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1.

-Actividad

Identifica a qué tipo de argumento corresponde cada uno de los siguientes


razonamientos, para ello, coloca una “X” en donde corresponda.

1. Parece sumamente improbable que Hamilton haya tenido nunca Deductivo Inductivo
una suma considerable en títulos, pues en ningún momento fue
un hombre rico y a su muerte dejo un patrimonio pequeño.

Charles Beard, Una interpretación económica de la


Constitución de los Estados Unidos.
2. Un jardinero que cultiva su propio jardín con sus propias manos
une en su persona los tres caracteres diferentes del terrateniente,
el granjero y el labrador. Su producción, por lo tanto, debe
brindarle la renta del primero, el beneficio del segundo y el salario
del tercero.

(Adam Smith, La riqueza de las naciones)


3. Al tratar de comprender los elementos de los que se
comprometen los fenómenos mentales; es de la mayor
importancia recordar desde los protozoarios hasta el hombre,
en ningún punto se abre un abismo muy grande de estructura o
de conducta. A partir de este hecho, es una inferencia altamente
probable la de que tampoco existe en ningún punto un abismo
mental muy amplio.

(Bertrand Russell, Análisis del espíritu)

4. Al parecer la voluntad de Dios es mutable. Pues el señor dice


(Génesis, VI, 7) me arrepiento de haber creado al hombre. Pero
quien se arrepiente de lo que ha hecho, tiene una voluntad
mutable. Por lo tanto, Dios tiene una voluntad mutable.

(Sto. Tomás de Aquino, Summa Theológica)

5. Por el estado del país, por los hábitos de la gente y por la


experiencia que hemos tenido en este punto, es evidente la
imposibilidad de reunir sumas muy considerables mediante
impuestos directos. En vano han multiplicado las leyes
impositivas; en vano se han intentado nuevos métodos para
efectuar la recolección; invariablemente se han frustrado las
expectativas públicas y los tesoros de los Estados han
permanecido vacíos.

(Alexander Hamilton, El federalismo)


6. Los medios abundantes de vida aumentan la fortaleza corporal
del labrador, y la reconfortante esperanza de mejorar su situación
y de terminar sus días tal vez en la comodidad y la abundancia
lo anima a ejercer esa fortaleza al máximo. Por consiguiente, allí
donde los salarios son altos siempre encontraremos a los
trabajadores más activos, diligentes y dinámicos que allí son
bajos…

(Adam Smith, La riqueza de las naciones)

7. Cualquier campesino analfabeto puede hablar perfectamente


acerca de sus postimágenes o de cómo las cosas se le aparecen
o las siente, o acerca de sus dolores o achaques, y sin embargo
no saber absolutamente nada de neurofisiología.
Un hombre puede creer, como Aristóteles, que el cerebro es un
órgano para enfriar el cuerpo, sin que ello anule su capacidad de
haber enunciados verdaderos acerca de sus sensaciones. Por
consiguiente, las cosas de las que hablamos cuando describimos
nuestras sensaciones no pueden ser procesos del cerebro.

(J. J. C. Smart, “Sensation and Brain Processes”,


Philosophical Review)

8. (…) la forma más simple del argumento teológico del esquema,


conocido antaño con el nombre de ‘reloj de Paley´. La forma de
Paley de ese argumento era la siguiente: “Si por azar
encontramos un reloj u otro objeto de intrincados mecanismos,
inferiríamos que ha sido hecho por alguien. Pero encontramos en
todo nuestro alrededor intrincados objetos de mecanismos
naturales y se ve que los procesos del universo de realizan en
relaciones complejas; por lo tanto, debemos inferir que también
éstos tienen un Hacedor”.

(B. A. O. Williams, “Argumentos metafísicos”, La naturaleza de la


metafísica)

9. Por supuesto, en el transistor no hay ningún filamento o


elemento de calentamiento que se queme. Por consiguiente, los
transistores pueden durar casi indefinidamente, a menos
que se los maltrate o se deterioren por la difusión de vapor de
agua por la envoltura, etcétera.

Leonard Engel, “Un pequeño artefacto con un gran futuro”


10. Y en verdad, puesto que los planetas se ven desde la Tierra a
distancias variables, el centro de la Tierra seguramente no es el
centro de sus órbitas.

Nicolás Copérnico, “Sobre las revoluciones de las esferas celestes”

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