar decisiones) a
la parte trasera, la animal, la del instinto. Es como
si el cerebro estuviera diciendo, bueno, me doy
cuenta de que esto lo hago todos los días; entonces
por lo menos vamos a hacerlo sin que me cueste
esfuerzo, y por lo cual lo pondré en piloto
automático.

La ventaja de este mecanismo es enorme. Piensa


en mis ejercicios de la mañana: al principio tuve
que hacer un pequeño esfuerzo para subir la
escalera, después un poco de esfuerzo para hacer
los primeros 10 abdominales, luego otro para los
otros 10, y así sucesivamente. Pero a medida que
estos eventos se repetían todos los días, se
convirtieron en algo automático. Está claro que
conforme pasa el tiempo se incorpora más
ejercicio a la rutina, dejando la voluntad y
entrando en el hábito. Y entonces, incluso desde un
punto de vista mental, ejercitarme me costará cada
vez menos esfuerzo diario.

Recuerda que nuestra voluntad se fatiga por dos


razones: cuando tratamos de cambiar demasiadas
cosas al mismo tiempo (dejar de fumar, aprender
un idioma, bajar de peso, todos juntos en un solo
día!) y cuando tratamos de hacer un cambio
demasiado grande (de cero a una hora de ejercicio
todas las mañanas por siempre).
El hábito nos permite superar estos dos problemas
a través de un mecanismo de adaptación: si se
toma una decisión a menudo y regularmente, el
cerebro lo toma de la voluntad, que tiene un alto
consumo de energía, y lo pone en el hábito y el
instinto, que tienen un consumo de energía muy
bajo. Así por ejemplo, si cuando éramos niños y
aún no habíamos aprendido cómo cepillarnos los
dientes, hacerlo nos costaba un esfuerzo, ahora la
actividad está en piloto automático, y consume
muy poca energía mental y cognitiva.

¿Quieres hacer una prueba interesante? ¿Te


acuerdas de cuándo y cómo te amarraste los
zapatos esta mañana? Probablemente no, pero tus
zapatos están atados. Prueba mañana por la
mañana a lavarte los dientes, hacer el café y
ponerte tus zapatos con la mano izquierda en lugar
de la derecha (o viceversa, si eres zurdo). Te
darás cuenta de que te cuesta un esfuerzo cognitivo
y volitivo importante. Has roto un hábito, por lo
que para realizar actividades sencillas como
cepillarte los dientes, tu cerebro activará el nivel
superior, el cognitivo y volitivo. Y por la noche,
pensando en cómo amarraste tus zapatos, lo
recordarás con mucha claridad.

Al igual que un elefante puede ser comido un


bocado a la vez, cada uno de nosotros puede
cambiar su vida un "hábito a la vez."
Romper viejos malos hábitos o adoptar nuevos
buenos hábitos es una mejor estrategia para el
cambio que consumir nuestra fuerza de voluntad
cada día reduciéndola por cada decisión tomada.
En el próximo capítulo vamos a profundizar sobre
qué es un hábito, y vamos a ver la mejor estrategia
para incorporar hábitos en nuestras vidas.
Cap 15 - El rito del hábito.

Los hábitos pueden ser buenos, malos, sanos,


patológicos, empedernidos, viejos, nuevos y
muchas otras cosas aún. Algunos de ellos pueden
tener poca o ninguna importancia en nuestras
vidas, tales como rascarse la cabeza cuando se
piensa en algo, mientras que otros tienen grandes
efectos y de larga duración, tales como la mala
costumbre de reenviar las cosas para mañana, o la
buena costumbre de hacer una caminata todas las
tardes. Todo, en una manera más o menos
profunda, nos identifica como individuos, porque
cada uno de nosotros tiene una mezcla de hábitos
que lo caracteriza.

Actuar sobre los hábitos de una persona es la


herramienta más poderosa para el cambio que el
hombre tiene a disposición, y por lo tanto no es
extraño que la psicología, la medicina y la
neurociencia han dedicado tanto tiempo y energía
al estudio de los hábitos.
De un hábito se pueden estudiar muchas cosas: por
ejemplo los efectos que tiene a largo plazo (como
el hábito de fumar); o la capacidad de ser un
detector de rasgos caracteriales (como en el caso
de morderse las uñas).
Pero en este capítulo veremos un aspecto distinto:
cómo podemos intervenir para crear nuevos
hábitos o cambiar los viejos.

