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En la psicología social uno de los ejes principales de estudio son los aspectos sociales, las

interacciones, la colectividad, los procesos relacionados con la comunicación, toma de

decisiones, la personalidad y grupos sociales con sus semejanzas y diferencias, debido a que

considera que las relaciones humanas son fundamentales para formar al individuo, porque estas

modifican y adaptan a la sociedad. Por lo anterior, el estereotipo como las creencias acerca de los

atributos personales de un grupo de individuos distinguen a los prejuicios ya que surgen de

asociaciones emocionales, y de la necesidad de justificar el comportamiento o de creencias

negativas.

No obstante, el prejuicio es una “preconcepción negativa hacia un grupo y hacia sus

miembros individuales. De acuerdo con este concepto, una persona con prejuicios, puede tener

una actitud negativa hacia quienes considera que son diferentes, lo que puede originar

intolerancia, que es precisamente la incapacidad de aceptar las opiniones o características

diferentes de las propias, y también puede causar discriminación, es decir, comportamientos

negativos injustificados hacia un grupo o hacia sus miembros. La conducta discriminatoria puede

generar actitudes prejuiciosas, aunque estas actitudes no siempre son hostiles:

“Los experimentos revelan tanto endogrupal como desagrado exogrupal. En ocasiones, el amor y el

odio son las dos caras de una misma moneda. Si usted ama a los Medias Rojas de Boston, es posible que

deteste a los Yanquis de Nueva York. El amor de un patriota por su tribu o país lo motiva a morir con tal

de defenderlo contra enemigos. Al grado en que veamos la virtud en nosotros, es probable que veamos el

mal en ellos. Además, los estereotipos exogrupales prosperan cuando las personas sienten su identidad

endogrupal de modo más intensa (Wilder y Shapiro, 1991). También les achacamos emociones humanas

de manera exclusiva (amor, esperanza, desprecio, resentimiento) a los miembros del endogrupo y es

menos probable que estemos dispuestos a ver tales emociones humanas en los miembros del endogrupo y

es menos probable que estemos, dispuestos a ver tales emociones humanas en los miembros del exogrupo
(Demoulin et al., 2008; Kteily et al., 2016; Leyens et al., 2003, 2007) (David G. Myers y Jean M.

Twenge, 2019, pág 278)”.

Lo anterior, nos revela que una persona puede pertenecer a un endogrupo, un grupo social del

cual se identifica psicológicamente como miembro, o por el contrario una persona puede

pertenecer a un exogrupo, un grupo social con el que un individuo no se identifica. Un ejemplo

de ello es el que una persona se identifique con otro grupo de personas por

su raza, cultura, género, edad o religión. La pertenencia psicológica de un grupo se asocia con los

fenómenos que vivencian. Sin embargo, este grupo que se reconozca e identifica a sí mismo por

características comunes, también reconoce o establece una diferencia (que puede ser

complementaria o antagónica) ante los otros grupos, lo que se conoce como el exogrupo. Es

necesario la identificación con un grupo social y también la comparación con otros. De esta

manera es como se desarrolla psicológica y socialmente nuestro armazón de relaciones

interpersonales. En otras palabras, muchos de los elementos que definen la identidad de cada ser

humano tienen que ver con la pertenencia a distintos grupos y categorías sociales.

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