En los años 50 se realizaron una serie de


experimentos en ratones para analizar el
mecanismo de la formación de hábitos,
afortunadamente no es cruel; se limitó a poner a
los ratones dentro de jaulas en las que un pedazo
de queso estaba detrás de una pequeña puerta
corrediza con un mecanismo de apertura activado
mediante un botón cercano al ratón.
Las primeras veces, el ratón caminaba
desconcertado para encontrar la manera de abrir la
puerta, hasta que accidentalmente tocaba el botón
rojo, la puerta se abría, y el ratón conquistaba su
pedazo de queso.
Después de un cierto número de veces, el ratón
aprendió a relacionar el botón rojo con el pedazo
de queso, y de forma automática presionaba el
botón, incluso cuando en la otra parte no había
queso. Él había desarrollado un hábito. A partir de
esta simple observación se hizo el primer modelo
de la formación de hábitos, que ahora puede
parecer obvio, pero no era así en los años 50. El
desarrollo de un hábito se compone de tres partes:
el estímulo, la acción (que es el hábito en sí) y la
recompensa por la acción. En el caso del ratón, el
botón rojo fue el estímulo, el queso era la
recompensa; apretar el botón constituía la acción
(inicialmente casual pero después se convirtió en
un hábito a través del circuito estímulo -
recompensa).

De hecho, cuando este proceso de estímulo –


acción -recompensa se repite un número suficiente
de veces, el estímulo desencadena el
comportamiento casi automática, o al menos sin un
esfuerzo cognitivo apreciable de la voluntad y:
nace un hábito. Es por esto que la persona que se
muerde las uñas, por ejemplo, a menudo lo hace
"sin pensar": cuando existe un evento aún
mínimamente estresante (estímulo) desencadena un
comportamiento estereotipado (morderse las uñas)
que conduce a una recompensa (el alivio del estrés
). La recompensa refuerza el hábito. Y así se
encuentra mordiéndose las uñas, incluso cuando no
está estresado.

En cualquier hábito puedes reconocer siempre 3


elementos, estímulo-acción -recompensa, a veces
de una manera fácil y clara, otras veces escondido.
Incluso en las pequeñas acciones cotidianas: has
aprendido a amarrarte los zapatos gracias al
estímulo cotidiano de tus padres, y la recompensa
fue la satisfacción que sentías cuando los
acontentabas, o el orgullo de haberlo hecho solo, o
el no tener miedo de un regaño . Tal vez no lo
recuerdas, pero es así.

Ser consciente de este mecanismo para la creación


de los hábitos puede permitirte el lujo de utilizarlo
para crear buenos hábitos o para quitar los malos.
Es importante que al crear un estímulo no lo
confundas con la motivación: por ejemplo, si
quieres verte bien en traje de baño es una
motivación óptima para ponerte a dieta, pero por
sí mismo no desencadena ningún hábito.

En el caso de mis ejercicios por la mañana, mi


motivación era para perder peso y estar más
saludable; pero el estímulo que cada mañana me
ayuda a activar la rutina del hábito es otro: dejo
mis tennis a la vista sobre la cajonera frente a mí.
En la mañana cuando me despierto es el primero
que veo, es el gatillo que fortalecer mi hábito de
subir las escaleras hasta el ático para ir a hacer
ejercicio.
Así que cuando se quiere que una acción que
requiere fuerza de la voluntad se convierta en un
hábito, es necesario encontrar primero un gatillo
para asociarlo a la acción en sí misma.
En el experimento con los ratones, el gatillo (botón
rojo) era del todo ajeno conceptualmente a la
acción que se realizaba y a la recompensa. Pero
naturalmente, si el gatillo está relacionada con su
acción puede ser mucho más potente.

Si cada mañana cuando me despierto antes de


subir mis famosas escaleras de caracol hubiera
aplastado un botón rojo, al final de igual manera
habría desarrollado el hábito de subir las
escaleras. Y el botón rojo, tarde o temprano se
habría convertido en el gatillo. Pero, por supuesto,
el hecho de que elegí los tennis hace que todo sea
más fácil y más rápido, debido a que los tennis
están también conceptualmente relacionados con el
ejercicio físico.
De este modo, por lo tanto, desarrollar un buen
hábito o perder uno malo, se convierte en un
ejercicio intelectual y creativo.

Además, el estímulo puede funcionar en una


manera positiva como "gatillo" del hábito, pero
también en una manera negativa como "inhibidor".
Mi tía no podía bajar de peso, sobre todo por los
continuos refrigerios que comía fuera de sus tres
comidas al día. Amaba las cosas saladas, como el
queso y el jamón, y tenía el hábito de ir a
buscarlos al refrigerador por la tarde. Entonces, le
compré en internet un muñeco con forma de
puerquito para mantener dentro del refrigerador, y
cada vez que se abre la puerta, el muñeco hace el
sonido del puerco. Este muñeco de $20 es la mejor
inversión que mi tía ha hecho en su vida para
cambiar sus hábitos alimenticios, logrando romper
por sí solo un comportamiento negativo que
llevaba con ella durante años. Había empezado a
docenas de dietas y vio al menos 3 médicos
diferentes, sin ser capaz de resolver el problema.
Fue suficiente introducir un pequeño cerdito en su
rutina consolidada para recordarle, cada vez que
abría el refrigerado, cuáles eran sus objetivos a
largo plazo; y hacer que nunca quisiera abrir el
refrigerador. En este caso, el puerquito había
desactivado el hábito de abrir el refrigerador y
comer.

Por ello, el estímulo debe preceder a la acción (o


la no acción en el caso de inhibidores) y es el
primer factor importante a considerar cuando se
quiere adquirir un hábito.
Igualmente importante es la gratificación, es decir,
la recompensa que sigue a la acción.
De alguna manera, la gratificación imita a nivel
individual la ventaja que la evolución busca
darnos a nivel de especie. La gratificación le dice
al cerebro que la acción realizada ha sido útil, y
por lo tanto se debería repetir.
Así, la gratificación es capaz de reforzar la
tendencia del individuo a repetir una determinada
acción.

Por esta razón, en la adquisición de nuevos


hábitos, es importante asociar siempre una
gratificación. En el caso de mi ejercicio de la
mañana me recompenso con un baño caliente. Me
encanta sentir el agua caliente por la mañana, sea
que haya hecho una hora de ejercicio intenso o me
limite a sólo subir las escaleras de caracol,
después me recompenso con un baño de diez
minutos.

El hecho es que te debes focalizar y que tus


hábitos actuales, sean los que te gustan o aquellos
que odias, ya siguen este patrón: todos tus hábitos
fueron formados por la repetición durante un
tiempo suficiente de tres elementos: estímulo -
acción - recompensa . Muchos de ellos te han sido
transmitidos a través de la educación; y muchos
los adquiriste por la "presión" cultural a la que
estamos sometidos por los medios y la publicidad,
que conocen bien estos mecanismos.

Ahora, tal vez por primera vez en tu vida, tu


también sabes exactamente lo que es un hábito,
cómo se forma y cuáles son los elementos para
poder manipularlo.
Y por primera vez, tienes todas las herramientas
para ser capaz de actuar sobre tus hábitos y ser
capaz de elegir, cambiar o crearlos desde cero, en
lugar de limitarte a recibirlos desde el exterior.
Cap 16 - Un poco de artes
marciales.

Vuelve a leer el Kata de la Voluntad:

- Reflexiona sobre cómo y por qué haces lo que


haces.
- Ten en cuenta tus acciones como consecuencia de
dos motivos: los instintos y la inteligencia /
voluntad
- Aprende a conocer tus instintos, con sus ventajas
y sus desventajas.
- Disfruta de la motivación cuando llega, pero no
te confíes demasiado.
- Reconoce las presiones que te rodean:
aprenderás a defenderte.
- Reconoce el cambio como lo que es: un proceso
y no un evento.
- Ten en cuenta la fuerza de voluntad como lo que
es: un instinto ético que caracteriza al hombre, y
como resultado de la inteligencia.
- Usa la voluntad de acuerdo con la Regla número
1: No levantar demasiado peso en una sola vez.
- Usar la voluntad de acuerdo con la Regla número
2: No levantes demasiados pesos al mismo tiempo.
- Date objetivos intermedios, mídelos y celebra
cada vez que logras uno.
- Haz pequeños actos de voluntad en tus hábitos
diarios.
- Crea y fortalece tus hábitos utilizando siempre la
tríada estímulo - acción – recompensa.
- Repite desde el inicio.

Parece tener más sentido ahora, ¿no?


Y así estamos de nuevo donde empezamos,
terminando un círculo perfecto.
He presentado mi Kata de la Voluntad en la
introducción de este libro, para después explicarte
cada parte, en orden, una después de la otra.
Quería sobre todo que tuvieras conciencia de qué
es la fuerza de voluntad, y cuáles dificultades
encontramos para ejercitarla.
Después, traté de darte algunas estrategias de
comportamiento que te permitan pasar de la
conciencia a la acción.
Lee y relee el Kata, y verás que realmente ayudará
a mejorar tu fuerza de voluntad.

Ahora, algunas consideraciones finales y una


sugerencia:
En las artes marciales se encuentra el más
poderoso ejemplo de cómo el desarrollo de un
hábito puede ser muy eficaz, tanto que incluso
vence al instinto natural y obtiene con facilidad
resultados inesperados.

La reacción de cualquiera, cuando le lanzan un


puñetazo, es protegerse y dar un paso hacia atrás.
En el karate en cambio, te enseñan algo
completamente diferente: te enseñan a ir hacia el
puño desviándolo con un brazo, mientras que con
la pierna opuesta das un paso hacia el oponente y
lo golpeas con la otra mano. No existe un
comportamiento menos instintivo que este, y sin
embargo, su eficacia es devastadora.

¿Cómo se logra? Al principio es necesario


practicar casi en cámara lenta: el compañero de
entrenamiento pretende golpearte tirando un golpe
muy lento; la otra persona, con una gran esfuerzo
de concentración y de voluntad, ejecutará uno
después del otro los tres movimientos de
respuesta: primero desvía el golpe con su brazo,
luego mueve la otra pierna hacia el oponente, y
finalmente simula el golpe de respuesta. Cada
movimiento está pensado y planeado, para ser
realizado después con gran lentitud y torpeza. Si
pudiéramos ver nuestros lóbulos frontales en la
imagen de RMN, los veríamos explotar por
actividad neuronal.
A medida que el ejercicio se repite día tras día,
cada uno de los tres movimientos empieza a ser
cada vez más rápido. Luego, los 3 movimientos
comienzan a unirse entre sí en una manera cada vez
más fluida.

Finalmente, después de mucha práctica, toda la


secuencia se vuelve completamente automática, y
el karateca olvida los mismos movimientos que
están realizando, concentrándose sólo en las
posibles reacciones del oponente. Ha nacido un
hábito, una reacción instintiva adquirida que es
más fuerte que el instinto natural y no cuesta
ningún esfuerzo a quien lo realiza. A nuestros
lóbulos frontales les interesa poco el evento, que
está bajo el control total de la parte del cerebro
que preside los instintos y hábitos. Desde ese
momento en adelante, el puño (estímulo) no podrá
más que activar automáticamente la reacción, sin
la necesidad de la participación de la voluntad o
del intelecto. En todo caso, las cosas serán a la
inversa, y la voluntad y el intelecto intervendrán
eventualmente si es necesario NO reaccionar.
El cambio fue, por tanto, total, y el resultado
extraordinariamente eficaz.

Ahora imagina poder hacer lo mismo con toda tu


vida, incorporando uno tras otro, una serie de
hábitos que te permiten sin esfuerzo ser lo que
quieres ser.
Sería fantástico ¿no?
Nota del autor

Si después de haber leído este libro te das cuenta


de que tu fuerza de voluntad ha cambiado, entonces
escríbeme tu historia, y cuéntame sobre tus nuevos
logros, pequeños o grandes. Y en su caso, también
sobre tus fracasos. Me ayudará a continuar con mi
investigación.

De la misma manera, te comparto que yo siempre


he sido un apasionado de la superación personal, y
El Kata de la Voluntad es el tercer libro que
escribo. Mis otros dos libros hablan sobre
técnicas de memoria y cálculo mental que he
estudiado y aplicado durante mis años de
estudiante y también como profesionista.

1) “Técnicas de Memoria Veloz” Te ayudará a


desarrollar tu capacidad de memoria a través de
técnicas desarrolladas a lo largo de siglos por
grandes maestros como Cicerón, Leibniz y
Giordano Bruno. Te podrán ser muy útiles en el
estudio, en el trabajo o en la vida cotidiana.
Descubriremos juntos las principales técnicas de
mnemotecnia, con algunos ejercicios y ejemplos.
Te explicaré trucos para recordar 50 números y te
diré mi sistema para aprender idiomas. Pero sobre
todo, intentaré convencerte de cuánto es importante
ejercitarte para alcanzar los resultados que deseas.

2) “Técnicas de Cálculo Mental Veloz” Calcula


mentalmente el cuadrado de 65. Es difícil verdad?
Para hacerlo un poco más fácil, prueba de la
siguiente manera: Multiplica la cifra que indica las
decenas por si misma más 1. Al resultado, ponle al
final el número 25 (que es el cuadrado de 5). Por
lo que:
Primer paso: 6 x (6+1) = 6 x 7 = 42
Segundo paso: Pon al final 25
Resultado: 4225. Cuatro mil doscientos
veinticinco.
Como ves, para resolver mentalmente de manera
veloz un cálculo complicado como el cuadrado de
65, la única operación que debiste hacer es 6x7,
cuyo resultado seguramente conoces desde los
primeros años de primaria.
Este manual habla de técnicas de este tipo, y
explica también el sentido que tiene conocerlas y
utilizarlas.

Ambos están disponibles en el Kindle. Si te


interesan este tipo de libros, estoy seguro que
estos te gustarán y te serán de gran utilidad.

Por último, si te gustó El Kata de la Voluntad, deja


una reseña positiva en Amazon. Me harás feliz y
ayudarás a mi trabajo.
No dudes en ponerte en contacto conmigo por
dudas, preguntas e incluso críticas.
Escríbeme a mi correo
armando.elle.books@gmail.com

No te enviaré NUNCA algún correo electrónico de


spam, por lo que puedes escribirme con
tranquilidad.

Gracias,
Armando

También podría gustarte